Aquellos países en los que su gente cree (o sus malos dirigentes le hacen creer) que a través de la emisión de dinero se puede crear crédito, terminan quedándose sin dinero y sin crédito. Eso es lo que nos ha pasado a los argentinos durante 45 años, entre 1945 y 1990, y los que nos está volviendo a pasar desde 2002 en adelante.
Tanto para que exista dinero como para que exista crédito se necesita que en las relaciones deudor-acreedor el acreedor confíe en que el deudor no lo va a defraudar.
Para comprender esta premisa es necesario advertir que en cualquier economia, en última instancia, los acreedores (es decir los que en algún momento tienen que recobrar su dinero) son los ahorristas, tanto los del país como los del exterior, que decidieron depositar o traer sus ahorros a la economía argentina. Y los deudores son los que han sido merecedores de crédito y han obtenido algún préstamo o han podido emitir alguna obligación.
También hay que comprender que quien demanda dinero, es decir acepta que le paguen con dinero un sueldo, o el precio de los bienes que vende, o lo que le deben, lo hace si cree que ese dinero no va a perder valor. Si advierte que el dinero con que le pagan puede perder rápidamente valor, se desespera por transformarlo en dólares, o en euros, o en comprar bienes antes de que sus precios aumenten. Es decir, cuando la gente pierde confianza en la capacidad del dinero para mantener su valor, trata de desprenderse de él. Eso significa que demanda menos dinero, o , lo que es lo mismo, que la velocidad de circulación del dinero en la economía aumenta. En esas circunstancias, si el Banco Central se empeña en poner en circulación una mayor cantidad de dinero, la consecuencia inevitable es la aceleración inflacionaria.
Para que en una economía haya desarrollo se necesita crédito. Esto es obvio. Pero hay que entender que el crédito existirá sólo si se dan las condiciones para que los acreedores confíen en que los deudores no los van a defraudar. En Argentina no tenemos un Banco de Desarrollo como el BNDES Brasilero, no porque nunca se haya creado, o porque se haya liquidado el BANADE en 1993. En realidad, bancos que podrían jugar el rol del BNDES brasilero hay más de uno: están el BICE, el Banco de la Nación, el Banco de la Provincia de Buenos Aires y varios otros bancos provinciales.
No tenemos Banco de Desarrollo porque los grandes deudores, en el pasado, las más de las veces, dejaron de pagar sus deudas y porque con demasiada frecuencia, todo tipo de deudores recibieron generosas licuaciónes de sus deudas a través de la inflación, sea por emisión monetaria descontrolada, pesificación forzosa, devaluación monetaria o simple tergiversación de los índices de precios del INDEC. Esto nunca ocurrió en Brasil, salvo escasas excepciones. En Brasil los deudores pagan, las deudas siempre fueron ajustables por inflación y nunca se tergiversaron los índices. Cuando se produjeron devaluaciones, las deudas pactadas en dólares no se pesificaron sino que se cumplieron en la moneda original. Las quiebras se diligenciaron ante la justicia con total ajuste a la ley. En definitiva, los acreedores de Brasil (ahorristas brasileros y extranjeros que llevaron sus ahorros a Brasil) nunca fueron defraudados. Ese no es el caso, lamentablemente, de nuestro país.
En Argentina no hay crédito porque no existe confianza en que quien solicita un préstamo siente la obligación de pagarlo en una moneda del mismo valor que la que recibió. La inflación nos ha mal-educado como deudores y, con razón, los acreedores, en última instancia los ahorristas nacionales y extranjeros, no confían. Por eso, invierten sus ahorros en el exterior. ¿Qué otra cosa significa comprar dólares o euros billete, tenerlos en el colchón, en una caja de seguridad, o depositarlos en el exterior? Uno podría pensar que si la gente quiere ahorrar en dólares o en euros, debería simplemente depositarlos en un banco en nuestro país y entonces ese banco dispondría de esos ahorros para transformarlos en préstamos. Pero a partir de que en enero de 2002 se pesificaron compulsivamente casi 100 mil milones de depósitos en dólares, la gente tiene muchas razones para desconfiar. Por eso en lugar de dolarizar sus depósitos, cuando la gente piensa que el peso se va a desvalorizar, simplemente compra dólares billetes o envía sus ahorros al exterior.
Quienes confunden dinero con crédito,muy a menudo, encuentran una solución sencilla a la falta de crédito. Ese es el caso de Heller, Cornide y Marcó del Pont. Proponen que el Banco Central, a través de redescuentos de cartera, cree capacidad prestable en los bancos y, de esa forma, el crédito aparezca como por arte de magia. Es absurdo que con tanta experiencia inflacionaria no adviertan que tal magia no existe. Los redescuentos crean inflación y destruyen el crédito. Si el Banco Central vuelve a esa práctica, lo único que quedará es la inflación y el estancamiento. Nunca el desarrollo y la prosperidad.
Espero esta misma tarde continuar con este post. Mientras tanto lo subo al sitio, porque varios visitantes me han pedido que discuta este tema, sobre el que hay hoy varios artículos interesantes en el diario La Nación.