Ligera mejora de las expectativas económicas en medio de un acelerado deterioro de la gestión política

La aparición del ¨viento de cola¨ para las exportaciones argentinas en los mercados del exterior, algún ajuste fiscal de raíz inflacionaria y una mayor dosis de profesionalismo en el manejo monetario y cambiario, han hecho que el escenario de fuerte devaluación y descontrol hiperinflacionario, se aleje en el horizonte.

Pero la acumulación de torpezas en la compra de vacunas y el proceso de vacunación, junto a la acentuación de los intentos de descalificación y remoción de jueces y fiscales para lograr imponer la tesis del lawfare, más la sorprendente verborragia inoportuna del presidente en materia de política exterior, muestran un acelerado deterioro de la gestión política del gobierno.

El silencio misterioso de Cristina, el discurso desconcertante de Alberto y el desprestigio de Verbitzki, el Rasputín del gobierno Kirchnerista, preanuncian conflictos internos que pueden derivar en luchas fratricidas en la coalición gubernamental. En este clima, por mejores que sean las intenciones de Gustavo Béliz para diseñar a través del Consejo Económico Social una estrategia de cambio estructural para el crecimiento inclusivo de la economía argentina, es una quimera.

Tablita cambiaria para contener el aumento de los precios

Tal como lo habíamos anticipado en nuestro informe anterior, el ministro de economía agregó a los controles de precios y al congelamiento de tarifas, una tablita cambiaria preanunciada.

En nuestro informe de enero sostuvimos textualmente: “el aumento de los precios de la soja y demás productos de exportación de origen agropecuario alientan la expectativa de aumentos en los valores de la exportación y esta tendencia se acentúa gracias a las buenas lluvias del mes de enero que prometen aumentar los rendimientos. Este viento a favor que viene de los mercados del exterior aumenta las chances de que el gobierno, al menos hasta las elecciones, ajuste el tipo de cambio oficial a un ritmo menor al de la inflación, sin temor a que se vuelva a disparar la brecha cambiaria con el dólar en los mercados libres o semi-libres.”

 Ahora quedó claro que el crawling peg del que venía hablando el Ministro de Economía se transformó de pasivo a activo, es decir, el tipo de cambio oficial terminará ajustado a un ritmo inferior al de la inflación con la clara intención de reducirla. De esta forma, el tipo de cambio real multilateral no se mantendrá constante, como se venía anunciando hasta enero, sino que se reducirá significativamente.

El indicador de los precios online muestra que a fines de febrero la tasa de inflación promedio del mes sigue cerca del 4% mensual que se viene observando desde octubre. Para ubicarlo en el rango 2-3% que el gobierno pretende alcanzar a lo largo de 2021, se agrega ahora la nueva estrategia cambiaria.

Para seguir la estrategia que anuncia el Ministro de Economía en sus discursos recientes sobre el manejo macroeconómico, utilizamos la comparación entre la tasa de inflación y el ritmo diario del aumento del precio del dólar en el mercado oficial, calculado con la misma metodología que la del ritmo diario de aumento de los precios online.

Esta comparación, que, hasta el mes anterior, confirmaba lo que Guzmán venía anunciando como política monetaria-cambiaria: un “crawling peg” pasivo sin abandonar el cepo, ahora muestra claramente una nueva estrategia cambiaria.

Durante febrero, el ritmo diario de ajuste del tipo de cambio comenzó a bajar. Esto se percibe claramente en el gráfico 2.

El posible efecto de esta nueva estrategia sobre la tasa de inflación se ejemplifica en el cuadro 1. Allí se comparan el pronóstico típico del mercado en diciembre 2020, con el que se ha comenzado a hacer en febrero de 2021. En el panel derecho del cuadro se muestra que a diferencia de lo que se esperaba en diciembre, en febrero la tasa de ajuste del tipo de cambio se desengancha de la tasa de inflación de tal forma que se reduce del 50% al 25% anual.

Esta drástica reducción en la tasa de variación del tipo de cambio que preanunció el Ministro de Economía, tendrá seguramente un efecto sobre la tasa de inflación. Esto se refleja en la comparación de pronósticos de diciembre y de febrero que aparece en el panel izquierdo del Cuadro1. En lugar del 50% de tasa de inflación para el año 2021, se pronostica ahora un 39%, no muy diferente de lo que fue la tasa de inflación de 2020, pero todavía bastante más elevada de la tasa del 29% con la que se elaboró el presupuesto para 2021.

Aun suponiendo que el gobierno logre implementar la nueva estrategia cambiaria sin grandes inconvenientes en el corto plazo, aspecto que discutiremos en la próxima sección, existen razones muy claras para esperar que la tasa de inflación no será el 29 % que se presupuestó para 2021. La principal razón es que el gobierno no podrá evitar que se vayan corrigiendo de hecho o de derecho los desajustes de precios relativos que documenta el cuadro 2.

¿Podrá implementarse esta estrategia cambiaria a lo largo de todo 2021?

Mi respuesta es afirmativa, sólo condicionada por el riesgo de que las disputas políticas y las consecuencias de la precariedad de la recuperación económica, provoquen conflictos sociales que el gobierno trate de resolver aumentando imprudentemente el gasto público y la emisión monetaria.

Juegan a favor de que el Ministro de Economía y el Banco Central puedan implementar esta estrategia cambiaria, el superávit comercial que resultará del aumento de las exportaciones gracias al aumento de los precios y los buenos rendimientos de los cultivos, estimado en 14 mil millones de dólares, y el probable ingreso de Derechos Especiales de Giros (DEGs) por alrededor de 4 mil millones de dólares que se espera que el FMI resuelva en las próximas semanas. Con estos ingresos el Banco Central probablemente dispondrá de las divisas necesarias para que el gobierno atienda los vencimientos de capital e intereses de la deuda pública, tanto de la Nación como de las provincias, luego de que se concluyan las reestructuraciones aún en curso.

No está claro que las compras netas de divisas por estos mecanismos alcance para proveer al sector privado para que éste pueda también cumplir con sus obligaciones externas, por lo que no se descarta que el Banco Central siga obligando a los deudores privados a reestructurar sus pasivos como lo hizo en 2020.

La compra del superávit comercial por parte del Banco Central generará una expansión de la base monetaria adicional a la de la asistencia que deba dar al tesoro para financiar el déficit fiscal, por lo que se necesitarán fuertes esfuerzos de esterilización. Estos vienen tomando la forma de colocación de deuda del Banco Central en el mercado interno y eventual venta de divisas en el mercado Contado con Liquidación. Estas últimas, además de perseguir esterilizar parte de la emisión por compra del superávit comercial y hacer una ganancia cuasi-fiscal, ayudará a que no se escape la brecha cambiaria. Los efectos de este tipo de manejo monetario cambiario ya se están observando en la marcha de las cotizaciones a lo largo del mes de febrero como se puede observar en el gráfico 3.

Si el tipo de manejo monetario cambiario que se viene aplicando desde octubre dejara de dar resultado y la brecha cambiaria comenzara a aumentar nuevamente, al Banco Central todavía le queda el recurso de aumentar la tasa de intervención con el consiguiente efecto de aumento de todas las tasas de interés.

El nivel de actividad económica se está recuperando

Hasta hace algunos meses, los pronósticos de caída del PBI para todo el año 2020 eran del 12%. Los indicadores más recientes, que pueden observarse en el cuadro 3, muestran que esa caída fue del 10%. Eso significa que la recuperación, desde mayo en adelante fue más rápida de lo que los analistas preveían.

Además, los indicadores disponibles para el primer mes de 2021 son también alentadores. La producción de cemento aumentó 20,1% con respecto al mismo mes del año anterior, cuando todavía no había efecto de la pandemia. La producción de automóviles aumentó 17,5%, El índice de producción de FIEL el 2,5% y los impuestos ligados al nivel de actividad el 3.3%. Todos estos son aumentos con respecto al mes de enero de 2020.

Las importaciones y exportaciones aumentaron 8,8% y 7,8% respectivamente, demostrando una vigorosa recuperación del comercio exterior.

Es perfectamente posible que, a este ritmo, la recuperación durante el año 2021 sea del orden del 6%, superior a lo que se venía estimando hasta poco tiempo atrás.

No se reduce el riesgo de default y no existen indicios de que mejore el clima de inversión

Pese a esta ligera mejoría en las expectativas económicas internas, la tasa de riesgo país se mantiene por arriba de los 1.500 puntos y hay más noticias de empresas que cierran o se van del país que nuevas inversiones directas del exterior. Tampoco se observan planes de inversión de las empresas cuya demanda se está reactivando.

Así como tiende a alejarse el escenario de fuerte devaluación y aceleración inflacionaria en lo que resta del año 2021, no se ha dispersado para nada la fuerte incertidumbre sobre el curso de la economía y de la política a partir de que se conozcan los resultados de la elección de octubre, la que probablemente termine postergándose hasta noviembre.

Una instructiva polémica de Armando Caro Figueroa con Julio Bárbaro

Ocurrió en 2016, al comienzo del gobierno de Macri, pero es muy instructiva en relación al tema de como avanzar hacia políticas laborales que permitan la estabilidad y el crecimiento sostenible. Armando Caro Figueroa fue el artífice del ¨Acuerdo Marco para el Empleo, la Productividad y el Bienestar Social¨ de 1994, con el que pretendimos luchar contra el desempleo luego de la crisis tequila.

Las ideas y la experiencia de Armando Caro Figureroa llevaron a ese acuerdo, denostado por Julio Bárbaro, como denosta a todas las políticas de los noventa. Pero, en mi opinión, Gustavo Béliz debería prestar atención a esta experiencia para el gran desafío de conducir el Consejo Económico y Social recientemente creado. Me permito reproducir a continuación la polémica entre Armando Caro Figueroa y Julio Bárbaro.

POLEMICA DE aRMANDO CARO fIGUEROA CON JULIO BÁRBARO, en agosto y setiembre de 2016

1.- ACTO PRIMERO: LAS LINEAS ROJAS DE LA CGT-U (Armando Caro Figueroa)[1]

Los sindicatos oficiales (vale decir, aquellos que cuentan con personería gremial) se han unificado para participar en el nuevo curso político que preside Mauricio Macri. Esta unidad, reedición de una centenaria estrategia, se apresta a defender al modelo sindical peronista así como al correlativo modelo económico autárquico y estatista que privilegia la industria, la logística y la obra pública, netos ganadores del tercio kirchnerista.

Como ocurriera en varias oportunidades anteriores, tal unidad no es unánime. Quienes no obtuvieron suficientes ventajas bajo el anterior gobierno (el sindicalismo rural, el de la energía y el de servicios, por ejemplo), expresaron disidencias y se marginaron del pacto que dio origen al nuevo Triunvirato.

Los líderes de la nueva CGT Unificada se han apresurado a marcarle “líneas rojas” al Gobierno de la Nación.

Algunas son las mismas que las defendidas -exitosamente- a lo largo de los últimos 70 años: “El modelo sindical peronista no se toca”. Otra tiene menos solera pero ha resultado igualmente exitosa: “El dinero de las obras sociales es propiedad de los sindicatos oficiales”; lo que equivale a decir que el movimiento obrero mayoritario reitera su obvio compromiso de defensa de la Ley 18.610 sancionada por Onganía.

Las líneas de exclusión que se refieren al modelo económico autárquico y estatista son bastante nítidas aun cuando hayan sido vulneradas en varios momentos de la historia argentina; así sucedió, por ejemplo, en tiempos dictatoriales y cuando las crisis extremas alentaron experimentos de liberalización (Isabel Perón, Carlos Menem).

Los triunviros y sus mentores se han expresado con el lenguaje parco, simbólico y contundente que es propio del sindicalismo oficial argentino. Han dicho (por si hiciera falta recordar posiciones ancestrales) que las paritarias seguirán persiguiendo a la inflación, y que la nueva CGT-U resistirá eventuales intentos de abrir la economía argentina para permitir el ingreso de productos extranjeros.

Aunque los sindicatos de la industria han ejemplificado este rechazo diciendo que no están dispuestos a competir con la producción china, en realidad advierten inveterada aversión a toda competencia con el exterior. De esta manera, ratifican elípticamente sus estrechos vínculos con nuestra (económicamente endeble pero políticamente poderosa) industria nacional.

Si bien los tiempos han cambiado, afortunadamente, y las reediciones de este tipo de componendas antidemocráticas son inviables, es bueno recordar que esta alianza estratégica, que nunca necesitó de pactos escritos, se activó para derribar al Presidente de la Rúa formando parte de lo que se llamó “coalición bonaerense” que reunió a peronistas y radicales de la provincia de Buenos Aires.

Por lo demás, y de momento, no hay nada que permita suponer que la CGT-U esté dispuesta a sentarse a una mesa tripartita a negociar una política de rentas que abata la inflación y la pobreza. Sucede, además, que tampoco hay indicios de que el Presidente Macri se apreste a abandonar el “ordeno y mando” para abrir el diálogo social.

Así las cosas, es fácil deducir que la mayoría del sindicalismo peronista pretende que Macri se convierta en un administrador (quizá más prolijo y eficiente) del modelo económico kirchnerista. En este escenario, la CGT-U dejarían la resistencia frente a las reformas republicanas en manos de los barones y señores feudales peronistas.  

En conclusión: Si el actual Gobierno se hace cargo de continuar subsidiando a los pobres (función que no cabe confundir con el objetivo “pobreza cero”), sigue permitiendo que los salarios pactados en paritarias oscilen alrededor de la inflación pasada, y mantiene los privilegios de la industria nacional que coloca a los consumidores como sus rehenes, hay que esperar un cierto idilio, no exento de ocasionales riñas, entre los tres grandes actores sociales (Estado, Patronal, Sindicatos).

Un idilio que, por cierto, no alcanzará para sosegar los desafíos que viene planteando el sindicalismo inspirado por la “familia leninista”.

Lo que equivale a decir que, más allá de los enunciados retóricos, el Triunvirato no se propone exigir el cese de la inflación, ni coordinar su acción reivindicativa para incorporar los problemas de los desocupados, de los jubilados, de los excluidos, de los trabajadores en negro o sin convenio colectivo. Quedan también fuera de su óptica centralista y masculina, los problemas del empleo de la mujer y los de los trabajadores de las provincias subdesarrolladas. Un conjunto de omisiones que no importa ninguna novedad.

Existen, no obstante, dos problemas que pudieran complicar aquel idilio imaginario entre Macri y los patrones y los sindicatos “nacional-industrialistas”: La recesión con desempleo y la devaluación del peso.

Vaqueros (Salta), 23 de agosto de 2016.     

2.- ACTO SEGUNDO: EL DESAFÍO DEL PERONISMO: REHABILITARSE LEJOS DE LOS AGITADORES POPULISTAS (Julio Bárbaro)[2]

La reconstrucción del PJ tras el ocaso kirchnerista implica reconocer errores y no caer en viejas trampas y atajos. Por qué impulsar un progresismo popular es la única salida

Personalmente me esfuerzo en expresar un peronismo que sea respetable para los que piensan distinto, para los no peronistas. Imagino que para lograr una sociedad madura cada sector de pensamiento con vigencia debería atravesar el mismo esfuerzo. Este proceso implica, primero, hacerse cargo de los propios errores y luego saber que una propuesta inaplicable o insoportable para el resto de la sociedad es tan solo un gesto de provocación.

Por estos rumbos transitan demasiados, de izquierdas y derechas, marxistas o liberales, gente que alegremente se instala en su dogma sin dejar la menor posibilidad a integrar matices de la opinión del otro. Hay economistas que proponen un liberalismo absoluto donde nos quedamos en el acto sin industria y sin moneda para pagar sus sueños de importar de todo un poco. Hay dogmáticos que viven las ideas como si formaran parte de una creencia religiosa. Aferrados a sus fanatismos nos inventan «pasados» donde les corresponde toda la razón y «futuros» donde sólo ellos son conocedores de la salida del laberinto.

La década de Menem fue nefasta y además engendró a la de los Kirchner; entre ambas experiencias nos condujeron a un largo tiempo de decadencia. Alfonsín había intentado una salida; con Menem la deuda crece mientras los bienes se venden: fracaso indiscutible. A veces el inefable «Mingo» Cavallo sale a apoyar y también a opinar como si ignorara que es mucho más lo que irrita que lo que aporta. Resulta parecido a la ex Presidenta, somos una sociedad donde los que nos guiaron al fracaso se consideran facultados para ocupar la docencia. Algo parecido sucede con los violentos de los 70, con sólo referirse a las atrocidades indiscutibles de los genocidas pareciera que todos quedamos en deuda con la guerrilla.

Armando Caro Figueroa, ex ministro de Trabajo de Menem, escribió recientemente una columna contra la unidad del movimiento obrero como si él hubiera sido ministro de un gobierno exitoso. Escrito desde un liberalismo casi tan exagerado como inexistente, uno lo lee e imagina que a esta gente le quedó todavía alguna empresa nacional por vender, alguna nueva dependencia del extranjero por instalar. Casi no existen quienes valoricen el tiempo de Menem, apenas algunos que lo definen como menos nefasto que su descendiente directo, el kirchnerismo. No me opongo a que Caro Figueroa opine, tiene la misma agresividad y consecuencia que los discursos de Cristina Kirchner: terminan ayudando al actual Gobierno a transitar sus dificultades, nos recuerdan que mucho del pasado fue peor.

Y el eterno tema del populismo, palabra que sirve tanto para un barrido como para un fregado, como decían nuestras abuelas. A veces me pregunto desde dónde hablan los que denuncian populismo por todos lados. Pareciera que es una pulseada entre los liberales absolutos y el resto del espectro ideológico. Perón hizo un gobierno íntegramente productivo, defendió el nivel de los salarios pero nunca el de los beneficios sin obligaciones. Y, sin duda, defendió la industria nacional, se fabricaron aviones, y también los vagones que más tarde los Kirchner -enamorados de la coima- terminaron comprado a los chinos, incluyendo hasta los durmientes.

El populismo de izquierda de los Kirchner, malo para el país y para el futuro del peronismo, según el autor

Es necesario separar el populismo de lo popular. Perón y Gardel fueron populares, cada vez cantan mejor; Menem y Cristina fueron populistas; el resultado es que el paso del tiempo los va diluyendo en la memoria colectiva. Lo popular existe y tiene enorme vigencia, arraiga en los trabajadores y en todos los sectores productivos. El populismo puede ser de izquierda como los Kirchner o de derechas como con Menem, en ambos casos siempre aporta un evidente y doloroso atraso social. La sociedad integrada que dejó Perón tuvo vigencia hasta el golpe del 76, ni las primeras dictaduras se atrevieron a modificar sus logros.

Personajes tan retrógrados como Cavallo y Caro Figueroa destruyeron y vendieron todo. Ellos fueron sin duda alguna el punto más grave de nuestra decadencia como sociedad integrada. La miseria que engendraron es visible con sólo recorrer las calles de la ciudad tal como quedó después del bombardeo extranjero al que semejantes personajes nos sometieron.

Venta de patrimonio, deuda y atraso, eso dejaron los Menem y su gente. La inseguridad nació cuando estos «vende patrias» dejaron a decenas de miles en la calle para que puedan ganar más los supuestos inversores extranjeros. Pareciera que si se hablaba de inversores sólo se esperaba que fueran extranjeros; eso sí, siempre lejos de defender a la empresa nacional. Necesitamos que no aconsejen a nadie, salvo que imaginen que con un poco más de miseria habría sublevación social y ellos, apostaran a un proceso revolucionario.

Hoy hay algo claro, el Gobierno necesita limitar las ganancias de los grandes grupos, los ciudadanos ya no pueden dar más de lo que dan. Y que los productores se impongan sobre los intermediarios, a los comerciantes. Si siguen dominando los intermediarios como los supermercados y los servicios privatizados, la sociedad va a quedar al borde del estallido.

No soy de izquierda, pero sí soy consciente que si no les paran el carro a los ricos monopólicos ellos nos conducen a una revolución con mucha más violencia que la que pueda imaginar la izquierda. El problema no está en la inversión sino en la distribución de la riqueza. Y eso no lo asume Macri y tampoco lo asumió el kirchnerismo. En lo relativo a las ganancias, ambos son de derecha. Necesitamos forjar una fuerza progresista en serio, esa es la única salida.Tweet

3.- TERCER Y ÚLTIMO ACTO: EL DESAFÍO ES ABRIR LA CABEZA

Mis opiniones acerca de la reciente reunificación del sindicalismo peronista (El Tribuno y Clarín) han merecido una réplica descalificatoria a cargo de mi respetado Julio Bárbaro (INFOBAE 28/VIII[3]).

Estoy persuadido de que las descalificaciones basadas en rótulos ideológicos o en trayectorias reales o presuntas, no sirven para avanzar en los intercambios de ideas. Por tanto, no me detendré en las que con cierta acritud me dedica Julio. Ha pasado para mí el tiempo de situarme en el mundo mirándome el ombligo o creando exclusiones a derecha e izquierda.

En realidad, tenemos dos preocupaciones diferentes, aunque igualmente legitimas: Mientras que Julio reflexiona acerca del “desafío del peronismo” (cómo “rehabilitarse lejos de los agitadores populistas”), mis inquietudes apuntan a imaginar cómo la Argentina puede superar las decadentes versiones del peronismo tal y como se expresan en este segundo milenio.

A mi modo de ver nuestro país tiene tres grandes desafíos reconducibles al ideario de la Constitución Nacional: Construir una democracia republicana y federal; integrarse cultural y económicamente en el mundo; desarrollar sus potencialidades para hacer posible el bienestar general.

Sucede, en mi opinión, que aquellas versiones decadentes del peronismo funcionan como obstáculos a los empeños por resolver positivamente cada desafío. No es casual, por ejemplo, que todos los barones del conurbano y todos los señores feudales del norte sean o se digan peronistas.

Para ceñirme a los asuntos que han irritado a Julio, diré que el modelo sindical peronista, que funciona con el beneplácito de la patronal, no condice con los enunciados y garantías de nuestra Constitución. Me refiero a las leyes y a las prácticas que han consolidado monopolios contrarios a la libertad sindical y comportamientos antidemocráticos, centralistas y dinásticos (FATERYH, por ejemplo).

En el terreno de la historia social, la acción desplegada por los sindicatos con personería gremial merece reflexiones críticas, incluso desde una óptica peronista como lo intentó el propio Perón en varias oportunidades. A mi modo de ver, la acción sindical bajo los gobiernos de Isabel Perón (1974/1976) y Raúl Alfonsín (1983/1989) fue irresponsable pues el peronismo sindical condujo a los trabajadores a participar en los trágicos y tristes avatares por todos conocidos. En contraste, la CGT expresó comportamientos altamente responsables en tiempos de Eduardo Vuletich (1954, “Congreso de la Productividad y el Bienestar”), en 1973 (cuando José I. Rucci suscribió el “Pacto Social”) y en 1994 al negociar, bajo el liderazgo de Antonio Cassia, el “Acuerdo Marco para el Empleo, la Productividad y el Bienestar Social”. 

El bagaje intelectual que inspiró a aquella conducción es casi idéntico al que hoy expresa el vértice sindical reconstituido, con el visto bueno o la indiferencia de las versiones estrictamente políticas del peronismo del segundo milenio.

El modelo de negociación colectiva -unitario, centrado en el salario, y de baja cobertura en relación con el total de asalariados-, alimenta la inflación y tolera el autoritarismo patronal. La estrategia de utilizar la (imprescindible) capacidad de presión de los trabajadores para perseguir la “inflación pasada”, se ha revelado cien veces ineficaz: los trabajadores pierden poder adquisitivo, hasta que la espiral explosiona con devaluaciones monetarias, una herramienta que los trabajadores del mundo rechazan y que, en la Argentina, nunca controlaron los sindicatos peronistas, aunque si sus sigilosos partenaires.

El unitarismo salarial (consecuencia del verticalismo organizacional y de consignas demagógicas) condujo a la parálisis industrial del norte argentino en beneficio del núcleo pampeano, y forzó migraciones interiores. A su vez, el ceñir la negociación colectiva a los salarios niega la participación de los trabajadores en el control de las condiciones de trabajo y cierra los caminos a acuerdos centrados en la productividad, el empleo y la inversión; un exclusivismo que -en un contexto de feriados y jornadas excesivos- impide pactos sobre duración y distribución de la jornada, o sobre modos de conciliar la vida laboral y familiar.

El sistema de obras sociales sindicales atenta contra el bienestar general. Lo entendió así Perón cuando, en 1973, intentó crear el Sistema Integrado de Salud[4] y tropezó con los intereses del vértice sindical. Por lo demás, que las obras sociales estén dirigidas por los mismos que mandan en los sindicatos expresa un enorme déficit democrático y de transparencia. En consecuencia, si queremos mejorar los servicios de salud deberemos -sin afectar la propiedad obrera de las obras sociales- conectarlas con otros prestadores de salud (comenzando por aquellos sin fines de lucro), y democratizar su gestión.

El pacto implícito entre la CGT y la patronal – reiterado en recientes declaraciones de la UOM y de TECHINT- que sostiene el nacional-industrialismo tiene una cuota de responsabilidad en los problemas estructurales que paralizan nuestra economía (lo expresó el peronista Gobernador de Córdoba[5], frenan el desarrollo del interior empobrecido, y castigan a trabajadores, a consumidores y a los industriales situados en escalones inferiores de la cadena productiva.

Esa versión anacrónica del nacionalismo económico importa una manipulación del ancestral ideario peronista sobre sustitución de importaciones surgido como inexcusable en tiempos de posguerra. Las toneladas de dinero que los contribuyentes y los consumidores han volcado en los regímenes de promoción industrial no han servido para construir un sólido aparato productivo, aunque si para enriquecer a algunos. Existen, sin duda, excepciones, pero no hacen sino confirmar la regla.

En este sentido, la Argentina y no solo el peronismo, debe abrir un urgente debate acerca de un modelo productivo que sustituya los excesos del libre mercado y su réplica (los excesos del populismo industrialista). Para avanzar, tendremos que encontrar modos de integrar las políticas agropecuarias, industriales, logísticas, ambientales, de infraestructura, de investigación y desarrollo, de integración regional y de comercio exterior; así como definir cronogramas, metas de integración, y medidas compensatorias.

El desarrollo integrado y equitativo de la Argentina encuentra escollos en instituciones y convicciones que ni los partidos políticos ni las organizaciones de intereses tradicionales han sido capaces de revisar.

¿Alguien piensa que podemos abatir la pobreza y el desempleo estructural con la actual ecuación energética, con la precariedad y costos de nuestra logística, o con las estructuras de comercialización, de impuestos y de financiación? ¿Podemos avanzar con la mochila de un Estado que pone barreras al ingreso de nuevas tecnologías, que anida corrupción, que carece de una justicia independiente y que nos agobia con una burocracia morosa e intrincada?

Por lo tanto, no se trata sólo de que los peronistas se actualicen (lo que bien vendría), sino de que la Argentina y los argentinos asumamos los nuevos y viejos desafíos con la mente abierta, cordialmente, sin odios.

Es preciso reconocer que las soluciones llegarán a buen fin sólo con el concurso activo de los trabajadores organizados (democráticamente organizados). La Argentina reclama un nuevo Pacto Productivo que reemplace al que dio origen y sustento al industrialismo subdesarrollado.


[1] CLARIN, (también en El Tribuno de 28/08/2016)

[2] 28 de agosto de 2016. Por Julio Bárbaro. Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del COMFER.

[3]El desafío del peronismo: rehabilitarse lejos de los agitadores populistas”.

[4] En línea con el pensamiento de Ramón Carrillo primero y Domingo Liotta después. Un intento de similar propósito –también fracasado- fue realizado por Raúl Alfonsín de la mano de Aldo Neri.

[5] La Voz, 20/05/2016: “Schiaretti acusó a Techint de frenar el desarrollo de las autopartistas”.

Mi homenaje a Menem

Como lo hice en oportunidad del fallecimiento de Néstor Kirchner y de Fernando de la Rúa, sentí que debía usar la oportunidad para destacar los aportes de Carlos Menem como presidente, en lugar de atacarlo como hicieron la mayoría de los medios.

Hable en varios programas radiales y televisivos, pero no los voy a cansar con la reproducción de todos ellos. Decidí sí, subir al blog la última de mis apariciones, porque en ella, aunque también bastante larga, pude decir ordenadamente todo lo que había decidido manifestar sobre Menem y su época. Recomiendo que comiencen a ver el video desde el minuto 6, porque hasta ese momento perdimos tiempo por mi inhabilidad para manejarme en Instagram.