Estrategia estabilizadora inteligente, en el peor escenario.

Describir una estrategia estabilizadora inteligente para un escenario en el que  la inflación en el año inmediato anterior fue del 100 %,  el precio del dólar en el mercado paralelo (libre pero todavía ilegal) es el doble que en el oficial y aún están sin corregir los atrasos tarifarios, es casi, una misión imposible. Pero voy a intentar describir los riesgos que debería tratar de minimizar cualquier intento  estabilizador de un gobierno bien intencionado.

Para el primer año, el objetivo que el gobierno debería anunciar es lograr que la inflación no supere el aumento que en las paritarias se establezca para los salarios nominales. Es decir, la meta será no seguir deteriorando el salario y las jubilaciones en términos reales. Hay que recordar que en el peor escenario los salarios y las jubilaciones, en términos reales, habrán sufrido una caída del 30 % durante 2014 y 2015.

El nuevo Gobierno debería crear de inmediato el mercado cambiario libre y legal para el turismo, el atesoramiento y las transferencias financieras que el Gobierno saliente omitió crear. También deberá insistir en que va a hacer los máximos esfuerzos para normalizar la relación financiera con todos los acreedores internos y externos, descartando de cuajo cualquier default. Estas dos medidas, junto a la tasa de LEBACs, que aunque inferior a la tasa de inflación de los años anteriores, será bastante elevada en términos nominales, pueden dar lugar a una fuerte liquidación de dólares en el mercado libre que inicie y proyecte una apreciación significativa del Peso en ese mercado.

Aprovechando la tendencia a la depreciación del Dólar en el mercado libre, que operará como un mecanismo atenuador de la inflación, el Gobierno deberá ajustar todo lo necesario las tarifas de los servicios públicos como para eliminar los subsidios. Por supuesto que deberá acompañar esa decisión por un sistema de subsidios sociales que permita mantener bajo  el costo de servicios públicos de las familias del quintil más pobre de la población.

El mercado oficial del Dólar deberá mantenerse por un tiempo como mercado comercial y el precio del Dólar en ese mercado tendrá que seguir ajustándose al ritmo de la inflación. Lo más importante será conseguir que en un plazo, lo más breve posible, disminuya la brecha entre el mercado oficial y el mercado libre.  Mientras eso va ocurriendo, el Gobierno tendrá que conseguir fondos externos de los organismos internacionales. Lo más efectivo es que abra de inmediato negociaciones con el FMI para que éste respalde la estrategia en curso. Cuando la brecha entre el paralelo y el oficial se haya reducido a menos del 50 % y cuando el cociente entre la Base Monetaria y las Reservas del Banco Central se aproximen a la cotización del Dólar en el mercado libre, el Gobierno deberá anunciar y poner en marcha el nuevo plan de estabilización. Es importante, desde el punto de vista político y social, que esto se logre en no más de un año.

El nuevo plan de estabilización deberá comenzar con la unificación plena de los mercados cambiarios, aprovechando el ajuste del precio del dólar para importaciones y exportaciones para eliminar todas las restricciones cuantitativas al comercio exterior y, salvo casos de precios externos muy favorables, eliminar también todas las retenciones a las exportaciones. Será muy importante que junto con el uso del Peso, se legalice también el uso transaccional y contractual del Dólar, anunciando una política monetaria que apunte a estabilizar el Peso alrededor del tipo de cambio que resulta de relacionar la Base Monetaria en pesos con las Reservas en dólares del Banco Central. Si se necesitará o no inicialmente una suerte de caja de conversión, como en 1991, es algo que deberá evaluarse en ese momento. Pero dado que se partirá de una tasa de inflación mucho más baja que la que precedió al lanzamiento del Plan de Convertibilidad en 1991, es posible que se pueda hacer funcionar desde el vamos un sistema de convertida flotante como el de Perú.

El manejo de este nuevo sistema monetario deberá ser semejante al descripto en el post anterior para el mejor escenario. Los resultados que deberían esperarse son similares a los descriptos para ese caso: en los primeros 12 meses siguientes al lanzamiento del plan la tasa de inflación debería ser no mayor al 20 %, en segundo período de 12 meses debería alcanzarse una tasa de un dígito y en el tercer período ser del orden del 5 % anual.

Como lo señalé en el post anterior, lo que acabo de describir no es una predicción. Se trata de un bosquejo de lo que yo denomino el peor escenario posible para fines del 2015 y una política de estabilización del nuevo gobierno. Hay muchas razones por las que el curso de los acontecimientos puede ser muy diferente. Tal como lo señalé al analizar el mejor escenario, si el nuevo Presidente cede a presiones populistas o está mal asesorado, puede cometer graves errores. A los posibles errores que enumeré en el post anterior, agrego el que considero más perjudicial para todos, para el  nuevo gobierno y para los argentinos.

Como al inicio del nuevo Gobierno, en el peor escenario, todavía subsistirá el cepo cambiario sin un mercado libre y legal para los pagos no comerciales, puede que quienes asesoren al nuevo Presidente,  por temor a los mercados libres, le aconsejen seguir con el mismo sistema cambiario heredado. Pero le recomienden producir una devaluación en el mercado oficial que tienda a poner el precio del Dólar muy cerca del que en ese momento tenga en el mercado paralelo. Si el nuevo Gobierno adopta esta decisión, sin crear previamente las condiciones para que funcione un mercado libre para el ingreso de capitales blancos y para la repatriación de capitales y remisión de dividendos, estará enviando una pésima señal a los mercados. Es probable que el mercado paralelo pegue también un salto y que, para mantener la brecha bajo control, el Banco Central tenga que subir la tasa de LEBACs a niveles tan altos como la tasa de inflación del año anterior. Nadie va a apostar que el gobierno tendrá la fortaleza necesaria para sostener una política monetaria tan dura, siendo que el país ya sufrió una recesión de dos años y la credibilidad del Presidente se evaporará en pocos meses. Además el conflicto distributivo se acentuará por la fuerte devaluación inicial y es probable que la conclusión de la gente sea que el Gobierno no sabe cómo estabilizar. De allí a la hiperinflación, hay un corto trecho.

Señalar este gran riesgo es el propósito central de todo lo que he escrito en este blog desde el 5 de febrero, cuando publiqué «Las ventajas de al menos un mercado libre para el Dólar, aunque no sea único«.

Acabo de leer un muy buen post de Lucas Llach en su blog «La ciencia maldita» titulado «Peso argentino: en unión y libertad«. Voy a referirme a él en el próximo post, porque ayuda a clarificar mis argumentos.

Estrategia estabilizadora inteligente, en el mejor escenario

El mejor escenario económico que puede heredar el nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015 es aquel en el que ya funciona un mercado cambiario libre y legal con una cotización del Dólar a  alrededor de 22 pesos, mientras en el mercado oficial el precio del Dólar fijado por el Banco Central es de alrededor de 15 pesos. La inflación habrá sido del 40 % anual en 2015. Los subsidios a los prestadores de servicios públicos se habrán reducido en 2/3 y el Gasto público en términos reales se habrá reducido en un 20 % con respecto al nivel de 2013. La recesión en los dos años anteriores (2014 y 2015) habrá producido una caída de más del 8 % del PBI con respecto al 2013, retrotrayendo el nivel del PBI al del ano 2011, antes de la marcha forzada por las políticas fiscales y monetarias irresponsablemente expansivas de los años 2012 y 2013.

Como consecuencia de un giro hacia la sensatez, a principios de 2014,  el Gobierno y, en particular, el Banco Central, habrán decidido revertir ordenadamente las malas políticas de los dos años precedentes. Luego de legalizar un mercado cambiario libre para el turismo, el atesoramiento y todas las transacciones financieras del sector privado, el Banco Central habrá dejado de perder reservas dado que el saldo positivo de la balanza comercial fue suficiente para solventar los pagos financieros del sector público, incluídas las provincias. Por consiguiente, el nivel de reservas hacia el final del 2015 seguirá estando en alrededor de 28 mil millones de dólares, como en febrero de 2014. La Base Monetaria no será mucho más alta que a esa fecha (quizás pueda ubicarse en alrededor de 530 mil millones de pesos) porque entre fines de 2013 y fines de 2015, el Banco Central habrá tratado de reabsorber el grueso de la emisión destinada a financiar el déficit fiscal de la Nación y las provincias a traves de LEBACs. Las LEBACs se habrán más que triplicado desde febrero de 2014. Fue precisamente por esa necesidad de colocar LEBACs que el Banco Central tuvo que mantener la tasa de interés por arriba del ritmo de inflación y de devaluación.

Frente a este panorama, si el nuevo Gobierno hace un diagnóstico correcto de la situación y se propone inaugurar un período de estabilización y crecimiento sostenido para la economía Argentina podrá disponer la inmediata reunificación del mercado cambiario, para que funcione como mercado único y libre, sin ningún tipo de restricción. Al mismo tiempo tendrá que disponer la eliminación de todas las restricciones cuantitativas a las importaciones y exportaciones y la eliminación completa de las retenciones, salvo para la soja y algunos otros productos agropecuarios de exportación con precios anormalmente elevados en los mercados externos. Además deberá anunciar que el Banco Central dejará de emitir para financiar al Estado, que éste financiará cualquier déficit remanente con endeudamiento voluntario y que el Banco Central no venderá ni comprará reservas en el mercado cambiario libre. El Banco Central fijará la tasa de LEBACs como para hacer viable esta combinación de política monetaria y fiscal.

Inicialmente la cotización del Dólar en el nuevo mercado unificado y libre se ubicará muy cerca de la cotización que ya traía en el tramo libre del mercado desdoblado, es decir a alrededor de 22 pesos por Dólar. Pero a poco de andar y en la medida en que los operadores en los mercados adviertan la racionalidad de la nueva política macroeconómica, la cotización del Dólar tenderá a bajar para arrimarse al nivel de convertibilidad plena (que, para los numeros estimados de Base Monetaria y Reservas, será del orden de 19 pesos por Dólar. Cuando llegue a ese nivel, será conveniente que el Banco Central comience a bajar la tasa de LEBACs para impedir que el Peso se siga apreciando y lograr que se estabilice a alredor de esa cifra. El efecto sobre la tasa de inflación comenzará a notarse de inmediato, porque aún cuando los precios que estaban atrasados con respecto a un tipo de cambio de 19 pesos por Dólar, tenderán a aumentar (incluídas las tarifas de servicios públicos, aún no reajustadas totalmente), habrá otros precios, fundamentalmente los que se mueven atados al Dólar libre, que tenderán a bajar debido, precisamente, a la apreciación del Peso que comenzará a producirse en ese mercado. Es probable que en el primer año la inflación siga siendo del 20 % anual, aún cuando el Peso se mantenga estabilizado en 19 pesos por Dólar, tal como courrió durante los 12 primeros meses de la convertibilidad en 1991. Pero la gente tendrá una sensación de marcha hacia la estabilidad, por contraste con la inflación y la devaluación de los años anteriores. Ya para el segundo año, la inflación podrá bajar a un dígito y para el tercer año no ser superior a 5 % anual. En ese contexto la cotización del Dólar será básicamente estable, dependiendo mucho de la evolución de los términos del intercambio. El sistema monetario funcionará como en el régimen al que yo denomino «convertibilidad flotante», que es el que predomina en los países estables del mundo. En nuestro caso se parecerá mucho al de Perú, porque dado el alto grado de dolarización que ya tendrá por entonces nuestra economía, la única forma que tendrá el Gobierno de revertir las expectativas de devaluación permanente del Peso será poniéndolo en competencia con el Dólar, es decir, autorizando que la gente pueda utilizar tanto al Dólar como al Peso en sus contratos y transacciones.

Las reformas estructurales que la economía necesitará para crear un clima de inversión que elimine de manera total los cuellos de botella acumulados durante los lustros precedentes y para conseguir equiilibrio presupuestario con pleno empleo, serán posibles y podrán implementarse con apoyo popular, porque el Gobierno habrá ganado credibilidad y conseguido confianza al demostrar capacidad para reducir y tender a eliminar la inestabilidad de precios y la gran incertidumbre de los años anteriores. No será una tarea sencilla, como no lo fue durante los años que siguieron a la introducción de la convertibilidad en 1991, pero será una tarea políticamente posible y habrá apoyo popular para que el Gobierno la pueda implementar. Incluso es posible que un Gobierno que logra estos resultados se asegure otro período presidencial de 4 años.

Lo que acabo de describir no es una predicción. Se trata de un bosquejo de lo que yo denomino el mejor escenario posible para fines del 2015 y una política de estabilización del nuevo gobierno. Hay muchas razones por las que el curso de los acontecimientos puede ser muy diferente. Incluso si la realidad que enfrente quien asuma la Presidencia el 10 de diciembre de 2015 es como la descripta por el mejor escenario, si el nuevo Presidente cede a presiones populistas o está mal asesorado, puede cometer graves errores.

He aquí algunos de los más riesgosos: 1) que frente a la presión de los endeudados y frente a las quejas por las altas tasas de interés reales de los dos últimos años, el Presidente obligue al Banco Central a producir una fuerte baja de la tasa de interés; 2) que frente a la reducción de los salarios reales de los dos últimos años, el nuevo Presidente decrete un aumento que pretenda recuperar de entrada ese deterioro real y que las negociaciones colectivas no se hagan discutiendo hipótesis de inflación futura sino simplemente proyección hacia el el futuro de la inflación del año inmediato anterior; 3) que frente a los muchos reclamos que se habrán escuchado durante los dos años anteriores por los tarifazos, el nuevo Presidente no termine de ajustar los precios y las tarifas de los servicios públicos hasta cubrir los costos y darle rentabilidad a las nuevas inversiones y disponga nuevos congelamientos a ser financiados con subsidios; 4) que frente a la recesión de los dos años anteriores, el nuevo gobierno trate de reactivar mediante un aumento del gasto público que no pueda financiar con endeudamiento a tasas razonables; 5) que no lleve a cabo todas las reformas necesarias para eliminar el déficit fiscal, quitar del sistema tributario los impuestos distorsivos que desalientan la inversión y la creación de empleos eficientes y direccionar el gasto público hacia el cumplimiento de las responsabilidades esenciales del Estado: seguridad, educación, salud, justicia y asistencia social focalizada.

Los peligros son muchos. No los enumero para abonar el pesimismo, sino para advertir que las buenas políticas no están aseguradas y habrá que luchar para que sean realidad.

Sobre éste y otros temas hablé en un programa radial de la 1110 el domingo pasado y en reportaje que me hizo una periodista de El Cronista. Decidí subirlos al blog porque se que a algunos visitantes les interesará.

 

La Economía Argentina en Diciembre de 2015

A pesar de que no me gusta hacer predicciones cuantitativas sobre el curso futuro de la economía y que soy consciente del margen de imprecision de la que siempre van a estar rodeadas, tengo que hacerlo en esta oportunidad para poder explicar mis ideas sobre la reforma monetaria que será necesaria para recrear condiciones de estabilidad a partir de que asuma un nuevo gobierno elegido por el voto popular. Mi percepción es que la Economía Argentina hacia fines del 2015 puede describirse con dos escenarios alternativos y todas las situaciones intermedias imaginables entre ellos. Uno, el mejor posible, si es que las circunstancias internacionales siguen ayudando y el Gobierno acierta en aplicar las mejores medidas que con su bajo nivel de credibilidad actual puede llegar a tomar. Otro, el del Rodrigazo seguido de muy alta inflación, sin ser aún hiperinflación.

Yo descarto que se llegue con una situación tan extrema como la del final del Gobierno de Alfonsín, cuando ya la hiperinflación había producido una dolarización de facto de la economía, porque creo que las favorables condiciones de la economía internacional y la alta productividad del campo argentino, ayudarán a evitar ese final. Voy a describir el mejor y el peor de los escenarios que visualizo.

El mejor escenario. La inflación se ubica en el 40% anual habiendo pasado por un 30 % anual en 2014. Al final del 2015 , el precio del Dólar en el mercado Paralelo está en 22 pesos por dólar y en el mercado oficial a 15, habiendo aumentado a un ritmo semejante al de la inflación a partir de 12 y 8 pesos, respectivamente. Los salarios y las jubilaciones en términos reales habrán declinado alrededor del 14 % por haber aumentado, en términos nominales 25 % durante 2014 y  otro 25 % durante 2015. El gasto público, en términos reales habrá declinado un 20 %, porque además de la reducción en términos reales de los salarios y las jubilaciones, se habrán reducido a un tercio los subsidios para sostener la provisión de servicios públicos (electricidad, gas y transporte urbano y aéreo). La economía habrá sufrido una recesión del 3% del PBI en 2014 y del 5 % del PBI en 2015. Las tasas de interés de las LEBACS y de los depósitos a plazos fijos se habrán mantenido a lo largo de esos dos años algo por arriba del ritmo de la inflación y de la  devaluación. El mercado del dólar libre habrá funcionado casi por dos años como un mercado legal y ello habrá permitido una cierta dolarización formal y legal de los ahorros, solo limitada por la alta tasa de interés real pagada por los depósitos en pesos. Los índices de desocupación, pobreza e indigencia habrán aumentado a más del doble de los que actualmente publica el INDEC y no serán muy diferentes a los que había en octubre de 2001.

El peor escenario. La inflación se ubica en el 100% anual habiendo pasado por el 50 % en 2014. El precio del dólar en el mercado paralelo está en alrededor de 50 pesos y en el oficial a alrededor de 25, habiendo subido el oficial al mismo ritmo de la inflación y el paralelo a un ritmo mayor, con la brecha pasando del 50 % al 100% del precio en el mercado oficial. Los salarios reales y las jubilaciones habrán declinado casi 30 % porque los salarios nominales se habrán ajustado en un 30 % durante 2014 y en un 60% durante 2015. El Gasto Público en términos reales habrá declinado también alrededor del 30 % o algo menos, porque en este escenario el Gobierno no habrá corregido los atrasos tarifarios y los subsidios para sostener los servicios públicos seguirán siendo altos en términos reales. La recesión habrá sido no muy diferente a la del mejor escenario ( 3% de declinación en 2014 y 5 % de declinación en 2015). Las tasas de interés habrán seguido siendo negativas en términos reales, digamos del 40 % nominal en 2014 y del 60 % nominal en 2015. El mercado paralelo habrá seguido funcionando como mercado ilegal y la dolarización de los ahorros será más alta que en el mejor escenario, pero mantenidos totalmente en la economía informal y fuera del circuito financiero. Los índices de desocupación serán similares a los del mejor escenario, pero los índices de pobreza e indigencia se parecerán a los de mayo de 2002, bastante más elevados que los de octubre del 2001.

La diferencia entre los dos escenarios surge de que, en el mejor, el Gobierno deja de perder reservas y hace efectivo el uso de la alta tasa de interés pagadas por las LEBACS dejando que funcione un  mercado cambiario libre y legal, sin intervención del Banco Central, exactamente como he venido proponiendo en varios posts anteriores. Por el contrario, en el peor escenario el Banco Central sigue perdiendo reservas; por funcionar como mercado ilegal, el mercado libre no atrae capitales del exterior, pese a la elevación de las tasas de las LEBACS y éstas no llegan nunca a ser positivas en términos del aumento del precio del dólar en el mercado libre ni en relación a la inflación.

Otra diferencia fundamental es que en el mejor escenario, el Gobierno logra eliminar gradualmente 2/3 de los subsidios que pagó en 2013 para mantener congelados los precios de los servicios públicos. Para ello autoriza aumentos significativos en todas las tarifas, dejando inalteradas sólo las que pagan las familias del quintil más bajo de la distribución del ingreso. En el peor escenario el Gobierno no ajusta las tarifas de los servicios públicos a un ritmo superior al de la inflación y, como consecuencia, aumenta el pago de subsidios al ritmo de la devaluación del Peso en el mercado oficial.

En el mejor escenario, el gobierno logra convencer a los sindicatos que acepten ajustes en los salarios nominales del orden de magnitud de la inflación del año 2013 y no reclaman reajustes por la inflación mayor de los años 2014 y 2015. Es decir, los sindicatos comprenden que el ajuste de la economía es inevitable y que si no ayudan a que al menos sea acotado, terminarán soportando un ajuste mucho mayor. En el peor escenario, una gran conflictividad social determina que ya en 2014 el aumento de salarios nominales sea del 30 % y en el 2015 ese aumento no baja del 60% anual debido a la aceleración inflacionaria observada hacia marzo de 2015, cuando se estarán negociando las paritarias de ese año.

La caída del nivel de actividad económica es semejante en los dos escenarios porque la mayor caída en los salarios reales del peor escenario es compensada por el efecto de las tasas reales negativas de interés que contrastan con las tasas reales positivas del mejor escenario. La recesión del período es casi independiente de las políticas que se apliquen, porque viene predeterminada por los desequilibrios y cuellos de botella acumulados durnate los 12 últimos años y por la desaparición completa de la inversión privada. No hay nada que el Gobierno pueda hacer para evitar esta recesión. Por supuesto que podría llegar a ser mayor aún si se produjera un deterioro de los términos del intercambio externo o las condiciones climáticas resultaran muy desfavorables.

¿Qué tendrá que hacer un futuro Gobierno que quiera inaugurar pronto un período de estabilización y crecimiento como el que logramos a partir de abril de 1991? ¿Qué pasará si no acierta de entrada y se toma un año y medio para encontrar el rumbo hacia la estabilidad, como ocurrió con el Gobierno de Menem a partir de julio de 1989? Planteo estas preguntas, porque la experiencia del Gobierno de Menem, siguiendo a una fuerte crisis recesiva e inflacionaria, demuestra que las soluciones estructurales, como la apertura de la economía, la eliminación de impuestos distorsivos, la reforma del Estado y las privatizaciones, así como el aumento de la inversión eficiente, sólo consiguen apoyo popular si el gobierno logra crear un clima de estabilidad que signifique un quiebre con respecto a la situación de angustia y desasosiego que crea la alta inflación. Además hay que tener en cuenta que cuando asumió, en julio de 1989, Menem tenía un horizonte político de seis años y medio. Quien asuma en diciembre de 2015 sólo tendrá un horizonte político de 4 años. Contestaré estas preguntas en los próximos posts.

¿Qué tipo de dolarización ayudaría a estabilizar a la Economía Argentina?

Voy a tratar este tema en sucesivos posts, por varias razones.  Por un lado, han comenzado a aparecer propuestas de dolarización, como la de Steve Hanke y la de quienes durante los 90’s decían que en lugar de implementar la convertibilidad con tipo de cambio fijo, deberíamos haber dolarizado en forma completa. Por otro lado, varios de los visitantes de este blog me han preguntado y me siguen preguntando si la dolarización a la ecuatoriana (cuya autoría intelectual muchos anti-neo-liberales me adjudican), no sería la solución para los problemas de Argentina.

Sin duda, el 1 de abril de 1991 podríamos haber dolarizado, con la misma facilidad que pusimos en marcha la convertibilidad y el efecto sobre la inflación hubiera sido el mismo que el que se produjo con la convertibilidad. En próximos posts voy a analizar que hubiera ocurrido despues de 1998 si en lugar de la convertibilidad con tipo de cambio fijo, hubiéramos tenido dolarización lisa y llana. Pero, por el momento, para seguir con una argumentación ordenada voy a dejar de lado esa discusión.

Lo que quiero señalar ahora es que a fines de marzo de 1991, a pesar de que durante el mes de marzo yo instruí a la Secretaría de Hacienda que le pidiera al Banco Central todos los australes que necesitaba para pagar la deuda flotante del Tesoro, los australes en circulación (es decir, los pasivos monetarios del Banco Central) entonces ascendían a aproximadamente 40 billones de australes (es decir 40 millones de millones de australes) y las reservas en el Banco Central, a alrededor de 4 mil millones de dólares. La economía funcionaba sin cepo cambiario (es decir con un mercado cambiario sin restricciones a la compra y venta de divisas desde diciembre de 1989) y con la libre flotación que yo dispuse en febrero de 1991, el precio del Dólar se estabilizó en 10 mil australes. A ese precio era posible comprometer el canje de todos los australes en circulación por dólares , de tal manera que los australes salieran totalmente de circulación. No hubieran quedado dólares en el Banco Central, pero todos los argentinos habrian quedado con dólares en sus bolsillos en lugar de australes.

Por la misma razón, pudimos poner en marcha la convertibilidad a razón de 10.000 australes por Dólar. Que un Peso Convertible haya pasado a ser igual a un Dólar fue una convención, porque decidimos eliminar 4 ceros al Austral. Si en lugar de 4 ceros hubiéramos eliminado sólo 3 ceros, el Dólar hubiera sido fijado a 10 pesos convertibles. Explico ésto para que se entienda que los que dicen que en lugar de 1 a 1 deberíamos haber fijado el inicio de la convertibilidad en 1.2 ó 2 a 1 en realidad no entendieron lo que fue la convertibilidad. La confunden con un esquema de tipo de cambio fijo. Pero la convertibilidad no era eso. La convertibilidad significaba la libre elección de la moneda. Significaba que los argentinos podían elegir el Dólar o el Peso para manejarse. Tendrían plena libertad para elegir la moneda y el compromiso que el Gobierno adoptaba de obligarse a emitir pesos sólo contra la entrada equivalente de dólares (lo que se denominó caja de conversión o «currency board»» en inglés) perseguía darle credibilidad inicial al Peso. La clave del éxito estabilizador del Plan de Convertibilidad no estuvo en la caja de conversión sino en la libre elección de la moneda. Si la gente prefería seguir dolarizada, como había encontrado conveniente durante la hiperinflación, lo podía hacer. El uso del Peso convertible era sólo una alternativa y la caja de conversión sólo una regla monetaria para que la gente supiera cómo iba a ser manejado el Peso.

En este primer post sobre este tema, quiero explicar que hoy, para cambiar todos los pesos por los dólares que tiene como reservas el Banco Central, habría que hacer el cambio a razón de 16 pesos por Dólar, porque los pasivos monetarios del Banco Central (sin contar las Lebacs) ascendieron, el último día de enero de 2014, a  453  mil millones de pesos  y las reservas eran, ese día, 28 mil millones de dólares. Lo primero que se advierte es que, hoy por hoy, una dolarización completa de la economía daría lugar aun golpe inflacionario inicial de alrededor del 100 % por el período que dure el reajuste de los precios relativos para eliminar todos los desequilibrios existentes y los que sobrevendrían luego de esa gran devaluación del Peso.Una reforma monetaria que comienza con semejante impacto inflacionario inicial no tiene grandes chances de ser vista por la población como una solución al problema de la inflación. La gran ventaja de la introducción de la convertibilidad en 1991 fue que de inmediato la inflación tendió a desaparecer. Los únicos precios que aumentaron en abril y mayo fueron los de los productos agropecuarios que habían estado reprimidos a través de las retenciones. La eliminación de las retenciones dieron lugar a un aumento de esos precios, pero era muy claro que se trataba de un ajuste de una vez para siempre. Los reajustes de precios que seguirían a una devaluación del 100 % en la actualidad, serían mucho mayores, en todo sentido, a los que se dieron en abril y mayo de 1991 por la eliminación de las retenciones.

Es por ello que yo sostengo que el gobierno de Cristina, durante los casi dos años que le faltan para completar su mandato, no está en condiciones de recurrir a la dolarización. No sólo por razones ideológicas, sino porque los efectos económicos y sociales serían incontrolables para un Gobierno que tiene un horizonte tan limitado y que  ha perdido todo márgen de credibilidad. Lo único que puede hacer es permitir que funcione un mercado cambiario libre para el turismo, el atesoramiento y las transacciones financieras, de tal forma que pueda evitar seguir perdiendo reservas en el mercado oficial. Eso sí, sería un paso positivo  como para que un nuevo Gobierno pueda considerar la dolarización completa o una convertibilidad flotante (como la que yo vengo proponiendo) como estrategia de estabilización.

Quedan por discutir, tres cuestiones muy importantes: 1) Cuál será el estado de la economía, en particular de los precios relativos y la magnitud de la inflación reprimida, cuando asuma un nuevo Gobierno; 2) Qué chances tiene las dos alternativas: dolarización completa o convertibilidad flotante como para asegurar que la reforma monetaria pueda mantenerse en el tiempo; y, 3) si existe alguna posibilidad que el próximo gobierne logre estabilizar exitosamente sin dolarización ni convertibilidad, es decir manteniendo sólo una moneda inconvertible de uso exclusivo y obligatorio.

Voy a tratar estos tres temas en los próximos posts.