Domingo Cavallo, Mingo como a él mismo le gusta llamarse, parece sentirse como en casa en Harvard, donde hoy es Robert Kennedy Visiting Professor in Latin American Studies. Después de haber pasado parte del 2002 y el 2003 en New York University, hoy reconoce que prefiere Boston a Nueva York. Y no es sólo porque en esta universidad obtuvo su doctorado en economía, sino porque aquí estudian también dos de sus tres hijos. Con una actividad académica casi exclusivamente abocada a los temas latinoamericanos, sus cátedras y su consultora en Argentina lo mantienen conectado a su país, al cual podría retornar al término del año académico en Estados Unidos. Quizás por lo mismo, advierte que no quiere comentar la negociación que enfrenta el gobierno de Kirchner con el FMI a raíz de la deuda externa -«porque no quiero influir sobre un proceso en marcha», explica.
Aún así, es claro que este economista de 57 años plantea su alejamiento de la política como algo transitorio, y que como él mismo lo afirma en esta entrevista, las circunstancias en su país marcarán la pauta de su regreso a la contingencia más dura. Mientras aguarda ese momento, Boston y la academia parecen el perfecto lugar para revisar la crisis que vivió Argentina -sobre la cual ha escrito varios papers aquí en Estados Unidos-, examinar las responsabilidades envueltas y analizar sobre la contingencia política y económica de la región.
América Latina vive un buen momento debido en parte a la mayor demanda por commodities que genera el fuerte crecimiento de China. Pero hay dudas sobre si el crecimiento de China es sostenible
La expansión de China es buena para la región, porque se está constituyendo en un motor adicional para el crecimiento mundial. Y creo que va a durar. Es tan grande China y tiene tantas oportunidades de inversión por desarrollar y productividad por generar, que va a tener un proceso muy largo de expansión, como lo han tenido otros países asiáticos en el pasado. Además, se está empezando a gestar una estrategia de desarrollo interesante en India.
¿La inestabilidad política de la región, en particular en Bolivia y Venezuela, y en menor medida Perú, puede opacar este mejor momento económico?
El tema de Venezuela es un caso de vuelta al populismo de los años ’60 o ’70, que está demostrando ser inconducente. No creo que haya ningún progresista en América Latina que tome la experiencia de Chávez como modelo.
Pero está también Bolivia, que enfrenta una fuerte inestabilidad.
El tema Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia tiene un común denominador, que es la mezcla de estos fenómenos de financiamiento provisto por la droga, y el indigenismo pretendiendo cobrar poder, apoyado desde el exterior y planteando una suerte de cambio de sistema que no se sabe en qué consiste, pero que abarcaría no sólo la economía sino la política. Ese es un fenómeno muy peligroso para la democracia de esos países.
Lamentablemente, el retorno del populismo a Venezuela y la actitud de Chávez no ayudan. Pero así como están la mala influencia y el mal ejemplo de Chávez, los países andinos tienen la buena influencia y el buen ejemplo de Chile. Si Chile tuviera gestos de mayor amistad y acercamiento al resto de los países andinos, podría ayudar mucho a frenar este proceso de desestabilización democrática y de reversión de las reformas de mercado que peligrosamente se dan en Bolivia y amenazan a Perú, y eventualmente a Ecuador y Colombia.
¿A qué se refiere con mayor acercamiento por parte de Chile?
Chile tiene la gran ventaja de haber tenido y seguir teniendo éxito económico. Dado eso, podría tener una influencia muy positiva sobre el curso de los acontecimientos en Bolivia, Perú y en todo el resto de los países andinos. Pero creo que requeriría un poco de mayor predisposición de Chile de ayudar a resolver problemas de larga data, como son el acceso la mar de Bolivia y los problemas con Perú.
¿Usted apoya entonces la idea de que Chile le dé a Bolivia salida al mar?
Siempre y cuando Bolivia y Perú consoliden sus regímenes democráticos y sus economías abiertas e integradas al mundo. Chile lo tendría que hacer como una contribución a la estabilidad de la región, así como Alemania concedió muchas cosas para lograr la estabilidad, la paz y el crecimiento de Europa.
Si no hay esa contribución, como usted lo califica, ¿cómo ve las perspectivas para la estabilidad en esos países?
No me gusta ser agorero, pero se están dando situaciones muy peligrosas tanto para el futuro de Bolivia como de Perú y de Ecuador, manifestadas en estos movimientos antisistema.
Esos movimientos también se han dado en Argentina, con los piqueteros, mientras el gobierno de Kirchner ha aislado a su país de la comunidad financiera internacional.
En el caso argentino, fue un primer intento de volver a políticas populistas muy consecuentes con la personalidad y la trayectoria de Duhalde y Alfonsín, y que fue circunstancialmente apoyado por los gobierno provinciales. Pero las consecuencias fueron tan negativas para el pueblo argentino que el mismo Duhalde tuvo que variar la orientación de sus políticas, y ahora Kirchner estoy seguro va a reencauzar la situación.
¿En que dirección? ¿Un nuevo modelo liberal en Argentina?
En la dirección de no mantener a Argentina aislada del mundo y no cerrar oportunidades de inversión, para que ésta pueda retomar un crecimiento vigoroso. Lo que ha habido a partir del año pasado es una vuelta a los niveles razonables de producción y actividad. Pero eso no es crecimiento económico, sino simplemente recuperación del nivel de actividad. El modelo argentino para el futuro no puede ser diferente al que se aplicó y se sigue aplicando en Chile, y que no lo llamaría el modelo del consenso de Washington, ni el modelo neoliberal. Eso es un epíteto que se le ha puesto. Es el modelo de la racionalidad económica y del pleno aprovechamiento de la capacidad productiva y del potencial de crecimiento que tiene un país.
En la definición de las reglas del juego que está pendiente en Argentina ¿es aplicable el modelo chileno?
Cada país tiene su propia historia, pero si por modelo chileno entendemos el haber definido reglas del juego claras, que procuran una creciente integración de Chile al mundo, un alto grado de competencia y transparencia en los mercados, un gran equilibrio fiscal e incentivos al ahorro, sin duda el modelo chileno es apropiado para Argentina, como lo es para cualquier economía emergente.
Pero muchos en Argentina culpan al modelo de los ’90 por lo que pasó en la crisis del 2002.
No, eso de que muchos culpan es una interpretación mediática. Los argentinos son inteligentes y saben que algunas cosas produjeron malos resultados, como el excesivo gasto de las provincias y su endeudamiento. Los políticos que actualmente están en el gobierno, sobre todo los dirigentes provinciales, le echan la culpa a Menem, a De la Rúa, a Cavallo, pero la gente sabe que las responsabilidades por el exceso de gasto fueron de toda la dirigencia entre el ’97 y el ’99.
«El FMI se portó mal»
¿Y cuál fue la responsabilidad del FMI?
La única responsabilidad del FMI es la de haber prometido un apoyo para una reestructuración ordenada de la deuda en el segundo semestre del 2001, y luego no hacerlo. En el momento crítico, el FMI envió señales contradictorias que hicieron interpretar a los populistas argentinos que el Fondo pretendía el default, la devaluación y el caos que sobrevino en el 2002.
Hay quienes critican al FMI por un supuesto doble estándar: impone un severo ajuste fiscal a Brasil, pero con Argentina ha tomado una actitud más paciente, ahora que viene la renegociación…
No, no creo que haya que verlo así. El Fondo se portó muy mal con Argentina en la segunda mitad del 2001, porque debería haber ayudado a Argentina a hacer una reestructuración ordenada de la deuda, tal como lo había prometido en el mes de agosto, y luego no lo hizo. Por lo tanto el Fondo Monetario se siente corresponsable de haber provocado el default y la devaluación, y yo, claramente, lo hago responsable del proceso de pesificación que significó imponerles una quitada a los acreedores internos, que afectó a los ahorristas del sistema bancario y a los titulares de los fondos de pensiones.
Eso llevó a destruir la riqueza financiera de los argentinos y a eliminar los incentivos al ahorro.
Más allá del FMI y de la clase política, la crisis argentina se identificó con usted.
Sin duda hubo una decisión política del gobierno de Duhalde, apoyada por el principal multimedio de la Argentina -el grupo Clarín-, de identificarme a mí como el chivo expiatorio. Pero ahora yá han cambiado, ahora lo tratan de transformar como el chivo expiatorio a Menem y a De la Rua.
¿Y cual fue la responsabilidad de Menem en la crisis?
Tuvo una fortísima responsabilidad política para bien durante un período y para mal en otro. Pero en el desmanejo político y económico del ’97 al ’99 Menem tuvo un colega que es tan o más responsable que él. Y ese colega es Duhalde, porque el desmanejo de esos años fue fruto de la competencia entre los dos por la candidatura presidencial del ’99.
«Se me hizo difícil trabajar en Argentina»
¿Su reclusión en Estados Unidos ha sido un autoexilio dadas las fuertes críticas que enfrentó en su país?
Simplemente yo trabajo donde me ofrecen hacerlo. Con la actitud del gobierno de Duhalde y de la prensa en general, obviamente se me hacía difícil trabajar en la Argentina. Pero yo siempre desarrollé actividades en relación a la Argentina, y aun cuando estuve en actividades académicas, siempre volqué mi experiencia hacia mi país.
¿Quiere volver a participar en política en su país?
Uno nunca sabe si va a volver a participar en política, porque eso no depende tanto de uno sino de las circunstancias.
¿Cómo evalúa lo que han hecho Kirchner y el ministro de Economía Lavagna?
Lo que han hecho desde la segunda mitad del breve período de Duhalde y luego desde que asumió Kirchner es calmar la situación. Pero claramente no han adoptado ninguna decisión que signifique definir un rumbo claro hacia el futuro. Eso es lo que van a tener que hacer y que yo descuento que se va a hacer en el transcurso del próximo año. Yo creo que las va a terminar clarificando en el sentido de restablecer y reparar las reglas del juego que permitieron a Argentina crecer entre el 91 y el 98.