Buen momento para sincerar la economía

En los últimos doce meses se ha vivido un clima de recuperación del nivel de actividad económica  tan fuerte como el de Brasil y Perú, incluso más alto que el de otras economías de la región como Chile y Colombia.  Sin embargo, mientras en todos estos países de nuestra región las expectativas son muy positivas  y la inflación prácticamente no existe, la economía argentina enfrenta un problema claro de aceleración inflacionaria y predominan pronósticos negativos por parte de quienes deberían estar planeando inversiones imprescindibles para sostener el crecimiento económico y la paz social.

Esta diferencia es fácil de explicar: mientras en aquellas economías no se observan fuertes distorsiones de precios relativos ni grandes desequilibrios fiscales en potencia, en Argentina la inflación creciente viene acompañada de claros rezagos en el nivel de muchas tarifas, precios y salarios de los trabajadores no sindicalizados y un ritmo de aumento del gasto público que muestra muchos vértices por los que puede acelerarse, pero prácticamente ninguno por el que pueda, eventualmente, frenar su expansión. Más grave aún, los rezagos de algunos precios, en particular las tarifas, van inexorablemente asociados a la expansión del gasto público por el mecanismo de los subsidios a las empresas prestadoras de los servicios públicos.

Cuando se dan una combinación de distorsiones de precios y desequilibrios fiscales como las que se observan en nuestro país, el riesgo de espiralización de la inflación es alto. La espiralización de la inflación se da cuando  los precios y salarios que han quedado rezagados intentan recuperarse  pero la política monetaria, no suficientemente restrictiva, permite que aumente el tipo de cambio como mecanismo de autodefensa de los ahorristas e inversores financieros y de resistencia sectorial a la recomposición de precios por parte de aquellos que habían logrado adelantarlos gracias a la subvaluación de la moneda local.

Si no existiera en el mundo la liquidez excedente que están provocando las políticas monetarias de los Estados Unidos y de otros países avanzados, enderezadas a evitar un fenómeno de deflación en sus respectivas economías, el peligro de espiralización de la inflación en la Argentina sería mucho mayor que el que existe hoy. La razón es sencilla: la abundancia de dólares financieros en el mundo actúa como freno a la fuga de capitales que en circunstancias externas más normales hoy estaría empujando el precio del dólar para arriba en  lugar de obligar al Banco Central a intervenir para evitar que su precio baje.

Por eso mismo, éste es un buen momento para que el Gobierno avance en el rebalanceo de los precios relativos y en el restablecimiento de los equilibrios fiscales indispensables para comenzar a reducir la tasa de inflación de manera sostenible en el tiempo. Difícilmente se den en los próximos años condiciones más favorables para minimizar el riesgo de espiralización de la inflación cuando se de la inevitable recomposición de precios relativos de la economía, por aumento de aquellos precios, salarios y tarifas que han quedado significativamente rezagados.

Si el Gobierno decidiera aprovechar este buen momento para comenzar a luchar contra la inflación, la percepción de la gente y, en especial la de los inversores, podría cambiar en la dirección hacia el optimismo de mediano y largo plazo, aún cuando se pondrían de manifiesto restricciones inmediatas al ritmo de crecimiento de la demanda que se ha observado a lo largo de los últimos doce meses. Podría haber incluso una sensación de estanflación en el corto plazo, pero esa sensación sería rápidamente neutralizada por la reversión de las expectativas inflacionarias que, de otra forma, se tornarían cada vez más atemorizantes para el futuro mediato.

A quienes desde adentro del Gobierno de Cristina Fernández quieren transformar a su reelección en el objetivo central de su gestión, esta sugerencia les va a parecer  a contramano de aquel objetivo. Pero no hay nada más peligroso para el futuro de su Gobierno y el bienestar de los argentinos que en aras se buscar la reelección, se mantenga a la economía en un callejón de cada vez más difícil salida y se desaprovechen las condiciones favorables que ofrece en este momento la economía mundial. No creo que la gente vaya a premiar con la reelección a un Gobierno que acentúa los desajustes y desequilibrios que asustan a los inversores y golpean con inflación el bolsillo de los más desprotegidos pero sí creo que la gente y, sobre todo, la Historia, juzgará mucho mejor su último año y medio de Gobierno si decidiera gobernar con realismo y desmontara el país de fantasía que han venido dibujando los discursos y las estadísticas oficiales.

A Kirchner lo angustiaba sentirse en un callejón sin salida.

Escribo esta nota mientras estoy volando de Washington a Madrid, vuelo que inicié apenas dos horas después de que recibí  la triste noticia del fallecimiento del ex Presidente, figura señera, si la hubo, de la última década en la Argentina. Si bien mis colaboradores en Buenos Aires hicieron llegar de inmediato una nota  de pésame sincero a su esposa y a su familia, siento en este momento la necesidad de trasmitir mis pensamientos sobre la mejor forma de ayudar a Cristina Fernández de Kirchner, no sólo a encontrar consuelo, sino, fundamentalmente, a poder desarrollar con eficacia las gran responsabilidad que  demanda su investidura como Presidente de todos los argentinos.

Yo conocí muy bien a Néstor Kirchner y me consta que era un hombre sumamente inteligente. Como Gobernador de Santa Cruz recibió todo mi apoyo, porque, a diferencia de la mayoría de los gobernadores, era fiscalmente prudente y gobernaba la provincia en línea con las reformas que estábamos llevando adelante a nivel nacional. Él también apoyó toda mi gestión como Ministro de Economía entre 1991 y 1996 y me siguió apoyando en mis intentos por llegar a gobernar la Ciudad de Buenos Aires. Más aún, cuando yo competía con Duhalde y De La Rúa para la Presidencia, en 1999, él sugirió que Duhalde y yo presentáramos una fórmula conjunta, algo que resultaba imposible porque algunas definiciones de Duhalde en la campaña electoral hacían no creíble una alianza con mi partido.

Él me siguió apoyando mientras fui Ministro de De La Rúa, especialmente en mi apelación al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para que ajustara sus cuentas fiscales y redujera su endeudamiento con el sistema bancario. Su única desinteligencia conmigo, a fines de 2001, se produjo cuando yo le pedí medidas de ajuste a todas las provincias, incluida la suya, que nunca se había endeudado. Yo lo hice intentando suavizar el ajuste que debían hacer las provincias más endeudadas, en particular, la Provincia de Buenos Aires, pero él entendía que era injusto. Me temo que tenía razón, porque los dirigentes de la Provincia de Buenos Aires, prefirieron incendiar al País para evitar tener que pagar ellos los costos políticos de un ajuste explícito.

Néstor Kirchner no estuvo de acuerdo con el abandono de la convertibilidad que decidió Eduardo Duhalde en Enero de 2002, cuando dispuso la pesificación y produjo la fuerte devaluación que llevó el precio del Dólar a casi 4 pesos.  Por eso no aceptó ser el Jefe de Gabinete en el Gobierno de Duhalde. Siempre interpreté que su adhesión posterior al discurso del “Dólar Alto” y su diatriba permanente a las reformas de los 90s, fueron  recursos de campaña con los que se enredó para llegar a la Presidencia y para acumular poder una vez elegido. Luego, las circunstancias internacionales  lo llevaron a descubrir como adecuado para lograr records de recaudación impositiva y a introducir gradualidad a la reversión de la fuerte caída en los salarios reales, las jubilaciones y el gasto público a que llevaron la pesificación y la fuerte devaluación de 2002. Estas dos propiedades de esa política le ayudarían a construir poder  de la forma que él había decidido hacerlo.

Lamentablemente, las consecuencias inflacionarias del “Dólar Alto” lo llevaron a adoptar medidas de intervención en los mercados y de re-estatización de empresas en las que nunca había creído. Y más lamentablemente aún, transformó a esas políticas en la médula de su discurso económico, adornado con las diatribas en contra del FMI, entidad cuyas acreencias honró  mucho más  rápidamente que todos los presidentes anteriores.

Cuando su esposa competía con Roberto Lavagna por la Presidencia, yo escribí, en febrero de 2007: “Los colchones ofrecidos por la fuerte inversión modernizadora de los 90, la paciencia de los trabajadores y jubilados postergados, y el viento de cola de la bonanza internacional ya han comenzado a atenuarse  y, difícilmente, ayuden por muchos años más. Por consiguiente, resulta interesante especular sobre cómo reaccionarían Kirchner y Lavagna frente a los sobresaltos y crisis que sobrevendrán.”

“En el caso de Lavagna, como principal ideólogo “ortodoxo” del “Dólar Alto”, no tendrá otra alternativa que ser consecuente con su promesa de mantener el tipo de cambio real alto y, por consiguiente, luego de permitir todos los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover los desequilibrios entre oferta y demanda causantes de las crisis, se verá obligado a devaluar el Peso en la misma proporción en que aumente la inflación”.

“El resultado será una espiralización de la inflación que en, pocos años, retrotraerá la realidad del país a la década de los 80, con inflación persistente y esporádicos episodios de estanflación y, si no se abandona antes la política de tipo de cambio real alto, hasta de hiperinflación. Se habrá desandado totalmente el proceso económico reeducativo de la Convertibilidad, que con su éxito estabilizador de más de 10 años, había logrado cambiar los comportamientos inflacionarios de los argentinos”.

“Kichner no podrá evitar los aumentos de precios, salarios, jubilaciones, tarifas y gastos necesarios para remover las causas de las crisis, pero por su heterodoxia tratará de demorarlos, tanto como le sea posible. Me atrevo a predecir que Kichner no convalidará con una devaluación el impacto inflacionario de todos estos reajustes. Es decir, antes de correr el riesgo de espiralizar la inflación, abandonará la lógica del tipo de cambio real alto. Porque Kichner, como Lula en Brasil, tiene olfato político y desapego a ortodoxias ideológicas. Ello le permitirá descubrir que no es buena para la gente ni para él, como Presidente, reintroducir en la economía Argentina una inflación virulenta.”

No me equivoqué. Hizo precisamente lo que yo predije que haría.

Pero Néstor Kirchner era suficientemente inteligente para darse cuenta que, aún evitando la espiralización inflacionaria, había llevado al País a un callejón sin salida. No podía reconocerlo en público. No sé si llegó a explicárselo a Cristina.  Pero estoy seguro que en su fuero íntimo era plenamente consciente de que la economía iba hacia una crisis para la que no encontraba prevención ni salida. Por eso, su estrategia era sólo demorarla, en espera de que un golpe de suerte lo sacara del laberinto. Pienso que esta angustia, así como los sinsabores que le deparó la política desde el conflicto con el campo, se habrá sumado a su ya debilitado cuerpo para provocar su temprana muerte.

El ya no está en esa encerrona, pero sí lo está su esposa, La Presidente y, de alguna manera, lo estamos todos los argentinos. Por eso, ante tantos que lloran su muerte, él, consciente de la situación en que sus políticas dejan al País seguramente estaría pidiendo que no lloren por él… pero sí lloren por Cristina y los argentinos.

Si en lugar de hacer el panegírico de sus políticas y tener ahora una actitud hipócrita para tratar de conmover a su viuda, los políticos ayudan a que ella descubra lo que Néstor Kirchner seguramente ya había descubierto, será mucho más fácil que Cristina Kirchner pueda terminar su Gobierno con dignidad y reduciendo al mínimo inevitable el sufrimiento de los argentinos. Si por el contrario, la dinámica política de los próximos meses lleva a acentuar los enfrentamientos entre sectores y fracciones políticas, las consecuencias pueden ser muy graves.

Hay quienes piensan que la situación con la que nos enfrentamos es muy diferente a la que se vivía en 1974, cuando murió Perón. Pero, desde el punto de vista económico, la única gran diferencia es que en aquel entonces la reversión de los términos del intercambio muy favorables de 1973, que habían hecho posible las políticas del Ministro Gelbard,  ya habían comenzado a insinuarse. Hoy los términos del intercambio externo continúan siendo muy favorables y también ayuda la fuerte liquidez internacional. Pero los desequilibrios internos son muy parecidos a los de aquella época y la confrontación violenta en facciones políticas y gremiales, si bien está lejos de la que se vivía en 1974, ha estado aumentando peligrosamente.

Cristina merece el apoyo de todos para poder completar su Gobierno con dignidad. Pero la mejor manera de apoyarla es transmitiéndole la verdad sobre la situación que vive el País. Quienes la sigan engañando desde el INDEC y los medios de comunicación oficiales, alimentando la construcción del mundo de fantasía que han ido reflejando sus discursos desde que asumió, estarán atentando contra su gobierno y contra el bienestar del Pueblo  Argentino.

Las economías emergentes deben aprovechar la coyuntura para modernizar sus estructuras productivas

La gran expansión monetaria impulsada por el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos está obligando a los Bancos Centrales del resto de las economías avanzadas a seguir políticas monetarias también expansivas, so pena de que sus monedas se aprecien desmesuradamente. Como consecuencia, la liquidez global ha comenzado a buscar oportunidades de inversión en las economías emergentes, en una magnitud nunca vista en las ocho  últimas décadas.

Parece paradójico que las economías emergentes, que con tanta frecuencia  sufrieron insuficiencia de capitales dispuestos a financiar su crecimiento y crisis cambiarias por salida de capitales, en la actual coyuntura estén buscando formas de frenar la entrada de  capitales para impedir que sus monedas se aprecien y sus exportaciones pierdan competitividad.

El peligro que enfrentan las economías emergentes, por la abundancia de  liquidez en moneda extranjera, radica en que se produzca una expansión del gasto interno que genere un fuerte déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos y que luego, cuando la liquidez desaparezca, esas economías deban encarar dolorosos ajustes y sufrir fuertes devaluaciones de sus monedas nacionales, con los consiguientes efectos estanflacionarios.

El peligro radica, no en la expansión de las inversiones productivas sino,  en la expansión excesiva del consumo. Por eso, una forma inteligente de enfrentar esta coyuntura  mundial por parte de las economías emergentes consiste en alentar al máximo la inversión y ponerle freno al aumento del consumo. Esto se puede conseguir con un conjunto de medidas arancelarias e impositivas que paso a enumerar:

1.       Bajar a cero el arancel de importación de los bienes de capital, incluyendo computadoras, software y equipos de transportes de uso profesional. Si la economía de que se trata tiene producción local de bienes de capital, para que esta industria no quede repentinamente desprotegida, se le podrá otorgar un reembolso de impuestos equivalente al arancel que antes la protegía.

2.       Subir al nivel máximo consolidado ante la OMC los aranceles de importaciones de los bienes de consumo final. Este aumento de arancel, además de poner un freno a la importación excesiva de bienes de consumo, generará ingresos fiscales como para compensar la reducción derivada de la eliminación del arancel de los bienes de capital.

3.       Eliminar exenciones al impuesto  al valor agregado o aumentar su alícuota. Esta es una forma de ponerle freno a la expansión excesiva del consumo, sin desalentar la inversión, porque el impuesto al valor agregado no grava las exportaciones ni debería gravar a la inversión. El ingreso adicional por IVA podría utilizarse  para devolver de inmediato el IVA pagado por quienes invierten en el momento de comprar los bienes de capital, así como para devolver sin demoras el IVA pagado por los exportadores sobre sus insumos. Es normal que este IVA sea devuelto, pero suelen mediar plazos largos entre el momento en que el productor o inversor paga el IVA y aquel en que el inversor o exportador puede recuperarlo a través de la devolución por el órgano recaudador.  La devolución inmediata de este impuesto al inversor y al exportador se constituirá en otro fuerte estímulo a la inversión y atenuará el impacto negativo de la apreciación sobre las exportaciones. Si además de esta aceleración de las devoluciones quedara un excedente de recaudación del IVA, éste podría aplicarse para reducir los impuestos sobre la nómina salarial pagada por los productores de bienes exportables. Estos impuestos, en muchas economías emergentes, desalientan la creación de empleo formal y provocan la reducción del empleo en actividades exportables cuando la moneda local se aprecia.

4.       Frenar al máximo la expansión del gasto público corriente y no recurrir en ningún caso al financiamiento externo del déficit fiscal.

Las economías emergentes que lleven adelante este tipo de políticas habrán aprovechado la actual coyuntura mundial para impulsar masivamente la modernización de sus estructuras productivas. Habrán incorporado las tecnologías más avanzadas en todas las actividades  económicas y sociales y no  correrán el riesgo de tener que ajustar hacia abajo los niveles de consumo y de gasto pública cuando lleguen las épocas de iliquidez y reducción en la entrada de capitales.

Desde la crisis de 2001 Turquía buscó derrotar a la inflación, Argentina hizo lo contrario.

En Turquía se vive un clima de optimismo sobre su futuro económico, muy parecido al que prevalece en Brasil y en muchas otras economías emergentes. Lo acabo de percibir personalmente en mi viaje a ese País para participar en la tercera edición del “Global Economic Symposium” organizado, por primera vez fuera de Alemania, por el Instituto Kiel para la Economía Mundial. La reunión fue co-patrocinada por el Banco Central de Turquía, precisamente la institución a la que se le reconoce el mérito de haber logrado estabilizar a la economía Turca. Se trata de un logro importante, porque  Turquía había sido azotada por la inflación durante la década de los 90s.

Cuando terminó la conferencia en Estambul viajé a Esmirna para visitar las excavaciones de Efesus,  y allí me encontré, por casualidad, con Atilla Atakan, un prestigioso periodista turco que vivió muchos años en Argentina como corresponsal extranjero de medios de su País. Además de conocer a su hermosa familia, respondí a las preguntas que me fue haciendo mientras me llevó a conocer Esmirna y los alrededores de Efesus. Como no  pudo con su genio de periodista, Atila transformó a nuestra conversación en un reportaje, cuya transcripción me envió para que yo la revisara. Esta entrevista va a ser parte de una nota que Atilla está preparando para un diario de su País, pero dado lo interesante de las preguntas y hecho de que pocos de los visitantes de este blog podrán leer el artículo en turco, decidí reproducirlo aquí. Las preguntas en negrita son de él. Las respuestas son mías.

¿Cómo ve la evolución de la economía Turca desde la crisis de 2001?

No soy un experto en la economía de este país, pero tengo la impresión de que la economía turca ha evolucionado muy bien desde 2003 en adelante. Además de crecer vigorosamente, logró reducir gradualmente el flagelo inflacionario que había sido un problema grave durante toda la década de los 90. En este sentido debo decir que en comparación con la Argentina, mi país, la política monetaria y financiera de Turquía ha sido mucho más sana e inteligente. Diferente de los 90s, cuando Argentina había logrado erradicar la inflación por completo y Turquía tenía inflación del orden del 100 % anual. La realidad se ha revertido y hoy Turquía muestra una evolución mucho más favorable que Argentina.

Pero Argentina también ha crecido desde 2003 en adelante y el gobierno dice que la inflación no supera el 10 % anual.¿ Cómo se condice esto con su respuesta anterior?.

Lo que lamentablemente ocurre es que el Gobierno Argentino miente sobre la tasa de inflación. En el mes de enero de 2007 removió la dirección técnica (muy reconocida por entonces como de muy buen nivel profesional) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y nombró en su lugar a verdaderos punteros políticos. A partir de ese momento se han venido publicando índices de precios que reflejan una inflación que es apenas un tercio de la real. Hoy en Argentina la inflación verdadera se ubica entre el 25 y el 30 % anual.

Pero al menos la economía argentina está creciendo a tasas altas, cosa que no ocurría en la década de los noventa, cuando no había inflación, pero se vivieron años de deflación.

Desde 1991 (el año e el que erradicamos la hiperinflación) hasta 1998, la economía Argentina creció al mismo ritmo que está creciendo ahora, con un solo año de recesión, 1995, cuando nos impactó la crisis mexicana. Desde 1999 hasta 2001 vivimos en un clima de recesión y deflación por una combinación de shocks externos desfavorables y des-manejos fiscales y financieros internos.

Los precios de los productos de exportación de Argentina fueron muy bajos en ese período porque el Dólar se mantuvo muy fuerte y casi todas las monedas se devaluaron frente a la moneda norteamericana. Imagínese que en 2001 sólo se necesitaban  82 centavos de Dólar para comprar un Euro y 30 centavos de Dólar para comprar un Real. Hoy el Euro se cotiza a 1 Dólar con 37 centavos y para comprar un Real  se necesitan 70 centavos de Dólar, más del doble que en el 2001. Argentina tenía, en la práctica, al Dólar como moneda. Un Dólar exageradamente apreciado provocaba recesión y deflación.

Por otro lado, los gobiernos provinciales de la Argentina (principalmente la Provincia de Buenos Aires) habían venido aumentando mucho sus gastos y teniendo fuertes déficits fiscales que financiaban con créditos bancarios a  tasas de interés flotantes con altos Spreads sobre la tasa de interés pagada a los depositantes. La combinación de estos dos fenómenos creó un clima recesivo y deflacionario. Por eso se produjo la crisis financiera de 2001. En realidad se trató de un fenómeno muy diferente al de Turquía en aquella época.

Pero las crisis Turca y Argentina de 2001 y 2002 fueron parecidas: en ambas economía hubieron crisis financiera y fuerte devaluación monetaria.

Fueron crisis muy diferentes. La de Turquía en 2001 fue una crisis como las que había tenido Argentina en los 80s: fue consecuencia de fuertes déficits fiscales y alta inflación, que por un tiempo se quisieron atenuar con  endeudamiento externo y atraso del tipo de cambio. La devaluación fue una forma de producir un ajuste fiscal que era imprescindible y  la crisis financiera les permitió sanear el sistema bancario sin que el país entrara en default de su deuda pública. Por supuesto que para evitar el default Turquía recibió ayuda del FMI y de los países europeos.

En Argentina, aprovechando que al FMI y al Gobierno de los Estados Unidos no les interesó evitar el default de su deuda,  la crisis monetaria y cambiaria fue provocada deliberadamente por el Gobierno que tomó el poder en Enero de 2002. Eduardo Duhalde, quien había sido el Gobernador que más había aumentado el gasto y más había endeudado a su provincia, tomó esa decisión para resolver el endeudamiento de las provincias y de las grandes empresas. Al transformar todas las deudas y depósitos de dólares a pesos y luego dejar flotar el Peso, se produjo una terrible devaluación que licuó las deudas pero, al mismo tiempo, destruyó el ahorro  acumulado de los argentinos. Los bancos no tuvieron problemas para atender sus pasivos, pero los depositantes perdieron sus ahorros. Además la devaluación llevó al default de la deuda externa del País.

Nada de esto ocurrió en Turquía. Por eso Turquía sigue bien integrada y mantiene buen crédito en el sistema financiero internacional mientras que Argentina está entre los países considerados más riesgosos y no tiene crédito externo.

Entiendo que tanto Turquía como Argentina soportaron bien la crisis financiera global del 2008 y 2009. ¿Cual es la razón?

Tanto Turquía como Argentina desde 2003 y hasta 2008 fueron beneficiadas por el rápido crecimiento de la economía global que les permitió expandir sus exportaciones vendiendo a buenos precios. Por razones diferentes, ninguno de los dos países aumentó mucho su endeudamiento durante esos años y sus sistemas financieros estaban sólidos. En el caso de Turquía porque había sido exitosa la reestructuración financiera de 2001-2002. En el caso de Argentina, porque el sistema financiero se achicó mucho después de la pesificación y la devaluación y, al conseguir pocos depósitos internos y nada de crédito externo, quedó con una muy baja relación Deuda/Capital.

Ambos países pudieron mantener políticas fiscales y monetarias expansivas para compensar la caída de las exportaciones. La gran ventaja de Turquía es que pudo hacerlo manteniendo baja la inflación. Lamentablemente en Argentina esas políticas destinadas a sostener el mercado interno están provocando la aceleración inflacionaria.

¿Cómo ve la evolución de la economía global? ¿La recuperación que se insinúa, será sostenible?

 Las economías emergentes, fundamentalmente los  “BRICs” (Brasil, Rusia, China e India), pero también otros países de Asia, América Latina y África, que hoy tienen ingresos per cápita inferiores a 10.000 dólares, van a crecer vigorosamente. Ellos han aprendido que la mejor estrategia de crecimiento no es ni la sustitución de importaciones ni el aliento artificial a las exportaciones sino la inversión para incorporar las tecnologías más avanzadas en todos los sectores de la producción. El stock de tecnologías disponibles y aún no implementadas en los países en desarrollo es muy grande y la intensificación del proceso de adopción de estas tecnologías será la base de su crecimiento futuro.

Las economías avanzadas (Europa, Japón y los Estados Unidos), que hoy tienen ingresos per cápita del orden de los 30.000 dólares, van a crecer más lentamente, porque van a enfrentar una fuerte competencia externa proveniente de la producción crecientemente eficiente de los países en proceso de desarrollo. La única herramienta que estas economías tendrán para revigorizar su crecimiento será su capacidad para empujar hacia delante la frontera tecnológica de la humanidad. Tienen para ello las mejores universidades del mundo, los centros de investigación científica y tecnológica más avanzados y los mejores departamentos de Investigación y Desarrollo (R&D) de sus empresas. Si invierten en estos rubros y producen innovaciones tecnológicas que luego van a ser implementadas por todo el mundo, entonces podrá mantener e incluso seguir mejorando su nivel de ingreso real. Si no son capaces de seguir este camino, tendrán crecientes problemas para sostener su actual nivel de ingreso.

Yo soy optimista y pienso que se va a dar una sinergia importante, en este sentido del avance tecnológico, entre las economías avanzadas y el mundo en desarrollo, sinergia de la que todos saldremos favorecidos.

¿Que deberían hacer Turquía y Argentina para aprovechar este clima global que usted describe?

Turquía debería seguir haciendo lo que ha hecho en la última década, sin abandonar su política de lucha contra la inflación. Lo único que se me ocurre recomendar es que Turquía busque expandir sus exportaciones hacia los países emergentes, porque ha dependido demasiado de las compras europeas y norteamericanas y éstos no son los mercados que tendrán rápida expansión  en el futuro.

Con respecto a mi País es fundamentar que recupere la estabilidad de precios y vuelva a integrarse financiera y comercialmente al mundo, ofreciendo estabilidad y seguridad jurídica, como lo había conseguido hasta 1998. Si recrea esas condiciones de estabilidad monetaria y sostiene buenas reglas de juego, con el viento a favor que seguirá soplando desde afuera, Argentina también podrá tener un desarrollo muy rápido y sólido. En realidad, la ventaja de Argentina, como la de toda la América del Sur, es que su gran mercado para el futuro son los países asiáticos y éstos, sin duda, ven a tener un crecimiento muy alto por varias décadas.

Información sobre evolución de Mercados (Setiembre de 2010)

Por Felipe Murolo.
Reservas Internacionales y Pasivos Monetarios del Banco Central al día 17 de setiembre de 2010.
1. Reservas Internacionales: 51.088 millones de dólares.
2. Principales Pasivos Monetarios (1): 173.144 millones de pesos.
3. Otros Pasivos (2): 89.764 millones de pesos.
4. Base Monetaria Amplia (2. + 3.): 262.908 millones de pesos.
5. Las reservas respaldan la base monetaria amplia a un tipo de cambio de (4. / 1.): 5,15 pesos por cada dólar.
6. Las reservas, al tipo de cambio de mercado (3,9495) respaldan un 76,75% de la base monetaria amplia.
(1) Comprende Circulación Monetaria y Depósitos de Bancos en Pesos y en Moneda Extranjera.
(2) Comprende Letras y Notas del Central, Posición Neta de Pases y Depósitos del Gobierno.
Nuevos Máximos Históricos Registrados en las Ultimas Semanas:
1. Reservas Internacionales: 51.101 millones de dólares el día 16 de setiembre de 2010.
2. Base Monetaria Convencional: 139.096 millones de pesos el día 2 de setiembre de 2010.
3. Circulación Monetaria: 107.573 millones de pesos el día 9 de setiembre de 2010.
4. Letras y Notas del Banco Central: 66.876 millones de pesos el día 16 de setiembre de 2010.
Mercado Dólar Futuro (Rofex)
1. Contado: 3,95
2. Marzo 2011: 4,16
3. Setiembre 2011: 4,38
4. Diciembre 2011: 4,55
5. Tasa Implícita Primeros Seis Meses: 10,92% efectivo anual.
6. Tasa implícita Primeros Doce Meses: 10,69% efectivo anual.
7. Tasa implícita Primeros Quince Meses: 11,98% efectivo anual.
TIR implícitas en los principales títulos públicos argentinos a corto y mediano plazo que flotan en el Mercado de Valores de Buenos Aires (información al cierre del día 24 de setiembre de 2010):
1. Bogar 2018 (en pesos con ajuste por CER): 8,19% mas CER;
2. PR12 (en pesos con ajuste por CER): 7,72% mas CER;
3. Bonar 2014 (en pesos con cláusula Badlar): 19.01% (incluye Badlar actual):
4. Boden 2013 (en dólares): 7,65%;
5. Boden 2015 (en dólares): 10.31%;
Exportaciones de Cereales:
1. Según datos informados por CIARA y CEC las empresas nucleadas en esas cámaras han liquidado durante el transcurso de este año (hasta el dia 27 de setiembre de 2010) la suma de 16.615 millones de dólares. En tanto que en la semana finalizada el día 24 de setiembre de 2010 las liquidaciones de divisas por parte de ese mismo conjunto de empresas alcanzaron la suma de 455,3 millones de dólares. Información mas detallada puede obtenerse en el sitio web http://www.ciaracec.com.ar