En el año 1948, cuando se produjo el máximo histórico del gasto público en relación al PBI (45,6%), muy parecido al nivel alcanzado por el mismo indicador en 2013 (45,1%), la presión fiscal alcanzó el 29,8%, por lejos la mas alta de todos los gobiernos peronistas anteriores a Kirchner. De hecho, el segundo pico histórico para un gobierno peronista se alcanzó en 1992 con el 27,9% de presión fiscal.
En 2013 la presión fiscal fue del 40,6%, es decir 11 puntos del PBI más alta que la de 1948 y 13 puntos del PBI más alta que en 1992. Con cualquier experiencia anterior que se la compare, la presión tributaria aumentó en una magnitud impresionante. En Argentina, en la actualidad, es superior a la de la mayoría de los países emergentes e incluso más elevada que en los Estados Unidos y varios países desarrollados. Es similar a la de los países europeos más avanzados.
Esta alta presión fiscal es la que explica que el déficit esté todavía en niveles comparables a los más altos del período de la convertibilidad (4,6% en 2013 comparado con el 5,6% de 2001, cuando la factura de intereses de la deuda pública, especialmente para las provincias, era muy abultada) pero aún significativamente más bajo que el de 1948 (15,6%) y 1975 (12.3%), los momentos más críticos del pasado peronista.
Aunque el déficit fiscal no aparece todavía exageradamente alto (en realidad es del mismo orden de magnitud de los subsidios que el gobierno paga por el congelamiento de tarifas de electricidad, gas y transporte urbano, con lo que podría suponerse que eliminando los subsidios el déficit desaparecería), ello no quiere decir que un futuro plan de estabilización no va a requerir grandes esfuerzos para reducir el gasto público. La presión fiscal ha aumentado a niveles tan exagerados, que de no reducirse significativamente, se va a constituir en un freno importante a la inversión y a la creación de empleos productivos por parte del sector privado.
El gráfico que agrego a continuación (elaborados con los datos que aparecen en el Excel) debería llevar, no sólo a los funcionarios del gobierno actual sino también a quienes se proponen gobernar a partir del 10 de diciembre de 2015, a planear fuertes reducciones del gasto público, con criterios de eficiencia y equidad. Si no lo hacen, la reducción vendrá por otro golpe devaluatorio e inflacionario, como el del año 2002. En ese caso, la reducción se operará de la manera más ineficiente e inequitativa imaginable.
Mirando atentamente el gráfico, se puede observar que ha habido dos oportunidades en las que el gasto público bajó significativamente en un período corto de tiempo. Durante el primer gobierno de Perón, entre 1949 y 1952, el gasto público bajó del 45,6% a 27,9% del PBI. Perón actuó con pocos prejuicios ideológicos, enfrentó huelgas muy largas y complejas de los gráficos, azucareros, frigoríficos, marítimos, bancarios y ferroviarios, pero logró que la inflación no se espiralizara.
Otra baja significativa se produjo al comienzo del gobierno de Menem desde un nivel de 37,6% del PBI en 1989 a 27,9% en 1991. Estos son dos ejemplos de fuertes reducciones en el gasto público que deberían ser estudiadas por los asesores de quienes se postulan para gobernar al país desde el 10 de diciembre en adelante.