Pese a los tropiezos, sigo pensando que Perú avanza.

Ayer, 28 de julio, recordé en tres oportunidades mi reciente viaje a Perú. Y advertí que debo a mis lectores, particularmente a quienes siguen mi sitio desde esa nación hermana, una reflexión sobre mi último viaje a Lima, Chiclayo y Lambayeque. Hoy voy a tratar de saldar esa deuda.

Primero, los hechos que refrescaron mi memoria. En la mañana, cuando decidí llevar a mis nietos caminando a mi oficina, me encontré con una emotiva ceremonia frente a la estatua al Mariscal Ramón Castilla. La colectividad Peruana de Buenos Aires y el Instituto Nacional Sanmartiniano conmemoraban el 188 aniversario de la independencia de Perú. Estaban allí los Granaderos a Caballo, con su banda y banderas, recordando una gesta que tuvo como principal conductor al Libertador Don José de San Martín.  Como pasábamos justamente entre la réplica de la casa de Grand Bourg y del monumento a San Martín anciano, mis nietos me pidieron que les cuente sobre el episodio que los granaderos estaban conmemorando. Mientras lo hacía, no pude menos que sentir remordimiento por no haber volcado todavía en el papel mi experiencia reciente en el Perú.

Luego del almuerzo miré por unos minutos televisión. Por CNN pasaron el discurso de Alan García. Me impresionó la convicción con la que defendió a la democracia de su país en contraste con la de los regímenes políticos estatistas y autoritarios de otros países de América. Sin duda se refería a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, cuya influencia en la promoción de los recientes enfrentamientos entre indígenas y policías era sospechada a los pocos días del trágico episodio, precisamente cuando yo estaba visitando Perú. Sus gestos y sus palabras dejaban ver la preocupación que embarga a los peruanos, algo que yo había percibido durante los dos días de mi visita.

Cuando por la tarde entré en mi blog para escribir este artículo, revisé primero los mensajes recibidos y encontré el de Juan Pablo Balcells que ya subí al blog y que los lectores podrán encontrar como comentario en mi artículo «Perú, firme en su buen rumbo». Allí Juan Pablo me envía un artículo de un estudiante, Fermín Tiwi Paati, en el que acusa a Alan García de «etnicidio», algo que,  de acuerdo a lo que yo percibí en mi último viaje, no representa una afirmación justa y mucho menos compartida por la mayoría de los peruanos. Al pie de la misma nota de Fermín aparecen comentarios que lo contradicen. Pero este artículo muestra una peligrosa interpretación de la movilización indigenista en el Perú.

Pues bien, después de tantos recordatorios, paso a resumir mi reflexión.

Perú es una sociedad que progresó en muchos aspectos, pero su historia no registra un período como el que inauguró Sarmiento en la Argentina del siglo 19. No existió suficiente énfasis en incluir a toda la población, en particular a la indígena de las zonas mas alejadas, en un programa efectivo de alfabetización que permitiera que todos los peruanos hablaran el mismo idioma y supieran leer y escribir. Hay todavía más de cuatro millones de peruanos que además de ser analfabetos sólo hablan uno de más de 300 dialectos diferentes, dialectos que muy pocos de los dirigentes políticos de Perú entienden. La comunicación y el diálogo entre dirigentes y estos cuatro millones de ciudadanos es muy difícil y prácticamente inexistente.

Los conflictos que se están viviendo en las zonas donde residen desde siempre estas comunidades indígenas tienen su origen en la falta de diálogo y, seguramente, en la influencia de los dirigentes locales y extranjeros que en lugar de bregar por un proceso de inclusión e integración en una sociedad peruana unida y pacífica, quieren acentuar la confrontación y la desunión entre indígenas y peruanos de ancestros europeos.

En este viaje tuve oportunidad de conocer y dar conferencias en las Universidad Señor del Sipan, de Chiclayo, una población de la costa norte con familias en su mayoría mestizas e indígenas y la Universidad Cesar Vallejo de Lima Norte, un área de «pueblos jóvenes», los asentamientos en los alrededores de la capital donde se radican las familias indígenas que migran desde la sierra. Yo había visitado y dado conferencias en otras universidades de la Lima histórica y sus suburbios tradionales, en la que la mayoría de los estudiantes eran jóvenes peruanos de las familias de Miraflores, San Isidro o Barranco, casi todas de ascendencia europea, con muy pocos rasgos indígenas. Las Universidades que ahora visité, tienen, como las anteriores, un excelente nivel académico y cuentan con una infraestructura y equipamiento admirables, pero a diferencia de las que conocí en el pasado, los estudiantes provienen en su mayoría de familias indígenas o mestizas.

El fundador de estas Universidades, Ingeniero Cesar Acuña, también de ancestros indígenas, es actualmente Alcalde de Trujillo, Líder de su Partido Alianza Para el Progreso (APP) y Presidente de la Asociación de Municipalidades del Perú. Produjo la hazaña política de desplazar al APRA de la alcaldía de Trujillo, la ciudad de Don Victor Raúl Haya de la Torre, el fundador de aquel partido político, equivalente histórico al Partido Justicialista de la Argentina. Trujillo había sido gobernada ininterrumpidamente por dirigentes del APRA a lo largo de los últimos 70 años.

La opinión de Don Cesar Acuña y de sus colaboradores sobre los recientes enfrentamientos sangrientos entre indígenas y policías, me pareció particularmente clara y constructiva. A pesar de que es formulada en fuerte tono crítico hacia el gobierno de Alan García, conlleva una propuesta que puede ayudar a su gobierno. Destaca que el origen del problema radica en la falta de diálogo pero que el mismo puede re-establecerse si se aprovecha y escucha a los alcaldes nativos que conocen muy bien las aspiraciones de sus pueblos.

Mientras me acompañaba por la visita que hice al Museo de las Tumbas Reales (donde están los restos y piezas de orfebrería y cerámica del antiguo gobernante de la cultura Mochica, conocido como Señor de Sipán, descubrimiento arqueológico del año 1987 que no tiene nada que envidiarle a la tumba de Tutankamon en Egipto) Julio Cesar Valera, un colaborador de don Cesar Acuña, también de origen indígena, que vivió más de 10 años en Buenos Aires y se graduó en la Universidad Católica Argentina, me explicó su interpretación de los trágicos enfrentamientos que sufre Perú.

Argumentó, con innumerables ejemplos y gran conocimiento de la cultura indígena, que la raíz de los problemas que Perú está sufriendo es la insuficiente valoración de las virtudes y capacidades de los indígenas por parte de los gobiernos que han venido manejando de manera centralizada todos los resortes de la vida política y económica desde Lima, como en la época virreynal. Pero este diagnóstico lejos de llevarlo a proponer la confrontación y el racismo, como lo hace Evo Morales en Bolivia y lo pregona también Ollanta Humala en el Perú, la propuesta de Don Cesar Acuña y sus colaboradores es la de alentar el diálogo y extender la educación a todos las comunidades del país mediante un proceso de descentralización política, económica y administrativa que permita la integración de todos los peruanos, sin exclusión alguna, en una sociedad progresista que aproveche, pero no destruya, los valores y virtudes de la cultura milenaria del Perú. Mientras me explicaba esta interpretación de la realidad, yo iba descubriendo manifestaciones objetivas de esa cultura, magistralmente presentadas en el museo que estábamos recorriendo.

Yo conocía a dirigentes e intelectuales de Perú como Alan García, Mario Vargas LLosas, Javier Silva Ruete, Pedro Pablo Kusinsky, Roberto Dagnino,  Raúl Diez Canseco y Lourdes Flores, en cuyas venas circula muy poca sangre indígena. También conocía que, aunque parezca paradójico, durante el gobierno de Alejandro Toledo, un presidente mestizo que gobernó buscando la integración y la pacificación, comenzó a hacerse cada vez más fuerte un movimiento indigenista liderado por Ollanta Humala, muy parecido al de Evo Morales y receptor del apoyo des-estabilizador y des-integrador de Hugo Chavez.

En este último viaje descubrí que, además de estos contrastes,  existen dirigentes e intelectuales, indígenas y genuinamente progresistas, que en lugar de predicar la confrontación entre las culturas, buscan, a través del diálogo y la educación, la plena integración social y económica del Perú. No sólo predican sino que, sobre todo, hacen. Don Cesar Acuña y sus colaboradores han enderezado su capacidad empresarial a la educación y sus esfuerzos políticos al gobierno municipal de Trujillo y a la Asociación de Municipios del Perú, que deberían, según sus propuestas, transformarse en los pivotes del proceso de descentralización para la integración plena de todos los peruanos a una sociedad unida y solidaria.  Tengo la impresión que son estos dirigentes quienes evitarán que las legítimas demandas de los indígenas marginados del progreso económico y social elijan el camino de la violencia.

Por eso, sigo sosteniendo que, pese a las dificultades que se han manifestado de manera trágica en los últimos meses, el Perú sigue avanzando. La Universidad Cesar Vallejo de Lima Norte, que visité acompañado por su Director General, Dr. Juan Manuel Pacheco Zevallos  y la Universidad Señor de Sipán, sobre cuyo impresionante desarrollo y múltiples actividades me ilustraron con lujo de detalles su Rector Dr. Humberto Llenpén Coronel, su Vicerector Académico Alcibiades Sime Marques, el Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales Alfredo Díaz Jave y el Secretario General Johan M. Quesnay Casusol, son una muestra elocuente de este Perú profundo que ve en la revalorización de su cultura milenaria y en la educación, pero nunca en la violencia, las herramientas para el progreso y la paz de esa gran Nación.

Asis, Barrionuevo y Yo

El Programa «Poder Vacante» está despertando mucho interés. Cuando su conductor, mi amigo Jorge Asís, me entrevistó, el viernes pasado y yo dije que comenzaba a ser optimista para después del 2011, él me recordó que en Marzo de 2003 yo había escrito un artículo titulado «Argentina 2003: Hay bases para el optimismo». Obviamente mi optimismo de entonces no se vio convalidado por el resultado de la elección presidencial de ese año. Pero es interesante ver cual era el fundamento de aquel optimismo. Viene a cuento de la opinión de Barrionuevo sobre mi rol en el gobierno de Menem y su propuesta de que Duhalde y Lavagna gobiernen en el futuro.

Espero que de la re-lectura de mi artículo de 2003, quede claro que cuando sugiero que Cristina Kirchner le pida apoyo a Duhalde y a Lavagna, mi propuesta nada tiene que ver con la actitud golpista de Barrionuevo, que esta vez, como siempre en el pasado, se propone objetivos que van en contra del bienestar del Pueblo.

Expansión fiscal sin aumento del gasto público.

En varios artículos anteriores sostuve que Argentina necesita implementar un programa de expansión fiscal, como lo están haciendo casi todos los demás países y como lo acordaron los jefes de Estado del Grupo de los 20 reunidos en Londres el 2 de abril pasado. Algunos de mis lectores, particularmente los que son conscientes de todos los costos que la irresponsabilidad fiscal trajo aparejado a nuestro país en el pasado, se alarmaron por mi insistencia en este punto. Escribo para tranquilizarlos.

Lo que se necesita en Argentina no es expansión fiscal basada en el aumento del gasto público sino en la disminución de los impuestos distorsivos. Son impuestos distorsivos aquellos que encarecen los costos de producción y desalientan la inversión eficiente del sector privado. En nuestro caso los ejemplos más significativo son las retenciones a las exportaciones (agropecuarias e industriales), la no devolución del IVA y otros impuestos indirectos a los exportadores, el impuesto a las transacciones financieras que no se acredita contra IVA y Ganancias, y los impuestos sobre la nómina salarial, no acreditables contra el IVA, que encarecen el costo del trabajo sin mejorar el ingreso de bolsillo del trabajador.

Cuando se reducen o, mejor, se eliminan estos impuestos, la expansión fiscal ayuda a que se reactive la economía de una manera sostenible, es decir, generando por sí misma la recaudación futura de los impuestos no distorsivos que permitirán que el déficit fiscal tienda a desaparecer. Si, por el contrario, se mantienen los impuestos distorsivos y se aumenta el gasto público, la expansión fiscal resultante acentuará el estancamiento con inflación, porque el aumento de la demanda originada en el sector público no alcanzará a compensar la caída de la inversión y el consumo privados que está siendo motorizada precisamente por las distorsiones impositivas. La perspectiva de que el déficit fiscal sólo tienda a aumentar y no a disminuir, lleva a que no haya reactivación sostenible de la economía por el temor a que el gobierno en el futuro recurra a más impuestos distorsivos y no a menos. Es decir, se entra en el círculo vicioso del estancamiento por desaliento a la inversión productiva, que, en el caso de nuestro país, va siempre acompañado de inflación.

Por supuesto que para reducir el riesgo inflacionario de una expansión fiscal basada en la eliminación de los impuestos distorsivos será necesario encontrar fuentes de financiamiento del déficit que no obliguen a la emisión monetaria descontrolada del Banco Central. Por eso, yo insisto tanto en la necesidad de recrear el crédito público cuanto antes. Si la expansión fiscal tiene chances de llevar a una reactivación sostenida, será menos difícil recuperar el crédito público. Por el contrario, es imposible pensar que alguien estará dispuesto a darle crédito al gobierno, si mantiene los impuestos distorsivos y aumenta aún más el gasto público.

También ha causado cierta inquietud entre los lectores de mi blog, especialmente entre aquellos que advierten los costos sociales y económicos de la inflación, que yo hable de liberar precios, ajustar tarifas y eliminar subsidios mientras se desmantela el esquema anti-exportador basado en restricciones cuantitativas e impuestos a las exportaciones de alimentos. La inflación reprimida que se consigue con este tipo de medidas que ha venido aplicando el gobierno de los Kirchner, lejos de contribuir a la estabilidad es una fuente crecientemente peligrosa de explosión inflacionaria futura. Cuanto antes se desactive esta bomba de tiempo menor será la severidad del fenómeno inflacionario hacia adelante. Inflación reprimida significa inflación futura inevitable. Pero mientras más inflación reprimida se acumula, mayor será la inflación a afrontar en el futuro. Este riesgo aumenta en forma geométrica.

Si el INDEC deja de mentir y se sincera la inflación, en el doble sentido: por transformación de la inflación reprimida en inflación abierta y por su correcta medición, habrá mejores chances de recuperar el crédito público y luchar eficazmente contra la estanflación. Es importante que no se demoren en advertirlo, particularmente quienes aspiran a gobernar desde 2011 en adelante.

Políticas expansivas en casi todos los países, menos en Argentina.

En los dos últimos meses estuve en Italia, Turquía, Estados Unidos, China, Indonesia, Perú e Israel. En todos estos países tuve oportunidad de conversar con economistas ,funcionarios gubernamentales y con muchos ciudadanos. Además de las conferencias en las que participé y de las reuniones de trabajo con profesionales y funcionarios, que en general razonan con esquemas conceptuales generalmente rígidos, aproveché todas las oportunidades que tuve, para averiguar la opinión de la gente común, la que razona en base a la experiencia cotidiana y no a prejuicios ideológicos. Me formé una idea bastante precisa sobre el estado de ánimo de los dirigentes y de la gente en cada uno de estos países. En materia económica, percibí varios elementos comunes a todos los países que visité.

En los ambientes gubernamentales, en todos estos países existe una preocupación fundamental: encontrar los mejores mecanismos monetarios y fiscales para impulsar la economía, sin preocuparse mucho, por el momento, por la magnitud del respectivo déficit fiscal o de la expansión monetaria, en el entendimiento de que ambos fenómenos tenderán a revertirse cuando la economía se haya reactivado. Todos están aplicando políticas monetarias y fiscales expansivas, fuertemente expansivas algunos, como China, EEUU e Israel, que no tienen prácticamente ninguna limitación en materia de acceso al crédito público y moderadamente expansivos otros, como Italia, Turquía, Perú, Indonesia, que no tienen tanto crédito público como los anteriores, pero que, si llegaran a necesitarlo, pueden contar con acceso a préstamos entre bancos centrales o de organismos multilaterales.

Entre la población hay preocupación por la recesión y el aumento del desempleo, pero predomina la esperanza de que el gobierno encuentre pronto la forma de revertir la situación y vuelva el crecimiento económico vigoroso. En todos estos países, incluso en Perú y en Italia, donde hay problemas políticos que no tienen que ver con la recesión global, la gente no ha perdido confianza en la capacidad del gobierno para enfrentar la recesión. En ninguno de estos países existe preocupación popular por la posibilidad de una aceleración inflacionaria.

Por supuesto, el clima que se vive es muy diferente al de dos años atrás, cuando predominaba el optimismo por doquier. También se nota más preocupación que hace un año, cuando ya había comenzado la recesión en EEUU pero recién comenzaba a percibirse en Europa y aún no se notaba ni en Asia ni en América Latina. Pero en ninguno de estos países observé el grado de angustia y desesperanza que se vive en Argentina.

La diferencia con nuestro país no tiene que ver con la magnitud del impacto negativo de la crisis global en las respectivas economías nacionales. Más aún, todos estos países han sufrido un impacto negativo de la crisis global por la contracción del comercio exterior, mucho mayor que el que ha sufrido Argentina. Nuestro país, gracias a que el precio de la soja no disminuyó tanto como el de otras “commodities”, ha sufrido un deterioro menor de sus términos del intercambio externo.

¿Porqué entonces el clima que se vive en Argentina es mucho peor que el que se percibe en el resto de los países? La respuesta es clara: el gobierno de Argentina ha perdido la confianza de todo el mundo, empezando por la confianza de los propios argentinos.

En el exterior todos perciben que Argentina no tiene ni suficientes reservas externas, ni crédito externo, ni crédito interno como para intentar aplicar políticas monetarias y fiscales expansivas. A cualquier observador objetivo de nuestra realidad le resulta inmediatamente claro que, en un país que ha usado y abusado de impuestos distorsivos, como las retenciones agropecuarias, los impuestos sobre los salarios y a las transacciones financieras, la mejor política fiscal expansiva consistiría en reducir o eliminar esos impuestos, aún a costa de incurrir en un déficit fiscal significativo. Pero de inmediato surge a la vista la limitación: Argentina no tiene forma de financiar ese déficit fiscal, que no sea mediante emisión monetaria. Y, la expansión monetaria encuentra como severo factor limitante la existencia no sólo de alta inflación explícita, sino de una fuerte inflación reprimida y expectativas de devaluación, que podrían llegar a espiralizar la inflación, aún frente a un clima fuertemente recesivo en casi todos los mercados de bienes y servicios.

La diferencia entre Argentina y todos aquellos países es que en el nuestro, a causa de la desorganización económica que resultó de la violación de contratos y falta e respeto a los derechos de propiedad que comenzó en 2002 y de las políticas económicas arbitrarias y distorsivas que se aplicaron desde entonces, ya sufríamos estanflación aún antes de que se desatara la crisis global. El Gobierno de los Kirchner quiso hacerle creer a la gente que nuestros problemas eran consecuencia de lo que esta ocurriendo en el mundo y no de los desmanejos internos, pero prácticamente nadie que le preste atención a Argentina le cree en el exterior y sólo una minoría, no mayor al 30 % de la población argentina le demostró confianza en las últimas elecciones.

Para que Argentina pueda luchar contra la recesión y el desempleo como lo están haciendo en los demás países, la oposición, que ahora tiene mayoría en el Congreso Nacional, no tiene que ayudar a conservar los ingresos fiscales en base a impuestos distorsivos, como lo solicita el gobierno, si no todo lo contrario. Tiene que obligarlo a que sincere la situación fiscal, eliminándolos de cuajo, aún cuando se genere un gran déficit. Sí tiene que ayudar al Gobierno a recuperar el crédito interno y externo, para atenuar el riesgo inflacionario de esa expansión fiscal.

La mejor forma de que Argentina recupere el crédito público es que se vaya perfilando, para después de la elección del 2011, un nuevo gobierno responsable y sensato, que prometa abocarse a reorganizar la economía a partir de reglas de juego claras y simples, y esté dispuesto a producir el máximo de transparencia. Mientras tanto, la mejor forma de ayudar a que el gobierno actual recupere algo del crédito público es obligándolo a sincerar la situación inflacionaria. Esto significa liberar los precios controlados, eliminar los impuestos distorsivos y las restricciones para exportar productos agropecuarios, eliminar los subsidios generalizados implícitos en las tarifas de servicios públicos (manteniendo sólo aquellos que benefician a las familias pobres). Y, por supuesto, dejar de mentir sobre los índices de precios.

Cuando los potenciales compradores de bonos emitidos bajo ley argentina adviertan que la defraudación cometida por el gobierno a partir del dibujo de los índices de precios no queda impune, volverán a demandar bonos indexados. Eso significará que se volverá a abrir el crédito interno. Una negociación inteligente con los tenedores de bonos externos que no se presentaron al canje en 2005 y con el Club de París y, sobre todo, una presentación sincera y responsable de un buen programa económico capaz de recibir la aprobación del FMI, permitirá recrear el crédito externo. Esto no se conseguirá de la noche a la mañana, pero será posible lograrlo en forma gradual, sobre todo si hay evidencias de que previamente se recreó el crédito interno.

El gobierno y la oposición deberían abocarse a esta tarea de inmediato, sin especulaciones electoralistas. Si por el contrario, el gobierno se auto-impone un callejón sin salida y pretende seguir reprimiendo y mintiendo sobre la inflación y la oposición, en lugar de facilitarse una salida, trabaja para que se caiga antes de cumplir con su mandato, los que corremos el riesgo de terminar en un callejón sin salida seremos todos los argentinos.

Otra gran oportunidad

Ayer y hoy he leído tantos buenos análisis políticos de los resultados electorales del domingo pasado que no tengo mucho que agregar. Quienes han seguido mis opiniones desde principios de 2007 sobre la evolución probable de los acontecimientos políticos y económicos habrán advertido que los resultados son los que yo venía previendo. Incluso, la conformación de dos alternativas superadoras del Kirchnerismo para el recambio presidencial de 2011: una conformada por el Peronismo (ya sin Kirchner) y el Pro, encabezada por Reuteman o por Macri; y otra, conformada por la UCR, el Socialismo y la Coalición Cívica, en la que ha quedado como prácticamente candidato cantado el Vicepresidente Julio Cobos. Ambas tienen la posibilidad de conformar un buen gobierno, especialmente si comienzan a trabajar desde ahora en preparar programas y equipos ejecutivos.

Sería muy bueno que los responsables de estos dos espacios definieran gabinetes fantasmas, aún cuando no estén en condiciones de identificar a una sola persona para cada posición y deban nominar a varios, de tal manera que puedan dar opinión sobre cada uno de los temas de gobierno que se vayan planteando a lo largo de los dos próximos años. Esta es una práctica normal en los países bien organizados políticamente, que alguna vez hay que comenzar a poner en práctica en la Argentina.

Mientras cada uno de estos dos espacios alternativos van definiendo sus propuestas para el futuro, toda la oposición debería trabajar unida para imponer en el Congreso Nacional un replanteo integral de reglas de juego, que comience a revertir las tendencias a la arbitrariedad, al centralismo, a la ineficiencia económica y a la injusticia social que resultaron de las prácticas anti-republicanas del Kirchnerismo. Hoy tienen vigencia todas las sugerencias que hice al día siguiente al de aquella otra memorable jornada, en la que el vicepresidente Cobos votó por la derogación de la resolución 125, aquella que aumentaba la imposición sobre las exportaciones agropecuarias. Mi post, en aquel 17 de julio de 2008 se tituló: «Una nueva oportunidad».

En ese post escribí: «Lo primero que debería hacer la Presidenta Cristina Kirchner es enviar al Congreso Nacional un proyecto integral de reforma tributaria y de ley de Coparticipación Federal de Impuestos. Este proyecto debería incluir los impuestos al Comercio Exterior, con la propuesta de resignar las atribuciones delegadas al Poder Ejecutivo por el Código Aduanero.»

«Una buena reforma tributaria integral, acompañada por una nueva ley de Coparticipación de Impuestos es una excelente forma de comenzar a recrear buenas instituciones económicas, capaces de permitirle a la Argentina, en un futuro no tan lejano, retomar una senda duradera de prosperidad con estabilidad, estabilidad no sólo de los precios sino, fundamentalmente, de las reglas de juego de la economía y la sociedad.»

«En materia coyuntural el gobierno sólo tiene que adoptar dos decisiones también institucionales, pero que no requieren cambios en las leyes, sino hacer que las leyes vigentes se cumplan. Debe devolverle total autonomía al Banco Central y encomendarle la lucha contra la inflación como objetivo central. Paralelamente, tiene que instruir a la Secretaría de Comercio para que libere todos los precios y deje que el INDEC vuelva a medir la verdadera inflación. Si se hace esto, la estabilidad no aparecerá de inmediato, pero al menos se podrá comenzar a trabajar seriamente para re-establecerla. La economía se enfriará, pero no será un fenómeno dramático sino sólo transitorio, hasta que se corrijan los fuertes desequilibrios de los precios relativos que se acumularon desde la fuerte devaluación del Peso en el inicio de 2002.»

Lamentablemente, nada de esto hizo Cristina Kirchner. Pero ahora se presenta una nueva gran oportunidad. Los legisladores que representan a los dos espacios que se perfilan como alternativas superadoras para el 2011, se lo pueden imponer desde el Congreso Nacional. Seguramente, buena parte de los diputados y senadores de la bancada oficialista, que lo fueron sólo por el chantaje de Nestor Kirchner y no por convicción, estarán dispuestos a acompañar propuestas tan sensatas.Esto es lo mejor que nos puede pasar como País. La alternativa es un doloroso proceso estanflacionario y dos años de confrontación política estéril.