La crisis griega a la luz de la experiencia argentina

Los desajustes estructurales de la economía griega que condujeron a la crisis que está sufriendo ese país son mucho más profundos que los que llevaron a la crisis argentina de 2001. Grecia no aprovechó la entrada al Euro para desregular sus mercados ni para privatizar sus ineficientes empresas estatales, como sí lo hizo Argentina cuando entró en la convertibilidad. Tampoco logró impulsar aumentos en la productividad de sus sectores de exportación como los que consiguió Argentina entre 1990 y 1998.

Lo que sí hizo Grecia fue aumentar el gasto público y financiar fuertes déficits fiscales con endeudamiento bancario, algo que también ocurrió en Argentina entre 1997 y 1999, cuando el excesivo gasto público provincial fue financiado en créditos bancarios a plazos cortos y tasas flotantes de interés.

Tanto Grecia a partir de 2008 como Argentina a partir de 1999 fueron afectadas negativamente por la exagerada fortaleza de las monedas a las que estaban atadas sus respectivas economías: el Euro para Grecia y el Dólar para la Argentina. El Euro se transformó en una moneda extremadamente fuerte desde mediados de los 2000’s así como el Dólar estuvo fuertemente apreciado desde mediados de los 90’s. La fortaleza del Euro desalienta el turismo, principal exportación griega, así como la fortaleza del Dólar mantuvo bajo el precio de los productos agrícolas, principal exportación argentina.

A pesar de la mayor gravedad de la actual crisis griega en comparación con la crisis argentina de 2001, la dirigencia griega está demostrando mucho más inteligencia que la dirigencia argentina. También las naciones europeas y el Fondo Monetario Internacional están actuando mejor frente a Grecia que lo que lo hicieron el FMI y el Gobierno de los Estados Unidos frente a la Argentina en 2001. Por eso es posible que la crisis Griega se resuelva con mucho menor costo social que el que debió soportar Argentina en 2002 y sin las consecuencias inflacionarias que nuestro país, aún después de 10 años, sigue soportando.

El gobierno griego le está hablando al pueblo con gran sinceridad y honestidad. El Primer Ministro Socialista le ha dicho a los griegos que si no aceptan hacer los ajustes fiscales necesarios para reducir el gasto público y eliminar el déficit, la permanencia de Grecia en el Euro corre peligro. Y si Grecia se viera forzada a salir del Euro y a convertir sus activos y pasivos financieros de Euros a Dracmas, los ajustes fiscales y salariales, así como el deterioro de la situación económica y social del pueblo griego, terminarían siendo mucho mayores a los que ahora se les está exigiendo a partir de discusiones transparentes en el Parlamento. Justamente la imágen de Argentina 2002, default, pesificación y devaluación mediante, es la que está ayudando a los dirigentes griegos a abrir los ojos de la gente indignada por los ajustes, para que no se deje engañar con el canto de sirena de los que pregonan que la solución de Grecia es abandonar las disciplinas que impone el Euro.

En un artículo sorprendentemente desenfocado, Mariano Grondona, hoy en La Nación, señala como un inconveniente de Grecia el que no pueda recurrir a la “salida argentina”, es decir que no pueda devaluar por estar dentro del área del Euro. En realidad si Grecia quisiera salir de su crisis devaluando, podría hacerlo, exactamente como lo hizo Argentina en 2002. En lugar de “pesificación” tendrían que aplicar una “dracmisación”. Transformar euros en dracmas sería tan fácil como fue en Argentina transformar dólares en pesos. No es que los griegos no lo puedan hacer, como sostiene Grondona, sino que los griegos, inteligentemente, no lo quieren hacer.

No lo quieren hacer, precisamente porque quieren evitar que en Grecia ocurra lo que ocurrió en Argentina luego de 2002: cayó el salario real mucho más de lo que se buscaba que cayera en 2001 cuando los ajustes se discutían en el Congreso Nacional, aumentaron la desocupación y la pobreza mucho más que lo que ya habían aumentado durante la recesión 1999-2001 y, para colmo de males, se reintrodujo la inflación como un problema crónico, amén que Argentina quedó aislada del mundo en materia de inversión y acceso al mercado de capitales.

Los griegos no se dejan engañar por el supuesto crecimiento Argentino a tasas chinas posterior a 2002, porque saben, como sólo el gobierno argentino y algunos analistas parecen desconocer, que ese crecimiento es fruto de la fuerte capitalización de que gozaba la economía argentina al momento de la crisis y del extraordinario aumento de los términos del intercambio que se logró no por la devaluación del Peso sino por el debilitamiento del Dólar y la expansión de la demanda china a partir de 2003.

Los griegos que miraron y miran atentamente la experiencia Argentina no creen que, como dice Grondona, Duhalde y Lavagna hayan hecho las cosas bien y luego los Kirchner equivocaron las políticas. Los buenos economistas griegos que han observado nuestra realidad saben que los atrasos tarifarios que hoy exigen enormes subsidios del Estado para mantener los servicios públicos en funcionamiento no son obra de los Kirchner sino la consecuencia de la pesificación y los congelamientos de las tarifas en pesos que constituyeron la estrategia anti-inflacionaria del período Duhalde Lavagna. También saben que el apego del financiamiento del Estado a las retenciones agropecuarias no es un vicio de los Kirchner sino la directa consecuencia de la introducción de las retenciones agropecuarias como compensación de la devaluación en el año 2002. La eliminación de las retenciones al introducirse la convertibilidad en 1991, había sido precisamente lo que permitió la modernización y el impresionante aumento de la productividad que logró el sector agropecuario durante los 90s.

Y, por supuesto, saben que la inflación del 25 % anual que viene sufriendo la Argentina no es un fenómeno de los últimos cuatro años, sino la consecuencia de la pesificación de enero de 2002, que pretendió transformar a la política monetaria no en la herramienta para asegurar la estabilidad de los precios sino la palanca para el crecimiento de la economía, como si el crecimiento pudiera ser tirado por los caballos de la inflación. La mejor demostración de que la pesificación no significó cambiar la regla monetaria del tipo de cambio fijo por otra regla enderezada a metas de inflación, es que cuando Argentina, a partir de 2003 podría haber dejado flotar el Peso de la misma forma que Brasil dejó flotar el Real, acompañando esa flotación con una regla de metas de inflación como la que adoptó Brasil, Argentina prefirió seguir bregando por el “tipo de cambio alto”, supuesta piedra angular del crecimiento argentino. La consecuencia no podía ser otra que la que fue: mientras Brasil tiene 5 % anual de inflación, Argentina tiene el 25 % anual y, el intercambio comercial favorece a Brasil, a punto tal que Argentina ha venido imponiendo, desde 2003 en adelante crecientes barreras al comercio bilateral.

Los griegos, con razón, están aterrados por que les pase lo que ocurrió en Argentina desde 2002 en adelante. Por eso saben que lo que más les conviene es ajustarse el cinturón a través de decisiones discutidas en su Parlamento, aunque además de bajar el gasto público y eliminar el déficit fiscal, deban también hacer al mismo tiempo lo que Argentina ya había hecho durante los 90’s: privatizar las empresas ineficientes del Estado, desregular los mercados que están trabados por intervenciones del Estado o por privilegios profesionales e impulsar un fuerte aumento de la productividad, para cerrar la brecha que los separa del resto de Europa. Los costos sociales de este ajuste siempre serán menores a los que incurrirían de buscar una salida “»a la Argentina”.

Para que luego los comentaristas no digan que el actual gobierno griego lo hizo mal, como sostiene Mariano Grondona que lo hicimos en Argentina De la Rúa y yo, es importante que las demás naciones del Área del Euro y el FMI ayuden a Grecia a implementar una reestructuración ordenada de su deuda, como lamentablemente el FMI no lo hizo con Argentina en 2001. Peor aún, aquella institución nos negó un desembolso que había comprometido, siendo que Argentina había cumplido con todas las metas fiscales del tercer trimestre de 2001 y nuestro país había anunciado e iniciado a ejecutar una reestructuración ordenada de la deuda.

El FMI y las demás naciones del Área del Euro están ayudando a Grecia a evitar el default de su deuda, pero dado el enorme tamaño de la misma, mucho más grande que el de la Deuda Argentina en 2001, es imprescindible que Grecia consiga de sus acreedores o una quita en el capital o una reducción significativa en la tasa de interés. Para esto, la mejor estrategia consiste en que el Fondo de Estabilización que fue creado para asistir financieramente a las naciones europeas en crisis, emita deuda europea y se la preste a Grecia para que ésta la ofrezca en canje por su deuda actual, capturando los descuentos superiores al 50% que el mercado ya viene señalando.

Si Grecia consigue que sus dirigentes continúen diciendo la verdad al pueblo y adoptando decisiones duras pero transparentes en el Parlamento; si además el pueblo griego, por más indignado que esté, no se enceguece y deja de empujar a Grecia hacia el abismo del default y la dracmización; y si el gobierno alemán deja de resistir la emisión de deuda europea, algo que siempre le resultará mucho menos gravoso que tener que recapitalizar a sus bancos y rescatar a otras varias naciones europeas después de un default griego, cuando se escriba la historia, a la Grecia del 2011 no se la recordará como a la Argentina del 2001, por más parecidas que las dos situaciones aparezcan hoy en todos los comentarios periodísticos del mundo.

¿Cuán costoso es para España estar en el EURO?

Muchos economistas norteamericanos e ingleses vienen sosteniendo que España, al tomar la decisión de incorporarse al área del Euro y resignar su soberanía monetaria, perdió un  instrumento clave para luchar contra las recesiones que sobrevienen a las burbujas de activos inmobiliarios y financieros. Llegan incluso a proponer que, en casos extremos, conviene a los países en crisis abandonar el Euro haciendo exactamente lo que Argentina hizo en 2002 cuando el gobierno de Eduardo Duhalde decidió convertir a pesos todos los contratos pactados en dólares y dejar que el peso se devalúe.

Así, es cada vez más frecuente escuchar que a Grecia le conviene “dracmizar” su economía disponiendo que los activos y los pasivos que hoy están en Euros se transformen en activos y pasivos en dracmas.  Como era de esperar, desde que se habla de esa posibilidad, los activos en euros se están fugando de Grecia e, incluso, muchos ahorristas que tienen depósitos en bancos griegos, prefieren retirar los euros en forma de billetes y mantenerlos en cajas de seguridad o «en el colchón».

Esto no ha comenzado a ocurrir en España y son pocos los economistas extranjeros que se animan a sugerir que también España debería pensar en “pesetizar” su economía. Pero se escuchan voces que sostienen que España está incurriendo en altos costos sociales por pertenecer a la zona del Euro, exactamente como se ha argumentado insistentemente, luego de la crisis de 2001-2002 que la convertibilidad hizo incurrir en altos costos sociales a la Argentina.

En la conferencia que pronuncié en la Universidad de Navarra, tratando de contestar la pregunta del título de este post, comparé el desenvolvimiento de España y del Reino Unido, antes y después de que explotaran las respectivas burbujas inmobiliarias. El texto completo de la conferencia y el PowerPoint que  utilicé como guía, pueden verse en la página de artículos en inglés de este sitio. A pesar que pronuncié la conferencia en España, tuve que hacerlo en Inglés porque se trataba de un seminario internacional conducido en ese idioma. Estoy seguro que en pocos días podré subir al blog la traducción al español que ha ofrecido hacer mi buen amigo Fernando Díaz.

Acá va un resumen de lo que mostré en la conferencia:

  1. Desde la entrada al Euro, la economía española creció mucho mas rápido que la del Reino Unido, a punto de que su producto bruto, medido en términos de paridad en el poder adquisitivo, pasó de representar el 55 % del PBI del Reino Unido en 1998 al 68 % en 2010.
  2. Desde la entrada al Euro, la inflación en España, que siempre había sido más alta que en el Reino Unido, tendió a converger a 2 % anual, como en el Reino Unido.
  3. La burbuja inmobiliaria fue un fenómeno muy parecido en los dos países, así que su desarrollo no puede atribuirse a que España entró en el Euro. El Reino Unido conservó su moneda, pero igual vivió una burbuja inmobiliaria de gran magnitud. Esta burbuja inmobiliaria fue aún más grande en los Estados Unidos de América, el país que tiene la política monetaria soberana más poderosa del mundo;
  4. Desde que se pincharon las respectivas burbujas inmobiliarias, a principios de 2008, el comportamiento del Producto Bruto Interno fue muy similar en España que en el Reino Unido. En todo caso el PBI creció un centésimo más en España (4.1% en comparación con 4.0 %) entre el primer trimestre de 2008 y el primer trimestre de 2011.
  5. El ajuste en la balanza comercial fue mayor en España que en el Reino Unido a pesar de que España no pudo devaluar su moneda y el Reino Unido sí lo hizo.  Las exportaciones crecieron mas y las importaciones se redujeron en mayor magnitud en España que en el Reino Unido. El argumento que sostiene que un país que puede dejar devaluar su moneda tiene mejores chances de reducir el déficit en la cuenta corriente de su balanza de pagos, no se corresponde con lo que se observa en estos países.
  6. Ambos países pudieron implementar dosis semejantes de expansión fiscal contra-cíclica. La disponibilidad de la política monetaria no le sirvió al Reino Unido para disponer de más margen de maniobra fiscal que a España.
  7. El número de desocupados es mucho mayor en España que en el Reino Unido, pero esta diferencia viene de lejos y no ha cambiado mucho a causa de la crisis. A pesar de que los costos laborales unitarios ajustados por tipo de cambio bajaron en el Reino Unido como consecuencia de la devaluación de la Libra y se mantuvieron constante en España, el número de desocupados aumentó en prácticamente el mismo porcentaje desde el primer trimestre de 2008: alrededor de 80% en ambos países.
  8. La disminución de los costos laborales unitarios que consiguió el Reino Unido al dejar devaluar su moneda tuvo como contrapartida una inflación más alta desde el inicio de la crisis. En el primer trimestre de 2011 la inflación anual del índice de precios que excluye a la energía y los alimentos fue de menos de 2 % en España y mas de 3 % en el Reino Unido.
  9. El problema de la desocupación es mayor en España que en el Reino Unido por razones estructurales. En España la fuerza laboral aumentó casi cuatro veces más que en el Reino Unido desde 1980, debido tanto a la inmigración como a la creciente participación de las mujeres en la fuerza laboral. Además en España los impuestos al trabajo formal son el doble de los del Reino Unido. Esta diferencia es una oportunidad para España, que puede disminuir los costos laborales unitarios sin tener que recurrir a una devaluación monetaria. Todo lo que España debe hacer es reducir los impuestos al trabajo y aumentar el impuesto al Valor Agregado, tal como lo propusimos hace un año con Joaquín Cottani. Por supuesto,, deberá hacer muchas otras reformas para eliminar la desocupación.
  10. Mi conclusión es que la entrada de España al Euro no sólo le ha permitido tener un crecimiento significativamente mayor al del Reino Unido, sino que además obliga a España a enfrentar el problema de la desocupación a través de medidas de fondo y no del simple paliativo de la devaluación monetaria. Eso le permitirá a España sustraerse al riesgo inflacionario que ya se observa en el Reino Unido.

El mundo, Europa y Argentina

Estos son los temas sobre los que me toca opinar en las reuniones y conferencias a las que estoy asistiendo desde que inicié un largo viaje por Europa y América el 23 de mayo pasado. Luego de participar en Berna, Suiza, de una reunión del Grupo de los 30, donde el foco de la discusión fue sobre la crisis Europea, di una conferencia en Zúrich invitado por la Cámara Suizo-Latinoamericana de Comercio.

En esa oportunidad me reencontré con Eduardo Widakowich, un joven profesional argentino que vive y trabaja en Ginebra y que en el pasado colaboró con mis campañas electorales en Acción por la República. El se traslado desde Ginebra a Zurich, aprovechando el eficiente sistema ferroviario de Suiza, para escuchar mi conferencia. Pero además de esa deferencia se tomó el trabajo de resumirla y postearla en Punto Latino, una publicación que es el punto de encuentro de toda la actividad cultural y social latinoamericana en Suiza. Gracias a su amabilidad y eficiencia puedo hacerles llegar a los visitantes de mi blog algunos rastros de mis actividades en el exterior que explican porqué en las últimas semanas no he subido nuevos posts con comentarios sobre las novedades de Argentina.

Aprovecho para comentarles que luego de Suiza he estado en Boston y Washington y hoy parto para Bogotá. El Viernes y sábado próximos voy a participar en Pamplona, España, en una mesa redonda sobre la crisis en Europa, en el contexto de una conferencia organizada por la Universidad de Navarra. Pronto les haré llegar las versiones en inglés y en castellano del documento que he preparado para esa conferencia, porque es relevante para rememorar y pensar los efectos de la crisis de 2001-2002 en nuestro país.

Algunos cambios de discurso alentadores

Siempre que leo los diarios de Argentina trato de encontrar elementos que ayuden a mantener viva la esperanza de que en algún momento volvamos a tener un conjunto de reglas de juego para nuestra economía que conduzcan a la estabilidad, el crecimiento y el progreso social. Ayer, encontré dos artículos que recorté. Uno aparece en La Nación, en la página 14 bajo el título “Con un nuevo discurso económico. El candidato radical ajusta su propuesta”. El otro aparece en Clarín  y se trata de un reportaje a Roberto Lavagna. Está en la página 25 de ese matutino.

Me resultó alentador leer que el Dr. Ricardo Alfonsín tiene entre sus asesores económicos a Nicolás Gadano, a Sebastian Galliani y a Nicolás Dujovne. Me pareció interesantísimo conocer además que está consultando al exitoso ex Ministro Chileno Andrés Velazco y que éste lo ha convencido de la importancia de un Banco Central que tenga suficiente independencia como para fijar metas de inflación. Ojalá el candidato a Presidente de la Nación por la UCR le preste mucha atención a estos buenos consejeros. Su padre, el Dr. Raúl Alfonsín, lamentablemente no advirtió en los 80s que en la UCR había economistas de la talla de Ricardo López Murphy y Adolfo Sturzenegger, que podrían haberlo asesorado muy bien en materia fiscal y monetaria, con mucho mejores resultados en materia de estabilidad y crecimiento que los que logró durante su gobierno.

Pero por si acaso el Dr. Ricardo Alfonsín llegara a rumbear en la misma dirección de su padre y, eligiera como consejero a economistas como Roberto Lavagna y quienes le diseñaron el Plan Austral, es también alentador leer que, hoy por hoy, Roberto Lavagna no cree que la devaluación monetaria sea la forma de resolver los problemas de la Argentina. Esto también es buena noticia.

Es triste constatar que en materia institucional Argentina retrocede mientras casi todo el mundo avanza.

Escribo esta nota dentro del avión que me trae de regreso a Buenos Aires desde Johannesburgo, Sudáfrica. En este viaje de cinco días visité Zambia, Mozambique, Suazilandia y Sudáfrica como integrante del equipo de expertos que la Brenthurst Foundation organizó para discutir con autoridades y empresarios de esos países la forma de lograr transformar la agricultura de subsistencia en una agricultura comercial moderna, reducir la informalidad laboral y disminuir el desempleo urbano.  Quince días atrás yo había estado cuatro días en Astana, la ciudad capital de Kazakstán, en el Asia Central, por un motivo parecido.

Todos los países que visité en estos dos viajes, incluida Sudáfrica, tuvieron en el pasado regímenes políticos y económicos mucho más cerrados, autoritarios y estatistas que los de Argentina. Sufrieron y aún sufren, las mismas consecuencias que esos regímenes produjeron en nuestro país entre 1930 y 1990. Pero a pesar de que partieron de realidades peores que la nuestra a fines de los ochentas y que contaban con mucho menos experiencia empresarial y política que la que disponíamos nosotros para avanzar hacia la democracia política y la economía de mercado, todos ellos siguen empeñados en avanzar en esa dirección. El camino no les resulta fácil y los resultados que han conseguido hasta ahora no son espectaculares, pero a diferencia de nosotros, siguen tratando de perfeccionar sus instituciones políticas y económicas.

En Argentina, lamentablemente, nos movemos en la dirección opuesta. Luego de haber hecho funcionar las instituciones de la democracia cada vez mejor entre 1983 y 2001 y de haber logrado derrotar a la hiperinflación, abrir la economía y organizarla sobre la base de reglas simples y claras, la crisis de 2001-2002, ha impulsado a nuestros dirigentes políticos, empresariales y sindicales a moverse en la dirección contraria. Están recreando todos los defectos institucionales que nos hicieron perder posiciónes en el mundo y que deterioraron la calidad de vida de los Argentinos.

Todos los países que visité y muchos otros países del mundo en desarrollo sufrieron crisis mientras iban implementando las reformas de las instituciones políticas en dirección a más democracia y de las instituciones económicas hacia la apertura al mundo y la liberación de los mercados. Pero en ninguno de ellos he encontrado que el diagnóstico al que los principales dirigentes arribaron luego de las varias crisis que sufrieron, sea el de que debían variar el rumbo y abandonar la idea de que la democracia y la economía de mercado son el tipo de instituciones que permite progresar a las naciones.

Por el contrario, en nuestro país, la crisis de 2001-2002 llevó a un diagnóstico que es totalmente equivocado.  Se atribuyó la crisis a las reformas de mercado impulsadas por Carlos Menem: estabilización, apertura de la economía, privatizaciones, desregulación, eliminación de impuestos distorsivos y ajuste fiscal; y a la actitud buscadora de consenso, nunca autoritaria y respetuosa de la independencia del Poder Judicial  de Fernando  De la Rúa. Por supuesto, los dirigentes que sobrevivieron a la demanda popular de “que se vayan todos”, nunca mencionan como causa de la crisis el exceso de gastos y de endeudamiento con el sistema bancario de las provincias entre 1997 y 2000, tampoco las trabas que desde el Congreso Nacional y desde los gobiernos provinciales se le impusieron al Gobierno de De La Rúa durante 2000 y 2001,cuando el ajuste fiscal era ineludible y, mucho menos, el vergonzoso aprovechamiento que hicieron los gobernadores y empresarios endeudados de la errónea decisión del Director Gerente del FMI de quitar el apoyo a la Argentina en pleno proceso de reestructuración de su deuda pública. Prefirieron diagnosticar que la culpa era exclusivamente atribuible a la “ideología neoliberal” con la que yo, Domingo Cavallo, había supuestamente infectado a ambos presidentes y, en alguna medida, a la sociedad toda.

Es sabido, al menos desde que Maquiavelo lo escribió en El Príncipe, que, dentro de las estrategias que permiten conquistar y mantener el poder, está el buscar chivos expiatorios y asignarles todas las culpas, como para que los demás y, en muchas circunstancias, los verdaderos culpables, no sean identificados y gocen de impunidad. Yo no me quejo porque nos haya tocado a Menem, a De La Rúa y a mí ser elegidos chivos expiatorios. Este, al fin de cuenta, es un  riesgo de la política del que uno tiene que ser consciente. Pero lo que sí me entristece es que en el diagnóstico sobre las causas de la crisis, se hayan creado dudas sobre la eficacia de la democracia y la economía de mercado como reglas capaces de asegurar el progreso de nuestra Nación.

Se elogia a Néstor Kirchner por haber recompuesto el poder presidencial, supuestamente ausente durante el período de De La Rúa, a pesar de que él no se privó de usar métodos autoritarios, arbitrarios y coartadores de las libertades individuales. También se lo elogia por haber vuelto a encerrar la economía, estatizado empresas, confiscado ahorros de los futuros jubilados, aplicado arbitrariamente controles de precios, distribuido subsidios con mecanismos que crean enormes oportunidades de corrupción y, sobre todo, haber aumentado el gasto público sin recurrir al endeudamiento externo pero echando manos a cuanto impuesto distorsivo y ahorro acumulado pudo identificar.

Y, casi con unanimidad, los dirigentes políticos y gremiales y no pocos analistas políticos y económicos consideran a Duhalde como quien sacó al país de la crisis y volvió a ubicar a la Argentina en el camino del crecimiento. Otro craso error. Duhalde, quien ahora pregona políticas de estado para asegurar la estabilidad de un futuro gobierno radical, en realidad fue el beneficiario, si no líder, de la confabulación Peronista Radical que produjo el golpe institucional de 2001-2002, aprovechando el grueso error cometido por el entonces Director Gerente del Fondo Monetario Internacional de suspender los desembolsos que esa institución había comprometido para apoyar una reestructuración ordenada de nuestra deuda pública como solución a la terrible crisis financiera que azotaba al País.

Lamentablemente, de los candidatos que quedan en carrera para la próxima elección Presidencial con cierta presencia en las encuestas, no hay uno que tenga la interpretación correcta de las causas de la crisis de 2001-2002. Reutemann nunca entró en carrera, Macri, Cobos y Sanz se bajaron de la contienda presidencial y ni Rodríguez Saá, ni Solá, que podrían tener una mejor apreciación de las verdaderas causas de la crisis 2001-2002, logran aparecer en las encuestas.

Peor aún, todos los que quedan en carrera, contribuyeron, en mayor o menor medida, a boicotear los avances económicos del Gobierno de Menem y el diálogo democrático del Gobierno de De la Rúa.  Cuando escucho a Duhalde hablar de políticas de estado y su preocupación por asegurar la estabilidad de un eventual futuro gobierno radical me viene a la memoria las evasivas con las que respondió a mi pregunta sobre porqué se negaba a participar en el diálogo político al que había convocado el Presidente De la Rúa  en noviembre de 2001. Mientras me pedía que le enviará mas dinero al Gobernación de Buenos Aires para que pudiera pagar los sueldos de una provincia cuyas finanzas él había desquiciado, me explicaba que no podía asistir a un diálogo político al que también había sido invitado Carlos Menem que por entonces era todavía el presidente del Partido Justicialista.

En realidad, luego de escuchar el último discurso de Cristina Kirchner en la que con absoluta claridad se quejó de las presiones de las corporaciones sindicales y empresarias, pienso que probablemente sea ella la que la que está en mejores condiciones de revisar el diagnóstico equivocado de la crisis 2001-2002 y prepararse con inteligencia para la crisis que ineludiblemente se viene, como consecuencia del rumbo equivocado que ha seguido nuestro país desde enero de 2002. No creo que la bonanza externa permita encubrir, durante cuatro años más, las graves consecuencias de haber retrocedido hacia un país mucho más autoritario en lo político y mucho menos abierto, estable y eficiente en lo económico que el que habíamos logrado construir en los noventas.

Si yo dispusiera del mínimo dinero necesario para apuntalar una candidatura presidencial, me lanzaría a buscarla con este discurso. Al menos para abrir los ojos y las mentes de los argentinos que no quieren dejarse engañar. Pero, lamentablemente, tengo que dedicar mi tiempo a recomendar soluciones a países lejanos, como los que mencioné en el comienzo de esta nota, para poder sustentar apenas mi vida familiar y los honorarios de los abogados que me defienden de las infames acusaciones que los verdaderos corruptos y delincuentes lanzaron en mi contra para adobar la estrategia del chivo expiatorio.

Escribí esta nota pensando en aquellos visitantes de este blog que me recriminan el haber bajado los brazos en política. Tengan la seguridad que si las circunstancias lo llegan a permitir, me van a volver a ver peleando por el progreso de nuestra querida Argentina, también desde la política.