Los problemas de la Argentina se originan en defectos muy graves de su sistema político. También existieron, por décadas, graves problemas de organización económica. Pero éstos habían comenzado a resolverse durante los años 90, en la misma dirección que lo hicieron las naciones avanzadas del mundo. Sin embargo, la organización política, caracterizada por el caudillismo, el clientelismo, la corrupción y la politización de la justicia, lejos de cambiar en la dirección correcta, acentuó sus defectos a lo largo de los 20 años de democracia. Por eso, lo que había que cambiar era el modelo…político. En su lugar, golpe institucional mediante, que fue una forma brutal de acentuar los defectos del modelo político, se cambió el modelo…económico.
Cambio de modelo económico, es una forma eufemística de decir que se desarticularon todas las instituciones económicas de los 90’s sin que se hayan explicitado nuevas reglas de juego. Sólo se ha tratado de convencer a la gente, a través de la propaganda mediática, de las “virtudes” de la moneda inconvertible susceptible de desvalorizarse para licuar pasivos y del aliento a las exportaciones y a la sustitución de importaciones a través de la devaluación brutal de la moneda que destroza los ingresos reales de la población más humilde. Es decir, de las “virtudes” que en la década del 80 arrastraron al país no sólo al estancamiento sino también a la hiperinflación.
Pero lo que claramente no cambió, sino que, por el contrario, acentuó sus defectos tradicionales, es el modelo político. La interna parcialmente anulada del radicalismo y la interna frustrada del justicialismo son un claro testimonio de la combinación de corrupción y clientelismo político con un nuevo defecto: la judicialización de la política. Que casi todos los analistas den por descontado que la segunda vuelta electoral será entre dos candidatos peronistas, significa que se descuenta que Carrió y López Murphy no lograrán contar con aparatos de control y movilización el día del comicio.
Es difícil imaginar circunstancias económicas y sociales más propicias para la emergencia de nuevas fuerzas y figuras políticas que las actuales. ¿Por qué entonces son tan bajas las expectativas de que puedan ganar López Murphy, Carrió o algún nuevo político no enrolado en los partidos tradicionales? Muy simple, porque ninguno de ellos tendrá los recursos económicos ni las estructuras partidarias como para movilizar a los punteros que normalmente llevan a votar a la gente más marginada y controlan las mesas el día del comicio.
Habiendo escuchado en muchas oportunidades a Néstor Kirchner, y en particular a su actual jefe de equipos técnicos, Gustavo Béliz, criticar con fiereza a las estructuras corruptas y clientelistas de la política, me resulta frustrante ver que ahora, para tener chances de “renovar” al Peronismo, tengan que transformarse en instrumentos del enfrentamiento Menem Duhalde y depender del apoyo de la estructura bonaerense. Rodríguez Saa se presenta precisamente como el peronista capaz de eludir esa puja del pasado, que tanto daño ya le ha causado al país, pero ha elegido de compañero de fórmula, nada menos que a Melchor Posse.
Si ha habido fraude en la interna radical, si Duhalde argumenta que no se pueden hacer internas peronistas porque habría fraude y violencia ¿cómo se puede esperar que en esta gran interna peronista, que es lo que terminará siendo la elección de abril, se evite el fraude y nazca el liderazgo capaz de reformar el viejo modelo político?
Dado que los dirigentes políticos tradicionales admiran el modelo económico y político de Brasil, sería bueno que al menos adoptaran el sistema de votación electrónico que los brasileños utilizan desde hace bastante tiempo para minimizar el riesgo de que la ausencia de fiscales de los partidos nuevos facilite el fraude que mi partido, Acción por la República, sufrió en todas las elecciones en las que se presentó. Ello difícilmente ocurra y mucho me temo que, desde el 25 de Mayo, aunque haya un nuevo Presidente, tengamos pendiente todavía el gran desafío de construir el liderazgo y las instituciones cuya carencia es tan evidente y tan degradante de la vida de los argentinos.