Asis, Barrionuevo y Yo

El Programa «Poder Vacante» está despertando mucho interés. Cuando su conductor, mi amigo Jorge Asís, me entrevistó, el viernes pasado y yo dije que comenzaba a ser optimista para después del 2011, él me recordó que en Marzo de 2003 yo había escrito un artículo titulado «Argentina 2003: Hay bases para el optimismo». Obviamente mi optimismo de entonces no se vio convalidado por el resultado de la elección presidencial de ese año. Pero es interesante ver cual era el fundamento de aquel optimismo. Viene a cuento de la opinión de Barrionuevo sobre mi rol en el gobierno de Menem y su propuesta de que Duhalde y Lavagna gobiernen en el futuro.

Espero que de la re-lectura de mi artículo de 2003, quede claro que cuando sugiero que Cristina Kirchner le pida apoyo a Duhalde y a Lavagna, mi propuesta nada tiene que ver con la actitud golpista de Barrionuevo, que esta vez, como siempre en el pasado, se propone objetivos que van en contra del bienestar del Pueblo.

Expansión fiscal sin aumento del gasto público.

En varios artículos anteriores sostuve que Argentina necesita implementar un programa de expansión fiscal, como lo están haciendo casi todos los demás países y como lo acordaron los jefes de Estado del Grupo de los 20 reunidos en Londres el 2 de abril pasado. Algunos de mis lectores, particularmente los que son conscientes de todos los costos que la irresponsabilidad fiscal trajo aparejado a nuestro país en el pasado, se alarmaron por mi insistencia en este punto. Escribo para tranquilizarlos.

Lo que se necesita en Argentina no es expansión fiscal basada en el aumento del gasto público sino en la disminución de los impuestos distorsivos. Son impuestos distorsivos aquellos que encarecen los costos de producción y desalientan la inversión eficiente del sector privado. En nuestro caso los ejemplos más significativo son las retenciones a las exportaciones (agropecuarias e industriales), la no devolución del IVA y otros impuestos indirectos a los exportadores, el impuesto a las transacciones financieras que no se acredita contra IVA y Ganancias, y los impuestos sobre la nómina salarial, no acreditables contra el IVA, que encarecen el costo del trabajo sin mejorar el ingreso de bolsillo del trabajador.

Cuando se reducen o, mejor, se eliminan estos impuestos, la expansión fiscal ayuda a que se reactive la economía de una manera sostenible, es decir, generando por sí misma la recaudación futura de los impuestos no distorsivos que permitirán que el déficit fiscal tienda a desaparecer. Si, por el contrario, se mantienen los impuestos distorsivos y se aumenta el gasto público, la expansión fiscal resultante acentuará el estancamiento con inflación, porque el aumento de la demanda originada en el sector público no alcanzará a compensar la caída de la inversión y el consumo privados que está siendo motorizada precisamente por las distorsiones impositivas. La perspectiva de que el déficit fiscal sólo tienda a aumentar y no a disminuir, lleva a que no haya reactivación sostenible de la economía por el temor a que el gobierno en el futuro recurra a más impuestos distorsivos y no a menos. Es decir, se entra en el círculo vicioso del estancamiento por desaliento a la inversión productiva, que, en el caso de nuestro país, va siempre acompañado de inflación.

Por supuesto que para reducir el riesgo inflacionario de una expansión fiscal basada en la eliminación de los impuestos distorsivos será necesario encontrar fuentes de financiamiento del déficit que no obliguen a la emisión monetaria descontrolada del Banco Central. Por eso, yo insisto tanto en la necesidad de recrear el crédito público cuanto antes. Si la expansión fiscal tiene chances de llevar a una reactivación sostenida, será menos difícil recuperar el crédito público. Por el contrario, es imposible pensar que alguien estará dispuesto a darle crédito al gobierno, si mantiene los impuestos distorsivos y aumenta aún más el gasto público.

También ha causado cierta inquietud entre los lectores de mi blog, especialmente entre aquellos que advierten los costos sociales y económicos de la inflación, que yo hable de liberar precios, ajustar tarifas y eliminar subsidios mientras se desmantela el esquema anti-exportador basado en restricciones cuantitativas e impuestos a las exportaciones de alimentos. La inflación reprimida que se consigue con este tipo de medidas que ha venido aplicando el gobierno de los Kirchner, lejos de contribuir a la estabilidad es una fuente crecientemente peligrosa de explosión inflacionaria futura. Cuanto antes se desactive esta bomba de tiempo menor será la severidad del fenómeno inflacionario hacia adelante. Inflación reprimida significa inflación futura inevitable. Pero mientras más inflación reprimida se acumula, mayor será la inflación a afrontar en el futuro. Este riesgo aumenta en forma geométrica.

Si el INDEC deja de mentir y se sincera la inflación, en el doble sentido: por transformación de la inflación reprimida en inflación abierta y por su correcta medición, habrá mejores chances de recuperar el crédito público y luchar eficazmente contra la estanflación. Es importante que no se demoren en advertirlo, particularmente quienes aspiran a gobernar desde 2011 en adelante.

Políticas expansivas en casi todos los países, menos en Argentina.

En los dos últimos meses estuve en Italia, Turquía, Estados Unidos, China, Indonesia, Perú e Israel. En todos estos países tuve oportunidad de conversar con economistas ,funcionarios gubernamentales y con muchos ciudadanos. Además de las conferencias en las que participé y de las reuniones de trabajo con profesionales y funcionarios, que en general razonan con esquemas conceptuales generalmente rígidos, aproveché todas las oportunidades que tuve, para averiguar la opinión de la gente común, la que razona en base a la experiencia cotidiana y no a prejuicios ideológicos. Me formé una idea bastante precisa sobre el estado de ánimo de los dirigentes y de la gente en cada uno de estos países. En materia económica, percibí varios elementos comunes a todos los países que visité.

En los ambientes gubernamentales, en todos estos países existe una preocupación fundamental: encontrar los mejores mecanismos monetarios y fiscales para impulsar la economía, sin preocuparse mucho, por el momento, por la magnitud del respectivo déficit fiscal o de la expansión monetaria, en el entendimiento de que ambos fenómenos tenderán a revertirse cuando la economía se haya reactivado. Todos están aplicando políticas monetarias y fiscales expansivas, fuertemente expansivas algunos, como China, EEUU e Israel, que no tienen prácticamente ninguna limitación en materia de acceso al crédito público y moderadamente expansivos otros, como Italia, Turquía, Perú, Indonesia, que no tienen tanto crédito público como los anteriores, pero que, si llegaran a necesitarlo, pueden contar con acceso a préstamos entre bancos centrales o de organismos multilaterales.

Entre la población hay preocupación por la recesión y el aumento del desempleo, pero predomina la esperanza de que el gobierno encuentre pronto la forma de revertir la situación y vuelva el crecimiento económico vigoroso. En todos estos países, incluso en Perú y en Italia, donde hay problemas políticos que no tienen que ver con la recesión global, la gente no ha perdido confianza en la capacidad del gobierno para enfrentar la recesión. En ninguno de estos países existe preocupación popular por la posibilidad de una aceleración inflacionaria.

Por supuesto, el clima que se vive es muy diferente al de dos años atrás, cuando predominaba el optimismo por doquier. También se nota más preocupación que hace un año, cuando ya había comenzado la recesión en EEUU pero recién comenzaba a percibirse en Europa y aún no se notaba ni en Asia ni en América Latina. Pero en ninguno de estos países observé el grado de angustia y desesperanza que se vive en Argentina.

La diferencia con nuestro país no tiene que ver con la magnitud del impacto negativo de la crisis global en las respectivas economías nacionales. Más aún, todos estos países han sufrido un impacto negativo de la crisis global por la contracción del comercio exterior, mucho mayor que el que ha sufrido Argentina. Nuestro país, gracias a que el precio de la soja no disminuyó tanto como el de otras “commodities”, ha sufrido un deterioro menor de sus términos del intercambio externo.

¿Porqué entonces el clima que se vive en Argentina es mucho peor que el que se percibe en el resto de los países? La respuesta es clara: el gobierno de Argentina ha perdido la confianza de todo el mundo, empezando por la confianza de los propios argentinos.

En el exterior todos perciben que Argentina no tiene ni suficientes reservas externas, ni crédito externo, ni crédito interno como para intentar aplicar políticas monetarias y fiscales expansivas. A cualquier observador objetivo de nuestra realidad le resulta inmediatamente claro que, en un país que ha usado y abusado de impuestos distorsivos, como las retenciones agropecuarias, los impuestos sobre los salarios y a las transacciones financieras, la mejor política fiscal expansiva consistiría en reducir o eliminar esos impuestos, aún a costa de incurrir en un déficit fiscal significativo. Pero de inmediato surge a la vista la limitación: Argentina no tiene forma de financiar ese déficit fiscal, que no sea mediante emisión monetaria. Y, la expansión monetaria encuentra como severo factor limitante la existencia no sólo de alta inflación explícita, sino de una fuerte inflación reprimida y expectativas de devaluación, que podrían llegar a espiralizar la inflación, aún frente a un clima fuertemente recesivo en casi todos los mercados de bienes y servicios.

La diferencia entre Argentina y todos aquellos países es que en el nuestro, a causa de la desorganización económica que resultó de la violación de contratos y falta e respeto a los derechos de propiedad que comenzó en 2002 y de las políticas económicas arbitrarias y distorsivas que se aplicaron desde entonces, ya sufríamos estanflación aún antes de que se desatara la crisis global. El Gobierno de los Kirchner quiso hacerle creer a la gente que nuestros problemas eran consecuencia de lo que esta ocurriendo en el mundo y no de los desmanejos internos, pero prácticamente nadie que le preste atención a Argentina le cree en el exterior y sólo una minoría, no mayor al 30 % de la población argentina le demostró confianza en las últimas elecciones.

Para que Argentina pueda luchar contra la recesión y el desempleo como lo están haciendo en los demás países, la oposición, que ahora tiene mayoría en el Congreso Nacional, no tiene que ayudar a conservar los ingresos fiscales en base a impuestos distorsivos, como lo solicita el gobierno, si no todo lo contrario. Tiene que obligarlo a que sincere la situación fiscal, eliminándolos de cuajo, aún cuando se genere un gran déficit. Sí tiene que ayudar al Gobierno a recuperar el crédito interno y externo, para atenuar el riesgo inflacionario de esa expansión fiscal.

La mejor forma de que Argentina recupere el crédito público es que se vaya perfilando, para después de la elección del 2011, un nuevo gobierno responsable y sensato, que prometa abocarse a reorganizar la economía a partir de reglas de juego claras y simples, y esté dispuesto a producir el máximo de transparencia. Mientras tanto, la mejor forma de ayudar a que el gobierno actual recupere algo del crédito público es obligándolo a sincerar la situación inflacionaria. Esto significa liberar los precios controlados, eliminar los impuestos distorsivos y las restricciones para exportar productos agropecuarios, eliminar los subsidios generalizados implícitos en las tarifas de servicios públicos (manteniendo sólo aquellos que benefician a las familias pobres). Y, por supuesto, dejar de mentir sobre los índices de precios.

Cuando los potenciales compradores de bonos emitidos bajo ley argentina adviertan que la defraudación cometida por el gobierno a partir del dibujo de los índices de precios no queda impune, volverán a demandar bonos indexados. Eso significará que se volverá a abrir el crédito interno. Una negociación inteligente con los tenedores de bonos externos que no se presentaron al canje en 2005 y con el Club de París y, sobre todo, una presentación sincera y responsable de un buen programa económico capaz de recibir la aprobación del FMI, permitirá recrear el crédito externo. Esto no se conseguirá de la noche a la mañana, pero será posible lograrlo en forma gradual, sobre todo si hay evidencias de que previamente se recreó el crédito interno.

El gobierno y la oposición deberían abocarse a esta tarea de inmediato, sin especulaciones electoralistas. Si por el contrario, el gobierno se auto-impone un callejón sin salida y pretende seguir reprimiendo y mintiendo sobre la inflación y la oposición, en lugar de facilitarse una salida, trabaja para que se caiga antes de cumplir con su mandato, los que corremos el riesgo de terminar en un callejón sin salida seremos todos los argentinos.

Otra gran oportunidad

Ayer y hoy he leído tantos buenos análisis políticos de los resultados electorales del domingo pasado que no tengo mucho que agregar. Quienes han seguido mis opiniones desde principios de 2007 sobre la evolución probable de los acontecimientos políticos y económicos habrán advertido que los resultados son los que yo venía previendo. Incluso, la conformación de dos alternativas superadoras del Kirchnerismo para el recambio presidencial de 2011: una conformada por el Peronismo (ya sin Kirchner) y el Pro, encabezada por Reuteman o por Macri; y otra, conformada por la UCR, el Socialismo y la Coalición Cívica, en la que ha quedado como prácticamente candidato cantado el Vicepresidente Julio Cobos. Ambas tienen la posibilidad de conformar un buen gobierno, especialmente si comienzan a trabajar desde ahora en preparar programas y equipos ejecutivos.

Sería muy bueno que los responsables de estos dos espacios definieran gabinetes fantasmas, aún cuando no estén en condiciones de identificar a una sola persona para cada posición y deban nominar a varios, de tal manera que puedan dar opinión sobre cada uno de los temas de gobierno que se vayan planteando a lo largo de los dos próximos años. Esta es una práctica normal en los países bien organizados políticamente, que alguna vez hay que comenzar a poner en práctica en la Argentina.

Mientras cada uno de estos dos espacios alternativos van definiendo sus propuestas para el futuro, toda la oposición debería trabajar unida para imponer en el Congreso Nacional un replanteo integral de reglas de juego, que comience a revertir las tendencias a la arbitrariedad, al centralismo, a la ineficiencia económica y a la injusticia social que resultaron de las prácticas anti-republicanas del Kirchnerismo. Hoy tienen vigencia todas las sugerencias que hice al día siguiente al de aquella otra memorable jornada, en la que el vicepresidente Cobos votó por la derogación de la resolución 125, aquella que aumentaba la imposición sobre las exportaciones agropecuarias. Mi post, en aquel 17 de julio de 2008 se tituló: «Una nueva oportunidad».

En ese post escribí: «Lo primero que debería hacer la Presidenta Cristina Kirchner es enviar al Congreso Nacional un proyecto integral de reforma tributaria y de ley de Coparticipación Federal de Impuestos. Este proyecto debería incluir los impuestos al Comercio Exterior, con la propuesta de resignar las atribuciones delegadas al Poder Ejecutivo por el Código Aduanero.»

«Una buena reforma tributaria integral, acompañada por una nueva ley de Coparticipación de Impuestos es una excelente forma de comenzar a recrear buenas instituciones económicas, capaces de permitirle a la Argentina, en un futuro no tan lejano, retomar una senda duradera de prosperidad con estabilidad, estabilidad no sólo de los precios sino, fundamentalmente, de las reglas de juego de la economía y la sociedad.»

«En materia coyuntural el gobierno sólo tiene que adoptar dos decisiones también institucionales, pero que no requieren cambios en las leyes, sino hacer que las leyes vigentes se cumplan. Debe devolverle total autonomía al Banco Central y encomendarle la lucha contra la inflación como objetivo central. Paralelamente, tiene que instruir a la Secretaría de Comercio para que libere todos los precios y deje que el INDEC vuelva a medir la verdadera inflación. Si se hace esto, la estabilidad no aparecerá de inmediato, pero al menos se podrá comenzar a trabajar seriamente para re-establecerla. La economía se enfriará, pero no será un fenómeno dramático sino sólo transitorio, hasta que se corrijan los fuertes desequilibrios de los precios relativos que se acumularon desde la fuerte devaluación del Peso en el inicio de 2002.»

Lamentablemente, nada de esto hizo Cristina Kirchner. Pero ahora se presenta una nueva gran oportunidad. Los legisladores que representan a los dos espacios que se perfilan como alternativas superadoras para el 2011, se lo pueden imponer desde el Congreso Nacional. Seguramente, buena parte de los diputados y senadores de la bancada oficialista, que lo fueron sólo por el chantaje de Nestor Kirchner y no por convicción, estarán dispuestos a acompañar propuestas tan sensatas.Esto es lo mejor que nos puede pasar como País. La alternativa es un doloroso proceso estanflacionario y dos años de confrontación política estéril.

El crecimiento global futuro sólo puede ser liderado por las inversiones en los países en desarrollo…

…para implementar en todo el mundo los avances tecnológicos que emergerán fundamentalmente de la investigación y el desarrollo que llevan adelante los países desarrollados.

Esto es lo que han descubierto los chinos y los indios, luego de asimilar la experiencia de sus vecinos asiáticos de menor tamaño, pero pioneros en el descubrimiento de las claves del desarrollo: Japón, Korea, Singapur, Taiwán y Hong Kong.

Durante los 50’s y hasta entrados los 80’s, los países en desarrollo y, sobre todo, los de América Latina, creyeron que el crecimiento económico debía estar liderado por la sustitución de importaciones. Cometieron el error de alentar inversiones basadas en tecnologías que el mundo desarrollado ya estaba abandonando y no consiguieron producir bienes con los niveles de eficiencia y calidad que exigían los mercados mundiales. Sólo eran capaces de abastecer bienes y servicios de calidad mediocre y precios comparativamente elevados para un mercado interno cuya expansión terminaba siendo frenada por las limitaciones que el modelo imponía a la capacidad para importar insumos y bienes de capital.

Los tigres asiáticos desde los 60s, China desde los 80’s, India y la mayor parte de los países de América Latina y del Este Europeo desde los 90’s, advirtieron que era mejor virar hacia un modelo de desarrollo liderado por las exportaciones, porque al tener que abastecer mercados exigentes del exterior, las inversiones que requería ese proceso de crecimiento debían utilizar las tecnologías más avanzadas y alcanzar niveles aceptables de eficiencia productiva y calidad de los bienes y servicios ofrecidos. De otra manera, no lograrían penetrar los mercados mundiales en la proporción necesaria para que la expansión de las exportaciones lidere un proceso de rápido crecimiento.

En China, India y el resto de los países asiáticos, este crecimiento liderado por las exportaciones fue acompañado por tasas de inversión de entre el 30 y el 40 % de sus respectivos ingresos nacionales e implementado con un alto componente de inversión extranjera directa, a pesar de que contaron con ahorro interno suficiente como para financiar el 100 % de la inversión y acumular reservas externas. La utilización de la inversión externa directa no tuvo el propósito de captar ahorros externos sino de hacer posible la aplicación del conocimiento tecnológico y de administración de negocios de los países desarrollados, origen de esas inversiones. Sin la inversión extranjera directa, corrían el riesgo de no tener acceso a los niveles tecnológicos y de administración de los EEUU, de Europa y de Japón.

En los países en los que el crecimiento liderado por las exportaciones fue acompañado por altas tasas de inversión e incorporación de las tecnologías más avanzadas, el impacto de la crisis global que se inició en los EEUU, está, paradójicamente, siendo menor que en los países que continuaron o reintrodujeron política de crecimiento basado en la sustitución de importaciones (como el nuestro). Digo, paradójicamente, porque en principio uno esperaría que ante un colapso del comercio mundial, los países cuyo crecimiento era liderado por exportaciones debieran haber sufrido un impacto negativo mayor. Esto es, en efecto, lo que ha ocurrido en los países que aún comprometidos con el crecimiento liderado por las exportaciones, no consiguieron tasas de ahorros suficientemente elevadas como para sostener la expansión de las inversiones. Pero la clave del éxito en contrarrestar los efectos negativos de la crisis global sobre el crecimiento exportador está precisamente, en la capacidad que están teniendo los países asiáticos no sólo de mantener sino de aumentar el ritmo de expansión de la inversión.

Los economistas occidentales acostumbrados a pensar que el crecimiento es liderado o por las exportaciones o por el consumo, siguen sosteniendo que los países asiáticos deberían poner más énfasis en la expansión del consumo interno para reemplazar, como motor del crecimiento al consumo de los países avanzados, que por muchos años, estará frenado a causa del excesivo endeudamiento de sus familias. Los asiáticos y, sobre todo, los chinos, quieren obtener la expansión del consumo interno, pero como resultado de un aumento genuino del ingreso de la población y no basado en subsidios distribuidos por el Estado entre las familias. Por eso ponen tanto énfasis en alentar la inversión, de tal forma que se creen no sólo puestos de trabajo e ingresos, sino que se expanda al mismo tiempo la capacidad productiva, es decir, la oferta de bienes y servicios para satisfacer el aumento en la demanda de consumo de las familias.

Cada vez que visito China y otros países de Asia, me convenzo más de que han descubierto las claves del desarrollo. Durante los días que estuve en Beijing se publicaron las estadísticas del PBI correspondiente a los cinco primeros meses de 2009. Si bien los envíos al exterior declinaron un 26.4% en comparación con los mismos cinco meses del año anterior, la inversión urbana en activos fijos creció un impresionante 32.9% en el mismo período. Gracias e ese crecimiento, el PBI aumentó un 6,1 %, bastante menos que en los años anteriores, pero a un ritmo que contrasta significativamente con la declinación del 3 % que se espera para la economía global.

La pregunta que se hacen los economistas occidentales es la siguiente: ¿cómo puede ser que crezcan más la inversiones que el consumo y las exportaciones? La respuesta tiene que ver con las expectativas de crecimiento. Los chinos están convencidos que la demanda interna va a seguir aumentando. En definitiva el objetivo del crecimiento es mejorar la calidad de vida de su población, es decir hacer posible un aumento continuado y sostenible del consumo per-cápita. Pro no quieren poner el carro delante de los caballos. Para ellos la inversión es la que tiene que arrastrar al resto. Y yo, cada vez me convenzo más, que los chinos tienen razón.

No es casual que nuestros vecinos brasileros, chilenos y peruanos, estén cada vez más cerca de China. Sus dirigentes políticos y empresariales han descubierto que por esas latitudes asoma el futuro. Lamentablemente, nuestros dirigentes siguen discutiendo el pasado y tratando de redistribuir lo que puedan en el presente. Muy pocos parecen preocupados por descubrir donde están las oportunidades para tener un mejor futuro.