La Presidente delira

Yo puedo dar testimonio de que la Presidenta delira, porque surge claramente del examen cuidadoso de sus afirmaciones en las dos oportunidades en las que pronunció mi nombre durante las tres horas de discurso improvisado ante la Asamblea Legislativa, el pasado 1 de marzo.

La primera vez que me mencionó fue a continuación de preguntarse porque a la Argentina le cobran tasas de interés en el mercado de nueva York tres veces superiores a las que le cobran a la Bolivia de Evo Morales. En la explicación que ella dio, trajo a colación el discurso que yo pronuncie por radio y televisión luego de asumir como Presidente del Banco Central en julio de 1982. Lamentablemente no tengo la versión completa a mano de ese discurso porque estoy en Córdoba. Pero la pondré a disposición de Ustedes apenas vuelva a mi oficina en Buenos Aires.

En la transcripción del discurso de la Presidente que reproduzco a continuación, he indicado en itálicas lo que corresponde a la lectura por parte de la Presidente de mi discurso de 1982.

“Entonces, creo que éste es el verdadero problema: que no nos volvimos a endeudar y que, fundamentalmente, hemos tenido éxito sin seguir sus políticas. Es más, hemos ido a contramano de todas y cada una de las cosas que nos decían que teníamos que hacer y nos fue bien. Eso es lo que no nos perdonan, y por eso nos quieren castigar.”

“Pero yo quiero decirles lo siguiente. Miren: tengo aquí algo para entender, porque hay que entender. Invierno del 82: esta deuda que hablábamos. En ese entonces, era presidente del Banco Central el doctor Domingo Cavallo. Voy a hablarles ahora –dijo Cavallo– a los empresarios, industriales, agricultores, comerciantes que están altamente endeudados con el sistema financiero. Quienes estén endeudados en pesos y han estado pagando tan altas tasas de interés, a partir de ahora, pagarán como máximo el 6 por ciento.”

“Les hablaba a los empresarios grandes, no le hablaba al pyme ni al quiosquero de la casa de tu esquina ni al que tiene el taller mecánico a la vuelta de tu casa. ¡Olvidate! No quiero decir los nombres de las empresas porque no quiero entrar en polémicas. Pero no son pymes, ni mini-pymes ni medianas. Son muy grandes, y todavía están…”

“Continuaba diciendo que pagarían como máximo el 6 por ciento por el mes de julio y, luego, el nivel que se fije mensualmente. El plan económico contiene los mecanismos necesarios para asegurar que esta tasa de interés se fije por debajo del ritmo de crecimiento de los ingresos de las empresas. Esta limitación de intereses se fija a todas las deudas. Voy a explicar las medidas que se han implementado para ayudar a las empresas privadas que seguían teniendo deuda financiera en moneda extranjera, especialmente en dólares, y no estaban cubiertas con el seguro de cambio. La mayor parte de las empresas están endeudadas en moneda extranjera porque invirtieron en equipos para modernizar plantas industriales.”

“¿Cuáles plantas industriales? Estamos hablando del 82. Estaba todo cerrado. No había nada. Y a gregaba que, por lo tanto, para salir de la difícil situación por la que están atravesando, necesitaban y merecen ser apoyadas. Obtendrán el beneficio del seguro de cambio, que implica que cuando el Banco Central les entregue las divisas para atender esas obligaciones, lo hará a un precio equivalente a 15.700 pesos –miren lo que fue, todo lo que vino después en la Argentina– por dólar: es decir, el precio anterior a la devaluación recientemente dispuesta. La diferencia corre por cuenta del Banco Central.” “Claro: “Corre por cuenta del Banco Central”. ¡Corre por cuenta de todos los argentinos! El Banco Central no es de Mercedes Marcó del Pont ni de Cristina Fernández de Kirchner. Ahí están las reservas de todos los argentinos. Continuaba diciendo el doctor Cavallo que, por carácter transitivo, la licuación de la deuda externa privada se materializa de esta manera.”

¿Qué quiso argumentar? Aparentemente quiso volver a atribuirme la estatización en setiembre de 1982 de la deuda privada, de las grandes empresas a la que se refirió sin nombrar. Como yo ya no era Presidente del Banco Central cuando se adoptó esa decisión, pensó que podría utilizar mi discurso para reflotar esa falsa imputación. Claro que cuando comenzó a leerlo, advirtió que le estaba saliendo el tiro por la culata, porque leyó precisamente el párrafo donde yo me dirigía a los empresarios, industriales, agricultores, comerciantes que estaban altamente endeudados en pesos y habían estado pagando altas tasas reales de interés. Es decir a los endeudados por la circular 1050. Justamente en los párrafos anteriores de mi discurso aparece lo que yo les dije a las familias que habían adquirido viviendas endeudándose por la Circular 1050, que ella deliberadamente no quiso recordar. Como advirtió que le estaba saliendo el tiro por la culata, se apresuró a decir que yo no le estaba hablando ni a las pymes, ni a las mini-pymes ni a las medianas, sino a las grandes empresas! La interpretación que ella hizo es absurda, porque las grandes empresas no se habían endeudado en pesos sino en dólares, precisamente  para evitar pagar las altas tasas reales de interés que resultaban de la circular 1050. Las perjudicadas habían sido las pequeñas y medianas empresas que no habían tenido acceso al endeudamiento en dólares.

Mientras seguía leyendo se dio cuenta de que demostraba delirio, porque enseguida yo me refería a las empresas endeudadas en dólares. Cuando comenzó a referirse a los seguros de cambio interrumpió la lectura y omitió el párrafo en el que yo dije que el tipo de cambio de 15.700 pesos se iba a justar por el índice de Precios Mayoristas, precisamente para que las deudas en dólares no se licuaran. Y lo fundamenté en el hecho de que quienes se habían endeudado en dólares no habían pagado las altas tasas reales de interés de los endeudados por la circular 1050. Nada de esto quiso leer, o porque no encajaba en su delirio o porque en realidad no delira sino que simple y llanamente engaña a sabiendas de que lo está haciendo.

Yo creo que omitió toda referencia a la circular 1050, porque no quiere que nadie recuerde que ella y su esposo, cuando ejercían la profesión en Santa Cruz, se dedicaban a ejecutar  a las familias endeudas por esa circular. Y  de paso adquirieron varios inmuebles en los remates que ellos promovían.

Pero no terminan aquí las pruebas que puedo aportar sobre su delirio. Volvió a mencionar mi nombre cuando quiso atacar a la Corte de Nazareno por haber dictado una acordada disponiendo que no se aplicara la ley 24631 de 1966 que eliminó la exención para los jueces del impuesto a las Ganancias. A continuación transcribo lo que dijo:

“En realidad, la ley para que los jueces paguen ganancias ya fue sancionada: es la 24.631. Este es el expediente. Estoy yo acá. Miren qué redondo que es el mundo, y en la Argentina, es más redondo que en ninguna parte. Es un proyecto que viene a modificar una ley de Cavallo donde se eximía a los miembros del Poder Judicial en un inciso p), a los miembros del Poder Legislativo en el inciso q), y en el r), a los jubilados de ambos poderes, del pago a las ganancias. Se presenta un proyecto de ley derogando esas exenciones. Esta es una reforma tributaria amplia. Eso era una parte pequeña, no era el proyecto. Era una reforma que, por supuesto, por ser reforma tributaria, tuvo origen aquí, en la Cámara de Diputados. Y entre los firmantes, estaban el entonces presidente Matzkin, de nuestro partido; López Arias; estaba Juan Carlos Maqueda, actual miembro de la Corte y entonces diputado; y otros más. Yo era senadora.”

“Eso llega al Senado. En el Senado lo reformamos. Vuelve aquí, lo vuelven a aprobar y queda convertido en esta ley, la 24.631. Esta ley (Manifestaciones en las galerías.) ¡No, no, por favor! Esta ley mereció una acordada por parte de la Corte que presidía el doctor Nazareno. Por aquí tengo la acordada, pero ahora no la encuentro, con tantos papeles. (Manifestaciones en las galerías.) ¡No, no, no! No silben a nadie, por favor. La acordada 20, la acordada 20 del año 1996. En 1996, esa acordada. Y luego, hubo casos –entre ellos, el caso Gaibisso, también firmado por Nazareno–, donde vuelve a reiterar el no pago, con lo cual no hay forma, si no se reforma la acordada por parte de la Corte. ¡Ojo! Quiero que quede claro que esta es una decisión de un poder que no es ni el Ejecutivo ni el Legislativo. El Poder Legislativo ya tomó una decisión en 1996, la votamos muchos de los que estamos acá, y tuvo una acordada de la Corte, del doctor Nazareno.”

A pesar de que su argumento fue muy confuso, debe haber decidido mencionarme para sugerir que la exención del Impuesto a las Ganancias para los jueces es una medida “neoliberal”. Nuevamente puso de manifiesto su delirio al referirse a “una ley de Cavallo” como la que venía otorgando la exención a los jueces. La “ley de Cavallo” a la que se refirió no es otra que la Ley del Impuesto a las Ganancias que mal podía ser de mi autoría, cuando yo no era legislador y cuando, como todo el mundo sabe, yo siempre abogué por la eliminación de todas las exenciones del impuesto a las Ganancias que no fueran las que correspondían por el Mínimo no Imponible. Ella tenía en sus manos el expediente con el texto de la ley 24631 y del decreto de promulgación 296/96. Allí debió ver mi firma como Ministro de Economía. Pero quienes deliran sólo miran lo que quieren ver. Por eso deliran.

La política exterior de Cristina es coherente

Muchos se sorprenden por el reciente acuerdo de Argentina con Irán para crear una «Comisión de la Verdad» en relación al atentado a la AMIA. Unos lo explican por el deseo del Gobierno de producir avances en la investigación del atentado, otros lo atribuyen a futuros negocios de importación de petróleo y gas o de exportación de tecnología aeroespacial. Creo que hay una explicación más sencilla: el deseo del Gobierno de Cristina de remover los obstáculos que dificultan una relación política estrecha con el régimen de Irán, semejante a la que ese país tiene con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba.

Desde que Cristina Kirchner asumió como Presidente, la política exterior argentina se hizo cada vez más coherente alrededor de una definición muy clara: abandonar la pertenencia al mundo que adhiere a la idea de una comunidad de naciones organizadas en base a reglas, tal como lo pretendieron los acuerdos de Bretton Woods y la Carta de las Naciones Unidas al final de la Segunda Guerra Mundial, e integrarse al conjunto de naciones que ven al proceso de globalización como una etapa más del «Imperialismo Yanqui».

Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner habían comenzado  insinuar ese distanciamiento desde la caída del gobierno de De La Rúa, pero lo habían hecho más por torpeza o conveniencia circunstancial que como elección estratégica y definición ideológica. Desde que asumió Cristina, la política exterior refleja tanto una elección estratégica nítida como una clara definición ideológica: Argentina quiere de socios a Venezuela, Irán, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua.

Argentina decidió no respetar los tratados bilaterales de protección de inversiones que se firmaron durante la década del 90 y se propone denunciarlos. Desconoce la autoridad del FMI para realizar auditorias anuales dispuestas por su carta orgánica y ratificadas por el Grupo de los 20, instituciones ambas de las que Argentina es miembro pleno. Argentina no respeta ni cumple con las decisiones del CIADI y desdeña el crédito del Banco Mundial,  otras dos instituciones de las que Argentina es todavía miembro pleno. Argentina viola casi todas las reglas de la Organización Mundial del Comercio y amenaza con desconocer sentencias de los tribunales de Nueva York si las decisiones judiciales no les son favorables, algo que no debe extrañar porque también desconoce las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de nuestro país. No me sorprendería que en los próximos meses Argentina denuncie su adhesión de 1993 al tratado sobre el control de tecnología de misiles para reflotar el proyecto Cóndor II. Tampoco me extranaría que denuncie su adhesión al tratado de no proliferación de armas nucleares para poder embarcarse nuevamente en un proyecto de enriquecimiento de uranio para todo tipo de usos.

No se puede acusar de incoherente a la política exterior de Cristina. Sí se puede afirmar, que se trata de una política exterior que va a imposibilitar una re-conducción de la política económica capaz de recrear un clima de estabilidad y seguridad jurídica en el que renazca la inversión productiva imprescindible para conseguir crecimiento sostenido y mejoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos. Un futuro gobierno que quiera resolver los cada vez más gravosos y evidentes problemas económicos y sociales de Argentina, deberá comenzar por cambiar de cuajo la política exterior, como me tocó a mí hacerlo como primer ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Menem. Con la actual política exterior es impensable erradicar la inflación y sentar las bases de la modernización económica de la Argentina.

Sobre la medición de la inflación.

Hoy leí dos artículos que tienen que ver con la actividad académica de mi hijo Alberto en los Estados Unidos. Los quiero compartir con los lectores de mi blog, no porque tengan que ver con uno de mis hijos, sino porque son relevantes para desmentir el «relato» de Cristina.

Uno de los artículos  es del periodista de La Nación y se refiere a la actividad académica de Alberto Cavallo y Roberto Rigobón en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Como  derivación de las ideas metodológicas por ellos desarrolladas, un grupo de economistas liderados por Pilar Iglesias han organizado una empresa llamada PriceStats que produce índices de precios diarios para muchos países. El único país para el que los índices, en lugar de anticipar la inflación medida por los organismos oficiales, mide la magnitud de las mentiras del INDEC, es Argentina. El artículo de Campanario se  titula «Vaqueros a la caza de un billón de precios«.

El segundo es un artículo de mi hijo titulado «Online and Official Price Indices: Measuring Argentina’s Inflation«. Ha sido publicado por el «Journal of Monetary Economics», una revista que reproduce sólo artículos académicos que pasan el filtro de rigurosos referís.

Córdoba perdió a su más apasionado y convencido promotor

José Ignacio Castro Garayzabal, junto a Piero Astori, Fulvio Pagani, Adrian Urquía, Piero Venturi, Lelio Lambertini y  Juan Carlos Negrini,  fue un protagonista fundamental del vigoroso desarrollo industrial que Córdoba experimentó en las últimas seis décadas, pese a todas las dificultades que planteó la inestabilidad económica y social de la Argentina.

El “Negro” Castro no era el dueño de ninguna de las empresas que aquellos pioneros crearon y desarrollaron en Córdoba, pero era su voz y el más apasionado predicador de las virtudes, no sólo de los empresarios, sino de los trabajadores y de toda la comunidad cordobesa que habían fertilizado el terreno para que, sin privilegios ni protecciones especiales, se produjera el desarrollo industrial y agropecuario que, desde la década de los 60s, puso a Córdoba en el escenario económico nacional y latinoamericano.

Descubría y articulaba las energías creativas de los emprendedores cordobeses. Alentaba con su inagotable optimismo y apoyaba con su accionar incansable a cuanto empresario, profesional o trabajador requiriera su ayuda para crear o consolidar nuevos puestos de trabajo.

Hacía esta tarea por vocación de servicio y sin esperar retribución material alguna. Ganaba su sustento con tareas profesionales y ejecutivas a las que dedicaba no más de la mitad de su tiempo, porque siempre se sentía obligado a trabajar por sus ideales y por su gente, con total desprendimiento y generosidad.

En la Fundación Mediterránea, cuando yo, que era 13 años más joven, ya me sentía agotado de tanto viajar y hablar en reuniones a lo largo y a lo ancho del País, el seguía teniendo energía para continuar intercambiando ideas con nuestros interlocutores. Muchas veces me reemplazó como disertante o intervino para clarificar explicaciones cuando detectaba que yo me había enredado en detalles no relevantes que oscurecían  la presentación. Tenía una admirable capacidad de síntesis y era un comunicador convincente.

Mientras fui Diputado Nacional y Ministro, me acompaño como asesor informal en incontables oportunidades y fue mi nexo personal con los dirigentes empresariales, gremiales y profesionales que habíamos conocido durante los años de trabajo conjunto en la Fundación Mediterránea. Siempre estaba disponible para pedir una opinión o explicar una decisión y nunca se constituyó en gestor de intereses particulares que no coincidieran con el interés general.

Desarrolló toda esta labor por el Bien Común a la par que creaba con Raquel una familia ejemplar de la que son testimonio sus hijos y nietos y administraba sus ahorros con la misma dedicación y entusiasmo que caracterizaron su vida pública. Con el fruto de su trabajo pudo invertir en su campo ganadero de Capilla del Sitón, al que viajaba todas las semanas manejando su camioneta en forma personal.

Lo enorgullecía la labor de sus ancestros, gozaba con el éxito de sus amigos, se condolía por las penurias y fracasos, incluso de sus adversarios, y reaccionaba con valentía ilimitada frente a la injusticia y la corrupción. Recuerdo cientos de episodios de su vida que permitirían llenar las páginas de un libro tan instructivo como los que narran las epopeyas de las personas más trascendentes de la historia de Córdoba.  Al Negro Castro le encantaba contar anécdotas de Ramón J Cárcano, con quien había trabajado su padre. Ojalá alguien que lo haya conocido bien y tenga aptitudes literarias, escriba pronto un anecdotario de la vida de José Ignacio Castro Garayzabal. Yo me ofrezco para contar las muchas de las que he sido testigo. Estoy seguro que un libro semejante servirá de inspiración para muchos jóvenes de esta sociedad en la que vivimos, sin demasiados modelos ejemplares para mostrar.

Hablé con él por teléfono el último día de 2012 para desearle felices fiestas. No sabía de su enfermedad y lo noté con la vitalidad de siempre. Estaba en sus “ranchos” de Nono, esperando el nuevo año con su familia. Me contó que acababa de bañarse en el río que rodea a su propiedad. Recordé las hermosas jornadas que en varias oportunidades habíamos pasado con él en ese trozo de serranía cordobesa  en el que despuntaba el vicio de cabalgar.

Desde que el martes pasado, de regreso de unos días de descanso durante los que no recibí e-mails ni llamadas telefónicas, me enteré de su fallecimiento, me agobia un dolor que recién hoy pude superar como para escribir esta nota.

Muchas gracias Negro por toda la felicidad que con tu entusiasmo y amistad nos brindaste a tanta gente. Descansa en Paz.

Un consejo sincero para Cristina

«»Estanflación», el libro que escribí en 2008, tenía como subtítulo «Cómo evitar un nuevo «Rodrigazo»y otros peligros de la economía kirchnerista». En los tres primeros párrafos del Epílogo se puede leer cual fue mi intención al escribirlo:

«No deseo que este libro se transforme en un pronóstico acertado de las catástrofes que ocurrieron en la Argentina después de ser escrito. Por el contrario, pretendo alertar sobre los riesgos, pero también las oportunidades que enfrentamos como Nación.»

«Ojala Néstor Kirchner lo lea y preste atención a su contenido, como escuchaba cuando venía a visitarme a mi despacho en el Ministerio de Economía o me invitaba a su casa de Río Gallegos y El Calafate.»

«Como lo he reiterado varias veces a lo largo del texto, si él y Cristina dejan de usar las anteojeras ideológicas que desafortunadamente han elegido y comienzan a ver la realidad tal cual es, todavía están a tiempo de luchar eficazmente contra la inflación y prestarle un gran servicio a nuestra patria.»

A pesar de la intención que tuve en 2008 y de la gran actualidad del diagnóstico y pronóstico que hice cinco años atrás, hoy no puedo aconsejarle a Cristina que implemente mi propuesta, porque nadie le creería y además, no cuenta con, ni está en condiciones de, armar un equipo de gobierno capaz de implementarla con consistencia.

El mejor consejo que puedo darle es que convoque a los economistas profesionales, con experiencia de las décadas del 70, 80 y 90 y que, desde 2002 en adelante, contribuyeron a la toma de decisiones claves de la economía. Acá van los tres nombres principales: Roberto Lavagna, Javier Gonzalez Fraga y Mario Blejer.

Roberto Lavagna tiene gran experiencia de los 70’s, cuando fue Director de Precios en la Secretaría de Comercio durante los años que precedieron al Rodrigazo y aplicaba el mismo tipo de políticas de control de precios que aplica ahora Guillermo Moreno, claro que con más profesionalidad. Además fue también Secretario de Comercio Exterior durante los años previos a la hiperinflación, durante el Gobierno del Doctor Alfonsín, y también aplicó políticas muy activas de administración del comercio exterior, no muy diferentes de las que aplica ahora Moreno, pero, nuevamente, con mucho más profesionalidad. Y su actuación más reciente, luego de la pesificación y libre flotación decidida por Duhalde e implementada por Remes Lenicov, logró reactivar la economía y reducir la fuerte inflación que se había desatado en 2002. Lo hizo apelando al congelamiento de tarifas de la energía, la introducción de retenciones a las exportaciones agropecuarias y controlando precios, como el de la carne y otros alimentos clave.

Javier Gonzalez Fraga fue un gran promotor de la idea del tipo de cambio real alto en 2002. Recuerdo que incluso criticaba la intervención en el mercado cambiario que llevaba a cabo desde el Banco Central Mario Blejer, utilizando reservas. Gonzalez Fraga sostenía que el Peso se tendría que haber devaluado mucho más y, por lo que acaba de escribir en la Nación, él piensa que desde 2007 el error del Gobierno ha sido no devaluar el Peso al ritmo del aumento de los precios internos, de tal forma de evitar que el tipo de cambio real haya tenido la apreciación que experimentó desde entonces. Estoy seguro que Ignacio de Mendiguren coincide plenamente con su visión. Parece sugerir que en lugar de los 6 pesos que Moreno ha dicho que valdrá el dólar a fin de año, hoy el gobierno debería elevarlo a 7.5o pesos, que es el resultado de ajustar el tipo de cambio de diciembre de 2007 por el índice de la inflación real. El mercado paralelo parece darle la razón.

Como Lavagna, Javier Gonzalez Fraga tiene también vasta experiencia, si no de los 70s y 80s, sí de los 90s. Fue Presidente del Banco Central durante 1990, justo antes del nuevo rebrote hiper-inflacionario de enero de 1991 y, según recuerda ahora, aunque yo no se lo había escuchado decir durante los 90s, siempre se opuso a la «nefasta»» convertibilidad. Lo más interesante de la opinión actual de Javier Gonzalez Fraga es que está convencido que «es posible salir del actual laberinto cambiario sin  mayores costos».

Mario Blejer  nunca se mostró distante de los Gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner  y es uno de los economistas que mejor conoce cómo funciona el mercado internacional de capitales y cómo se puede reconstruir confianza en los organismos multilaterales de crédito. Boudou ya intentó ofrecerle el Banco Central cuando lo sacaron a Redrado y estoy seguro que desde esa posición Blejer nunca hubiera cometido los graves errores de la que es responsable Mercedes Marcó del Pont. Como Lavagna, tiene fresca la experiencia de los 70s y 80s porque si bien no estuvo en el país, siguió los acontecimientos desde el FMI y el Banco Mundial, entidades de las que fue alto funcionario. Y , me consta, que conoce muy bien lo que ocurrió en la economía Argentina entre 1970 y la actualidad.

El mejor consejo que yo puedo darle hoy a Cristina Kirchner es que nombre a Roberto Lavagna Jefe de Gabinete, a Mario Blejer Presidente del Banco Central y a Javier Gonzalez Fraga Ministro de Economía. Si continúa con el actual Gabinete va a terminar muy mal.

La gran ventaja de producir este cambio es que en la práctica Cristina podría recuperar parte del apoyo que con bastante frecuencia le brindó el Partido Radical. No hay que olvidar que Lavagna fue el candidato a Presidente por ese partido en el 2007 y que Javier Gonzalez Fraga fue candidato a Vice-Presidente en 2011. Creo que la incorporación de Blejer le ayudaría a Cristina a recuperar algo de credibilidad en el exterior. Y estoy seguro que el control de precios y el control de cambios manejados por el equipo Lavagna-Gonzalez Fraga va a ser mucho más racional y efectivo que manejado por Guillermo Moreno. Mario Blejer en el Banco Central es el que está en mejores condiciones de minimizar el costo recesivo de cualquier política de estabilización, porque al menos inspira alguna confianza en el exterior.

Yo no estoy seguro, más bien diría que soy excéptico, de que este nuevo gabinete tenga un éxito claro en materia de estabilización y crecimiento, pero al menos, lograrán atenuar alguno de los fuertes desequilibrios acumulados y evitarán que sigan aumentando.

A otros buenos economistas profesionales con vocación política, tales como Carlos Melconián, Alfonso Pratt Gay, Federico Sturzenegger, Luciano Laspina, Miguel Braun, Martín Lusteau y Santiago Montoya, entre otros, les recomiendo que dejen de hablar de lo que Cristina debería hacer ahora y se preparen para reorganizar la economía a partir del 10 de Diciembre de 2015, cuando los argentinos hayamos elegido a un nuevo Gobierno. A ellos sí les aconsejo leer, o releer si ya lo han hecho, mi libro «Estanflación». La oportunidad que Cristina tuvo en 2008, cuando yo escribí ese libro, y que hoy ella ya no tiene porque perdió la credibilidad imprescindible para pegar un viraje semejante, volverá a tenerla un nuevo Presidente que haya ganado las elecciones haciendo campaña con la verdad.