America Latina y la Crisis Europea

Este fue el tema de una conferencia organizada por Guillermo Calvo en Columbia University el pasado miércoles. Yo fui uno de los panelistas y para quienes quieran ver la discusión, aquí va el link a Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=t0LVG2xg-pQ&feature=youtube. Le pido disculpas a los visitantes de mi blog por no haber subido ningún artículo durante las dos últimas semanas, pero quede varado en Cartagena de Indias, ciudad a la que fui para participar en el Foro Iberoamericano, cuando llegó el Huracán Sandy a la costa este de los Estados Unidos. Se suspendieron las clases en Yale University y las tuve que recuperar en los días siguientes, por lo que la actividad docente y los viajes accidentados me impidieron trabajar en el blog. Mañana viajo a China para participar en sendas reuniones de la Universidad Politécnica de Hong Kong, que cumple 50 años y ha organizado una conferencia sobre el Sistema Monetario Internacional, y del Internacional Finance Forum de Beijing que va a desarrollar su duodécima reunión anual. Espero poder escribir un post sobre lo que está ocurriendo en Argentina mientras estoy en el avión. Hasta entonces.

«Convertibilidad» y «Tipo de Cambio Fijo»

Después de leer el artículo «»Convertibilidad» y «Cepo Cambiario»: ¿sinónimos o antónimos?» la gente se preguntará si para salir del «Cepo Cambiario»  se necesita ir a un «tipo de cambio fijo», tal como ocurría cuando rigió la Convertibilidad en nuestro país, entre 1991 y 2001. La respuesta es negativa. Puede haber convertibilidad con tipo de cambio flotante, como ocurre en casi todos los países que la tienen. Lo que sí es imprescindible, en un país que ha sufrido muchos años de alta inflación y ,donde 10 años después de haberse librado de ella,  se re-introdujo esa enfermedad con virulencia, es que no se prohíban (o se desalienten) los depósitos en dólares en el sistema financiero local. Eliminar el «Cepo Cambiario» y devolver convertibilidad a nuestro Peso requeriría dejar que la gente que desee mantener sus ahorros en dólares, lo pueda hacer en nuestro sistema financiero. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en Perú, donde soles y dólares conviven en un sistema bi-monetario de moneda local convertible y flotante. Lamentablemente el Gobierno se ha estado moviendo en la dirección opuesta: insinúa que puede volver a «pesificar» los depósitos en dólares y sus obligaciones en esa moneda. Por eso, los tenedores de bonos en dólares tratan de desprenderse de ellos y quienes aún tienen depósitos en dólares desean transformarlos en dólares billete.

Lamentablemente este Gobierno no puede eliminar el «Cepo Cambiario». Si lo intentara y anunciara que se respetarán todos los contratos en dólares, la gente no le creería y trataría de hacerse de dólares billete y las empresas con dividendos y capital, que no pudieron ser pagados y repatriados a causa del «Cepo Cambiario», intentarían mandar de inmediato sus fondos al exterior. En un primer momento, el precio de Dólar saltaría a un valor cercano a los 10 pesos por Dólar. En uno de los comentarios recientes ingresados al blog, Felipe Murolo ha aportado los datos necesarios para calcular el precio del Dólar de Convertibilidad: al 5 de Octubre, los pasivos monetarios del Banco Central ascendían a 374.800 millones de pesos y las reservas en el Banco Central, deducidos los encajes en dólares del sistema financiero, eran de  37.400 millones de dólares. Esto significa que por cada dólar de sus reservas hay 9,76 pesos que la gente podría intentar convertir en dólares. Pero ¿terminaría ahí la corrida contra los dólares reservados en el Banco Central?. No, por la siguiente razón: con una devaluación del 100%, los sindicatos demandarían un aumento de salarios de una proporción parecida y el Gobierno se vería obligado a emitir muchos pesos para afrontar los pagos de salarios aumentados. En poco tiempo todos los precios se duplicarían y la inflación saltaría a más del 100% anual. Es decir, se repetiría el «Rodrigazo» de 1975.

¿Quiere decir que nunca se podrá salir del «Cepo Cambiario»? No. Es éste Gobierno el que no puede sacar a Argentina del «Cepo Cambiario» porque ha perdido toda credibilidad y no inspira confianza. Un nuevo Gobierno, al que la gente le crea cuando se comprometa a estabilizar el valor de la moneda y a luchar firmemente contra la inflación, podrá eliminar el «Cepo Cambiario», tal como lo hicimos el 1 de abril de 1991. Lamentablemente habrá que esperar al 10 de diciembre de 2015 y aspirar a que el nuevo Gobierno tenga planeado un Plan de Estabilización capaz de recrear la confianza de los Argentinos. Sólo así se podrá evitar un «Rodrigazo». Esto es lo que vengo explicando desde 2008, cuando publiqué mi libro «Estanflación».

«Convertibilidad» y «Cepo Cambiario». ¿Sinónimos o Antónimos?

Kicillof acaba de decir que la «Convertibilidad» fue el verdadero  «Cepo Cambiario». Seguramente se lo ha explicado así a la Presidente. Si «Cepo Cambiario» y «Convertibilidad» fueran sinónimos, Cristina tendría razón cuando dice que hoy no hay «Cepo Cambiario»: quiere decir que no hay «Convertibilidad». Y eso es cierto! Lástima que la confusión de términos los lleve a desconocer tanto los costos que supone el «Cepo Cambiario» como las virtudes que despliega la «Convertibilidad». Afortunadamente la gente tiene buena intuición y en esta materia no está confundida.

Es claro que Kicillof no sabe lo que significa «Convertibilidad». En la literatura de raíz marxista que el ha leído, el término «Convertibilidad» nunca aparece. Por si llega a leer este artículo, voy a tratar de explicarle qué significa.

«Convertibles» son las monedas que pueden ser canjeadas por otras monedas con total libertad y sin ningún tipo de restricción. El Dólar, El Euro, el Peso Chileno, el Peso Mejicano, el Peso Colombiano, el Sol Peruano, el Real Brasileño y casi todas las monedas de los países bien organizados, hoy por hoy, son «convertibles» porque si uno las tiene y las quiere canjear por otras monedas, lo puede hacer con entera libertad. «Inconvertibles» son el Bolívar Venezolano, el Peso Argentino y las monedas de algunos países africanos que aún tienen estrictos controles de cambio y no le dan a sus habitantes la libertad de elegir la moneda en la que quieren ahorrar.

Cuando una moneda deja de ser convertible, en un país que gozó de la Convertibilidad, el gobierno está enviando la señal de que se va a valer de la desvalorización de esa moneda para financiar su déficit fiscal. En otros términos, pre-anuncia que va a cobrar el impuesto inflacionario: el impuesto que pagan quienes mantienen sus ahorros en la moneda no convertible. Lo pagan a través de la pérdida de poder adquisitivo de esos ahorros. Al Gobierno le resulta muy fácil recaudar ese impuesto: basta poner a funcionar la máquina de imprimir billetes y utilizar a la emisión monetaria como fuente de financiamiento de sus desequilibrios fiscales.

Mientras rigió la Ley de Convertibilidad en nuestro país nunca escasearon los dólares. Aún el día en que se decretó la pesificación de los depósitos bancarios el Banco Central tenía los dólares necesarios para cambiar todos los pesos que habían sido emitidos por el Banco Central. Es decir, si la gente decidía que sólo quería tener dólares y no pesos, se podría haber satisfecho su deseo, tal como se lo hizo a lo largo de todo el año 2001. Que la gente eligiera libremente la moneda era la esencia de la «Convertibilidad».

Todos los dólares que circularon en la Argentina durante el período de la Convertibilidad no eran del Banco Central sino de la gente. Si estaban en el Banco Central, era porque la gente había decidido que para algunas transacciones y para parte de sus ahorros, también quería tener pesos. Entonces llevaba sus dólares al Banco Central y los canjeaba por pesos. Por eso, desde los 4 mil millones de dólares que tenía el Banco Central respaldando 4 mil millones de pesos el 1 de abril de 1991, llegó un momento que el Banco Central tuvo más de 30 mil millones de dólares que la gente decidió canjear por pesos. Para llevar a cabo ese canje el Gobierno imprimió pesos, pero los puso en circulación sólo en la medida que la gente se presentaba con dólares al Banco Central. Al ser respetuoso de ese principio, el Banco Central dispuso, hasta el final de 2001, de todos los dólares necesarios para canjear, 1 por 1, todos los pesos que se le presentaban. Y así lo hizo.

Con al menos una moneda que la gente nunca dejó de demandar, el Dólar, nuestro País pudo gozar de la misma estabilidad monetaria y de precios de que gozan los países avanzados y los que han sido monetariamente disciplinados por muchas décadas. Nosotros, que habíamos vivido 45 años con inflación y habíamos desembocado en una terrible hiperinflación, no podríamos haber eliminado ese flagelo si no usábamos al Dólar como patrón (o puntal) para el Peso Convertible que, algún día, podría haber llegado a ser tan creíble como el Dólar. O incluso más creíble, como llegaron a serlo muchas monedas que durante un tiempo también estuvieron apuntaladas por el Dólar y, cuando comenzaron a flotar, lejos de dejar de ser convertibles, se transformaron en monedas más demandadas que el mismo Dólar. Eso pasó con el Yen japonés, con el Marco Alemán, con el Franco Francés, con el Dólar Australiano, con el Dólar Canadiense, con el Dólar de Singapur y, sin ir más lejos, ha estado pasando durante los últimos años con el Peso Chileno, el Real Brasileño y el Peso Colombiano que, lejos de depreciarse, se han estado apreciando!

Se ha instalado en nuestro país la errónea interpretación de que la crisis de 2001 fue una crisis de la Convertibilidad. Craso error! No fue una crisis del régimen monetario sino una crisis financiera, que ocurre con cualquier régimen monetario. Por ejemplo, ocurrió en los Estados Unidos en 2008 y aún está produciendo muchos problemas, a pesar de que los Estados Unidos tienen una moneda propia y altamente demandada: el Dólar. Y está ocurriendo en Europa a pesar de que el Euro, desde 2002 en adelante, pasó a ser más valioso que el Dólar ( si lo fue, es precisamente, porque fue más demandado que el mismo Dólar). Las crisis financieras se producen cuando los activos de los bancos, es decir las cuentas a cobrar por los préstamos que los bancos han concedido, comienzan a tornarse incobrables. Si los depositantes y los demás acreedores de los Bancos advierten que la solvencia de esas instituciones está en peligro, comienzan a tratar de recuperar los fondos que habían depositado o le habían prestado a esos bancos. Eso es lo que se llama una «corrida bancaria». Las corridas bancarias son difíciles de parar, salvo que alguien actúe como prestamista de última instancia. En el caso de los Estados Unidos, lo hizo el Banco de la Reserva Federal. En el caso de Europa lo está haciendo, en forma demasiado lenta, el Banco Central Europeo.

En nuestro caso, el único que podría haberlo hecho es el FMI. Lamentablemente, para regocijo de quienes querían destruir la Convertibilidad y licuar sus pasivos, el FMI , que en agosto de 2001 se había comprometido a prestarnos los dólares necesarios para sostener la estabilidad del sistema financiero y apoyar la re-estructuración ordenada de la deuda pública, dejó de desembolsar los fondos comprometidos a partir de noviembre, cuando estábamos en medio de la re-estructuración y se produjo otra fuerte corrida bancaria. La crisis financiera se transformó en una crisis del sistema monetario. Quienes esperaban beneficiarse del abandono de la Convertibilidad, aprovecharon el cambio de Gobierno para decretar la pesificación compulsiva de todos los depósitos en dólares. Eso es precisamente  la forma de pasar de una moneda convertible a una inconvertible. Nadie quería tener Pesos y en la desesperación por volver a convertirlos en Dólares, el Precio del Dólar salto de 1 a 3 pesos en pocas semanas. A partir de allí, la inflación volvió a instalarse como una  enfermedad crónica en nuestra economía.

Aún con todo el despojo que significó la pesificación compulsiva, si desde enero de 2003 el Banco Central hubiera dejado flotar libremente el Peso, como lo hizo el Banco Central de Brasil desde el comienzo del gobierno de Lula,  nuestra moneda se hubiera apreciado en la misma proporción y al mismo ritmo que lo hizo el Real. En ese caso, la inflación podría haber bajado sin necesidad de congelar precios y tarifas. Pero aquí todavía reinaba la «teoría del tipo de cambio real alto» y no se dejó que el Peso se apreciara. La consecuencia fue que los precios y salarios libres comenzaron a ajustarse al precio del Dólar y los precios y tarifas congeladas quedaran cada vez más rezagadas. Es así como aparecieron y crecieron los subsidios que provocaron y siguen provocando un peligroso descontrol del gasto público.

Cuando ya todo el efecto de la devaluación se había trasladado a los precios y salarios, la inflación se mantuvo alta porque era empujada no ya por la devaluación sino por la emisión monetaria. Pero la emisión monetaria lleva inexorablemente a más devaluación. Es aquí cuando la gente comienza a advertir que mantener sus ahorros en una moneda inconvertible es muy desventajoso. Y, frente a la fuerte demanda de dólares para proteger ahorros, el Gobierno tira por la borda su estrategia de crecimiento basado en el tipo de cambio real alto y decide evitar que el precio del Dólar suba. Para ello, acentúa de manera extrema los controles de cambio. La moneda pasa a ser aun mas inconvertible y la gente trata desesperadamente de desprenderse de ella. Este es el fenómeno que estamos viviendo.  Y a este fenómeno la jerga popular le ha denominado «Cepo Cambiario». Sin duda, «Cepo Cambiario» es una denominación no técnica, pero intuitivamente comprensible de la  denominada «Inconvertivilidad» de la Teoría Monetaria.

En otros términos, Kicillof tiene una gran confusión y se la ha trasmitido a la Presidente. «Cepo Cambiario» y «Convertibilidad» no son sinónimos sino antónimos. La gente, afortunadamente, no está confundida.

«Cristina y Dilma, diferentes en Harvard»

Este es el título de un artículo que escribió para el Nuevo Heral de Miami el periodista argentino Hugo Trotti, a quien reencontré precisamente en Harvard, universidad que él está visitando como Senior Fellow del Wheatherhead Center for International Affairs. Él, como yo, nació y creció en el seno de una familia humilde de la ciudad de San Francisco, Provincia de Córdoba y llegó a Harvard, como lo hacen todos los estudiantes que son admitidos y los profesionales que son invitados, gracias a sus propios méritos académicos y a la generosidad e inteligencia de quienes donan fondos para becas. En su artículo destaca algo que ha pasado desapercibido en Argentina: lo grave del paso de Cristina en Harvard no es que allí la hayan conocido tal como es. Al fin y al cabo los argentinos ya la conocíamos bien. Lo grave es que una vez más haya desaprovechado una oportunidad para «absorber» a Harvard y no dejarse «absorber»» por Harvard. El contraste con Dilma, que muestra con elocuencia y conocimiento Hugo Trotti, da testimonio de otra oportunidad perdida para nuestro país. Aquí vá el es link para leer el artículo que recomiendo a los visitantes de mi blog : http://www.elnuevoherald.com/2012/09/28/1310497/ricardo-trotti-cristina-y-dilma.html

La fórmula económica de Cristina en Harvard: hay que castigar al ahorro…

Cristina se mostró en Harvard tal como es y casi todos los comentarios que he leído hablan de los defectos de su personalidad. No abundaré sobre este tema porque me parece redundante.

Pero deseo destacar una interpretación sumamente peligrosa que ella hace de la realidad: la de creer que el ahorro es malo para la economía. Esta convicción presidencial conduce a la prescripción que Cristina reitera en cada uno de sus discursos y que quedó claramente evidenciada en Harvard: los ahorristas merecen ser castigados. El peligro está en que si la Presidente sigue insistiendo con ese discurso, Argentina va a sufrir cada vez más Inflación y estancamiento.

Sobre el ahorro queda claro que a ella le parece mal que los argentinos quieran preservar su valor. Cuando sostiene que no se justifica que haya abastecimiento de dólares para quienes quieren ahorrar en esa moneda y cuando se queja de la enorme cantidad de dólares por habitante que hay en la Argentina, pone de manifiesto que ella no entiende un principio elemental de cualquier conducta racional: quien difiere su consumo para ahorrar lo hace para disponer de esos ahorros en el futuro. Por consiguiente, va a tratar denodadamente de defender el poder adquisitivo de esos ahorros. Como advierte que la moneda nacional, el Peso, no le provee esa defensa, recurre al Dólar o a otras monedas extranjeras. También recurre a los bienes raíces a hasta algunos bienes durables, pero cuando lo hace, al mismo tiempo se queda sin liquidez.

Bastaría que Cristina entendiera este principio tan elemental para que lograra explicarse porqué hay tantos dólares per cápita en la Argentina: sufrimos 45 años (desde 1945 a 1990) todo tipo de inflación: alta pero no explosiva (entre 1945 y 1974), estanflación (entre 1975 y 1988) e hiperinflación  (en 1989 y 1990). En ese contexto inflacionario, la gente se dio cuenta que la moneda nacional inconvertible no proveía protección a sus ahorros y se acostumbró a comprar dólares para brindarles al menos cierta protección. Los bienes raíces también se le otorgaban, pero es imposible manejarse sin liquidez, por lo que no todos los ahorros se podían transformar en terrenos o en ladrillos.

La fórmula de la Convertibilidad, que en 1991 pareció una estrategia milagrosa para erradicar la inflación de la economía, no tuvo nada de milagroso: fue una solución de sentido común. Si la gente sólo ahorraba en dólares y hasta trataba de recordar los precios de los bienes en dólares (porque los precios en pesos cambiaban continua y aceleradamente) lo único que había que hacer para estabilizar era legalizar el uso del Dólar como moneda, autorizar la intermediación financiera en dólares y dejar que una nueva moneda nacional, el Peso Convertible, tuviera que competir con el Dólar para sobrevivir y, sobre todo, para inspirar mucha confianza en algún momento del futuro. Los argentinos pasamos a tener libertad para elegir la moneda en la que queríamos ahorrar y llevar a cabo nuestras transacciones y contratos cotidianos. Adquirir esa libertad nos permitió pasar de la hiperinflación a vivir ocho años sin inflación y con un crecimiento promedio del 6 % anual. Superamos en sólo un año, 1995, el impacto negativo de la devaluación del Peso Mejicano sobre nuestra economía, que llevó a muchos operadores en los mercados a pensar que el Peso Convertible también se devaluaría.

Sobre la Convertibilidad  Cristina dijo algunas cosas ciertas: fue una idea mía, aunque no porque yo haya estudiado en Harvard y haya sido profesor visitante en esa Universidad como despectivamente sugirió Cristina durante su conferencia sino porque era la solución de sentido común: la sugerían los millones de Argentinos que todos los días compraban desesperadamente dólares para proteger sus ahorros y que repudiaban al Austral, la moneda argentina de aquel  entonces. Exactamente como vuelve a ocurrir hoy con el Peso inconvertible.

También es cierto que gracias a la Convertibilidad fue posible privatizar todas las viejas empresas estatales, verdaderos antros de corrupción y de ineficiencia. Gracias a esa decisión fue posible eliminar el enorme déficit fiscal que Argentina había soportado durante los 80’s y fue posible también pagar la deuda que se había acumulado con los jubilados por incumplimiento de las leyes previsionales.

Es sorprendente que Cristina sea hoy crítica de las privatizaciones, cuando durante los 90’s su esposo las apoyaba con entusiasmo y gracias a la Convertibilidad y a las privatizaciones ganó en su provincia las elecciones para Gobernador en 1991, 1995 y 1999. De eso puedo dar testimonio, porque yo fui a hacer campaña con él a la Provincia de Santa Cruz en aquellas oportunidades y porque en varias ocasiones Cristina nos recibió a mi esposa y a mí en sus residencias de Río Gallegos y Calafate, con mucha más humildad y amabilidad que la que hoy trasunta en sus discursos.

Lamentablemente, no dijo que también fue gracias a la Convertibilidad que pudimos pasar en sólo 10 años de ser un país fuertemente  deficitario en materia de producción de energía (en 1988 y 1989 había frecuentes cortes de electricidad de hasta 10 horas por día) a exportar petróleo, gas y electricidad por casi 10 mil millones de dólares. Y que gracias a la Convertibilidad recibimos todas las inversiones que crearon la capacidad productiva, en energía e infraestructura  y permitieron la modernización agropecuaria e industrial con que se inició la gestión de los Kirchner en 2003. Fueron estas inversiones las que le permitieron a Argentina crecer como lo hizo desde 2003 en adelante, a pesar de la paralización casi completa de la inversión que produjeron las virtuales expropiaciones desde 2002. También omitió decir que desde que se pesificó en forma forzosa a la economía y se destruyeron los derechos de propiedad de quienes habían ahorrado o invertido ahorros externos en Argentina, no ha habido nueva inversión en sectores claves como los de la energía y de los transportes y, por eso, hoy se han vuelto a sufrir déficits tan alarmantes como los que se habían acumulado durante la década de los 80s.

Pero, además de estas cosas ciertas que dijo o que omitió sobre la Convertibilidad, dijo varias otras cosas que son mentiras lisas y llanas. Por ejemplo que la deuda pública era en 2001 del 160 % del PBI, cuando en realidad era de no más del 60 %, si es que el precio del dólar, en términos de poder adquisitivo, se lo calcula al valor que tenía en 2001,que, entre paréntesis, es el mismo que el que tiene hoy en la Argentina. Y la deuda pública actual, si se la mide bien, es mayor al 60% del PBI. El Gobierno omite registrar la deuda con los jubilados por no haber ajustado las jubilaciones al ritmo de la inflación, como lo manda la Constitución Nacional. Todo esto a pesar de varios pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia sobre la obligatoriedad de ese reconocimiento de deuda. También omite la deuda con el Club de París, aún en default, la deuda con los tenedores de bonos que no se presentaron al último canje y las sentencias del CIADI reconociendo derechos de inversores cuyas propiedades fueron virtualmente confiscadas. También omite la deuda flotante de la Nación y las provincias con proveedores, contratistas y exportadores, a todos los cuales se le demoran cada vez más los pagos.

Tampoco dijo que desde 2002 hasta el presente, el Costo de la Vida aumentó más que el precio del Dólar en el mercado oficial, aún si se lo compara con el 1 a 1 que estableció la Convertibilidad hasta el 2001. La falta de reconocimiento de este fenómeno es fruto de que desde 2007 vienen mintiendo sobre los índices de inflación. Hoy la inflación es del 25 % y ha fluctuado alrededor de ese nivel en los últimos cinco años. Sin embargo el INDEC sigue diciendo que está por debajo del 10 % anual. Es tan desalentadora la mentira sobre la inflación que se ha transformado en la razón principal de la fuerte demanda de dólares para atesoramiento. La gente no cuenta con la protección al ahorro que podrían significar los depósitos bancarios o los títulos públicos ajustables por inflación, simplemente porque los índices oficiales no miden la verdadera inflación.

Si Cristina no se creyera todas estas mentiras que tanto reitera en sus discursos, podría comenzar a resolver el problema de la inflación, con la misma facilidad con que lo hicimos en 1991. Bastaría con que ordenara al INDEC dejar de mentir y comenzara a publicar mediciones reales de la inflación. Seguramente para hacerlas creíbles, luego de haber mentido tanto, necesitará una auditoría del FMI o de alguna otra entidad internacional, pero ello no debería ser un problema si el INDEC está dispuesto a decir la verdad de aquí en adelante. A partir de ese momento los bancos podrán ofrecer depósitos en pesos ajustados por la inflación verdadera y tanto el sector público como el sector privado podrán emitir deuda ajustada por inflación, lo que ofrecerá una alternativa de inversión líquida para los ahorristas, sin necesidad de recurrir al Dólar. Por supuesto que ayudaría mucho a bajar la inflación que el Gobierno se animara a eliminar todas las restricciones a la compra de dólares y al comercio exterior.

¿Por qué Cristina no toma esta decisión? No lo hace, porque de hacerlo va a cerrar la posibilidad de seguir financiando sus desmanejos con la expropiación de los ahorros acumulados en el pasado, como lo han venido haciendo desde que en 2002 le robaron los ahorros a todos los argentinos mediante la pesificación de los depósitos en dólares, se quedaron con los ahorros de quienes habían invertido desde el exterior mediante la virtual confiscación de  las empresas que privatizadas, se apropiaron de los ahorros de los trabajadores que estaban en los fondos de pensiones, se quedaron y se siguen quedando todos los meses con la porción de ahorros que, quienes compraron o recibieron títulos de deuda ajustables por inflación, pierden por las mentiras del INDEC y, obviamente, no van a poder seguir argumentando que la pobreza  es reducida y que la gente puede vivir con 6 pesos por día.

Lamentablemente El Gobierno de Cristina se ha metido en una trampa de la que le resultará imposible salir, salvo que decida cambiar totalmente de actitud frente a la realidad: reconocerla tal cual es y no imaginarla como a ella le gustaría que fuera. Luego de volver a escucharla en la conferencia de Harvard, perdí toda esperanza de que lo haga. No se puede castigar a quienes ahorran en Argentina y a quienes habiendo ahorrado en el extranjero habían invertido en el país, sin pagar las consecuencias. Y  las consecuencias no son otras que la desvalorización permanente y creciente de la moneda argentina y la aceleración de la inflación aún con la economía estancada.