La Suprema Corte de Justicia ha cumplido con su deber. No podía convalidar la alevosa violación del derecho de propiedad de los ahorristas que significó el decreto 214/02 al disponer la pesificación de los contratos en dólares a un tipo de cambio arbitrario. Nadie puede argumentar que ésta no era la decisión jurídicamente razonable. Sin embargo, hay muchas opiniones de economistas que consideran que la decisión no es razonable desde el punto de vista económico. Se dice incluso que el FMI solicitaba que la Suprema Corte resolviera a favor de la pesificación.
Los economistas que tienen esta opinión están absolutamente equivocados. Si el Ministerio de Economía y el Banco Central no aprovechan la oportunidad que la Suprema Corte les está ofreciendo para reconstruir un sistema monetario y financiero que recree la confianza de los ahorristas, ambas instituciones serán responsables de un largo período de estanflación en Argentina. Afortunadamente, la proximidad de las elecciones permite que sea el futuro gobierno el que aproveche la oportunidad que brinda el fallo de la Corte, si es que el Gobierno de Duhalde sigue empecinado a obligar a los argentinos a ahorrar en una moneda en la que no confían.
La redolarización de los depósitos no tiene porque costar a los presupuestos públicos futuros más de lo que ya le ha costado la pesificación asimétrica. Y la razón es muy simple: cualquier organización razonable de la economía argentina hacia el futuro, acompañada de disciplina fiscal, tiene que generar un tipo de cambio real que no se alejará del de la convertibilidad en más del 40 % que se le reconoció a los bancos con motivo de la pesificación asimétrica. En otros términos, si la comparación entre 1,40 ajustado por el CER y el precio del dólar en el mercado libre se hace en el momento de cada pago de amortización e intereses, el valor presente neto de todos esos pagos no superará al de los bonos que se prometieron entregar a los bancos como compensación por la pesificación asimétrica.
Una organización razonable de la economía argentina para el futuro tiene que incorporar tres ingredientes claves: eliminación completa de los controles de cambio, libre circulación de cualquier moneda convertible, incluidos naturalmente el Dólar y el Euro, tanto como dinero papel o como dinero bancario, y eliminación de las retenciones y cualquier otro impuesto directo o indirecto que cree un sesgo anti-exportador. Si además el presupuesto público se mantiene en equilibrio para el promedio del ciclo económico, el precio en términos reales del dólar que surgirá de una libre flotación no superará al de la convertibilidad en más del 40 %. Esto es lo mismo que decir que se puede volver fácilmente a un PBI en dólares superior al cociente entre el PBI en dólares de la convertibilidad y 1,40.
Con una organización de la economía como la descripta en el párrafo anterior, el Peso competirá con el Dólar y con el Euro, por lo que el Banco Central deberá administrar la política monetaria de tal manera que recree la confianza de los argentinos en su capacidad para preservar valor, ésto es, para no ser erosionado por la inflación. Por supuesto que esta cualidad del Peso deberá ser adquirida con la ayuda de mecanismos indexatorios como los que usa Chile para que la gente se anime a ahorrar en pesos en plazos medianos y largos. La gran virtud de un sistema monetario y financiero semejante será la existencia de crédito y contratos a mediano y largo plazo, que hoy han desaparecido de la economía argentina.
Si la Suprema Corte de Justicia convalidaba la pesificación iba a ser imposible recrear este tipo de sistema monetario y financiero, con lo que la economía iba a estar condenada a la estanflación, dado que la mayor parte del ahorro argentino migraría en búsqueda de la seguridad de mantenimiento de valor que para muchos argentinos sólo brindan las monedas convertibles. Sin ahorro dispuesto a quedarse en el país, tampoco existiría ingreso de capital extranjero. La consecuencia no sería otra que la inexistencia de crédito y, por consiguiente, de inversión. Afortunadamente, la Suprema Corte de Justicia ha creado la oportunidad para que este sombrío panorama se transforme en una tenue luz de esperanza.