Domingo Cavallo: «Alberto y Massa tenían ideas razonables, pero no las pudieron aplicar porque están sometidos a Cristina y Kicillof»

Cara a cara con Clarín. Duras críticas a la vicepresidenta y al gobernador bonaerense. Afirma que el excesivo intervencionismo del Gobierno en la actividad económica deriva en una competencia de lobbies. Qué hacer con el mercado cambiario y las tarifas. Reclama un fuerte y rápido ajuste para borrar el déficit fiscal.

Gustavo Bazzan

28/01/2023

– Usted es de los que creen que, cualquiera sea el resultado de las elecciones, Argentina va a dar un giro pro mercado?

«- Sí. inexorablemente el futuro Gobierno debe encaminarse a una organización de la economía similar a la de los años ‘90. abierta e integrada al mundo, con mercados libres y con un sector público más disciplinado. Es lo que se debería hacer para asegurar estabilidad, crecimiento económico y creación de empleos productivos.

– ¿El giro pro mercado tendrá matices, según quien gane? ¿Es lo mismo que gane un candidato del oficialismo o uno Juntos por el Cambio?

– Hay muchas coincidencias en la idea de que la economía debe organizarse sobre la base de mercados libres para enmarcar la actividad del sector privado y un sector público equilibrado, con presupuesto lógico, para asegurar estabilidad y eficiencia en el gasto público. creo que todos se mueven en esa dirección. A mí me parece que Massa o Alberto Fernández si hubieran podido gobernar con las ideas que traían de antes, se habrían orientado en esa dirección. Pero están sometidos y dependen de Cristina y en la práctica llevaron adelante las políticas de Kicillof, que han sido un desastre y serán un desastre si la siguen aplicando.

«Hay que volver a la economía de mercado y terminar con el capitalismo de amigos»

– ¿Qué se debería hacer el día uno del próximo Gobierno con el régimen cambiario?

– Ojalá lo que se tiene que hacer lo haga este Gobierno y no dejarle esa tarea al que viene. Hay que dejar que funcione un mercado libre donde todos puedan comprar y vender.

– ¿Liberación total para todo el mundo?

– No. Cuando digo mercado libre me refiero a que el gobierno debería tener controlado y regulado solo el mercado de importaciones y exportaciones, que deberá tener un tipo de cambio regulado hasta que se pueda unificar el mercado, que no va a ser en el día uno. Pero el resto de las operaciones deberían cursarse por un mercado único donde el precio surja de la libre oferta y demanda. Esto significa que el dólar en ese mercado libre va a funcionar como una moneda de curso legal. Y una transacción financiera en dólares se hace libremente al tipo de cambio de mercado. Ese es el punto de partida. Pero la unificación total es probable que tome un tiempo hasta que se resuelvan las tarifas, los subsidios y el déficit fiscal.

– ¿Cuánto tiempo puede llevar hasta llegar a un verdadero mercado único y libre de cambio?

– Si el nuevo Gobierno está bien preparado y ha estudiado bien cómo hacer el ajuste fiscal y de las tarifas, y lo tiene bien armado, en menos de un año, tal vez en seis meses se va a poder avanzar hacia la unificación.

– ¿Pero cuando llegue ese momento, ¿será un mercado de flotación libre o administrada?

– Primero, para administrar una flotación se necesitan reservas. Sin reservas no se puede hacer la libre flotación, que igual no quiere decir que el Banco Central se desentienda del tipo de cambio. El Gobierno tiene las herramientas monetarias y fiscales para influir sobre el tipo de cambio. La clave va a estar siempre en estabilizar el tipo de cambio. Si la gente piensa que el peso se va a desvalorizar siempre, como tendencia, cada vez la va a utilizar menos. por eso es clave estabilizar el tipo de cambio.

Económicamente, Argentina es un socialismo sin plan o un capitalismo sin mercado. Y el capitalismo sin mercado es un capitalismo ineficiente y de amigos

– ¿Y cómo se logra esa estabilización, y sobre todo cómo se hace creíble, con la historia que tiene la Argentina?

– Por de pronto es clave lo fiscal y monetario, pero puede haber arreglos institucionales que faciliten el proceso. Casi todos los planes de estabilización tuvieron de entrada un tipo de cambio fijo. Pero para tener ese tipo de cambio fijo se necesita previamente haber ajustado precios relativos y hacer que la economía pueda funcionar adecuadamente con ese precio del dólar. Y sobre todo, que la gente crea que se va a poder mantener. En resumen: generar confianza y poder mostrar resultados.

– ¿Qué puede a pasar con la deuda en dólares, la privada y la que le debemos al FMI? Habrá que reestructurarla otra vez?

– Yo creo que toda la deuda que ya fue reestructurada y la del FMI, se va a poder atender si Argentina recupera acceso a los mercados de capitales. Es ridículo suponer que el país va a pagar con superávit fiscal no solo los intereses sino el capital de esa deuda.

– ¿Pero se podrá lograr rápidamente el acceso a los mercados?

– No va a haber una nueva reestructuración de la deuda privada ni con el FMI. Va a haber que prepararse para cumplir con esas deudas. La clave está en acceder al mercado a tasas razonables. Ese debe ser el resultado de todas las políticas. Si el Gobierno arranca hablando de reestructuración de deuda empieza perdiendo.

– ¿Y con la deuda en pesos?

– Yo creo que cuando se anuncie el plan de estabilización y reorganización económica, acompañada por la reforma monetaria y fiscal y cambiaria completa el mercado se va a calmar. A partir de ese momento la tasa de interés que los tenedores de pesos van a pedir para financiar al gobierno va a caer significativamente. Y por lo tanto no va a ser un problema renovar toda esa deuda. Pero para ello habrá que frenar en seco el déficit fiscal Lo que no parece una tarea fácil Yo hice alguna simulación y creo que el gobierno en el año 2024 va a tener que conseguir que el déficit fiscal total sea cero, para lo cual hay que producir un superávit primario de 2 puntos del PBI, dado que este año el déficit primario cerraría en 2 puntos del PBI. De modo que el ajuste va a tener que ser de 4 puntos del PBI. Es un ajuste importante. pero teniendo en cuenta que los subsidios son 3 puntos del PBI y se puede generar un ahorro importante en el gasto de las empresas públicas. Si el Gobierno se pone firme en esto y en dejar de girar fondos discrecionales a las provincias, el ajuste de 4 puntos del PBI es muy factible.

El mercado cambiario se podrá unificar en seis meses, si de entrada el próximo gobierno hace todo bien

– ¿Bajar 4 puntos el déficit fiscal puede frenar de golpe la inflación?

– SI. pero no creo que en 2024 pueda pensarse en una inflación del 20%. Los reajustes de precios relativos más la tarea de eliminación de déficit a lo sumo se va a notar en 2025. En 2024 vamos a tener una inflación parecida a la de 2023. Pero ya en el 2025 es muy posible que si las cosas se hacen bien tengamos una inflación del 20% anual Siempre que hay ajuste hay costos sociales, que dependiendo de su profundidad pueden hasta ralentizar el ajuste necesario. ¿Cómo se maneja eso?

– La clave estará en focalizar muy bien los subsidios sociales.

– Los subsidios que hay que eliminar son los económicos, los que van a las empresas, públicas o privadas. Los sociales irán bajando solo cuando sus beneficiarios consigan trabajos formales. En la transición habrá que convertir los subsidios sociales en estímulos para la salud infantil, la educación y la formación profesional.

– Para usted la sociedad en general y el empresariado en su conjunto están de acuerdo con ese deseo de economía abierta?

– Los empresarios, en general los pequeños y medianos, como los emprendedores nuevos, permanentemente se quejan de las regulaciones, los impuestos, las trabas que el Gobierno les pone para el desarrollo de sus actividades. La vocación de ellos es poder funcionar en una economía más libre, más integrada, con menos obstáculos para el comercio interior y exterior. Eso yo lo noto cuando converso con ellos, y sobre todo con los jóvenes que tienen ganas de crear empresas con nuevas ideas. Es impresionante ese fenómeno que se está dando. Por eso ha tenido tan buena recepción el discurso de Javier Milei. No por lo que él diga de economía en general, sino por su apelación a la libertad económica.

Hay que producir un sinceramiento inmediato de las tarifas de los servicios públicos y eliminar los subsidios económicos

– Es verdad que todos los empresarios reclaman menos regulaciones e impuestos. Pero cuando se abre la economía no faltan los sectores que piden protección para ellos.

– Eso es razonable cuando la economía está plagada de regulaciones y de impuestos anti productivos que encarecen los costos de producción y descolocan a las empresas frente a cualquier competencia externa. No se puede pensar en libre comercio sin al mismo tiempo remover las regulaciones ineficientes, sin implementar una política de estabilización que sea exitosa. Yo no hablo de abrir la economía y nada más. La apertura tiene que ser un ingrediente más dentro de una reforma de la organización económica del país.

– En ese sentido, ¿hace falta un mega decreto de desregulación como el que, a instancias suyas, dictó el Gobierno de Menem en octubre de 1991?

– Hace falta eso y muchas cosas más. La convertibilidad fue un régimen monetario que dio diez años de estabilidad y eliminó la inflación, pero fue un ingrediente que si no era acompañado por la desregulación, las privatizaciones y la eliminación rápida del déficit fiscal no hubiera dado resultado, incluso en la apertura de la economía. El mismo día de lanzada la convertibilidad anunciamos la eliminación de todas las retenciones. Al abrir la economía lo primero que hay que hacer es quitar trabas a las exportaciones. Eliminar retenciones es el primer acto de apertura de la economía. Y luego prudentemente abrir las importaciones. Hay que ser muy inteligente en esa apertura, porque si no el desarrollo industrial pensado para exportar no se concreta.

Recién en 2025 podría pensarse en una baja sustancial de la inflación

– ¿Pero es posible eliminar inmediatamente las retenciones a las exportaciones, o puntualmente a la soja, en el arranque del próximo gobierno?

– No se puede predecir cuándo se eliminarían las retenciones a la soja y demás. Depende de cómo avance la cuestión fiscal y también si se avanza o no hacia la unificación del mercado cambiario. No es un tema que pueda resolverse con independencia de los demás cambios. Cuando digo retenciones 0 me refiero al momento en que se ponga en marcha el plan de estabilización.

– ¿La economía abierta de libre mercado le dio paso a una economía más cerrada y, como se suele decir, a un capitalismo de amigos?

– Siempre cito una frase que Adolfo Sturzenegger me dijo en los años ‘80. En lo económico, la Argentina es un socialismo sin plan. O un capitalismo sin mercado. El Gobierno interviene, traba los mercados, no los deja funcionar libremente. Y así no hay competencia ni búsqueda de la eficiencia. El capitalismo sin mercados es inexorablemente ineficiente y de amigos. En ese contexto, todos los empresarios terminan buscando favores del Gobierno haciendo lobby a favor de su sector. y sin tener en cuenta el efecto negativo sobre todo el resto de la población. Hay que volver a la economía abierta y terminar con este capitalismo de amigos.

– El presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde, le dijo a Clarín que es importante mantener a raya los lobbies sectoriales.

–  Es así. Es fundamental que se desmonten los mecanismos que inducen u obligan a los empresarios a hacer lobby solo para favorecer a sus sectores.

– ¿Se da un crecimiento del empresariado local por el espacio que dejaron las multinacionales que se retiraron o están en retirada?

– Es bastante lógico. El capital extranjero, cuando invierte en la Argentina invierte bajo determinadas reglas. Si ve que las decisiones que el Gobierno toma no son en función de una lógica económica y transparentes, obviamente piensan que siempre va a haber ventajas para los empresarios locales con mayor capacidad de lobby. No todos los empresarios tienen esa capacidad. Dentro de los empresarios hay muchos perjudicados. Cuando empezamos en la mediterránea en el 77 los empresarios que apoyaron estaban indignados porque había grandes empresas locales y extranjeras con gran capacidad de lobby. radicadas en la ciudad de Buenos Aires o en Provincia. Y las empresas del interior, aunque eran eficientes, quedaban en desventaja

– Argentina fue líder en los años 90 en atraer la inversión externa directa. Hoy capta montos marginales. ¿Se puede recuperar aquel liderazgo?

– Sí, pero hay que definir muy claras reglas de juego. sobre todo en los sectores relacionados con la infraestructura, para que vengan capitales a extraer el gas y el petróleo y transformarlo en un elemento de exportación, también el litio y desde ya el agro. Todo eso requiere básicamente definir reglas de juego, y si todo es arbitrario y cambiante, obviamente el capital extranjero no va a venir. En los 90, cuando llevamos adelante el programa de privatizaciones abrimos oportunidades de inversión con reglas muy claras. Ahí es cuando vinieron los capitales. En 2002, al borrar la convertibilidad y pesificar contratos, virtualmente se expropió todo el capital local y extranjeros que había permitido la modernización de la infraestructura y el sistema productivo. Ahora por supuesto los que piensan en invertir en la Argentina se preguntan: ¿Va a volver ocurrir eso de cambio de reglas cambiantes y nos expropiarán? Eso es algo que juega en contra de convencer al capital para que venga.

– ¿Pero eso de “esperar y ver qué pasa”, no puede demorar o hasta frustrar la recuperación del país? Algo de eso se vio en el gobierno de Macri.

– El primer capital que hay que seducir y convencer es el capital de los argentinos, los cientos de miles de millones de dólares que tienen los argentinos en el exterior. El punto de partida es crear reglas de juego que convenzan a los locales y luego se sumarán los extranjeros. En 1991, lo primero que ocurrió fue el regreso de los capitales argentinos. Ese año las reservas arrancaron en 4000 millones de dólares y terminaron en 15.000 millones. Esos 11.000 millones eran capitales argentinos que se depositaron en los bancos y dieron lugar a que los bancos pudieran prestar en pesos y dólares. Recién después del plan Brady, 1993, realmente vinieron muchos capitales al país. Fue cuando se privatizaron la parte de energía. Cuando se privatizó Entel, los que vinieron fueron capitales que compraron bonos de la deuda a precio muy bajo y con eso pagaban la compra de empresas. Pero la inversión directa relevante, modernizadora, vino después del 93, cuando ya las reglas de juego insinuaban que eran lógicas y se iban a mantener en el tiempo.

– ¿Qué debe hacer el próximo gobierno con las tarifas de los servicios públicos?

– Tiene que producir un sinceramiento inmediato. Que vayan al nivel necesario para cubrir los costos de producción, y en todo caso si se necesita, el subsidio tiene que ser focalizado en la demanda, y dejar de darle subsidios económicos a las empresas. Hay que volver a un sistema de manejo de las tarifas idéntico al de los años ‘90. En los 90 la electricidad era barata y no había que pagarle nada a las empresas. Con las privatizaciones de la electricidad el kwh se vendía a 44 milésimos de dólar. Hacia 1999 el sistema funcionaba bien y con competencia y el precio había bajado a 22 milésimos de dólar. Con el gas pasó algo parecido. Y además había para exportar. Había abundancia de energía, a buen precio, y las empresas ganaban plata.

– ¿Es decir que habría que aplicar tarifa plena a todo el mundo y subsidiar a las familias que lo necesiten?

– Así es. Y lo mismo en el transporte. Es tan fácil focalizar con la tarjeta SUBE. Es cuestión de venderle un precio bajo al usuario que lo necesite y nada más.

– Y después está el caso de Aerolíneas, que pierde 500 millones de dólares por año

– En ese caso lo que no se puede hacer es proteger a la empresa en contra de la competencia. Hay que dejar que compitan y si no se ajusta, redimensionarla. Lo mejor es privatizarla para que quien invierta en Aerolíneas, si tiene capacidad de reorganizarla, que la haga funcionar pero sin necesidad de subsidios.

– ¿La inflación es un fenómeno monetario, multicausal o está en la cabeza de la gente, como dijo el Presidente Fernández?

– Lo que dijo el Presidente es la primera vez que lo escucho. La inflación es obviamente un fenómeno monetario. Si fuera factible dejar de emitir dinero la inflación se tiene que reducir. Pero claro, la emisión de dinero no surge por voluntarismo del BCRA, es consecuencia del desajuste fiscal. Quizás Fernández quiso referirse al fenómeno de la inercia inflacionaria. Con una inflación persistente como la argentina, siempre hay una serie de precios que se deben ajustar porque quedaron atrasados. y luego otros y otros. es difícil cortar esa cadena

Domingo Cavallo: “La política de actual Gobierno obligará al próximo a hacer ajustes rápidos y severos”

En un diálogo con LA NACION, quien fue ministro de Economía entre 1991 y 1996 y en 2001, dijo que los políticos están tomando conciencia de la necesidad de reorganizar la economía y se mostró optimista con respecto a lo que vendrá a partir del año próximo

Sofía Diamante
29 de enero de 2023

Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Córdoba y tiene un PhD por la Universidad de Harvard; fue vicepresidente del Banco de la Provincia de Córdoba, presidente del Banco Central, canciller y ministro de Economía de la Nación (1991-1996 y 2001); es fundador del Ieral de la Fundación Mediterránea

A los 76 años, Domingo Cavallo se mantiene activo escribiendo en su blog personal, haciendo consultoría y dando charlas. Desde Córdoba, su provincia natal y donde ahora descansa unos días, el exministro de Economía (ejerció el cargo entre 1991 y 1996 y en 2001) dialogó con LA NACION sobre las dificultades para bajar la inflación, la posibilidad de una moneda en común con Brasil y los desafíos que enfrentará el próximo gobierno.

–Usted asumió como ministro de Economía en momentos conflictivos, en 1991 y en 2001. ¿Cómo ve la situación actual? ¿Es más difícil ser ministro hoy?

–Siempre es difícil ser ministro de Economía, sobre todo cuando se está en una situación de alta inflación o también de depresión, como se estaba en 2001. No siempre son comparables las situaciones. Lo importante, cuando alguien asume como ministro de Economía, es que haya una gran coherencia entre el partido o el movimiento que respalda al ministro, y el ministro y su equipo. Hoy veo que este Gobierno difícilmente pueda darle respaldo a un ministro de Economía. Es cierto que a Sergio Massa le está creando menos problemas que los que le creaban a Martín Guzmán, pero no se ve ningún tipo de coherencia entre las ideas que predominan en el Gobierno y lo que quiere hacer o lo que necesitaría hacer el ministro de Economía.

–¿Dice que el apoyo que recibe Massa no alcanza para hacer reformas de largo plazo?

–Exactamente. Además, se ve que Massa, para tratar de tener una especie de protección frente a los grupos de gobierno de Cristina y sus adláteres, concede cosas que van en contra de la lógica de una buena política económica. Como esto de los controles de precios a cargo de Camioneros o, por ejemplo, la recompra de deuda, que no sé bien a quién trata de satisfacer con eso.

–Massa logró igualmente subir tarifas y bajar el déficit en los últimos meses…

–Si le daban apoyo a Guzmán, hubiera hecho lo mismo. Cualquiera hubiera tratado de cumplir con las metas muy poco ambiciosas del programa con el FMI. Massa no ha hecho ningún milagro. La diferencia es que a Guzmán le ponían palos en la rueda para hacerlo fracasar, porque estaban en contra del lo que había negociado con el Fondo. Cuando se dieron cuenta de que seguir con esa política los ponía al borde del abismo, a Massa le permitieron tratar de cumplir a pie juntillas con esos compromisos.

–¿Puede ser candidato a presidente un ministro de Economía que lleva adelante un ajuste?

–Para que alguien aspire a ser candidato tiene que demostrar éxito en las políticas que aplica. De hecho, Fernando Henrique Cardozo era ministro de Relaciones Exteriores en Brasil, y después de Hacienda, y en el poco tiempo que estuvo puso en marcha el Plan Real. A los pocos meses fue elegido presidente. Pero tiene que mostrar éxito. Yo no veo que haya chance de que Massa pueda mostrar éxitos del tipo de los que mostró Fernando Henrique Cardozo.

–Massa dice que la inflación mensual podría empezar con un tres a partir de abril. ¿Lo ve posible?

–[Risas] Me sorprendería mucho. Creo que es una expresión de deseos y pienso que él debe confiar en los controles de precios que ha puesto en marcha, porque todas las demás medidas que viene aplicando apuntan a una inflación no inferior al 6% mensual; es decir, al 100% anual.

–¿Por qué?

–El Gobierno está obligado a mantener un ritmo de devaluación en el mercado oficial que no signifique atrasar el tipo de cambio. Por otro lado, la emisión monetaria que ya se produjo y la que se produce mensualmente crece a un ritmo de 6% mensual. Además, los sindicatos piden aumentos de sueldo que están también en ese porcentaje. Yo no veo, sinceramente, cuál es el mecanismo a través del cual logrará que la inflación sea entre el 3% y el 4%. Lo podrá lograr por un mes con algún tipo de artificio, del estilo congelamiento de precios o volviendo a atrasar el tipo de cambio o las tarifas, pero eso no es sostenible en el tiempo. Creo que él se tiene que dar por satisfecho si logra que la inflación promedio de este año no supere el 6% mensual.

–Esta semana se volvió a hablar de la posibilidad de que la Argentina y Brasil tengan una moneda en común. ¿Puede ocurrir?

–[Risas de nuevo] Una unión monetaria, como la que tiene Europa, es la última etapa de un proceso exitoso de integración económica. Algún día podríamos llegar a tener una moneda común con Brasil y quizás con toda América del Sur, pero primero tenemos que lograr avanzar mucho en materia de integración económica. En verdad, no hemos sido capaces, como país, ni nosotros ni Brasil, de lograr siquiera que funcione el área de libre comercio, que era la primera etapa del Mercosur. Nunca hemos llegado a coordinar políticas macroeconómicas. De todas maneras, hay un aspecto positivo del anuncio: cada vez se toma más conciencia por parte de la dirigencia política de la necesidad de tener un régimen monetario completamente diferente al actual. Esta toma de conciencia comenzó con la propuesta de Milei de dolarización de la economía; de alguna manera la idea era volver a un régimen como el de la convertibilidad. A partir de ahí, prácticamente todos los economistas que están pensando propuestas para el futuro han empezado a imaginar sistemas monetarios que apuntan a que volvamos a tener un régimen monetario que asegure estabilidad. Creo que lo más viable de todo es un régimen bimonetario, en el cual se permita que la gente utilice monedas extranjeras en competencia con la moneda local.

–¿Habla con los economistas de la oposición? ¿Cómo se imagina la Argentina en diciembre?

–Espero que estén bien preparados. Hay buenos economistas, incluso el propio equipo de Massa tiene buenos economistas, como es el caso de Gabriel Rubinstein [secretario de Programación Económica], pero la cuestión está en que los dirigentes políticos tengan ideas claras respecto de cómo quieren organizar la economía, cuáles son las reglas de juego con las que quieren avanzar en materia económica. Por lo tanto, economistas buenos hay.

–¿Por qué cuesta implementar un plan de estabilización? ¿Por qué los políticos en los últimos años no pudieron hacerlo?

–Porque la economía argentina, en 2002, quedó totalmente desorganizada. Las reglas de juego que se habían establecido en la década del 90 se revirtieron sin ninguna coherencia y simplemente como una forma de satisfacer demandas sectoriales del momento. Con una economía muy mal organizada, se empieza a recurrir a manejos económicos que son tipo parches y que van complicando cada vez más el funcionamiento. Cuando Macri asumió como presidente, creo que minimizó la dificultad que significaba una economía tan mal organizada, y no tomó las medidas necesarias al inicio de su gestión como para encausarla en la dirección sostenible en el tiempo; pasó a ser muy dependiente de la entrada de capitales. Por lo tanto, la economía siguió mal organizada y eso se acentuó desde que asumió Alberto Fernández, que trató prácticamente de implementar las ideas que no eran de él ni de Massa, sino de los asesores de Cristina Kirchner.

–Teniendo en cuenta los beneficios que trae una economía estabilizada, ¿por qué los políticos recurren a los parches?

–A veces, porque creen que no es necesario. Por ejemplo, si usted le pregunta a Kicillof, para él los agentes económicos son una suerte de perversos que generan todos los problemas; serían los poderes concentrados, como les llaman. No creen en el funcionamiento de una economía de mercado, con reglas claras y con un sector público suficientemente disciplinado que prioriza el gasto eficiente. Además, creen que se puede cobrar cualquier tipo de impuestos, aunque los efectos económicos sean muy malos. Hay gente que piensa que este tipo de economía es la adecuada. En mi opinión, tienen ideas equivocadas y han tenido gran influencia en los gobiernos de Cristina y de Alberto Fernández.

–¿Es solo una cuestión ideológica entonces?

–Sí, una cuestión ideológica y también un desconocimiento de la realidad. Los economistas que piensan así están absolutamente equivocados, no entienden bien el funcionamiento de la economía.

–Hay inversores en el exterior que dicen que la sociedad no está dispuesta a afrontar medidas de ajuste. ¿Comparte esa visión?

–No, la gente busca resolver sus problemas familiares y empresariales. En todo caso, el problema de la Argentina es de la dirigencia, que tiene ideas equivocadas. Una dirigencia que además es irresponsable, que recurre a defaultear, a no cumplir con sus obligaciones, a utilizar el poder público para alterar contratos firmados entre los particulares. El gran problema que hay es de inseguridad jurídica, que obviamente enfrenta cualquier inversor extranjero.

–Habló de demandas sectoriales. ¿Ve capacitados a los políticos para implementar medidas contrarias a esas demandas?

–Esas demandas son fruto de las dificultades que tienen los distintos sectores. Hay algunos que están más organizados y predominan sobre otros. Una demanda sectorial que llevó a una desorganización completa de la economía fue la de los que estaban endeudados en dólares en 2001, y presionaron para que el gobierno dispusiera la denominada pesificación de la economía. Ese fue el punto de partida de la desorganización completa de la economía, porque significó destruir toda la base contractual. El sector privado puede demandar lo que quiera. La cuestión es qué hacen los dirigentes políticos, que tienen la responsabilidad de gobernar.

–¿Es optimista a partir del año próximo?

–Quizás soy exageradamente optimista, pero veo que la dirigencia política está tomando conciencia de la necesidad de una reorganización de la economía, de un nuevo sistema monetario y de equilibrar las cuentas fiscales. También, de buscar un mejor sistema impositivo. Además, está el tema de si la economía seguirá siendo totalmente cerrada o si avanza hacia una economía más abierta, como la que funcionó en la década del 90. En general, las ideas que se están discutiendo van todas en esa dirección, que es la correcta. Por eso soy optimista respecto de lo que puede pasar desde 2024 en adelante, lo cual no significa que piense que, a partir de ese año, será una panacea, sino todo lo contrario. La política que está siguiendo el actual gobierno obligará al próximo a admitir ajustes rápidos y severos, que van a producir un clima inicial de quizás mayor inflación que la que se está dando este año. La cuestión será qué explicaciones se le dan a la gente y cómo se hace para que se entienda que eso es un sinceramiento de una situación muy perversa, y que luego se pondrán en marcha reglas de juego que van a permitir estabilizar y hacer crecer a la economía de una manera sostenible en el tiempo.

Los fundamentos de una proyección relativamente optimista de nuestro futuro económico

Durante el último cuatrimestre de 2022 la economía se comportó en línea con el escenario “optimista” de nuestra proyección del 31 de agosto para 2022 y 2023. Para imaginar cómo se desenvolverá la economía en 2024 es necesario discutir cómo se sucederán los acontecimientos políticos e institucionales durante el año electoral 2023.

En materia económica, nuestro pronóstico para 2023 no prevé avances en la eliminación del desequilibrio fiscal ni en las distorsiones de precios relativos, pero, al mismo tiempo, argumenta que los desequilibrios no se agudizarán.

Los anuncios de los principales candidatos de la oposición sobre un gran cambio en la organización de la economía que incluye la eliminación total del déficit fiscal y la emisión monetaria ayudan a reducir el riesgo de un episodio hiperinflacionario como el ocurrido en la transición del gobierno del presidente Alfonsín al presidente Menem en 1989. Pero, al mismo tiempo, la presencia de fuertes grupos organizados de beneficiarios de los subsidios sociales y económicos alimenta el escepticismo de los agentes económicos sobre la viabilidad de un proceso rápido de reformas exitoso.

Por esa razón, pronosticamos que en términos de inflación y crecimiento el 2024 no será muy diferente al 2023. La gran diferencia se manifestará en cuanto a las reformas organizacionales y microeconómicas que surgirán de la eliminación de los controles cambiarios y de precios, la eliminación de subsidios, las reprivatizaciones de empresas que fueron estatizadas durante los gobiernos kirchneristas y la reforma del sistema monetario, para evitar una emisión excesiva en el futuro. La posibilidad de una fuerte desinflación y el inicio de un proceso de crecimiento sostenible se contempla para la segunda mitad de 2024 y sobre todo, para el año 2025.

Muy probablemente, las reformas que se producirán tras el cambio de gobierno en diciembre de 2023 se parecerán mucho más a las de los noventa que a las que prevalecieron a partir de 2002.

Los cuatro gobiernos kirchneristas y el interregno de Macri.

El actual gobierno es la cuarta edición de la versión kirchnerista del peronismo que conquistó el poder en 2003 con un discurso antineoliberal. Ese discurso identificó a las reformas de mercado y a las políticas de estabilidad de los 90 como responsables de la crisis que en 2002 produjo un fuerte aumento de la pobreza y un renacer de la inflación.

La interpretación contrapuesta que achacaba la crisis financiera a la falta de disciplina fiscal y a la decisión de default de la deuda externa e interna, que en líneas generales compartían la versión menemista del peronismo, con el propio Menem como candidato y la coalición liberal que encabezaba Ricardo López Murphy, en conjunto capturó casi el doble de los votos obtenidos por Néstor Kirchner. Pero el desgaste político de Menem, más la satanización de las políticas neoliberales que se había impulsado durante el gobierno interino de Eduardo Duhalde, desalentó la participación de Menem en la segunda vuelta y Néstor Kirchner fue electo presidente con sólo el 22% de los votos.

La primera edición del kirchnerismo con el presidente Néstor Kirchner acumulando poder rápidamente, se benefició de circunstancias muy favorables. Por el lado interno, ayudaron la alta y eficiente inversión de la década de los noventa y la desindexación que había resultado de 10 años de estabilidad de precios. En el lado externo, la ayuda provino del auge de las materias primas que benefició a las exportaciones argentinas desde 2003 hasta 2010. Esas circunstancias permitieron al presidente Kirchner no sólo reactivar la economía sino iniciar un período de rápido crecimiento, incluso con políticas que gravaron fuertemente a los sectores más productivos de la economía, desincentivaron la inversión privada eficiente y no buscaron recuperar el crédito público.

La evolución relativamente exitosa de la economía en los cuatro años de gobierno de Néstor Kirchner ayudó a reforzar el discurso antineoliberal y desacreditó aún más la experiencia de los 90.

La segunda edición del Kirchnerismo comenzó en diciembre de 2007 y llevó a Cristina Kirchner a la presidencia. Néstor Kirchner decidió que alternando candidaturas con su cónyuge podrían seguir gobernando por tiempo indefinido, evitando la limitación constitucional de dos mandatos consecutivos de cuatro años. Durante 2008 y 2009 la economía sufrió las consecuencias de un grave conflicto con el campo por el intento del gobierno de aumentar los impuestos a la exportación de soja y del impacto local de la recesión mundial que siguió a la crisis financiera en los Estados Unidos. Pero, para 2010, la economía se estaba recuperando porque el gobierno decidió financiar una fuerte expansión fiscal utilizando los ahorros acumulados de los fondos de pensiones privados y las reservas de divisas del Banco Central. Néstor Kirchner siguió siendo el “verdadero poder detrás del trono” y era visto por la oposición como el jefe de una asociación ilícita de funcionarios corruptos que robaban al Estado para su propio beneficio.

Luego de la muerte de Néstor Kirchner, a un año de las elecciones presidenciales en las que seguramente él hubiese sido el candidato para reemplazar a su esposa en la presidencia, la opinión pública se volcó a favor de Cristina aceptando el argumento de que no había estado involucrada en las prácticas corruptas que se habían vuelto cada vez más evidentes en los últimos años. La reactivación de la economía y la expectativa de que con Cristina recuperando el control total del gobierno cesarían las prácticas corruptas que se identificaron con su esposo, ayudaron al kirchnerismo a mantenerse en el gobierno con el 54% de los votos, el mayor respaldo obtenido por cualquier candidato desde el regreso a la democracia en 1983.

La tercera edición del kirchnerismo, contrariamente a las expectativas del electorado que llevó a Cristina al poder para un segundo mandato, vio un dramático deterioro del clima institucional tanto político como económico. La economía entró en un período de estanflación cuando las políticas económicas se volvieron cada vez más intervencionistas y populistas siguiendo la ideología económica de Axel Kicillof y los dirigentes más izquierdistas del Frente de Todos.

La política se volvió cada vez más conflictiva cuando el gobierno trató de silenciar a la prensa opositora y atacó a los jueces que procesaban a los funcionarios del gobierno acusados de corrupción, incluidos los miembros de la familia presidencial. Fue en este período que porciones significativas de la militancia peronista se alejaron del kirchnerismo y se involucraron ya sea en el PRO, el espacio político creado por Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires, o en el llamado “Frente Renovador” liderado por Sergio Massa, el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner que había comenzado a confrontar con Cristina Kirchner en cuanto esta comenzó a mostrar sus impulsos autoritarios.

En las elecciones de 2015, el candidato kirchnerista fue derrotado por Mauricio Macri que criticó la corrupción y los desórdenes institucionales de los gobiernos kirchneristas pero que en materia económica achacó la estanflación sólo al control de cambios y a las malas relaciones con los mercados globales de capital, sin prestar mucha atención a los retrocesos de las reformas del mercado y el abandono de la estrategia de estabilización de los años 90. Por el contrario, aconsejado por su asesor Duran Barba que recomendaba no asustar al electorado con promesas de ajustes, durante la campaña Macri dijo que no reprivatizaría las empresas que habían sido nacionalizadas por el gobierno kirchnerista ni enfatizó el problema creado por el extremo intervencionismo estatal en los mercados privados y el gran aumento del gasto público, los déficits fiscales y expansión monetaria.

Si bien Macri había sido un empresario que en los 90 había demostrado entusiasmo con las llamadas políticas neoliberales, él y sus ministros se comportaron como si aceptaran la visión de que esas reformas habían sido las responsables de la crisis de 2001-2002, algo que el kirchnerismo había argumentado todo el tiempo e incluso había vuelto a enfatizar durante la campaña presidencial de 2015.

Las expectativas favorables iniciales y el apoyo de los capitales financieros nacionales y extranjeros tendieron a desaparecer al inicio del tercer año de gobierno de Macri. Para evitar un nuevo default de la deuda, Macri tuvo que pedir un fuerte apoyo al FMI que vino condicionado a un ajuste fiscal muy necesario pero difícil de implementar.

Cristina Kirchner, que estaba siendo procesada por numerosos hechos de corrupción, encontró la oportunidad de convencer a peronistas no kirchneristas, como los que lideraba Sergio Massa, de armar una coalición para recuperar el gobierno en 2019. Con ese propósito postuló a Alberto Fernández, el jefe de campaña de Sergio Massa, como candidato a la presidencia, reservándose para ella el cargo de vicepresidenta. Como Alberto Fernández había criticado el desorden institucional de la segunda y tercera edición del Kirchnerismo, su candidatura fue vista por el público como un reconocimiento de Cristina Kirchner de que había que corregir esos errores de sus gobiernos anteriores. Su estrategia electoral fue exitosa y Alberto Fernández fue elegido presidente para el período 2020 a 2023.

El cuarto gobierno kirchnerista, que ahora entra en su tercer año, fue caótico porque comenzó con una nueva declaración de default de la deuda, la reintroducción de controles de cambio y la suspensión del programa del FMI que había negociado Macri, justo cuando la pandemia del covid exigió un gasto adicional significativo y provocó una reducción de los ingresos fiscales. El déficit fiscal primario, que en 2019 se había reducido a menos del 1% del PIB aumentó hasta el 4% del PIB en 2021 y fue financiado en su totalidad por emisión monetaria y deuda interna de muy corto plazo. Se aceleró la inflación y aumentó la pobreza.

No se corrigieron los desequilibrios estructurales de la economía que se habían agravado desde las contrarreformas posteriores al abandono de la convertibilidad. Por el contrario, se re-estatizaron nuevas empresas privadas y los impuestos y regulaciones distorsivas acentuaron los desequilibrios en los mercados privados de bienes y servicios.

Después de tres años de políticas económicas muy confusas e inconsistentes, los movimientos tácticos de Sergio Massa como ministro de Economía han logrado al menos estabilizar la tasa de inflación mensual en torno al 6% con una brecha entre el tipo de cambio oficial y el tipo de cambio libre cercana al 100%. Si bien Massa hace lo mismo que había intentado hacer Guzmán luego de negociar el programa de facilidades extendidas con el FMI, las circunstancias críticas en las que accedió a su cargo actual y la sensación de los miembros de la coalición de gobierno de que corrían el riesgo de una explosión inflacionaria, hicieron replegar a la vicepresidenta y sus seguidores de su permanente oposición a cualquier medida asociada al programa del FMI.

La discusión sobre políticas económicas durante la campaña electoral de 2023

En términos políticos la coalición de gobierno no está ofreciendo ningún curso de acción alternativo para arreglar la economía que pueda ser atractivo para el electorado y la oposición, aunque todavía no tiene una propuesta completamente consistente en materia de reorganización de la economía y estabilización macroeconómica, está mostrando más vitalidad y determinación que en la campaña de 2015 para producir un gran cambio.

El surgimiento de una fuerte alternativa libertaria liderada por Javier Milei está teniendo una fuerte influencia en el tipo de discurso económico de la oposición. Hay mucho más énfasis en el papel del libre mercado, la apertura de la economía, la reforma del Estado, la disciplina fiscal y la libertad económica en general, que lo que estaba presente en el discurso de “Cambiemos” en 2015.

Por primera vez desde el abandono de la convertibilidad en 2002, las llamadas reformas neoliberales de los 90 son apreciadas y mencionadas como referencia para futuras reformas. Estas ideas están recibiendo apoyo entre jóvenes, trabajadores y personas de escasos recursos que en el pasado fueron atraídos por políticas populistas y estatistas. Este ha sido el resultado de la predica de Milei que, con un estilo muy particular, combinó un rescate de las políticas Menem-Cavallo de los años 90 con una interpretación de la Escuela Austriaca de las políticas económicas argentinas y propuestas de reforma basadas en la eliminación total de las restricciones a la libertad económica impuestas por decisiones discrecionales de los políticos.

El énfasis de la oposición en recuperar el clima de estabilidad de los 90 volvió a poner énfasis en la necesidad de producir un ajuste fiscal rápido e introducir una reforma monetaria que le dé un papel crucial al dólar como moneda de curso legal como sucedió bajo el plan de convertibilidad. Las propuestas van desde la legalización del uso del dólar en competencia con el Peso hasta la dolarización total de la economía, pero en todo caso, la reforma monetaria requerirá una completa reunificación y liberalización del mercado cambiario y un ajuste importante del gasto público para eliminar el déficit fiscal.

El ejercicio cuantitativo elaborado para ilustrar cuál podría ser el mejor resultado de tal política de estabilización lanzada a principios de 2024 se basa en el supuesto de que el tipo de cambio tras la reunificación y liberalización del mercado cambiario se estabiliza en 700 pesos por dólar. Sería un desenlace como el de la reunificación y liberalización implementada en diciembre de 2015 por el recién promulgado gobierno de Macri cuando el tipo de cambio oficial estaba en 9 pesos por dólar y saltó inicialmente a 14 pesos y al cabo de un año a 17 pesos

Estimamos que durante los meses previos a la reunificación y liberalización, la inflación mensual se acelerará como consecuencia del reajuste de precios relativos provocado por la eliminación de los subsidios económicos y el efecto de la emisión monetaria pasada, pero una vez reunificado y liberalizado el mercado cambiario con el déficit fiscal tendiendo a desaparecer, la inflación comenzará a bajar rápidamente empujada por el tipo de cambio estabilizado en 700 pesos por dólar. Para obtener estos resultados, las medidas de ajuste fiscal deberían producir un superávit primario del 2% para posibilitar un déficit fiscal global del 0%.

Al mismo tiempo, la eliminación del sesgo anti exportador de la estructura de tipos de cambio efectivos debería ayudar a recuperar el superávit comercial de 2021 y facilitar la estabilidad del mercado cambiario.

La inflación anual durante 2024 aún puede estar alrededor del 100%, pero la inflación mensual al final de ese año debería estar por debajo del 2%, lo que permitiría alcanzar una inflación anual no superior al 20% en 2025. Si este fuera el curso de los acontecimientos durante 2024 y 2025 se asemejaría claramente al comportamiento de la economía en 1991 y 1992, los dos primeros años del plan de convertibilidad que se ha convertido en la referencia común de los economistas de oposición en la elaboración de las futuras políticas de estabilización y crecimiento.