Grecia y Europa aún pueden evitar que el Corralito se transforme en Corralón

Lamentablemente Grecia se vio obligado a imponer un Corralito. Esto ocurre en cualquier lugar del mundo cuando los bancos se quedan sin liquidez en billetes de la moneda con que se manejan. Para evitar el Corralito deberían haber llegado a un acuerdo ordenado con la Troika sobre la deuda Griega. Hasta aquí esa solución ordenada no se consiguió, yo creo, más por culpa del Gobierno Griego que de el FMI, el ECB (Banco Central Europeo) y la Unión europea.

Pero ahora, para evitar una tragedia, tanto los griegos como la Troika tienen que evitar que el Corralito se transforme en un Corralón. Es decir, tienen que evitar que Grecia se vea obligada a transformar compulsivamente depósitos y préstamos bancarios en Dracmas. Si ello ocurre, los ahorristas griegos que no lograron sacar sus Euros del País o que no tienen sus ahorros en Euros billetes, perderán un gran porcentaje de sus depósitos, tal como los perdieron quienes tenían depósitos en dólares en Argentina en Enero de 2002, cuando Duhalde decidió Pesificar compulsivamente.

Si los Griegos y Europa permiten que el Corralito se transforme en Corralón, los griegos van a sufrir un ajuste fiscal y una caída de los salarios reales mucho mayor a la que se estaba produciendo a causa de la austeridad impuesta por la Troika. Grecia volverá a ser una economía con alta inflación y muy inestable. Además Europa recuperará poco o nada de los 240 mil millones de euros que Grecia le debe. Es probable que en caso de que el Corralito se transforme en Corralón, Grecia termine dejando la Unión Europea y entrando en la órbita geopolítica de Rusia.

Ojalá esta terrible perspectiva lleve al Gobierno Griego y a Europa a evitar que ello ocurra. Las expresiones de Lagarde -completamente distintas a las que hizo Köhler en 2001 cuando en Argentina nos vimos obligados por las circunstancias a imponer el Corralito- parecen orientadas a ayudar a que exista una salida ordenada del problema de la deuda griega con Europa y que las restricciones a la extracción de Euros de los bancos se puedan remover con Grecia siguiendo en la Eurozona y en la Unión Europea. Puede que la triste experiencia Argentina, a pesar de la muy mala interpretación que hacen algunos economistas norteamericanos y locales de las supuestas bondades del Corralón, no cometan el trágico error que el Gobierno Argentino cometió en Enero de 2002.

Las perspectivas de estabilidad, recuperación y crecimiento sostenido de Grecia son mucho mejores si evitan que a las restricciones a la extracción de Euros le siga la dracmización de la economía Griega. El pueblo griego parece intuir que la reintroducción del Dracma no va ayudar sino que provocará una muy injusta redistribución de riqueza y que costará muy caro en términos de la calidad de vida en el país donde nació la democracia. Si se hace el referendum el próximo domingo, yo apuesto a que la gente votará porque haya una solución ordenada y Grecia continúe en la Eurozona y en la Unión Europea.

No evitarán seguir haciendo austeridad, pero habrán evitado una verdadera tragedia. En caso de errar, «Tragedia Griega» ya no será un género teatral de la Grecia Antigua sino una dolorosa realidad de la Grecia del siglo XXI.

Antonio Margariti advierte que la destrucción de la conciencia moral es más grave que la degradación económica.

“En la década de Néstor y Cristina hubo algo que traspasó, alteró y vulneró a la sociedad argentina. Algo invisible a los ojos. Algo que no comprendemos bien. Algo que no refleja la macroeconomía. Ni tampoco la retórica política o el análisis sociológico. Algo ocultado por la propaganda oficial. Algo que hace fracasar los pronósticos económicos y políticos.
Hemos sido sometidos a un sigiloso pero feroz intento de alterar y cambiar de raíz nuestra esencia espiritual, los rasgos culturales, nuestra idiosincrasia, el modo de ser, pensar y obrar de los argentinos.

Hoy, en la escena pública y parte de la esfera privada, no actuamos del mismo modo con que lo hacíamos antes de la década. En la sociedad se ha abierto una profunda grieta: vivimos con temor a la agresión, las amenazas y la violencia.
El mandato sagrado, que el preámbulo ordena cumplir a los gobernantes, se ha violado impunemente. A pocos les interesa y nadie se da cuenta. Ya no constituimos una “unión nacional”. No se “afianza la justicia”. No se “consolida la paz interior”. No se “provee a la defensa común”. No se “promueve el bienestar general”. No se “aseguran los beneficios de la libertad”. Hasta se ha cambiado “la protección de Dios como fuente de toda razón y justicia” por la voluntad caprichosa y autista de quienes detentan el poder.

Por eso hay tanto enriquecimiento soez, suma injuria, violencia, inseguridad, crimen y narcotráfico.

Este fenómeno, que pasa inadvertido, podría definirse de manera simple y contundente. Ha ocurrido una profunda, sigilosa y constante mutación de la SINDÉRESIS, siendo sus inspiradores intelectuales los ideólogos Ernesto Laclau (1935-2014) y Heinz Dietrich Steffan (1943) La sindéresis es un término griego que significa la capacidad natural del ser humano para reconocer los principios morales, elegir el bien y rechazar el mal. Como dirían los analistas políticos: la sindéresis es el espacio donde se construye la acción humana inclusive la económica y política. Sin la sindéresis seríamos bolas sin manija, palurdos, brutos,grotescos, guarangos, necios o imbéciles.

El publicitado modelo nacional y popular ha demostrado ser un proyecto de cambio de principios éticos y de negación de la conciencia moral tradicional para convertirla en conciencia setentista, colmada de odio, codicia, violencia y revanchismo. Son como la Jihad islámica respecto de la pacífica cultura musulmana tradicional.

Han pretendido hacer un país fundacional distinto, negando la tradición e intentando hacer la revolución mediante la desvirtuación de las instituciones, el cambio violento de las leyes , la adulteración de la mentalidad popular , la sumisión de la justicia y el cambio de la conciencia moral.

Con paciencia y cierta dosis de memoria, podremos recopilar los principios morales que nos transmitían nuestros padres y que ellos recibieron de los abuelos. También podemos compendiar los anti-principios que hoy forman la sindéresis de la militancia,compuesta por turbas de aplaudidores y barras bravas que ocupan los patios de la Casa Rosada. Sarmiento los definiría como “Civilización o Barbarie”. Nosotros podemos decir que se trata de “Tradición o Revolución”.

Tanto el shock como el gradualismo pueden ser buenos o malos.

Es interesante comenzar la lectura del artículo «En defensa del gradualismo» de Eduardo Levy Yeyati por el párrafo final. El artículo termina así:

«El desafío de 2016, año de transición, es desandar los errores heredados y reencauzar el desarrollo con el menor costo social posible. La manera en que se desanden esos errores determinará en parte a los ganadores y perdedores de la transición. Y ahí es donde, más allá de consideraciones económicas y políticas, la disyuntiva entre shock y gradualismo se vuelve un problema moral».

Estoy completamente de acuerdo que la disyuntiva entre shock y gradualismo se vuelve un problema moral, pero me desconciertan los ejemplos de «shocks» inmorales que menciona como ejemplo y el «gradualismo» supuestamente moral que presenta a continuación.

Presenta como ejemplos de shocks inconvenientes (es una exageración mía calificarlos de «inmorales») el intento de Lopez Murphy por reducir el déficit fiscal en marzo de 2001 y mi intento de avanzar hacia el déficit cero en agosto de ese mismo año. Y, seguidamente, presenta como ejemplo de gradualismo inteligente la decisión del Banco Central durante los meses de enero a diciembre de 2002 de vender 5 mil millones de dólares de los 15 mil millones de reservas que respaldaban a los pesos en circulación a fines de diciembre de 2001.

¿Qué tenían de shock los intentos de reducir el déficit fiscal a través de decisiones de recortes explícitos en los gastos, hechos con transparencia y sin engaños? ¿No sería mejor tomar como ejemplo de shock la decisión de enero de 2002 de convertir compulsivamente, de dólares a pesos, todos los contratos de la economía (incluyendo 100 mil millones de dólares de depósitos bancarios)?

Obviamente la inmoralidad del shock de enero de 2002 no tiene nada que ver con el hecho de haber sido un shock, sino de haber sido diseñado para transferir riqueza de ahorristas a deudores, en una dirección claramente regresiva e injusta y para transferir ingresos de trabajadores a productores de bienes exportables o sustitutos de importaciones. La fuerte devaluación que llevó el precio del Dólar de 1 a más de 3 pesos fue la consecuencia de haber aumentado la cantidad de pesos en circulación de 12 mil millones a fines de diciembre de 2001 a 30 mil millones a fines de diciembre de 2002 mientras las reservas bajaban de 15 a 10 mil millones. El cociente entre la cantidad de pesos en circulación y de las reservas en dólares era de 3 pesos a fines de diciembre de 2002, precisamente el precio del dólar al que tendió a estabilizarse el mercado cambiario a lo largo de 2003.

Eduardo Levy Yeyati argumenta que fue una política gradualista y virtuosa la decisión del Banco Central, cuando él era economista jefe de esa institución, de vender 5 mil millones de dólares de las reservas resistiendo la recomendación de Anoop Sing de dejar que el precio del Dólar buscara su nivel sin intervención del Banco Central. Esa política fue, en el mejor de los casos, absolutamente irrelevante e inconducente. Si el Banco Central, en lugar de vender esos 5 mil millones de dólares de las reservas, beneficiando a los que consiguieron comprarlos a menos de 3 pesos, hubiera seguido el consejo de Anoop Sing, el precio del dólar hubiera comenzado mucho antes a estabilizarse en alrededor de 3 pesos y, probablemente, no hubiera llegado a casi 4 pesos como lo hizo en septiembre de ese año. A fines de diciembre de 2001 los pesos en circulación hubieran sido 40 mil millones de pesos y las reservas de 15 mil millones de dólares, es decir, en una relación menor al 3 a 1 que resultó de la venta de dólares a 2 pesos promedio, para reabsorber 10 mil millones de pesos.

Hay shocks buenos y shocks malos. El plan de convertibilidad de 1991 fue sin duda un shock bueno que contrasta con el terrible shock, ciertamente muy malo, que significó la pesificación compulsiva de enero de 2002 y todas las consecuencias que le siguieron, entre ellas el establecimiento de muchos impuestos distorsivos, el congelamiento de tarifas, los controles de precios y las prohibiciones de exportar. Todas estas medidas, que son las que permitieron que de una inflación del 42 % en 2002 se pasara a una inflación del 4 % en 2003, dieron origen a la estanflación que ahora estamos sufriendo.

También hay gradualismos buenos y gradualismos malos. Las reformas fiscales bien hechas, con transparencia, consenso y discusiones parlamentarias, son necesariamente graduales. Se necesita sancionar leyes y luego la implementación siempre toma tiempo. Cuando los ajustes fiscales se hacen por shocks devaluatorios e inflacionarios, como el terrible ajuste fiscal de 2002, los costos sociales y económicos son enormes.

Pero cuando hay que corregir distorsiones en precios relativos o causados por regulaciones que desalientan la inversión y reducen la productividad, hacerlo en forma gradual es siempre más costoso. Significa tener que endeudarse a tasas de interés elevadas para seguir financiando desequilibrios mientras no existe financiamiento para las inversiones y los esfuerzos productivos que permitirían recuperar la productividad. Este es un caso típico de gradualismo malo.

Por eso estoy en total desacuerdo con Eduardo Levy Yeyati respecto de que el shock es siempre malo y el gradualismo es siempre bueno. Es un gran error asignarle una calificación moral a los instrumentos. Lo que determina que una estrategia sea virtuosa o perjudicial es el balance entre los costos y los beneficios sociales que es capaz de producir, debidamente ponderados en el tiempo.

Por ejemplo, sostener que es mejor mantener atrasos tarifarios y los consiguientes subsidios en lugar de eliminarlos para permitir la remoción inmediata de impuestos distorsivos que desalientan la inversión y quitan competitividad a la economía, es una muy mala política gradualista.  El costo social y económico de la eliminación completa e inmediata de subsidios e impuestos distorsivos es mucho menor que el avance gradual en la misma dirección.

Eliminar de inmediato el déficit fiscal cuando se parte de una recesión es una política de shock muy negativa. En casos de estanflación se debe combinar una política monetaria restrictiva con una política fiscal expansiva basada no en el aumento del gasto público sino en la eliminación de los impuestos distorsivos y de las regulaciones que traban la inversión y la producción de bienes.En este sentido el ajuste debe ser gradual, pero financiado con crédito público a tasas bajas que se logrará si se crea confianza con la eliminación inmediata y completa de subsidios e impuestos distorsivos. Es decir, con el shock productivista e inversor.

 

Muy buena propuesta de Mangabeira Unger

Hoy me llegó un artículo de Eliana Oliveira publicada en O Globo de Brasil que se titula: «Mangabeira: Mercosur es un ‘cuerpo sin espíritu’ y el foco deben ser los Estados Unidos de América». Sigue la bajada:»EL ministro propone que el bloque deje de ser una unión aduanera».

Lo transcribo a continuación porque me parece importante y sorprendente. Importante porque plantea una política exterior de Brasil que a mí siempre me pareció la más promisoria. Yo la discutí con el mismo Mangabeira cuando dictamos juntos un curso debate sobre América Latina y el Consenso de Washington en la Universidad de Harvard, en el invierno de 2004. Pueden ver mi ponencia en la clase 8, pagina 29, titulada «Brasil y el Mercosur». Sorprendente, porque hace 12 años Mangabeira opinaba lo contrario a lo que hoy recomienda al Gobierno de Dilma Rousseff. Pienso que en su nueva propuesta han influído mucho los acontecimientos económicos de Brasil y Argentina en la última década y también los cambios que se están dando en el escenario mundial.

Los candidatos a la Presidencia de Argentina y sus asesores en materia de política exterior, deberían prestar atención a lo que ahora dice Roberto Mangabeira Unger.

Convocado nuevamente por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff a la tarea de pensar sobre Brasil en el medio y largo plazo, el ministro de Asuntos Estratégicos, Mangabeira Unger, aboga por una revisión a fondo de la política exterior brasileña, empezando por el Mercosur. Sugiere la suspensión temporal del Arancel Externo Común (AEC), que se utiliza en el comercio con los países que no forman parte del bloque, para que Brasil puede hacer acuerdos bilaterales con otros socios internacionales, como la Unión Europea. Esta es la primera vez que alguien de la primera etapa en el gobierno brasileño apoya públicamente esta medida.

-“Estamos inhibidos de buscar un acuerdo cada vez más importante para nosotros, debido a los problemas de la economía argentina. Sin un plan, estrategia o modelo común, Mercosur es un cuerpo sin espíritu. Para ser poderoso un bloque de naciones no puede basarse exclusivamente en los intereses comerciales “- dijo. Explicó que la idea es que Mercosur, durante un período transitorio, deje de ser una unión aduanera. En ese tiempo, «que duraría todo lo que se necesite», se negociarían una serie acuerdos bilaterales, incluyendo con los países de América del Sur.

Transferencia de tecnología China

Mangabeira dijo que, junto con América del Sur, “que es nuestra casa», los Estados Unidos son la principal prioridad de la política exterior. Allí se dan, en su opinión, las tres principales bases potenciales para una alianza con los americanos: profunda afinidad, economías complementarias y fortalecimiento constante de China.

-“Los Estados Unidos son nuestra república hermana. Brasil y los Estados Unidos son dos países muy similares. Tamaños idénticos, fundada sobre la misma base de la colonización europea, la esclavitud africana y mucha desigualdad. Y la religión hace que la mayoría de la gente cree que todo es posible. Podemos hacer acuerdos sobre diversos aspectos como el clima, el desarrollo del potencial de la energía sostenible y el intercambio de tecnologías avanzadas “- dijo el ministro.

Mangabeira sugiere una asociación con los Estados Unidos para defender los intereses comunes en el ascenso económico y militar de China y recuerda que hay una gran inquietud por una ola de inversiones procedentes de ese país, sobre todo en infraestructura. Una buena salida sería exigir en compensación transferencia de tecnología china a Brasil para la participación de los contratistas de los países asiáticos en proyectos de infraestructura y agricultura.

-“El perfil de nuestro comercio exterior con China es el retrato de una regresión cualitativa en nuestra estructura productiva. Es natural que China quiere usar las inversiones en favor de sus contratistas. Nuestro interés se centra en el intercambio de tecnologías avanzadas, como la multiplicación de complejos sistemas de transporte modal,” – dijo. Sus declaraciones contradicen toda la política exterior adoptada desde que el gobierno del ex presidente Luiz Ignácio Lula da Silva.