El Dólar cercano a los 4 pesos obliga a duplicar el esfuerzo fiscal

Hace un año, el superávit primario que se iba a necesitar en el año 2002 para conseguir el déficit cero ascendía a 7 mil millones de pesos para la Nación y las provincias juntas. El superávit primario es la diferencia entre ingresos y gastos nos financieros del Sector Público. Como la reestructuración de la deuda pública lanzada el 1 de noviembre de 2001 apuntaba a reducir la factura de intereses de la Nación y las provincias de 14 a 7 mil millones de dólares y el precio del dólar se proyectaba a 1 peso, bastaba un superávit primario de aproximadamente 2,5 % del PBI para generar equilibrio presupuestario. Hay que recordar que el PBI ascendía a aproximadamente 280 mil millones de pesos.

Un año después y con el precio del dólar cercano a 4 pesos, lograr el equilibrio fiscal va a requerir un superávit primario cercano al 5 % del PBI, es decir el doble que el que se necesitaba antes de la devaluación, y esto si se consigue una quita superior al 50 % de la deuda en manos de acreedores privados!

Paso a explicar el porqué de este resultado tan desastroso. La Deuda Pública, es decir la deuda de la Nación y las provincias por la que se estaban pagando intereses, ascendía a 140 mil millones de dólares de los cuales, aproximadamente 40 mil millones eran con acreedores oficiales (FMI, Banco Mundial y BID) y el resto con acreedores privados. Los acreedores oficiales nunca han concedido quita de la deuda ni alivio de intereses. Peor aún, no están dispuestos a aceptar ninguna suspensión de pagos de intereses y, de hecho, nuestro país siguió pagándoles aunque tuviera que utilizar las reservas que hasta el año anterior estaban comprometidas en el respaldo a la moneda nacional. Esto significa que la nueva factura de intereses tendrá que incluir aproximadamente 12 mil millones de pesos para pagar los más de 2.500 millones de dólares de intereses a los organismos financieros internacionales. Suponiendo que se lograra una quita del 65 % sobre el resto de la deuda, todavía habría que pagar alrededor de 4.000 millones de dólares de intereses a los acreedores privados y eso significa casi 14 mil millones de pesos. Es decir que la factura de intereses del 2003 no bajaría de los 28.000 millones de pesos. Suponiendo, con mucho optimismo, que el PBI en términos nominales se duplicara a causa de una inflación del 100 %, éste no superaría los 560 mil millones de pesos, es decir que el superávit primario capaz de equilibrar el presupuesto sería exactamente el 5 % del PBI.

Es por esta razón que el gobierno no encuentra la forma de presentar un plan fiscal sustentable. En realidad es imposible conseguirlo con la actual estructura de precios relativos. Por eso no deberían despreciar la posibilidad de que el restablecimiento de la confianza financiera que se derivaría de la re-dolarización de los depósitos haga bajar el precio del dólar a alrededor de 2 pesos y Argentina comience a funcionar como una economía mas equilibrada. En ese contexto, un superávit primario de 2.5 % del PBI debería volver a ser suficiente para lograr el déficit cero.
 

Con el dólar a casi 4 pesos la inflación latente es del 100%

Los salarios, las tarifas de los servicios públicos y muchos precios que no se movieron desde el mes de diciembre del año pasado, van a terminar aumentando 150%, es decir, un poco menos que lo que aumentaron los precios de los bienes de exportación o sustitutos de importaciones. De esta forma, el tipo de cambio real volverá a un nivel muy parecido al que prevaleció durante la convertibilidad.

A lo sumo, si la economía vuelve a organizarse sobre bases razonables, quedará una devaluación real del 20 %. Ésto se puede predecir con alta probabilidad. Lo único incierto es el plazo dentro del cual se producirán los aumentos.

Si se dieran en dos meses, estaríamos frente a un panorama hiperinflacionario. Si se producen a lo largo de dos años, la gente tendría la sensación de que se mantiene el ritmo inflacionario del primer semestre del 2002. Si el aumento se produce a lo largo de un año, la sensación será de aceleración pero no de hiperinflación.

Si Duhalde logra reprimir esta inflación con todo tipo de controles, como lo viene haciendo en los últimos meses, el riesgo hiperinflacionario se trasladará al comienzo del próximo gobierno.

Es aún posible evitar toda esta inflación latente? Sí, si el Gobierno entendiera que con la pesificación de los activos triplicó la devaluación de la moneda a la que hubiera conducido una flotación sin pesificación. Por eso, yo sostengo que si el Gobierno no estuviera obsesionado por quitarle el 50 % de sus ahorros a la gente y aceptara la lógica de los fallos judiciales contra la pesificación, podría conseguir que el precio del dólar se desplome a menos de la mitad de su valor actual, con lo que eliminaría todo vestigio de inflación latente de la economía.

De paso, se conseguiría rápidamente la normalización del sistema financiero y se podría comenzar a reestructurar la deuda externa, sin regalarle a los acreedores del exterior el beneficio de una enorme quita concedida por los ahorristas internos. Los acreedores saben bien que mientras más concedan los ahorristas y los fondos de pensiones argentinos, menos tendrán que conceder ellos. En las negociaciones por la deuda, lo que se discute es cuánto aporta cada uno a la quita necesaria. Nadie concederá nada por arriba de lo estrictamente necesario.

La insensatez de nuestros gobernantes está poniendo en ventaja a los acreedores del exterior en comparación con los acreedores internos, siendo que éstos son millones de pequeños y medianos ahorristas y millones de trabajadores aportantes a los fondos de pensiones.
 

¿Qué significa decir que la Convertibilidad era un espejismo?

Duhalde, Alfonsin y los beneficiarios de la devaluación dicen a coro que la convertibilidad era un espejismo. Que el 1 a 1 era artificial y que la gente no tenía dólares en su activo. ¿Qué quieren significar con esta afirmación? Pues simplemente que la productividad de la economía argentina no permitía sostener ingresos per cápita promedio de alrededor de 8 mil dólares. Lo que nos están diciendo es que el ingreso per cápita que nos merecemos los Argentinos es de alrededor de 2 mil dólares.

Se la pasaron criticando a las reformas económicas de la década del ‘90 con el argumento de que generaban desocupación y pobreza, y ahora quieren que nos acostumbremos a vivir con un ingreso per cápita de sólo 2 mil dólares! Ésta es una pretensión absurda.

Los 8 mil dólares de ingreso per cápita no era nada anormal para la economía argentina. España tiene un ingreso per cápita de 16 mil dólares. Después del proceso de modernización de los ‘90 y de la fuerte inversión en prácticamente todos los sectores de la economía, la productividad media del trabajo en nuestro país era probablemente superior a la mitad de la productividad media del trabajo en España. En todo caso, si nuestro ingreso per cápita en dólares había quedado sobrevaluado a causa de la fortaleza del dólar frente al Euro, la reducción necesaria no podía exceder el 20 % y la deflación salarial de los últimos años ya prácticamente había generado esa caída.

Cuando vuelvan a aplicarse políticas sensatas, la Argentina va a recuperar su ingreso per cápita cercano a los 8 mil dólares. Mientras tanto, las desastrosas políticas del Gobierno de Duhalde, apoyado por Alfonsin y los devalúo maníacos, nos harán perder por varios años casi el 75 % de esos ingresos.

El verdadero espejismo habrá sido el de los exportadores y productores de sustitutos de importaciones que intentarán exportar y producir con salarios, electricidad, gas y otros insumos muy bajos en dólares. Por supuesto que esa supuesta “ultra competitividad” es ilusoria y se va a evaporar tan pronto la economía vuelva a la normalidad. El actual tipo de cambio real esta mucho más alejado del equilibrio de largo plazo, es decir del nivel sostenible en el tiempo, que el 1 a 1 de la convertibilidad.

Por eso, mientras vivamos en el caos post pesificación, no habrá inversión significativa ni en industrias de exportación, ni en producción de sustitutos de importaciones. Sólo se aprovechará la capacidad instalada de los sectores afectados por la estrepitosa caída de la demanda interna. En otros términos, seremos exportadores de saldos y retazos no vendidos al mercado interno, como ocurría antes de la convertibilidad.

El verdadero boom exportador, apoyado por fuertes inversiones, se dará cuando volvamos a organizar la economía para aumentar la productividad del trabajo y no para devaluar los salarios y los ahorros de los argentinos. Puede ser que para entonces Duhalde, Alfonsin y los devalúo maníacos hayan dejado de tener alucinaciones y adviertan cuál es el verdadero espejismo.

Para Cavallo, no hay Estado de Derecho

CORDOBA (De nuestra Corresponsalía).-

Domingo Cavallo reconoció ayer que se "autoexilió" en Nueva York para contribuir a la pacificación del país, pero al mismo tiempo juzgó que las instituciones en la Argentina están desprestigiadas y que no existe Estado de Derecho, en un mensaje dirigido a la Fundación Mediterránea con motivo de sus bodas de plata. El ex ministro de Economía, que debió abandonar precipitadamente el gobierno de Fernando de la Rúa tres semanas después de implementar el corralito bancario y que luego padeció meses de detención por la causa sobre presunto contrabando de armas, decidió trasladar su lugar de residencia a Nueva York.

Cavallo no desperdició la oportunidad del festejo del cuarto de siglo de la Fundación Mediterránea (cuyos equipos técnicos lideró durante años) para plantear puntos de vista sobre la situación argentina.En una carta que ayer leyó el presidente de la entidad, Fulvio Pagani -quien elogió al ex ministro-, Cavallo expresó su "voluntad de seguir trabajando para una Argentina mejor, aunque tenga que padecer este alejamiento temporario como contribución a la pacificación y reconciliación de nuestro pueblo".En un firme respaldo a la labor de la fundación, afirmó que "hoy, nuevamente, la Argentina necesita de su aporte para poder recrear un horizonte de confiabilidad y credibilidad que ha ido desapareciendo junto al deterioro de las instituciones y a las ausencias del Estado de Derecho".

El dos veces ministro de Economía sostuvo luego que "el desafío es inmenso, pero no por ello imposible", y señaló su seguridad de que la entidad "puede lograrlo redoblando esfuerzos y honrar así la memoria de sus ilustres creadores (Piero Astori y Fulvio Pagani), que supieron ver el enorme potencial de nuestra querida Argentina".

Por el paísLa fundación presentó ayer las bases de un programa económico que contempla la creación de un sistema bimonetario con convertibilidad flotante, rescate de los bonos provinciales, la reforma del sistema tributario -con una baja gradual del IVA al 18%-, la integración de un único padrón de beneficiarios de planes de ayuda social y un subsidio para las empresas privadas que dan empleo.

Cavallo reafirmó que la distancia de su actual residencia transitoria "lejos de separarme de la realidad nacional acentúa mi espíritu argentino y mi voluntad de seguir trabajando para una Argentina mejor".El mensaje del ex jefe del Palacio de Hacienda fue rubricado con un cerrado aplauso de los presentes.

Para los devalúo-maníacos la convertibilidad es el origen de todos nuestros males

Al leer lo que escriben los responsables intelectuales y materiales del abandono de la convertibilidad y la demolición del orden económico de la década del 90, tengo la sensación de que, de repente, quedaron muy confundidos.  Se trata de una reacción natural al desconcierto que les produjo el efecto “tiro por la culata”  en que resultó la recomendación de pesificar y devaluar que ellos mismos pregonaron en los últimos meses del año pasado. Me parece oportuno dar a conocer los argumentos que utilicé desde julio del año pasado para conseguir que Paul O’Neill apoyara el crédito de 8 mil millones de dólares destinado a reestructurar nuestra deuda, pese a que en el mes de julio él había dicho que “Argentina no tiene una sola actividad de exportación que valga la pena”. Estos argumentos convencieron entonces a O’Neill y le demostraron que estaba en un error. Lamentablemente los devalúo-maníacos de la Argentina siguieron pensando equivocadamente, sin mirar la realidad de los noventa y abortaron una reestructuración ordenada de la deuda que hubiera bajado a la mitad la factura anual de intereses pagada por la Argentina. La semana anterior incluí como comentario semanal la segunda parte de una conferencia que estoy preparando. Esta semana me parece oportuno darles a conocer, la primera parte.  

La demolición del orden económico de los ‘90 

La  década de los noventa[1]se caracterizó por la vigencia de una ley de 14 artículos aprobada por el Congreso Nacional el 28 de marzo de 1991. Esa norma, llamada “Ley de Convertibilidad”  dio protección legal a un derecho que habían hecho suyo los argentinos, aún cuando la normativa anterior se lo negaba: poder utilizar a las monedas extranjeras, y en particular, al dólar, para proteger sus ahorros y contratar a mediano y largo plazo. La Ley de Convertibilidad fue una de las pocas normas nacidas de los “usos y costumbres” en un país de tradición jurídica napoleónica. Por haber legalizado un uso y una costumbre decidida por la gente, fue desde el vamos una norma muy popular.[2],[3] 

De la Ley de Convertibilidad se ha destacado, especialmente en el exterior, la supuesta fijación por ley del tipo de cambio en la relación  1 peso=1 dólar y se la ha analizado como “La Caja de Conversión Argentina” (“Argentinean Currency Board”). En  varias oportunidades explicamos que no había tal fijación del tipo de cambio, porque a lo sumo se ponía un techo a la cotización del peso en dólares (el 1 a 1) pero no se ponía un piso.  Es decir, que el peso, en momentos de fuerte entrada de capitales, podía muy bien flotar para apreciarse. Ése constituía el mecanismo natural de salida (exit) del tipo de cambio fijo, sin abandonar la convertibilidad. Es decir, sin quitarle legalidad al uso de monedas extranjeras.[4]

De hecho, en 1997, cuando Argentina había superado totalmente la crisis Tequila y estaba creciendo vigorosamente, en lugar de absorber el impresionante ingreso de capitales que comenzó a producirse, podría haber dejado flotar el peso. En ese momento la flotación hubiera significado una apreciación y, por lo tanto, se podría haber planteado al Congreso la eliminación del techo 1 a 1 sin provocar ningún sobresalto. Y para sorpresa de todos los que habían confundido la convertibilidad con el cambio fijo, hubiéramos pasado a tener convertibilidad con tipo de cambio flotante, como la tienen la Europa del Euro, Canadá, Australia, El Reino Unido y Singapur. El caso de Singapur es particularmente interesante porque en ese país se salió del tipo de cambio fijo manteniendo la convertibilidad, precisamente a través de la flotación en momentos en que la moneda de Singapur necesitaba apreciarse frente a la Libra Esterlina primero, y frente al Dólar después.

Cabe preguntarse entonces, ¿por qué la Argentina no fue a la libre flotación en 1997, cuando ello hubiera removido del horizonte la Espada de Damocles de la salida traumática con devaluación? La razón es política-electoral. Hacia 1997 se había desatado ya la competencia entre Menem y Duhalde por la candidatura presidencial del Partido Justicialista para 1999, y ambos decidieron utilizar al gasto público provincial como instrumentos para prevalecer en esa contienda. La libre flotación y la apreciación del peso hubieran significado frenar la entrada de capitales financieros de corto plazo y, por consiguiente, la fuente de financiamiento del creciente gasto provincial. En lugar de pensar en consolidar el sistema monetario que había devuelto la confianza a los argentinos, el gobierno prefirió facilitar el financiamiento del creciente déficit fiscal de las provincias, con lo que se  creó el problema del endeudamiento excesivo y oneroso que no sólo haría insostenible el tipo de cambio fijo, sino, lo que es mucho más grave, terminaría con la convertibilidad.

En síntesis, ésta digresión sobre lo que pudo haber sido y no fue, pretende argumentar, como punto de partida de este análisis, que lo permanente e importante para el buen funcionamiento de la economía argentina era la convertibilidad y no el tipo de cambio fijo. En otros términos, lo importante era la libre elección de la moneda y no, que la moneda nacional fuera inicialmente creada a través de una caja de conversión. Al principio se necesitaba la caja de conversión, es decir el respaldo en dólares 1 a 1 y el tipo de cambio fijo, para que la gente confiara y utilizara el peso. Pero en épocas de fuerte entrada de dólares, la caja de conversión se tornaba innecesaria y el peso podría haber pasado a ser una moneda inspiradora de confianza por el manejo responsable de un Banco Central autónomo. Lamentablemente, la oportunidad de tener convertibilidad sin tipo de cambio fijo se perdió en 1997 y luego de las crisis rusa y brasileña nunca volvió a presentarse.

Pero, si el tipo de cambio fijo era prescindible, ¿porque lamentarse por la pérdida de la convertibilidad? ¿Era acaso tan importante que los argentinos pudieran elegir libremente la moneda para sus ahorros y sus contratos? ¿Porque no hacer lo que consiguen tantos otros países, es decir que la gente ahorre en la moneda nacional y firme todos sus contratos, no sólo los de corto plazo, utilizando la moneda nacional? En la contestación a estas preguntas está la clave para entender qué es lo que pasó y qué es lo que está pasando en la economía Argentina. Y más importante aún, ¿qué es lo que hay que hacer para que la economía Argentina retome su crecimiento y consiga sostenerlo en el tiempo?

La Convertibilidad y la inversión en los ‘90

El principal efecto de la ley de convertibilidad, además de eliminar el flagelo inflacionario que había afectado a la economía argentina durante 45 años y que había desembocado en hiperinflación, fue permitir un importante aumento de la inversión. Por primera vez en muchos años, el ahorro nacional pudo canalizarse a la inversión a través de la intermediación financiera que no existía antes, porque había estado prohibida o severamente restringida la captación de depósitos y el otorgamiento de crédito en monedas extranjeras. Cuando los inversores extranjeros vieron que los argentinos estábamos invirtiendo en nuestro país, comenzaron a evaluar inversiones directas y financieras que hasta entonces no habían estado en sus planes. Este proceso fue incentivado por la desregulación de la economía y por la privatización de las empresas del estado. La desregulación y las privatizaciones  abrieron oportunidades de inversión al sector privado que antes habían estado monopolizadas por el estado.

   

 

 

 

Fuentes: IMF-IFC CD-ROM. 2002 World Development Indicators CD-ROM, World Bank.

   

Se produjeron fuertes inversiones en los sectores de la energía, los transportes, las comunicaciones, los servicios de almacenaje y comercialización, los servicios financieros, la minería, la agricultura y la industria manufacturera. Todos los indicadores de nivel y calidad de servicios, así como de producción de todo tipo de bienes, ponen de manifiesto el fuerte aumento de la capacidad productiva que se logró a través del aumento generalizado de las inversiones. Nada de ésto hubiera ocurrido de no haberse creado la protección a los derechos de propiedad de ahorristas e inversores que se logró con la sanción de la ley de convertibilidad. 

La productividad y el crecimiento de la economía

En décadas anteriores, particularmente durante los ‘60, también se había logrado una alta tasa de inversión. Sin embargo, el crecimiento había sido reducido. ¿Cuál es la explicación del mayor crecimiento durante la década de los ‘90? Sin lugar a dudas, la diferencia entre la década de los ‘90 y las décadas anteriores radica en el aumento de la productividad que se logró con la nueva inversión en un contexto de apertura de la economía, desregulación y privatizaciones.

 

Ejercicio de Contabilidad del Crecimiento[5]

 

 

 

Argentina

1970 – 1990

1990 – 1998

Tasa de crecimiento (anual promedio) del PBI 

 

0.7

6.3

Tasa de crecimiento (anual promedio) del stock de capital[6]

1.0

0.6

Tasa de crecimiento (anual promedio) de la fuerza laboral[7]

0.9

1.4

Tasa de crecimiento (anual promedio) de la Productividad Total de lo Factores (TFP)[8]

 

-1.3

4.8

Brasil

1970 – 1990

1990 – 1998

Tasa de crecimiento (anual promedio) del PBI

 

4.9

2.7

Tasa de crecimiento (anual promedio) del stock de capital

2.0

1.2

Tasa de crecimiento (anual promedio) de la fuerza laboral

2.3

1.4

Tasa de crecimiento (anual promedio) de la Productividad Total de lo Factores (TFP)

1.2

0.3

El cuadro anterior muestra cómo la durante la década de 1990, Argentina logró revertir la tendencia histórica que, durante las dos décadas anteriores, arrojó una tasa de crecimiento promedio de la productividad negativa. A modo de comparación, se ve claramente cómo Brasil durante la década del ‘90, lejos de mejorar la tendencia histórica, tuvo una performance promedio peor a la registrada durante las dos décadas anteriores. La clave para entender el crecimiento Argentino durante los ‘90 está justamente en el aumento de la productividad de los factores.

La apertura de la economía no hubiera sido posible sin la reaparición del crédito que significó la puesta en marcha de la convertibilidad. Sin crédito, la agricultura y la industria manufacturera no hubieran podido modernizarse, como lo iniciaron durante los primeros años de la década, y sin modernización, la competencia con el exterior hubiera sido imposible.

Las privatizaciones fueron posibles desde que se autorizó la firma de contratos de mediano y largo plazo en monedas extranjeras. Con la larga experiencia inflacionaria de la Argentina y con las distorsiones que había creado la combinación de indexación con control político de los precios y tarifas de los servicios públicos, hubiera sido imposible redactar contratos de concesión a 30 años de no haberse dictado la ley de convertibilidad

La desregulación, es decir, la eliminación de restricciones a la competencia y la organización de mercados donde antes sólo habían decisiones administrativas adoptadas por el gobierno, fueron posibles en un contexto de estabilidad de precios. Bajo alta inflación la competencia hubiera sido muy imperfecta y muchos mercados no se habrían podido crear. Para lograr el clima de estabilidad luego de la hiperinflación, la ley de convertibilidad fue la herramienta clave.  

 

 

 

 

 

 

 


Fuentes: IMF-IFC CD-ROM. 2002 World Development Indicators CD-ROM, World Bank.
 

En síntesis, tanto el aumento de la inversión como el incremento de la productividad fueron una consecuencia de la convertibilidad. Y sólo la inversión y la productividad pueden explicar que durante la década del ’90 la Argentina haya superado en crecimiento de su economía y el aumento de sus exportaciones al Brasil. Además el crecimiento de la economía fue en la Argentina durante la década del ‘90 muy superior a lo que habían sido en  las décadas anteriores.

 

Las causas de la recesión que se inicio a mediados de 1998

Así como durante la década de los ‘90 se eliminó la inflación y se recuperó un vigoroso crecimiento de la economía argentina, no es menos cierto que desde mediados de 1998 la economía entró en recesión y, desde entonces, no ha logrado reactivarse. ¿Es la convertibilidad responsable de esta recesión? La respuesta a esta pregunta requiere analizar la relación entre la convertibilidad, el tipo de cambio fijo y el déficit fiscal.

La recesión iniciada en 1998 tuvo su origen en el aumento del gasto de las provincias que se financió con crédito bancario. Esta política caracterizó al período 1997-1998 cuando Eduardo Duhalde, entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, competía con Carlos Menem por la candidatura presidencial del Partido Justicialista en 1999. La gran magnitud asumida por la asistencia bancaria a las Provincias  y las altas tasas de interés que éstas estuvieron dispuestas a pagar por préstamos garantizados con los recursos de la Coparticipación Federal de Impuestos, significaron una reducción del crédito al sector privado, manifestado, tanto por el racionamiento crediticio, como por el aumento de la tasa de interés. Este fenómeno se acentuó desde la crisis rusa, cuando comenzó a disminuir la afluencia de capitales hacia todas las economías emergentes

La recesión se hizo más severa y más intratable como consecuencia de la devaluación del Real en Febrero de 1999 y la depreciación sostenida del Euro entre 1999 y mediados del 2001. El tipo de cambio fijo entre el Peso y el Dólar no permitió que el peso se depreciara como habría ocurrido en un régimen de libre flotación y a la recesión se le adicionó un proceso deflacionario imprescindible para reestablecer el equilibrio de largo plazo de los precios relativos entre bienes exportables y bienes domésticos. Una alternativa para atenuar el efecto deflacionario de la posible depreciación del Euro hubiera sido la adopción a partir del 1 de enero de 1999 del patrón Dólar-Euro en reemplazo del patrón Dólar original. Pero de la misma forma como la libre flotación que hubiera sido posible en 1997 no fue ni siquiera considerada, tampoco lo fue la introducción del Euro en el régimen de fijación cambiaria en aquella época. Recién en Marzo de 2001, el Ministerio de Economía propuso y consiguió la aprobación legislativa para pasar del patrón Dólar al patrón Dólar-Euro, pero la economía ya había soportado durante dos años los efectos deflacionarios de la depreciación del Euro, además de los de la fuerte devaluación del Real.

En síntesis, el déficit fiscal originado en la expansión del gasto provincial y el tipo de cambio fijo entre el Peso y el Dólar, explican la recesión y deflación que sufre la economía Argentina desde mediados de 1998. ¿Era entonces imprescindible abandonar la convertibilidad para que algún día se pudiera salir de la recesión? Nuestra contestación es negativa. Por el contrario, nosotros creemos que abandonar la convertibilidad para sacar al país de la recesión es como demoler la casa para desobstruir una cañería. Lo que había que hacer era encontrar la forma de eliminar el déficit fiscal y corregir los precios relativos sin afectar la protección que la convertibilidad había venido brindando a los derechos de propiedad de ahorristas e inversores en la economía argentina.

La eliminación del déficit fiscal era posible combinando una reducción acotada de los salarios nominales del sector público con una reestructuración de la deuda pública que significara una fuerte reducción de la factura de intereses, particularmente la de las provincias. Con convertibilidad, es decir, sin entorpecer el sistema de intermediación financiera utilizando monedas extranjeras, era más fácil lograr, tanto la reducción salarial como la reducción de intereses, porque el mantenimiento de un clima de estabilidad monetaria e institucional, permitía una administración ordenada de ambos procesos. De hecho, el Congreso Nacional aprobó la ley que permitía la reducción de salarios nominales y, de no haber sido por el abandono de la convertibilidad, la Corte Suprema de Justicia hubiera avalado esta decisión, tal como lo había hecho con otras reducciones salariales decididas en años anteriores.

Los bancos, los fondos de pensiones y muchos tenedores de bonos argentinos respondieron positivamente a la propuesta de canje de bonos por préstamos garantizados con tasa de interés más baja y plazos más largos, lo que permitió reestructurar nada menos que 55 mil millones de dólares de deuda pública interna y economizar 4 mil millones anuales de intereses. Ello demuestra que, con convertibilidad, era posible concluir un proceso ordenado de reestructuración de deuda. De hecho, el canje de bonos por préstamos garantizados dio al gobierno la mayoría de votos necesaria para imponer las denominadas “cláusulas de salida consensuadas” (en inglés: “exit consent clauses”) en la letra de los contratos de los bonos y desalentar así la falta de participación en el canje de la deuda externa.

La corrección definitiva del desajuste en los precios relativos y la inflexibilidad cambiaria determinada por el tipo de cambio fijo podría haberse conseguido perseverando en la eliminación de impuestos distorsivos, insistiendo con el patrón Dólar-Euro y yendo progresivamente a la libre flotación una vez que la deuda estuviera reestructurada y el déficit fiscal fuera prácticamente eliminado. Estas circunstancias se habrían dado a principios de 2002 de no haberse producido el Golpe Institucional del 20 de Diciembre de 2001. 

La destrucción de la convertibilidad mediante la combinación de devaluación, reprogramación generalizada de depósitos, pesificación, default de la deuda interna ya reestructurada y ulterior flotación del Peso, significó la demolición de la base institucional y contractual de la economía y la violación generalizada de los derechos de propiedad. Lejos de facilitar el equilibrio fiscal, lo hizo más difícil de alcanzar por la presión hacia el aumento del gasto público originado en la devaluación y la caída adicional en el nivel de actividad económica derivado de la fuerte reducción de la demanda interna. Si bien los precios de los bienes exportables pudieron subir mucho, los precios relativos quedaron más desequilibrados que antes, aunque en la dirección opuesta a la que se había dado desde 1998. 

La completa desaparición del crédito y las dificultades para el abastecimiento de insumos importados, no están permitiendo lograr una respuesta positiva en materia de exportaciones. La sustitución de importaciones que se alentó corre el riesgo de ser ineficiente y no sostenible en condiciones normales  y, simultáneamente, se ha provocado tal caída de la demanda interna, cuyo resultado es una profundización de la recesión sin antecedentes en la historia a


 


[1] En perspectiva histórica la década del 90 en Argentina comenzó el  1 de abril de 1991 y finalizó el 20 de diciembre de 2001.

 

[2] La popularidad de la norma quedó demostrada en todas las elecciones desde su sanción, incluída la última que tuvo lugar en octubre de 2001. Los candidatos a senador por la Ciudad de Buenos Aires fueron preguntados en un debate y todos ellos contestaron que debía mantenerse la ley de convertibilidad.

 

[3] Hernando de Soto, estudioso peruano de la organización espontánea de los “pueblos jóvenes” de Perú, llegó a la conclusión que la legalidad formal de los países subdesarrollados no permite a las familias que operan en la economía informal hacer valer sus contratos y proteger sus derechos de propiedad. Y recomendó crear una nueva legalidad, copiando las normas espontáneamente creadas por la gente en esos pueblos jóvenes”. De esa forma, estas poblaciones marginadas podrían comenzar a acceder al crédito y eso permitiría incorporarlos a la economía capaz de acumular y crecer. En el caso de Argentina, la mejor forma de incorporar a la economía formal a millones de ahorristas e inversores que hasta ese momento habían sido expulsados al exterior u obligados a operar en  la informalidad, fue legalizar el uso de las monedas extranjeras y, en particular, el dólar, dado que la expulsión y la informalidad habían tenido su principal origen en el persistente flagelo inflacionario y, últimamente, en el caos hiperinflacionario. Ver: De Soto, Hernando (2000) “The Mistery of Capital”. Basic Books. New York, USA.

 

[4] Ver: Cavallo, Domingo, en colaboración con Sonia Cavallo “Lessons from the stabilization process in Argentina (1990-1996)”. Symposium on Achieving Price Stability – Jackson Hole, Wyoming. Federal Reserve Bank of Kansas City, 1996; Cavallo, Domingo “La Qualité de la Monnaie (La Calidad del Dinero)”. Public. Économie Internationale, N° 80 – 4° trim. 1999 – Paris 1999. Discurso pronunciado en ocasión de la Ceremonia de Entrega del Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Paris 1 – Panthéon Sorbonne- France; Cavallo, Domingo Felipe y De Pablo, Juan Carlos  “Pasión Por Crear”. Editorial Planeta. Buenos Aires, Argentina, 2001.

 

[5] Basado en la ecuación de Solow con la forma funcional: Y/Y = a(K/K) + (1-a)(L/L) + (B/B). Nótese que Y es el PBI real; K es el stock de capital; L es el stock de la fuerza laboral y B es la productividad total de los factores. Se asume a=1/3. La metodología utilizada sigue la desarrollada por Jones, Charles I. (1998) “Intorduction to Economic Growth”. W.W.Norton & Company, Ins. New York. USA.

 

[6] Ponderado por la razón del factor capital en el producto igual a 1/3 (i.e. a=1/3)

 

[7] Ponderado por la razón del factor trabajo en el producto igual a 2/3 (i.e. 1-a=2/3)

 

[8] Calculado como el Residuo de la ecuación estándar de Solow.