El mejor escenario económico que puede heredar el nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015 es aquel en el que ya funciona un mercado cambiario libre y legal con una cotización del Dólar a alrededor de 22 pesos, mientras en el mercado oficial el precio del Dólar fijado por el Banco Central es de alrededor de 15 pesos. La inflación habrá sido del 40 % anual en 2015. Los subsidios a los prestadores de servicios públicos se habrán reducido en 2/3 y el Gasto público en términos reales se habrá reducido en un 20 % con respecto al nivel de 2013. La recesión en los dos años anteriores (2014 y 2015) habrá producido una caída de más del 8 % del PBI con respecto al 2013, retrotrayendo el nivel del PBI al del ano 2011, antes de la marcha forzada por las políticas fiscales y monetarias irresponsablemente expansivas de los años 2012 y 2013.
Como consecuencia de un giro hacia la sensatez, a principios de 2014, el Gobierno y, en particular, el Banco Central, habrán decidido revertir ordenadamente las malas políticas de los dos años precedentes. Luego de legalizar un mercado cambiario libre para el turismo, el atesoramiento y todas las transacciones financieras del sector privado, el Banco Central habrá dejado de perder reservas dado que el saldo positivo de la balanza comercial fue suficiente para solventar los pagos financieros del sector público, incluídas las provincias. Por consiguiente, el nivel de reservas hacia el final del 2015 seguirá estando en alrededor de 28 mil millones de dólares, como en febrero de 2014. La Base Monetaria no será mucho más alta que a esa fecha (quizás pueda ubicarse en alrededor de 530 mil millones de pesos) porque entre fines de 2013 y fines de 2015, el Banco Central habrá tratado de reabsorber el grueso de la emisión destinada a financiar el déficit fiscal de la Nación y las provincias a traves de LEBACs. Las LEBACs se habrán más que triplicado desde febrero de 2014. Fue precisamente por esa necesidad de colocar LEBACs que el Banco Central tuvo que mantener la tasa de interés por arriba del ritmo de inflación y de devaluación.
Frente a este panorama, si el nuevo Gobierno hace un diagnóstico correcto de la situación y se propone inaugurar un período de estabilización y crecimiento sostenido para la economía Argentina podrá disponer la inmediata reunificación del mercado cambiario, para que funcione como mercado único y libre, sin ningún tipo de restricción. Al mismo tiempo tendrá que disponer la eliminación de todas las restricciones cuantitativas a las importaciones y exportaciones y la eliminación completa de las retenciones, salvo para la soja y algunos otros productos agropecuarios de exportación con precios anormalmente elevados en los mercados externos. Además deberá anunciar que el Banco Central dejará de emitir para financiar al Estado, que éste financiará cualquier déficit remanente con endeudamiento voluntario y que el Banco Central no venderá ni comprará reservas en el mercado cambiario libre. El Banco Central fijará la tasa de LEBACs como para hacer viable esta combinación de política monetaria y fiscal.
Inicialmente la cotización del Dólar en el nuevo mercado unificado y libre se ubicará muy cerca de la cotización que ya traía en el tramo libre del mercado desdoblado, es decir a alrededor de 22 pesos por Dólar. Pero a poco de andar y en la medida en que los operadores en los mercados adviertan la racionalidad de la nueva política macroeconómica, la cotización del Dólar tenderá a bajar para arrimarse al nivel de convertibilidad plena (que, para los numeros estimados de Base Monetaria y Reservas, será del orden de 19 pesos por Dólar. Cuando llegue a ese nivel, será conveniente que el Banco Central comience a bajar la tasa de LEBACs para impedir que el Peso se siga apreciando y lograr que se estabilice a alredor de esa cifra. El efecto sobre la tasa de inflación comenzará a notarse de inmediato, porque aún cuando los precios que estaban atrasados con respecto a un tipo de cambio de 19 pesos por Dólar, tenderán a aumentar (incluídas las tarifas de servicios públicos, aún no reajustadas totalmente), habrá otros precios, fundamentalmente los que se mueven atados al Dólar libre, que tenderán a bajar debido, precisamente, a la apreciación del Peso que comenzará a producirse en ese mercado. Es probable que en el primer año la inflación siga siendo del 20 % anual, aún cuando el Peso se mantenga estabilizado en 19 pesos por Dólar, tal como courrió durante los 12 primeros meses de la convertibilidad en 1991. Pero la gente tendrá una sensación de marcha hacia la estabilidad, por contraste con la inflación y la devaluación de los años anteriores. Ya para el segundo año, la inflación podrá bajar a un dígito y para el tercer año no ser superior a 5 % anual. En ese contexto la cotización del Dólar será básicamente estable, dependiendo mucho de la evolución de los términos del intercambio. El sistema monetario funcionará como en el régimen al que yo denomino «convertibilidad flotante», que es el que predomina en los países estables del mundo. En nuestro caso se parecerá mucho al de Perú, porque dado el alto grado de dolarización que ya tendrá por entonces nuestra economía, la única forma que tendrá el Gobierno de revertir las expectativas de devaluación permanente del Peso será poniéndolo en competencia con el Dólar, es decir, autorizando que la gente pueda utilizar tanto al Dólar como al Peso en sus contratos y transacciones.
Las reformas estructurales que la economía necesitará para crear un clima de inversión que elimine de manera total los cuellos de botella acumulados durante los lustros precedentes y para conseguir equiilibrio presupuestario con pleno empleo, serán posibles y podrán implementarse con apoyo popular, porque el Gobierno habrá ganado credibilidad y conseguido confianza al demostrar capacidad para reducir y tender a eliminar la inestabilidad de precios y la gran incertidumbre de los años anteriores. No será una tarea sencilla, como no lo fue durante los años que siguieron a la introducción de la convertibilidad en 1991, pero será una tarea políticamente posible y habrá apoyo popular para que el Gobierno la pueda implementar. Incluso es posible que un Gobierno que logra estos resultados se asegure otro período presidencial de 4 años.
Lo que acabo de describir no es una predicción. Se trata de un bosquejo de lo que yo denomino el mejor escenario posible para fines del 2015 y una política de estabilización del nuevo gobierno. Hay muchas razones por las que el curso de los acontecimientos puede ser muy diferente. Incluso si la realidad que enfrente quien asuma la Presidencia el 10 de diciembre de 2015 es como la descripta por el mejor escenario, si el nuevo Presidente cede a presiones populistas o está mal asesorado, puede cometer graves errores.
He aquí algunos de los más riesgosos: 1) que frente a la presión de los endeudados y frente a las quejas por las altas tasas de interés reales de los dos últimos años, el Presidente obligue al Banco Central a producir una fuerte baja de la tasa de interés; 2) que frente a la reducción de los salarios reales de los dos últimos años, el nuevo Presidente decrete un aumento que pretenda recuperar de entrada ese deterioro real y que las negociaciones colectivas no se hagan discutiendo hipótesis de inflación futura sino simplemente proyección hacia el el futuro de la inflación del año inmediato anterior; 3) que frente a los muchos reclamos que se habrán escuchado durante los dos años anteriores por los tarifazos, el nuevo Presidente no termine de ajustar los precios y las tarifas de los servicios públicos hasta cubrir los costos y darle rentabilidad a las nuevas inversiones y disponga nuevos congelamientos a ser financiados con subsidios; 4) que frente a la recesión de los dos años anteriores, el nuevo gobierno trate de reactivar mediante un aumento del gasto público que no pueda financiar con endeudamiento a tasas razonables; 5) que no lleve a cabo todas las reformas necesarias para eliminar el déficit fiscal, quitar del sistema tributario los impuestos distorsivos que desalientan la inversión y la creación de empleos eficientes y direccionar el gasto público hacia el cumplimiento de las responsabilidades esenciales del Estado: seguridad, educación, salud, justicia y asistencia social focalizada.
Los peligros son muchos. No los enumero para abonar el pesimismo, sino para advertir que las buenas políticas no están aseguradas y habrá que luchar para que sean realidad.
Sobre éste y otros temas hablé en un programa radial de la 1110 el domingo pasado y en reportaje que me hizo una periodista de El Cronista. Decidí subirlos al blog porque se que a algunos visitantes les interesará.