Desde que el Gobierno de Cristina le vendió Bonos, en forma directa, a Chávez, por 1.000 millones de dólares, con una tasa de rendimiento del 15 % anual, muchos economistas y analistas especializados dijeron que se trataba de la re edición de una operación ruinosa para el país «como lo había sido el Megacanje de Cavallo».
Esta comparación demuestra una gran ignorancia. El único analista que no se equivocó, fue Joaquín Morales Solá, que en un artículo publicado ayer por La Nación, hizo la comparación relevante. El sostuvo, correctamente, que » Pocos meses antes de la gran crisis de 2001, Domingo Cavallo, entonces Ministro de Economía, había rechazado pagar un porcentaje parecido de tasas de interés a un grupo de bancos locales».
El Megacanje, que se cerró el 19 de julio de 2001, fue un canje de bonos, hecho por Oferta Pública Internacional, con el apoyo de 10 bancos internacionales de primera línea, que consiguió ofertas por 30.000 millones de dólares. La tasa implícita que resultaba de esa operación era cercana al 14 % anual y resultaba de la cotización que los bonos a canjear ya tenían en el mercado antes de que se concretara el Megacanje. Además se postergaban por varios años el pago de capital e intereses, con lo que se despejaba totalmente el panorama de la deuda externa por un período largo. La reacción de los mercados fue muy positiva, y al día siguiente del anuncio, la tasa riesgo país, es decir el rendimiento de los bonos, descendió y se mantuvo más baja por dos semanas. Todo lo contrario de lo que aconteció con la venta de Bonos a Chávez.
La pérdida del crédito que sufrió Argentina desde la segunda semana de julio de 2001, se debió no a la deuda externa, que, salvo la denominada en monedas diferentes al dólar, había entrado toda en el Megacanje, sino a la Deuda Interna.
La componente más gravosa de la deuda interna era la que habían contraído muchos gobiernos provinciales, particularmente la Provincia de Buenos Aires, con los bancos locales. Se habían comprometido a pagar la tasa «badlar», es decir, la tasa de los depósitos bancarios de más de 1 millón de Pesos, mas siete puntos porcentuales o el 50 % de la tasa badlar, la que fuera mayor. Apenas la tasa badlar llegó al 14 % anual, la tasa de esos préstamos comenzó a devengar 21 % anual de interés! Y esto ocurrió la primera semana de julio, cuando la Provincia de Buenos Aires intentó, sin éxito, renovar 300 millones de dólares de vencimientos. Como consiguió apenas la mitad, anunció el lanzamiento de los Patacones.
A la semana siguiente de este evento, La Secretaría de Finanzas intentó renovar Letras del Tesoro Nacional por alrededor de 1.000 millones de dólares, que los bancos se habían comprometido a renovar en el contexto de lo que se llamó el «Blindaje», y pidieron una tasa de 16 %, que yo no autoricé. A diferencia del Megacanje, la renovación de letras no significaba una refinanciación completa e integral, sino una operación parcial y a corto plazo, que si aceptábamos pactar en esos términos, nos llevaría inexorablemente a la ruina. No se renovaron las letras y debimos embarcarnos en la política del «Déficit Cero». Es lo único que se puede hacer cuando se pierde el crédito.
Tan lógico fue el Megacanje, y tan antitético con la operación que acaba de hacer este gobierno con Chávez, que durante el mes de noviembre de 2001, cuando estuvimos dispuestos a ofrecer garantías de pago que el Congreso Nacional no nos había autorizado antes del Megacanje, logramos que los tenedores de bonos emergentes del Megacanje, por 26 mil millones de dólares de capital, es decir el 85 % de los que habían sido emitidos a través de la operación de junio anterior, los convirtieran en un Préstamo Garantizado, bajando la tasa de interés al 7 % anual y alargando en tres años adicionales los plazos de vencimiento. Y todo a través de una operación voluntaria, que también se hizo por oferta pública, pero bajo ley Argentina. Se trató de la primera etapa de la re estructuración ordenada de la deuda, que habíamos anunciado el 1 de Noviembre.
Lamentablemente, el mismo día que se concluyó esta operación, que había incluido también a la deuda provincial, con lo que se había logrado reducir su costo financiero del 21 al 7 % anual, debimos anunciar lo que dió en llamarse «El Corralito». No podíamos hacer otra cosa, ante la corrida que se había producido contra los depósitos del Sistema Bancario Argentino. Lo que sí podría haber sido diferente, es lo que ocurrió a partir de Enero, cuando se creó el mal llamado «Corralón», es decir la re estructuración compulsiva de los depósitos, la pesificación y la devaluación, que lejos de resolver la crisis, la agravaron aún más. Pero, lamentablemente también, ya se había producido el Golpe Institucional del 19 y 20 de Diciembre de 2001, y su réplica en la última noche de ese año, para abrir las puertas al más injusto y feroz ajuste de la Economía Argentina, de toda su historia.
Lo que está haciendo el Gobierno de Cristina Kirchner es totalmente diferente a lo que hicimos en 2001, mientras yo fuí el Ministro de Economía. Entonces tratamos de evitar la destrucción del Crédito Público. En la actualidad, pareciera que quieren terminar de destruirlo.