Como era de prever quienes producen bienes o prestan servicios, piden que les dejen aumentar los precios. Lo hacen de distinta manera y abogan por distintos instrumentos, según la situación de cada uno.
Los prestadores de servicios públicos, como los transportistas y los productores de energía, quieren que se permitan aumentos de los precios y las tarifas que quedaron muy atrasados desde la devaluación de 2002. Y tienen razón, porque los subsidios con que tratan de compensarlos no alcanzan para cubrir los aumentos de costos, además no les brindan retribución al capital invertido y, por consiguiente, no le permiten conseguir financiamiento para nuevas inversiones. En algún momento el gobierno va a tener que autorizar estos aumentos de precios y tarifas, sobre todo cuando ya no tenga recursos para pagar los subsidios.
Los productores agropecuarios y las industrias de transformación de sus productos en alimentos para el mercado interno, piden que le eliminen los controles de precios y que les dejen aumentar los precios al nivel que determina la interacción entre la demanda y la oferta. Y tienen razón, si el gobierno no liberaliza los precios se acentuará el desabastecimiento que ya se observa de los bienes con precios controlados. Así que en algún momento lo va a tener que hacer.
Los productores de bienes de exportación que son inteligentes y no se dejan engañar por la prédica de los estatistas que se enamoran de los impuestos, aunque sean muy distorsivos, piden que les eliminen las retenciones para obtener el precio pleno por sus productos de exportación y para que los precios de esos productos en el mercado interno reflejen la realidad de los mercados internacionales. Y tienen razón. El gobierno tendrá que considerar seriamente este pedido, so pena de que cause un gran daño a los sectores más productivos de la economía argentina. Esto vale tanto para el sector agropecuario como para el sector industrial, porque las exportaciones industriales también pagan una retención del 5 %.
Muchos industriales y algunos dirigentes agropecuarios, especialmente aquellos que no quieren mostrarse a favor de la libertad económica, piden que les dejen aumentar los precios a través de la devaluación del Peso. Son aquellos que vieron a la devaluación y la pesificación de enero de 2002 como una solución eficiente y justa para la crisis, sin lamentarse por los costos que esta supuesta solución significó para los ahorristas, los trabajadores y los jubilados de la Argentina.
Desde el punto de vista del interés general, de todos estos pedidos de autorización para aumentar los precios, sería conveniente que el gobierno atendiera a los tres primeros, pero no al de los que piden la devaluación del Peso. En su discurso frente a la UIA, la Presidenta dijo claramente que se da cuenta que una devaluación del Peso sería fuertemente inflacionaria y parece haber convencido hasta al mismo presidente de la Unión Industrial, a tenor de sus declaraciones de esta mañana.
Pero es necesario que la Presidenta advierta que la única forma de evitar una fuerte devaluación del Peso es que permita que suban los precios y las tarifas de servicios públicos, que elimine los controles de precios sobre los alimentos y que elimine totalmente las retenciones a las exportaciones industriales y agropecuarias. Y que además aplique una política monetaria anti-inflacionaria, como la que viene aplicando Brasil desde 2003: muy diferente de la que aplicó nuestro país. Si no hace ésto, no podrá evitar una fuerte devaluación del Peso con un fuerte impacto inflacionario.
Si no dejan que se ajusten los precios verdaderamente atrasados, entre los que no está precisamente el precio del Dólar, entonces sí se les puede escapar el precio del Dólar y acelerarse la inflación. Voy a tratar de explicar esta aparente paradoja y lo haré valiéndome de la comparación con Brasil.
En Brasil, desde 2003 en adelante, cuando el Precio del Dólar en reales y en pesos estaban prácticamente apareados, consiguieron hacer bajar la inflación precisamente porque no dejaron atrasar los precios de los servicios públicos, ni fijaron precios máximos y tampoco impusieron retenciones. Lo que hicieron fue aplicar una política monetaria anti-inflacionaria que permitió que la inflación internacional asociada con la debilidad global del Dólar, desde 2002 hasta principios de 2008, fuera neutralizada por la apreciación del Real: El precio del Dólar en reales bajó de 3 a 1,6. Acá habría ocurrido exactamente igual y, de haberlo hecho, hoy la inflación sería, como en Brasil, del 5 % anual y no del 25 % como lo es en la realidad. Esto es lo que yo expliqué tan tempranamente como marzo de 2003, cuando escribí aquel post titulado «Es positivo que el Peso y el Real se fortalezcan«.
En Brasil, al no tener fuertes distorsiones de sus precios relativos, la devaluación actual del Real, que subió el precio del Dólar de 1,6 a 2,4 reales, en gran medida neutralizará el efecto depresivo de la caída de los precios internacionales de las commodities y la apreciación renovada del Dólar en el mundo. Y de hecho, aún con la devaluación del Real de las últimas semanas, el precio del Dólar en Brasil está bastante más bajo que en 2003. En Argentina, el efecto de una devaluación del Peso sería completamente diferente. Si antes no se corrigen los desequilibrios creados por el atraso en las tarifas de los servicios públicos, por los controles de precios de los alimentos y por las retenciones, además del efecto directo sobre la inflación de los precios de aquellos bienes que están atados al dólar, se acentuará el fenómeno de inflación reprimida y, por consiguiente, el riesgo de que en algún momento se produzca un efecto resorte, tipo «Rodrigazo».
Por eso elogié el discurso de Cristina ante la UIA… Pero ojo! a la devaluación del Peso tienen que evitarla con una estrategia para luchar exitosamente contra la inflación, como la que propuse en cinco notas de algunos meses atrás, no con venta de reservas o con controles de cambio. Si el gobierno no corrige la inflación reprimida, no elimina las retenciones y los subsidios y para evitar una devaluación sigue vendiendo reservas, va a terminar en una de dos cosa: o con una disparada del Dólar en el mercado único de cambios o en una disparada del Dólar aún mayor en el mercado paralelo, después que hayan acentuado los controles de cambios para frenar la devaluación en el mercado oficial.
Si queremos seguir el ejemplo de Brasil, tenemos que comparar la evolución de nuestras respectivas economías y las políticas aplicadas en uno y otro país desde, al menos, 2003 en adelante. Hacerlo en forma miope, como lo propone Lavagna, sólo llevará a seguir equivocándonos y a sufrir cada vez más inflación, en un contexto recesivo del que no escaparán ni Brasil ni nosotros. Porque se viene, indudablemente, una recesión global. Lo que podemos y debemos hacer es evitar que además de recesión , tengamos una aceleración inflacionaria. Si nó, estaremos en el peor de los mundos!