El discurso de campaña del Canciller-Candidato es revelador de la Argentina que lo entusiasma.
Para hablar de la Argentina que deplora dijo textualmente: “La Argentina fue Menem, privatizaciones y vanidad; fue De la Rúa, 20 de diciembre, paredón y después; Rodríguez Saa, default y negligencia”. No incluyó en la lista ni a la Argentina de Alfonsín, proyecto Cóndor e hiperinflación; ni a la de Duhalde, pesificación y devaluación.
La omisión de dos episodios que desdibujaron mucho más la imagen de Argentina que los que él eligió para adornar su discurso tanguero, revela que añora la Argentina de Alfonsín y de Duhalde.
La mención de los premios Nóbel y de otros intelectuales ilustres es un simple recurso escapista en un discurso de neto corte político.No es casual que no haya incluido a los dos ex-presidentes en la lista de la Argentina que deplora. Pertenece a un gobierno que es el hijo no planeado del matrimonio político Duhalde-Alfonsín y está enamorado de la política exterior argentina durante sus respectivos mandatos.
Alfonsín y Duhalde, como Kirchner y Bielsa piensan que la violación de derechos humanos, si es llevada a cabo por Fidel Castro no es condenable. Cuando Castro le bloqueó la salida a Hilda Molina, no les preocupó tanto que la mujer y su familia sufrieran, sino que se hubiera conocido que el dictador cubano les había hecho un desplante, después de que ellos le rindieron pleitesía.
Alfonsín y Duhalde, como Kirchner y Bielsa, piensan que la inversión directa extranjera es indeseable, por lo que no les preocupa que los que deciden inversiones en infraestructura y otras actividades productivas tengan mala imagen del País. Sí les interesan los elogios del FMI y de la prensa financiera mundial, que se deleita cobrando sus acreencias, mientras a los pequeños bonistas italianos, alemanes, japoneses y españoles se los insulta, llamándolos “buitres y especuladores”.
Alfonsín y Duhalde, y Kirchner y Bielsa aún más, sienten admiración por el “nacionalismo” de Chávez, aunque éste haya sido un golpista, haga simulacro de democracia y financie la desestabilización de Bolivia y sus demás vecinos andinos.
Alfonsín y Duhalde, como Kirchner y Bielsa, no consideran que Estados Unidos y Europa merezcan apoyo en su lucha antiterrorista. Han conformado una Corte Suprema de Justicia tan “garantista” que se preocupa por proteger los derechos de los terroristas que cometen delitos en España o Chile, con lo que el país pierde fuerza para reclamar que Interpol detenga a los iraníes sospechados de haber planeado y ejecutado los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel. Cuando una periodista norteamericana critica estas decisiones judiciales de Argentina, no encuentran mejor forma de responder a su crítica que descalificándola, en lugar de usar argumentos válidos.
No es casual que entre la lista de decisiones que en el pasado desdibujaron la imagen de Argentina, Bielsa ni haya mencionado que durante el gobierno de Alfonsín, nuestro País produjo y exportó misiles de largo alcance, verdaderas armas de destrucción masiva.
Tampoco es casual que se refiera a los esfuerzos de la Cancillería por reestablecer relaciones con el Reino Unido y desmontar el proyecto Cóndor, como “hacer trabajar a la Cancillería dos años para poder ponerle un ponchito a Isabel II, la reina de Gran Bretaña". A pesar de que Gran Bretaña es nuestro mayor apoyo en la lucha por la eliminación de los subsidios agrícolas en Europa, el tema comercial externo de mayor importancia para la Argentina, el Canciller-Candidato se da el lujo de subestimar los esfuerzos que llevaron a reparar, aunque sea en parte, las funestas consecuencias de la Guerra del Atlántico Sur.
Será interesante escuchar las respuestas de Bielsa a estas críticas. ¿Será capaz de dejar de lado la descalificación y discutir con seriedad algo tan importante como la política exterior de nuestra Patria?