Venezuela repite la historia de Argentina 1975, ¿Algún parecido con Argentina hoy?

Lo que está pasando en Venezuela es muy parecido a lo que pasó en Argentina en 1975. Se trata del episodio conocido en nuestra historia económica como “el Rodrigazo”.

Desde 1973, cuando los términos del intercambio eran muy favorables a nuestro país, el Gobierno de Cámpora, primero, y el de Perón, inmediatamente, después aplicaron un programa económico que buscaba mejorar rápidamente el nivel de vida de los sectores populares a partir de una fuerte expansión del gasto público, acompañada por un congelamiento del precio del Dólar y fuertes controles administrativos de prácticamente todos los precios de la economía. También se re-nacionalizaron empresas, se impusieron controles de cambio y fuertes restricciones al comercio exterior. Al cabo de dos años, cuando los precios en dólares de nuestros productos de exportación comenzaron a bajar, el fuerte déficit fiscal y el desequilibrio en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos obligaron al gobierno a producir una fuerte devaluación del Peso. Los sindicatos reaccionaron pidiendo fuertes aumentos de salarios nominales. A pesar de los controles de cambio y de los controles de precios, la fuga de capitales y la inflación se acentuaron. Ese año comenzó el episodio estanflacionario que duró 15 años y que terminó en hiperinflación.

En Venezuela, el Gobierno de Chávez viene aplicando, desde hace varios años, políticas muy parecidas a las de Cámpora y Perón entre 1973 y 1975. En el caso de Venezuela estas políticas se pudieron mantener por mas años que en Argentina porque el precio del petróleo estuvo aumentando hasta mediados de 2008. Después de un año y medio de recibir precios más bajos, ahora Chávez no tuvo otra alternativa que hacer lo que el gobierno de Isabel Perón hizo en Junio de 1975: producir una fuerte devaluación del Bolívar y acentuar los controles de precios. Es muy probable que el resultado de estas medidas sea el mismo que el del Rodrigazo en Argentina 1975.

El esquema cambiario que ahora existe en Venezuela es muy parecido al que han venido utilizando el Gobierno Argentino desde 2002 en adelante. Hay cambios múltiples en ambos países. Allá han sido creados explícitamente, como un tipo de cambio para importaciones indispensables (alimentos y medicamentos) y para los dólares que genera el Petróleo, que se aplica a todas las demás importaciones y exportaciones. En Argentina han sido creados a través de las retenciones y las prohibiciones para exportar. Pero el propósito es el mismo: mantener más bajo el precio de los alimentos mientras el dólar más alto permite al gobierno hacerse de mas recursos fiscales: en el caso de Venezuela convirtiendo los dólares que al gobierno le genera el Petróleo en más bolívares y, en Argentina, a través del ingreso que generan a las arcas del gobierno las retenciones agropecuarias.

Como en Venezuela, en Argentina también se han producido re-estatizaciones de empresas, abundan los controles de precios y el gobierno distribuye fuertes subsidios a las actividades económicas a las que afecta negativamente con sus otras intervenciones.

Hay un gran riesgo de que en algunos meses Argentina repita la historia de  la Venezuela de estos días. El detonante no va ser una devaluación decidida por el gobierno, sino un aumento de muchos precios atrasados, que tendrá un efecto equivalente. Los aumentos provendrán de la necesidad de reducir el monto de los subsidios y devolver estímulos a la producción agropecuaria, cuando estos  cambios se tornen inevitables.  Cuando ello ocurra, el riesgo de inflación con estancamiento, que ya estamos viviendo, será tan alto como el que hoy existe en Venezuela. Este es el riesgo al que me refiero en mi libro “Estanflación”, que hoy tiene aun más vigencia que cuando lo escribí en el 2008.

La peligrosa incompetencia del Gobierno de los Kirchner en materia de manejo de las relaciones financieras con el exterior, los exabruptos relacionados con el Fondo del Bicentenario y el intento de cambiar la conducción del Banco Central, es muy parecida a la demostrada por Chávez en todos sus manejos financieros y fiscales de los últimos años.

Mientras en Brasil reina el optimismo, en Argentina cunde la desesperanza.

En casi todas las oportunidades que discutí sobre esta observación, sea en Brasil, en Argentina o en otros países, la explicación que más frecuentemente escuché de boca de mis interlocutores es que la economía brasileña tuvo mejores logros que la economía argentina durante las últimas décadas.

Esta explicación no tiene sustento en las cifras del crecimiento económico durante los últimos 30 años. En el cuadro que acompaña a este post se compara la evolución del Producto Bruto Interno y del PBI per cápita en los dos países para seis períodos relevantes.

PBI Real per capita
% cambio durante el periodo
Argentina Brasil
Periodo
2009/1980 26.6 22.1
2009/1990 65.9 29.4
2009/1994 27.8 23.7
1990/1980 -23.7 -5.7
2001/1990 26.6 9.8
2009/2001 31.1 17.9

Si miramos el PBI per cápita en el período más largo, es decir entre 1980 y 2009, podremos constatar que el crecimiento fue mayor en Argentina (26,6%) que en Brasil (22,1%). La Diferencia se acentúa mucho, a favor de Argentina, para el período 1990-2009, durante el cual ambas naciones comenzaron a implementar la apertura y la estabilización de sus respectivas economías: mientras en Argentina el PBI per cápita creció el 65,9%, en Brasil sólo creció el  29,4%.

A esta altura de la comparación, se podría suponer que, para no poner en desventaja a Brasil, que inició su proceso de estabilización recién en 1995 cuando Argentina lo había hecho ya en 1991, el período relevante es 1994-2009. Mirando las cifras para ese período la conclusión no se altera. Argentina creció el 27,8 % mientras que Brasil sólo lo hizo el 23,7 %. Se acortan las diferencias pero Argentina sigue teniendo un desempeño mejor que el de Brasil.

Quienes argumentan que el problema de Argentina en las últimas décadas fue la convertibilidad con tipo de cambio fijo, que Brasil sólo mantuvo por 4 años mientras nosotros la mantuvimos durante casi 11 años, vale la pena comparar tres períodos, el de la convertibilidad en Argentina, el inmediato anterior y el inmediato posterior. Pues bien, mirando las primeras filas del cuadro podemos observar que es el período de la convertibilidad en Argentina, es decir entre 1990 y 2001, cuando nuestro país le sacó la mayor ventaja a Brasil: mientras en esos años el PBI per cápita creció 26,6 % en Argentina, sólo lo hizo en un 9,8 % en Brasil. La ventaja de Argentina se mantuvo en el período inmediato posterior, aunque se acortaron las distancias: Argentina creció 31,1 % entre 2001 y 2009 mientras Brasil creció 17,9%.

Paradójicamente, el período en el que Brasil tuvo un desempeño mejor que el de nuestro país fue el más lejano en el tiempo: entre 1980 y 1990. En ambas economías el PBI per cápita declinó, pero la caída fue menor en Brasil (-5,7 %) que en Argentina (-23,7 %). Es difícil argumentar que hoy el optimismo de Brasil, en contraste con el pesimismo que predomina en nuestro país, tenga que ver con el recuerdo de lo que pasó en los ochentas.

La dirección de las comparaciones no se alteran si en lugar del PBI per cápita nos fijamos en el PBI total. La ventaja de argentina disminuye pero sigue presente en los períodos 1190-2001 y 2001-2009 y el crecimiento del PBI total prácticamente se iguala para los períodos 11980-2009 y 1994-2009, con una muy leve ventaja para Brasil. Estas alteraciones, poco significativas, tienen que ver con el mayor crecimiento de la población en Brasil que en Argentina.

El examen de estas cifras lleva, inevitablemente, a una conclusión clara: el contraste entre el optimismo que reina en Brasil y la desesperanza que cunde en Argentina no puede explicarse por un mejor desempeño de la economía de Brasil, al menos no si ese desempeño se mide  por la evolución del PBI.

Pero entonces, cuál es la explicación de semejante diferencia en la actitud de Argentinos y Brasileños frente al futuro? Yo arriesgo una explicación alternativa: mientras los brasileños están convencidos que, aunque a marcha lenta, han encontrado el rumbo del Progreso, en Argentina existe la percepción opuesta: desde que abandonamos las reglas de juego de una economía de mercado abierta al mundo y comprometida con la estabilidad monetaria y de precios tenemos cada ves más la sensación de que en lugar de progresar, estamos retrotrayendo nuestra economía y nuestra sociedad a la tristemente recordada década del 80

Un cambio positivo sin costo político: restablecer el libre comercio con Brasil

Por Domingo Cavallo, para Perfil, domingo 27 de diciembre de 2009

El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2011 deberá cambiar integralmente la organización económica y social de Argentina. Si no lo hace, nuestro país, en lugar de progresar, seguirá retrocediendo. Lamentablemente casi ninguno de los cambios necesarios  comenzarán a ser implementados por el Gobierno de los Kirchner en los dos años que  quedan de mandato. Hay una excepción a la que me voy a referir en la segunda parte de este artículo.

Pero comencemos por los cambios que los Kirchner no van a introducir. No van a cambiar el nivel y la composición del Gasto Público. Seguirán despilfarrando casi 40 mil millones de pesos anuales en un esquema de subsidios a las empresas  de servicios públicos aunque alimenten la ineficiencia, la des-inversión y la corrupción. No introducirán ningún cambio porque quieren postergar el sinceramiento de los precios y tarifas hasta que asuma el nuevo gobierno y  sea éste y no ellos, el que pague el costo político del inevitable tarifazo.

Tampoco van a eliminar los impuestos distorsivos. Para Néstor Kirchner, hacer caja cobrando impuestos es la primera prioridad. Aún cuando esos impuestos estén destruyendo a los sectores más eficientes y productivos de la economía. Y aún cuando la carga impositiva reduzca los puestos de trabajo bien remunerados y sólo aumente el tamaño de la economía informal. Para ellos y, lamentablemente, para muchos economistas profesionales, esto es considerado un rasgo de “ortodoxia fiscal”. Además, eliminar las retenciones a las exportaciones significaría dejar que los precios de mercado de muchos alimentos reflejen la realidad. Preferirán que el costo político de este segundo sinceramiento de precios lo pague el próximo gobierno.

Ni pensar que vayan a reducir las trabas cuantitativas a las exportaciones. Muy por el contrario, no sería raro que pretendan evitar el aumento del precio de la leche y de la carne (que se origina en la escasez de oferta creado por sus políticas), con más restricciones a las exportaciones y nuevos controles de precios. Tampoco van a revertir la política de restricción cuantitativa a las  importaciones con la que intentan apuntalar un ineficiente proceso de  re-industrialización por sustitución de importaciones. Piensan dejar para un futuro gobierno el problema de desocupación disfrazada que resultará de esta creación artificial de empleo industrial.

Tampoco van a organizar un sistema transparente de subsidio familiar universal como el que pregonan todos los partidos de la oposición y los estudiosos de la política social. Prefieren seguir con el reparto clientelista de subsidios sociales de los que marginan a quienes no demuestran adhesión incondicional al gobierno. Por supuesto, ni pensar que todos los subsidios sociales se paguen en cuentas de ahorro con tarjeta de débito. Eso sería dificultarles a los organizadores de la clientela política los retornos que, para no dejar rastros, deben darse en efectivo.

Tampoco van a facilitar la tarea de los gobernadores e intendentes en relación a la prestación de servicios de seguridad, educación y salud. Muy por el contrario, que los dirigentes locales estén contra las cuerdas por conflictos salariales y se aleje cada vez más la posibilidad de mejorar la calidad de esos servicios, es una condición necesaria para que el gobierno de los Kirchner siga haciendo arrodillar a gobernadores e intendentes en demanda de fondos para comprar su lealtad incondicional.

Pero aún con este sombrío panorama político para los dos próximos años, hay un frente en el que el Gobierno de los Kirchner podría avanzar en la dirección correcta: recomponer la relación con el gobierno de Brasil y revitalizar el MERCOSUR, al menos como área de libre comercio.

La moneda de Brasil es hoy mucho más fuerte que la moneda de Argentina. No se justifica ningún tipo de restricción cuantitativa ni arancelaria al comercio con Brasil. Si Argentina adoptara la decisión de remover todas las absurdas restricciones que viene creando desde 2003 en adelante, Brasil seguramente levantaría las restricciones que nos ha impuesto como represalia. El renacimiento del libre comercio entre Argentina y Brasil permitiría pensar en la revitalización del MERCOSUR y Argentina tendría al menos un ámbito de cooperación constructiva con el resto del Mundo.

Para el Gobierno de los Kirchner no significaría costo fiscal y muy pocos costos políticos netos. Por el contrario, en el ambiente industrial y del trabajo reduciría los riesgos de que nos transformemos en proveedores no confiables también del MERCOSUR, como lamentablemente ya lo somos de la mayoría de los países. Sólo protestarían algunas industrias que ni aún con el Peso a la mitad de valor que el Real dejan de pedir protección. Hoy son muchas más las industrias que sufren las dificultades para abastecerse de partes y componentes del Brasil y las que ven impedidas sus ventas oportunas a ese país hermano.

Los precios del Dólar y del promedio de los bienes convergieron, pero…

Antes de comenzar a escribir este artículo, hice un cuidadoso examen de los datos sobre el Indice de Precios al Consumidor (IPC) y del índice de los Precios al Productor (IPP) que publica el INDEC. Mi impresión es que el IPP está bien medido, pero es evidente que el IPC ha comenzado a ser distorsionado desde enero de 2007. Por eso me valí de la información aportada por el sitio www.inflaciónVerdadera.com para corregir la componente  «Alimentos y Bebidas» del IPC.

En el cuadro siguiente presento las dos series básicas en las que basaré los comentarios que siguen:

Diciembre del año IPC AyB, corregido IPP INDEC
2001 100 100
2002 158 225
2003 166 229
2004 177 273
2005 203 295
2006 224 295
2007 262 347
2008 334 367
2009 382 404

LLama la atención la coincidencia entre el aumento del precio del dólar, que pasó de 1 Peso en Diciembre de 2001 a 3,82 pesos en estos días, y  el Indice de Precios al Consumidor (medido por su componente «Alimentos y Bebidas»)  que pasó  desde 100 a 382 en el mismo período.

De paso, vale la pena destacar que  este índice es al que más le prestan atención las amas de casa, más allá de las mentiras del INDEC, porque lo pueden medir a través  el costo de lo que compran habitualmente en el supermercado. Es por esta razón que mucha gente encuentra que los precios en dólares son tan altos como en la época de la convertibilidad, siendo que los salarios de los trabajadores no protegidos por sindicatos poderosos, medidos en dólares, siguen estando bastante más abajo que en aquella época.

El Indice de Precios al Productor aumentó un poco más, pasando de 100 a 404. Esto no debe sorprender porque, durante estos años,  aumentaron en el mundo los precios en dólares de los bienes comercializables y, a pesar de que el gobierno prácticamente expropió ese aumento a los productores primarios, algo del mismo llegó a los productores industriales.

Este traslado de  la devaluación a los precios, que los «devalúo-maníacos» de 2001-2002 siempre negaron que fuera a ocurrir, fue incluso más acentuado que lo que predije en varias oportunidades en posts de este sitio. En particular el de octubre de 2002 titulado: «Con el dólar a casi 4 pesos la inflación latente es del 100 %«.

Poco meses después sugerí como evitar esa inflación. Lo pueden comprobar releyendo el post titulado «Es positivo que el Peso y el Real se fortalezcan«. Lamentablemente el Peso se fortaleció mucho menos que el Real. Por eso la inflación, si bien fue atenuada por algo de apreciación de nuestra moneda, entre 2003 y 2006, finalmente afloró en la misma proporción que la devaluación inicial. El precio del Dólar es hoy tan alto como lo era en octubre de 2002.

Volví a repetir la predicción en otro artículo de 2005 titulado «La culpa es de la devaluación«, aunque , como en el anterior, resulté ser demasiado optimista. En las dos oportunidades en las que hablé de la traslación a los precios de la devaluación, subestimé la magnitud del efecto porque no tuve en cuenta que la devaluación del Dólar frente al resto de las monedas y la consecuente inflación externa eliminarían todo vestigio del atraso cambiario que usaban como argumento  en 2001 quienes demandaban una devaluación del Peso. De haber existido atraso cambiario, la traslación debería haberse limitado al porcentaje de devaluación por arriba de ese atraso. pero finalmente el traslado resultó ser del 100 % de la devaluación.

Pues bien, ahora que, en promedio, los precios de los bienes ya han aumentado en la misma proporción que el Dólar, podría pensarse que no hay razón para que la inflación continúe por mucho tiempo. Sobre todo, si el gobierno tiene capacidad de mantener estable el precio del Dólar, tal como lo ha anunciado el Ministro Boudou. Lamentablemente no es así.

Hay dos fuentes muy importantes de presiones inflacionarias que difícilmente la política monetaria (sea instrumentada a través del precio del Dólar o de la oferta monetaria) pueda neutralizar. Una, la fuerte dispersión de precios relativos originada en las intervenciones distorsivas del Estado en la economía. Esta dispersión se observa no sólo en relación a los precios de los bienes y servicios (por ejemplo la fuerte distancia entre el precio de los servicios públicos y el de los insumos industriales provistos por el sector privado), sino también entre los salarios de los los trabajadores que,  dependiendo de la fuerza del respectivo sindicato, han conseguido retribuciones muy diferentes entre sí.

Otra fuente de presiones inflacionarias es la delicada situación fiscal. No se trata de un problema derivado de la recesión global que ha afectado a los ingresos tributarios, sino del extraordinario aumento del Gasto Público que torna imposible su financiamiento con impuestos que no desalienten la inversión y la producción de los sectores más eficientes de la economía. Esta es una especie de trampa mortal, que difícilmente pueda desarmarse sin uno o varios golpes inflacionarios.  Los riesgos que describí en mi libro «Estanflación», publicado hace ya más de un año, siguen plenamente vigentes.

Mi procesamiento en la causa de los sobresueldos.

No voy a aburrir a los visitantes de este blog con los detalles jurídicos del procesamiento que acaba de confirmar la Cámara Federal y que me llevará a ser juzgado por un tribunal oral por el supuesto delito de peculado. Estoy seguro que voy a ser sobreseído porque la acusación es absurda y porque mi experiencia me dice que la politización de la Justicia Argentina está circunscripta a la etapa de instrucción y no llega a la de los tribunales orales ni a la Cámara de Casación Penal.

Con respecto al supuesto delito que se me imputa, quiero remitir a los visitantes de este blog a la información precisa que aporté en 2005, cuando la utilización mediática de este tema alcanzó su máxima expresión. Pueden leer mi post titulado: «Siembran confusión para cosechar impunidad» del 25 de agosto de 2005. Para más información, pueden también leer el reportaje que me hizo La Nación y que fuera publicado el 15 de Marzo de 2005 en dos artículos separados. El Primero lleva el título: «Cavallo: No se investiga la verdadera corrupción» y el segundo:’«A mi me han demonizado los medios de comunicación» . Finalmente, en el post del mismo 15 de mayo titulado «La corrupción que no se investiga», transcribo una parte del reportaje de La Nación que nunca fue publicado.

Aprovecho este mensaje para desear muy Feliz Navidad y un Próspero 2010 a todos los visitantes de este blog. Lamento haber tenido que remitirlos a todos estos temas del pasado, pero hoy he recibido varios mensajes pidiéndome que me refiera a este tema.