El acuerdo con el FMI y la discusión sobre la dolarización desnudan peligrosos conflictos ideológicos

Hace treinta días, cuando los funcionarios del gobierno y la mayor parte de los analistas económicos esperaban una tasa de inflación de entre 3 y 4% mensual, alerté que se estaba dando una peligrosa aceleración de la inflación y que en febrero rondaba ya alrededor del 5% mensual. Estuve en lo cierto y es probable que esa tasa sea, a partir de ahora, un nuevo piso para la inflación.

Durante el mes de marzo no encontré datos de la realidad económica que me lleven a predecir situaciones más graves que las que dejé documentadas al final de febrero. Pero en el plano político, los últimos treinta días aportaron una dosis adicional de motivos de preocupación. Tanto la discusión en el Congreso del acuerdo con el FMI, como las opiniones posteriores sobre el modo de enfrentar la aceleración inflacionaria, ponen de manifiesto una peligrosa dispersión de ideas y estrategias, tanto dentro del oficialismo como de la oposición.

No me refiero a las propuestas de la izquierda trotskista ni a las de la derecha libertaria, cada una de las cuales vienen transitando dentro de carriles predecibles e internamente consistentes. La propuesta del repudio de la deuda externa y la estatización completa de la economía con un esquema de aislamiento internacional que proponen los trotskistas no debe sorprender a nadie, porque es la postura que siempre pregonaron.  Tampoco debe sorprender la propuesta de reforma financiera y monetaria, reducción drástica del gasto público y apertura irrestricta de a economía que propone Milei, porque es enteramente consistente con su visión de que la marcha económica actual, con las ideas que predominan entre los dirigentes que él denomina la ¨casta política¨, va a terminar en una desorganización completa de la estructura productiva y en una hiperinflación por repudio generalizado del peso.

Me refiero sí, a las discusiones que se dan, tanto dentro del Frente de Todos, entre los Albertistas y los Cristinistas, como dentro del radicalismo, entre los radicales tradicionales, a la Gerardo Morales y los radícales más jóvenes del movimiento evolución.

Los enfrentamientos dentro del Frente de todos

Las posturas diametralmente opuestas sobre cómo debe relacionarse Argentina con el Mundo y como debe organizarse la política y la economía que anidan dentro del Frente de Todos, tienen su origen en la estrategia que decidió Cristina Kirchner para volver a conquistar el poder. Para conseguir el voto del peronismo y de los independientes que no adherían a las ideas neo-marxistas de sus dos gobiernos anteriores (sintetizadas en el discurso de Kicillof), la hoy vice-presidente eligió a Alberto Fernández como candidato a Presidente, pero desde el vamos, no estuvo dispuesta a que prevalecieran ideas y estrategias diferentes a las suyas.

Alberto Fernández se debatió frente al dilema de conformar a Cristina y de implementar políticas mínimamente consistentes con la idea de no agravar la situación económica y social heredada del gobierno de Macri y, al cabo de dos años, descubrió que ello no era posible. Por eso se resignó a firmar el muy poco ambicioso acuerdo con el FMI que trabajosamente había tejido Martín Guzmán con el staff de aquella institución, aun cuando sabía que la vicepresidente estaba en contra.

 La virulencia que ha tomado este enfrentamiento hace muy difícil predecir que el gobierno llegue a implementar las medidas contempladas en el acuerdo sin graves conflictos sociales. Aún no se han tomado medidas como el aumento de las tarifas de los servicios públicos y ajustes del tipo de cambio oficial al ritmo de la inflación y ya existen manifestaciones multitudinarias frente al Ministerio de Bienestar Social pidiendo aumentos en los subsidios y divisiones dentro de los gremios que presagian demandas salariales muy superiores a las pautadas por el gobierno en el contexto del acuerdo con el FMI. Es inimaginable que el sector Cristinista del Frente de Todos haga causa común con el Albertismo para tratar de neutralizar y controlar estos estallidos.

Sergio Massa, que hasta el presente trató de actuar como mediador entre el `presidente y la vicepresidente, insinúa que podría llegar a desmarcarse del Frente de Todos para ensayar una alianza con el radicalismo de Gerardo Morales y recrear un espacio distanciado a la vez del Kirchnerismo y del Macrismo como para minar al mismo tiempo al Frente de Todos y a Juntos por el Cambio y mostrarse como una alternativa superadora de ambos. Las apariciones en televisión de Martín Redrado y de José Ignacio de Mendiguren, hablando sobre cómo abordar los problemas económicos, forman parte de esta tercera estrategia de lo que hoy es todavía una parte del Frente de Todos. Es posible que esta tercera posición bucee entre acceder al poder en los próximos meses por una decisión del Presidente de darle la conducción del gobierno a Sergio Massa desde la jefatura de gabinete o presentarse como candidato en las elecciones presidenciales del 2023 sin el apoyo del Kirchnerismo, pero tratando de quitarle el apoyo radical a Juntos por el Cambio.

Los enfrentamientos dentro de Juntos por el Cambio

Más allá de las competencias naturales que se observan dentro del PRO entre Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y el propio Mauricio Macri, el enfrentamiento que tiene una componente ideológica más preocupante es el que se observa dentro del Radicalismo entre el Presidente del Partido y Gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, y los dirigentes más jóvenes liderados por Martín Lousteau.

Este enfrentamiento dentro del Radicalismo es muy preocupante porque en cierta medida reproduce el que existió dentro de esa misma fuerza entre el Alfonsinismo y el Delaruismo y que tanto contribuyó al fracaso del gobierno de la Alianza en el 2001. Se trata de un enfrentamiento claramente ideológico. Gerardo Morales reivindica las políticas económicas del gobierno de Alfonsín y condena las políticas del gobierno de Menem a las que intentó darles continuidad el Presidente De la Rúa. Se trata de la misma interpretación de la historia de radicales como Leopoldo Moreau, Ricardo Alfonsín y Leandro Santoro que los llevaron a insertarse en el Frente de Todos en lugar de adherir a Juntos por el Cambio.

Para pensar cual podría ser el rumbo económico de un futuro gobierno de Juntos por el Cambio, es perfectamente posible imaginar un consenso entre economistas como Carlos Melconián, Luciano Laspina, Hernán Lacunza, Martín Tetaz, Martín Lousteau y Ricardo López Murphy, pero difícilmente se pueda construir un consenso alrededor de un plan económico consistente con la interpretación de la historia a la que adhiere Gerardo Morales.

La discusión sobre la dolarización de la economía

El tema de la dolarización de la economía que fue puesto sobre el tapete por la descripción que hizo Javier Milei de su propuesta de reforma financiera y monetaria, permite advertir la gran incertidumbre que provoca la dispersión de ideas que existe, tanto en el Frente de Todos, como en Juntos por el Cambio.

Lo primero que hay que advertir para entender la propuesta de Milei, es que él, como candidato a la Presidencia en 2023, obsesionado por impactar con su estilo de comunicación, quiere dejar absolutamente claro que su primera prioridad será erradicar la inflación, algo que todas las encuestas indican que es la mayor demanda popular en este momento.

Lo segundo que hay que advertir, es que Milei predice que las políticas del Frente de Todos y las que proponen el resto de las fuerzas políticas, conducirán inexorablemente a una hiperinflación porque la gente terminará repudiando en forma completa al peso. Por lo tanto, él se imagina implementando las reformas después de la hiperinflación, un escenario como el que precedió a la implementación del plan de convertibilidad en 1991. Esta observación lleva a descartar como crítica a su propuesta la escasez de reservas para implementar el canje de pesos por dólares. La hiperinflación habrá licuado suficientemente el stock de pesos en circulación como para que las pocas reservas que existan en el Banco Central alcancen para retirar todos los pesos y reemplazarlos por dólares. De hecho, en 1991, así como existían reservas suficientes para respaldar la base monetaria a razón de 10.000 australes por dólar, también hubiera sido posible, retirar de circulación todos los australes y reemplazarlos por dólares a ese tipo de cambio. La dolarización completa de la economía hubiera producido el mismo efecto inmediato en términos de estabilización y reactivación económica que produjo la convertibilidad. De hecho, el efecto estabilizador y reactivador se debió más a la legalización del uso del dólar como moneda que a la creación de la caja de conversión, porque de no haberse incorporado el ingrediente de dolarización, difícilmente la gente se hubiera convencido de que el gobierno iba a respetar la convertibilidad. La razón por la que yo decidí introducir el peso convertible respaldado en dólares, 1 a 1, fue para dejar abierta la posibilidad de que algún día, si la productividad de la economía crecía por arriba de la de los Estados Unidos, el peso pudiera flotar para apreciarse, es decir, para ser más fuerte que el dólar.

Además, Milei señala que la dolarización será precedida por una reforma financiera que eliminará el sistema de banca con encaje fraccionario para reemplazarlo por un sistema de ¨Banca Simmons¨. Es decir, por el desarrollo de un mercado de capitales separado del sistema bancario, una propuesta que ha desarrollado con todos los detalles operacionales el economista Larry Kotlikoff en su libro ¨Jimmy Stuart is dead. Limited purpose banking¨. El propósito de esta reforma es evitar el tipo de corrida contra los depósitos de los bancos que caracteriza a las crisis financieras cuando los bancos crean dinero a través del encaje fraccionario.

Milei tiene la precaución de advertir que él no impone autoritariamente el dólar, sino que sostiene que esa es la moneda que elegirá la gente en un sistema de libre elección ¨ a la Hayek¨, sin descartar que en otras circunstancias podría moverse hacia otras monedas. El argumento para descartar que dentro de la libre elección pudiera existir una moneda emitida por el Banco Central, aún en competencia con el dólar, es que de esa forma se impide que a algún gobierno del futuro se le ocurra des dolarizar compulsivamente, como lo hizo Duhalde en enero de 2002. Este argumento no es muy consistente, porque la posibilidad de des dolarizar por parte de un gobierno futuro siempre será técnicamente factible. Lo que sí se puede argumentar es que una vez que todos los contratos, incluidos los laborales, estén pactados en una moneda de calidad, la población no admitirá que se reemplace compulsivamente esa moneda por una que vaya a emitir el Banco Central.

Frente a la propuesta de Milei, los economistas de Juntos por el Cambio se dieron cuenta que desde el punto de vista comunicacional el candidato a presidente libertario les ganó de mano como pregonero de la lucha contra la inflación. Y lo hizo de una manera entendible para la gente, teniendo en cuenta la experiencia del Plan de Convertibilidad y la dolarización de los 90s. Por eso, El diputado Alejandro Cacase, integrante del grupo ¨evolución¨ del partido Radical, decidió proponer un proyecto de ley para disponer desde el Congreso la dolarización de la Economía como punto de partida de un cambio de paradigma económico.

Frente a la propuesta de un miembro de su propio espacio político, otros integrantes de Juntos por el Cambio se vieron obligados a dar su opinión. La más confrontativa fue la de Gerardo Morales, que trató de ¨payasesca¨ y estúpida¨ a la propuesta de Cacase, a la que identificó como un ingrediente de las políticas ¨neoliberales¨ de los 90s. De esta forma desnudó la impresión que aún prevalece entre muchos seguidores de la realidad política de que al menos una parte de la dirigencia radical no está dispuesta a asumir un compromiso contundente en la lucha contra la inflación. Con esta actitud, Morales ayudó a Milei a trasmitir a la opinión pública que nadie está tan comprometido como él en la lucha por la estabilidad.

Los otros miembros del grupo evolución del partido radical, aún sin avalar expresamente la propuesta de Cacase, se pronunciaron criticando a Gerardo Morales por el destrato que le propinó al autor del proyecto de dolarización de la economía. De esta forma procuraron atenuar el efecto favorable a Milei de la postura de Gerardo Morales, pero no dejaron en claro cuál es la propuesta alternativa a la de Cacase con la que piensan luchar contra la inflación.

La respuesta más inteligente frente a la discusión sobre la propuesta de dolarización completa, fue la de Carlos Melconián. Su crítica es pertinente y constructiva frente a la propuesta de Cacase, pero no invalida la propuesta de Milei. Melconián argumentó que la dolarización completa no es posible porque prácticamente no hay reservas. Utilizó la metáfora de que para dolarizar previamente debería traerse a David Copperfield para que haga aparecer reservas suficientes en el balance del Banco Central. Prefirió recurrir a la imagen de un mago en lugar de hacerlo a la más lúgubre de la hiperinflación.

Ocurre que Melconián, a diferencia de Milei, no se plantea introducir la reforma monetaria y financiera luego de una hiperinflación, sino en un escenario en la que aún no se ha producido el repudio total del peso y la economía funciona como una economía bimonetaria de hecho. El piensa en la legalización del uso del dólar como moneda y en la organización de una economía bimonetaria de derecho. En este contexto, para que la gente demande pesos y éste no desaparezca, deberán previamente anunciarse de manera creíble las reformas necesarias para reestablecer los equilibrios macroeconómicos básicos o, alternativamente, si se quiere acentuar el efecto estabilizador, organizar para el peso una caja de conversión a la usanza de la convertibilidad. Sobre este tema Melconián no se pronuncia, porque cree que deberá evaluarse en función de las circunstancias particulares que se enfrenten en el momento de decidir las reformas.

Lo interesante de esta discusión sobre la dolarización es que obliga a la dirigencia política a pensar seriamente sobre la necesidad de estabilizar y al mismo tiempo impulsar el crecimiento de la economía. De las posiciones que vayan adoptando los principales dirigentes, será posible deducir quienes están realmente comprometidos con una reorganización de la economía con chances de lograr la estabilidad que demanda la gente y sin la cual, ninguno de los otros problemas económicos y sociales encontrará solución.