(La mayoría de los analistas políticos, sobre todo los que prefieren que gane Macri, sostienen que en las PASO se juega, en primer lugar, el futuro del sistema republicano en la Argentina. Yo sostengo que se juega primero el futuro económico y, como consecuencia del efecto que el resultado de las PASO tenga sobre la coyuntura económica, estará o no, en juego, el futuro institucional. Sobre este tema escribí un informe completo al que pueden acceder haciendo click aquí. A continuación, reproduzco el resumen)
Durante julio la economía evolucionó conforme lo habíamos previsto en mi post del 1 de julio. La inflación mensual se ubicó alrededor del 2%, los indicadores de actividad confirmaron que la recesión parece haber tocado fondo y el comercio exterior sigue sin demostrar vigor exportador sostenible en el tiempo.
Este clima económico aumenta las
chances de que el Presidente Macri resulte reelecto y pueda gobernar durante
los próximos cuatro años. Pero las encuestas no son concluyentes y recién
después de las PASO se podrá predecir, con menor margen de error, el posible
resultado final.
Si de la interpretación del
resultado de las PASO aumenta la probabilidad de un triunfo de la fórmula
Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto, es probable
que la inflación se mantenga en el entorno del 2% mensual y la lenta
reactivación de la economía continúe, con el precio del Dólar moviéndose desde
45 a 50 pesos en lo que resta del año.
Si Macri triunfa, se abren para 2020
posibilidades de crecimiento con continuidad del proceso de desinflación. Pero
si no se introducen cambios significativos en el régimen monetario y no se pone
mucho empeño en eliminar el sesgo anti exportador de la economía, no puede
esperarse un crecimiento superior al 1% y una inflación por debajo del 25%
anual. En este caso, será muy difícil que el gobierno logre apoyo popular y
político para las complejas reformas previsional y laboral que el FMI considera
imprescindibles para mantener su programa.
No está cerrada la posibilidad de que el gobierno de Macri, reelecto, decida llevar a cabo una buena reforma del régimen monetario y cambiario, en la dirección del sistema bimonetario de Perú (o la dolarización completa de la economía) y, al mismo tiempo, elimine de cuajo el sesgo anti exportador de la economía, aún con un cierto relajamiento de las metas fiscales. En este caso, el crecimiento puede llegar a ser del 3% y la inflación del orden del 18%, resultados que darían al gobierno apoyo popular y político como para aprobar las tres reformas, la previsional, la laboral y la del Estado, que son imprescindibles para transformar a la estabilidad y al crecimiento en fenómenos permanentes.
Si el resultado de las PASO insinúa
un posible triunfo del Kirchnerismo en las generales, es posible que se
produzca una corrida cambiaria antes de las elecciones de octubre, lo que
acentuará las posibilidades
de triunfo para la fórmula Alberto Fernández Cristina Kirchner. Si triunfa el
kirchnerismo, se haya producido o no antes la corrida cambiaria y explosión
inflacionaria, el precio del Dólar trepará todo lo necesario para producir una
licuación de las deudas en pesos del sector público y del sector privado. Para
que la licuación alcance a las LETEs y a los depósitos en dólares es probable
que se decrete una pesificación compulsiva de los contratos en dólares
suscriptos bajo ley argentina,
El nuevo gobierno tratará de que la gente
interprete que la explosión devaluatoria e inflacionaria, con su consecuente
efecto de deterioro del ingreso real de trabajadores y jubilados, es
responsabilidad del gobierno anterior que endeudó al sector público.
Los estrategas económicos del kirchnerismo piensan
que luego de esta explosión devaluatoria e inflacionaria, será posible implementar
un plan de estabilización y crecimiento como el que aplicó Lavagna a partir del
segundo semestre de 2002.
Se utilizarán controles de precios,
controles cambiarios, congelamiento de tarifas y restricciones cuantitativas
tanto a las importaciones como a las exportaciones, procurando, a la vez,
detener el traslado a precios de la devaluación inicial y controlar el ritmo
subsecuente de devaluación.
Las substanciales diferencias entre
la situación de la economía a principios de 2020 con la que existía a principios
de 2002, permiten anticipar que la reiteración de las políticas aplicadas
entonces, en las actuales circunstancias, llevarán rápidamente a la
hiperinflación.
Para quienes conocemos la verdadera historia de los acontecimientos del fatídico 2001 y la tragedia del 2002, la versión mentirosa de Duhalde, siempre nos pareció despreciable. Pero que la reitere en el contexto de lo que pretende ser una reivindicación de la trayectoria de Fernando de la Rúa con motivo de su fallecimiento, es indignante.
Su hipocresía ya se trasunta en su descripciòn del orígen de los problemas del gobierno de De la Rúa: » Su adhesión sin cortapisas a la convertibilidad, que ya desde el final del gobierno del gobierno anterior daba claros síntomas de agotamiento, el déficit fiscal que heredó y que se financiaba con un elevado nivel de endeudamiento externo y se combinó con un aumento de la recesión económica generaron un creciente ambiente de descontento social. Ese clima se acrecentó con las decisiones de la breve gestión de Ricardo López Murphy como ministro de Economía y el nombramiento de Domingo Cavallo como su reemplazante.»
Es asombroso que sostenga que la causa de la crisis era el agotamiento de la convertibilidad y el déficit fiscal financiado con un elevado nivel de endeudamiento externo. Él sabe muy bien que el gran problema fue el déficit de las provincias, en especial el de su provincia, financiado con endeudamiento bancario interno, en particular, del Banco de la Provincia de Buenos Aires, al que dejó virtualmente quebrado al final de su gestión como gobernador.
También es inconcebible que diga que el clima de descontento se acrecentó por mi nombramiento como ministro de Economía. Recuerdo como si fuera hoy, que en mayo de 2001, cuando ya habían transcurrido dos meses de mi designación y comenzaban a implementarse los planes sectoriales de competitividad, me propuso que en las elecciones que iban a celebrarse en Octubre, fuéramos aliados el Partido Justicialista y Acción por la República. Por supuesto que yo no lo acepté, porque me parecía que no correspondía siendo yo ministro del gobierno de De la Rúa.
Los párrafos que siguen son aún más falaces: «De allí en más, todo fue desbarrancándose. Junto a Alfonsín constituimos por esos días el Movimiento Productivo Argentino y elaboramos un plan, que le presentamos junto con las dos CGT, con la idea de apoyar al gobierno si este decidía abandonar la convertibilidad y dar lugar a un plan que liberara las fuerzas productivas del país, a las que el corsé del uno a uno paralizaba de manera ya insostenible. «
No presentaron ningún plan. Lo que insinuaban, teniendo como vocero al entonces Presidente de la UIA, Ignacio De Mendiguren y algunos adláteres, era simplemente la pesificación compulsiva de todos los contratos en dólares, sin contemplar que también significaba la confiscación de más del 50% de los depósitos de los ahorristas. Cuando me presentaron la idea en mi despacho, les expliqué que hacer eso significaba provocar una devaluación descomunal que deterioría en más de un 50% los salarios reales , las jubilaciones y los ahorros de las familias. También les expliqué que semejante medida provocaría un gran aumento de la desocupación y de la pobreza, dos problemas que ya eran graves, pero que la ¨solución¨ que ellos proponían, los agravarían aún más.
Pero la hipocresía mayor aparece en el párrafo siguiente: «Sea por el estrés propio de los tiempos que vivíamos, sea por el cansancio de las largas jornadas, sea por algún tipo de depresión causada por los sucesivos fracasos, lo cierto es que nos encontramos en ese momento, en las pocas veces que tuvimos acceso a él, con un De la Rúa dubitativo, ausente, más un espectador que un protagonista de los dramáticos hechos que vivía el país. En pocos días las protestas callejeras, el caos económico y la pérdida de apoyo político derrumbaron la presidencia de De la Rúa.«
La realidad es que lo que De la Rúa les decía, cuando lo visitaban con esas ideas, era lo mismo que yo les había explicado en mi despacho. Él, de ninguna manera iba a permitir que en lugar de completar la reestructuración ordenada de la deuda, en la que ya habíamos avanzado por el 50% del capital, se declarara el default generalizado de todas las deudas, públicas y privadas, externa e interna, porque la pesificación compulsiva que ellos proponían era, precisamente, el peor default imaginable.
La desazón de De la Rúa derivaba de la incomprensión que observaba en los dirigentes políticos que le hacían esos planteos, en especial de la de quienes pertenecían a su mismo partido. Y porque además veía cómo se anteponían los intereses políticos personales por arriba de los intereses del país. Recuerdo la angustia que le causó la negativa de Duhalde a concurrir al diálogo político con el argumento de que De la Rúa había osado invitar a Carlos Menem, que era ni mas ni menos, el Presidente del Partido Justicialista. Nuevamente, la competencia y los celos de Duhalde con Menem, que tanto daño le habían hecho al país desde 1997, se constituía en un impedimento para el diálogo en un momento extremadamente crítico.
Con respecto a las protestas callejeras, era harto conocido que las promovían dirigentes de la provincia de Buenos Aires que luego integraron la Secretaría de Seguridad durante la presidencia de Duhalde. Mi familia había sufrido ese tipo de protesta en oportunidad del casamiento de mi hija en el mes de julio de 2001 y habíamos constatado que de ese lado venían los ataques.
Yo espero que cuando se escriba la historia objetiva de este período, quede absolutamente claro que la postura de De la Rúa, de negarse a implementar las medidas que le recomendaban los promotores del autodenominado ¨Movimiento Productivo Argentino¨, fue un acto de sensatez que, de haber prevalecido, hubiera evitado la tragedia del 2002, puerta de entrada al período más aciago de la historia reciente de la Argentina: los 12 años de Kirchnerismo.
Hoy, ante su fallecimiento, además de expresar mis condolencias a su familia, quiero reiterar mi reconocimiento a su lucha por el bienestar de los Argentinos.
Yo soy testigo de que en los momentos más difíciles de su gestión, estuvo dispuesto a lo máximos sacrificios personales antes que resignarse a cargar sobre las espaldas del pueblo las demandas de los poderosos intereses que boicoteaban su gestión. Eran los intereses de quienes querían resolver sus problemas de endeudamiento, apelando a un golpe devaluatorio e inflacionario como el que consiguieron luego de forzarlo a renunciar.
Los acontecimientos políticos y económicos que se estan viviendo al momento de su muerte, ayudarán a valorar sus esfuerzos. Hoy, como a fines de 2001, existen fuertes intereses económicos y políticos que buscan provocar otra explosión como la enero de 2002. Espero que quienes apoyan desde la política al Presidente Macri, no le hagan el vacío que le hicieron a Fernando de La Rúa en el segundo semestre de 2001.
Cuando se escriba la historia objetiva de esta época, Fernando De la Rúa será reinvindicado y se concluirá que el golpe institucional que lo sacó del poder abrió las puertas a un período aciago de nuestra historia. Período del que se terminará de salir, sólo si la gestión del Presidente Macri logra los apoyos que, lamentablemente, le fueron negados a De la Rúa.
Durante junio la inflación siguió cediendo, y ya se
ubica por debajo del 3 % mensual. Con el precio del dólar prácticamente estabilizado
en torno a los 44 pesos, la inflación debería seguir bajando en los próximos
meses.
Los indicadores del nivel de actividad, así como los
datos sobre empleo, sugieren que en el primer trimestre de 2019 la economía
real tocó fondo, pero no hay indicios de que se produzca una reactivación
significativa a partir del tercer trimestre. Es posible que la reactivación se
observe con más claridad en el cuarto trimestre, especialmente si las PASO y
las encuestas previas a la primera ronda de la elección presidencial, sugieren
que el Presidente Macri resultará reelecto. Si continúa la incertidumbre y
existe probabilidad de que triunfe la fórmula Fernández-Cristina, se acentuará
el clima de estanflación.
Ahora que los economistas vinculados a los diferentes
candidatos han comenzado a hablar de lo que el futuro gobierno debería hacer
para lograr estabilidad y crecimiento, se están escuchando advertencias sobre
el riesgo de que se produzca un atraso cambiario de raíz electoral.
El argumento es el siguiente: como se sabe que la estabilidad cambiaria produce en el corto plazo un cierto efecto estabilizador y re-activador del mercado interno, se concluye que el gobierno generará un nuevo atraso cambiario para tener más chances de ganar la elección. Si ello ocurre, se argumenta que no será posible que la re-activación ensamble naturalmente con un proceso sostenido de crecimiento. Enseguida aparecería la tradicional restricción externa por insuficiente aumento de las exportaciones, característica de los 70s y 80s.
Este
dilema, aparentemente muy desalentador, se puede resolver si el gobierno que
asuma el 10 de diciembre advierte que la causa del retroceso de las
exportaciones industriales no es el atraso cambiario sino el sesgo anti
exportador de la economía argentina, sesgo que se acentuó por las medidas
fiscales que debieron tomarse a partir del año 2018 para avanzar hacia el
equilibrio fiscal.
Sorprende que en las discusiones sobre las reformas estructurales que son imprescindibles, los economistas cercanos al gobierno no enfaticen que la eliminación de cuajo del sesgo anti exportador de la economía deberá ser un pilar fundamental de la futura estrategia de estabilización y crecimiento.
La recesión del mercado
interno continúa, pero parece haber tocado fondo en el primer trimestre
En general, si bien la mayoría de los indicadores del cuadro 1 siguen en terreno negativo, las caídas con respecto al mismo mes del año anterior son para abril y mayo inferiores a las registradas para los tres primeros meses del año, Por ejemplo, el estimador mensual de actividad económica del INDEC registra para abril una caída del 1,3%, mucho más baja que la del 4,6% registrado en el primer trimestre.
¨Exportaciones¨ es el único indicador que está en terreno positivo, especialmente si se observa el 16,5% de aumento de mayo 2019 en comparación con mayo del año anterior, muy superior al aumento del 2,5% entre los primeros cinco meses de 2019 y el mismo período de 2018. Pero un examen desagregado de las exportaciones no permite ser optimista respecto a que este fenómeno sea sostenible.
Las exportaciones de manufacturas
están declinando
El aumento observado en las exportaciones se origina
en las de productos primarios, de sus manufacturas y de las exportaciones de
combustibles y energía. Estos aumentos no se explican por la evolución del tipo
de cambio sino por la reversión del fenómeno climático que afectó a las
exportaciones agropecuarias durante 2018 así como de las reformas estructurales
que el gobierno logró implementar en el sector energético.
Por lo tanto, si el aumento del tipo de cambio real hubiera tenido algún efecto positivo en las exportaciones, el mismo tendría que haberse reflejado en el comportamiento de las exportaciones de manufacturas de origen industrial. Pero, como lo muestra el cuadro 2, estas exportaciones han estado declinando.
La caída de las exportaciones de manufacturas de
origen industrial pone de manifiesto que la fuerte devaluación del período
abril 2018 a abril de 2019 no tuvo el efecto esperado por quienes argumentan
que el tipo de cambio es el principal determinante de la competitividad
exportadora del país.
La comparación de las columnas del cuadro 2 que
registran las variaciones anuales en las exportaciones a precios corrientes y a
precios constantes en los sucesivos períodos (1989-2001 con convertibilidad, 2002-2015 con un tipo de
cambio promedio bastante más alto que el de la convertibilidad y 2016-2018 con
un tipo de cambio real parecido al del período 2002-2015), pone de manifiesto
que la mejor performance exportadora, para todos los rubros, se produjo en el
período de la convertibilidad (1989-2001).
El crecimiento de las exportaciones durante el período 2002-2015 fue significativamente inferior al del período de la convertibilidad. Durante los tres años del gobierno de Macri, 2016 a 2018, se produjo una tenue recuperación con respecto a los años del Kirchnerismo, salvo en lo que respecta a las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario que sufrieron los efectos de la sequía de 2018, fenómeno que se está revirtiendo rápidamente en 2019, tal como lo muestran los porcentajes de variación durante los primeros 5 meses y, en particular, para el mes de mayo.
Argumento equivocado
A
pesar de estas claras evidencias de que el tipo de cambio real no es el
determinante fundamental de la performance exportadora, el principal argumento de quienes temen que se
produzca un atraso cambiario de raíz electoral, sigue siendo que se necesitarán
nuevas fuertes devaluaciones luego de las elecciones para alentar el aumento de
las exportaciones.
Este razonamiento es equivocado porque no advierte que el gran problema que afecta a las exportaciones no es el atraso cambiario sino el fuerte sesgo anti-exportador que caracteriza a la economía argentina desde 2002 y que se ha acentuado durante el año 2018 y lo que va del 2019.
En mi post del 1 de junio, argumenté que no hay indicio de atraso cambiario. Pero admitido que por ahora ello es así, ¿Cómo se logrará que, durante 2020 y en los años siguientes, la continuidad de la política de estabilización, basada seguramente en la estabilidad del tipo de cambio nominal, permita ensamblar la re-activación del mercado interno con el aumento vigoroso de las exportaciones?
La eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es la única herramienta disponible para que un futuro plan de estabilización y crecimiento logre empalmar la re-activación del mercado interno con el aumento vigoroso de las exportaciones.
Las causas del sesgo anti exportador de la economía
El
sesgo anti exportador se origina en impuestos distorsivos que crean una brecha
entre el tipo de cambio efectivo con el que se remunera a las exportaciones y
el tipo de cambio efectivo con el que se protege a la sustitución de
importaciones y permite el aumento de los costos de la producción exportable.
Los
impuestos distorsivos que explican el sesgo anti exportador son: las retenciones
a las exportaciones; los altos aranceles de importación; las restricciones
cuantitativas a las importaciones; y los impuestos indirectos, especialmente
impuesto a los ingresos brutos, a las transacciones financieras y los que se
aplican sobre la nómina salarial. Todos estos impuestos en lugar de disminuir,
han estado aumentando desde 2002 en adelante y ese aumento se acentuó a partir
del año 2018 con motivo de las medidas impositivas destinadas a cerrar la
brecha fiscal.
Los
reintegros y reembolsos de exportación fueron el instrumento utilizado durante
toda la década del 90 para compensar la incidencia de los impuestos indirectos
que no se habían logrado eliminar totalmente en aquella época, pero que eran
mucho más bajos que los que existen en la actualidad. Pero desde 2002 en
adelante, se fueron reduciendo y a partir de 2018, han sido, prácticamente,
eliminados.
La eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es
clave para el crecimiento
En mi post del 1 de junio, expliqué los cambios en la política monetaria que permitirían convencer a los operadores económicos que, en el contexto de un plan de crecimiento con las reformas estructurales imprescindibles, el régimen monetario evolucionará en la dirección del sistema bimonetario que tanto éxito ha tenido en países como Perú y Uruguay. O, como lo quieren los que son definitivamente pesimistas sobre la habilidad del Banco Central para implementar políticas anti-inflacionarias capaces de sostenerse en el tiempo, hacia la dolarización completa de la economía.
En este post deseo recalcar que la eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es la reforma estructural que no puede demorarse, si es que se quiere empalmar la posible re-activación de los próximos trimestres con el crecimiento vigoroso de las exportaciones, imprescindibles para asegurar un crecimiento sostenido de toda la economía a partir de 2020.
Sin lugar a dudas, el acuerdo logrado el 28 de junio entre los negociadores del Mercosur y los de la Unión Europea es auspicioso y tendrá efectos muy positivos para el crecimiento a mediano y largo plazo.
Si bien la implementación del acuerdo puede aún demorar dos años, la perspectiva de que nuestro país dé pasos importantes en la dirección de integrar cada vez más su economía a la del mundo, puede ayudar a aumentar la inversión directa, especialmente si, a partir de 2020, se adoptan medidas internas que eliminen el sesgo anti-exportador de la economía.
La reacción de Alberto Fernandez, que argumentó que el acuerdo es una ¨mala noticia¨, es un reflejo del condicionamiento al que está sometido por el kirchnerismo en materia de política exterior y de política económica. Su comentario se produjo dos horas después de que, seguramente sin consultarlo, Axel Kicillof caracterizara al acuerdo como una ¨tragedia¨ y que Pino Solanas hablara de ¨un día negro para los intereses nacionales¨.
Estoy seguro que, si Alberto Fernandez tuviera espacio para imponer sus propias ideas y no se sintiera obligado a replicar las del kirchnerismo, su valoración del acuerdo Mercosur-Unión Europea sería diferente.
Estas declaraciones de Alberto Fernandez no ayudan a despejar el horizonte del riesgo de explosión inflacionaria y de default de la deuda externa para el caso de un triunfo de la fórmula Fernandez-Cristina, por más vocación negociadora con el FMI que el principal candidato opositor se empeñe en demostrar.