Ya lo han dicho muchos, pero yo puedo aportar una prueba adicional. El único cambio claro que Cristina propone al sistema de inteligencia es el traspaso de las escuchas telefónicas al Ministerio Público, es decir a la institución presidida por la Doctora Alejandra Gills Carbó. Sostener que de esa forma se evitará que en el futuro las escuchas telefónicas sean un mecanismo para que algunos jueces y fiscales dejen de ser manipulados por oscuros personajes de los servicios de inteligencia, como, confesado por la misma Presidenta, ha venido ocurriendo durante todo su mandato, es una burda mentira.
Varias personas de la dependencia de Gils Carbó, con la colaboración de Fernando Esteche, uno de los acusados por el fiscal Nisman, fueron quienes me escracharon en oportunidad de la conferencia que dí en la Universidad Católica Argentina el 20 de agosto pasado. A uno de los ejecutores del Escrache lo premiaron con un cargo de director en el Banco Central y hoy es el encargado de supervisar a las entidades financieras. A Esteche lo ayudaron a salir de la cárcel. La razón del escrache fue muy clara: yo estaba siendo juzgado por un Tribunal Oral en la causa del megacanje. Lo hicieron para amedrentar a la Fiscal y a los miembros del Tribunal, anticipando lo que les podría ocurrir si me declaraban inocente. Afortunadamente los jueces no se dejaron amedrentar.
Si las escuchas telefónicas se hacen desde la dependencia de Gils Carbó, estoy seguro de que se acentuará la tendencia a utilizar ese instrumento para lograr impunidad de aquellos a los que el gobierno quiere proteger y perseguir a quienes consideran opositores o a los perejiles a quienes decidan hacer aparecer como responsables de los crímenes cometidos por su gente.
Mi experiencia con la denuncia que hice en su momento sobre las mafias enquistadas en .el poder, me animan a asegurar que los criminales no trepidan en valerse de intimidaciones y hasta de asesinatos para lograr impunidad. Los episodios que rodean a la muerte del Fiscal Nisman ponen en evidencia que aquellos vicios institucionales de las décadas anteriores lejos de corregirse se han agravado. Escuchando a la Presidenta proponer reformas como las que anunció anoche por cadena nacional, me convence cada vez más, que no sufre un delirio sino un deliberado propósito de impedir que se descubra la verdad.