Algunos dirigentes políticos atribuyen el pésimo servicio de transporte aéreo que tenemos en nuestro país a la privatización de Aerolíneas Argentinas llevada a cabo en 1990. Otros dirigentes políticos culpaban del pésimo servicio que tuvimos durante la década del 80, y seguramente culparán del mismo fenómeno en los años próximos, al carácter Estatal de la Aerolíneas Argentinas que tuvimos hasta 1990 y al de la que tendremos desde ahora en más. Unos y otros están equivocados.
El problema no fue ni será el carácter privado ni el carácter estatal de la compañía. Hay muchas aerolíneas privadas y muchas aerolíneas estatales que prestan buenos servicios en los países en los que operan. En Argentina los problemas han sido dos: 1) la ineficiencia y vocación monopólica de la empresa Aerolíneas Argentinas, tanto cuando fue estatal como cuando fue privada, y 2) la política aero-comercial, especialmente cuando se caracterizó por fuertes limitaciones a la competencia, reservas de mercado y fijación administrativa de las tarifas aéreas.
Pruebas al canto.
La calidad y cantidad de servicios aéreos, tanto de cabotaje como internacionales, mejoró mucho entre 1992 y 2001, pero no porque Aerolíneas Argentinas, como empresa privada, haya funcionado bien. Probablemente, ni siquiera funcionó mejor que cuando era Estatal. Durante esos años, las ciudades más alejadas del interior, como Posadas y Formosa, Salta y Jujuy, Ushuaia y Río Grande y casi todas las capitales de provincias y ciudades grandes del interior estuvieron conectadas con Buenos Aires con varias frecuencias diarias y, en muchos casos, bien conectadas entre sí. Córdoba llegó a transformarse en un centro de interconexión alternativo al de Buenos Aires.
Córdoba y algunas otras ciudades del interior y no sólo Buenos Aires, estuvieron conectadas con el exterior a través de vuelos no sólo regionales, sino, en algunos casos, directos a ciudades de Estados Unidos y de Europa.
En algunas oportunidades, las tarifas fueron tan bajas, que apenas duplicaban a las de las conexiones por vía terrestre.
Este resultado fue fruto de la apertura del mercado aéreo, tanto de cabotaje como internacional, a un mayor número de compañías y frecuencias, con mas competencia y menos restricciones impuestas por el Estado y a un mayor grado de libertad para la fijación de las tarifas por parte de las empresas prestadoras del servicio.
Aerolíneas Argentinas fue siempre un problema, tanto cuando fue estatal, como cuando fue privada. Siempre fue una empresa muy ineficiente, con vocación monopólica, con sindicatos que nunca se preocuparon por la calidad del servicio y la eficiencia sino exclusivamente por sus ventajas laborales; y con dirigentes empresariales, en sus dos etapas, que no demostraron capacidad y mucho menos eficiencia. Sobre su honestidad, prefiero no opinar, porque no me gusta hacer acusaciones sin pruebas concretas. Pero me da la impresión que hubo corrupción empresaria de todos los colores.
La ineficiencia y el pobre nivel de servicios de Aerolíneas Argentinas fue mas visible y dañino cada vez que la acentuación de su carácter monopólico hizo que todos los habitantes de nuestra Patria, y particularmente los del interior del país, dependiéramos de sus servicios, sin alternativas. Basta recordar lo que ocurrió, por ejemplo, en julio y agosto de 1986, cuando una huelga del personal de Aerolíneas Argentinas y de Austral, que duró 45 días, dejó al interior del país aislado de Buenos Aires y del Mundo, y a los propios habitantes de Buenos Aires, con grandes dificultades para conectarse con el exterior.
Y, para no ir más lejos, desde 2002 hasta acá, cuando prácticamente desaparecieron todas las líneas privadas que operaron durante los noventa, porque no pudieron sobrevivir los efectos de la devaluación, pesificación y recesión de 2002 y volvimos a depender de Aerolíneas Argentinas como oferente casi exclusivo de servicios. En comparación con la experiencia de 1986, en los últimos años tuvimos la suerte de que LAN decidiera seguir operando en el país, aún cuando también fue afectada por la absurda política regulatoria del Estado.
Mienten los que dicen que la privatización de Aerolíneas Argentinas fue un error, o peor, un negociado, en 1990. Si bien Aerolíneas Argentinas no mejoró, como empresa, al menos el Estado Argentino no tuvo que soportar un déficit, que financiaron el Estado Español y, en menor medida, los empresarios que manejaron la empresa. Estoy seguro que ese déficit fue, para los casi 18 años que trascurrieron hasta la re-estatización, de no menos de 2 mil millones de Dólares. No es una cifra sorprendente, porque durante los 80 la empresa había acumulado pérdidas por más de 1 mil millones de dólares. Es probable, que re-estatizada, Aerolíneas Argentinas pase a perder 200 millones de dólares al año, sin contar los subsidios al combustible que el gobierno ha prometido a todos los transportadores aéreos.
Por eso mienten los que dicen que la re-estatización es una solución. Quizá lo sea para los intereses sindicales, que tendrán probablemente un empleador más concesivo. Pero seguramente no lo será para los argentinos.
No debe sorprender que ningún dirigente político se anime a decir estas verdades tan evidentes. Temen que les pase lo que me ocurrió a mí. El señor Basteiro, actual Diputado Nacional Kirchnerista y la señora Castro, actual Embajadora ante el Gobierno de Venezuela, como dirigentes sindicales de Aerolíneas Argentinas, encabezaron los disturbios, los ataques y los insultos con los que quisieron empañar la ceremonia religiosa del casamiento de mi hija en julio de 2001, cuando el pecado del gobierno del que yo acababa de asumir como Ministro de Economía, era tratar de encontrar empresarios que se hicieran cargo de la empresa con el apoyo que estuviera dispuesto a darles el Estado Español, en un momento en que el Gobierno Argentino no tenía dinero ni para pagar los sueldos de los empleados públicos y las jubilaciones, que eran su responsabilidad inexcusable.
Antes habían tenido la osadía de no sólo bloquear por varios días la autopista a Ezeiza sino hasta cruzar un avión de Aerolíneas Argentinas en la pista, para hacer inoperable el aeropuerto internacional.
Mientras nuestra dirigencia política se deje intimidar por esta clase de sirigentes sindicales, los problemas de nuestro país no se resolverán. Y mientras se vance en procesos de re-estatización y monopolización de servicios, como lamentablemente está ocurriendo, cada vez estaremos peor.