(continúa del post anterior)
Hasta la revolución keynesiana, sólo se prestaba atención a la política monetaria: básicamente el manejo monetario del Banco de Inglaterra. La política monetaria tenía, en primer lugar, la misión de proveer un ancla nominal para el nivel de precios, es decir asegurar que no existiera ni inflación ni deflación.
Si bien la libra esterlina estaba pegada al oro, el Banco de Inglaterra manejada la tasa de interés para expandir el crédito bancario cuando había tendencia a la deflación y para contraerlo cuando había tendencia a la inflación. Habían existido períodos de déficit fiscal y emisión de deuda pública, básicamente en los años de guerra. Las compras y las ventas de deuda pública por parte del Banco de Inglaterra (llamadas operaciones de mercado abierto) eran el mecanismo para manejar la tasa de interés que influía sobre el crédito bancario.
Keynes argumentó que en el caso de la deflación, la política monetaria, por más expansiva que fuera, no lograba resolver el problema, porque se producía la trampa de liquidez. Los bancos acumulaban liquidez y no expandían el crédito bancario. Por eso insistió en la importancia de valorizar la política fiscal.
Por supuesto, Keynes sostenía que en caso de tendencia al recalentamiento de la economía había que aplicar política fiscal restrictiva para eliminar la inflación y reestablecer la estabilidad de precios, pero no prescribió política monetaria restrictiva, porque descreía del efecto de la política monetaria sobre el nivel general de precios.
La existencia de herramientas fiscales (gastos públicos e impuestos), no significa que el gobierno pueda hacer política fiscal en el sentido keynesiano del término. Para que exista política fiscal es necesario que haya crédito público y el gobierno pueda colocar deuda a tasas normales de interés. Keynes sostuvo que cuando había recesión y deflación la política monetaria expansiva debía ser complementada con la política fiscal también expansiva, es decir, recurrir al endeudamiento público para financiar un déficit fiscal. Cuando había recalentamiento de la economía e inflación Keynes recomendaba la contracción fiscal, es decir, retirar deuda pública mediante la generación de un superávit fiscal.
Keynes nunca discutió el problema de la estanflación, porque no era un fenómeno común. Sí, el de la hiperinflación, para el cual siempre recomendó lo que se denomina una reforma monetaria. Así resolvieron la hiperinflación los países Europeos que habían caído en hiperinflación en los primeros años de la década de los 20.
Cuando comenzó a aparecer el fenómeno de la inflación persistente, los monetaristas enfatizaron el papel determinante de la política monetaria y comenzaron a poner en duda que el crecimiento de la economía fuera impulsado por la demanda agregada. Se revitalizó la teoría del crecimiento por el lado de la oferta, más ligada a las tradiciones clásica y de la escuela austríaca. Fue este marco conceptual anti-keynesiano el que permitió descubrir la solución al problema de la estanflación.
La política monetaria contractiva implementada por Paul Volcker a partir de 1980 se combinó con un tipo especial de política fiscal decidida por Ronald Reagan. La política fiscal expansiva se basaba en un déficit fiscal que no se originaba en el aumento del gasto público sino en la reducción de los impuestos. Los Estados Unidos (y luego la mayor parte de los países europeos) lograron reducir hasta prácticamente eliminar la inflación y la economía no sólo se reactivó sino que tuvo muchos años de crecimiento sostenido.