Greece can still avoid a catastrophic exit from the Eurozone

Greece has imposed exchange controls and restrictions to withdraw cash from its banks. Once negotiations with the Troika got interrupted by the decision of the Greek Government to call for a referendum next Sunday, Greece had no alternative to avoid a complete collapse of its banking system. Argentina had to do the same on December 3, 2001, after the banks ran out of US dollars that the public had been withdrawing since the end of 2000. The restrictions were popularly denominated “corralito” or “little fence”.

Given the Argentine experience, the worst for the Greek people has not yet happened, and can still be avoided. What produced a sharp deterioration of real wages and economic activity in Argentina was the compulsory conversion of Dollar assets and debts into Pesos at the preexisting exchange rate. This forced conversion was decreed in January 2002, after the fall of the Fernando de lka Rúa’s Government, and it was popularly called “corralón” or “strong fence”. The “corralón” provoked a drastic fiscal adjustment and deterioration of the standard of living of Argentineans as a consequence of the inflationary burst that followed the massive devaluation of the Peso. It was the worst and more unequitable redistribution of incomes and wealth in Argentina’s history.

The exit of Greece from the Eurozone and the transformation of all contracts from Euros into Drachmas would produce a sharp devaluation of the Drachma. Inflation would follow and it would generate a sharp reduction of real wages and pensions, far worse than the reductions that could have occurred as a consequence of the policies proposed by the Troika.
But resuming negotiations and continuing with measures to achieve fiscal consolidation and carrying out adequate structural reforms, Greece could reverse the current situation in a sustainable way. Greece has the great advantage that the ECB, most European governments and the IMF are willing to resume negotiations.

In Argentina we had the bad luck of having Horst Köler at the head of the IMF. Without consulting with the Board of Directors, he withdrew the IMF from the negotiations—the exact opposite of what has happened in Greece up until now. Fortunately for Greece, Christine Lagarde has said that the IMF is willing to cooperate to reach an agreement that would allow Greece to recover the support of the ECB, find a sustainable solution for Greek Debt, continue with a viable process of fiscal consolidation and finish structural reforms. If Greece resume negotiations, Europe should be smart enough to provide debt relief as to reassure debt sustainability compatible with growth and stability.

The suffering of the Argentinean people during 2002 and the long term consequences of the forced conversion of contracts from Dollars into Pesos, should serve as a painful and inefficient example to avoid for the Greeks.

Those that argue that “the growth” of the Argentinean economy between 2003 and 2012 (after a 10% real GDP collapse in 2002 and a 25 % total fall between 1999 and 2002) originated in the compulsory conversion of the Dollars into Pesos, ignore the fact that in 2003 Argentina had a under-utilized well-capitalized and competitive private sector economy that had been built up in the previous decade, and that starting in mid-2002 Argentina enjoyed the most striking improvement in foreign terms of trade of its economic history. But in spite of all of the “growth” in this period, Argentina remains isolated from the global capital markets and its private sector remains disadvantaged because of persistent stagflation.

Greece does not have such a built up private sector nor underused capacity waiting to be utilized in a devaluation. Greece, therefore, cannot expect a similar “sugar high” of growth from a compulsory conversion of Euros to Drachmas. If Greece follows the same path of Argentina, it will suffer decades of more pain and stagflation.

Grecia y Europa aún pueden evitar que el Corralito se transforme en Corralón

Lamentablemente Grecia se vio obligado a imponer un Corralito. Esto ocurre en cualquier lugar del mundo cuando los bancos se quedan sin liquidez en billetes de la moneda con que se manejan. Para evitar el Corralito deberían haber llegado a un acuerdo ordenado con la Troika sobre la deuda Griega. Hasta aquí esa solución ordenada no se consiguió, yo creo, más por culpa del Gobierno Griego que de el FMI, el ECB (Banco Central Europeo) y la Unión europea.

Pero ahora, para evitar una tragedia, tanto los griegos como la Troika tienen que evitar que el Corralito se transforme en un Corralón. Es decir, tienen que evitar que Grecia se vea obligada a transformar compulsivamente depósitos y préstamos bancarios en Dracmas. Si ello ocurre, los ahorristas griegos que no lograron sacar sus Euros del País o que no tienen sus ahorros en Euros billetes, perderán un gran porcentaje de sus depósitos, tal como los perdieron quienes tenían depósitos en dólares en Argentina en Enero de 2002, cuando Duhalde decidió Pesificar compulsivamente.

Si los Griegos y Europa permiten que el Corralito se transforme en Corralón, los griegos van a sufrir un ajuste fiscal y una caída de los salarios reales mucho mayor a la que se estaba produciendo a causa de la austeridad impuesta por la Troika. Grecia volverá a ser una economía con alta inflación y muy inestable. Además Europa recuperará poco o nada de los 240 mil millones de euros que Grecia le debe. Es probable que en caso de que el Corralito se transforme en Corralón, Grecia termine dejando la Unión Europea y entrando en la órbita geopolítica de Rusia.

Ojalá esta terrible perspectiva lleve al Gobierno Griego y a Europa a evitar que ello ocurra. Las expresiones de Lagarde -completamente distintas a las que hizo Köhler en 2001 cuando en Argentina nos vimos obligados por las circunstancias a imponer el Corralito- parecen orientadas a ayudar a que exista una salida ordenada del problema de la deuda griega con Europa y que las restricciones a la extracción de Euros de los bancos se puedan remover con Grecia siguiendo en la Eurozona y en la Unión Europea. Puede que la triste experiencia Argentina, a pesar de la muy mala interpretación que hacen algunos economistas norteamericanos y locales de las supuestas bondades del Corralón, no cometan el trágico error que el Gobierno Argentino cometió en Enero de 2002.

Las perspectivas de estabilidad, recuperación y crecimiento sostenido de Grecia son mucho mejores si evitan que a las restricciones a la extracción de Euros le siga la dracmización de la economía Griega. El pueblo griego parece intuir que la reintroducción del Dracma no va ayudar sino que provocará una muy injusta redistribución de riqueza y que costará muy caro en términos de la calidad de vida en el país donde nació la democracia. Si se hace el referendum el próximo domingo, yo apuesto a que la gente votará porque haya una solución ordenada y Grecia continúe en la Eurozona y en la Unión Europea.

No evitarán seguir haciendo austeridad, pero habrán evitado una verdadera tragedia. En caso de errar, «Tragedia Griega» ya no será un género teatral de la Grecia Antigua sino una dolorosa realidad de la Grecia del siglo XXI.

Antonio Margariti advierte que la destrucción de la conciencia moral es más grave que la degradación económica.

“En la década de Néstor y Cristina hubo algo que traspasó, alteró y vulneró a la sociedad argentina. Algo invisible a los ojos. Algo que no comprendemos bien. Algo que no refleja la macroeconomía. Ni tampoco la retórica política o el análisis sociológico. Algo ocultado por la propaganda oficial. Algo que hace fracasar los pronósticos económicos y políticos.
Hemos sido sometidos a un sigiloso pero feroz intento de alterar y cambiar de raíz nuestra esencia espiritual, los rasgos culturales, nuestra idiosincrasia, el modo de ser, pensar y obrar de los argentinos.

Hoy, en la escena pública y parte de la esfera privada, no actuamos del mismo modo con que lo hacíamos antes de la década. En la sociedad se ha abierto una profunda grieta: vivimos con temor a la agresión, las amenazas y la violencia.
El mandato sagrado, que el preámbulo ordena cumplir a los gobernantes, se ha violado impunemente. A pocos les interesa y nadie se da cuenta. Ya no constituimos una “unión nacional”. No se “afianza la justicia”. No se “consolida la paz interior”. No se “provee a la defensa común”. No se “promueve el bienestar general”. No se “aseguran los beneficios de la libertad”. Hasta se ha cambiado “la protección de Dios como fuente de toda razón y justicia” por la voluntad caprichosa y autista de quienes detentan el poder.

Por eso hay tanto enriquecimiento soez, suma injuria, violencia, inseguridad, crimen y narcotráfico.

Este fenómeno, que pasa inadvertido, podría definirse de manera simple y contundente. Ha ocurrido una profunda, sigilosa y constante mutación de la SINDÉRESIS, siendo sus inspiradores intelectuales los ideólogos Ernesto Laclau (1935-2014) y Heinz Dietrich Steffan (1943) La sindéresis es un término griego que significa la capacidad natural del ser humano para reconocer los principios morales, elegir el bien y rechazar el mal. Como dirían los analistas políticos: la sindéresis es el espacio donde se construye la acción humana inclusive la económica y política. Sin la sindéresis seríamos bolas sin manija, palurdos, brutos,grotescos, guarangos, necios o imbéciles.

El publicitado modelo nacional y popular ha demostrado ser un proyecto de cambio de principios éticos y de negación de la conciencia moral tradicional para convertirla en conciencia setentista, colmada de odio, codicia, violencia y revanchismo. Son como la Jihad islámica respecto de la pacífica cultura musulmana tradicional.

Han pretendido hacer un país fundacional distinto, negando la tradición e intentando hacer la revolución mediante la desvirtuación de las instituciones, el cambio violento de las leyes , la adulteración de la mentalidad popular , la sumisión de la justicia y el cambio de la conciencia moral.

Con paciencia y cierta dosis de memoria, podremos recopilar los principios morales que nos transmitían nuestros padres y que ellos recibieron de los abuelos. También podemos compendiar los anti-principios que hoy forman la sindéresis de la militancia,compuesta por turbas de aplaudidores y barras bravas que ocupan los patios de la Casa Rosada. Sarmiento los definiría como “Civilización o Barbarie”. Nosotros podemos decir que se trata de “Tradición o Revolución”.

Tanto el shock como el gradualismo pueden ser buenos o malos.

Es interesante comenzar la lectura del artículo «En defensa del gradualismo» de Eduardo Levy Yeyati por el párrafo final. El artículo termina así:

«El desafío de 2016, año de transición, es desandar los errores heredados y reencauzar el desarrollo con el menor costo social posible. La manera en que se desanden esos errores determinará en parte a los ganadores y perdedores de la transición. Y ahí es donde, más allá de consideraciones económicas y políticas, la disyuntiva entre shock y gradualismo se vuelve un problema moral».

Estoy completamente de acuerdo que la disyuntiva entre shock y gradualismo se vuelve un problema moral, pero me desconciertan los ejemplos de «shocks» inmorales que menciona como ejemplo y el «gradualismo» supuestamente moral que presenta a continuación.

Presenta como ejemplos de shocks inconvenientes (es una exageración mía calificarlos de «inmorales») el intento de Lopez Murphy por reducir el déficit fiscal en marzo de 2001 y mi intento de avanzar hacia el déficit cero en agosto de ese mismo año. Y, seguidamente, presenta como ejemplo de gradualismo inteligente la decisión del Banco Central durante los meses de enero a diciembre de 2002 de vender 5 mil millones de dólares de los 15 mil millones de reservas que respaldaban a los pesos en circulación a fines de diciembre de 2001.

¿Qué tenían de shock los intentos de reducir el déficit fiscal a través de decisiones de recortes explícitos en los gastos, hechos con transparencia y sin engaños? ¿No sería mejor tomar como ejemplo de shock la decisión de enero de 2002 de convertir compulsivamente, de dólares a pesos, todos los contratos de la economía (incluyendo 100 mil millones de dólares de depósitos bancarios)?

Obviamente la inmoralidad del shock de enero de 2002 no tiene nada que ver con el hecho de haber sido un shock, sino de haber sido diseñado para transferir riqueza de ahorristas a deudores, en una dirección claramente regresiva e injusta y para transferir ingresos de trabajadores a productores de bienes exportables o sustitutos de importaciones. La fuerte devaluación que llevó el precio del Dólar de 1 a más de 3 pesos fue la consecuencia de haber aumentado la cantidad de pesos en circulación de 12 mil millones a fines de diciembre de 2001 a 30 mil millones a fines de diciembre de 2002 mientras las reservas bajaban de 15 a 10 mil millones. El cociente entre la cantidad de pesos en circulación y de las reservas en dólares era de 3 pesos a fines de diciembre de 2002, precisamente el precio del dólar al que tendió a estabilizarse el mercado cambiario a lo largo de 2003.

Eduardo Levy Yeyati argumenta que fue una política gradualista y virtuosa la decisión del Banco Central, cuando él era economista jefe de esa institución, de vender 5 mil millones de dólares de las reservas resistiendo la recomendación de Anoop Sing de dejar que el precio del Dólar buscara su nivel sin intervención del Banco Central. Esa política fue, en el mejor de los casos, absolutamente irrelevante e inconducente. Si el Banco Central, en lugar de vender esos 5 mil millones de dólares de las reservas, beneficiando a los que consiguieron comprarlos a menos de 3 pesos, hubiera seguido el consejo de Anoop Sing, el precio del dólar hubiera comenzado mucho antes a estabilizarse en alrededor de 3 pesos y, probablemente, no hubiera llegado a casi 4 pesos como lo hizo en septiembre de ese año. A fines de diciembre de 2001 los pesos en circulación hubieran sido 40 mil millones de pesos y las reservas de 15 mil millones de dólares, es decir, en una relación menor al 3 a 1 que resultó de la venta de dólares a 2 pesos promedio, para reabsorber 10 mil millones de pesos.

Hay shocks buenos y shocks malos. El plan de convertibilidad de 1991 fue sin duda un shock bueno que contrasta con el terrible shock, ciertamente muy malo, que significó la pesificación compulsiva de enero de 2002 y todas las consecuencias que le siguieron, entre ellas el establecimiento de muchos impuestos distorsivos, el congelamiento de tarifas, los controles de precios y las prohibiciones de exportar. Todas estas medidas, que son las que permitieron que de una inflación del 42 % en 2002 se pasara a una inflación del 4 % en 2003, dieron origen a la estanflación que ahora estamos sufriendo.

También hay gradualismos buenos y gradualismos malos. Las reformas fiscales bien hechas, con transparencia, consenso y discusiones parlamentarias, son necesariamente graduales. Se necesita sancionar leyes y luego la implementación siempre toma tiempo. Cuando los ajustes fiscales se hacen por shocks devaluatorios e inflacionarios, como el terrible ajuste fiscal de 2002, los costos sociales y económicos son enormes.

Pero cuando hay que corregir distorsiones en precios relativos o causados por regulaciones que desalientan la inversión y reducen la productividad, hacerlo en forma gradual es siempre más costoso. Significa tener que endeudarse a tasas de interés elevadas para seguir financiando desequilibrios mientras no existe financiamiento para las inversiones y los esfuerzos productivos que permitirían recuperar la productividad. Este es un caso típico de gradualismo malo.

Por eso estoy en total desacuerdo con Eduardo Levy Yeyati respecto de que el shock es siempre malo y el gradualismo es siempre bueno. Es un gran error asignarle una calificación moral a los instrumentos. Lo que determina que una estrategia sea virtuosa o perjudicial es el balance entre los costos y los beneficios sociales que es capaz de producir, debidamente ponderados en el tiempo.

Por ejemplo, sostener que es mejor mantener atrasos tarifarios y los consiguientes subsidios en lugar de eliminarlos para permitir la remoción inmediata de impuestos distorsivos que desalientan la inversión y quitan competitividad a la economía, es una muy mala política gradualista.  El costo social y económico de la eliminación completa e inmediata de subsidios e impuestos distorsivos es mucho menor que el avance gradual en la misma dirección.

Eliminar de inmediato el déficit fiscal cuando se parte de una recesión es una política de shock muy negativa. En casos de estanflación se debe combinar una política monetaria restrictiva con una política fiscal expansiva basada no en el aumento del gasto público sino en la eliminación de los impuestos distorsivos y de las regulaciones que traban la inversión y la producción de bienes.En este sentido el ajuste debe ser gradual, pero financiado con crédito público a tasas bajas que se logrará si se crea confianza con la eliminación inmediata y completa de subsidios e impuestos distorsivos. Es decir, con el shock productivista e inversor.