Publicado por el diario de Chile «El Mercurio» En el noveno piso de un edificio bostoniano vive hoy junto a su señora el ex ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo. El gran ventanal de su living comedor le da una vista privilegiada al ahora congelado río Charles y a la universidad de Harvard, donde actualmente se desempeña como docente.
Su departamento es sencillo pero acogedor, con varios arreglos florales y fotos familiares. El que más destaca es el retrato de su primer y único nieto, Daniel, que nació hace sólo dos meses.
Sus tres hijos viven hoy en EE.UU.: la mayor y madre de Daniel, en Washington y los hombres, también casados, los tiene aún más cerca: uno estudia en el MIT, mientras que el otro está en Harvard, la misma casa de estudios donde Cavallo se doctoró hace casi 30 años.
A Cavallo le ha cambiado mucho la vida desde que dejó el Ministerio de Economía a fines de 2001, en medio de una revuelta popular que desencadenó el gran golpe institucional en Argentina.
Desde hace un año se encuentra en Boston como profesor visitante de Harvard, dictando la cátedra Robert Kennedy sobre estudios latinoamericanos. Se le ve tranquilo y relajado.
En cuanto a su actividad profesional, actualmente está dictando junto al profesor brasileño Roberto Mangabeira Unger el curso América Latina y el Consenso de Washington, además de escribir artículos y libros y de participar en seminarios a los que es invitado en todo el mundo.
– ¿Cómo han sido estos dos años fuera del poder político? ¿Cómo ha sido la experiencia de pasar de súper ministro a la vida académica?
«Muy tranquilos, con mucho tiempo para la reflexión y para escribir. Tiempo para dedicar a la familia y para volver a la vida académica y a estar en contacto con la juventud, que es algo muy lindo. Ha sido una especie de relajo después de muchos años de una actividad súper intensa, una especie de descanso del guerrero».
– ¿Este descanso es sólo una tregua del guerrero para después volver al mundo político?
«Uno nunca sabe lo que le depara el destino. Yo siempre tengo mi mente puesta en la Argentina. No tomé una decisión de vivir permanentemente en el extranjero. Se me presentaron estas oportunidades de enseñar primero en la Universidad de Nueva York y ahora en Harvard y acepté esos desafíos que me resultan muy agradables. Pero cuanto antes pueda volver a Argentina, mejor para mí y para toda mi familia».
– La cátedra que está dictando termina a mediados de año. ¿Cuáles son sus planes inmediatos después de eso?
«Pienso viajar mucho, pero probablemente vuelva a vivir el resto del año en Argentina».
– ¿Y piensa volver a la política contingente en Argentina?
«Voy a volver a hacer la actividad profesional que siempre desarrollé. Pero cuando uno se ha metido en política, obviamente que tiene su mente puesta en los problemas del país».
Errores del pasado
– Cuando usted renunció, le pidió disculpas al pueblo argentino porque consideraba que todos quienes estaban en el gobierno eran responsables de alguna manera de la crisis a la que se había llegado. Ahora que han pasado dos años, ¿qué le diría a los argentinos?
«Creo que todos los dirigentes políticos que hemos estado en la Argentina tenemos que pedirle disculpas al pueblo, porque obviamente hemos cometido errores. Lo importante es que los argentinos no perdamos el espíritu de lucha y que todos advirtamos que el potencial de nuestro país es muy grande y rico».
«Argentina está experimentando hoy una reactivación muy importante y creo que eso es consecuencia de un proceso de modernización y capitalización de muchos sectores clave de la economía argentina, que ocurrió en la década de los noventa».
– ¿A qué tipo de errores de refiere? ¿Qué cosas no debieran haberse hecho?
«El gran problema de Argentina a lo largo de su historia, que lamentablemente se ha repetido en la segunda mitad de los noventa, es el exceso de gasto sobre todo en las provincias, y el exceso de endeudamiento de las provincias con el sistema financiero».
«La dirigencia política, en vez de tomar el toro por las astas, prefirió provocar una situación de caos a fines de 2001 y comienzos de 2002 y reducir todos los salarios en un 30% – 40%, a través de una fuerte inflación y de una devaluación».
«Creo que toda la dirigencia política tiene que procurar hacia el futuro hablarles a los argentinos con la verdad y no simplemente tratar de echar culpas a los que estuvieron antes y hacerle soportar al pueblo sacrificios enormes».
– Usted habla de la dirigencia política en general, pero hay muchos argentinos que lo culpan directamente a usted y a sus medidas, como la convertibilidad y el corralito, de la crisis que vive Argentina hasta hoy.
«Eso dicen los responsables del caos. Eso dice, por ejemplo, Eduardo Duhalde o Raúl Alfonsín. En realidad, la dirigencia bonaerense, que nunca fue votada por el pueblo pero que gobernó desde 2002 hasta principios de 2003, engañó terriblemente a todos los argentinos».
«Después de haber provocado la pérdida del crédito de la Argentina, decidieron voltear a un gobierno para adoptar la pesificación y devaluación, que resolvió el problema de endeudamiento de ellos y de los empresarios que les proveyeron financiamiento y los apoyaron mediáticamente, pero arruinó a todos los argentinos, porque erosionó sus ahorros y produjo una reducción de los salarios».
«Dentro de esta campaña mediática, para sacarse el fardo de encima, le echaron la culpa a la convertibilidad y al corralito, cuando éstos fueron en realidad dos elementos disciplinadores de una situación que desbordaba por todos lados a causa del exceso del gasto público y del endeudamiento de las provincias».
– ¿Cree que el corralito era la única salida en ese momento?
«Fue un sistema de control de cambio. No pudimos evitar ponerlo porque tres días antes la subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) había mencionado en Washington que un país que está reestructurando su deuda tiene que poner controles de cambio. Todo el mundo interpretó que Argentina iba atener que hacer eso y sacó su dinero de los bancos. Cuando ocurre eso en cualquier país hay que poner obviamente alguna restricción para el retiro».
Con la conciencia tranquila
– ¿Cómo siente que lo ve el argentino común y corriente?
«Creo que los argentinos de la calle son gente muy inteligente y que a medida que vaya decantando la polvareda, van a descubrir cuál es la verdad».
– Cuando usted va a Buenos Aires, ¿le gritan cosas en la calle?
«No, ahora no me gritan cosas. Además mucha gente me manda correos electrónicos y me da palabras de aliento. Por más que se orquesten campañas fenomenales y por más que el gobierno de Duhalde haya utilizado todo el poder para desprestigiar las políticas de los noventa, el pueblo argentino sabe que hubo un proceso muy importante de inversión y de aumento de productividad que le está permitiendo hoy a la Argentina tener mejores niveles de producción agropecuaria e industrial».
«Ese proceso de modernización le permitió al argentino medio y pobre acceder al crédito, comprar su vivienda y equipar su hogar. Eso es algo que los argentinos no se van a resignar a perder y van a demandar que vuelva a existir en nuestro país».
– ¿Usted se siente absolutamente tranquilo con todo lo que hizo? Si volviera atrás, ¿tomaría las mismas decisiones?
«Por supuesto que trataría, por ejemplo, de denunciar el sobregasto de la provincia de Buenos Aires y el endeudamiento con el banco de la provincia con mucho mas énfasis de lo que hice en 2001. Mi actitud en esa oportunidad fue tratar de ayudar a todos los gobernadores y al presidente de la nación a reducir el gasto y resolver el problema del excesivo endeudamiento, sin llegar a una situación de caos».
– ¿No se arrepiente a veces de haber entrado al complicado mundo político, en vez de haberse quedado en el ámbito más académico?
«No. Siempre he sentido una gran responsabilidad con el pueblo por ser una persona formada para el diseño e implementación de políticas públicas. Yo creo que es muy importante que la gente que se siente capaz de hacerlo y que quiere trabajar por el resto se dedique a la política. Estoy muy contento de haber asumido mi responsabilidad como hombre público. Como tal, hay que estar preparado para recibir los reconocimientos, pero también las críticas cuando a uno le va mal, cuando uno se equivoca o cuando las circunstancias lo hacen aparecer como responsable de los problemas».
– En el libro de Mario Vargas Llosa, «Conversaciones en la Catedral», dos personajes se preguntan en qué momento se «jodió» el Perú. Llevando esto a su país, ¿en qué momento diría que se «jodió» un país con tanto potencial como Argentina?
«Hay muchos momentos. Creo que Argentina después de la II Guerra Mundial erró el rumbo, como lo erró toda América Latina con las políticas de sustitución de importaciones y las políticas populistas provocaron malos resultados en la mayor parte de la región, como fue el caso de Chile y Argentina. En nuestro país eso llevó a una hiperinflación».
«En los noventa, Argentina encontró su rumbo para crecer en condiciones de estabilidad, tal como Chile lo había encontrado durante los ochenta. La diferencia es que Argentina no perseveró lo suficiente. En nuestro país, a partir del año 97, se produjo un gasto tan excesivo en las provincias y un endeudamiento tan grande con el sistema bancario, que eso le hizo perder el crédito primero a algunas provincias y luego a la Argentina».
«En vez de trabajar por restablecer la confianza, bajando gasto público y revirtiendo el gasto excesivo de las provincias, una parte de la dirigencia política prefirió volver a la metodología de los ochenta. O sea, tirar sobre las espaldas del pueblo las deudas de quienes habían pedido prestado en exceso y en forma imprudente. Yo diría que Argentina se jodió principalmente a fines de 2001 y principios de 2002 como consecuencia de la captura del poder por quienes representaban a los intereses de los endeudados que estuvieron inescrupulosamente dispuestos a tirar el peso de sus deudas sobre las espaldas del pueblo».
Argentina hoy
– ¿Cómo evalúa la gestión del presidente Kirchner?
«Kirchner ha tratado de conseguir la confianza y el apoyo de los argentinos y en eso ha tenido mucho éxito. En materia económica y en casi todas las materias aún no ha adoptado decisiones. A mí me cuesta decir que la estrategia de Kirchner ha sido equivocada. Algunos se apresuran a decir que él no se preocupa de los temas de fondo. Lo que pasa es que hacer eso cuando uno no tiene el apoyo, puede ser una receta para el fracaso. Cuando un presidente aparece no tomando muchas decisiones pero construyendo poder uno le tiene que abrir un crédito, dar un tiempo, ser paciente y no criticarlo».
– ¿Qué impresión le ha dado hasta ahora el ministro Lavagna?
«Él se limitó a poner una suerte de paño frío en una situación muy caldeada después de la devaluación y pesificación. Como tenía que ser ministro en medio de un proceso electoral, no podía hacer muchas cosas diferentes a las que hizo. Ahora tiene que implementar la estrategia económica del presidente Kirchner, pero yo creo que éste le ha dicho que vayan despacio porque tiene que acumular poder. Objetivamente, ha sido una gestión de muy poca acción, pero la construcción de poder es un paso previo».
– Usted siempre estuvo en contra de la pesificación de la economía de Argentina.
«Yo creo que fue un error garrafal haber pesificado y haber destruido toda la base contractual de la economía. Pero una vez que a los argentinos se les hizo soportar la pesificación, los organismos multilaterales que desde el exterior apoyaron esa política tendrán que aceptar las mismas reglas de juego para ellos».
– ¿No cree que la pesificación de la economía argentina era una decisión inevitable porque en la práctica igual se estaba dando una devaluación de la moneda?
«No. La moneda se comenzó a devaluar precipitadamente cuando se anunció la pesificación. Porque si los argentinos tienen inversiones por US$80 mil millones y de repente se les dice que no son dólares sino pesos, la desesperación de la gente por reconstruir sus portafolios en dólares la lleva a tratar de deshacerse de los pesos y ahí obviamente la divisa norteamericana se va a las nubes. Así que obviamente la pesificación lejos de ser necesaria, hizo que ésta fuera totalmente descontrolada y exagerada». «Menos mal las fuerzas normales de la economía han estado reparando las consecuencias del gravísimo error que significó combinar pesificación con libre flotación de la moneda».