Creciente aislamiento internacional y tres armas electorales económicamente muy peligrosas

En los últimos días se han multiplicado las decisiones que acentúan el encerramiento de la economía y el aislamiento internacional del país.

La demora en presentar un programa económico que permita negociar con el FMI un préstamo de facilidades extendidas para normalizar la relación financiera con el exterior, las restricciones adicionales a las exportaciones de carne, el virtual cierre de las fronteras no sólo a los viajeros extranjeros sino a los ciudadanos argentinos que viajaron al exterior, la amenaza de estatización de la hidrovía Paraná-Paraguay y encubiertamente, de los puertos privados, son sólo algunas de las medidas adicionales que nos aíslan económica y políticamente del mundo. Ya operaban significativamente en ese sentido el cepo cambiario, las limitaciones autoimpuestas a la entrada de las mejores vacunas contra el coronavirus, las retenciones a las exportaciones y las trabas cuantitativas a las importaciones.

En este contexto y consciente de que el mal manejo del proceso de vacunación está deteriorando rápidamente su imagen, además de intentar acelerar ese proceso antes de las elecciones, el gobierno ha decidido utilizar tres armas electorales que son muy peligrosas.

Una de ellas consiste en aumentar el gasto público, ajustar salarios, jubilaciones y demás prestaciones sociales por arriba de la inflación y despreocuparse de la reducción del déficit fiscal.

La otra, de mantener muy bajo, alrededor de sólo el 1% mensual, el ajuste del tipo de cambio oficial.

La tercera, utilizar las reservas que ha acumulado gracias al superávit comercial por el alto precio de la soja y demás productos de exportación, para acortar la brecha entre el precio del dólar en los mercados semi-libres (contado con liquidación y dólar bolsa) e impedir una escapada del dólar paralelo como la de setiembre de 2020, antes de las elecciones.

El gobierno espera que con estas tres armas conseguirá ganar las elecciones de noviembre, especialmente en la provincia de Buenos Aires, Apuesta a que la gente sentirá una mejora económica por la baja de la tasa mensual de inflación y cierta recuperación del poder adquisitivo de los ingresos.

No es imposible que esto ocurra, pero como los operadores de mercados y de quienes siguen los acontecimientos económicos con experiencia y cuidadosa observación predecirán que la presión acumulada terminará en una explosión devaluatoria, no es descartable que esa predicción amenace con provocar el ajuste inflacionario antes de noviembre y el Banco Central se vea obligado a subir las tasas de interés y a desprenderse de muchas reservas. Si no lo hace, la explosión puede darse justo antes de la elección.

Se acentúa el ajuste fiscal de raíz inflacionaria

El Ministro Guzmán puede exhibir los resultados de los cuatro primeros meses como un ajuste fiscal muy superior al presupuestado. De hecho, el déficit fiscal primario durante los primeros cuatro meses de 2021, ascendió a sólo 192 mil millones de pesos siendo que para todo el año había sido presupuestado en 1.568 miles de milones de pesos. Es decir, entre enero y abril, el déficit fue apenas el 12% de lo presupuestado.

Durante el año 2020 el déficit fiscal primario había aumentado un 734%, pasando de 218 mil miillones en 2019 a 1.818 miles de millones de pesos en 2020. Para 2021 fue presupuestado con una reducción del 14% nominal, una meta de por sí muy ambiciosa. Sin embargo, los resultados de los cuatro primeros meses son mejores que lo presupuestado.

El Ministro Guzmán confía en que este comportamiento de las cuentas fiscales no empeore en los próximos meses, con lo cual podría llegar a sobre cumplir la meta de reducción del déficit fiscal primario. Eso le daría un importante argumento en la negociación con el FMI.

Un examen más detallado de las cuentas fiscales de enero a abril de 2021 pone de manifiesto que el ajuste fiscal que se está produciendo es consecuencia de un gran aumento de la recaudación impositiva y de un atraso importante de las prestaciones de la seguridad social y de los sueldos públicos en comparación con el resto de los gastos. Estos comportamientos, detallados en el cuadro 1, sólo pueden explicarse por el efecto de una inflación mucho más alta que la presupuestada.


El aumento del 65% de los ingresos fiscales en los cuatro primeros meses de 2021, más del doble que el porcentaje de aumento durante todo el año 2020, se explica por un aumento del 93% de los recursos tributarios y sólo un 35% de los recursos de la seguridad social.

Semejante diferencia deviene de tres factores: el aumento de las retenciones agropecuarias por efecto de la devaluación y el aumento de los precios de las exportaciones; la creación de nuevos impuestos y el aumento de alícuotas; el aumento de la tasa mensual de inflación desde los últimos meses de 2020 hasta el mes de marzo de 2021 y la aceptación, hasta ahora sin grandes reclamos, de aumentos a los jubilados muy por debajo de la tasa de inflación.

En el cuadro 2 puede observarse que los derechos de exportación aumentaron 188% en el período enero-abril 2021 con respecto a enero abril 2020, El impuesto a los bienes personales, cuyas alicuotas subiron significativamente, aumentó 358% y los internos coparticipados un 126%. Los impuestos relacionados con los niveles de ventas internas, claramente explicados por  la inflación y las importaciones, aumentaron entre el 51% en el caso del impuesto a los débitos y créditos bancarios y el 89% por ciento de los derechos de importación, pasando por el 86% en el impuesto a los combustibles, el 70 % en el impuesto a las ganancias y el 64 % en el IVA.

Volviendo al Cuadro 1, el aumento del 33% de los gastos primarios durante los cuatro primeros meses de 2021, bastante por debajo del aumento del 63% que se observó durante el año 2020 con respecto a 2019, se logra con porcentajes de aumentos mucho más bajos que el promedio para las prestaciones de la seguridad social (29 %) y los salarios del sector público (28%). Los todavía fuertes aumentos de los gastos en bienes y servicios (76%) y el déficit de las empresas del Estado (93%) indican que el ajuste de los gastos no se produce por una reforma estructural del sector público sino de ajustes nominales de salarios y jubilaciones por debajo de la inflación, mecanismo que sólo produce efectos transitorios, difícilmente sostenibles en el tiempo.

Además, el aumento de sólo el 28% de las transferencias al sector privado, que incluyen los subsidios sociales que han comenzado a reducirse, pero también los subsidios que se pagan para evitar el aumento de las tarifas de los servicios públicos, pueden llegar a aumentar mucho más como consecuencia de la oposición de la vicepresidenta a autorizar los ajustes que permitirían mantener el monto presupuestado de dichos subsidios.

Por todas estas razones, el curso de las cuentas fiscales no puede ser tomado como un avance sostenible hacia el equilibrio fiscal que necesitaría la economía para poder encarar un programa antiinflacionario con chances de éxito. Por el contrario, el gobierno necesitará que la inflación se mantenga elevada para seguir recaudando el impuesto inflacionario y los demás impuestos indirectos que también se alimentan del aumento de los precios.

Prestar atención a Fernanda Vallejos completaría la obra de destrucción económica de la Argentina

La angustia y desesperanza que vivimos la mayor parte de los argentinos es resultado de muchos errores de gestión del gobierno nacional.

La pésima gestión en materia de aprovisionamiento de las vacunas es, sin lugar a dudas, la causa principal. Sólo ella puede explicar el record mundial de muertes e infecciones en proporción a la población y que, a catorce meses del inicio de la pandemia, todavía se dispongan cuarentenas que la población ya no soporta.

La política exterior, caracterizada por persistentes esfuerzos para confraternizar con naciones como Venezuela, Cuba, Rusia e Irán y distanciarse de las democracias liberales y de las economías de mercado, no podría ser más negativa, no sólo desde el punto de vista moral sino también desde el punto de vista del interés nacional. El aislamiento económico y financiero es una de las causas principales de la falta de inversión productiva que azota a la economía argentina desde hace dos décadas.

La política microeconómica responde a la misma escuela que la política exterior. En lugar de buscar avanzar hacia la libertad de comercio interior y exterior, como lo hacen todos los países económicamente bien organizados, cada semana aparecen nuevas intervenciones distorsivas en los mercados internos y en la administración de importaciones y exportaciones. La prohibición de exportar carne es la más reciente de estas intervenciones absurdas.

La única chance de que el gobierno de Alberto Fernández no desperdicie las muy favorables condiciones externas que se presentan a la economía por el lado del precio de las exportaciones, es completar la normalización de la relación financiera con los organismos internacionales.

Para lograrlo deberá demostrar voluntad de pago, usando, si fuera necesario, las reservas externas que está logrando el Banco Central gracias al precio de la Soja.

Si, por el contrario, consintiera a Fernanda Vallejos y los que firmaron la «Proclama del 25 de Mayo», la política macroeconómica adquiriría el mismo nivel de dislate que la de la política exterior y microeconómica. El desastre que sobrevendría es imposible de dimensionar, pero sería muy costoso para todos los argentinos.