En los últimos 30 años en Argentina tuvimos tres crisis financieras: la primera entre 1980 y 1982, la segunda en 1995 y la tercera en 2001 y 2002. En Estados Unidos también: la crisis de las instituciones de ahorro y préstamos para la vivienda de 1988 y1989, la de las empresas punto com y Enron entre 2000 y 2001 y la crisis actual de las hipotecas «sub-prime».
En todos los casos, tanto en Argentina como en los Estados Unidos, estas crisis fueron precedidas por años de optimismo y abundante liquidez que llevaron a los intermediarios financieros y a los tomadores de crédito a adoptar decisiones imprudentes, subestimando los riesgos involucrados. En todos los casos existió también un ingrediente de falta de regulación y control.
En el caso de las crisis argentinas, la de 1980 a 1082 se dio en un contexto internacional que proveyó liquidez no sólo a nuestro país sino a prácticamente todas las economías emergentes. El reciclaje de los petro-dólares llevó a los bancos internacionales a ofrecer crédito a empresas y gobiernos de muchos países y a éstos a tomarlos a pesar de que los créditos no eran a tasas fijas sino en la mayoría de los casos a tasas flotantes. Cuando Paul Volcker en los Estados Unidos comenzó a aplicar una severa política monetaria para combatir la inflación, las tasas de interés se fueron a las nubes y entre 1980 y 1982 casi todas las economías emergentes sufrieron crisis financieras. A esas tasas muchas deudas se tornaron impagables para los deudores e incobrables para los acreedores. En el caso de Argentina la crisis alcanzó dimensiones muy graves porque muchos préstamos habían financiado compras de activos exageradamente sobre valuados como fue el caso de las bodegas y stocks de vino financiados por el Banco de los Andes y la compra de todo tipo de empresas financiadas por el Banco de Intercambio Regional, entre otros. El Banco Central no había regulado adecuadamente el otorgamiento de créditos a empresas vinculadas y además se cometieron muchos fraudes contables.
La crisis financiera de la Argentina en 1995 fue consecuencia de la repentina salida de capitales que siguió a la devaluación del Peso Mexicano a fines de 1994. Esa salida de capitales afectó a los bancos mayoristas que le habían prestado a los bancos provinciales. Estos últimos no podían devolver esos préstamos porque a su vez tenían como deudores a las respectivas provincias que habían financiado sus déficit fiscales recurriendo al crédito de sus bancos. La crisis de 1995 pudo superarse rápidamente porque Argentina consiguió apoyo externo y se pudo evitar el colapso del sistema financiero. La economía real sufrió una recesión pero en 1996 ya estaba creciendo nuevamente y siguió creciendo hasta 1998. En este caso el Banco Central no había restringido suficientemente la toma de créditos de las provincias en sus propios bancos.
La crisis financiera de 2001-2002 tuvo su origen nuevamente en el excesivo endeudamiento de las provincias con el sistema bancario local, fenómeno que se produjo a partir de 1997 porque el Gobierno Nacional autorizó a las provincias a usar la Coparticipación Federal de Impuestos como garantía de préstamos bancarios. Éste fue un gran error de regulación. Cuando la liquidez comenzó a reducirse en la economía como consecuencia del aumento de la evaluación del riesgo que sufrieron todas las economías emergentes luego de la crisis rusa de agosto de 1998 y sobre todo, cuando comenzó la recesión por el impacto negativo sobre la economía Argentina de la depreciación del Real y del Euro, aquellos préstamos a las provincias no pudieron ser recuperados por los bancos y estos se vieron obligados a restringir el crédito al sector privado y aumentar mucho las tasas de interés. Esto precipitó la crisis financiera de 2001 que se fue agravando a medida que se generalizó en el exterior la sensación de que Argentina no iba a poder cumplir con sus compromisos.
A diferencia de 1995, la ayuda externa no se dio con la claridad y velocidad que se necesitaba para poder implementar una solución ordenada de la crisis y el golpe institucional de Diciembre de 2001 transformó a la crisis financiera en un virtual colapso de la economía real en el primer trimestre de 2002 y condujo al abandono de la regla monetaria que había eliminado la inflación de la economía nacional.
Las crisis financieras de los Estados Unidos se originaron en excesos de optimismo y liquidez que no emergieron de fenómenos externos sino que fueron de estricto cuño local. Tanto la crisis de las instituciones de ahorro y préstamo para la vivienda, como la actual crisis financiera, se originaron por la facilidad con que se otorgaron créditos hipotecarios a familias y personas que luego de algún tiempo no estarían en condiciones de afrontar el pago de las cuotas de esas hipotecas. Esta facilidad tuvo que ver con errores del marco regulatorio al que estaban sometidas estas instituciones. En el caso de la crisis actual dieron además mucho crédito para consumo de las familias a través de segundas hipotecas o tarjetas de crédito.
La crisis de las punto com y de Enrom fueron también crisis de exagerado optimismo y liquidez combinado con fraudes contables que llevaron a subestimar el riesgo de las operaciones de préstamos respaldadas con los activos de esas empresas. Falló el marco regulatorio de las empresas que cotizan en los mercados de valores.
Las dos crisis anteriores a la actual pudieron ser resueltas a través de la intervención del Banco Central (la FED) y el Tesoro Americano. El primero proveyó liquidez y el segundo compró los activos de las instituciones de ahorro y préstamos con recursos fiscales. En la segunda de las crisis bastó la inyección de liquidez de la FED y los procedimientos habituales de quiebra de las empresas. En ambos casos se aprobaron cambios regulatorios con vigencia hacia el futuro.
La crisis actual se resolverá con inyecciones de liquidez y con emisión de duda del Tesoro. Será de una magnitud mucho mayor a la de las otras crisis, porque si bien se habla de 700 mil millones de dólares, las estimaciones más realistas hacen ascender esa cifra a 2 billones (millones de millones o «trillions» en inglés), es decir un 15 % del PBI de los Estados Unidos. También habrá cambios regulatorios que obligarán a los bancos a ser mas conservadores en el otorgamiento de crédito y en la evaluación del riesgo.
La gran diferencia entre las crisis financieras de Argentina y de los Estados Unidos no radica ni en sus causas ni en el tipo de soluciones que se requieren. Lo que es muy diferente es el grado de confianza del resto del mundo y de los propios nacionales en la calidad y fortaleza de las respectivas economías.
Los Estados Unidos no han enfrentado, al menos hasta ahora, una venta masiva de los bonos de mediano y largo plazo emitidos en el pasado por su Tesoro. Al contrario, los tenedores de otros tipos de activos, tanto residentes en los Estados Unidos como en el exterior, cuando buscan seguridad se desprenden de los activos que consideran más riesgosos y se refugian en los bonos del Tesoro Americano.
Eso lleva a pensar de que una inyección de bonos nuevos por 2 billones de dólares no necesariamente significará una caída significativa de su cotización. Al menos ésto es lo que los mercados sugieren hasta hoy. Por supuesto que si los Asiáticos y los Árabes, que son los mayores tenedores de bonos del Tesoro americano decidieran desprenderse de ellos, este panorama podrían cambiar. Pero por el momento no hay síntomas de que lo vayan a hacer.
En ese sentido la diferencia a favor de los Estados Unidos es sideral. Por eso se equivocan los que creen encontrar en la mayor adhesión de los Estados Unidos a los principios de la economía de mercado un rasgo de debilidad. La flexibilidad y fortaleza que le da a la economía norteamericana su organización basada en el mercado y la competencia y el fuerte espíritu de empresa que caracteriza a sus ciudadanos, es lo que la ayuda a seguir inspirando confianza a los tenedores de bonos de su Tesoro y la que facilitará la solución de la pavorosa crisis financiera que afecta a su economía.
Es la misma equivocación que cometen en Argentina los que argumentan que las crisis financieras argentinas fueron causadas por la adhesión a los principios de la economía de mercado. Por el contrario, el endeudamiento imprudente y excesivo de las provincias y de grupos empresarios empeñados en maniobras monopólicas y la liberalidad que aplicaron los bancos para proveer financiamiento a esos desequilibrios fueron las que provocaron las crisis financieras.