Muy buena propuesta de Mangabeira Unger

Hoy me llegó un artículo de Eliana Oliveira publicada en O Globo de Brasil que se titula: «Mangabeira: Mercosur es un ‘cuerpo sin espíritu’ y el foco deben ser los Estados Unidos de América». Sigue la bajada:»EL ministro propone que el bloque deje de ser una unión aduanera».

Lo transcribo a continuación porque me parece importante y sorprendente. Importante porque plantea una política exterior de Brasil que a mí siempre me pareció la más promisoria. Yo la discutí con el mismo Mangabeira cuando dictamos juntos un curso debate sobre América Latina y el Consenso de Washington en la Universidad de Harvard, en el invierno de 2004. Pueden ver mi ponencia en la clase 8, pagina 29, titulada «Brasil y el Mercosur». Sorprendente, porque hace 12 años Mangabeira opinaba lo contrario a lo que hoy recomienda al Gobierno de Dilma Rousseff. Pienso que en su nueva propuesta han influído mucho los acontecimientos económicos de Brasil y Argentina en la última década y también los cambios que se están dando en el escenario mundial.

Los candidatos a la Presidencia de Argentina y sus asesores en materia de política exterior, deberían prestar atención a lo que ahora dice Roberto Mangabeira Unger.

Convocado nuevamente por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff a la tarea de pensar sobre Brasil en el medio y largo plazo, el ministro de Asuntos Estratégicos, Mangabeira Unger, aboga por una revisión a fondo de la política exterior brasileña, empezando por el Mercosur. Sugiere la suspensión temporal del Arancel Externo Común (AEC), que se utiliza en el comercio con los países que no forman parte del bloque, para que Brasil puede hacer acuerdos bilaterales con otros socios internacionales, como la Unión Europea. Esta es la primera vez que alguien de la primera etapa en el gobierno brasileño apoya públicamente esta medida.

-“Estamos inhibidos de buscar un acuerdo cada vez más importante para nosotros, debido a los problemas de la economía argentina. Sin un plan, estrategia o modelo común, Mercosur es un cuerpo sin espíritu. Para ser poderoso un bloque de naciones no puede basarse exclusivamente en los intereses comerciales “- dijo. Explicó que la idea es que Mercosur, durante un período transitorio, deje de ser una unión aduanera. En ese tiempo, «que duraría todo lo que se necesite», se negociarían una serie acuerdos bilaterales, incluyendo con los países de América del Sur.

Transferencia de tecnología China

Mangabeira dijo que, junto con América del Sur, “que es nuestra casa», los Estados Unidos son la principal prioridad de la política exterior. Allí se dan, en su opinión, las tres principales bases potenciales para una alianza con los americanos: profunda afinidad, economías complementarias y fortalecimiento constante de China.

-“Los Estados Unidos son nuestra república hermana. Brasil y los Estados Unidos son dos países muy similares. Tamaños idénticos, fundada sobre la misma base de la colonización europea, la esclavitud africana y mucha desigualdad. Y la religión hace que la mayoría de la gente cree que todo es posible. Podemos hacer acuerdos sobre diversos aspectos como el clima, el desarrollo del potencial de la energía sostenible y el intercambio de tecnologías avanzadas “- dijo el ministro.

Mangabeira sugiere una asociación con los Estados Unidos para defender los intereses comunes en el ascenso económico y militar de China y recuerda que hay una gran inquietud por una ola de inversiones procedentes de ese país, sobre todo en infraestructura. Una buena salida sería exigir en compensación transferencia de tecnología china a Brasil para la participación de los contratistas de los países asiáticos en proyectos de infraestructura y agricultura.

-“El perfil de nuestro comercio exterior con China es el retrato de una regresión cualitativa en nuestra estructura productiva. Es natural que China quiere usar las inversiones en favor de sus contratistas. Nuestro interés se centra en el intercambio de tecnologías avanzadas, como la multiplicación de complejos sistemas de transporte modal,” – dijo. Sus declaraciones contradicen toda la política exterior adoptada desde que el gobierno del ex presidente Luiz Ignácio Lula da Silva.

El gradualismo que le recomiendan a Scioli acentuará la estanflación

No sé a quien presta atención Scioli en materia económica. Pero, por lo que dice en sus últimos discursos, está siendo muy mal asesorado. Su apego al gradualismo en materia de cambios en las reglas de juego cambiarias y monetarias, en materia de tarifas de servicios públicos y en relación al mínimo no imponible y las escalas del impuesto a las ganancias, preanuncia que no va a poder sacar al país de la estanflación. Por el contrario, si sigue esos consejos, va a tener que soportar una estanflación cada vez más grave y costosa, tanto en términos económicos y sociales, como en términos políticos.

El gradualismo, cuando se parte de fuertes desequilibrios macroeconómicos y fuertes cuellos de botella sectoriales, acentúa las expectativas de inflación, las pujas distributivas y los costos recesivos. Por ejemplo, hacer el ajuste de tarifas gradual en el tiempo,pero a un ritmo superior al de la inflación y la devaluación en el mercado oficial, lleva a aumentar la inflación esperada porque la gente sabe que los ajustes de tarifas, al haber sido insuficientes, seguirán en el tiempo. Además, al ser parciales, los ajustes no significarán una reducción importante del gasto en subsidios a las empresas prestadoras. Por lo tanto, no se podrá influir sobre las expectativas de inflación argumentando que se está reduciendo el déficit fiscal.

En materia de reglas monetarias y cambiarias, el gradualismo también es perverso. Si se mantiene el cepo y se trata de que la brecha entre el dólar paralelo y el oficial se cierre gradualmente, se necesitarán muy altas tasas de interés en términos reales y la devaluación gradual esperada en el mercado oficial tenderá a aumentar, con el consiguiente impacto sobre las expectativas de inflación y las pujas distributivas. Se trata del mismo efecto del aumento gradual de tarifas.

En materia de recuperación del crédito público y de entrada de capitales, el gradualismo también es perjudicial, porque aunque se lograra que por el cambio de gobierno y el anuncio de que se tratarán de resolver los pleitos pendientes, permitiera conseguir financiamiento externo, éste, en lugar de utilizarse para las inversiones que permitirían ampliar la capacidad instalada en los sectores que hoy se constituyen en cuellos de botella de las cadenas productivas, terminaría financiando los desequilibrios fiscales heredados e inversiones muy poco productivas vinculadas a incentivos perversos creados por favoritismos sectoriales o corrupción.

También es equivocado el consejo de postergar un ajuste integral del impuesto a las ganancias, que actualice el mínimo no imponible, las escalas de las tasas y que disponga el ajuste por inflación, del mínimo, de las escalas y de la propia base imponible del impuesto. Sin este cambio en el impuesto a las ganancias será muy difícil conciliar posiciones en las negociaciones colectivas de trabajo y lograr que las empresas inviertan en capacidad productiva.

Quienes temen que soluciones de shock produzcan un «Rodrigazo», es decir que den lugar a demandas de aumentos salariales y a un descontrol fiscal y monetario como el de 1975, no advierten la gran diferencia que existe entre un shock bien planeado, al inicio de un gobierno que puede replantear el conjunto de reglas de juego de la economía en la dirección que predomina en el mundo y un shock que termina produciéndose cuando el gobierno ya está desgastado por un largo período de estanflación y se ve obligado a admitir fuertes reajustes sin haberlos planeado y sin que la gente pueda percibirlos como la etapa inicial de un replanteo interal de reglas de juego.

Quienes le recomiendan a Scioli que en caso de ser elegido Presidente aplique cambios gradualistas en relación al cepo cambiario, las tarifas públicas y el impuesto a las ganancias, estarán contribuyendo a que hacia mediados de su mandato, o incluso antes, Scioli corra el riesgo de ser totalmente desacreditado por un shock no planeado que se transforme en un «Rodrigazo».

Siempre pensé que Scioli, como Menem, era un político con gran intuición y sentido común. Menem, durante su campaña electoral, no habló de planes de gobierno y creo que no lo hizo porque recibía muchas opiniones, las mas de las veces contradictorias entre sí. Tenía la ventaja, si lo comparamos con Scioli candidato, que Menem prometía un cambio frente a un gobierno, el de Alfonsín, que terminaba enfrentando una gran crisis económica. Nadie sabía en que consistiría el cambio, pero la gente pensaba que no se podía continuar con el tipo de políticas del gobierno precedente. Angelóz presentó planes de cambios sinceros y bien orientados, pero la gente no prestó atención al lenguaje tecnocrático de sus asesores y juzgó que el partido al que representaba no aseguraba un cambio de dirección.

Ahora, la mayoría de la gente quiere también un cambio. Esto, objetivamente no favorece a Scioli que para sostener su candidatura en el Frente para la Victoria, tiene que sugerir que no va a introducir cambios importantes en la política económica.Si bien el deseo de cambio favorece a la oposición, podría llegar a ocurrir que si ninguno de los candidatos de la oposición llega a 30 % de los votos en la primera vuelta y Scioli consigue 40 %, resulte elegido Presidente. Es asombroso que Macri y Massa no adviertan este riesgo para quienes desean un cambio, pero, por el momento, parece que un entendimiento entre ellos es cada vez más lejano, por lo que no puede descartarse que Scioli gane en primera vuelta. De ahí mi preocupación por el mal asesoramiento que Scioli está recibiendo en materia económica.

La gran ventaja de la oposición, si llegara a ganar la elección, es que podría plantear ajustes iniciales de una sola vez, explicarle a la gente que son la consecuencia ineludible de los desequilibrios creados por el Kirchnerismo, y evitar el riesgo de «Rodrigazo» por producir el shock en forma planeada y en el momento en que tendrá el gran margen de maniobra que da el triunfo electoral. Además, producidos de entrada todos los ajustes necesarios, será mucho más factible lograr una baja inmediata en la inflación esperada y una recuperáción rápida del crédito público. La desventaja de la oposición, paradójicamente, es que parece tener una fuerte vocación por la dispersión y la competencia de personalidades.

Scioli y Macri frente al contexto externo

Quienes hayan leído mi libro “Camino a la Estabilidad” seguramente recordarán los primeros párrafos del epílogo, que transcribo a continuación:

“A fines de marzo de 2014, cuando estoy terminando de escribir este libro en la ciudad de Cambridge y he podido seguir desde acá la visita a Estados Unidos de Daniel Scioli, Mauricio Macri, Sergio Massa y un grupo grande de políticos que participaron en un seminario en la Universidad de Harvard, incluidos Ernesto Sanz y Juan Manuel Urtubey, no me caben dudas que el nuevo gobierno, cualquiera sea su signo político, va a producir un giro importante en la política exterior de Argentina. La virtual alianza ideológica de los gobiernos de los Kirchner con el régimen venezolano y el denominado Socialismo del Siglo XXI desaparecerá y Argentina retomará la línea de política exterior de los gobiernos de Menem y De la Rúa.”

“Será muy importante que Argentina, que en 1998 consiguió ser incluida en el G-20, aproveche esa pertenencia para demostrar que está dispuesta a respetar las reglas de juego que emergen de los tratados internacionales que el país firmó y ratificó y a apoyar un creciente proceso de integración global en el que prevalezca la paz y todas las naciones puedan avanzar hacia el mejoramiento de la calidad de vida de sus pueblos.”

“Será también muy importante todo lo que un nuevo gobierno pueda hacer de inicio para normalizar nuestras relaciones con los países del Mercosur, con los países miembros de la Alianza del Pacífico, con Estados Unidos, Japón y los países de Europa, en particular Alemania, España e Italia, también con Gran Bretaña, Canadá y Australia y, por supuesto con China, India y el resto de los países emergentes de Asia que se están constituyendo en los motores de la economía mundial.”

Sigo pensando que tanto Scioli como Macri elegirán este tipo de política exterior, porque aún con todo lo condicionado que estará Scioli, rodeado de kirchneristas, en esta materia no podrá ser condicionado desde el Congreso. Sin embargo, el margen de maniobra para Scioli será menor que el de Macri, porque al no poder avanzar en la eliminación inmediata del cepo y en la remoción de las fuertes distorsiones que hoy desalientan el comercio exterior y las inversiones, el cambio de política exterior será más dificultoso.

Para poder entrar en negociaciones promisorias, del tipo de las que Chile, Colombia, Perú y México han conseguido por la vía bilateral, será necesario que Argentina consiga transformar al Mercosur en un área de libre comercio, sin prácticamente restricciones cuantitativas ni arancelarias, al mismo tiempo que se anula el compromiso de tener una política comercial externa conjunta. A Brasil también le conviene transformar la muy imperfecta unión aduanera que hoy pretende ser el Mercosur, por una verdadera y completa área de libre comercio. Así lo había pregonado Aesio Neves en su campaña y, ahora, con el giro al que las circunstancias han obligado a Dilma Rousseff, estoy seguro de que el nuevo equipo económico también lo entiende necesario. Demás está decir que hace mucho que tanto Uruguay como Paraguay han advertido la inconveniencia de estar trabados por el arancel externo común para poder avanzar en negociaciones bilaterales en la dirección en que lo han hecho los miembros de la Alianza del Pacífico.

Ojalá los asesores de Scioli en materia de política exterior le adviertan sobre los condicionamientos que la política económica del Kirchnerismo puede significar para una buena reinserción de Argentina en el Mundo. Estoy seguro de que no querrá correr el riesgo de que con él como Presidente, la Argentina se aproxime aún más a ser lo que hoy es Venezuela.

El próximo gobierno deberá enfrentar un contexto externo muy diferente al que vivimos desde 2003 en adelante.

El cambio comenzó a insinuarse desde mediados del año pasado. Los precios de las principales materias primas producidas por los países ricos en recursos naturales tienen desde entonces una tendencia declinante. Desde mediados de 2002 habían mostrado una clara tendencia ascendente. En forma paralela y no independiente, el Dólar de los Estados Unidos comenzó a apreciarse frente a la mayor parte de las monedas mientras que desde mediados de 2002 en adelante la tendencia había sido a la depreciación.

Las políticas monetarias que fueron en general muy laxas, fundamentalmente en los Estados Unidos y luego en la mayor parte de los países del mundo, están comenzando a endurecerse. Por consiguiente las tasas de interés en casi todas las monedas importantes fueron y siguen siendo muy bajas, pero se insinúa una tendencia al aumento, que ya se observa en las economías emergentes y que, a partir de 2016, muy probablemente se observará también en los Estados Unidos.

Entre las economías más avanzadas, la única que consiguió tasas de crecimiento parecidas a las históricas es la economía de los Estados Unidos. Japón no ha conseguido aumentar significativamente su ritmo de crecimiento, y Europa parece condenada a un crecimiento muy bajo por muchos años no sólo por las crisis de endeudamiento excesivo de las economías del sur de Europa, sino por una cuestión de envejecimiento y estancamiento poblacional.

Los países de Asia del Este y del Sur mantienen su dinamismo. Es probable que China crezca 3 o 4 puntos porcentuales menos que en los últimos 30 años porque su crecimiento ya no se basará tanto en la acumulación rápida de capital y en la producción de bienes exportables sino en la expansión de actividades más trabajo-intensivas orientadas a su mercado interno. Al mismo tiempo, India, beneficiada por el menor costo de las materias primas y el proceso desregulatorio y modernizador de la infraestructura que ha comenzado a implementar el nuevo gobierno es probable que logre aumentar su crecimiento en 2 o 3 puntos porcentuales anuales. Por consiguiente, Asia, en su conjunto, seguirá siendo el área más dinámica de la economía global.

Las economías emergentes de América Latina, de la Ex Unión Soviética y de África, casi todas ellas muy importantes productoras y exportadoras de materias primas, van a sufrir el impacto del deterioro de sus términos del intercambio y, en la medida que no tengan una relación comercial suficientemente fluida con las áreas dinámicas, básicamente El Este y el Sur de Asia y los Estados Unidos de América, van a encontrar un techo bajo para sus perspectivas de crecimiento, amén de que van a sufrir presiones inflacionarias por la tendencia a la depreciación de sus monedas frente el Dólar y las monedas asiáticas.

En América Latina, México, Colombia Perú y Chile van a poder compensar el impacto negativo de la baja de los precios de sus productos primarios de exportación con una intensificación del comercio con los Estados unidos de América y con los países del Este y del Sur Asiático porque han negociado tratados de libre comercio con los Estados Unidos, son miembros de la APEC (Asia Pacific Economic Cooperation) y están participando activamente en las negociaciones comerciales de la cuenca del Pacífico (TPP, Transpacific Partnership). Los países de América Central también se beneficiarán de su estrecha relación comercial con los Estados Unidos.

Las economías a las que les resultará más difícil encontrar motores de crecimiento son las de Brasil, Argentina y Venezuela, donde, además de no tener ningún tipo de tratamiento preferencial para sus exportaciones de manufacturas a los mercados más dinámicos, la bonanza de los últimos 12 años sirvió para financiar políticas populistas y se crearon desequilibrios macroeconómicos serios, extremos en Venezuela, agudos en Argentina y menos acentuados pero igualmente difíciles de revertir en Brasil debido, fundamentalmente, a razones políticas.

En la campaña electoral del año pasado en Brasil, el candidato de la oposición, Aesio Neves, planteó reformas profundas, tanto en la política exterior como en las políticas macroeconómicas y de organización económica interna. Eran, sin lugar a dudas, las reformas que Brasil necesitaba para enfrentar al nuevo contexto externo y resolver los desequilibrios creados por las políticas populistas del segundo gobierno de Lula y el de Dilma Rousseff. Lamentablemente para los brasileros y, creo yo, para la misma Dilma Rousseff, el candidato de la oposición no logró ganar la elección. Ahora, la presidenta reelecta no tiene otra alternativa que aplicar las reformas con las que había hecho campaña Aesio Neves, pero sufre graves problemas de credibilidad y enfrenta la oposición de quienes la votaron atraídos por sus promesas electorales. Por eso, a pesar de que intentará aplicar las políticas necesarias, es probable que los resultados sean magros. Ello significa que nuestro principal socio comercial va a enfrentar varios años de estancamiento y presiones inflacionarias.

En mi próximo post, utilizaré esta descripción del contexto externo para referirme a la oportunidad que las próximas elecciones nos brindan a los argentinos.

Si se mantienen las distorsiones de precios la economía no volverá a crecer.

Desde que el Kirchnerismo perdió las elecciones de 2013, los mercados de bonos y acciones de Argentina han tenido una clara tendencia ascendente. Más allá de las vicisitudes externas que han comenzado a afectar negativamente a nuestra economía y la perseverancia del gobierno en acentuar los desequilibrios macro y micro económicos, la tendencia observada en los mercados de bonos y acciones refleja la expectativa de los inversores financieros de que se producirá una fuerte entrada de capitales y ello permitirá a la economía volver a crecer sin que se acentúe el problema inflacionario.

La apuesta es a que Argentina podrá colocar nueva deuda a tasas inferiores a las que viene pagando hasta ahora y que los activos del sector privado se revalorizarán en forma casi automática. Ambas cosas tienen una cierta probabilidad de ocurrencia, pero, en mi opinión, el mercado sobreestima el efecto beneficioso, per se, de la entrada de capitales.

Para que la entrada de capitales contribuya eficazmente a la recuperación del crecimiento económico es imprescindible que el nuevo gobierno elimine las muchas distorsiones de precios relativos que hoy desalientan y desorientan a la inversión real. Cuando los precios relativos no reflejan el equilibrio entre la oferta y la demanda en los mercados competitivos o no cubren costos de producción más la rentabilidad del capital en los servicios regulados, así como cuando impuestos y subsidios indirectos crean una brecha entre el precio que recibe el productor y el precio que paga el consumidor, la inversión real, en lugar de orientarse hacia los sectores donde la demanda excede a la oferta, se desorienta y se torna improductiva o de muy baja productividad. En otros términos, para que vuelva el crecimiento, no sólo se necesita inversión sino que la inversión se lleve a cabo en aquellos sectores donde existe insuficiente capacidad productiva y se constituyen en cuellos de botella para la economía.

Los mecanismos que distorsionan la estructura de precios relativos y desorientan a la inversión son varios: los congelamientos de tarifas y los subsidios mal diseñados y plagados de corrupción, los controles de precios, las restricciones cuantitativas a importaciones y exportaciones, los impuestos que gravan a las exportaciones y encarecen los costos de producción de los sectores que tienen que competir con el exterior y, por supuesto, el cepo cambiario que lleva a que exista una brecha entre el precio del dólar en el mercado oficial y el precio del dólar en el mercado libre o paralelo.

Aunque se produzca entrada de capitales, si se mantienen todas estas distorsiones, la inversión real no aumentará o, si aumenta, irá hacia empresas y proyectos incapaces de remover los cuellos de botella de la economía. Por el contrario, en la medida que aumente la inversión en sectores favorecidos por las distorsiones de precios, aumentará la demanda de bienes y servicios en aquellos sectores donde la capacidad productiva es insuficiente y se acentuarán los desequilibrios de precios relativos y la inflación.

Por eso, para que la entrada de capitales permita la recuperación del crecimiento sostenido, se necesita: 1)dejar de lado el congelamiento de las tarifas de servicios para que, sin subsidios o con subsidio mínimos y bien diseñados, esas tarifas cubran los costos de prestación y brinden una rentabilidad adecuada al capital invertido; 2) eliminar los controles de precios: 3)eliminar todas las restricciones cuantitativas a exportaciones e importaciones; 4) eliminar las retenciones a las exportaciones y los impuestos a los ingresos brutos en las etapas intermedias de producción; 5) volver a aplicar el impuesto a las transacciones financieras como pago a cuenta de IVA y Ganancias: y 6) eliminar el cepo cambiario y dejar que funcione un mercado único y libre de cambios, sin uso de reservas por parte del Banco Central.

Si estas medidas no se adoptan de una sola vez y en forma simultánea, será muy importante estudiar detenidamente cuál es la secuencia y el ritmo adecuado para los ajustes graduales, porque cuando hay tantas distorsiones, la eliminación parcial y gradual puede acentuar las distorsiones.

Hay quienes piensan que la entrada de capitales va a permitir que se financie el déficit fiscal actual sin mucha emisión monetaria, con lo que será posible aplicar una política monetarista de estabilización sin cambios grandes en los precios relativos ni en el nivel y estructura del gasto público y la presión impositiva. Esta estrategia, que es la que parece sugerir el actual equipo económico si ganara el candidato del Frente para la Victoria, lejos de resolver los problemas, los va a acentuar en el tiempo e incrementará los costos económicos, sociales y políticos del ajuste que ineludiblemente será necesario encarar más adelante.

Por eso, no aprovechar la fuerte entrada de capitales que se puede producir por la confianza inicial en el nuevo gobierno para financiar la inversión real orientada a remover los muchos cuellos de botella que hoy sufre la economía, será perder otra oportunidad para inaugurar un período de estabilidad y crecimiento sostenido, como tantas veces ha ocurrido en el pasado.