La importancia de interpretar bien las lecciones de la historia

Hoy estuve pensando sobre el tema del post que quería escribir luego de haber leído en La Nación lo que Paul Krugman dijo en Buenos Aires  durante su última visita: «Estuve a favor de abandonar la convertibilidad y de la dura negociación de la deuda, pero no de la intervención en la microeconomía. Los controles de precios nunca fueron una cosa buena; hay que ser cuidadosos porque la historia de la intervención en la exportación no es buena.»

El mensaje que me envió Fernando Díaz como comentario a mi artículo «Esperan que El Niño nos rescate: peligrosa ilusión» me ayudó a encontrar la puerta de entrada al tema abordado por Krugman.  Dice Fernando: «la raíz de todos los males es la mala interpretación que se hizo en Argentina de la crisis 2001/2002 y de las consecuencias económicas de los 90’s.»  Fernando se refiere a los «males» de la situación económica y social actual. Estoy convencido que tiene razón. Lamentablemente, la mala interpretación de la crisis 2001/2002 y de las consecuencias económicas de los 90’s, existe no sólo en Argentina, sino también en influyentes medios y personajes del exterior.

Durante todo el año 2002, cuando debí sufrir injustas persecuciones políticas y ataques no sólo personales sino también a mi familia, mi mayor sufrimiento no surgía de esos ataques ni de la prisión con la que quisieron «condenar» mi supuesta paternidad de la crisis,  sino de la deformación de la realidad que emergía de la propaganda gubernamental que se transformó en una formidable maquinaria para el engaño.  Este blog registra todos los esfuerzos comunicacionales  en los que me embarqué, lamentablemente en extrema soledad, para tratar de advertir sobre el engaño y sus consecuencias. A los visitantes interesados en recordar esos esfuerzos, los invito a releer mis artículos del año 2002, que aparecen en la página «artículos en español» de este sitio y los posts que subí en aquel año.

Había dos engranajes fundamentales en esa maquinaria para el engaño: 1) la identificación de la convertibilidad con una política de ajustes permanentes para provocar una redistribución regresiva del ingreso e incrementar la pobreza, sintetizada en el eslogan «tuvieron que bajar los salarios y la jubilaciones en un 13 % y provocaron un gran aumento de la desocupación», y 2) la presentación de la pesificación y la devaluación como consecuencias inevitables de la corrida de depósitos que obligó a imponer en diciembre de 2001 el «corralito» como bancarización obligatoria de los pagos. Para confundir, denominaron «corralón» al alevoso robo a los depositantes y tenedores de activos financieros llevado a cabo para financiar una injusta y , probablemente corrupta, licuación de pasivos de grandes deudores.

Estas dos mentiras deberían haber hecho advertir a muchos la falta de escrúpulos y la perversidad de quienes se habían hecho del poder a través de un golpe institucional: mientras condenaban a la convertibilidad con el argumento de que para sostenerse había requerido una rebaja de salarios y jubilaciones,  la combinación de pesificación con devaluación provocaba, a través de la inflación, una caída de más del 30 % de las remuneraciones de todos los trabajadores y las jubilaciones en términos de poder adquisitivo, no sólo de las de los empleados públicos y jubilados que cobraban más de 500 dólares mensuales; mientras atribuían a la convertibilidad el aumento del desempleo y la pobreza, provocaban más desempleo y más pobreza, tal como lo registran las estadísticas de 2002 en comparación con las de 2001; mientras argumentaban que la pesificación y la devaluación eran consecuencia inevitable del corralito y ayudarían a resolver la crisis fiananciera, disponían el congelamiento de los depósitos a plazo fijo (cosa que el corralito no había hecho) y provocaban el default de toda la deuda interna, aún cuando ésta había sido reestructurada y su costo drásticamente reducido a través del denominado préstamo garantizado.

Me cansé de repetir y explicar, en cuanto medio y foro pude hacer oir mi voz, que la pesificación y la devaluación no tuvieron ni el objetivo de mejorar la situación social  ni de revertir el clima de crisis financiera, tampoco el pregonado objetivo de transformar a las exportaciones en motor del crecimiento económico y mucho menos el de alentar la inversión productiva. Todo lo contrario,  la pesificación y la devaluación tuvieron dos objetivos bien definidos: 1) producir una transferencia de riqueza de ahorristas argentinos y extranjeros, especialmente los depositantes y tenedores de bonos, a deudores, especialmente a los grandes deudores que habían obtenido su financiamiento bajo ley argentina y pudieron imponer una quita alevosa a sus acreedores sin someterse a ningún tipo de negociación ni acuerdo de acreedores y 2) apropiarse, sin compensación alguna, de todo el capital que habían invertido las empresas  que  habían adquirido los activos o habían obtenido concesiones para la prestación de servicios públicos. Esta apropiación perseguía re-estatizar algunos servicios y, en la mayoría de los casos, pasar la propiedad de las empresas a amigos del poder de turno.

El argumento de que el abandono de la convertibilidad y la implementación de la pesificación y la devaluación perseguía  producir alivio a la situación social y solucionar la crisis financiera era para consumo interno, dado que la gente estaba agobiada por la desocupación, la pobreza y la pérdida de sus ahorros. Era una burda mentira, pero con habilidad política y un gran despliegue propagandistico, lograron convencer a la mayoría de la gente a punto tal de que que hoy es lugar común escuchar que la convertibilidad y el corralito fueron los responsables de la extrema pobreza, el record de desocupación y la confiscación de ahorros que se produjo durante el año 2002.

El argumento de que la pesificación y la devaluación iban a permitir recuperar el crecimiento a traves del impulso exportador era el que más convencía a quienes nos observaban del exterior. Recuerdo muy bien que en varias oportunidades durante el año 2002 tuve que discutir con Krugman. Yo le decía que la mejor demostración de que la devaluación no se había hecho para promover las exportaciones y la inversión, era la utilización de intervenciones microeconómicas del Estado en forma de violación de contratos que inexorablemente llevarían a destruir los incentivos a la inversión, impuestos distorsivos y restricciones cuantitativas con claro sesgo anti-exportador, que frenarían, en lugar de estimular, a las exportaciones y controles de precios (entre los cuales, el más alevoso de todos era el congelamiento de las tarifas de servicios públicos al nivel que habían tenido antes de la devaluación) que, simple y llanamente, llevarían a una desaparición de la inversión en servicios públicos. Krugman, en aquel entonces, no me creía. O, quizás, pensaba que yo exageraba.

Desde mediados de 2002 y, sobre todo, desde 2003 hasta 2008, Argentina fue bendecida por la devaluación del Dólar frente a casi todas las demás monedas y por el inédito aumento de los precios de los principales productos de exportación. Fueron estos acontecimientos externos, sumados a las fuertes inversiones de los años 90s, los que permitieron a nuestra economía aumentar su producción y disminuir la desocupación y la pobreza, pero lo hicieron en forma precaria y no sostenible, porque la pesificación y todas las demás intervenciones microeonómicas del Estado en la economía actuaron como freno tanto de las exportaciones como de la inversión productiva. La mejor demostración de que el aumento de las exportaciones y de la recuperación económica fue la bonanza internacional y no las políticas económicas puestas en marcha en 2002, surge de comparar la evolución de las exportaciones argentinas con las de Chile y Brasil en dos períodos relevantes: la década de los 90s y lo que va de esta primera década del siglo XXI: mientras entre 1990 y2000 las exportaciones Argentinas crecieron al mismo ritmo de las de Chile y superaron ampliamente al ritmo de crecimiento de las de Brasil, en los 9 años transcurridos desde 2000 las exportaciones argentinas quedaron muy rezagadas, tanto en comparación con las de Chile como en comparación a las de Brasil. Y la misma conclusión se extrae cuando se comparan las inversiones de los tres países en las dos décadas.

Me imagino que Paul Krugman ha estado observando estas comparaciones y, quiero también creer, que debe haber recordado mis prevenciones a su optimismo sobre el efecto promotor de las exportaciones y de la inversión que él le atribuía en 2002 al abandono de la convertibilidad. Por eso ha venido a advertir que él «no apoyó las intervenciones microeconómicas. Los controles de precios nunca fueron una cosa buena; hay que ser cuidadosos porque la historia de la intervención en la exportación no es buena». Lástima que recién lo advierte nueve años después, cuando la introducción del virus se produjo, precisamente, a través del abandono de la convertibilidad y mediante el peor de los agentes transmisores de la enfermedad: la destrucción de la base contractual de la economía que resultó del denominado proceso de «pesificación».

Para quienes los argumentos de este artículo no resulten suficientemente convincentes, invito a releer el post que subí a este sitio el 30 de junio de 2007 titulado: «Con Convertibilidad hoy estaríamos mucho mejor».

«A la busqueda de un nuevo modelo productivo y del bienestar»


Asi se titula una conferencia pronunciada por Armando Caro Figueroa en Fundación Copaipa. Tiene como subtítulo: «Una visión cosmopolita desde Salta». Armando  reside en esa provincia y allí se dedica a pensar en libertad, como el mismo lo expresa en la introducción de su conferencia.

El pasado fin de semana gocé leyendo su transcripción desde un archivo word que él me había enviado por e-mail. Como no encontré en su blog la conferencia completa,  sino sólo la introducción,  le pedí autorización para subirla a este sitio. Ahora que tengo esa autorización quiero compartir con quienes me leen esta pieza admirable.  Es el resultado de la excelente pluma de un gran pensador que no sólo piensa bien, sino que lo hace con la autoridad que le da el haberse comprometido con la democracia argentina para resolver problemas graves en momentos muy difíciles, siempre con inquebrantable honestidad intelectual y material.

Buena lectura!:  A la búsqueda de un nuevo modelo productivo y del bienestar

Esperan que El Niño nos rescate: peligrosa ilusión.

Por Domingo Cavallo para Perfil, publicado en ese medio el domingo 18 de Octubre de 2009

La endeblez de  nuestra economía se manifiesta en la opinión de los economistas que se muestran optimistas sobre las perspectivas de crecimiento e inflación  durante el próximo año, basadas en el pronóstico de que habrá una cosecha record de soja gracias a la humedad que traerá consigo la corriente de El Niño.

Quienes razonan así, no sólo pueden llegar a equivocarse por sobrestimar la recaudación capaz de generar la exportación de soja, si no que se equivocan de partida por subestimar la gravedad de la situación fiscal por la que atraviesan los municipios, las provincias y la Nación.

Quienes esperan una fuerte recaudación por la exportación de soja el próximo año parten del supuesto de que habrá una gran producción por aumento del área sembrada gracias a las buenas condiciones climáticas que se esperan, y a la circunstancia de que los agricultores tienen disponibles para sembrar soja de primera, muchas hectáreas en las que este año no se sembró trigo. También sostienen que se sembrará muy poco maíz y otras oleaginosas. Estos supuestos son realistas, pero de la misma forma que sirven para predecir aumento en la producción y exportación de soja, también deberían servir para advertir que este año  y el próximo habrá una gran caída en la producción y exportación de trigo, de maíz y de girasol.

Además, que aumente el área sembrada con soja no significa necesariamente que vaya a aumentar mucho la producción porque habrá que ver que pasa con los rendimientos. Estos dependen no sólo de las condiciones climáticas sino también de la intensidad de uso de insumos. El desaliento que existe en las áreas rurales y la falta de capital de trabajo puede inducir a cultivar con una mínima aplicación de insumos. Si ello ocurre, los rendimientos pueden resultar inferiores a los observados en años anteriores en los que el buen clima se combinó con fuerte entusiasmo inversor de los productores.

Con todo, el mayor error no se origina en esta posible sobrestimación de los ingresos por exportación de soja, sino en la subestimación de la crisis fiscal de este año y de la que se vislumbra para el año próximo.

El presupuesto nacional que se está aprobando en el Congreso no contempla por el lado de los gastos los aumentos salariales que el gobierno deberá otorgar, so pena de enfrentar infinitos conflictos laborales. Tampoco contempla suficiente previsión de transferencias de recursos a las provincias para que estas puedan pagar sus sueldos y no deban recurrir a la emisión de cuasi-monedas. Por otro lado sobrestima la recaudación por IVA y por ganancias, impuestos que serán severamente afectados por el clima recesivo que se está viviendo y que es aventurado predecir que va a ser revertido siendo que no se vislumbran intenciones de inversión en ningún sector de la economía.

Los esfuerzos que está haciendo el Ministro de Economía para tratar de normalizar la relación financiera con el exterior permitirán cierta recuperación del crédito público, pero ello, en el mejor de los casos, apenas alcanzará para atender los vencimientos de capital e intereses de la deuda pública nacional y provincial. El déficit fiscal que inexorablemente aumentará en lo que resta de este año y durante el año próximo, va a obligar al Banco Central a aumentar el ritmo de emisión monetaria con el consiguiente efecto inflacionario. Si para evitar la emisión monetaria se recurre al aumento de las tarifas públicas, lo que ayudaría a disminuir el déficit fiscal, igualmente habrá un efecto inflacionario, que no por transitorio y acotado dejará de ser percibido por la población como un golpe a su bolsillo e impulsará las mismas demandas salariales que la inflación originada en la emisión monetaria. Frente a un panorama semejante, el Banco Central se verá obligado a convalidar con emisión la inflación originada en los aumentos de tarifas.

La crisis fiscal en la que ya está inmersa nuestra economía y sus consecuencias estanflacionarias son de imposible reversión en los dos últimos años del gobierno de Cristina Kirchner. Pensar que el Niño va a rescatar a nuestra economía y va a permitir que Nestor Kirchner aspire a ser elegido nuevamente Presidente de la Nación en 2011, es una ilusión extremadamente riesgosa para la salud no sólo de nuestra economía sino también de nuestra democracia.

La recuperación global ya ha comenzado, pero será lenta.

Hace un año se multiplicaban los pronósticos catastróficos sobre la economía global. Había gente que pronosticaba el derrumbe del sistema financiero de los principales países del mundo y el colapso de los mercados de capitales. Aparecía el fantasma de la Gran Depresión de los años 30 acompañada por deflación y desocupación generalizada. Hoy predomina una visión diferente. Se discute si la recuperación de la economía será vigorosa o lenta y si habrá o no recaída. Pero ya casi todos los expertos consideran que se ha aventado el riesgo de depresión asociada con deflación. La preocupación por la inflación que podría derivarse de la enorme expansión fiscal y monetaria impulsada por los principales países del mundo para eliminar el riesgo depresivo no es generalizada y quienes demuestran inquietud por el riesgo inflacionario no lo ubican muy cercano en el horizonte temporal.

En la mayor parte de las economías emergentes hay más optimismo que en las economías maduras, particularmente en aquellas que se preocuparon por abrir y mantener abiertas muchas oportunidades de inversión productiva y modernizadora de las respectivas economías nacionales. El crecimiento liderado por la inversión en las economías emergentes ayudará a la recuperación de las economías maduras, porque éstas obtendrán ingresos a través de la exportación de bienes de capital y tecnología y aumentarán su inversión en investigación y desarrollo, aprovechando las ventajas comparativas que ofrecen sus universidades y centros de investigación. La recuperación de las economías maduras será lenta porque el alto nivel de endeudamiento de sus familias y la necesidad de digerir el elevado stock de viviendas y edificios que quedaron sin vender al explotar la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, Inglaterra, España, Irlanda y otras economías nacionales, impedirá que se mantenga el alto ritmo de crecimiento del consumo que caracterizó al período anterior al inicio de la crisis global.

Quienes temen que este proceso de recuperación se vea interrumpido por una recaída durante el año próximo, argumentan que cuando los tesoros y los bancos centrales de los países que tuvieron que incurrir en fuertes déficits fiscales y mucha expansión monetaria traten de revertir esas políticas, volverán a poner frenos a la expansión de la demanda global. Ello podría provocar una nueva recesión. Este riesgo sería muy elevado si la recuperación de las economías maduras adquiriera gran velocidad en los próximos trimestres y se reinstalaran presiones inflacionarias globales como las que se observaron hasta el segundo trimestre de 2008, originadas en el vertiginoso aumento de los precios de las commodities. Pero en la medida que la recuperación de las economías avanzadas sea lento, como parece más probable por las razones antes explicadas, los tesoros y los bancos centrales no se apresurarán a revertir las políticas expansivas.

Así como la crisis global tuvo poco efecto sobre la economía argentina, este pronóstico positivo sobre la economía global tampoco significará una contribución significativa a la solución de los problemas estanflacionarios por los que atraviesa nuestra economía.

A diferencia de la mayor parte de las economías emergentes que se mantuvieron bien integradas a la economía global, Argentina cerró y no parece dispuesta a abrir oportunidades de inversión productiva, por lo que no puede esperarse una recuperación del crecimiento liderado por la inversión. Para abrir ese tipo de oportunidades de inversión el gobierno debería eliminar impuestos distorsivos, revertir las formas erráticas de intervención estatal en la economía que ha venido aplicando en los últimos años  y crear un clima de seguridad jurídica que no se visualiza en el horizonte.

Tampoco puede esperarse la reinstalación de un clima sostenible de estabilidad de precios, porque la situación fiscal tanto de las provincias como de la Nación tiende a agravarse en un contexto de ausencia casi total de crédito público y privado, lo cual, de no variar pronto, va a obligar al banco Central a relajar su política monetaria.

La única señal positiva la están dando los mercados de bonos y acciones que, respondiendo al nuevo discurso del Ministro de Economía sobre las relaciones financieras de Argentina con sus acreedores, insinúan una tendencia a la desactivación de las expectativas de default y expansión monetaria descontrolada. Ojalá Nestor Kirchner no desautorice esta muestra de sensatez del nuevo equipo económico, que ya se venía percibiendo en la prudencia con que el Banco Central manejó la política monetaria a lo largo de los dos últimos años.

«No habrá colapso, sí estanflación»

REPORTAJE DE JORGE AMORIN PUBLICADO POR LA REVISTA PRENSA ECONOMICA

DOMINGO CAVALLO

«No habrá colapso,  sí estanflación»

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Según el ex ministro la situación favorable de precios internacionales le pondrá un piso a la economía, pero si no hay cambios ve una recesión larga y un rebrote de la inflación. Afirma que el actual gobierno debe producir un sinceramiento de la economía y pagar los costos políticos. Es optimista para después de 2011 sobre la calidad de un futuro gobierno de Reutemann o Cobos.

Los años no parecen desgastarlo -hace poco cumplió 63-; el ímpetu y la pasión con que defiende cada una de sus opiniones permanecen intactos. Entre viaje y viaje, Domingo Cavallo atiende en su oficina de Buenos Aires, una coqueta casa en barrio Parque, asistido por José Luis, su secretario de toda la vida. Después de una larga entrevista telefónica con un periodista chileno, Cavallo se dispone a atender a Prensa Económica y a responder las preguntas, sin eludir ninguna.

¿Cómo ve las perspectivas económicas de la Argentina, a partir de la crisis actual?

– Hoy Argentina tiene una economía muy mal conectada con el mundo y muy desorganizada internamente. La administración de Duhalde primero y sobre todo de Kirchner después, han recreado los mismos defectos que tenía la economía en aquella época. Estamos viviendo un clima de estanflación, con mucha inflación reprimida, pero al mismo tiempo desinversión y fuga de capitales. De no cambiar la tendencia vamos a estar mucho tiempo con estanflación, es decir estancamiento e inflación.

La gente se ha pronunciado en las últimas elecciones por un cambio de rumbo, pero ese cambio recién va a llegar en forma creíble con un nuevo gobierno que asumirá el 10 de diciembre de 2011. Por lo tanto, en los próximos dos años, lo mejor a lo que podemos aspirar es a que el gobierno de los Kirchner produzca un sinceramiento de la economía y no traslade al próximo gobierno todos los desequilibrios de oferta y demanda, monetarios y fiscales, que acumuló en estos años.

La cuestión es cómo llegamos a 2011. ¿Estamos en peligro de un colapso en algún momento de esta transición?

– No, de un colapso no. Ahora lo que tiene que venir es un sinceramiento, es decir: dejar que las tarifas de los servicios públicos reflejen la realidad, eliminar las retenciones y las prohibiciones para exportar, de forma que los precios de los productos agropecuarios también reflejen la realidad de los mercados, más los aumentos de salarios que gestionen los trabajadores y el déficit fiscal que va a adquirir importancia financiado sólo con emisión monetaria. El peligro es que todo esto lleve a un clima inflacionario todavía más severo del que hoy se está viviendo y que el mismo cree más incertidumbre, paralice más aun la inversión y acentúe la estanflación. Eso es lo peor que nos puede pasar.

Por otra parte, no se puede esperar un clima mucho mejor. Porque para atenuar el impacto del sinceramiento sobre la inflación sería necesario gozar de crédito para financiar en parte el déficit con financiamiento y no con emisión monetaria, pero este gobierno prácticamente está imposibilitado de recrear el crédito para la Argentina, porque nadie le cree, ni le va a creer aun cuando anunciara políticas correctas.

Esa posibilidad de inspirar confianza y enderezar la economía en la buena dirección la va a tener el próximo gobierno.

De todos modos, la situación de precios internacionales, que sigue siendo favorable a la Argentina, le pone una suerte de piso a la economía que impide pensar en un fenómeno tipo colapso.

En parte se podría asimilar la situación al momento del «efecto tequila», por la carencia de instrumentos de política monetaria, cambiaria y la falta de financiamiento externo…

– El tequila fue el típico caso de un shock externo, pero precedido por un proceso de fuerte crecimiento e inversión, y con una economía bien organizada internamente. Por eso el shock, si bien fue muy fuerte, se pudo revertir rápidamente porque se consiguió financiamiento externo. En menos de un año la economía salió de la recesión, pero sin haberse desorganizado en ningún momento.

Ahora el shock externo no es tan grande, porque los precios de la soja no bajaron tanto. Fue mucho peor para México o Chile. Además Argentina no tenía un gran endeudamiento que aparejara el peligro de que capitales de corto plazo colocados localmente se fueran. Sin embargo, a pesar de que el shock externo no fue muy grande, hay una gran salida de capitales, pero no de fuentes externas, sino que es el ahorro de los argentinos que se está yendo al exterior por desconfianza y por falta de oportunidades en el país. Y esto porque la política del gobierno ha sido totalmente agresiva contra los que invierten y producen en los sectores más eficientes de la economía argentina.

A pesar de su crítica al llamado modelo productivo, lo cierto es que en los primeros años de su aplicación se produjo un fuerte crecimiento económico y caída de la desocupación…

– Eso tuvo que ver con la suba de los commodities, una bonanza internacional que alcanzó a casi todos los países emergentes. Muy distinto a lo que pasó desde 1998 a 2002, en que el clima externo nos fue totalmente desfavorable. El precio de la soja, estaba en 120 dólares la tonelada, hoy está cerca de 400 y llegó a estar a 600. En cierta medida las condiciones externas siguen siendo favorables para la Argentina.

Además, en los ’90 se había invertido muchísimo en infraestructura y también en la modernización del sector industrial, por ejemplo el automotriz. Así preparada, la industria pudo aprovechar el aumento de la demanda por exportaciones y por sustitución de importaciones y creó empleo. Pero no hubo más inversión modernizadora, sobre todo en infraestructura. De este modo el país va degradando su competitividad. Además, las ganancias fáciles que tuvieron algunos sectores, alentadas por la devaluación, no se transformaron en inversión eficiente, porque el gobierno no generó el clima necesario y porque las ganancias fáciles por lo general llevan a la fuga de capitales más que a la inversión productiva.

Además se atacó al sector más eficiente, como es el agro. Se había hecho una gran inversión en el mejoramiento de la calidad de la ganadería. Cuando los mercados del exterior pagaron los precios más altos de la historia se prohibió la exportación de esas carnes. Esos despropósitos explican la situación que estamos viviendo en la Argentina, que tiene poco que ver con la crisis internacional, es una crisis autogenerada por los propios errores de política económica del gobierno.

Los actuales problemas en la economía, ¿son por defecto del modelo o más bien por fallas de implementación de la política económica?

– Lo que ellos llamaron el modelo, fue una devaluación más allá de lo que hubiera sido necesario. Eso fue así porque antes de devaluar pesificaron y la gente que tenía dólares se encontró de golpe con que tenía pesos desvalorizados y quiso recomponer rápidamente su portafolio en dólares y entonces el precio del dólar subió a cuatro pesos, cuando lo razonable hubiera sido que se fuera a 1,40.

Una vez que el dólar se fue a las nubes dijeron, aprovechemos esto para gravar a los sectores de exportación. En todo caso ese gravamen tendría que haber sido transitorio, pero lo dejaron como permanente y lo fueron aumentando. Hasta las exportaciones industriales tienen gravamen.

Eso hizo que las exportaciones, pese a la fuerte devaluación, fueran perdiendo competitividad. Brasil tiene hoy mucho más capacidad industrial exportadora con el dólar a 1,90 reales que la que tenemos nosotros con un dólar a casi cuatro pesos. Eso demuestra que la competitividad no depende del nivel del tipo de cambio, sino de la calidad de la inversión y de los esfuerzos que se hagan para incorporar tecnología de avanzada y disminuir los costos unitarios de producción y mejorar la calidad de los productos.

¿Qué tiene que hacer la Argentina para volver a aprovechar plenamente las condiciones que le siguen siendo favorables?

– Debe retomar la relación que tenía con el mundo en los ´90 y la organización económica que había en esa época. Yo estoy convencido que cualquier gobierno que emerja, ya sea Reutemann o Macri por un lado o Cobos o Binner por otro, van a tener que cambiar de rumbo. Primero que nada en política exterior, no puede ser que Argentina tenga rotos los puentes con todo el mundo y que solamente tenga buena relación con Chávez y sus adlateres. Argentina debe volver a reinsertarse en el mundo, tener presencia en los foros internacionales, ser una nación respetada porque a su vez honra sus compromisos y se conduce con seriedad.

Además, tiene que organizar su economía sobre la base de un sector público balanceado, transparente, con prioridades de gastos, con una buena política tributaria, y con un sector privado que goce de la libertad e incentivo de invertir y producir con eficiencia y comercializar sus productos con competencia interna y externa.

Usted ha afirmado que el gobierno debería buscar en esta circunstancia la ayuda de Duhalde y Lavagna. ¿A qué se refiere con esto?

-Yo creo que Duhalde y Lavagna, que fueron los iniciadores de lo que ellos llaman el modelo productivo, podrían ayudarlo a Kirchner a reacomodar la situación y a revertir algunos de los desequilibrios que se han creado, de manera más coherente que lo que está haciendo el gobierno hoy en día. Además no puede ser que los Kirchner no tengan con quién consultar las decisiones. Necesitan ministros que no sean simplemente implementadotes de sus decisiones, sino que les discutan y que los ayuden a encontrar soluciones. Sin duda, después de 2011 la situación va a ser totalmente distinta, pero para que el tránsito hasta entonces implique los menores costos sociales sería conveniente que pongan toda la carne al asador y los que iniciaron este nuevo paradigma, se vuelvan a unir para darle un final mínimamente decoroso.

Y de paso también para que paguen los costos políticos que todo ese reajuste va a generar…

– Lo que sería muy malo para la Argentina, sería que se creyera que Duhalde y Lavagna son la alternativa que nos va a permitir que en la próxima década Argentina progrese. Si ellos tienen un rol a jugar deben hacerlo dentro de este paradigma que ayudaron a definir. Además, tienen el imperativo moral de ayudar al país a salir de los Kirchner, que fueron inventados por ellos. Quienes desean que los Kirchner no terminen el mandato están equivocados: ellos deben finalizarlo y asumir las consecuencias de sus errores.

Usted lo conoció bien como gobernador a Kirchner, tuvo buena relación con él e inclusive lo aconsejó en algunas cuestiones financieras…

– El era un gobernador disciplinado fiscalmente, lo cual me parecía bien y era lo que necesitábamos; muy pocos gobernadores lo eran. Y además Kirchner apoyó todas las políticas de los noventa.

¿Nunca le hizo alguna crítica hacia las llamadas políticas neoliberales de esa época?

– En absoluto. Era un ejecutor a pie juntillas de las políticas que ahora califican como neoliberales. El privatizó el Banco de Santa Cruz, el apoyó y gestionó que se aprobara la ley de privatización de YPF y en general estuvo de acuerdo con todas las reformas que yo implementé mientras fui ministro de Economía. Para mi fue una sorpresa que pusiera de manifiesto que su ideología era ésta con la que gobernó al país.

¿En ese entonces le pareció una persona que sabía de economía?

– El dice que sabe de economía. Pero en todo caso lo que conoce es la importancia que tiene una buena administración presupuestaria, en el sentido de que no haya un desequilibrio global, un déficit. Pero también es clave la calidad del gasto y la manera como se recaudan los impuestos y a eso Kirchner no le presta ninguna atención. Si uno mira la calidad del gasto, es desastrosa, el grueso del gasto son subsidios económicos, no con sentido social y financiamiento de inversiones que deberían estar a cargo del sector privado. Y no se está atendiendo bien el gasto en seguridad social, ni en salud, ni en educación, ni en seguridad que son las funciones esenciales del estado.

Y por el lado de los impuestos, la recaudación es alta, pero toda basada en impuestos distorsivos.

¿Kirchner le pidió consejo sobre la colocación de los fondos de Santa Cruz, obtenidos por la privatización de YPF?

– El me pidió consejo sobre qué hacer con esos fondos. Yo le sugerí que no los gastara y que los invirtiera en acciones de YPF. Resultó un muy buen consejo, porque el compró a 19 pesos -que representaban unos 500 millones de dólares- y cuando Repsol hace la oferta por YPF en el ’99, vende esas acciones a 44 pesos, con lo cual se debe haber hecho de más de mil millones. Qué pasó entonces yo no sé, a mi no me pidió consejo y yo no estaba en el gobierno. Además, él no ha rendido cuentas a nadie que pasó con ese dinero, donde estuvo depositado, cuanto rindió, qué se hizo con esos intereses. Hace un tiempo dijeron que habían traído 500 millones de dólares, pero no se sabe donde están, y además ahora la provincia tiene un déficit de 2.000 millones de pesos, que son precisamente 500 millones de dólares. Para mi es un misterio que pasó, como lo es para todos. Y yo digo que Kirchner tiene que explicar este tema, porque de estas cosas, sumar, restar y administrar portafolios sí sabe, porque es lo que ha hecho toda la vida.

¿Qué opinión tiene de los que mencionó como probables candidatos presidenciales?

– Yo soy optimista con respecto a la Argentina a partir de 2011. Tanto Reutemann como Cobos, me parecen personas muy sensatas, que no son autoritarias, que van a buscar consenso y sobre todo van a tener buenos equipos, se van a asesorar, van a tener un gabinete que va a funcionar como tal. No creo que ninguno de los dos vaya a tener la actitud de Kirchner de creerse autosuficiente y tener a los ministros como mandaderos. Cualquiera de los dos va a encarar la gestión de gobierno como se lo hace en los países normales.

RECUADROS

Su peor error político.

Cavallo está de acuerdo en que su regreso al ministerio de Economía con el gobierno de Fernando de la Rúa fue su peor error político. «Yo sobreestimé mi capacidad y también los apoyos con que contaría para poder enfrentar esa crisis -confiesa-; ese fue un error de apreciación de mi parte. Pero tuve la mejor de las intenciones: tratar de ayudar a resolver un problema dentro de las reglas de juego que Argentina tenía. Yo quería que se reestructurara la deuda y se bajara la factura de intereses, pero no estaba de acuerdo en que nos vieran como defaulteadores seriales. Y en cuanto a bajar el gasto público y algunos ingresos, había que hacerlo en forma transparente, no a través de un golpe devaluatorio e inflacionario brutal, que produjo un deterioro de los ahorros, los salarios y el nivel de vida de la gente mayúsculo. Yo creo que cumplí con mi deber. Por eso pienso que sería un deber de Lavagna, acudir, si es que lo convocan en este fin de época, a tratar de encontrar alguna salida, como yo lo hice en el año 2001».

De brujo a escrachado

Desde su fama de «brujo» de la economía a los escraches de los atrapados por el «corralito» hubo un viraje demasiado brusco. ¿Sentirá como algo injusto su imagen negativa en la ciudadanía? «Creo que es injusto -reconoce Cavallo-, pero no puedo recriminarle a la gente que tenga esa imagen. Cada uno es fruto de las circunstancias que le toca vivir. La imagen que tenga yo no es muy relevante para el país, lo que sí es importante es que la gente tenga una idea equivocada de cómo debe funcionar un país para ser estable y desplegar justicia distributiva, que no es precisamente lo ocurrido en los últimos años. La estanflación duró en la Argentina 15 años, desde 1975 hasta 1990. Eso es un costo muy grande para el país. Yo espero que estos dos años y medio que le quedan a los Kirchner sean suficientes para que después la gente se de cuenta de que tiene que apoyar a un gobierno que haga algo totalmente diferente. Y ya empezó a manifestarse en esa dirección».

Un retorno difícil

Se dice que los políticos sólo se retiran con su último aliento. En el caso de Cavallo un eventual retorno parece particularmente difícil, aunque por supuesto nada es imposible en política.

Cavallo afirma que no sabe si en algún momento va a volver a tener una oportunidad de actuación política: «No sé, ni me preocupa mucho -aclara-. Porque yo creo que los hombres políticos somos poco importantes. Salvo cuando tenemos la oportunidad de hacer cosas concretas en pro o en contra del país. Lo importante es que la sociedad encuentre líderes que la ayuden a ponerse en orden. Yo, seguramente algo voy a poder hacer, desde mi pensamiento, mis opiniones, pero para jugar el rol que yo jugué en el pasado se necesita tener el apoyo de la gente y generar confianza, eso, en este momento obviamente no son atributos que yo tenga.

En qué anda ahora?

¿Cómo se desarrolla hoy en día la vida diaria de Cavallo? «Le dedico un par de horas diarias a mi blog -explica-. Después preparo conferencias, hago asesoramientos a empresas privadas, que es de lo que vivo. A veces tengo invitaciones de grupos que asesoran a gobiernos, por ejemplo ahora acabo de estar en China discutiendo un tema de cómo hacer para preservar las reservas frente a posibles golpes inflacionarios o devaluación del dólar. Eso me genera satisfacción intelectual, pero no ingresos. Sí me reditúan las conferencias, o los asesoramientos sobre alguna inversión en la Argentina o en el exterior. El año pasado publiqué un libro, «Estanflación» y ahora pienso publicar otro, pero el título no está definido».

FRASES DESTACADAS

«En los próximos dos años, lo mejor a lo que podemos aspirar es a que el actual gobierno produzca un sinceramiento de la economía».

«La posibilidad de inspirar confianza y enderezar la economía en la buena dirección la va a tener el próximo gobierno»

«Las ganancias fáciles que tuvieron algunos sectores, alentadas por la devaluación, no se transformaron en inversión eficiente».

«Yo soy optimista con respecto a la Argentina a partir de 2011. Tanto Reutemann como Cobos, me parecen personas muy sensatas».

«Duhalde y Lavagna deberían ayudar a los Kirchner, si fueran llamados, para hacer frente a este fin de época»

«Kirchner, como gobernador, era un ejecutor a pie juntillas de las políticas que ahora califican como neoliberales».