Yo he venido sosteniendo que para entender los riesgos de la situación económica actual en nuestro país, hay que mirar lo que ocurría en los meses previos al Rodrigazo, luego de la aplicación del Plan Gelbard durante los Gobiernos de Cámpora y de Perón. Pero ayer leí un artículo de Luis Ponce de León que sostiene que es mas interesante mirar otro momento histórico: el del final de la tablita de Martínez de Hoz. Yo creo que Ponce de León está equivocado. La realidad actual no se parece en nada a la del final de la tablita de Martinez de Hoz. En todo caso lo que quieren asesorar a un futuro gobierno, harían bien en mirar lo que ocurrió cuando Martinez de Hoz, a partir de abril de 1976, decidió enfrentar a la virtual hiperinflación que se había producido luego del Rodrigazo. Intentó derrotar a la inflación con la prescripción monetarista de restringir significativamente la expansión monetaria, sin producir previamente un cambio de régimen monetario y fiscal. A esto me voy a referir al final de este post.
Los acontecimientos del final de la tablita de Martínez de Hoz hasta el inicio del Gobierno del Presidente Alfonsín no tiene ningún parecido con la situación actual. Martínez de Hoz había logrado bajar la inflación desde el 778% anual en mayo de 1976 a un 88% anual en diciembre de 1980, con las típicas herramientas monetaristas que se recomendaban en los medios académicos por esa época. Había mantenido altas tasas de interés para restringir la expansión monetaria, primero con tipo de cambio flotante, luego con la tablita y al final con tipo de cambio fijo. Pero la característica fundamental del período fueron las muy altas tasas de interés, no solo en términos nominales sino también y, sobre todo, en términos reales. Aún sin tablita ni tipo de cambio fijo, la gran liquidez internacional que vino con el reciclamiento de los petro-dólares de los países de la OPEC, hubiera determinado una gran apreciación real del Peso en ese período, porque las altas tasas de interés atraían un gran volumen de capitales del exterior. Este fenómeno se dio en todos los países de Latinoamérica. Por eso yo siempre consideré que atribuir el «atraso cambiario» a la tablita o al tipo de cambio fijo, cuando había libre movimiento de capitales, es equivocado. Sin tablita y con tipo de cambio flotante y altas tasas de interés, como recomendaban todos los expertos en estabilización de la época, se hubiera producido la misma apreciación real de Peso. Todo cambió cuando Paul Volcker comenzó a aplicar una política monetarista de estabilización en los Estados Unidos, porque ante las altas tasas de interés en dólares que comenzaron a succionar capitales en el país del norte, no existían ya tasas de interés suficientemente altas en pesos como para evitar la fenomenal salida de capitales desde los países de Latinoamérica. Es por ello que en agosto de 1982 comenzó en México lo que hoy la historia registra como la gran crisis de la Deuda Latinoamericana.
El principal problema en la Argentina de ese tiempo no era ni la inflación, que para los patrones de la época había bajado bastante, ni la pérdida de competitividad de las exportaciones, porque hasta 1980 los precios de venta de nuestros granos eran muy elevados. Argentina no había adherido al embargo decretado por Estados Unidos a la exportaciones alimenticias a Rusia y eso le permitió exportar a altos precios. El gran problema era la crisis financiera. Los deudores de los bancos no podían cumplir con sus obligaciones, porque sus deudas habían crecido en progresión geométrica con las altas tasas de interés reales positivas y los bancos estaban cayendo en la insolvencia. Todo lo que aconteció desde marzo de 1980, cuando comenzó la crisis financiera con la quiebra del Banco de Intercambio Regional y el Banco de los Andes, hasta el inicio del Gobierno del Dr. Alfonsín, tuvo que ver con la necesidad de enfrentar y resolver esa crisis, incluidas, por supuesto, las fuertes devaluaciones que menciona Ponce de León en su artículo.
Hoy la situación es muy diferente. No hay crisis financiera porque en los diez últimos años no hubo acceso al crédito externo y las tasas de interés fueron fuertemente negativas en términos reales. La apreciación real en el mercado oficial se explica por una combinación de fenómenos que son la inversa de lo que ocurrió durante el período de Martinez de Hoz: la política monetaria fue muy laxa y permitió mucha expansión monetaria, con muy bajas tasas de interés, mientras el superávit en cuenta corriente, generado por los altos precios de nuestras exportaciones, financió una fenomenal fuga de capitales. Cuando se la quiso detener, no con medidas monetarias sino con controles de cambio, apareció el mercado paralelo. Es cierto que hace varias semanas que el Banco Central comenzó a intentar una política monetarista de estabilización subiendo mucho la tasa de LEBACs, pero los efectos sobre la estabilidad financiera tardarán muchos meses en verse, por lo que tampoco hay grandes posibilidades de que esta crisis derive en los estados de insolvencia de deudores y bancos que caracterizó a aquella época.
Mas que intentar lecciones para la situación actual mirando lo que paso al final de la tablita de Martinez de Hoz, quienes quieran ayudar al gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015 deben procurar entender porqué la política monetarista convencional (u-ortodoxa, como a muchos les gusta llamar) creó tantos problemas cuando se aplicó para estabilizar la economía luego de la hiper-inflación que sucedió al Rodrigazo.
En los 70’s se puede entender que los gobiernos interesados en estabilizar economías con alta inflación hayan creído que la solución era muy simple: producir una drástica reducción en la tasa de crecimiento de la cantidad de dinero. Se habían olvidado totalmente las experiencias de estabilización con que se habían resuelto las hiper-inflaciones de los años 20’s en Europa. Pude palpar personalmente este olvido, cuando siendo estudiante en Harvard, discutí estos temas con quienes eran mis profesores, Stanley Fisher, Rudiger Dornbusch y Martin Feldstein, entre otros, y con mis colegas, también estudiantes, Pedro Aspe, Sebastián Piñera, Eduardo Aninat, Jorge Desormeaux, muchos de los cuales ayudaron a elaborar no sólo la teoría, sino también la implementación de los nueva clase de planes de estabilización con la que se derrotaron las hiper-inflaciones del final de los 80’s y de principios de los 90’s. Las reformas monetarias y fiscales eran imprescindibles para quebrar la inercia inflacionaria e influir sobre las expectativas.El título de mi tesis en Harvard, escrita entre 1976 y 1977, es: » Efectos estanflacionarios iniciales de las políticas monetaristas de estabilización».
Pero que hoy no se tengan en cuenta los contrastes entre los planes de estabilización de los 70’s y aquellos que comienzan con reformas monetaria y fiscales, como los de los 90’s en todos los países que sufrieron hiper-inflación, sería imperdonable.