Una alternativa electoral, difícil pero no imposible

Ultima nota de seis

A esta altura, el lector habrá entendido porqué sostuve, en un artículo anterior, que elegir a Lavagna en reemplazo de Kirchner era como salir de la sartén para caer en el fuego. ¿Pero debemos resignarnos a esta sola opción? ¿Es imposible construir otra alternativa que tenga chances de ganar la elección presidencial de 2007?

En mi opinión, es difícil pero no imposible. Pero para imaginar una alternativa superadora a Kirchner hay que olvidar por un momento la discusión económica y poner el foco en los temas de seguridad, transparencia y espíritu republicano.

Desde mucho antes del Golpe Institucional de 2001, los argentinos sufrimos un problema creciente de inseguridad física, pero este fenómeno se ha agravado desde que los gobiernos, tanto el de Duhalde como el de Kirchner, por temor a ser acusados de represores o mano dura y por ceder a la filosofía “garantista” de muchos jueces, muy preocupados por no violar los derechos de defensa a los delincuentes, han dejado de priorizar la defensa de los derechos a una vida segura de millones de ciudadanos argentinos, especialmente de aquellos que no pueden contratar seguridad privada.

Además, desde la pesificación combinada con fuerte devaluación de 2002, se agregó una enorme sensación de inseguridad jurídica para los ahorristas, inversores, jubilados con haberes apenas superiores al haber mínimo, empresarios con contratos de concesión y todo tipo de relación contractual con el estado, trabajadores en sectores de servicios no protegidos por sindicatos amigos del gobierno, pequeños y medianos empleadores que han comenzado a sufrir nuevamente la industria del juicio laboral y los trabajadores de la economía informal, que no han encontrado forma de sustraerse de los efectos corrosivos de la inflación, porque ni siquiera tienen la protección de los sindicatos capaces de negociar aumentos de salarios nominales.

Es bien conocido que la inflación, reinstalada desde el abandono de la Convertibilidad, crea un angustiante sentimiento de inseguridad económica para los millones de trabajadores, jubilados y prestadores de servicios por cuenta propia, que saben que los precios suben siempre antes y más rápidos que sus ingresos.

Este terrible sentimiento de creciente inseguridad física, jurídica y económica no alcanzó a ser neutralizado por la disminución de la desocupación, a pesar de la indudable recuperación económica que se vivió desde 2003 en adelante y por eso la opinión pública señala a la inseguridad como el principal problema de la realidad actual.

La pesificación y la devaluación de 2002 reintrodujeron los mecanismos inflacionarios de redistribución, casi siempre regresiva, de los ingresos y de la riqueza. A diferencia de la época de la Convertibilidad, cuando para redistribuir ingresos y riqueza había que discutir en el Congreso Nacional impuestos, subsidios y el nivel y distribución del gasto público desde 2002 en adelante, basta con una fuerte devaluación y la consecuente inflación, para producir brutales reducciones de los salarios y las jubilaciones en términos reales y ajustes fiscales mucho mas extremos que los recomendados por los economistas fiscalmente más conservadores. La transparencia, aún insuficiente, que existía en la época de la Convertibilidad, desapareció por completo, y desde entonces, el grado de arbitrariedad y oscuridad de la intervención del estado en la economía es sólo comparable con la de la década del 80, cuando predominaron la stagflación (recesión con inflación) y la hiperinflación. Todo esto aumenta la sensación generalizada de inseguridad ciudadana.

En el plano político, desde la reinstauración de la democracia en 1983, nunca se vivió un clima de desprecio a las instituciones republicanas y federales tan acentuado como el que se vive en los últimos años. No hay diálogo con la oposición sobre ningún tema, ni siquiera existe diálogo entre los integrantes del mismo gobierno, el Congreso Nacional está pintado, los gobernadores se han resignado a la repartija arbitraria de recursos federales y la Justicia busca sin disimulo los sentimientos y pensamientos del Presidente, como criterio para discernir como debe pronunciarse sobre cuestiones fundamentales de la vida en sociedad.

Ante un panorama tan desolador en materia de inseguridad, transparencia y espíritu republicano, quien aspire a liderar una propuesta opositora con chances de ganar la Presidencia y luego poder gobernar con éxito, no se tiene que enredar en la discusión de temas puntuales de la economía. En esta materia tiene sólo que mostrar que cuenta con numerosos economistas capaces de analizar los problemas y resolverlos. Para enredarse con Kirchner sobre temas económicos hay que dejarlo a Lavagna para que con el apoyo de Alfonsín y algunos radicales le enrostre los supuestos desvíos en la ejecución del “Modelo Productivo” con tipo de cambio real alto.

La única bandera económica que un dirigente que aspire a liderar a la oposición debe levantar es la de la lucha contra la inflación y de todas las injusticias sociales que la misma acarrea. Ya hay muchas evidencias de esas injusticias y las habrá cada vez más elocuentes y aberrantes a medida que pase el tiempo, sobretodo si Lavagna lograra ganarle a Kirchner la elección del 2007. Pero las banderas que pueden ser la carta ganadora de un verdadero líder opositor son las de la lucha por la seguridad, la transparencia y la República. No como conceptos abstractos, sino como problemas que llenan de angustia a millones de familias argentinas.

Si yo no sufriera el acoso de la “justicia” antes “Menemista” y ahora “Kichnerista” y si no estuviera en la bancarrota en la que me han sumido anteriores campañas electorales, yo me lanzaría a ofrecer ese liderazgo desde Acción por la República. Pero no podré hacerlo en 2007.

Ojalá haya dirigentes con coraje y con recursos que puedan transformarse, sin demoras, en una alternativa verdaderamente superadora de Kirchner. Alternativa que, con aquellas banderas de la lucha contra la inflación, la inseguridad, la transparencia y la República, tiene chances de imponerse en la elección del 2007, y, si no lo logra, seguramente resultará triunfante en el 2011, como colofón de un gobierno de Kirchner, que con cuatro años más terminará como mínimo empantanado en el barro stagflacionario, o, Dios nos libre, de un gobierno de Lavagna quemado en la hoguera de la hiperinflación.

Los inevitables sobresaltos de una futura gestión de Kirchner o Lavagna

Quinta nota de seis

En mis notas anteriores enumeré los problemas presentes y futuros que se derivan de la implementación del denominado Modelo «Productivo» con tipo de cambio real alto. Todos estos problemas provocarán muchos sobresaltos y crisis durante el transcurso del próximo mandato presidencial. Muchas más graves y frecuentes que las que tuvo que enfrentar Kirchner hasta ahora.

Los colchones ofrecidos por la fuerte inversión modernizadora de los 90, la paciencia de los trabajadores y jubilados postergados, y el viento de cola de la bonanza internacional ya han comenzado a atenuarse en algunos casos y a agotarse en otros y difícilmente ayuden por muchos años más. Por consiguiente resulta interesante especular sobre cómo reaccionarían Kirchner y Lavagna frente a estos sobresaltos y crisis.

En el caso de Lavagna, como principal ideólogo del Modelo “Productivo”, no tendrá otra alternativa que ser consecuente con su promesa de mantener el tipo de cambio real alto y, por consiguiente, luego de permitir todos los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover los desequilibrios entre oferta y demanda causantes de las crisis, se verá obligado a devaluar el Peso en la misma proporción en que aumente la inflación.

El resultado será una espiralización de la inflación que en, pocos años, retrotraerá la realidad del país a la década de los 80, con inflación persistente y esporádicos episodios de stagflación y, si no se abandona antes la política de tipo de cambio real alto, hasta de hiperinflación. Se habrá desandado totalmente el proceso económico reeducativo de la Convertibilidad, que con su éxito estabilizador de mas de 10 años, había logrado cambiar los comportamientos inflacionarios de los argentinos.

Kirchner no podrá evitar los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover las causas de las crisis, pero por su testarudez tratará de demorarlos tanto como le sea posible. Me atrevo a predecir que Kirchner no convalidará con una devaluación el impacto inflacionario de todos estos reajustes. Es decir, antes de correr el riesgo de espiralizar la inflación, abandonará la lógica del Modelo “Productivo” y su tipo de cambio real alto. Porque Kirchner, como Lula en Brasil, tiene olfato político y desapego a ortodoxias ideológicas. Ello le permitirá descubrir que no es buena para la gente ni para él, como Presidente, reintroducir en la economía Argentina una inflación virulenta.

La experiencia de Lula, cuando asumió la Presidencia de Brasil en 2002, puede servir de guía para predecir el futuro comportamiento de Kirchner. Lula había sido muy crítico del Plan Real, al que acusaba de haber provocado “atraso cambiario”, y de las políticas anti-inflacionarias de corte monetarista que le habían seguido, a las que responsabilizaba por las altas tasas reales de interés. Pero cuando apenas asumido, Lula observó lo que estaba aconteciendo en la Argentina, advirtió que la recomendación Paulista de hacer bajar drásticamente las tasas de interés convalidaría la fuerte devaluación del Real que se estaba produciendo y provocaría una fuerte aceleración inflacionaria. Entonces optó por instruir al Banco Central que lejos de relajar, acentuara las políticas monetarias anti-inflacionarias y no cedió a las presiones Paulistas por un tipo de cambio real alto.

Pese a que la moneda brasilera, en términos reales está tan apreciada como en la época del tipo de cambio virtualmente fijo del Plan Real de Fernando Enrique Cardozo, las exportaciones brasileras han crecido mucho más que las argentinas en los últimos cinco años. En la década del 90 habían crecido mucho menos que las exportaciones de nuestro país. La inflación de Brasil ha disminuido a menos del 4 % anual y, a pesar de que el crecimiento de la economía ha sido lento, la distribución del ingreso no ha desmejorado en comparación con la década anterior, como sí ha ocurrido en la Argentina. Brasil enfrenta menos riesgos de sobresaltos hacia el futuro inmediato que los que se prevén en nuestro país.

El pueblo brasilero premió a Lula con la reelección a pesar de que enfrento en las elecciones a un rival con mucho prestigio y que su gobierno ofreció muchos flancos de críticas por el lado de la corrupción. Lo que el pueblo brasilero valoró, fue el compromiso de Lula con la estabilidad.

Aún cuando para el momento del necesario sinceramiento de precios, tarifas y salarios, Kirchner tendrá suficientes evidencias de la inefectividad y de los costos de los controles de precios, y de las virtudes de la competencia, la estabilidad monetaria y la eficiencia de la empresa privada, en contraste con la corrupción y la ineficiencia que normalmente caracterizan a las empresas públicas, no creo que Kirchner vaya a estar en condiciones políticas como para dar un giro fundamental en la organización de la economía, como el que sería necesario para evitar una fuerte recesión. Por eso, en el mejor de los casos, su compromiso antiinflacionario y su desapego a ortodoxias ideológicas, al menos le permitirá evitar un escalamiento peligroso, como el que ineludiblemente provocarían las decisiones de Lavagna

Puede que me equivoque, y que Kirchner a diferencia de Lula en Brasil, vuelva a someterse a la influencia de los ideólogos del Modelo Productivo también en el dogma del tipo de cambio real alto. Pero en ese caso, sólo conseguirá producir los mismos resultados inflacionarios que describí para una eventual gestión futura de Lavagna.

Triste final. Pero al menos, con ejecutores pragmáticos, hay una posibilidad de evitarlo. Cuando están equivocados, los ideólogos son mucho más peligrosos

La habilidad persuasiva de los ideólogos del Modelo “Productivo”

Cuarta nota de seis

Lamentablemente, pese a que su influencia inicial fue atenuada, los ideólogos del Modelo “Productivo” lograron imponer su interpretación de la historia económica de la Argentina y han logrado que muchos dirigentes políticos y analistas mediáticos, la utilicen para interpretar la realidad económica de la Argentina actual.

Como ejemplo de esta interpretación equivocada de la historia merecen mencionarse:

a) el olvido de la inflación, la stagflación y la hiperinflación, como enfermedades endémicas de la economía Argentina durante cuatro décadas;

b) la desestimación de los impuestos distorsivos como factores que encarecen y desalientan las inversiones, la producción y el empleo en los sectores más productivos de la economía;

d) la ponderación de la sustitución de importaciones como estrategia de crecimiento y la desestimación de la apertura de la economía como promotora de eficiencia económica y de competitividad externa.

e) la identificación de la Convertibilidad con el “atraso cambiario” ocasionado por la tablita de Martínez de Hoz como responsables del estancamiento de la economía Argentina durante las últimas décadas, omitiendo deliberadamente cualquier mención a los atrasos cambiarios del Ministro Gelbard entre el 73 y el 75 y del Ministro Sourrouille entre 1985 y 1987, gestiones ambas que lo tuvieron a Lavagna como miembro de los respectivos equipos económicos;

Néstor Kirchner fue, lamentablemente, uno de los dirigentes convencidos por los ideólogos del Modelo “Productivo. Este hecho demuestra su habilidad persuasiva, porque me consta que Kirchner antes era conciente de la importancia de erradicar la inflación y estuvo en contra del abandono de la Convertibilidad en 2002, que entendía muy bien que los déficits y no la Convertibilidad eran los responsables del endeudamiento público, a punto tal que durante los 90 nunca endeudó su provincia. En aquel entonces estuvo de acuerdo con la eliminación de los impuestos distorsivos y siempre reclamó la coparticipación automática de todos los impuestos recaudados por la Nación. Además nunca adhirió a los reclamos proteccionistas de los industriales ineficientes y siempre se opuso a los gravámenes que desalientan la exportación desde las economías regionales.

A pesar de haber tenido estas actitudes claras en el pasado, Kirchner sucumbió a los poderes persuasivos de los ideólogos del Modelo “Productivo”

Cabe preguntarse dónde radicó la clave de este éxito persuasivo. La clave estuvo en la combinación de varias circunstancias que favorecieron la difusión de sus ideas:

a) la conveniencia para muchos empresarios, muy influyentes en los medios de comunicación, de esta interpretación de la historia, como forma de cargar la solución de sus problemas de endeudamiento a costa de ahorristas, trabajadores y jubilados, sobre las espaldas políticas de los gobiernos anteriores;

b) la desvalorización del Dólar a escala global (de más del 40 % frente al Euro, por ejemplo), el impresionante aumento de los precios internacionales de nuestros principales productos de exportación y la abundante liquidez internacional que produjo una bonanza mundial nunca antes vista;

c) la existencia de una moderna estructura productiva en el sector agropecuario, la minería y los sectores industriales que habían logrado re-equiparse y modernizarse durante la década de los 90; esta circunstancia permitió aprovechar rápidamente la mejora en los términos del intercambio externo.

d) la modernización de la infraestructura y el excelente grado de capitalización que tenían los sectores de la energía y otros servicios públicos en el momento en que se lanzó el Modelo Productivo; esta circunstancia permitió esconder hasta hoy el proceso de descapitalización y deterioro en que entraron esos sectores desde 2002;

Los ideólogos del Modelo “Productivo” tuvieron una habilidad destacable en atribuir todos los costos de las nuevas medidas al Modelo de la Convertibilidad y de apropiarse de todos los beneficios de las circunstancias internas y externas que posibilitaron una rápida recuperación de la economía y cuatro años sucesivos de crecimiento a ritmo asiático.

Ahora están tan engolosinados con este éxito propagandístico que se han lanzado a convencer a los argentinos que los costos que aún no han sido advertidos por la sociedad, pero que pronto se pondrán de manifiesto con elocuencia, no son responsabilidad del Modelo “Productivo” que ellos pregonan, sino de los errores cometidos por los ejecutores pragmáticos desde la salida de Lavagna del gobierno de Kirchner.

En esta nueva campaña propagandística, esperan tener la complicidad resignada de los derrotados ideólogos liberales, que, por odio a Kirchner, estarán dispuestos a adherir no sólo a las críticas de los ideólogos del Modelo Productivo, sino a su interpretación de la historia, aunque ésta los condene al papel de ingenuos divulgadores del “Consenso de Washington”.

Ideólogos y ejecutores en la experiencia de 2002

Tercera nota de seis


El peligro de la opción entre Kirchner y Lavagna, se puede ilustrar recordando la posición de los ideólogos frente a los ejecutores, en los primeros meses de 2002.

Entre el 6 de Enero y fines de Febrero de 2002, el Gobierno de Eduardo Duhalde decidió transformar la denominación de todos los depósitos bancarios de dólares a pesos y dejar flotar el Peso. A los depositantes por montos pequeños y los de aquellos titulares que tenían más de 70 años, así como los depósitos provenientes de indemnizaciones por despido y prestaciones alimentarías, se les otorgó el “beneficio” de poder retirar sus depósitos de inmediato a razón de 1.4 pesos por Dólar. Durante los tres meses siguientes, se fue ampliando el número de depositantes a los que se otorgó ese “privilegio”. Las comillas para las palabras “beneficio” y “privilegio” tienen el sentido de destacar la ironía de las medidas. En realidad, a toda esta gente que se le permitió salir del “corralito” se le causó el máximo perjuicio, porque en la práctica se le quitó más del 60 % de los ahorros en dólares que había acumulado hasta fines de diciembre de 2001.

Toda la gente que logró salir del corralito durante los primeros meses de 2002, que estaba acostumbrada a resguardar sus depósitos en dólares, una vez que se hizo de los pesos que le entregaron por sus depósitos, compraron dólares en el mercado paralelo pagando hasta 4 pesos por Dólar! Es decir, realizaron una pérdida de más del 60 % del valor de sus ahorros originales. Quien retiró 14.000 pesos (el valor que le daban por 10.000 dólares de depósitos) y compró dólares a 4 pesos, terminó con sólo 3.500 dólares en su bolsillo. Este fue el caso de millones de depositantes que lograron retirar cerca de20 mil millones de pesos, con lo que realizaron una pérdida de casi 10 mil millones de dólares. Esta fue una de las máximas injusticias de las muchas que caracterizaron al año 2002. Fue una injusticia sólo comparable con la que soportaron los jubilados y los asalariados a los que se les quitó de un saque más del 30 % de sus ingresos en relación al costo de la vida. La herramienta para este segundo despojo, fue el impacto inflacionario de la extrema devaluación del Peso.

Por supuesto que la pérdida para los ahorristas, para los jubilados y para los trabajadores, pudo haber sido mucho mayor, si las medidas de Duhalde hubieran seguido a pie juntillas la recomendación de los ideólogos del Modelo “Productivo”, de los que Javier Gonzáles Fraga era por entonces el principal vocero intelectual. Ellos, igual que el FMI, no simpatizaban con el carácter asimétrico de la pesificación, demandaban la flotación limpia del Peso y sostenían que el Banco Central no debería haber salido a vender dólares. Además pretendían que el gobierno levantara de inmediato el “corralito”, de tal forma que todos los depositantes pudieran retirar sus depósitos (en pesos emitidos masivamente por el Banco Central, naturalmente) y tuvieran libertad para convertirlos nuevamente en dólares, a una cotización que en ese caso podría haber llegado a 5 ó 6 pesos por Dólar!

Para los ideólogos que veían en el proceso de pesificación y eliminación de las restricciones monetarias y cambiarias, la forma de producir la máxima reducción posible de las deudas internas y del gasto público, ésta era la solución óptima de los problemas que ellos siempre atribuyeron a la Convertibilidad. Qué mejor, para ellos, que bajar el gasto público y los salarios en términos reales no en “sólo” 30 % sino en, digamos, 50 %. En todo caso habría mas colchón inicial para luego ir devolviéndoles de a poco a jubilados y trabajadores, como forma de mantenerlos esperanzados en una mejora, sin correr el riesgo de reestablecer los niveles de gasto y costos laborales de la década de los 90.

De todas maneras, el argumento para que la población aceptara el consiguiente deterioro en su nivel de vida era la “artificialidad” de la bonanza de los años de la Convertibilidad, y este argumento podía valer tanto para una reducción del 30 % como para una del 50%. La ventaja de reducir inicialmente más, es que después se podría ser más “generoso” con la devolución, en todo caso, muy gradual, de lo previamente quitado. Como de la quita se culparía a los gobiernos anteriores, y la devolución la haría Duhalde, el negocio político era claramente positivo para el nuevo gobierno.

Afortunadamente, los ejecutores, particularmente el Ministro Remes Lenicov y el Presidente del Banco Central Mario Blejer, pretendieron tener cierta contemplación con los ahorristas y les dieron 1.4 pesos por Dólar, en lugar de sólo 1, vendieron casi cinco mil millones de dólares de las reservas del Banco Central, para impedir que el precio del dólar superara los 4 pesos, y no abrieron de golpe el corralito.

Gracias a estas actitudes pragmáticas, pero sobretodo a la sensata actitud de los jueces que comenzaron a dar curso a los recursos de amparo y le trasmitieron a los ahorristas la idea de que finalmente podrían recuperar sus dólares, los depositantes dejaron de retirar los depósitos en pesos devaluados, y decidieron esperar a que la justicia dispusiera la devolución de los dólares. Gracias a ello, comenzó a frenarse la demanda de dólares en el mercado negro.

El precio del Dólar apenas rozó los 4 pesos comenzó a bajar sostenidamente hasta que cuando llegó a 2.8 por Dólar, la influencia de los ideólogos, entre los que ya estaba enrolado el nuevo Ministro de Economía Roberto Lavagna, para entonces desencantado de la flotación limpia, volvió a hacerse sentir para que el Dólar dejara de caer y comenzara a subir nuevamente.

Con todo, las decisiones de Duhalde fueron costosísimas, particularmente para los ahorristas que retiraron sus ahorros en pesos cuando se flexibilizó el “corralito” y para los trabajadores y jubilados que tuvieron que soportar la inflación sin ajustes suficientes de salarios ni haberes. Pero pudieron haber sido aún peores si hubiera predominado la influencia de los ideólogos del Modelo “Productivo”.

Las críticas hipócritas de Lavagna

Segunda nota de seis


La crisis energética que denuncia Lavagna es fruto de la destrucción de las reglas de juego que en la década de los 90 impulsaron inversiones muy eficientes, tanto en generación, como en transmisión y distribución. Esta destrucción se produjo como consecuencia de las decisiones de Duhalde durante 2002, y no hubieran sido revertidas ni por los tímidos aumentos de tarifas que Lavagna gestionó, ni por las inversiones cuasi-públicas cuya demora Lavagna ahora critica.

La superación del riesgo de crisis energética sólo se logrará con un replanteo integral de reglas de juego para el sector, que Lavagna nunca pregonó porque es contrario a los postulados del denominado Modelo «Productivo». Con las nuevas condiciones de la energía en el mundo, los precios en dólares de todo tipo de energía en la Argentina tendrán que ser más elevados que en la década de los noventa. Por consiguiente, el tipo de cambio real, al menos en relación a los precios de la energía, no podrá ser mas alto que en la época de la Convertibilidad.

El aumento del gasto público por subsidios al transporte a los que Lavagna también critica es, como la crisis energética, una consecuencia inevitable de la decisión de mantener el tipo de cambio real alto. Para que los precios del transporte público y otros servicios públicos y privados no aumenten al mismo ritmo que el precio de los bienes atados al dólar serán necesarios más y más subsidios. No sólo se necesitará subsidiar la operación de las empresas prestadoras, sino también su inversión, porque de otra manera los servicios públicos y privados terminarán totalmente descapitalizados y degradados.

Las re-estatizaciones parciales, como las de Aeropuertos y Aerolíneas y las re-estatizaciones totales como las de los servicios de aguas, que Lavagna también critica, son solo el comienzo de un proceso inevitable, si continúa en vigencia el denominado Modelo “Productivo” con tipo de cambio real alto. De hecho, la fijación de tarifas de servicios que aún con subsidios sólo cubren los costos operativos, significa que ya se ha decidido estatizar toda la nueva inversión, aún en servicios cuya operación siga concesionada al sector privado. Y no puede ser de otra manera si para mantener bajas las tarifas, en relación al tipo de cambio, se recurre a dejar sin remuneración el capital privado invertido con anterioridad.

Otra de las críticas de Lavagna se refiere al control de precios. Pero si el precios de los bienes en el mercado interno y los salarios deben mantenerse bajos para que el precio del dólar en términos reales sea alto, elevadas al extremo las retenciones y comprometida la política monetaria en la compra de reservas ¿qué otro instrumento le queda al gobierno para lograr ese objetivo?

Yendo más al terreno de la calidad institucional de naturaleza política, Lavagna critica la utilización de los recursos presupuestarios y de los superpoderes para disciplinar a gobernadores e intendentes y comprar su apoyo político. Esta utilización de los recursos del fisco es el resultado de la aplicación de las retenciones como principal fuente de recaudación, que reduce la base tributaria de un impuesto coparticipable, como el Impuesto a las Ganancias, y aporta recursos no coparticipables al Presupuesto Nacional. Pero las retenciones son inherentes del Modelo “Productivo”, dado que si éstas se eliminaran el tipo de cambio real se desplomaría.

Yendo al plano de la política exterior, Lavagna critica el acercamiento a Hugo Chávez, y los numerosos conflictos con otras naciones hermanas. Pero esta política exterior es la consecuencia natural del auto-encerramiento económico al que llevaron las decisiones de Duhalde en 2002.

Finalmente, la crítica que pretende tener más impacto político, porque sugiere que hay corrupción de por medio, es la que se refiere al “capitalismo de amigos”. Corresponde preguntarse: en un sistema de ausencia total de reglas de juego y redistribuciones arbitrarias como el que se inauguró en 2002, ¿a quien, sino a los capitalistas y sindicalistas amigos, beneficiarán las medidas discrecionales del gobierno? Si Lavagna siguiera siendo Ministro de Economía, o si resultara elegido Presidente, ¿utilizaría la repartija discrecional de premios y castigos, que es inherente al Modelo “Productivo”, a favor de sus enemigos?

Sin duda, el Gobierno de Kirchner merece severas críticas por todo lo que señala Lavagna y muchas cosas más. No menos criticables son: la deuda creciente que se está acumulando con los Jubilados a los que no se les dio suficiente movilidad a sus jubilaciones, los atrasos salariales de los trabajadores de la salud y otros servicios privados, los compromisos de inversión pública crecientes por ausencia de inversión privada en sectores de la energía, los transportes y la infraestructura, la desproporción entre los costos de la vivienda y los salarios de los trabajadores y el encarecimiento prohibitivo de los insumos tecnológicos en muchas actividades de servicios.

Pero si esas críticas sirven para que Kirchner sea reemplazado por los ideólogos del Modelo “Productivo”, sólo conseguiremos salir de la sartén para caer en el fuego.