Tercera nota de seis
El peligro de la opción entre Kirchner y Lavagna, se puede ilustrar recordando la posición de los ideólogos frente a los ejecutores, en los primeros meses de 2002.
Entre el 6 de Enero y fines de Febrero de 2002, el Gobierno de Eduardo Duhalde decidió transformar la denominación de todos los depósitos bancarios de dólares a pesos y dejar flotar el Peso. A los depositantes por montos pequeños y los de aquellos titulares que tenían más de 70 años, así como los depósitos provenientes de indemnizaciones por despido y prestaciones alimentarías, se les otorgó el “beneficio” de poder retirar sus depósitos de inmediato a razón de 1.4 pesos por Dólar. Durante los tres meses siguientes, se fue ampliando el número de depositantes a los que se otorgó ese “privilegio”. Las comillas para las palabras “beneficio” y “privilegio” tienen el sentido de destacar la ironía de las medidas. En realidad, a toda esta gente que se le permitió salir del “corralito” se le causó el máximo perjuicio, porque en la práctica se le quitó más del 60 % de los ahorros en dólares que había acumulado hasta fines de diciembre de 2001.
Toda la gente que logró salir del corralito durante los primeros meses de 2002, que estaba acostumbrada a resguardar sus depósitos en dólares, una vez que se hizo de los pesos que le entregaron por sus depósitos, compraron dólares en el mercado paralelo pagando hasta 4 pesos por Dólar! Es decir, realizaron una pérdida de más del 60 % del valor de sus ahorros originales. Quien retiró 14.000 pesos (el valor que le daban por 10.000 dólares de depósitos) y compró dólares a 4 pesos, terminó con sólo 3.500 dólares en su bolsillo. Este fue el caso de millones de depositantes que lograron retirar cerca de20 mil millones de pesos, con lo que realizaron una pérdida de casi 10 mil millones de dólares. Esta fue una de las máximas injusticias de las muchas que caracterizaron al año 2002. Fue una injusticia sólo comparable con la que soportaron los jubilados y los asalariados a los que se les quitó de un saque más del 30 % de sus ingresos en relación al costo de la vida. La herramienta para este segundo despojo, fue el impacto inflacionario de la extrema devaluación del Peso.
Por supuesto que la pérdida para los ahorristas, para los jubilados y para los trabajadores, pudo haber sido mucho mayor, si las medidas de Duhalde hubieran seguido a pie juntillas la recomendación de los ideólogos del Modelo “Productivo”, de los que Javier Gonzáles Fraga era por entonces el principal vocero intelectual. Ellos, igual que el FMI, no simpatizaban con el carácter asimétrico de la pesificación, demandaban la flotación limpia del Peso y sostenían que el Banco Central no debería haber salido a vender dólares. Además pretendían que el gobierno levantara de inmediato el “corralito”, de tal forma que todos los depositantes pudieran retirar sus depósitos (en pesos emitidos masivamente por el Banco Central, naturalmente) y tuvieran libertad para convertirlos nuevamente en dólares, a una cotización que en ese caso podría haber llegado a 5 ó 6 pesos por Dólar!
Para los ideólogos que veían en el proceso de pesificación y eliminación de las restricciones monetarias y cambiarias, la forma de producir la máxima reducción posible de las deudas internas y del gasto público, ésta era la solución óptima de los problemas que ellos siempre atribuyeron a la Convertibilidad. Qué mejor, para ellos, que bajar el gasto público y los salarios en términos reales no en “sólo” 30 % sino en, digamos, 50 %. En todo caso habría mas colchón inicial para luego ir devolviéndoles de a poco a jubilados y trabajadores, como forma de mantenerlos esperanzados en una mejora, sin correr el riesgo de reestablecer los niveles de gasto y costos laborales de la década de los 90.
De todas maneras, el argumento para que la población aceptara el consiguiente deterioro en su nivel de vida era la “artificialidad” de la bonanza de los años de la Convertibilidad, y este argumento podía valer tanto para una reducción del 30 % como para una del 50%. La ventaja de reducir inicialmente más, es que después se podría ser más “generoso” con la devolución, en todo caso, muy gradual, de lo previamente quitado. Como de la quita se culparía a los gobiernos anteriores, y la devolución la haría Duhalde, el negocio político era claramente positivo para el nuevo gobierno.
Afortunadamente, los ejecutores, particularmente el Ministro Remes Lenicov y el Presidente del Banco Central Mario Blejer, pretendieron tener cierta contemplación con los ahorristas y les dieron 1.4 pesos por Dólar, en lugar de sólo 1, vendieron casi cinco mil millones de dólares de las reservas del Banco Central, para impedir que el precio del dólar superara los 4 pesos, y no abrieron de golpe el corralito.
Gracias a estas actitudes pragmáticas, pero sobretodo a la sensata actitud de los jueces que comenzaron a dar curso a los recursos de amparo y le trasmitieron a los ahorristas la idea de que finalmente podrían recuperar sus dólares, los depositantes dejaron de retirar los depósitos en pesos devaluados, y decidieron esperar a que la justicia dispusiera la devolución de los dólares. Gracias a ello, comenzó a frenarse la demanda de dólares en el mercado negro.
El precio del Dólar apenas rozó los 4 pesos comenzó a bajar sostenidamente hasta que cuando llegó a 2.8 por Dólar, la influencia de los ideólogos, entre los que ya estaba enrolado el nuevo Ministro de Economía Roberto Lavagna, para entonces desencantado de la flotación limpia, volvió a hacerse sentir para que el Dólar dejara de caer y comenzara a subir nuevamente.
Con todo, las decisiones de Duhalde fueron costosísimas, particularmente para los ahorristas que retiraron sus ahorros en pesos cuando se flexibilizó el “corralito” y para los trabajadores y jubilados que tuvieron que soportar la inflación sin ajustes suficientes de salarios ni haberes. Pero pudieron haber sido aún peores si hubiera predominado la influencia de los ideólogos del Modelo “Productivo”.
Domingo me acuerdo que los que compraban dolares a 4 pesos, era porque el ex director de Diario Ambito Financiero decia que el dólar treparía a los 10 pesos.Apostaron muy fuerte y les salió muy mal la jugada por eso se quedaron con 60% menos.
La gente estaba muy asustada y hacía cualquier cosa.
Dr. Cavallo:
Estoy en un 100% de todo lo que dice. No soy economista, pero tengo una pregunta fundamental tal vez torpe. A lo mejor me la puede contestar otro economista de los que opinan en su foro si usted está muy ocupado. Esta es mi pregunta:
¿No hubiera sido mejor todo sin el «corralito»?
Ya se que despues vino el «corralon» de duhalde que fue peor, pero usted y De la Rua asumieron ese costo politico. Mi teoria (de novato) es que sin el corralito gran parte de los bancos hubieran quebrado y no hubieran podido afrontar la corrida bancaria. Algunos otros pocos bancos (chicos) hubieran obtenido respaldo en el exterior y hubieran podido cumplir con sus obligaciones. Esos bancos que capearon la tormenta hoy serian los lideres de la Argentina, representarian un factor de confianza fundamental para el ahorro interno, estarian premiados por el mercado financiero y podrian obtener despositos a tasas menores por la credibilidad ganada, serian un bastion del ahorro interno. No seria este escenario mucho mas sano? No sería tambien mucho mas justo? Que hubiera dicho Adam Smith?
Cuando caen muchos bancos, como ocurrió en Estados Unidos entre 1930 y 1933 la economía entra en una larga depresión. Por eso hoy hasta en Inglaterra y los Estados Unidos evitan la caída de los bancos. La gente hubiera sufrido más que con el corralito, e incluso que con el corralón. Este último era perfectamente evitable, pero el primero no. Hay que destacar que el corralito no expropiaba ningún ahorro, sino que obligaba a movilizar los ahorros a través del sistema bancario.