La desunión frente a la adversidad y frente a los desafíos difíciles es una de las principales falencias de nuestra Nación. Estoy convencido de ello por experiencia propia. Siento que mi fracaso como hombre político tiene mucho que ver con mi falta de habilidad para trabajar por la unidad nacional durante el trágico año 2001.
Entré al Gobierno de De la Rúa creyendo que el Presidente, con mi ayuda, podría formar un Gobierno de Unidad Nacional para el que el Peronismo parecía predispuesto. Por lo menos así me lo habían comentado durante el año 2000 varios dirigentes importantes de ese movimiento. Entre ellos Carlos Ruckauf y Eduardo Duhalde. Ni siquiera pude lograr que la Alianza se recompusiera como coalición.
De hecho, mi propuesta de que Chacho Álvarez fuera el Jefe de Gabinete cuando los radicales forzaron la renuncia de López Murphy y sólo aceptaban mi presencia en el gabinete como Ministro de Economía, se diluyó en la noche de la indecisión presidencial frente al embate de Nosiglia por mantener en el cargo a Chrystian Colombo.
Con Colombo de Jefe de Gabinete, los gobernadores peronistas tenían asegurado lo único que los motivaba a integrar un Gobierno de Unidad Nacional: financiamiento del Banco Nación y gestoría de recursos federales para las provincias. ¿Para que comprometerse participando en el Gobierno, si Colombo les aseguraba lo que ellos necesitaban?
Mi gran error fue creer que aplicando mis conocimientos y experiencia como economista podría revertir la crisis económica trabajando en un gobierno que no había logrado unir a la Nación detrás de ese objetivo. Esta es la responsabilidad política que reconocí hablando en la Universidad de Columbia, cuando culpé a la clase política Argentina-de la que naturalmente no me excluí- y no al FMI o al Consenso de Washington de la tragedia que estamos viviendo en nuestro país.
Estoy convencido que el gran problema de nuestra Patria es el proceso de feudalización de la política que se agregó a la estructura extremadamente corporativa de nuestra sociedad luego de la reforma constitucional de 1994. La disminución del Poder Presidencial acompañado por un aumento del tamaño y poder del Senado, así como de la autonomía de las provincias para gastar y endeudarse, pero no para recaudar impuestos, ha permitido que se expandan estructuras clientelistas en grandes municipios y provincias que hoy dominan la política argentina.
El aumento desmesurado del gasto y el endeudamiento con el sistema bancario interno es consecuencia de esa feudalización de la política. La coincidencia de intereses de provincias y empresas endeudadas que creyeron ver en el default, la pesificación y la devaluación la solución a sus problemas financieros precipitó la etapa final de la crisis. Estructuras políticas feudales y estructuras económicas corporativas unieron fuerzas para echar sobre las espaldas de trabajadores y ahorristas el peso de sus deudas excesivas. La clase política permitió que estos intereses se sobrepusieran a los de la Nación y de su Pueblo.
La elección anticipada del Presidente de la Nación en relación a la renovación del Congreso y de los gobernadores provinciales brinda una oportunidad inédita para comenzar a revertir este proceso y sentar las bases para una recuperación institucional duradera de nuestra Nación. Si quien resulte elegido por el voto popular llama de inmediato a un referéndum para llevar a cabo una profunda reforma política tendrá grandes posibilidades de revertir rápidamente la crisis económica y social.
La Reforma política deberá permitir que resulten elegidos para el Congreso Nacional verdaderos representantes del Pueblo y no de las estructuras partidistas. Además deberá asegurar que se conformen gobiernos provinciales que asuman responsabilidades equilibradas en materia de gastos y recursos en los que no quede margen para el clientelismo y la corrupción.
Si por el contrario, el nuevo Presidente se limita a buscar soluciones económicas y financieras, sin impulsar primero la reforma política que cree las condiciones para la unión de esfuerzos del Gobierno Federal, los Gobiernos Provinciales y el Congreso Nacional en pos del progreso económico y social de la Nación, tendrá asegurado su fracaso.
Con todo lo difícil que se presentan los problemas económicos, el principal desafío del próximo Presidente de la Nación será la acumulación de poder para gobernar en un clima de Unidad Nacional sin el cual, ninguno de los demás problemas encontrará solución. Mas allá de simpatías o antipatías y más allá de las ideologías, yo espero que los argentinos votemos por un gobierno fuerte, que sepa ser eficaz en su accionar y que se comprometa a impulsar de inmediato la reforma política que Argentina necesita.
Un saludo
Me gustaría un comentario de PRO, que esta circunstancia se abordó desde un desafío y no un reto de carácter político.
Carlos
El PRO, como Acción por la República algunos años antes, fue un intento de ofrecer una alternativa, fuera de los partidos tradicionales. Es una estrategia que enfrenta grandes dificultades por la falta de recursos. Lamentablemente,la política en Argentina se financia desde el Gobierno Nacional o los gobiernos provinciales, y éstos siempre están en las manos de representantes de los partidos tradicionales, que no tienen escrúpulos en utilizar dineros públicos para desequilibrar cualquier contienda electoral.
Domingo
Quiero apuntar esto que Ud escribió «La Reforma política deberá permitir que resulten elegidos para el Congreso Nacional verdaderos representantes del Pueblo y no de las estructuras partidistas. Además deberá asegurar que se conformen gobiernos provinciales que asuman responsabilidades equilibradas en materia de gastos y recursos en los que no quede margen para el clientelismo y la corrupción»
El día que nuestro país sea así, que avance significativo!Ahora, en este 2008, como si fuera una Reina, Cristina le dio permiso al Congreso para que ratifique la resolución 125. «Cobos, te doy la llave, abrí el Congreso Nacional». En cualquier momento le quitan la llave y el Congreso se vuelve a cerrar.
Triste, pero realista.