La aceleración inflacionaria que se produjo durante setiembre, es muy preocupante. La medición basada en precios online, que capta el aumento de los bienes y servicios que se comercializan libremente en los mercados, indica que hasta el 28 de setiembre, la tasa de inflación promedio de treinta días llegó al 9% y la de los últimos 30 días (punta a punta) al 12%. Se trata de la más alta tasa mensual de inflación desde que asumió el Presidente Macri. ¡Peor aún, desde el año 2003!
Medida por los precios online, hasta agosto de 2018, la tasa más alta se había producido en febrero de 2016, luego de la devaluación del Peso que sucedió a la eliminación de los controles de cambio y la reunificación del mercado cambiario en diciembre de 2015. En aquel momento la tasa mensual promedio llegó al 6% y la de los últimos treinta días al 7%. Ahora, lo que llegó a ser 6% se ha transformado en 9% y lo que fue 7% se ha transformado en 12%
Es probable que la tasa del índice de precios al consumidor (IPC) que mide el INDEC resulte algo menor, porque los precios regulados (y de servicios privados que se ajustan con una frecuencia menor a la mensual, como los de educación y salud) han aumentado poco durante septiembre. Elypsis la estima en 7,3%.
Esto también había ocurrido en febrero de 2016, cuando el IPC medido por el INDEC subió 4,8% (en comparación con el 6% de suba de los precios online). Pero como en aquella oportunidad, el aumento de los precios regulados impactará en el índice medido por el INDEC en los meses siguientes, ubicando al aumento del IPC por arriba del aumento de los precios online. En el mes de abril de 2016, el aumento del IPC INDEC fue 6,7% cuando ya la tasa de inflación de los precios online había bajado a 2,5%. La relación entre la tasa de inflación medida por el IPC y la que resulta de seguir los precios online, se muestra en el gráfico 2.
¿Qué pasará con la tasa de inflación en los próximos meses? Más allá de que la tasa del INDEC volverá a ubicarse por arriba de la inflación de los precios online por las razones antes expuestas, el curso futuro de la tasa de inflación resultará de lo que ocurra con el precio de los bienes y servicios que se comercializan libremente en los mercados, es decir, con la tasa de inflación de los precios online.
Si, como ocurrió a partir de febrero de 2016, esta tasa de inflación disminuyera y fluctuara entre el 1 y el 3% mensual, como ocurrió hasta abril de 2018, sería posible que la tasa anual de inflación vuelva al entorno del 24% anual (o 1,8% mensual) en el que estuvo entre julio de 2016 y abril de 2018. Esto es lo que parece esperar el gobierno cuando se observan las proyecciones macroeconómicas del presupuesto para 2019. Pero, ¿hay chances de que pase algo parecido a lo que ocurrió entre julio de 2016 y abril de 2018?
En el nuevo acuerdo con el FMI se argumenta que al reemplazarse la estrategia de metas de inflación (control de la tasa de interés) por la del control de la cantidad de dinero (crecimiento cero de la Base Monetaria), mejorará la efectividad de la política monetaria en la lucha contra la inflación.
Luego de anunciado el nuevo acuerdo con el FMI los macroeconomistas se entretuvieron discutiendo si el control de los agregados monetarios (en particular de la Base Monetaria) que reemplaza al control de la tasa de referencia del Banco Central (o a la tasa de LEBACs y LELIQs) será o nó una herramienta más eficaz en la lucha contra la inflación. En mi opinión, esta discusión es irrelevante.
Sea que la contracción monetaria se implemente controlando algún agregado monetario o controlando la tasa de interés, los resultados van a ser los mismos. Lo relevante es discutir que va a ocurrir con el tipo de cambio de aquí a las elecciones. Pero antes de examinar esta cuestión, voy a fundamentar mi escepticismo sobre la relevancia de la discusión “agregados monetarios versus tasa de interés”.
Agregados monetarios versus tasa de interés
Los macroeconomistas educados en la escuela monetarista (genialmente expuesta por Milton Friedman) sostienen que la inflación tiene siempre su origen en el crecimiento desmedido de la cantidad de dinero. Y que la solución es reducir su expansión lo más rápido que sea posible. Para darle operatividad a este concepto, describen una economía cerrada con una única moneda que la gente acepta como medio de pago y reserva de valor.
En este tipo de economía, para eliminar la inflación sólo se necesita controlar la cantidad de dinero. La regla práctica suele ser que la cantidad de dinero crezca al ritmo de la economía real y, a lo sumo, un 2% anual adicional si es que se acepta el 2% anual de inflación como definición de estabilidad de precios (algo que se ha venido generalizando entre los bancos centrales de los principales países estables del mundo).
Como en la práctica no resultó fácil elegir una definición de cuál es la cantidad de dinero que debe controlarse (Base monetaria, M1, M2, M3 o M4) y aparecieron evidencias de que la demanda de cualquiera de estas definiciones de dinero no es muy estable, los mismos monetaristas tendieron a recomendar que en lugar del control cuantitativo del dinero, la autoridad monetaria pasara a controlar la tasa de interés en el mercado de títulos públicos de corto plazo que el Banco Central utiliza para conducir sus operaciones de mercado abierto. Esto llevó a la estrategia denominada “inflation targeting” o metas de inflación. Jugó a favor de esta variante de política monetaria, el argumento de que las tasas de interés tendrían un efecto más directo sobre la expectativa de inflación que el anuncio de la tasa de crecimiento de los agregados monetarios.
Pero más allá de esta discusión, que debería resolverse a partir de la observación de la realidad, las recomendaciones de política monetaria anti-inflacionaria que surgen de estas estrategias estabilizadoras, son prácticamente las mismas.
Así como no logró bajar la inflación de manera permanente la estrategia de “inflation targeting” (que dejó como herencia un atraso cambiario), si no logra estabilizar el precio del dólar e interrumpir la carrera devaluatoria de manera sostenible en el tiempo sin recurrir nuevamente a la entrada de capitales golondrinas que pueden volver a salir en cualquier momento, tampoco logrará bajar la inflación de manera permanente el crecimiento cero de la Base Monetaria (que dejará como herencia una profunda y larga recesión).
Ya no habrá atraso cambiario, pero una nueva interrupción repentina en el ingreso de capitales financieros de corto plazo antes de las elecciones del año próximo, agravaría la estanflación y podría llegar a poner al país al borde de la hiperinflación. El riesgo hiperinflacionario aumenta con el debilitamiento del poder político del gobierno y con la perspectiva de default.