Hoy me pasé el día contestando preguntas y comentarios a raiz del post que subí ayer sobre la Ley de Convertibilidad y la Escuela Austriaca. Ya es muy tarde, pero no puedo irme a dormir sin mencionar que me desilusionó mucho el artículo que leí ayer en La Nación, escrito por el prestigioso polítologo Marcos Novaro.
Cuando ví el título pensé que mencionaría que fue un grave error haber alterado el funcionamiento normal de nuestro sistema democrático al apoyar, como Duhalde y Alfonsín lo hicieron, el Golpe Institucional de diciembre de 2001 que forzó la renuncia de De la Rúa. Grande fué mi sorpresa cuando señala como error de Duhalde el no haber elegido a dedo a Lavagna, como candidato a la Presidencia, como lo hizo con Kirchner. Y como error de Alfonsín, haber privilegiado su intento de preservar al Partido Radical residual en lugar de seguir aliado a Duhalde y darle continuidad a su gestión a través de Lavagna, como candidato apoyado por ambos.
En todo caso, y refiriéndose a la elección del 2003, yo hubiera esperado que un polítólogo de la estatura de Novaro, que me consta que siempre bregó por la existencia de buenas instituciones políticas, hubiera señalado como error de Duhalde, no haber trabajado para que el Justicialismo unido, hubiera elegido a su candidato en internas democráticas y, como error de Alfonsín, no haber invitado a Carrió y a Lopez Murphy a volver al Partido Radical y competir en una interna entre ellos y Leopoldo Moreau. De haberse dado este proceso, que dos líderes históricos del nivel de Duhalde y de Alfonsín, actuando como estadistas, podrían haber inducido, los candidatos para la elección final hubieran, seguramente resultado ser Carlos Menem y Ricardo López Murphy. Y muy probablemente, Lopez Murphy hubiera sido elegido Presidente de la Nación. Por el contrario, el empeño de Duhalde y de Alfonsín fue, precisamente, hacer todo lo necesario para impedir la llegada de Menem y de López Murphy, simplemente porque los consideraban liberales o noventistas. Craso error!
Pero mi mayor decepción radica en haber encontrado el siguiente párrafo en el artículo de Marcos Novaro:
«La novedad iniciada con la devaluación y la subsiguiente estabilización, conducida primero por Remes Lenicov y luego por Roberto Lavagna , residió en que por primera vez en décadas una crisis cambiaria no era seguida en la Argentina de un ajuste caótico y una aceleración prolongada de la inflación. Y que, al contrario, la ganancia para la competitividad de la producción se acompañara de un aumento sostenido tanto de la recaudación fiscal, que proveyó una base inéditamente sólida para el superávit de las cuentas públicas, como de un amplio superávit comercial y un aumento de la tasa de inversión, primero en las actividades exportadoras y al poco tiempo extendida a muchas otras.»
«Que el superávit fiscal se lograra con algunos tributos de emergencia (como las retenciones y el impuesto al cheque) no significaba que no pudiera convertirse, pasada la crisis, en una conquista más firme asentada en otros menos distorsivos. Y que el dólar se estabilizara en niveles que imponían en principio un bajo nivel salarial no significaba que, a través de la generación de empleo productivo, no se pudiera con el tiempo reequilibrar la productividad con el bienestar de la población. El círculo virtuoso de movida permitió que los capitales fugados comenzaran a volver y que un mercado libre de cambios fuera compatible, ya en la segunda mitad de 2002, con una tasa muy baja de inflación y una expansión de la actividad superior al 10%.»
La pesificación forzada de todos los contratos en dólares, que fue el verdadero default de la deuda, provocó no sólo una fortísima devaluación del Peso sino que produjo el ajuste caótico más grande que registra la historia económica de la Argentina. La PBI cayó 5 % adicional a la caída que traía desde 1999, los salarios reales y las jubilaciones, en términos de poder adquisistivo, cayeron entre 25 y 30 %, la desocupación saltó del 18% en Octubre de 2001 a 24 % en mayo de 2002, el índice de pobreza aumentó del 34 al 53 % y se mantuvo en ese nivel en los dos próximos años, se les quitó 30 mil millones de dólares a los ahorristas que se transfirieron como beneficio a los empresarios endeudados en dólares y la inflación del año 2002 fue del 41 %. La tasa de inversión cayó durante 2002 y durante 2003 y 2004 se mantuvo todavía por debajo de la que existió en la década de la convertibilidad. La historia económica Argentina no registra ningún otro ajuste más caótico y más extremo que el del año 2002.
Que la tasa de inflación declinara en el segundo semestre del 2002 fue el resultado de haber congelado salarios nominales, de haber impuesto retenciones a las exportaciones y congelado los precios de todas las tarifas de servicios públicos, desde la energía hasta los transportes, pasando por el agua, las comunicaciones y varios más. Violando, por cierto, todos los contratos de concesión. Todas estas medidas fueron la causa de todos los fuertes desequilibrios entre la demanda y oferta de bienes y servicios en los sectores afectados por el intervencionismo estatal que se acumularon en los últimos 12 años, además que crearon el problema de inflación reprimida que estuvo permanentemente presente a lo largo de todo ese período y que hoy es un grave obstáculo para cualquier plan de estabilización que quiera aplicar un futuro buen gobierno.
La recaudación fiscal durante 2002 aumentó sólo el 10% en términos nominales, a pesar que se impusieron retenciones a las exportaciones, el impuesto distorsivo que más efectos negativos provocó a lo largo de los últimos 12 años.
El superávit comercial no fue fruto del aumento de las exportaciones sino de la fuerte caída de las importaciones, consecuencia de la acentuación de la recesión y del bajísimo nivel de inversión del año 2002 y siguientes. Las exportaciones lejos de aumentar en 2002, como lo había seguido haciendo en 2001 luego de aumentos durante todo el período de la convertibilidad, cayeron durante el año 2002, a pesar de que ya en el segundo semestre los términos del intercambio externo comenzaron a mejorar a partir del segundo semestre de ese año. El superávit comercial, lejos de servir para aumentar el nivel de reservas sólo sirvió para que durante 2002 se fugaran 5 mil millones de dólares. Las reservas bajaron de 15 mil millones de dólares al final de la convertibilidad a sólo 10 mil millones al final del 2002.
Todo este ajuste catastrófico e injusto se podría haber evitado si con apoyo de Duhalde y de Alfonsín, De la Rúa hubiera continuado en el poder y yo hubiera podido concluir con la reestructuración ordenada de la deuda, que estaba en marcha y no iba a dejar holdouts. Terminada la reestructuración de la deuda, que iba a significar una reducción de la factura anual de intereses de 7 mil millones de dólares, podría haberse dejado flotar el peso, sin pesificar. La devaluación no hubiera resultado mayor al 30 %. El verdadero error de Duhalde y Alfonsín fue no haber defendido al gobierno que había sido elegido por el pueblo dos años antes y no haber apoyado la gestión que yo estuve haciendo hasta último momento para lograr que el FMI nos enviara los fondos que había comprometido pocos meses antes.
En fin, no sé con base en qué interpretación económica de la realidad de 2002 basa Marcos Novaro su conclusión, pero valdría la pena que lea mi libro «Camino a la Estabilidad». en especial el capítulo tercero que se titula «La explicación Lavagnista de la inflación». A pesar de que estoy en el exterior se lo voy a hacer llegar mañana a través de José Luis Gimenez.