El Megacanje y la reestructuración de la deuda del 2001 hubieran evitado el triunfo de los buitres

En el post anterior describí la gestión de la deuda desde el inicio del gobierno de Menem hasta el final del gobierno de Cristina Kirchner. Ahora quiero demostrar que la presidente estuvo muy mal informada o actuó con mala intención, cuando atribuyó el triunfo de los buitres al Megacanje de 2001 y, en general, a la gestión de la deuda durante los años del gobierno de la Alianza.

Nada más inexacto. Como ya expliqué, el gran aumento de la deuda instrumentada en forma de bonos globales y letras colocadas en el exterior se produjo en los tres últimos años de la gestión del Presidente Menem. Durante esos años también se endeudaron las provincias con los bancos locales en medio de la competencia entre Menem y Duhalde por la candidatura presidencial del Peronismo para la elección de 1999. Durante el año 2000 y el primer trimestre de 2001, el gobierno de De la Rúa no tuvo otra alternativa que seguir colocando deuda en los mercados porque en esos trimestres había fuertes vencimientos de capital y además existía un déficit fiscal que también venía de la gestión anterior.

Desde que yo entré en el gobierno de De la Rúa en marzo de 2001, trabajamos  para evitar un default y dejar bien re-estructurada la deuda, de tal forma de disminuir significativamente la factura de intereses, tanto de la Nación como de las Provincias y descongestionar los tres años siguientes de amortizaciones de capital. Quisimos aventar el riesgo de default desordenado.

Al 31 de marzo de 2001, la deuda en bonos que podía llevar al país a un default desordenado ascendía a 90.304 millones de dólares  de los cuales vencían en los tres trimestres restantes de 2001 nada menos que casi 7 mil millones y en los tres años siguientes más de 10 mil millones en cada uno.

Gracias al Megacanje de mayo-junio de 2001 y a la primera etapa de la re estructuración ordenada de la deuda que se realizó durante el mes de noviembre del año 2001, al 31 de diciembre de ese año, la deuda instrumentada en forma de bonos ascendía a 55,057 millones de dólares. Se habían pagado normalmente los casi 7 mil millones que habían vencido en los tres últimos trimestres del año y los vencimientos anuales de capital para los tres años siguientes se habían reducido a alrededor de 7.500 millones.

Quedó preparada la segunda etapa de la re estructurción ordenada de la deuda, consistente en la oferta de un canje de los bonos que no se habían transformado en préstamos garantizados para ser reemplazados por bonos con una tasa máxima de interés del 5 % y prórroga de vencimientos de tres años. Estaba planeado que este canje iría acompañado por clausulas de salida consentida para cuya aprobación se contaba con los votos necesarios, conseguidos en la primera etapa de la re estructuración. Las clausulas de salida consentida iban a quitar a los bonos que no entraran en el canje la posibilidad de litigar en Nueva York. De esa forma se iban a evitar que los holdouts se transformaran en buitres. Lamentablemente, el golpe institucional del 20 de diciembre y la pesificación decidida por Duhalde en enero de 2002, que fue el inicio del default desordenado, frustraron la conclusión exitosa y sin conflictos del proceso de re estructuración de la deuda.

Gran parte de los bonos se habían transformado en préstamos garantizados a una tasa máxima de interés del 7% anual y vencimientos prorrogados por tres años. Todo el resto de la deuda, fundamentalmente con organismos financieros internacionales y las letras del tesoro eran fácilmente refinanciables y no generaban riesgo de default.

Es absolutamente falso que el Megacanje y la gestión de la deuda durante los años del gobierno de la Alianza son los responsables del triunfo judicial de los fondos buitres. Los bonos que habían surgido del Megacanje se habían transformado en préstamos garantizados en más de un 80 % y los que aún circulaban en el exterior no tenían vencimientos de capital cercanos, además de que habrían entrado en el segundo canje sin lugar a dudas.

Los fondos buitres aparecieron con el default desordenado decretado por Duhalde al pesificar y anular el efecto beneficioso de la transformación de los bonos en préstamos garantizados. Luego aumentaron sus chances de ganar los litigios en la justicia de Nueva York cuando Kirchner y Lavagna llevaron a cabo una re estructuración de la deuda acompañada no por clausulas de salida consentida sino por la ¨ley cerrojo¨ y la clausula ¨RUFO¨.

Estos gravísimos errores durante las gestiones de Duhalde y de Nestor Kirchner se explican por la incapacidad de los funcionarios locales que gestionaron la deuda y por haber prescindido del asesoramiento de expertos internacionales de primer nivel. A Jacob Frenkel, que nos había traído la idea y explicado la metodología de los canjes acompañados por clausulas de salida consentida, no lo dejaron participar como funcionario de Merrill Lynch, a pesar de que ese banco de inversión fue uno de los organizadores del canje de 2005.  Guillermo Nielsen pidió expresamente que lo excluyeran porque nos había asesorado en el año 2001. Al otro gran experto en re estructuración de pasivos, arquitecto del Plan Brady que había resuelto a principios de los 90s la crisis de la deuda latinoamericana, lo acusaron de haber cobrado una comisión injustificada que yo le habría hecho pagar con el sólo propósito de beneficiarle. Por tan absurda acusación estoy en estos momentos sometido a un juicio oral.

Es vergonzoso que la Presidente utilice la cadena nacional para acusarnos a Muldford y a mí por el conflicto con los buitres, tan vergonzoso como fue la acusación infundada de la Diputada Elisa Carrió, que tanto contribuyó a la desestabilización de la Argentina gobernada por un presidente al que ella había ayudado a ganar las elecciones. Cristina Kirchner, como Elisa Carrió, no trepida en usar la mentira como forma de llevar adelante sus oscuras ambiciones. No tienen los más mínimos frenos morales en sus carreras desenfrenadas por acumular poder denostando a sus adversarios.

 

Evolución de la Deuda desde la gestión de Menem hasta el final de la gestión de Kirchner

Cuando asumió Carlos Menem como Presidente de la Nación, en 1989, la deuda pública ascendía a 92 mil cuatrocientos millones de dólares, de los cuales estaban registrados 63 mil setecientos millones y pendientes de registración otros 28 mil setecientos millones. La deuda por préstamos sindicados con bancos del exterior estaba en default desde 1988, la ejecución de muchas sentencias judiciales en favor de los jubilados había sido suspendida por decreto y existían numerosos juicios de jubilados, proveedores y provincias pendientes de resolución.

Durante el período en que acompañé al Presidente Menem, primero como Canciller y luego como Ministro de Economía, logramos consolidar y refinanciar toda la deuda no registrada (a través del régimen de consolidación de pasivos, ley 23.982) y re-estructurar la deuda que estaba en default (a través del Plan Brady). Conseguimos financiamiento de organismos multilaterales para atender los vencimientos y financiar el déficit fiscal que se produjo desde el año 1995 a causa de la Crisis Tequila. Al cabo de esos siete años, la deuda pública (neta de activos financieros) no  aumentó . En realidad declinó ligeramente. Al final del año 1996, ascendía a 91 mil seiscientos millones de dólares.

Durante esos siete años, la composición de la deuda por tipo de instrumento y prestamista cambió mucho. Aumentó la deuda con los organismos financieros multilaterales, especialmente con el FMI. Este financiamiento se consiguió a tasas bajas de interés, del orden del 4 % anual. Desapareció la deuda por préstamos sindicados (que había sido la fuente de financiamiento de los años 70s y 80s y devengaban intereses del orden del 10% anual) y aparecieron los Bonos Brady, que pagaban una tasa de interés del 6.25 % anual, además de haberse iniciado con una quita en el capital de 35 %. Aparecieron los Bocones (bonos de consolidación de deudas previsionales, con proveedores y de regalías hidrocarburíferas) que devengaban un interés semejante al de los Bonos Brady y en 1993 se comenzaron a colocar, en forma lenta, bonos globales y letras externas en distintas monedas y con tasas de interés del orden del 10 % anual. De este tipo de deuda se alcanzó a colocar alrededor de 17 mil quinientos millones de dólares. El monto de intereses pagados por la deuda pública durante 1996 ascendió a 4 mil cien millones de dólares.

Los tres años siguientes de la gestión del Presidente Menem, cuando yo ya no estaba en su gobierno, la deuda pública aumentó de 91 mil seiscientos millones a 111 mil ochocientos millones de dólares. A este aumento contribuyeron varios factores: la fuerte liquidez internacional del año 1997 (los capitales que dejaban de ir a Asia venían a la Argentina porque había superado exitosamente la Crisis Tequila), la competencia entre el Presidente Menem y el Gobernador Duhalde por la candidatura presidencial del Peronismo y, a partir del segundo semestre de 1998, el aumento del déficit por la recesión que comenzó en ese momento y se extendió hasta 2002. La recesión va siempre acompañada por caídas en la recaudación de impuestos.

En este período, la que más aumentó fue la deuda instrumentada en forma de bonos globales y letras externas. Ella pasó de 17 mil seiscientos millones de dólares a fines de 1996 a 43 mil seiscientos al final del gobierno del Presidente Menem. Esta deuda, que pagaba intereses de entre el 10 y el 12 % anual aumentó en 26 mil millones de dólares, seis mil millones de dólares más que el aumento del endeudamiento total. Esto significa que se cancelaron, a su vencimiento, créditos que pagaban tasas de interés más bajas. Por consiguiente, la factura anual de intereses subió mucho, no sólo porque subió la deuda, sino porque se hizo más onerosa. Durante el año 1999, el costo de intereses ascendió a 8 mil doscientos millones, prácticamente el doble que la factura de intereses en 1996.

Durante este mismo período aumentó en alrededor de 15 mil millones de dólares la deuda de las provincias, principalmente con el sistema bancario argentino. Esta deuda se pactó a tasa flotante y con intereses equivalentes a la tasa BADLAR (pagada por los depósitos de más de 1 millón de dólares) mas 7 % anual, a pesar de que estaba garantizada por los recursos de la coparticipación federal de impuestos. Esta deuda nunca se registró como deuda pública nacional, pero constituyó el ingrediente más oneroso y peligroso de todo el proceso de endeudamiento del período de la convertibilidad. Fue el origen de los activos incobrables del sistema bancario que lo llevaron a la insolvencia en el año 2001. Hasta 1996 las provincias no habían podido garantizar deudas con los recursos de la coparticipación federal, porque mientras yo fui Ministro de Economía lo habíamos prohibido por decreto. Lamentablemente este decreto fue derogado a fines de 1996.

Cuando asumió como Presidente de la Nación Fernando De la Rúa, la deuda no sólo era elevada y onerosa, sino que comenzaba a despertar desconfianza entre los tenedores externos. No sólo el candidato presidencial Eduardo Duhalde había comenzado a sugerir una moratoria durante la campaña electoral, sino que la Diputada Elisa Carrió, el Diputado Mario Cafiero y otros, comenzaron, desde el inicio mismo de la gestión de la Alianza, a la que pertenecían, a hacer denuncias de ilegalidad de la deuda y a pregonar que se debía interrumpir su servicio. El endeudamiento de las provincias comenzó a transformarse en activos cuasi-inmovilizados de los bancos, que para no dejarlos caer en deuda irregular, tenían que otorgar nuevos créditos para que las provincias pudieran afrontar el pago de intereses. Hacia 2001 la tasa que pagaban las provincias sobre alrededor de 20 mil millones de dólares era del 20% anual (BADLAR 13% mas 7 % de margen). Eso significaba una factura anual de intereses del orden de los 4 mil millones de dólares.

Para financiar las amortizaciones y pagos de intereses, el gobierno del Presidente De la Rúa recurrió, mientras pudo, al mercado voluntario de bonos, de tal manera que la deuda instrumentada en forma de bonos globales y letras bajo ley extranjera pasó de 47 mil ochocientos millones de dólares a 73 mil trescientos millones al 30 de junio de 2001. Para lograr la re estructuración ordenada de esta deuda, que había llevado a los tenedores a reclamar tasas de rendimiento extremadamente elevadas, el gobierno comenzó a buscar el apoyo del FMI y de los organismos internacionales de crédito. Lo hizo a través del denominado ¨Blindaje¨ de fines de 2000 y de las sucesivas re negociaciones y ampliaciones, la última de las cuales se aprobó en agosto de 2001 y estuvo condicionada a la re estructuración ordenada de la deuda con el sector privado. La deuda con los organismos internacionales de crédito, especialmente con el FMI, aumentó de 20 mil trescientos millones de dólares al comienzo de la gestión De la Rúa a 32 mil cuatrocientos millones a diciembre de 2001 y estaban pendientes de desembolso alrededor de 10 mil millones de dólares adicionales que podrían haberse obtenido al final del proceso de re estructuración ordenada de la deuda. Lamentablemente esto último nunca ocurrió debido al golpe institucional de diciembre de 2001.

Durante el Gobierno de Fernando de la Rúa, la deuda pública nacional aumentó de 111 mil ochocientos millones de dólares a 134 mil setecientos millones, pero con un cambio de composición fundamental: buena parte de ese aumento fue con recursos de los organismos financieros internacionales, por los que se pagaron tasas de interés de entre el 4 y el 7 % anual y, además, con la primera etapa de la re estructuración ordenada de la deuda se logró reducir  la deuda instrumentada en bonos  globales y letras del tesoro a sólo 38 mil 700 millones de dólares. Esta reducción, desde los 73 mil trescientos millones de junio de 2001, se logró gracias a la primera etapa de la re-estructuración ordenada de la deuda que permitió transformar una buena proporción de los bonos globales bajo ley extranjera en préstamos garantizados. Estos últimos, además de estar bajo ley nacional, pagaban una tasa máxima de interés del 7 %. En esta primera etapa de la re-estructuración ordenada de la deuda, que se lanzó el 1 de noviembre y quedó concluida el 30 de noviembre de 2001, también se logró convertir en préstamos garantizados a toda la deuda de las provincias, con lo que en lo sucesivo éstas iban a pagar 7 % en lugar del 20 % que llegaron a devengar durante 2001.

Cuando se hizo cargo del Gobierno Eduardo Duhalde, en el año nuevo de 2002, estaba preparada para ser lanzada la segunda etapa de la re-estructuración ordenada de la deuda que perseguía canjear los bonos globales, letras del tesoro y bonos Brady , todos ellos bajo ley extranjera, que aún circulaban por el mundo por un monto global de 45 mil millones de dólares, por bonos que no devengarían más del 5 % anual de interés y que extenderían todos los plazos de vencimiento en 3 años. Gracias a la primera etapa del proceso de re-estructuración ordenada, el Estado contaba con los votos necesarios (para la mayor parte de los bonos globales, especialmente los más onerosos) para imponer clausulas de salida consentida. Estas clausulas tienen la virtud de cambiar la jurisdicción de los bonos que no aceptan entrar en el canje, siempre y cuando se consigan votos  favorables del 66 % de los bonos originariamente emitidos de cada serie. De haberse aplicado esta metodología, no hubieran quedado holdouts, o los que hubieran quedado no tendrían la posibilidad de litigar como buitres.

Lamentablemente, el golpe institucional de 2001 generó el peor de los defaults imaginables: al disponer la pesificación compulsiva de todos los contratos en dólares firmados bajo ley argentina, se le impuso una quita del orden del 66 % a los acreedores internos del país: los depositantes en dólares en los bancos locales y los titulares de préstamos garantizados y cualquier otra acreencia bajo ley argentina. Por supuesto, los tenedores de préstamos garantizados pudieron recuperar los bonos originales bajo ley extranjera, que habían entregado a cambio del mutuo que ahora el Estado incumplía. De esta forma se revirtió la re-estructuración ordenada y muy beneficiosa que se había concluido el 30 de noviembre anterior. Quedaron entonces, también defaulteados, una cifra mucho mayor a la que había dejado el gobierno de De la Rúa pendiente de re-estructuración.

Esta deuda estuvo en default por más de cuatro años. Durante ese período el país tuvo que hacer un enorme esfuerzo para terminar cancelando la deuda con los organismos internacionales que menos interés le cobraban, emitió bonos en pesos y en dólares bajo ley argentina que terminaron siendo muy caros o defaulteados gradualmente a través de la tergiversación del índice CER, colocó bonos muy onerosos a través del gobierno de Venezuela y terminó re-estructurando la deuda defaulteada en 2005 y 2010, con una metodología que creó las condiciones para que prosperaran los reclamos judiciales de los fondos buitres. Como consecuencia, el endeudamiento que tendrá Argentina al final del gobierno de Cristina Kirchner será mucho más gravoso y peligroso que el que tenía al final del Gobierno de De la Rúa.

Al último día de 2013, la deuda pública (neta de activos financieros) ascendía a 231 mil millones de dólares. Es decir aumentó casi 100 mil millones de dólares en relación con la que existía al final de 2001. Dentro de esta deuda hay componentes muy onerosos y peligrosos: las sentencias incumplidas, tanto las de la justicia argentina en favor de los jubilados como las que consiguieron los fondos buitres, que mientras más se demoran en ser pagadas devengan intereses punitorios, costas y otras contingencias. Además existe el peligro de la aceleración de la deuda instrumentada a través de los bonos re-estructurados. Y existe una enorme deuda con el Banco Central, que esta institución tiene que financiar emitiendo LEBACs . Éstas pagan una tasa de interés cada vez más elevada para evitar que la gente siga disparándose hacia el dólar. Gran parte de la deuda en dólares bajo ley argentina ha sido colocada a la par en el ANSES y cuando ésta entidad tiene que salir a venderlos para obtener liquidez, tiene que soportar fuertes descuentos. Esto significa que el gobierno se está endeudando a tasas en dólares superiores al 14 % anual. Si el Gobierno Nacional o las provincias comienzan a emitir bonos a tasa flotante, BADLAR más un margen significativo, como se rumorea, estarán reeditando el mismo fenómeno que entre 1997 y 2001 llevó a la insolvencia al sistema bancario argentino.

Es no sólo incierto e injusto que la Presidenta Cristina Kirchner atribuya el problema de la deuda a los gobiernos que le antecedieron, sino que es sumamente peligroso para el futuro que su gobierno siga haciendo una administración de la deuda como la que caracterizó a las gestiones de Eduardo Duhalde, Néstos Kirchner y a la suya propia. A finales de 2015, la deuda que ascendió a 231 mil millones de dólares en diciembre de 2013, puede llegar a superar los 270 mil millones de dólares y tener un perfil de vencimientos y un costo de intereses bastante peor que el que tenía la deuda al final de 2001.

Para quienes quieran analizar en detalle las cifras mencionadas en este post, agrego un cuadro resumen. Además he subido al blog los excels con la información tal como aparece en las fuentes originales y todos los cuadros elaborados a partir de ellas. El primero se titula evolución de la deuda entre 1989 y 2013  y el segundo se denomina ¨megacanje¨

 

Contragolpe

A quienes me escracharon en la conferencia organizada por la Universidad Católica Argentina les salió el tiro por la culata. Porque lejos de impedir que las 500 personas que asistieron a la misma me escucharan, han logrado que el periodismo independiente de la Argentina se interesara por mi opinión y me diera oportunidad de promocionar mi libro ¨Camino a la Estabilidad¨. Espero no cansar a los visitantes del blog con tantos videos. Pero éste, en particular, está muy bien gravado. Se trata del programa ¨Contragolpe¨ que sale los sábados por METRO conducido por el periodista Roberto Bargas.

El reportaje que me hizo Rolando Graña en su programa 3P

Muchos visitantes me pidieron que subiera el reportaje que me hizo Rolando Graña en 3P, su programa diario en América 24. La versión digital no es de mucha calidad, pero es la única que pude conseguir.

1ra Parte:

1raparte from Blog Cavallo on Vimeo.

 

2da Parte:

2daparte2 from Blog Cavallo on Vimeo.

 

 

Los buitres nacieron de la pesificación de Duhalde y engordaron con la reestructuración de Kirchner

Al terminar el año 2001 la deuda pública total ascendía a 144 mil millones de dólares, de los cuales, sólo 46 mil millones de dólares eran bonos emitidos bajo ley internacional. Todo el resto era deuda con organismos internacionales, con países del Club de París, con tenedores de bonos bajo ley argentina y con titulares de préstamos garantizados bajo ley argentina que habían convertido voluntariamente sus bonos bajo ley internacional en esos instrumentos durante el mes de noviembre de 2001. Salvo los 46 mil millones de dólares en bonos bajo ley internacional, la tasa máxima que se pagaba sobre el resto de la deuda era del 7 %  y los vencimientos habían sido diferidos en tres años como mínimo.

La re-estructuración ordenada de esos 46 mil millones que no se habían transformado en préstamos garantizados estaba preparada para ser lanzada el 15 de enero de 2002 y contemplaba mecanismos seguros para evitar que quedaran ¨holdouts¨ con posibilidad de transformarse en fondos buitres. La oferta de canje que se iba a proponer, incluía cláusulas de salida consentida que iban a lograr el cambio de jurisdicción de los bonos que no se presentaran al canje y estaba asegurado el número de votos necesario para hacer efectivas esas cláusulas, porque para los bonos más onerosos el gobierno tenía en su poder más del 66 % de los bonos originalmente emitidos. Los había conseguido a través del canje voluntario por préstamos garantizados.

El default desordenado de la deuda pública no comenzó con la declaración de moratoria de Rodriguez Saá surante su corto interinato, porque en realidad no había vencimientos hasta el 15 de enero y, si se hubiese hecho ese día la oferta de canje que estaba preparada, aquella declaración, aplaudida por el Congreso en una jornada bochornosa, hubiera terminado siendo interpretada como el anuncio del canje por venir.

El verdadero default se produjo en el momento en que Eduardo Duhalde decretó la pesificación forzosa de todos los contratos financieros bajo ley argentina. Ahí se decretó el peor y más injusto de los defaults: el que le quitó casi 75 % de su capital a quienes tenían depósitos en dólares en el sistema bancario argentino y a todos los tenedores de bonos en dólares bajo ley argentina. Ese default hizo que la mayoría de los titulares de préstamos garantizados consideraran incumplidas las condiciones por las que habían entregado sus bonos originales y solicitaron su devolución. De esa forma en lugar de 46 mil millones de capital en bonos bajo ley internacional, pasaron a estar en poder de tenedores particulares bonos por más de 80 mil millones de dólares, que a partir de ese momento comenzaron a estar en default y estuvieron en esa situación por más de cuatro años.

Es en ese período en que los bonos pasaron a valer menos de 30 centavos por dólar de capital y fueron comprados, varios de ellos, por los fondos con vocación de buitres. Yo había advertido ese peligro, incluso hablado del riesgo de que entraran a actuar los fondos buitres si caíamos en un default desordenado. Lo hice cuando expliqué que necesitábamos parar con el corralito la corrida bancaria por un plazo de 90 días, hasta que completáramos la re-estructuración de la deuda pública y el FMI desbloqueara los fondos que había dejado de desembolsar los primeros días de diciembre.

La re- estructuración de la deuda llevada a cabo por Kirchner y Lavagna en el año 2005  fue el plato servido para que se alimentaran los buitres. En lugar de incluir cláusulas de salida consentida, tal como había sido planeado por nosotros en 2001, prefirieron dictar la ¨ley cerrojo¨ y aplicar la clausula RUFO. Los mismos fondos buitres cuyos reclamos habían sido desestimados por los tribunales de Nueva York en el caso de la re-estructuración de Mendoza (que sí había incluido cláusulas de salida consentida y había dejado abierto el canje), advirtieron que podrían litigar con éxito por los errores en que estaba incurriendo el gobierno de Kirchner.

Ahora Cristina Kirchner quiere asignar a la gestión del gobierno de De la Rúa y, en particular, a mi gestión durante 2001, la responsabilidad por la derrota judicial que nos infringieron los fondos buitres. Una vez más apelan al engaño, con todo el poder que significa contar con un fenomenal control de los medios de comunicación y el uso alevoso de la cadena nacional, para atribuir a otros su propia torpeza. Sinceramente espero que esta vez la mentira tenga patas cortas. Lo deseo no porque vaya a compensar el daño moral que la prédica de Duhalde y los Kirchner nos han provocado, sino para evitar que nuestro pueblo siga teniendo que hacerse cargo de pagar los platos rotos de tanta incapacidad y mendacidad oficial.