Todos los países del mundo emergente están sintiendo en sus economías el efecto de la crisis que se inició en los EEUU y se extendió rápidamente a Europa y a Japón. Algunos, como China, los países del Medio Oriente, la mayoría de los países asiáticos, de América Latina y de África, sufren el impacto a través del comercio exterior, porque se están desmoronando sus exportaciones, con el consiguiente efecto multiplicador negativo sobre sus economías internas.Cuando caen las exportaciones y el consumo interno, la inversión también cae y produce un efecto acelerador de la recesión. La única forma de revertir este tipo de efecto es lograr que la recesión encuentre su piso en los países avanzados y comience en ellos la reactivación económica.
Este proceso podría verse frustrado si en la desesperación por atenuar el impacto negativo de la caída de exportaciones, cada país comienza a poner restricciones a sus importaciones. En ese caso se puede producir el colapso del sistema comercial internacional y llevar a una depresión mundial como la de los años 30s. Por eso, el primer tipo de intervención en las economías nacionales que los estados no deberían hacer es adoptar políticas proteccionistas. El presidente Lula es quien más ha estado advirtiendo sobre este peligro y la mayor parte de los Jefes de Estado del G20 parecen tener la misma opinión, aunque en sus respectivos congresos nacionales predominan las tendencias proteccionistas. Es muy importante que la Presidente Cristina Kirchner no sea la voz disonante en esta reunión, de la que debería salir un compromiso firme de todas las naciones de evitar una guerra proteccionista y, por el contrario, aprovechar la crisis para revitalizar las negociaciones de la Ronda Doha de la OMC.
En los países emergentes que durante los últimos años continuaron utilizando significativamente el ahorro externo para impulsar la inversión y el crecimiento en sus economías, la crisis global está poniendo en peligro a sus sistemas monetarios y financieros internos, porque al impacto negativo de la caída de las exportaciones se agrega el efecto de la reversión repentina de los flujos de capitales ("sudden stop" en la literatura en inglés). La entrada de capitales había permitido fuertes inversiones modernizadoras de sus economías y explicaban el crecimiento rápido y hasta el momento de la crisis, sostenido, de sus PBIs.
A estos países se les presenta una situación parecida a la que enfrentó Argentina en 2001, cuando no sólo se habían deteriorado los términos del intercambio externo, sino que además sufrió una reversión repentina de la entrada de capitales que había permitido financiar un fuerte proceso de inversión y modernización económica en los años previos. Esto le está ocurriendo a miembros de la Unión Europea que están dentro del área del Euro, como a Irlanda, a países que pertenecen a la Unión Europea aunque aún no tienen al Euro como moneda y al resto de los países de Europa del Este, algunos de los cuales aún no han ingresado a la Unión Europea, pero habían atraídos fuertes inversiones de ese orígen.
Es muy importante que los países con monedas fuertes y buen crédito público provean apoyo financiero a estas economías emergentes para evitar que colapsen sus sistemas monetarios y financieros nacionales y puedan producir los ajustes internos necesarios, en forma ordenada, reestructurando pasivos cuando sea inevitable, pero sin abandonar las reglas de economías de mercado integradas a la economía global y, sobre todo, sin introducir inflación descontrolada en sus economías.
Sería trágico para cada uno de estos países y también para la economía global, que estas economías optaran por aplicar una “solución a la Argentina del 2002”, es decir que destruyeran la base contractual de la economía mediante un default generalizado acompañado por la conversión forzada de contratos pactados en monedas extranjeras a otros pactados en la moneda nacional. Semejante "solución" abriría la puerta a la inflación descontrolada de sus economías y porstergaría sine díe la posibilidad de una recuperación rápida del crecimiento.
En Argentina esa “solución” reintrodujo la inflación en la economía y si bien su PBI logró un crecimiento rápido entre 2003 y 2008, éste se produjo por el aumento extraordinario de los términos del intercambio externo y no por la forma utilizada para sacar de la quiebra a bancos, empresas y familias. Todo lo contrario, la combinación de default generalizado con “pesificación” dio lugar a que Argentina perdiera el crédito público, no lograra volver a atraer ahorros externos y se viera imposibilitada de continuar con el proceso de modernización de sus servicios y de su infraestructura, que había sido tan positivo en los años anteriores. De no haberse dado el impresionante aumento en los precios de los productos de exportación que se produjo entre 2003 y 2008, Argentina hubiera sufrido estanflación durante todo el período, enfermedad que ha comenzado a sufrir desde que se desplomaron los precios de la soja y los demás productos de exportación, a mediados del año pasado.
En la próxima reunión del Grupo de los 20, los países con monedas fuertes y buen crédito público deben comprometer el apoyo: a) de sus bancos centrales a los países que utilizan sus monedas o conducen sus políticas monetarias utilizando a sus monedas como patrón; y b) de sus respectivos tesoros a los tesoros de las economías emergentes, en forma directa o a través de los organismos multilaterales de crédito, con la sola condición de que los países que utilicen ese apoyo no abandonen las reglas de economías de mercados integradas a la economía global, continúen brindando seguridad jurídica a los inversores internos y externos y sigan comprometidos con la estabilidad y el crecimiento de sus economías.
Los países de las economías emergentes que sufran interrupciones repentinas del flujo de capitales después de haber estando utilizando durante muchos años el ahorro externo para modernizar y capitalizar a sus estructuras productivas, podrán conducir procesos de ajustes ordenados sin abandonar la organización básica de sus respectivas economía si cuentan con apoyo externo, tal como lo hicieron Méjico y Argentina en 1995, Corea y varios otros países asiáticos en 1997, Brasil en 1999 y nuevamente en 2002 y Uruguay en 2002. En todos estos casos el ajuste ordenado y la posterior recuperación del crecimiento económico, sin reintroducir la inflación como problema, se logró gracias al apoyo externo.
Lamentablemente esto no ocurrió en Argentina al final de 2001, cuando la decisión del FMI de no continuar apoyando una reestructuración ordenada de la deuda, combinada con la voluntad del nuevo poder político de resolver el problema de los deudores aunque fuera a costa de terminar de destruir el crédito público y privado y reintroducir la inflación, llevó a la desorganización de la economía que hoy, terminada la bonanza extraordinaria creada por los términos del intercambio muy favorables, está produciendo estanflación.
Las economías emergentes que además de sufrir la caída de sus exportaciones como consecuencia de la crisis global, sufren además una interrupción repentina del flujo positivo de capitales con que habían financiado su crecimiento reciente, deben abstenerse de intervenir en los mercados con medidas compulsivas que signifiquen una violación intencional de los contratos vigentes, pero para ello es imprescindible que consigan el apoyo de los países con monedas fuertes y buen crédito público.
Está en la inteligencia de los gobiernos de los países más ricos advertir que el apoyo a las economía emergentes es tan importante como el que están brindando a sus estructuras productivas internas, porque de otra manera la economía que sobrevivirá a la actual crisis, lejos de ser global va a parecerse más a la economía segmentada y conflictuada que emergió de la crisis de los años 30 y que llevó a los trágicos episodios que culminaron con la Segunda Guerra Mundial. Este debería ser el mensaje de los Jefes de Estado de los países con economías emergente en la próxima reunión del G20.