Ojalá sea así Lucas… pero convendría, por prudencia, que prueben primero con un mercado libre y legal, aún cuando no fuera único

En «conversando con Cavallo«, Lucas Llach presenta muy buenos argumentos por los que sería posible y conveniente una unificación y liberación completa del tipo de cambio ahora. Además, interpreto que él pregona que la gente pueda tener cuentas tanto en dólares como en pesos en el sistema bancario argentino, es decir, lo que yo denomino convertibilidad flotante a la peruana. Si esto último no se permitiera, en una economia ya tan dolarizada «de hecho» como la de Argentina, el mercado cambiario no sería enteramente libre.

Por supuesto que un mercado cambiario único y libre supondría también eliminar todas las restricciones para las salidas de capitales, incluidas repatriación y distribución de dividendos. Mi gran duda es respecto al nivel al que se estabilizaría el tipo de cambio en este mercado, aún con el compromiso de que no habrá emisión para financiar al Estado. Esta duda surge de comparar la Base Monetaria actual (es decir el dinero ya emitido) con las reservas del Banco Central. Ese cociente (bien calculado) fue, al 31 de enero de 2014 de 16 pesos por Dólar. Si se omiten de la base el valor al tipo de cambio oficial de los encajes de los bancos por depósitos en dólares y no se restan esos encajes de las reservas, como hacen algunos analistas, igual el cociente da un número alto: 13 pesos por dólar. Recuerdo muy bien que en marzo de 1991, cuando dejamos que el Austral flotara libremente luego de emitir todos los australes necesarios para que no quedaran deudas de corto plazo en el Tesoro y resultara creíble el compromiso de no emitir para financiamiento de déficit alguno, el precio del Dólar se estabilizó en 10.000 australes por Dólar, que coincidía aproximadamente con el cociente entre la base monetaria en Australes y las reservas en dólares en el Banco Central.

Alguien podría pensar que el Banco Central tiene el instrumento para reducir significativamente la base monetaria: utilizar las LEBACs no sólo para reabsorber la nueva emisión que demanda el tesoro para financiar su déficit,  sino también hacerlo con buena parte del dinero emitido en el pasado. Por ejemplo, para que el tipo de cambio de convertibilidad plena bajara de 13 a 9,60 deberían colocarse  nuevas LEBACs por 112.000 millones de pesos (hoy el stock  de LEBACs es de 107.000 millones de pesos).  ¿Qué tasa se necesitaría ofrecer para que el mercado estuviera en condiciones de absorber semejante cantidad de LEBACs?

Antes de adoptar decisiones que para un gobierno tan poco creíble como el actual podrían transformarse en un Rodrigazo, yo sugiero que primero dejen funcionar un mercado legal y  libre para el turismo, el atesoramiento y todo tipo de transferencias financieras al exterior. Es sólo una recomendación de prudencia. Cuando Ricardo Zynn y Pedro Pou, en junio de 1975 recomendaron a Celestino Rodrigo que produjera la devaluación que dio lugar al Rodrigazo, también tenía en mente las ventajas de un mercado cambiario único y libre. Ex post facto  no se daban las condiciones como para que ese intento tuviera éxito. Yo temo que hoy pase lo mismo.

Pobre Bein.., cayó en una trampa que le tendió Silvestre y se transformó en «idiota útil» del Gobierno

Sorpendido por lo que le escuché decir a Cristina en su discurso a través de la cadena nacional de radioemisoras, me puse a investigar de dónde sacó Bein la información equivocada que le aportó a la Presidente.

Obviamente Bein no había leído mis posts, porque en el mismo programa dió como proyección del precio del dólar en el mercado oficial, para fines del 2014, la cifra de 9.30 pesos, no muy diferente de la que yo dí para fines del 2015 en el que denomino «el mejor escenario». Yo mencioné un precio del Dólar de 15 pesos para una estimación de inflación del 40 % en 2015 y del 30 % en 2014. Mi cálculo para fines del 2014 es de 10,40 (30 % arriba de los 8 pesos que se cotiza hoy). Él habla de una recesión del 1.6% del PBI, medido por el INDEC, cuando yo hablo de 3 % de caída del PBI, bien medido. No es una gran diferencia, teniendo en cuenta que es claro que el INDEC viene sobre-estimando el crecimiento a razón de 2% por año desde el 2009. ¿Dónde está la gran diferencia entre mis predicciones y las de él?

Pensé que quizás había tomado el que yo denomino el «peor escenario»», pero tampoco permite entender sus comentarios. En ese escenario, que supone que el gobierno no acierta en utilizar adecuadamente la tasa de LEBACs para contener el precio del Dólar en el mercado paralelo, sigue perdiendo muchas reservas  y no avanza en la reducción de subsidios a los servicios públicos, escenario que no es obviamente el que Bein utiliza para sus proyecciones como se puede constatar mirando el nivel de reservas que él predice para 2014;  mi estimación es que el precio del Dólar en el mercado oficial es, al final del 2015, de 25 pesos por dólares, no de 50 como Silvestre señaló en el programa radial. Yo, en el peor escenario, sostengo que la brecha entre el oficial y el paralelo puede llegar a ser del 100%, por lo que el precio del Dólar en el mercado paralelo podría llegar, en ese hipotético caso, a 50 pesos.

¿Que es lo que pasó? Pues basta escuchar el audio del programa de Silvestre en el que Bein habló 10 minutos. Allí se puede escuchar que quien le dijo a Bein que yo predecía un valor del dólar de 50 pesos es Silvestre. No le aclaró que era una estimación para el peor de los escenarios y que se refería al precio del Dólar en el mercado paralelo en el año 2015. De haber sido honesta la mención de Silvestre, le tendría que haber dicho a Bein, que para fines de 2014, en lugar del precio de 9.30 que él predice, yo estimé, si el Gobierno hace las cosas como se las aconseja y las prevee Bein, un precio del Dólar de 10.40.

No me cabe duda que Silvestre, a pedido de alguien del Gobierno, le tiró el pescado podrido para que Bein cayera en la trampa. Esto no exculpa a Bein de su gravísimo error. Un profesional que se precia de serio y que sostiene que es un buen técnico, no puede salir con una acusación como la que utilizó Cristina en su discurso para seguir argumentando que yo soy el responsable de todas las desestabilizaciones pasadas , presentes y futuras de la economía Argentina. Es lamentable, pero la campaña propagandística y difamatoria del Gobierno no tiene límites. Es una lástima que personas como Miguel Bein se presten como «idiotas útiles» a esta delesnable estrategia demonizadora. De periodistas como Silvestre se puede esperar cualquier cosa. Pero de Bein yo esperaba una conducta diferente.

Sobre el post de Lucas Llach

Me encantó leer el post de Lucas Llach titulado «Peso argentino: en unión y libertad«. Explica muy bien cuál es el sitema monetario y cambiario que necesita Argentina, pero me temo que subestima las dificultades que se encontrarán en el camino, cuando se decida tomar esa dirección. Esto es lo que voy a tratar de explicar aquí.

Lucas argumenta que si hoy se pusiera en marcha un mercado único y libre de cambios que llevara, digamos, el tipo de cambio a 9.60 pesos por Dólar y si, a partir de allí, se aplicara una política monetaria de metas de inflación, podrían lograrse resultados como los de Chile. La Nación hermana comenzó a aplicar una política de metas de inflación en 1990 cuando la tasa de inflación era del 29 % anual, muy parecida a la tasa actual en nuestro país y logró bajarla a un dígito en cinco años con un «enfriamiento» de la economía que se reflejó en el 7 % de crecimiento anual.

Su propuesta es válida para el nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015, pero aún en el mejor escenario imaginable tendrá que comenzar desde una tasa de inflación mucho más alta y, si para entoncers todvía existe un fuerte déficit fiscal y mucha inflación reprimida, tendrá que tomarse un tiempo para permitir que aflore toda la inflación escondida detrás de los congelamientos de tarifas y los controles de precios y pueda reducirse el déficit fiscal, al menos en la magnitud de los subsidios que hoy se pagan a las empresas prestadoras de servicios públicos.

Si el actual Gobierno dispusiera en este momento la unificación y liberación del mercado cambiario, el impacto inicial será fuertemente inflacionario. Provocaría una explosión muy parecida a la del Rodrigazo de 1975 por las siguientes razones:

1) La devaluación del Peso (porcentaje de aumento del precio del Dólar) en el mercado oficial sería de, como mínimo, 20 %, la que sumada a la devaluación ya producida durante enero, significaría una devaluación total del 50 % en apenas dos meses. Esto siendo muy optimista. Para hablar de una liberación completa del mercado cambiaria debería eliminarse totalmente el cepo, es decir dejar que puedan entrar y salir libremente todo tipo de capitales y permitirse también la repatriación de capitales y la remisión de dividendos. Sólo una tasa de LEBACs mucho más alta que la actual podría llevar a que la cotización en el mercado único y verdaderamente libre se ubicara en 9.60. Yo pienso que más bien podría subir  inicialmente a 13 pesos por Dólar, lo que significaría una devaluación del 100% en dos meses.

2) Aún con una devaluación de sólo 50 % entre diciembre y fines de febrero, el Gobierno debería, como mínimo, aumentar todas las tarifas de la energía y los transportes en no menos del 50%. Si no lo hace, los subsidios que el Tesoro tendrá que pagar a los prestadores aumentará en 40 o 50 mil millones de pesos.

3) Si además de la devaluación del 50 % se produce un tarifazo, también del 50 %, los sindicatos no aceptarán aumentos salariales menores al 50 %, por más que le prometan el oro y el moro con la política de «precios cuidados».

Con sólo estos tres ingredientes, es difícil argumentar que la tasa de inflación no saltará, al menos del 28 al 50 % a lo largo de 2014. Claro que para evitar que sea mayor, la tasa de LEBACs inicial de una política de metas de inflación deberá ser no menor al 60 % anual. Los efectos recesivos adicionales a los que ya están en plena marcha son difíciles de estimar, pero seguramente no serían muy diferentes a las que se produjeron alrededor del Rodrigazo: en 1975 el PBI declinó 4 % y en 1976 casi el 5 %.

Además, si la unificación y liberación, en lugar de iniciarse con un tipo de cambio de 9.60 se iniciara con uno de 13, todo el razonamiento anterior lleva a que la tasa anual de inflación podría saltar al 100 %, ya en 2014.

Cabe preguntarse, cuál es la diferencia de la Argentina actual con Chile 1990, si es que en ambos casos partimos de una inflación del 29 % anual. Pues bien, las diferencias son enormes: Chile en 1990 no tenía vestigios de inflación reprimida. El gobierno de Pinochet no había congelado tarifas ni precios y el déficit fiscal era bajo y controlado. La economía de Chile era muy abierta y sin ningún tipo de restricción en el comercio exterior. El mercado cambiario funcionaba como un mercado libre y único de cambios y las tasas de interés nunca habían sido negativas en términos reales. La política de metas de inflación fue un manejo inteligente y ordenado de la política monetaria por parte del gobierno de la naciente democracia en una economía básicamente sana, sin muchas distorsiones, pero que había tenido que soportar un aumento de la tasa de inflación entre 1982 y 1990 a causa del impacto sobre Chile de la política de estabilización de los Estados Unidos de 1981 y 1982 y la gran crisis de la deuda latinoamericana que se inició en agosto de 1982.

En Argentina 2014, hay mucha inflación reprimida que se refleja en subsidios no menores al 4 % del PBI y desabastecimiento en muchos sectores.La economía argentina funciona como una economía cerrada al comercio exterior, plagada de restricciones, controles e impuestos que crean un sesgo antiexportador. El mercado cambiario está rigidamente controlado, la repatriación de capitales y el pago de dividendos están fuertemente restringidas y hay una brecha de casi el 50% entre la cotización del Dólar en el mercado oficial y el mercado paralelo, que, para colmo, es ilegal. Las tasas de interés vienen de ser fuertemente negativas en términos reales. Si el Gobierno anuncia una política de metas de inflación tendrá que comprometerse a una fuerte reducción del gasto público y del déficit fiscal sin poder acceder a financiamiento voluntario ni externo ni interno por falta absoluta de credibilidad. Lo único que logrará será desacreditar al instrumento.

Por esta razón es que yo comencé mi última serie de posts con el que se titula: «Las ventajas de un mercado cambiario libre y legal, aunque no sea único«. Si el Gobierno al menos hiciera lo que recomiendo en ese post, un próximo gobierno elegido por el voto popular y con un horizonte de al menos 4 años, podrá seguir el muy buen consejo que aporta Lucas Llach en el post que me propuse comentar en este artículo.

 

 

Estrategia estabilizadora inteligente, en el peor escenario.

Describir una estrategia estabilizadora inteligente para un escenario en el que  la inflación en el año inmediato anterior fue del 100 %,  el precio del dólar en el mercado paralelo (libre pero todavía ilegal) es el doble que en el oficial y aún están sin corregir los atrasos tarifarios, es casi, una misión imposible. Pero voy a intentar describir los riesgos que debería tratar de minimizar cualquier intento  estabilizador de un gobierno bien intencionado.

Para el primer año, el objetivo que el gobierno debería anunciar es lograr que la inflación no supere el aumento que en las paritarias se establezca para los salarios nominales. Es decir, la meta será no seguir deteriorando el salario y las jubilaciones en términos reales. Hay que recordar que en el peor escenario los salarios y las jubilaciones, en términos reales, habrán sufrido una caída del 30 % durante 2014 y 2015.

El nuevo Gobierno debería crear de inmediato el mercado cambiario libre y legal para el turismo, el atesoramiento y las transferencias financieras que el Gobierno saliente omitió crear. También deberá insistir en que va a hacer los máximos esfuerzos para normalizar la relación financiera con todos los acreedores internos y externos, descartando de cuajo cualquier default. Estas dos medidas, junto a la tasa de LEBACs, que aunque inferior a la tasa de inflación de los años anteriores, será bastante elevada en términos nominales, pueden dar lugar a una fuerte liquidación de dólares en el mercado libre que inicie y proyecte una apreciación significativa del Peso en ese mercado.

Aprovechando la tendencia a la depreciación del Dólar en el mercado libre, que operará como un mecanismo atenuador de la inflación, el Gobierno deberá ajustar todo lo necesario las tarifas de los servicios públicos como para eliminar los subsidios. Por supuesto que deberá acompañar esa decisión por un sistema de subsidios sociales que permita mantener bajo  el costo de servicios públicos de las familias del quintil más pobre de la población.

El mercado oficial del Dólar deberá mantenerse por un tiempo como mercado comercial y el precio del Dólar en ese mercado tendrá que seguir ajustándose al ritmo de la inflación. Lo más importante será conseguir que en un plazo, lo más breve posible, disminuya la brecha entre el mercado oficial y el mercado libre.  Mientras eso va ocurriendo, el Gobierno tendrá que conseguir fondos externos de los organismos internacionales. Lo más efectivo es que abra de inmediato negociaciones con el FMI para que éste respalde la estrategia en curso. Cuando la brecha entre el paralelo y el oficial se haya reducido a menos del 50 % y cuando el cociente entre la Base Monetaria y las Reservas del Banco Central se aproximen a la cotización del Dólar en el mercado libre, el Gobierno deberá anunciar y poner en marcha el nuevo plan de estabilización. Es importante, desde el punto de vista político y social, que esto se logre en no más de un año.

El nuevo plan de estabilización deberá comenzar con la unificación plena de los mercados cambiarios, aprovechando el ajuste del precio del dólar para importaciones y exportaciones para eliminar todas las restricciones cuantitativas al comercio exterior y, salvo casos de precios externos muy favorables, eliminar también todas las retenciones a las exportaciones. Será muy importante que junto con el uso del Peso, se legalice también el uso transaccional y contractual del Dólar, anunciando una política monetaria que apunte a estabilizar el Peso alrededor del tipo de cambio que resulta de relacionar la Base Monetaria en pesos con las Reservas en dólares del Banco Central. Si se necesitará o no inicialmente una suerte de caja de conversión, como en 1991, es algo que deberá evaluarse en ese momento. Pero dado que se partirá de una tasa de inflación mucho más baja que la que precedió al lanzamiento del Plan de Convertibilidad en 1991, es posible que se pueda hacer funcionar desde el vamos un sistema de convertida flotante como el de Perú.

El manejo de este nuevo sistema monetario deberá ser semejante al descripto en el post anterior para el mejor escenario. Los resultados que deberían esperarse son similares a los descriptos para ese caso: en los primeros 12 meses siguientes al lanzamiento del plan la tasa de inflación debería ser no mayor al 20 %, en segundo período de 12 meses debería alcanzarse una tasa de un dígito y en el tercer período ser del orden del 5 % anual.

Como lo señalé en el post anterior, lo que acabo de describir no es una predicción. Se trata de un bosquejo de lo que yo denomino el peor escenario posible para fines del 2015 y una política de estabilización del nuevo gobierno. Hay muchas razones por las que el curso de los acontecimientos puede ser muy diferente. Tal como lo señalé al analizar el mejor escenario, si el nuevo Presidente cede a presiones populistas o está mal asesorado, puede cometer graves errores. A los posibles errores que enumeré en el post anterior, agrego el que considero más perjudicial para todos, para el  nuevo gobierno y para los argentinos.

Como al inicio del nuevo Gobierno, en el peor escenario, todavía subsistirá el cepo cambiario sin un mercado libre y legal para los pagos no comerciales, puede que quienes asesoren al nuevo Presidente,  por temor a los mercados libres, le aconsejen seguir con el mismo sistema cambiario heredado. Pero le recomienden producir una devaluación en el mercado oficial que tienda a poner el precio del Dólar muy cerca del que en ese momento tenga en el mercado paralelo. Si el nuevo Gobierno adopta esta decisión, sin crear previamente las condiciones para que funcione un mercado libre para el ingreso de capitales blancos y para la repatriación de capitales y remisión de dividendos, estará enviando una pésima señal a los mercados. Es probable que el mercado paralelo pegue también un salto y que, para mantener la brecha bajo control, el Banco Central tenga que subir la tasa de LEBACs a niveles tan altos como la tasa de inflación del año anterior. Nadie va a apostar que el gobierno tendrá la fortaleza necesaria para sostener una política monetaria tan dura, siendo que el país ya sufrió una recesión de dos años y la credibilidad del Presidente se evaporará en pocos meses. Además el conflicto distributivo se acentuará por la fuerte devaluación inicial y es probable que la conclusión de la gente sea que el Gobierno no sabe cómo estabilizar. De allí a la hiperinflación, hay un corto trecho.

Señalar este gran riesgo es el propósito central de todo lo que he escrito en este blog desde el 5 de febrero, cuando publiqué «Las ventajas de al menos un mercado libre para el Dólar, aunque no sea único«.

Acabo de leer un muy buen post de Lucas Llach en su blog «La ciencia maldita» titulado «Peso argentino: en unión y libertad«. Voy a referirme a él en el próximo post, porque ayuda a clarificar mis argumentos.

Estrategia estabilizadora inteligente, en el mejor escenario

El mejor escenario económico que puede heredar el nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015 es aquel en el que ya funciona un mercado cambiario libre y legal con una cotización del Dólar a  alrededor de 22 pesos, mientras en el mercado oficial el precio del Dólar fijado por el Banco Central es de alrededor de 15 pesos. La inflación habrá sido del 40 % anual en 2015. Los subsidios a los prestadores de servicios públicos se habrán reducido en 2/3 y el Gasto público en términos reales se habrá reducido en un 20 % con respecto al nivel de 2013. La recesión en los dos años anteriores (2014 y 2015) habrá producido una caída de más del 8 % del PBI con respecto al 2013, retrotrayendo el nivel del PBI al del ano 2011, antes de la marcha forzada por las políticas fiscales y monetarias irresponsablemente expansivas de los años 2012 y 2013.

Como consecuencia de un giro hacia la sensatez, a principios de 2014,  el Gobierno y, en particular, el Banco Central, habrán decidido revertir ordenadamente las malas políticas de los dos años precedentes. Luego de legalizar un mercado cambiario libre para el turismo, el atesoramiento y todas las transacciones financieras del sector privado, el Banco Central habrá dejado de perder reservas dado que el saldo positivo de la balanza comercial fue suficiente para solventar los pagos financieros del sector público, incluídas las provincias. Por consiguiente, el nivel de reservas hacia el final del 2015 seguirá estando en alrededor de 28 mil millones de dólares, como en febrero de 2014. La Base Monetaria no será mucho más alta que a esa fecha (quizás pueda ubicarse en alrededor de 530 mil millones de pesos) porque entre fines de 2013 y fines de 2015, el Banco Central habrá tratado de reabsorber el grueso de la emisión destinada a financiar el déficit fiscal de la Nación y las provincias a traves de LEBACs. Las LEBACs se habrán más que triplicado desde febrero de 2014. Fue precisamente por esa necesidad de colocar LEBACs que el Banco Central tuvo que mantener la tasa de interés por arriba del ritmo de inflación y de devaluación.

Frente a este panorama, si el nuevo Gobierno hace un diagnóstico correcto de la situación y se propone inaugurar un período de estabilización y crecimiento sostenido para la economía Argentina podrá disponer la inmediata reunificación del mercado cambiario, para que funcione como mercado único y libre, sin ningún tipo de restricción. Al mismo tiempo tendrá que disponer la eliminación de todas las restricciones cuantitativas a las importaciones y exportaciones y la eliminación completa de las retenciones, salvo para la soja y algunos otros productos agropecuarios de exportación con precios anormalmente elevados en los mercados externos. Además deberá anunciar que el Banco Central dejará de emitir para financiar al Estado, que éste financiará cualquier déficit remanente con endeudamiento voluntario y que el Banco Central no venderá ni comprará reservas en el mercado cambiario libre. El Banco Central fijará la tasa de LEBACs como para hacer viable esta combinación de política monetaria y fiscal.

Inicialmente la cotización del Dólar en el nuevo mercado unificado y libre se ubicará muy cerca de la cotización que ya traía en el tramo libre del mercado desdoblado, es decir a alrededor de 22 pesos por Dólar. Pero a poco de andar y en la medida en que los operadores en los mercados adviertan la racionalidad de la nueva política macroeconómica, la cotización del Dólar tenderá a bajar para arrimarse al nivel de convertibilidad plena (que, para los numeros estimados de Base Monetaria y Reservas, será del orden de 19 pesos por Dólar. Cuando llegue a ese nivel, será conveniente que el Banco Central comience a bajar la tasa de LEBACs para impedir que el Peso se siga apreciando y lograr que se estabilice a alredor de esa cifra. El efecto sobre la tasa de inflación comenzará a notarse de inmediato, porque aún cuando los precios que estaban atrasados con respecto a un tipo de cambio de 19 pesos por Dólar, tenderán a aumentar (incluídas las tarifas de servicios públicos, aún no reajustadas totalmente), habrá otros precios, fundamentalmente los que se mueven atados al Dólar libre, que tenderán a bajar debido, precisamente, a la apreciación del Peso que comenzará a producirse en ese mercado. Es probable que en el primer año la inflación siga siendo del 20 % anual, aún cuando el Peso se mantenga estabilizado en 19 pesos por Dólar, tal como courrió durante los 12 primeros meses de la convertibilidad en 1991. Pero la gente tendrá una sensación de marcha hacia la estabilidad, por contraste con la inflación y la devaluación de los años anteriores. Ya para el segundo año, la inflación podrá bajar a un dígito y para el tercer año no ser superior a 5 % anual. En ese contexto la cotización del Dólar será básicamente estable, dependiendo mucho de la evolución de los términos del intercambio. El sistema monetario funcionará como en el régimen al que yo denomino «convertibilidad flotante», que es el que predomina en los países estables del mundo. En nuestro caso se parecerá mucho al de Perú, porque dado el alto grado de dolarización que ya tendrá por entonces nuestra economía, la única forma que tendrá el Gobierno de revertir las expectativas de devaluación permanente del Peso será poniéndolo en competencia con el Dólar, es decir, autorizando que la gente pueda utilizar tanto al Dólar como al Peso en sus contratos y transacciones.

Las reformas estructurales que la economía necesitará para crear un clima de inversión que elimine de manera total los cuellos de botella acumulados durante los lustros precedentes y para conseguir equiilibrio presupuestario con pleno empleo, serán posibles y podrán implementarse con apoyo popular, porque el Gobierno habrá ganado credibilidad y conseguido confianza al demostrar capacidad para reducir y tender a eliminar la inestabilidad de precios y la gran incertidumbre de los años anteriores. No será una tarea sencilla, como no lo fue durante los años que siguieron a la introducción de la convertibilidad en 1991, pero será una tarea políticamente posible y habrá apoyo popular para que el Gobierno la pueda implementar. Incluso es posible que un Gobierno que logra estos resultados se asegure otro período presidencial de 4 años.

Lo que acabo de describir no es una predicción. Se trata de un bosquejo de lo que yo denomino el mejor escenario posible para fines del 2015 y una política de estabilización del nuevo gobierno. Hay muchas razones por las que el curso de los acontecimientos puede ser muy diferente. Incluso si la realidad que enfrente quien asuma la Presidencia el 10 de diciembre de 2015 es como la descripta por el mejor escenario, si el nuevo Presidente cede a presiones populistas o está mal asesorado, puede cometer graves errores.

He aquí algunos de los más riesgosos: 1) que frente a la presión de los endeudados y frente a las quejas por las altas tasas de interés reales de los dos últimos años, el Presidente obligue al Banco Central a producir una fuerte baja de la tasa de interés; 2) que frente a la reducción de los salarios reales de los dos últimos años, el nuevo Presidente decrete un aumento que pretenda recuperar de entrada ese deterioro real y que las negociaciones colectivas no se hagan discutiendo hipótesis de inflación futura sino simplemente proyección hacia el el futuro de la inflación del año inmediato anterior; 3) que frente a los muchos reclamos que se habrán escuchado durante los dos años anteriores por los tarifazos, el nuevo Presidente no termine de ajustar los precios y las tarifas de los servicios públicos hasta cubrir los costos y darle rentabilidad a las nuevas inversiones y disponga nuevos congelamientos a ser financiados con subsidios; 4) que frente a la recesión de los dos años anteriores, el nuevo gobierno trate de reactivar mediante un aumento del gasto público que no pueda financiar con endeudamiento a tasas razonables; 5) que no lleve a cabo todas las reformas necesarias para eliminar el déficit fiscal, quitar del sistema tributario los impuestos distorsivos que desalientan la inversión y la creación de empleos eficientes y direccionar el gasto público hacia el cumplimiento de las responsabilidades esenciales del Estado: seguridad, educación, salud, justicia y asistencia social focalizada.

Los peligros son muchos. No los enumero para abonar el pesimismo, sino para advertir que las buenas políticas no están aseguradas y habrá que luchar para que sean realidad.

Sobre éste y otros temas hablé en un programa radial de la 1110 el domingo pasado y en reportaje que me hizo una periodista de El Cronista. Decidí subirlos al blog porque se que a algunos visitantes les interesará.