La oposición tiene que ser cautelosa con sus promesas. En el mejor de los casos, un buen plan de estabilización podrá ponerse en marcha recién a principios de 2025

Con el alto grado de dolarización de facto que tiene la economía argentina, no se puede pensar en lograr una reducción significativa de la tasa mensual de inflación sin que se haya conseguido eliminar completamente el cepo cambiario y sea posible estabilizar el precio del dólar para quebrar la inercia inflacionaria.

Para que la reducción de la tasa mensual de inflación sea sostenible en el tiempo, la clave será que el gobierno aproveche la popularidad que le brindará ese éxito en el frente antiinflacionario para profundizar las reformas estructurales que permitan abrir plenamente la economía al comercio internacional y a las inversiones internas y externas capaces de movilizar los recursos naturales y humanos, afortunadamente abundantes, con que cuenta Argentina.

Un descontrol inflacionario tipo Rodrigazo de 1975 o hiperinflación de 1989 puede acortar o alargar los plazos para que pueda aplicarse un buen plan de estabilización, dependiendo de si se produce antes o después del cambio de gobierno. La razón de esta diferencia radica en el enorme costo social y el efecto demoledor del poder político que tiene la hiperinflación.

La estrategia política que tiene en mente Cristina Kirchner, seguramente basada en los razonamientos económicos de Axel Kicillof, consiste en evitar a toda costa que se desate una hiperinflación antes de la entrega del poder al nuevo gobierno pero que sea inevitable en el transcurso del próximo mandato presidencial. Sólo así se puede entender porqué la vicepresidente apoya la gestión de Sergio Massa como Ministro de Economía mientras reitera su adhesión al socialismo del siglo XXI de inspiración chavista.

Seguramente sabe por Axel Kicillof que, si Sergio Massa no consigue apoyos externos suficientes, el descontrol inflacionario extremo se puede producir en los próximos meses. Pero, al mismo tiempo, no quiere que se implementen ajustes fiscales y de precios elativos que puedan facilitar la gestión económica del nuevo gobierno.

En este contexto económico y político, los candidatos de la oposición tienen que ser muy cautelosos con sus propuestas y acciones iniciales para sortear la trampa que quedará activada sobre todo por la existencia del cepo cambiario.

Mientras exista el cepo cambiario, la tasa de inflación mensual tenderá a subir

El cepo cambiario, incluso si se limitara al comercio exterior de bienes, permitiendo que todas las demás transacciones sepudieran realizar en un mercado enteramente libre, sin intervención del Banco Central, obliga a ajustar el tipo de cambio controlado al ritmo de la inflación para evitar que se agrave el deterioro de la balanza comercial. Esta virtual indexación retrospectiva del tipo de cambio comercial se constituye en el principal factor de inercia inflacionaria.

Si el Banco Central insiste en aplicar el cepo cambiario a todo tipo de transacciones e impide que funcione al menos un mercado libre y legal para la entrada de capitales financieros, como viene ocurriendo desde su imposición a fines de 2019, la inercia inflacionaria se agrava porque la acelerada pérdida de reservas lleva a predecir que el ritmo de ajuste del tipo de cambio comercial va a tener que ser incluso superior a la inflación retrospectiva.

El monitoreo de las cuentas fiscales de aquí a que se conozcan los resultados de la próxima elección es la clave para dilucidar si será factible llegar al momento del cambio de gobierno sin que se haya desatado la hiperinflación.

El ministro de economía Sergio Massa puede derivar los pagos externos no comerciales a un mercado libre sin uso de reservas del Banco Central y seguir afrontando los pagos externos financieros con apoyos circunstanciales del FMI, de China y de Brasil.

Pero lo que no puede hacer impunemente es financiar un creciente déficit fiscal con más emisión monetaria y colocación de deuda en pesos indexados al tipo de cambio oficial sin que se desate una corrida contra los depósitos bancarios en pesos y en dólares. Si esto último ocurriera, la hiperinflación ya sería inevitable.

Si la hiperinflación licúa los pasivos remunerados y no remunerados del Banco Central antes del cambio de gobierno y reduce gastos del sector público en términos reales y, sobre todo, permite el sinceramiento de todos los precios internos que están atrasados en relación al precio del dólar oficial, será más fácil la aplicación por parte del nuevo gobierno de un buen ajuste fiscal.

Si no se produce antes de la entrega del poder, el nuevo gobierno podrá evitar la hiperinflación demoledora del poder político sólo si decide ajustar las cuentas fiscales mediante la reforma del estado, las privatizaciones y la apertura de la economía para eliminar el cepo cambiario del mercado comercial, recién cuando esas decisiones hayan llevado a una fuerte apreciación del tipo de cambio en el mercado libre.

Si en lugar de hacerlo con esa metodología decide eliminar de inmediato el cepo cambiario con la ilusión de producir el ajuste fiscal recurriendo a una fuerte devaluación que licue deudas, salarios y jubilaciones, al estilo del ajuste de enero de 2002, no encontrará régimen monetario alguno capaz de derrotar a la inflación en un mandato presidencial.

Puede parecer paradojal, pero si para evitar la inercia inflacionaria que crea el cepo cambiario, el nuevo gobierno decide eliminarlo de inmediato para todo tipo de transacciones, sin que haya habido tiempo para implementar un ajuste fiscal y la economía haya digerido toda la excesiva emisión monetaria anterior, el resultado puede ser una explosión hiperinflacionaria, costosísima desde el punto de vista social y demoledora desde el punto de vista político.

Aspirar a que una hiperinflación licue gastos y pasivos, lejos de ayudar a estabilizar, se constituirá en un gran obstáculo

Un ajuste fiscal como el que produjo “superávits gemelos” a partir del 2002, decidido por el actual gobierno, desataría la hiperinflación. No creo que Massa lo intente.

Si, porque no lo hace el gobierno kirchnerista, el nuevo gobierno decidiera hacerlo al inicio de su gestión, con esa misma metodología, se verá frustrado su afán estabilizador.

Lo que se necesita es una reorganización de la economía y un ajuste fiscal como el que hicimos entre 1990 y 1991.No como el de 2002 y 2003.

Argumentación

Prácticamente todos los economistas y dirigentes políticos no kirchneristas coinciden en que para estabilizar y volver a crecer se necesita producir un fuerte ajuste fiscal que permita dejar de aumentar el endeudamiento del Banco Central.

Algunos economistas profesionales que se desgarran las vestiduras porque argumentan que Milei con su prédica dolarizadora quiere provocar una hiperinflación, han comenzado a proponer un ajuste fiscal desdolarizador como el que aplicó Remes Lenicov en 2002. Argumentan que para ello se necesita un respaldo político como el que brindaron Duhalde y Alfonsín desde enero de aquel año.

Yo sostengo que si el ajuste fiscal no se hace como el que implemetó el gobierno de Menem entre 1989 y 1991 sino que trata de imitar al que se hizo entre 2002 y 2003, la economía va a entrar en hiperinflación y luego de ello no encontrará ningún régimen monetario capaz de derrotar a la inflación en un mandato presidencial.

La gran diferencia entre las dos estrategias alternativas para el ajuste fiscal radica en el herramental que se utiliza. Una alternativa es usar la reforma del estado, las privatizaciones y la apertura de la economía. Otra alternativa consiste en recurrir a una fuerte devaluación “desdolarizadora” que licue deudas, salarios y jubilaciones, brinde fuerte protección a la sustitución de importaciones y genere recursos fiscales a través de las retenciones agropecuarias, petroleras y mineras.

Voy a utilizar la experiencia de los dos grandes ajustes fiscales de los últimos 35 años para explicar porqué sostengo que el ajuste al que Carlos Melconian bautizó “San Remes”, es lo peor que le puede pasar a la economía argentina. Y le pido disculpas a Remes, porque es injusto utilizar su apellido cuando me consta que el ajuste que hizo no era el que él tenía planeado, aunque diga que lo había estudiado desde 1998. La verdad es que era el que buscaban algunos fuertes empresarios de la Unión Industrial Argentina representados por De Mendiguren, en coalición con los industriales que añoraban la protección del período de encerramiento económico anterior a la convertibilidad. Esos lobbies lograron engañar a Duhalde y a Alfonsín y llevaron a Remes a adoptar las decisiones que, a la postre, le hicieron un daño enorme a la economía.

 Si la aceleración inflacionaria licúa los pasivos remunerados y no remunerados del Banco Central antes del cambio de gobierno y reduce gastos del sector público en términos reales y, sobre todo, permite el sinceramiento de todos los precios internos que están atrasados en relación al precio del dólar oficial, será más fácil la aplicación por parte del nuevo gobierno de un buen ajuste fiscal. Pero si nada de esto ocurre antes del cambio de gobierno y el nuevo equipo económico piensa que debe comenzar con un ajuste fiscal al estilo del que se atribuye a Remes, la gestión del nuevo gobierno estará condenada, desde el vamos, al fracaso.

El ajuste fiscal del tipo del que condujo a los “superávits gemelos” del 2002 es incompatible con un plan de estabilización posterior porque supone una violación generalizada de contratos y de derechos de propiedad de quienes ahorraron e invirtieron productivamente en el pasado y deja mucho más desalineados que antes a los precios relativos, los que en la búsqueda de su realineamiento van a generar una puja distributiva muy desestabilizadora en una economía que seguirá con alta inflación y gran inercia inflacionaria.

Formas alternativas de ajuste fiscal

Que va a ser necesario un fuerte ajuste fiscal para poder estabilizar es algo que ningún economista profesional ni ningún dirigente político responsable discute. La cuestión que vale la pena investigar es cómo se va a producir ese ajuste fiscal.

Hay dos mecanismos que en cierta medida son las alternativas extremas:

 1. La reforma del estado con eliminación de los organismos, empresas y fuentes de gastos que no son esenciales y que sólo sirven para distribuir beneficios a funcionarios políticos y miembros de corporaciones que por largo tiempo lograron obtener prebendas y privilegios; y

2. Una fuerte devaluación con su consecuente salto inflacionario y default de la deuda externa e interna para licuar gastos y pasivos.

Ajuste fiscal por reforma del estado

Como ejemplo histórico de la primera alternativa se puede mencionar la reforma del estado iniciada en 1989, cuando el déficit fiscal primario ascendía a 7,2% del PBI y pasó a un superávit fiscal de 0,4% del PBI en 1993. Es decir, un ajuste fiscal de 7,6% del PBI en 4 años.

Para describir lo que supuso y significó este ajuste, copio a continuación el cuadro 14.5 del libro “Historia Económica Argentina” que escribimos con mi hija Sonia Cavallo Runde y publicó El Ateneo en 2016.

En el cuadro se puede ver que el gasto primario pasó de representar el 33,1% del PBI en 1989 a 23% promedio entre 1991 y 1993 y se mantuvo en ese nivel hasta 1996. Esto se logró por la implementación de todas las reformas que fueron posibles por la aplicación de las Leyes de Emergencia Económica y de Reforma del Estado aprobadas en 1989 con apoyo de la bancada radical de la Cámara de Diputados.

Los ingresos totales se redujeron del 27,5% en 1989 a 24,4% en 1991 (cuando se eliminaron las retenciones a las exportaciones y se derogaron 24 impuestos menores) y a alrededor de 23% entre 1993 y 1996 cuando se dispuso que los aportes personales jubilatorios dejaran de ingresar al Tesoro y fueran a las cuentas individuales de las AFJPs.

A pesar de la baja en la recaudación impositiva, el ajuste en el gasto primario había sido tan importante que el déficit primario se revirtió totalmente y generó un superávit que hasta el año 1994 permitió cubrir los intereses de la deuda, lo que permitió que el déficit total prácticamente desapareciera. Reapareció, en forma muy moderada, a partir del impacto de la crisis tequila de 1995.

La razón por la que estos fenómenos se desplegaron en forma lenta a partir de 2003 se explica porque la economía había quedado desindexada desde la vigencia de la convertibilidad y porque los gobiernos que se sucedieron pudieron seguir manoteando ahorros que se habían acumulado durante lo años de la convertibilidad para financiar los déficits que reaparecieron a partir de 2007. Pero que la inflación no se iba a detener, está a la vista a 22 años de aquel ajuste, porque, además de que los “superávits gemelos” se han transformado en grandes “déficits gemelos”, los desajustes de precios relativos son tan graves como los que surgieron de las medidas adoptadas en 2002 y el país se encuentra estancado, sin crédito interno ni externo. Y con pobreza extrema. Y todo esto ocurrió durante años en los que Argentina gozó del período más largo de altos precios de exportación de toda su historia.

Este comportamiento de las cuentas fiscales permitió que se pudiera aplicar el régimen de convertibilidad, que eliminó la inflación crónica de la economía argentina.

Ajuste fiscal por fuerte devaluación y salto inflacionario

El ejemplo histórico más cercano de la segunda alternativa para el ajuste fiscal es la fuerte devaluación de 2002, implementado a través de la desdolarización compulsiva de la economía y el default de la deuda externa e interna, que permitió pasar de un déficit fiscal del 5,2% del PBI en 2001 a un superávit fiscal del 3,4% del PBI en 2004. Es decir, un ajuste fiscal de 8,6% del PBI en cuatro años.

En los cuadros 16.2 y 16.3, se puede observar que el gasto primario, que en 2001 era del 23,8 del PBI, sólo bajó a alrededor del 22,4% entre 2002 y 2003 y ya en 2004 había vuelto a 23,6% y a 24,8% en 2005.

La disminución del gasto total se produjo por la reducción drástica de la factura de intereses desde el 4,8% del PBI en 2001 a alrededor del 2% en los años siguientes, Esto fue resultado del default de la deuda y de la desdolarización compulsiva de la economía, que le sustrajo una buena parte de sus ahorros a los depositantes.

Lo notable de este ajuste fiscal es que para lograr una tímida reducción del gasto primario (de 23,6% a 22,4%) necesitó reducir los salarios reales entre un 10 % (para los trabajadores formales) y un 30% (para los trabajadores informales) en el período 2001 a 2003 y, en el caso de los ingresos de los informales, todavía abajo en un 30% hacia 2005. Esto se puede ver en el gráfico 16.7

Este comportamiento de los salarios reales explica el impresionante aumento de los índices de pobreza entre mayo-octubre de 2001 y mayo -octubre de 2002, tal como lo muestra la Tabla 16.1

Para poner la evolución del índice de pobreza en perspectiva vale la pena observar el gráfico 16.11 que cubre el período 1988-2015. Ahí se observa que el ajuste fiscal por Reforma del Estado y la estabilización posterior permitió reducir significativamente el índice de pobreza y a pesar de que hacia el final de la década y en los años 2000 y 2001 ya fue tan alto como había sido en 1988 y 1989, el gran salto se produjo con motivo del ajuste fiscal por devaluación, golpe inflacionario y default del año 2002. Luego bajó, pero bien medida (a partir del 2007, estimada por la UCA porque las cifras del INDEC fueron fruto de la mentira sobre la tasa de inflación) estuvo siempre en el nivel más alto de la década del 90 y, en promedio, permanentemente por arriba de la pobreza durante la convertibilidad.

Conclusión

La reforma del Estado, las privatizaciones, la eliminación de impuestos distorsivos, la apertura de la economía y el anclaje nominal de las expectativas de inflación son indispensables para que se pueda derrotar definitivamente a la inflación en un período de dos años.

Si en lugar de ello se confía en que la licuación de gastos y pasivos hará el trabajo sin que sean necesarios aquellos cambios organizativos de la economía, no habrá forma de anclar nominalmente las expectativas y la inflación seguirá azotando a la ya muy empobrecida economía argentina.

El sistema cambiario que facilitaría la transición no traumática hacia el mercado verdaderamente único y libre de cambios

Unos trascendidos que salieron en la prensa de una supuesta propuesta de desdoblamiento cambiario como ingrediente de una nueva organización económica que yo habría hecho en Punta del Este, han creado confusión entre amigos liberales. Me apresuro a aclararla.

Yo no propongo que un sistema de doble mercado sea la forma de organización cambiaria de un futuro plan de estabilización. Todo lo contrario, la estabilización eficaz de la economía sólo podrá comenzar el día que se haya logrado la unificación y liberalización completa del mercado cambiario.

Yo procuré explicar cómo se pasa de una situación como la actual, que parte de muchos tipos de cambio diferentes, todos fijados directa o indirectamente por el gobierno, a un mercado de cambios verdaderamente único y libre, sin restricciones para el movimiento de capitales.

Con el sistema actual el gobierno va a seguir perdiendo divisas y va a tener que imponer cada vez más restricciones a las importaciones. Se acentuará la expectativa de un salto devaluatorio en el mercado oficial. Yo he venido proponiendo que el control de cambios se limite al comercio exterior de bienes. Ahora insisto que será imprescindible hacerlo después de las PASO si del resultado queda claro que el futuro gobierno considera que se debe llegar a un mercado único y libre de cambio. En el mercado comercial el tipo de cambio seguirá siendo determinado por el Banco Central hasta la unificación completa. Por supuesto, deberá ajustarlo como mínimo al ritmo de la inflación, para impedir que sufra una apreciación real.

Todas las demás transacciones cambiarias se cursarán por un mercado libre, sin ningún tipo de restricciones y sin que intervenga para nada el Banco Central. Se transarán en este mercado las relacionadas con servicios reales y financieros, incluidas las cobranzas de prestadores de servicios en el exterior, las transferencias de capital, incluidas repatriaciones y dividendos, pero también ingresos decididos por inversores directos o financieros y atesoramiento sin limitación de montos.

El tipo de cambio que resultará en este mercado libre tendrá el techo que imponga el deseo de los tenedores de dólares en el país o en el extranjero de abastecerlo porque resultan atraídos por el alto precio que podrán obtener vendiendo en el presente sus divisas en comparación con lo que esperan que valgan en el futuro.

El anuncio de un nuevo gobierno de que se avanzará hacia la unificación y liberalización total hará que, a partir de un cierto precio del dólar libre, la tendencia sea a la apreciación real, no a la depreciación. Esta tendencia se acentuará cuando el nuevo gobierno comience a adoptar decisiones que restablezcan el equilibrio entre los precios relativos y en las cuentas fiscales.

Lo importante de este esquema cambiario para la transición es que la convergencia hacia el mercado único y libre de cambios se producirá por vía de la apreciación del tipo de cambio libre y los exportadores no tendrán motivo para demorar sus exportaciones porque quedará claro que la unificación del mercado cambiario no implicará salto devaluatorio significativo del tipo de cambio comercial.

Victor Elías: el mas generoso de los economistas apasionados por la excelencia en la investigación y la enseñanza de la economía en Argentina

Victor Elías fue no sólo un gran economista y educador sino, conforme a mi experiencia personal, el académico que más contribuyó a la formación profesional de excelencia de los economistas argentinos desde la década de 1960 hasta el presente.

En mi caso particular, él consiguió que me admitieran en la Universidad de Harvard sin que tuviera siquiera que seguir los pasos habituales para gestionar la admisión. Enterado que el jefe del comité de admisión era el Profesor Zvi Griliches, yo decidí enviarle una copia de un paper econométrico que había escrito y publicado en español en el que usaba una metodología desarrollada por él. Cuando Griliches lo recibió, aprovechó la presencia de Victor Elías como investigador visitante en el departamento de Economía de esa Universidad para preguntarle sobre mis antecedentes. Las muy buenas referencias que Victor le dió sobre mi desempeño como alumno y docente de la Universidad de Córdoba, valió para que Zvi Griliches me enviara de inmediato la admisión. Esto ocurrió en el año 1974.

Yo mantuve desde entonces una relación profesional y de amistad con Victor Elías que me ha permitido aprender mucho de él y de los economistas a los que él ayudó a avanzar hacia la obtención de doctorados en las mejores universidades del mundo. Y esto que me pasó a mi, se que le pasó a decenas de economistas argentinos que lograron su apoyo a lo largo de sus carreras profesionales.

Hace unos pocos meses, en oportunidad del décimo aniversario de la Fundación Federalismo y Libertad, pude conversar largo con él en Tucumán y me contó sobre la trayectoria de los muchos economistas a los que él apoyó para que ingresaran en universidades de excelencia como lo había hecho conmigo. Tenía en su memoria todas las publicaciones y trabajos profesionales, sobre todo los del mundo académico, de cada uno de sus discipulos. Quedé admirado por la devoción que demostraba por seguir acompañando con su consejo y amistad a esos economistas que habían logrado coneguir su apoyo para el inicio de sus respectivas carreras.

Pude constatar que lo que había sido mi relación con él se había reproducido decenas de veces y que además de sus contribuciones académicas al desarrollo de la teoría económica y, particularmente, a la contabilidad del crecimiento, materia en la que fue un lider a escala mundial, fue el promotor más efectivo de la carrera profesional de los economistas argentinos que trataron de perfeccionar sus conocimientos en el exterior para volcarlos, como él ejemplarmente lo hizo, en el avance de los estudios sobre el crecimiento de la economía argentina en el conexto de la economía mundial.

Para ejemplificar el tipo de relación que el mantuvo con los profesionales a los que había apoyado al inicio de sus respectivas carreras, encontré en mi email una muestra que me pertmito compartir con los lectores de este blog.

El 5 de Octubre de 2019 recibí este mensaje de Victor Elias:

Estimado Domingo,

Mi sobrino Carlos Elias me conto sobre tu visita a Harvard y tu conversacion con el Profesor Jorgenson. Me alegro mucho tener noticias de ambos. El Profesor Jorgenson fue crucial en mis contribuciones a «growth accounting»; sigo muy de cerca su trabajo, su gran proyecto de World KLEMS, y lo admiro mucho. Tambien recuerdo con placer a Yair Mundlak y a su gran interaccion contigo, aporte de mucha importancia para el estudio del crecimiento ecnomico argentino.

Espero poder verte en Diciembre en Tucuman.

Muchos saludos para ti Sonia y tus hijos.

Hasta pronto,

Victor Elias

Mi respuesta el 6 de Octubre fue la siguiente:

Querido Victor,

Ahora estoy nuevamente en Cambridge. Vengo seguido porque mi hijo Alberto es Profesor Asociado en la HBS, está en tenure track y si Dios quiere le falta poco para que decidan si le dan o nó el tenure. Mañana tengo que dar una charla sobre Argentina en la Sloan School of Business de MIT y el martes en la Kennedy School of Government de Harvard. Me entretengo hablando con muchos amigos que tengo por acá. La última vez que estuve, cené con Dale Jorgenson y su esposa y, como le conté a tu sobrino Carlos, nos acordamos de tí. Jorgenson te tiene mucho aprecio y admiración. En esta oportunidad no lo he visto, pero voy a llamarlo. Me toca a mi invitarlo esta vez.

Al que extraño es a Yair Mundlak, que posiblemente sabés que falleció hace dos años. Me invitaron de la Universidad Hebrea de Jerusalem a presentar un paper en un simposio que se hizo en su honor. Fue mi mentor, como por lo que me decís, fue Jorgenson para vos.

Estoy ansioso por ir a Tucumán y conversar contigo. Tuve que suspender mi visita el mes pasado porque no me pareció apropiado hablar durante el proceso electoral. Espero poder hacerlo en Diciembre.

Te mando un fuerte abrazo,

Mingo

Hoy, cuando me enteré de su fallecimiento por José Guillermo Godoy, además de rezar por su eterno descanso, me parecio apropiado dar testimonio de lo mucho que le debo en mi carrera profesional. Estoy seguro que los muchos economistas que se consideran sus discipulos, comenzando por su hijo Julio Jorge que está siguiendo sus pasos de manera admirable, coincidirán con mi pensamiento y recuerdos.

Que Dios lo reciba en el cielo y lo premie por su vida ejemplar.

Los datos fiscales de enero agregan incertidumbre sobre la tasa de inflación para el resto del año

El control del gasto público es la única herramienta que el gobierno tiene disponible para evitar que la tasa de inflación salte por arriba del 6% mensual.

Aunque estuvo tentado de hacerlo durante diciembre y parte de enero, ya expliqué en informes anteriores que el gobierno no podrá atrasar más el tipo de cambio oficial. Tampoco podrá rebajar la tasa de interés ni esterilizar más de lo que ha venido haciendo la expansión de la base monetaria. Peor aún, si intentara utilizar alguno de estos instrumentos, estaría arriesgando el amesetamiento de la tasa mensual de inflación alrededor del 6% mensual y aumentaría la probabilidad de un salto devaluatorio capaz de generar un “Rodrigazo”.

Lamentablemente, las cuentas fiscales del mes de enero, muy diferentes según se lea el informe de la Secretaría de Hacienda (SH) sobre base caja o el de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), sobre base devengado, no permiten dilucidar si el gobierno tiene efectivamente el propósito de reducir la tasa de crecimiento nominal del Gasto Público.

En las cuentas de la Secretaría de Hacienda sobre base caja, el gasto total de la Administración Nacional aumentó en enero, con respecto al mismo mes del año anterior, el 115% mientras que, en las cuentas fiscales de la Oficina de Presupuesto del Congreso sobre base devengado, aumentó sólo el 78%. Dilucidar cual es la razón de esta diferencia, es clave para evaluar la posibilidad efectiva de que se reduzca el ritmo de crecimiento del gasto público. A esto se dedicará este informe.

Las cuentas fiscales del mes de enero de 2023

Los cuadros 1 y 2, presentan en forma resumida las principales cuentas fiscales para el mes de enero según la Secretaría de Hacienda y según la Oficina de Presupuesto del Congreso. El cuadro 1 presenta los valores en miles de millones de pesos y el Cuadro 2 muestra los porcentajes de variación entre 2022 y 2023.

La gran diferencia entre los datos de la SH en comparación con los de la OPC es particularmente expresiva en el renglon del Balance Fiscal primario. Mientras que según la SH en enero se produjo un déficit fiscal primario de 223 miles de millones de pesos (mm$), La OPC calcula un superávit fiscal primario de 325 mm$.

En el cuadro 2 se muestra el incremento de gastos e ingresos durante 2022 en comparación con el incremento presupuestado para todo el año 2023 (en rojo) y compara el incremento observado entre enero de 2022 y enero de 2023 según las cuentas base caja publicadas por la Secretaría de hacienda y las cuentas base devengado que aparecen publicadas por la Oficina de Presupuesto del Congreso.

Lo primero que se destaca es que mientras el gasto total sobre base caja había subido 70% durante 2022 y para 2023 se presupuestó un incremento del 62%, durante el mes de enero el gasto total pagado aumentó 115%, casi el doble que el presupuestado. El incremento devengado durante el mes de enero fue de 78%, mas parecido al de todo el año 2022 y el presupuestado para todo el año 2023, pero aún así, mas elevado que ambos patrones de comparación.

De la observación de las cifras de los cuadros 1 y 2 surgen varios interrogantes relevantes para discernir lo que debe esperarse en materia de aumento del gasto durante 2023 y, consecuentemente, que déficit fiscal puede estimarse para el año completo.

Es muy probable que el gran aumento del gasto efectivamente pagado durante enero de 2023 se explique por la decisión de diferir gastos de 2022 para ser pagados en el primer mes de 2023, artificio contable para mostrar cumplimiento de las metas fiscales acordadas con el FMI. Si esto fuera así y en los meses siguientes dejaran de existir pagos diferidos, todavía sería posible conseguir que el aumento del gasto público no se aleje mucho, durante todo 2023, del que se produjo durante 2022.

Observar las cifras del gasto devengado durante el primer mes de 2023 puede ayudar a examinar la posibilidad de que el incremento del gasto público se modere y no agregue presión sobre la tasa de inflación.

El 78% del gasto devengado durante enero de 2023 surge de promediar un aumento del 123% de los intereses a cargo del Tesoro con un aumento del 70% del gasto primario. Éste es idéntico al porcentaje de aumento del gasto primario durante 2022 y apenas superior al 62% presupuestado para todo el año 2023.

Es muy probable que las cuentas fiscales según lo devengado de enero de 2023 dadas a conocer por la Oficina de Presupuesto del Congreso hayan sido utilizadas por el equipo económico para demostrar ante el FMI la intención de cumplir con las metas acordadas con esa entidad y con el presupuesto aprobado por el Congreso para todo el año 2023.

Las cuentas fiscales según lo devengado también son resultado de contabilidad creativa

Lamentablemente, no se puede dar crédito a las cuentas fiscales según lo devengado publicadas por la Oficina de Presupuesto del Congreso. No porque la OPC haya alterado las cifras de la contabilidad, sino porque la Secretaría de Hacienda omitió devengar importantes gastos que tendrán que pagarse inexorablemente. Así como en diciembre difirió pagos importantes que se terminaron haciendo en enero, en enero difirió devengamientos importantes que tendrán que hacerse en los meses siguientes. Esto surge claramente de las cifras que se muestran en el cuadro 3.

Son especialmente significativas las cuentas “subsidios económicos”, “intereses” y “gastos de capital”. intereses. Mientras que en enero de 2023 se pagaron 199 mm$ de “subsidios económicos”, sólo se devengaron 16 mm$, una cifra que es incluso 76% más baja que la que se había devengado en enero de 2022. Otra diferencia llamativa es la del rubro “intereses” por el que se pagaron 46 mm$ en enero 2023 y sólo se devengaron 261 mm$. Para la cuenta “gastos de capital” se pagaron 155 mm$ y se devengaron sólo 29 mm$, cifra que también es menor al devengamiento de enero de 2022.

Algo parecido ocurre con las cuentas “bienes y servicios”, “transferencias a provincias” y “transferencias a universidades”, aunque con porcentajes de subestimación menores a los de las tres cuentas mencionadas en el párrafo anterior.

Con contabilidad creativa no podrá el gobierno influir sobre las expectativas inflacionarias. Por el contrario, la poca claridad de las cuentas fiscales sólo agrega incertidumbre sobre el curso de la inflación en los próximos meses. Yo sigo pensando que el mejor resultado que Sergio Massa puede conseguir es que la tasa de inflación promedio no exceda del 6% mensual (o del 100% anual) hasta fin de año. Pero el riesgo de un Rodrigazo no ha desaparecido sobre todo si en lugar de aplicar medidas efectivas para el control del gasto público se apela a la contabilidad creativa pretendiendo engañar a los agentes económicos.