En la primera nota de esta serie expliqué porqué es necesario que el Gobierno se convenza de la necesidad de luchar contra la inflación.
En la segunda nota describí la regla monetaria que debería anunciar e implementar el Banco Central una vez que el Gobierno haya reconocido su responsabilidad prioritaria para lograr la estabilidad del nivel general de precios de la economía y le permita actuar con total independencia.
En la tercera nota argumenté que la inflación reprimida que hoy existe debe ser eliminada lo más rápido posible, so pena de que se acentúe la inercia inflacionaria y se hagan cada vez más persistentes la expectativas de inflación.
En la cuarta nota expliqué que para que los costos económicos y sociales de la lucha contra la inflación sean mínimos y se restablezca la estabilidad lo más rápido posible, es fundamental que los anuncios del Gobierno sean creíbles para la gente. Si el Gobierno carece de credibilidad, los costos de la lucha contra la inflación se pueden tornar insoportables.
En esta última nota, deseo destacar que un Gobierno convencido de la necesidad de luchar contra la inflación, que logra credibilidad para sus anuncios, que además adopta y comienza a implementar una buena regla monetaria y elimina de cuajo la inflación reprimida, corre el riesgo de fracasar si, previamente, no ha tomado precauciones para conseguir el crédito que necesitará para financiar el desajuste fiscal, que aún cuando no existiera antes, seguramente aparecerá poco después de los anuncios.
No es posible confiar en que cuando se pone en marcha un plan de estabilización bien diseñado se conseguirá mantener, de inmediato, el equilibrio presupuestario. La eliminación de la inflación reprimida significará resignar recaudación de muchos impuestos distorsivos. Si bien ya no serán necesarios los subsidios económicos para cubrir el desfasaje entre los costos y las tarifas de los servicios públicos, no se podrá prescindir de subsidios sociales enderezados a neutralizar el impacto negativo del tarifazo sobre las familias que tienen ingresos por debajo de la línea de pobreza. Deberán ajustarse jubilaciones y sueldos de empleados públicos y aumentará el gasto público en servicios, de los que el Estado también es usuario. El mismo efecto recesivo inicial de la eliminación de la inflación reprimida, reducirá la recaudación de impuestos no distorsivos, como el IVA y el Impuesto a las Ganancias. Y, finalmente, pero no menos importante, para recuperar la competitividad de la economía será necesario permitir que los impuestos sobre la nómina salarial se tomen como pago a cuenta del IVA.
La única forma de que, con semejante panorama fiscal, el Banco Central pueda aferrarse a una regla monetaria estricta, es que exista crédito público y se consiga financiamiento interno y externo voluntario, a tasas de interés razonables. Si, previamente al lanzamiento del plan de estabilización, no se ha recuperado el crédito público, lo más probable es que el Banco Central termine teniendo que relajar la regla monetaria para proveer financiamiento del Gobierno. Si ello ocurre, la inflación se espiralizará y el plan de estabilización se hará trizas. Todo se transformará en un nuevo «Rodrigazo».
Es por todas estas razones, que sostuve en mi primera nota que la lucha eficaz contra la inflación «es una formidable empresa política, que requiere inteligencia, gran liderazgo y total sinceridad del mensaje que se trasmita al Pueblo, a todo el Pueblo».
El Gobierno de Cristina Kirchner hasta ahora no ha demostrado gran inteligencia, está perdiendo el liderazgo a ritmo acelerado y no le habla con sinceridad al Pueblo. Para muestra basta lo que ocurre con el INDEC. Por consiguiente, para tener chances de luchar eficazmente contra la inflación que ya agobia a los Argentinos, tendrá que cambiar mucho. Pero es casi imposible que un Gobierno que reemplace al de Cristina Kirchner, si ella llegara a renunciar, esté mejor posicionado para hacerlo sin el respaldo de un proceso electoral que haya dado, al nuevo gobierno, la oportunidad de explicar sus ideas con claridad. Yo creo, sinceramente, que toda la dirigencia Argentina, en particular la que es más responsable de que Kirchner haya conquistado el poder en 2003, debería tratar de ayudar al Gobierno de Cristina Kirchner a encontrar el camino correcto.
La terquedad en la que persevera el Gobierno, con una fuerza digna de mejores causas, no debe hacernos desfallecer. Al fin y al cabo, los Kirchner, si son auténticamente Peronistas, cuando decidan devolverle seriedad al INDEC, quizás adviertan que, como decía Perón: «la realidad es la única verdad». Y la realidad es que hoy sufrimos una inflación agobiante que es imperioso erradicar de nuestra sociedad so pena de que la conquista de la prosperidad se transforme en una quimera.