La Unión Industrial Argentina piensa que la subvaluación permanente de la moneda va a resolver el problema de competitividad y va a asegurar un crecimiento sostenido de la economía. Si el Gobierno persevera en la política de tratar de compensar los factores reales que le quitan competitividad a la industria argentina con la devaluación permanente del peso, el resultado será el opuesto al deseado.
La industria será cada vez menos competitiva como consecuencia del costo creciente del capital y de la falta de inversión necesaria para la incorporación de tecnología. La única formula genuina de aumento de la competitividad es la que daba fundamento al Plan de Competitividad de 2001 y que, lamentablemente, se borró de un plumazo en diciembre del mismo año, cuando desde el propio sector industrial se impulsó el abandono de la convertibilidad.
Los determinantes de la competitividad de la economía
La competitividad de la producción industrial que resulta de subsidios permanentes a pagar por otros sectores de la economía no es sostenible en el mediano y largo plazo. La experiencia Argentina demuestra que los sectores que son obligados a subsidiar a otros terminan transformándose en proveedores cada ves más onerosos de los bienes y servicios que deben aportar al proceso productivo.Ya se está viendo con el gas natural y se verá muy pronto con la electricidad. La política de congelamiento arbitrario de sus precios y tarifas lleva a un proceso de desinversión que provoca escasez. Como el Gobierno trata que los consumidores residenciales sigan pagando los precios bajos, el resultado es un precio libre para el usuario industrial mucho más elevado, en términos de dólares, que el que pagaban antes del congelamiento. Lo mismo ocurrirá con el transporte y con la producción de hidrocarburos y materias primas agropecuarias.
En el caso de los hidrocarburos y la producción agropecuaria, aún no hay desinversión porque los precios internacionales de esos productos están altos y los productores aún gozan del mejoramiento patrimonial que les produjo la pesificación de las deudas. Pero estos dos fenómenos son transitorios, mientras que las retenciones a las exportaciones, que bajan sus precios de manera permanente, terminarán desalentando la inversión. De ahí a la escasez hay un corto trecho. Y escasez significa necesariamente aumento de precios, o, lo que es lo mismo, aumento de costos para las industrias que utilizan a los hidrocarburos y a las materias primas agropecuarias como insumos.
La competitividad industrial, como la competitividad de toda la economía, depende de la tecnología, del costo de la mano de obra y del costo del capital. Para un determinado nivel tecnológico, están predeterminados los insumos físicos, tanto de trabajo como de capital. Si aumenta el costo del trabajo o aumenta el costo del capital disminuye necesariamente la competitividad. Hay aumento de competitividad cuando una tecnología más avanzada permite reducir el requerimiento de insumos físicos por unidad de producto de tal forma de compensar en exceso el aumento de los costos unitarios de ambos insumos. Pero el avance tecnológico depende de la nueva inversión. En definitiva, manteniéndose todas las demás variables inalteradas, el aumento de la competitividad será consecuencia de la nueva inversión.
La devaluación de enero de 2002 produjo aumento de competitividad?
Sí, pero transitorio y reversible. De hecho, ya se está revirtiendo y, de persistir las políticas que apoya la UIA, los niveles de competitividad terminarán siendo inferiores a los de la década del 90.El aumento de competitividad del que gozó la industria durante los últimos tres años provino de la baja significativa del costo de la mano de obra y de enormes subsidios pagados por los sectores de la energía, los transportes, las comunicaciones, los ahorristas argentinos y los acreedores del exterior. Ninguno de estos factores se mantendrá en el tiempo y, de hecho, varios de ellos ya se han revertido.En los próximos meses el salario mínimo se ubicará en 630 pesos, es decir alrededor de 210 dólares. Se trata del mismo salario mínimo en dólares de la década del 90. Será muy raro que este aumento del salario mínimo no termine reflejándose en toda la pirámide salarial. Es sólo una cuestión de tiempo.Los precios en dólares del gas natural y de la energía eléctrica para uso industrial ya se ubican por arriba de los niveles que tenían en los 90 y, en la medida que se siga subsidiando al consumidor residencial, el precio libre para los usos no residenciales sólo tenderá a subir, nunca a bajar. Algo parecido ocurrirá con los transportes y las comunicaciones.Las materias primas provenientes de los recursos naturales dejarán de ser mas baratas que en el exterior tan pronto como el Gobierno se vea obligado a eliminar las retenciones a las exportaciones para frenar un proceso de desinversión en esos sectores, que se hará evidente cuando se normalicen los precios internacionales de las materias primas.
El subsidio financiado a partir de la expropiación de ahorros internos y externos es, necesariamente, un fenómeno acotado en el tiempo. Será muy difícil que haya ahorristas argentinos o extranjeros dispuestos a dejarse atrapar nuevamente en el corralón.Pero además de la reversión de estos factores transitorios de aumento de competitividad, quedarán importantes efectos negativos derivados de cambios de políticas que disminuyen la competitividad de manera permanente.Las causas permanentes de deterioro de la competitividad.
El aumento de los impuestos al trabajo, lo mismo que las interpretaciones judiciales recientes de las leyes laborales y previsionales, constituye un factor de deterioro de la competitividad que se proyecta como permanente.La desinversión en sectores de infraestructura económica y el consecuente aumento de los costos para un mismo nivel de calidad de prestación de los servicios es otro factor de deterioro de la competitividad que se va a mantener por mucho tiempo.
Las dificultades crecientes que encontrarán las empresas para financiar la nueva inversión como consecuencia del menor ahorro interno y externo dispuesto a transformarse en financiamiento de mediano y largo plazo impedirán la introducción de adelantos tecnológicos. En un mundo competitivo, el atraso tecnológico relativo es un factor de pérdida permanente de competitividad.
Porqué la devaluación monetaria permanente no podrá revertir este proceso?
Surge de las expresiones de las autoridades de la UIA que ellos esperan que la devaluación permanente de la moneda, a la que denominan "mantenimiento de un tipo de cambio realista", permita compensar estos factores de deterioro permanente de la competitividad. Pero ello requeriría una aceptación pasiva de los trabajadores y de los ahorristas internos y externos de la desvalorización de sus ingresos y de su riqueza. Es imposible que esto se dé hacia el futuro si las devaluaciones son previsibles porque forman parte de la nueva política. Sólo cuando la devaluación es grande e inesperada puede lograrse que, por un tiempo, los salarios reales y los ahorros se mantengan devaluados. Pero ese no será el caso de las devaluaciones permanentes para "mantener un tipo de cambio realista".
Los sindicatos incorporarán la expectativa de devaluación y de inflación en sus demandas salariales y los ahorristas sólo aceptarán tasas nominales de interés más altas. El resultado no será el aumento de la competitividad sino mayor inflación. Este fenómeno, como todo elemento que aumenta el grado de incertidumbre, tendrá necesariamente un efecto adicional negativo sobre la competitividad.
La solución
La solución a este gravísimo problema que afectará a la industria en un futuro no muy lejano no será otro que la vuelta a las ideas que dieron nacimiento al Plan de Competitividad de 2001. Habrá que remover impuestos y regulaciones distorsivas, en particular las que elevan el costo de la mano de obra y del capital sin mejorar ni la retribución de los trabajadores ni la de los ahorristas. Sólo entonces podrá recuperarse la competitividad de manera permanente.