Brasileños y Chinos: preocupados pero sin dudas sobre el rumbo económico

Acabo de estar tres días en Brasil y una semana en China participando en sendas conferencias sobre la marcha de la economía mundial y su impacto sobre las economías nacionales. Tanto en Brasil como en China encontré preocupación por la crisis Europea y por la lentitud de la recuperación económica en Estados Unidos y en Japón, pero en ninguno de los dos países la gente y sus dirigentes tienen dudas sobre el rumbo de sus respectivas economías.Y, por supuesto, en ninguno de los dos paíse se percibe fuga de capitales. Todo lo contrario, siguen preocupados por los influjos que pueden provocar burbujas especulativas en sus mercados de activos.

Muy diferente es la situación en Argentina. La fuga de capitales pone de manifiesto que más y más gente descree del rumbo económico impuesto por el Gobierno. Las diferencias son claras: mientras en Brasil y en China perseveran e la dirección de remover distorsiones y darle un espacio cada vez más amplio a la economía de mercado, en nuestro país se acentúan los controles y se desalienta la inversión eficiente.

La situación en Europa es delicada, pero la dirigencia política está demostrando que quiere evitar saltos al vacío.  Los nuevos Gobiernos de Grecia y de Italia, si bien no tienen asegurado su éxito, son un buen intento por encontrar soluciones en un clima de unidad y responsabilidad. La próxima semana estaré en Grecia y a mi regreso les trasmitiré mis impresiones.

Perdonen la escasa frecuencia de mis posts, pero desde agosto tengo una agenda muy apretada y me ha resultado difícil encontrar tiempo suficiente para escribir mensajes más elaborados. Espero revertir esta tendencia.

El Mercado Negro de las monedas extranjeras

Quienes tienen menos de cuarenta años de edad quizá no lo recuerden, pero el precio del dólar en el mercado paralelo era una información que aparecía muy frecuentemente en la tapa de los diarios y se encontraba destacada entre las series estadísticas que actualizaban diariamente las publicaciones especializados en economía y finanzas.

También era común ver  a compradores de dólares arrimarse a cualquier turista  que llegaba al aeropuerto y ofrecerles un precio superior al que mostraban las pantallas de las casas de cambio y de los bancos. En los centros financieros de las grandes ciudades había muchos “arbolitos”, gente que compraba y vendía dólares al paso de los transeúntes. Y existían numerosos intermediarios financieros informales que arreglaban grandes transferencias hacia y desde Argentina de dólares sin que quedaran registradas en cuentas administradas por entidades financieras autorizadas y mucho menos que quedaran registradas en el Banco Central o en la AFIP. Esto ocurría no sólo en nuestro país sino en todos los países socialistas y en muchas economías emergentes que tenían estrictos controles de cambio.

Las transacciones en el mercado paralelo de cambios estaban fuertemente penadas, pero era tanta la ganancia que hacían los operadores y  sus clientes que todos ellos se arriesgaban y rara vez eran descubiertos y, mucho menos, sancionados. En los últimos años de la década del 80, el mercado negro se legalizó y apareció formalmente un mercado libre de divisas, separado del mercado oficial en el que participaban obligatoriamente los exportadores y al que podían recurrir importadores y otros demandantes de dólares autorizados para operar.

La brecha entre el mercado paralelo (negro al principio, libre después) y el mercado oficial variaba mucho, dependiendo de la política monetaria del Banco Central y de las expectativas de inflación y devaluación.

Cuando la brecha era grande se desalentaba el turismo al exterior y quienes traían mercadería de contrabando pagaban un precio mayor por el dólar que los importadores con acceso al mercado oficial de cambios.  Esto era visto como un beneficio para la economía nacional porque se alentaba el turismo interno y se desalentaba el contrabando. Yo incluso escribí, por aquella época, que en la medida que la brecha no fuera superior al arancel promedio de importación, en cierta medida el precio del dólar en el mercado paralelo  se equiparaba al precio del dólar de importación (siempre superior al oficial en el monto del arancel). Por eso yo siempre criticaba las políticas monetarias que en aras de cerrar completamente la brecha subían desproporcionadamente las tasas de interés.

Pero a pesar de estos beneficios, la existencia de dos mercados para el dólar, como organización permanente del mercado cambiario, trajo enormes inconvenientes y contribuyó a la desorganización completa de la economía que terminó en la hiperinflación de 1988 a 1990.

La existencia de una brecha entre el dólar paralelo y el dólar oficial llevó a la creciente subfacturación de exportaciones y  a la sobrefacturación de importaciones. A través del primer mecanismo, los exportadores se hacían de dólares en el exterior que luego procuraban ingresar a través del mercado paralelo. A través de la sobrefacturación los importadores conseguían dólares baratos en el mercado oficial que utilizaban para hacer una diferencia vendiéndolos en el mercado paralelo. Como es de esperar, semejante ganancia ilegal alienta la corrupción de los funcionarios aduaneros y de los demás organismos de control.

Los controles de cambio desalientan la inversión extranjera directa por dos razones: una porque el gobierno obliga a los inversores a vender sus divisas a un precio del dólar que ellos perciben como artificialmente bajo y otra, porque el inversor comienza a tener incertidumbre sobre la posibilidad de repatriar dividendos. El desaliento es mayor mientras más grande sea la brecha entre el mercado paralelo y el mercado oficial.

Como el único instrumento que el gobierno tiene para mantener a niveles razonables la brecha entre el mercado paralelo de cambios y el mercado oficial es la política monetaria (en la medida que el gobierno no quiere dejar que el mercado oficial flote libremente, sin restricciones a operar en él) comienza a establecerse una carrera entre las tasas de interés y el precio del dólar en el mercado paralelo. Las tasas de interés ya no están atadas a la evolución del precio del dólar en el mercado oficial, sino a la expectativa de devaluación en el mercado paralelo. Y como la volatilidad de este último es mucho mayor, la política monetaria necesita ser mucho más agresiva que si tratara de influir sobre la cotización de la moneda en un mercado único, mucho más estable por su propia naturaleza.

La existencia de un mercado paralelo con una fuerte brecha en relación al mercado oficial promueve la aceleración inflacionaria, porque muchos precios comienzan a ser fijados según la evolución del mercado paralelo y no en base al precio pagado por los importadores en el mercado oficial. La política monetaria, si pretende enderezarse a una determinada meta de inflación, se torna más restrictiva, porque para alcanzar esa meta de inflación tienen que lograr primero controlar la brecha en el mercado paralelo del dólar.

Traigo a colación todas estas referencias del pasado, porque el Gobierno se encamina claramente en la dirección equivocada si es que quiere sentar las bases para un programa exitoso de estabilización que minimice los costos recesivos. Para quienes quieran conocer cuál es el camino alternativo, recomiendo releer mi libro “Estanflación” que  a pesar de haber sido escrito en 2008, tiene todavía plena vigencia.

Sobre la Crisis en Europa

En el último mes, además de cumplir con mis obligaciones docentes en la Universidad de Yale y de dictar conferencias en República Dominicana, Colombia y los Estados Unidos, estuve escribiendo sobre la Crisis en Europa. No subí antes mis artículos porque los escribí en Inglés y no tuve tiempo de traducirlos. Hoy decidí de todas maneras hacerlo, porque estoy seguro que alguno de los colaboradores habituales del blog me ayudará con la traducción. Voy a tratar de trasmitirles en forma breve el contenido de esos artículos.

Cuando estuve en Grecia, los últimos días de Agosto, acentué mi convicción sobre el desastre que sería para ese país, para Europa y para el Mundo que Grecia defaulteara su deuda y «dragmizara» su economía. Sería cometer el mismo error que cometió nuestro país cuando defaulteó su deuda, pesificó su economía y produjo la terrible devaluación de 2002. Las consecuencias para Grecia serían tan malas como lo fueron para Argentina, pero las consecuencias para Europa y para el Mundo serían mucho peores que los efectos que tuvo sobre nuestros vecinos el mal paso argentino.

Lamentablemente no sólo nuestra Presidente y algunos economistas locales le recomiendan a Grecia que nos imite. También lo hace Nouril Roubini, el prestigioso profesor de New York University que predijo la crisis de las hipotcas en Estados Unidos. Hace pocas semanas publicó en su blog y en el Financial Times un artículo que se titula «Grecia debería defaultear su deuda y salirse del Euro». Yo, que había estado una semana antes en Grecia advirtiéndoles sobre las consecuencias que tendría para esa Nación seguir los mismos pasos que Argentina en 2002, me sentí en la obligación de escribir un artículo respondiendo a la propuesta de Roubini. Este artículo se titula «Grecia debe reestructurar su deuda pero permanecer en el Euro».

Mi argumento es que abandonar el Euro significaría para Grecia reemplazar las reformas que necesita hacer para recuperar de manera sostenida su competitividad por una devaluación que destruiría el ahorro de las clases medias de Grecia y que reintroduciría la inflación en su economía.

En ese artículo sostengo que el crecimiento de Argentina posterior al 2002 se explica por la capacidad productiva disponible gracias a las reformas económicas de los 90’s y al mejoramiento de los términos del intercambio externo que no se debieron a la devaluación del Peso sino a la depreciación del Dólar y al crecimiento de China, fenómenos que no tienen porqué repetirse en relación a Grecia. Y si se repitieran, harían igualmente innecesario que Grecia se retirara del Euro.

Roubini en su descripción de la recuperación Argentina despues de 2002 se olvida de que en ese año las exportaciones fueron inferiores a las del 2001 y la recuperación desde 2003 en adelante, en volúmen físico, sólo reprodujo el ritmo de crecimiento de las exportaciones durante los 90’s. El mayor crecimiento del valor de las exportaciones en dólares fue puro efecto precio.

Además, como Grecia aún tiene  que introducir todas las reformas que en Argentina, durante los 90’s, produjeron un fuerte aumento de la productividad, es mucho mejor que aproveche la crisis para llevar a cabo esas reformas y no que esconda toda su ineficiencia bajo la alfombra de la inflación.

Los únicos beneficiarios de una salida de Grecia del Euro serían los griegos muy ricos, que ya sacaron de Grecia sus capitales y aún tienen fuertemente endeudadas a sus empresas. Ellos se beneficiarían de una «dragmización» porque además de licuar sus deudas podrían luego utilizar los Euros que tienen en el exterior para comprar los activos devaluados de Grecia. Esto daría lugar a una fuerte redistribución regresiva de la riqueza, porque la fuente de financiamiento de este beneficio para los ya poderosos no sería otra que la caída generalizada de los ingresos del pueblo griego y de la evaporación de los ahorros de quienes aún los mantienen en Grecia.

Hice esta misma argumentación en una conferencia que pronuncié en la Universidad de Yale sobre «La crisis en Europa: lecciones de la experiencia de América Latina» y en una mesa redonda en la que participé en la Universidad de Kiel, en Alemania.

Me siento en la obligación de bregar porque desde el exterior no le hagan a Grecia lo que le hicieron algunos economistas académicos y las autoridades del FMI a la Argentina en Noviembre y Diciembre de 2001:  brindaron apoyo intelectual y material a los golpistas y devalúo-maníacos que querían licuar sus deudas y revalorizar los dólares que habían sacado al exterior para consolidar su poderío mientras el pueblo se hundía en un pozo de angustia y de pobreza. Ojalá Grecia logre evitar tan triste destino.

Yo no estaticé la Deuda Privada en 1982. Fuí el único que denunció que se proponían hacerlo.

Los fiscales y jueces que siguen jugando a la política, ni siquiera tienen el cuidado de examinar los hechos sobre los que juzgan y el tiempo en el que se produjeron.  Hoy ha salido en La Nación un artículo que dice que un juez, a pedido del Fiscal Delgado, ha solicitado instrucciones al Procurador del Tesoro para pedir resarcimiento a los responsables de la estatización de la deuda privada en 1982. El artículo va acompañado por mi foto y en su texto se menciona que yo soy la persona a la que se le reclamaría dicho resarcimiento .

La estatización de la Deuda Privada fue decidida por quien era Presidente del Banco Central el 17 de noviembre de 1982, fecha en la que se dictó la circular A 251: Don Julio Gonzalez del Solar. El asumió tras mi renuncia el 26 de agosto de 1982 y se mantuvo en el cargo hasta el 10 de diciembre de 1983. La Nación publicó la noticia en su edición del 18 de noviembre, como lo registra el sitio Diarios Históricos que el fiscal Delgado no se tomó el trabajo de clickear, siendo que aparece en google, tan pronto uno pone el título «Estatización de la Deuda Privada durante la Dictadura».

La decisión del Juez respondiendo afirmativamente al pedido del fiscal Delgado es una nueva edición de la persecución judicial que vengo sufriendo desde que en 1995 los jueces de la servilleta quisieron acallar mi lucha contra las mafias enquistadas en el poder. Yo creo que ya es hora que dejen de difamarme con mentiras tan evidentes como la que se ha reiterado en esta nueva arbitrariedad judicial.

Es una verdadera infamia que se me siga atribuyendo la decisión de estatizar la deuda privada, porque no sólo no fuí quien la decidió , sino que fuí el primero que denuncié que quien me había reemplazado en el Banco Central se proponía a hacerlo. A partir de la página 25 de mi libro «Economía en Tiempos de Crisis» del año 1989 está publicada la conferencia que pronuncié en septiembre de 1982 en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas en la que advertí sobre el peligro de que estatizaran la deuda en dólares del sector privado y las consecuencias que ello traería aparejado.

Se trata de una mentira que fue lanzada a rodar por primera vez en 1984, en un diario que circulaba en esa época patrocinada por la Coordinadora Radical. Decidieron tratar de hacerme públicamente responsable de la estatización del la deuda privada como forma de bloquear mi acceso al Dr. Raúl Alfonsín. Habían visto sobre su escritorio el manuscrito de mi libro «Volver a Crecer», que yo le había entregado en una entrevista en Olivos y pensaron que era peligroso para ellos que el Presidente de  La Nación prestara atención a mis ideas.

Era evidente que era una infame mentira, porque el mismo Doctor Arfonsín, cuando me sacaron de la Presidencia del Banco Central a los 52 días de haber sido designado, había declarado que mi separación del cargo era un atentado contra el proceso de normalización institucional. Sin duda el Dr. Alfonsín, como el resto de la dirigencia política democrática, había respaldado la reforma financiera con la que yo había comenzado a resolver el problema del endeudamiento de las familias que habían comprado viviendas con hipotecas ajustadas por la circular 1050 y de las empresas que se habían endeudado en pesos y habían soportado enormes tasas de interés reales. Yo me había opuesto a la estatización de la deuda de las empresas privadas que se habían endeudado en dólares, precisamente porque ellas no habían soportado el efecto de las altas tasas de interés en pesos sino, por el contrario, habían gozado del atraso cambiario.

Mi propuesta había sido que sólo se concedieran seguros de cambio ajustados por el índice de precios mayoristas, por lo que las deudas en dólares no podrían beneficiarse de las tasas reales negativas de interés que sí beneficiaban a los endeudados en pesos. Además esos seguros de cambio estaban condicionados a que el deudor privado consiguiera de sus acreedores alargamiento de los plazos . Además el sistema estaba pensado como para alentar a las empresas que tenían deudas  en dólares  a generar exportaciones con cuyos ingresos futuros podrían equilibrar sus obligaciones en moneda extranjera. Precisamente mi denuncia en setiembre de 1982, cuando apenas habían transcurrido unos días de mi renuncia, advertía que por presión de los endeudados en dólares, las nuevas autoridades del Banco Central se proponían cambiar el método de indexación de los seguros de cambio, como para que también se licuaran las deudas en dólares. Lamentablemente ello ocurrió pocos días después y fue acompañada por el desmonte de los mecanismos que alentaban las exportaciones equilibradoras. Como para rematar esa medida injusta y fiscalmente onerosa, en el mes de noviembre de ese mismo año el Banco Central dispuso lisa y llanamente la estatización de la deuda privada.