Ojalá me equivoque y el futuro sea diferente al que predije antes de las PASO

Seis meses antes de la elección del 14 de mayo de 1989, en la que El Dr. Carlos Menem resultó electo Presidente, pronuncié un discurso en la Cámara de diputados. En esa oportunidad describí lo que podía llegar a ocurrir en la transición política que se iba a dar al año siguiente. Quienes quieran leerlo, lo encontrarán en las páginas 86 a 89 de mi libro «Economía en tiempos de crisis«. También sugiero leer el prólogo de ese libro.

Lamentablemente, como explico en el artículo titulado ¨Porqué me atacan Brodersohn y Jesús Rodriguez¨, publicado en Clarín el 21 de marzo de 1989 y reproducido en las páginas 91 a 95 del mismo libro, algunos miembros del gobierno del Dr. Alfonsín inventaron que yo había pedido al Banco Mundial que suspendiera el envío de fondos y era responsable de la corrida cambiaria que se desató a partir de marzo de ese año. Lamentablemente ese invento está siendo utilizado estos días, por muchos comunicadores sociales, para argumentar que Alberto Fernández y sus colaboradores, están haciendo lo mismo que yo habría hecho antes de las elecciones del 14 de mayo de 1989.

Obviamente, quienes hacen esta comparación, desconocen totalmente las circunstancias que se vivían en aquella época, muy diferentes a las que se están viviendo ahora y, sobre todo, desconocen cuál era mi discurso de entonces, completamente opuesto al que Alberto Fernández y sus colaboradores vienen haciendo desde su nominación como candidato del Frente de Todos.

Pero para no hacer de este post un simple raconto histórico, me permito reiterar el pronóstico que hice el 31 de julio pasado sobre lo que podría ocurrir si resulta elegido el binomio Alberto Fernandez-Cristina Kirchner. Como sostengo en el título de este post, espero que mi pronóstico resulte equivocado.

¿Y si gana la fórmula Fernández-Kirchner?

Un futuro gobierno kichnerista, si accede al poder, impulsará un gran cambio en materia de política exterior y de política comercial externa. En política exterior, reemplazará la relación privilegiada con los Estados Unidos, Europa y la América Latina no bolivariana, por la búsqueda de apoyo político, comercial y financiero en Rusia y en China.

Consecuente con esta política exterior, en materia de política comercial externa se abandonará la idea de abrir la economía e integrarla a la economía global. Esto es lo que pregonan los denominados ¨economistas mercado internistas¨ y los industriales que siempre demandan proteccionismo frente a la competencia de las importaciones (de los que Ignacio de Mendiguren es el mejor símbolo),

Aumentos diferenciados en los aranceles de importación, mayores restricciones cuantitativas a las importaciones, aumento de las retenciones agropecuarias, mineras y energéticas e, incluso, restricciones cuantitativas a las exportaciones, pasarán a ser instrumentos de política económica habituales y muy importantes. Junto a los controles de precios y de cambios y los congelamientos de tarifas, las restricciones al comercio pretenderán controlar a la vez el aumento de los precios y la balanza comercial externa, dos frentes en los que las políticas enderezadas a promover el aumento del consumo interno, seguramente van a encontrar severas complicaciones.

En segundo lugar, se abandonaría la política de estabilización del programa negociado con el FMI que se basa en la restricción monetaria y el ajuste fiscal, para impulsar el consumo interno mediante una recomposición de los ingresos de los trabajadores y de los jubilados. En esta materia se notan grandes coincidencias con las propuestas de Lavagna.

Dado que el sólo anuncio de esta política provocará una fuerte corrida cambiaria, las declaraciones más recientes de Alberto Fernández apuntan a que la corrida se produzca entre las PASO y la primera vuelta de octubre, de tal forma que el gobierno de Macri termine con una fuerte devaluación y el consecuente deterioro adicional de los salarios reales y las jubilaciones. Si no fuera así, no se entendería que hable a la vez de aumentos adicionales de salarios y jubilaciones y de fuerte devaluación. Cualquier iniciado en economía sabe que es imposible conseguir ambos efectos simultáneamente: las fuertes devaluaciones siempre provocan caídas de los ingresos reales de los trabajadores y jubilados.

Los kirchneristas querrían que al momento del cambio de gobierno el precio del Dólar sea mucho más alto que el actual y que la caída de los salarios, de las jubilaciones y del consumo, en términos reales, sea bastante mayor a la que ya se ha producido como consecuencia de las fuertes devaluaciones ocurridas desde mayo de 2018 hasta abril de 2019.  Sólo así, podrían luego decir, que lograrán una recuperación del poder adquisitivo de trabajadores y jubilados, echando manos, sin complejos, a los controles de cambio para evitar que las devaluaciones continúen.

Si la corrida no se produce antes de las elecciones y el gobierno logra mantener el tipo de cambio entre 45 y 50 pesos, la probabilidad de un triunfo de la fórmula Alberto Fernández Cristina Kirchner disminuye, pero si llegaran a ganar la elección, no tendrían otra alternativa que enfrentar la corrida como primer paso de su gobierno y echarle la culpa de la fuerte devaluación inicial a la herencia del gobierno anterior. Por supuesto, en ese caso iniciarían el gobierno provocando una caída adicional del salario real, de las jubilaciones y del consumo, tal como ocurrió con el gobierno de Duhalde a partir de enero de 2002. Pero los kirchneristas confían que, en ese caso, podrán convencer a la gente que se trata de la consecuencia ineludible de la política del gobierno de Macri, tal como Duhalde logró asignarle la responsabilidad al gobierno de De La Rúa.

Las declaraciones de Alberto Fernández afirmando que se podrán financiar los aumentos de jubilaciones y otros beneficios sociales con los recursos que ahora el Banco Central destina a pagar los intereses de las LELIQs deben ser interpretados en el sentido de que su gobierno no piensa financiar el déficit fiscal con endeudamiento, sino que recurrirá lisa y llanamente a la emisión monetaria.

Las LELIQs, como las LECAPs y las LETES son formas alternativas que el gobierno utiliza para financiar el déficit fiscal sin emisión monetaria. En principio, si no hubiera un problema de stock, el financiamiento monetario del déficit provocaría una inflación acotada que se puede estimar en el cociente entre el déficit fiscal y la base monetaria.

Pero la existencia de un stock inicial de LELIQs, LECAPs y LETES plantea un riesgo inflacionario mucho más serio. Si no se desea seguir pagando las tasas de interés que demanden los tenedores de estos títulos para proceder a su renovación, la única alternativa será pagarlas con emisión monetaria y utilizar la explosión inflacionaria subsecuente como mecanismo “licuador” de todas las deudas en pesos tanto del sector público como del sector privado.

Para el caso de las LETES, como para el caso de los depósitos en dólares en el sistema bancario, el mecanismo ¨licuador¨ operaría previa decisión de pagar en pesos, al tipo de cambio oficial (luego de aplicar controles de cambio), las obligaciones en dólares bajo ley argentina. Por supuesto que todo este proceso se daría como respuesta a la corrida cambiaria inicial y se trataría de responsabilizar de su emergencia a las políticas de endeudamiento del gobierno de Macri.

Quienes piensan en este tipo de ¨solución¨ inicial al problema del endeudamiento público, estiman que luego de la explosión inflacionaria será posible evitar que ella se transforme en hiperinflación descontrolada. Para ello se piensa recurrir a congelamiento de tarifas, controles de cambio y controles de precios. Los controles de cambio aparecerán en forma simultánea a la decisión de pagar en pesos las LETES y depósitos en dólares y generarán, de inmediato un mercado paralelo para el dólar que inicialmente estará muy alejado de la cotización oficial.

La expectativa con la que se manejan es la del proceso de estabilización y reactivación que consiguió Lavagna a partir del segundo semestre de 2002, luego de la explosión devaluatoria e inflacionarias provocada por la pesificación compulsiva de enero de aquel año.

Esta expectativa es totalmente infundada. En 2002 la economía venía de un periodo previo de 10 años sin inflación, no existía indexación y la economía, si bien en estado de fuerte recesión, estaba muy bien capitalizada y contaba con capacidad instalada abundante en los sectores claves de la economía. El default de las deudas internas y externas eliminó por completo el déficit fiscal, porque a lo largo de los 10 años de estabilidad, el déficit primario había sido cero. El déficit primario cero que se espera lograr en 2019 es el resultado de un ajuste fiscal que el kirchnerismo promete revertir.

Además, los términos del intercambio externo se tornaron francamente favorables a partir del segundo semestre de 2002. A partir de ese momento, el Dólar comenzó a perder valor frente a todas las monedas del mundo, revirtiendo una tendencia inversa iniciada en 1999 y que había sido la principal causa de la recesión del final del gobierno de Menem y de los dos años del gobierno de De la Rúa. Nada parecido es esperable ahora en relación a la economía global.

Mi pronóstico es que las políticas que pueden deducirse de las declaraciones de Alberto Fernández, llevarían al país a la hiperinflación. No tengo ninguna base para predecir cuales serían las consecuencias políticas, pero no es descartable que en tales circunstancias el kirchnerismo responsabilice a Alberto Fernández del descalabro, alegando que aplicó políticas neoliberales y promueva su renuncia para que asuma la presidencia Cristina Kirchner con un ministro de economía de la escuela de Kicillof.

En las PASO se juega el futuro económico de la Argentina

(La mayoría de los analistas políticos, sobre todo los que prefieren que gane Macri, sostienen que en las PASO se juega, en primer lugar, el futuro del sistema republicano en la Argentina. Yo sostengo que se juega primero el futuro económico y, como consecuencia del efecto que el resultado de las PASO tenga sobre la coyuntura económica, estará o no, en juego, el futuro institucional. Sobre este tema escribí un informe completo al que pueden acceder haciendo click aquí. A continuación, reproduzco el resumen)

Durante julio la economía evolucionó conforme lo habíamos previsto en mi post del 1 de julio. La inflación mensual se ubicó alrededor del 2%, los indicadores de actividad confirmaron que la recesión parece haber tocado fondo y el comercio exterior sigue sin demostrar vigor exportador sostenible en el tiempo.

Este clima económico aumenta las chances de que el Presidente Macri resulte reelecto y pueda gobernar durante los próximos cuatro años. Pero las encuestas no son concluyentes y recién después de las PASO se podrá predecir, con menor margen de error, el posible resultado final.

Si de la interpretación del resultado de las PASO aumenta la probabilidad de un triunfo de la fórmula Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto, es probable que la inflación se mantenga en el entorno del 2% mensual y la lenta reactivación de la economía continúe, con el precio del Dólar moviéndose desde 45 a 50 pesos en lo que resta del año.

Si Macri triunfa, se abren para 2020 posibilidades de crecimiento con continuidad del proceso de desinflación. Pero si no se introducen cambios significativos en el régimen monetario y no se pone mucho empeño en eliminar el sesgo anti exportador de la economía, no puede esperarse un crecimiento superior al 1% y una inflación por debajo del 25% anual. En este caso, será muy difícil que el gobierno logre apoyo popular y político para las complejas reformas previsional y laboral que el FMI considera imprescindibles para mantener su programa.

No está cerrada la posibilidad de que el gobierno de Macri, reelecto, decida llevar a cabo una buena reforma del régimen monetario y cambiario, en la dirección del sistema bimonetario de Perú (o la dolarización completa de la economía) y, al mismo tiempo, elimine de cuajo el sesgo anti exportador de la economía, aún con un cierto relajamiento de las metas fiscales. En este caso, el crecimiento puede llegar a ser del 3% y la inflación del orden del 18%, resultados que darían al gobierno apoyo popular y político como para aprobar las tres reformas, la previsional, la laboral y la del Estado, que son imprescindibles para transformar a la estabilidad y al crecimiento en fenómenos permanentes.

Si el resultado de las PASO insinúa un posible triunfo del Kirchnerismo en las generales, es posible que se produzca una corrida cambiaria antes de las elecciones de octubre, lo que acentuará las posibilidades de triunfo para la fórmula Alberto Fernández Cristina Kirchner. Si triunfa el kirchnerismo, se haya producido o no antes la corrida cambiaria y explosión inflacionaria, el precio del Dólar trepará todo lo necesario para producir una licuación de las deudas en pesos del sector público y del sector privado. Para que la licuación alcance a las LETEs y a los depósitos en dólares es probable que se decrete una pesificación compulsiva de los contratos en dólares suscriptos bajo ley argentina,

El nuevo gobierno tratará de que la gente interprete que la explosión devaluatoria e inflacionaria, con su consecuente efecto de deterioro del ingreso real de trabajadores y jubilados, es responsabilidad del gobierno anterior que endeudó al sector público.

Los estrategas económicos del kirchnerismo piensan que luego de esta explosión devaluatoria e inflacionaria, será posible implementar un plan de estabilización y crecimiento como el que aplicó Lavagna a partir del segundo semestre de 2002.

Se utilizarán controles de precios, controles cambiarios, congelamiento de tarifas y restricciones cuantitativas tanto a las importaciones como a las exportaciones, procurando, a la vez, detener el traslado a precios de la devaluación inicial y controlar el ritmo subsecuente de devaluación.

Las substanciales diferencias entre la situación de la economía a principios de 2020 con la que existía a principios de 2002, permiten anticipar que la reiteración de las políticas aplicadas entonces, en las actuales circunstancias, llevarán rápidamente a la hiperinflación.

La hipocresía de Duhalde es indignante

Para quienes conocemos la verdadera historia de los acontecimientos del fatídico 2001 y la tragedia del 2002, la versión mentirosa de Duhalde, siempre nos pareció despreciable. Pero que la reitere en el contexto de lo que pretende ser una reivindicación de la trayectoria de Fernando de la Rúa con motivo de su fallecimiento, es indignante.

Su hipocresía ya se trasunta en su descripciòn del orígen de los problemas del gobierno de De la Rúa: » Su adhesión sin cortapisas a la convertibilidad, que ya desde el final del gobierno del gobierno anterior daba claros síntomas de agotamiento, el déficit fiscal que heredó y que se financiaba con un elevado nivel de endeudamiento externo y se combinó con un aumento de la recesión económica generaron un creciente ambiente de descontento social. Ese clima se acrecentó con las decisiones de la breve gestión de Ricardo López Murphy como ministro de Economía y el nombramiento de Domingo Cavallo como su reemplazante.»

Es asombroso que sostenga que la causa de la crisis era el agotamiento de la convertibilidad y el déficit fiscal financiado con un elevado nivel de endeudamiento externo. Él sabe muy bien que el gran problema fue el déficit de las provincias, en especial el de su provincia, financiado con endeudamiento bancario interno, en particular, del Banco de la Provincia de Buenos Aires, al que dejó virtualmente quebrado al final de su gestión como gobernador.

También es inconcebible que diga que el clima de descontento se acrecentó por mi nombramiento como ministro de Economía. Recuerdo como si fuera hoy, que en mayo de 2001, cuando ya habían transcurrido dos meses de mi designación y comenzaban a implementarse los planes sectoriales de competitividad, me propuso que en las elecciones que iban a celebrarse en Octubre, fuéramos aliados el Partido Justicialista y Acción por la República. Por supuesto que yo no lo acepté, porque me parecía que no correspondía siendo yo ministro del gobierno de De la Rúa.

Los párrafos que siguen son aún más falaces: «De allí en más, todo fue desbarrancándose. Junto a Alfonsín constituimos por esos días el Movimiento Productivo Argentino y elaboramos un plan, que le presentamos junto con las dos CGT, con la idea de apoyar al gobierno si este decidía abandonar la convertibilidad y dar lugar a un plan que liberara las fuerzas productivas del país, a las que el corsé del uno a uno paralizaba de manera ya insostenible. «

No presentaron ningún plan. Lo que insinuaban, teniendo como vocero al entonces Presidente de la UIA, Ignacio De Mendiguren y algunos adláteres, era simplemente la pesificación compulsiva de todos los contratos en dólares, sin contemplar que también significaba la confiscación de más del 50% de los depósitos de los ahorristas. Cuando me presentaron la idea en mi despacho, les expliqué que hacer eso significaba provocar una devaluación descomunal que deterioría en más de un 50% los salarios reales , las jubilaciones y los ahorros de las familias. También les expliqué que semejante medida provocaría un gran aumento de la desocupación y de la pobreza, dos problemas que ya eran graves, pero que la ¨solución¨ que ellos proponían, los agravarían aún más.

Pero la hipocresía mayor aparece en el párrafo siguiente: «Sea por el estrés propio de los tiempos que vivíamos, sea por el cansancio de las largas jornadas, sea por algún tipo de depresión causada por los sucesivos fracasos, lo cierto es que nos encontramos en ese momento, en las pocas veces que tuvimos acceso a él, con un De la Rúa dubitativo, ausente, más un espectador que un protagonista de los dramáticos hechos que vivía el país. En pocos días las protestas callejeras, el caos económico y la pérdida de apoyo político derrumbaron la presidencia de De la Rúa.«

La realidad es que lo que De la Rúa les decía, cuando lo visitaban con esas ideas, era lo mismo que yo les había explicado en mi despacho. Él, de ninguna manera iba a permitir que en lugar de completar la reestructuración ordenada de la deuda, en la que ya habíamos avanzado por el 50% del capital, se declarara el default generalizado de todas las deudas, públicas y privadas, externa e interna, porque la pesificación compulsiva que ellos proponían era, precisamente, el peor default imaginable.

La desazón de De la Rúa derivaba de la incomprensión que observaba en los dirigentes políticos que le hacían esos planteos, en especial de la de quienes pertenecían a su mismo partido. Y porque además veía cómo se anteponían los intereses políticos personales por arriba de los intereses del país. Recuerdo la angustia que le causó la negativa de Duhalde a concurrir al diálogo político con el argumento de que De la Rúa había osado invitar a Carlos Menem, que era ni mas ni menos, el Presidente del Partido Justicialista. Nuevamente, la competencia y los celos de Duhalde con Menem, que tanto daño le habían hecho al país desde 1997, se constituía en un impedimento para el diálogo en un momento extremadamente crítico.

Con respecto a las protestas callejeras, era harto conocido que las promovían dirigentes de la provincia de Buenos Aires que luego integraron la Secretaría de Seguridad durante la presidencia de Duhalde. Mi familia había sufrido ese tipo de protesta en oportunidad del casamiento de mi hija en el mes de julio de 2001 y habíamos constatado que de ese lado venían los ataques.

Yo espero que cuando se escriba la historia objetiva de este período, quede absolutamente claro que la postura de De la Rúa, de negarse a implementar las medidas que le recomendaban los promotores del autodenominado ¨Movimiento Productivo Argentino¨, fue un acto de sensatez que, de haber prevalecido, hubiera evitado la tragedia del 2002, puerta de entrada al período más aciago de la historia reciente de la Argentina: los 12 años de Kirchnerismo.


Murió un patriota injustamente denostado

El 4 de enero de este año, cuando recibí la noticia de que Fernando De la Rúa había sido internado en grave estado de salud, sentí la necesidad de expresar que los comentaristas políticos y económicos y, en particular, los dirigentes políticos, habían sido muy injustos con él.

Hoy, ante su fallecimiento, además de expresar mis condolencias a su familia, quiero reiterar mi reconocimiento a su lucha por el bienestar de los Argentinos.

Yo soy testigo de que en los momentos más difíciles de su gestión, estuvo dispuesto a lo máximos sacrificios personales antes que resignarse a cargar sobre las espaldas del pueblo las demandas de los poderosos intereses que boicoteaban su gestión. Eran los intereses de quienes querían resolver sus problemas de endeudamiento, apelando a un golpe devaluatorio e inflacionario como el que consiguieron luego de forzarlo a renunciar.

Los acontecimientos políticos y económicos que se estan viviendo al momento de su muerte, ayudarán a valorar sus esfuerzos. Hoy, como a fines de 2001, existen fuertes intereses económicos y políticos que buscan provocar otra explosión como la enero de 2002. Espero que quienes apoyan desde la política al Presidente Macri, no le hagan el vacío que le hicieron a Fernando de La Rúa en el segundo semestre de 2001.

Cuando se escriba la historia objetiva de esta época, Fernando De la Rúa será reinvindicado y se concluirá que el golpe institucional que lo sacó del poder abrió las puertas a un período aciago de nuestra historia. Período del que se terminará de salir, sólo si la gestión del Presidente Macri logra los apoyos que, lamentablemente, le fueron negados a De la Rúa.

Eliminar el sesgo anti- exportador de la economía será clave para que la re-activación sea el inicio de un proceso de crecimiento.

Durante junio la inflación siguió cediendo, y ya se ubica por debajo del 3 % mensual. Con el precio del dólar prácticamente estabilizado en torno a los 44 pesos, la inflación debería seguir bajando en los próximos meses.

Los indicadores del nivel de actividad, así como los datos sobre empleo, sugieren que en el primer trimestre de 2019 la economía real tocó fondo, pero no hay indicios de que se produzca una reactivación significativa a partir del tercer trimestre. Es posible que la reactivación se observe con más claridad en el cuarto trimestre, especialmente si las PASO y las encuestas previas a la primera ronda de la elección presidencial, sugieren que el Presidente Macri resultará reelecto. Si continúa la incertidumbre y existe probabilidad de que triunfe la fórmula Fernández-Cristina, se acentuará el clima de estanflación.

Ahora que los economistas vinculados a los diferentes candidatos han comenzado a hablar de lo que el futuro gobierno debería hacer para lograr estabilidad y crecimiento, se están escuchando advertencias sobre el riesgo de que se produzca un atraso cambiario de raíz electoral.

El argumento es el siguiente: como se sabe que la estabilidad cambiaria produce en el corto plazo un cierto efecto estabilizador y re-activador del mercado interno, se concluye que el gobierno generará un nuevo atraso cambiario para tener más chances de ganar la elección. Si ello ocurre, se argumenta que no será posible que la re-activación ensamble naturalmente con un proceso sostenido de crecimiento. Enseguida aparecería la tradicional restricción externa por insuficiente aumento de las exportaciones, característica de los 70s y 80s.

Este dilema, aparentemente muy desalentador, se puede resolver si el gobierno que asuma el 10 de diciembre advierte que la causa del retroceso de las exportaciones industriales no es el atraso cambiario sino el sesgo anti exportador de la economía argentina, sesgo que se acentuó por las medidas fiscales que debieron tomarse a partir del año 2018 para avanzar hacia el equilibrio fiscal.

Sorprende que en las discusiones sobre las reformas estructurales que son imprescindibles, los economistas cercanos al gobierno no enfaticen que la eliminación de cuajo del sesgo anti exportador de la economía deberá ser un pilar fundamental de la futura estrategia de estabilización y crecimiento.

La recesión del mercado interno continúa, pero parece haber tocado fondo en el primer trimestre

En general, si bien la mayoría de los indicadores del cuadro 1 siguen en terreno negativo, las caídas con respecto al mismo mes del año anterior son para abril y mayo inferiores a las registradas para los tres primeros meses del año, Por ejemplo, el estimador mensual de actividad económica del INDEC registra para abril una caída del 1,3%, mucho más baja que la del 4,6% registrado en el primer trimestre.

 ¨Exportaciones¨ es el único indicador que está en terreno positivo, especialmente si se observa el 16,5% de aumento de mayo 2019 en comparación con mayo del año anterior, muy superior al aumento del 2,5% entre los primeros cinco meses de 2019 y el mismo período de 2018. Pero un examen desagregado de las exportaciones no permite ser optimista respecto a que este fenómeno sea sostenible.

Las exportaciones de manufacturas están declinando

El aumento observado en las exportaciones se origina en las de productos primarios, de sus manufacturas y de las exportaciones de combustibles y energía. Estos aumentos no se explican por la evolución del tipo de cambio sino por la reversión del fenómeno climático que afectó a las exportaciones agropecuarias durante 2018 así como de las reformas estructurales que el gobierno logró implementar en el sector energético.

Por lo tanto, si el aumento del tipo de cambio real hubiera tenido algún efecto positivo en las exportaciones, el mismo tendría que haberse reflejado en el comportamiento de las exportaciones de manufacturas de origen industrial. Pero, como lo muestra el cuadro 2, estas exportaciones han estado declinando.

La caída de las exportaciones de manufacturas de origen industrial pone de manifiesto que la fuerte devaluación del período abril 2018 a abril de 2019 no tuvo el efecto esperado por quienes argumentan que el tipo de cambio es el principal determinante de la competitividad exportadora del país.

Este resultado no es novedad para mí, ni debería serlo para quienes siguen mis escritos anteriores. Tanto en mi libro ¨Camino a la Estabilidad¨ de 2014, como en ¨Historia Económica de la Argentina¨ de 2018, mostré claras evidencias de que el tipo de cambio real no es el principal determinante de la performance exportadora. Lo señalé también en varios de mis posts en la web ( ver http://www.cavallo.com.ar/el-deterioro-de-la-competitividad-es-estructural/ y http://www.cavallo.com.ar/ajustar-por-inflacion-el-tipo-de-cambio-de-40-pesos-corre-el-riesgo-de-espiralizar-la-inflacion-y-no-ayudara-a-promover-las-exportaciones-de-manera-sostenible/     

La comparación de las columnas del cuadro 2 que registran las variaciones anuales en las exportaciones a precios corrientes y a precios constantes en los sucesivos períodos (1989-2001 con convertibilidad, 2002-2015 con un tipo de cambio promedio bastante más alto que el de la convertibilidad y 2016-2018 con un tipo de cambio real parecido al del período 2002-2015), pone de manifiesto que la mejor performance exportadora, para todos los rubros, se produjo en el período de la convertibilidad (1989-2001).

El crecimiento de las exportaciones durante el período 2002-2015 fue significativamente inferior al del período de la convertibilidad. Durante los tres años del gobierno de Macri, 2016 a 2018, se produjo una tenue recuperación con respecto a los años del Kirchnerismo, salvo en lo que respecta a las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario que sufrieron los efectos de la sequía de 2018, fenómeno que se está revirtiendo rápidamente en 2019, tal como lo muestran los porcentajes de variación durante los primeros 5 meses y, en particular, para el mes de mayo.

Argumento equivocado

A pesar de estas claras evidencias de que el tipo de cambio real no es el determinante fundamental de la performance exportadora, el principal argumento de quienes temen que se produzca un atraso cambiario de raíz electoral, sigue siendo que se necesitarán nuevas fuertes devaluaciones luego de las elecciones para alentar el aumento de las exportaciones.

Este razonamiento es equivocado porque no advierte que el gran problema que afecta a las exportaciones no es el atraso cambiario sino el fuerte sesgo anti-exportador que caracteriza a la economía argentina desde 2002 y que se ha acentuado durante el año 2018 y lo que va del 2019.

En mi post del 1 de junio, argumenté que no hay indicio de atraso cambiario. Pero admitido que por ahora ello es así, ¿Cómo se logrará que, durante 2020 y en los años siguientes, la continuidad de la política de estabilización, basada seguramente en la estabilidad del tipo de cambio nominal, permita ensamblar la re-activación del mercado interno con el aumento vigoroso de las exportaciones?

La eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es la única herramienta disponible para que un futuro plan de estabilización y crecimiento logre empalmar la re-activación del mercado interno con el aumento vigoroso de las exportaciones.

Las causas del sesgo anti exportador de la economía

El sesgo anti exportador se origina en impuestos distorsivos que crean una brecha entre el tipo de cambio efectivo con el que se remunera a las exportaciones y el tipo de cambio efectivo con el que se protege a la sustitución de importaciones y permite el aumento de los costos de la producción exportable.

Los impuestos distorsivos que explican el sesgo anti exportador son: las retenciones a las exportaciones; los altos aranceles de importación; las restricciones cuantitativas a las importaciones; y los impuestos indirectos, especialmente impuesto a los ingresos brutos, a las transacciones financieras y los que se aplican sobre la nómina salarial. Todos estos impuestos en lugar de disminuir, han estado aumentando desde 2002 en adelante y ese aumento se acentuó a partir del año 2018 con motivo de las medidas impositivas destinadas a cerrar la brecha fiscal.

Los reintegros y reembolsos de exportación fueron el instrumento utilizado durante toda la década del 90 para compensar la incidencia de los impuestos indirectos que no se habían logrado eliminar totalmente en aquella época, pero que eran mucho más bajos que los que existen en la actualidad. Pero desde 2002 en adelante, se fueron reduciendo y a partir de 2018, han sido, prácticamente, eliminados.

La eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es clave para el crecimiento

En mi post del 1 de junio, expliqué los cambios en la política monetaria que permitirían convencer a los operadores económicos que, en el contexto de un plan de crecimiento con las reformas estructurales imprescindibles, el régimen monetario evolucionará en la dirección del sistema bimonetario que tanto éxito ha tenido en países como Perú y Uruguay. O, como lo quieren los que son definitivamente pesimistas sobre la habilidad del Banco Central para implementar políticas anti-inflacionarias capaces de sostenerse en el tiempo, hacia la dolarización completa de la economía.

En este post deseo recalcar que la eliminación de cuajo del sesgo anti exportador es la reforma estructural que no puede demorarse, si es que se quiere empalmar la posible re-activación de los próximos trimestres con el crecimiento vigoroso de las exportaciones, imprescindibles para asegurar un crecimiento sostenido de toda la economía a partir de 2020.