La reforma financiera mundial

Varios de los visitantes de este blog me han preguntado sobre las causas y las consecuencias de la crisis financiera global, o han expresado su opinión al respecto. También sobre las reformas que será necesario introducir para evitar en el futuro la repetición de este tipo de crisis, una vez que la que hoy aqueja al Mundo sea superada. Una buena forma de pensar sobre esta cuestión en sentido positivo es contestar la última de las cuestiones, es decir, qué reformas son necesarias para evitar nuevas crisis de esta dimensión  y profundidad.

El Grupo de los 30, un centro de pensamiento liderado por Paul Volcker y del que soy miembro, ha trabajado sobre este tema desde mediados de 2008 y el 15 de enero ha dado a conocer un informe con 18 recomendaciones al respecto. Este informe ha sido comentado por muchos medios de todo el mundo, pero no lo he visto reflejado en la prensa argentina. Quienes lean inglés lo pueden ver en el sitio del Grupo de los 30. Se titula "FINANCIAL REFORM. A Framework for Financial Stability". Y para los que no lean Inglés, Felipe Murolo ha preparado una traducción que aparece en la página »Otros" de este sitio.

Yo no formé parte del grupo de trabajo que preparó el informe, pero sí participé activamente en su discusión en la reunión del Grupo de los 30 que se hizo el 5 y 6 de diciembre del año pasado en New York, y estoy totalmente de acuerdo con su contenido.

No se lo puede resumir en un post, pero quienes lo lean atentamente podrán advertir que todas las recomendaciones apuntan a organizar el futuro sistema financiero global sobre la base de regulaciones y supervisión estatales que aseguren el máximo de transparencia y permitan la evaluación y administración prudente de los riesgos que asumen los intermediarios financieros y quienes se valen de ellos para administrar su riqueza. De ninguna manera el informe propone estatizar a los intermediarios y sí advierte sbre las consecuencias negativas que puede acarrear una concentración excesiva de la intermediación financiera que pudiera surgir del acual proceso de reestructuración de bancos a escala mundial.

El informe, como todo buen trabajo orientado a ayudar a los estados y sus gobiernos a intervenir inteligentemente en las economías nacionales, presta atención a las "reglas de juego" o, lo que es lo mismo, a la "organización de la economía" y desaconseja el intervencionismo discrecional y arbitrario, que puede dar lugar a favoritismos hacia ciertos intereses económicos y políticos, las mas de las veces enfrentados con el interés general. Todo lo contrario de lo que esperan que ocurran los que quieren ver en esta crisis el colapso final del sistema de economía de mecado y del proceso de globalización comercial y financiera.

No creo que haya en el mundo un equipo de expertos con mayores conocimientos, experiencia e independencia de intereses sectoriales que el que preparó este informe. Sobre la relevancia del mismo basta señalar que Paul Volcker es asesor y consejero del Presidente Barack Obama y este informe será presentado a la reunión de abril de los jefes de estado del Grupo de los 20.

El «retro-progresismo» económico

Hoy, mientras leía el excelente artículo de Jorge Fernández Díaz en La Nación, titulado "El fin del falso progresismo" tuve una idea: trazar un paralelo entre ese falso progresismo político con el que yo denomino "retro-progresismo económico".

Tiene razón Jorge Fernández Díaz cuando sostiene que la adopción por parte de Néstor Kirchner de las banderas del progresismo político (castigo a los represores de la dictadura militar, condena del neo-liberalismo económico, anti-norteamericanismo en política exterior, etc.) tiene una explicación política: la necesidad de contar con el apoyo de ese movimiento invertebrado que se denomina "progresismo" y que tiene mucha influencia en medios de comunicación y ambientes intelectuales no sólo del País sino del Mundo.

Pero hay una explicación complementaria que yo creo que ayuda a entender porqué esta estrategia política rindió inicialmente frutos en Argentina, a pesar de las consecuencias sociales, claramente retrógradas, que estaba destinada a producir y que produjo desde el vamos. El movimiento "progresista" que bien describe Fernández Díaz tiene un ala económica que es "retro-progresista". Se trata de los economistas que creen que la inflación es una herramienta económica para redistribuir ingresos en forma progresiva, cuando en realidad lo hace de la manera más retrógrada que se puede imaginar. Es sorprendente que este tipo de economista abunde en Argentina, porque casi  no existe en ningún otro país del mundo que progresa.

Es sorprendente además que las experiencias: inflacionaria del período 1945-1975, estanflacionaria de 1975 a 1988 e hiper-inflacionaria de 1989-1990, no haya educado a los economistas argentinos que aún piensan que la inflación puede ayudar a resolver problemas de crecimiento económico y de redistribución progresiva de los ingresos y la riqueza. Escribí mi último libro, "Estanflación", para tratar de llegar a los estudiantes de economía, a los que me apena ver que, en muchas universidades, se están mal-educando en esta escuela "retro-progresista" de economía.

He querido traer este tema a mi blog, porque me temo que aún cuando la gente se dé cuenta del falso progresismo del régimen Kirchnerista, sería muy negativo que siga enredada en las confusiones y mentiras que genera el "retro-progresismo" económico que anida dentro del movimiento "progresista".

Si los progresistas que se alejan de los Kirchner porque se dan cuenta que lo que ellos pregonan es un falso progresismo y los peronistas que nunca pertenecieron al movimiento progresista pero estuvieron con los Kirchner por tener algo de poder, siguen abrevando en los economistas "retro-progresistas" para diseñar sus propuestas económicas, corremos el riesgo de salir de la sartén, para caer en el fuego.

Donde quedó el modelo de «Dólar Alto»?

Tal como lo predije en  marzo de 2007, en plena contienda electoral entre los Kirchner y Roberto Lavagna, enfrentado con el riesgo de una aceleración inflacionaria, Nestor Kirchner abandonaría las prescripciones de política cambiaria de los ideólogos del "Modelo Productivo basado en el Tipo de Cambio Real Alto", como a sus mentores les gusta llamarlo. (Hago la aclaración sobre quienes le han puesto este rótulo, porque en mi opinión no es un "modelo" y mucho menos "productivo", pero así es como han logrado presentarlo en sociedad en base a la propaganda oficialista, desde 2002 en adelante).

En mi artículo titulado "Los inevitables sobresaltos de una futura gestión de Kirchner o Lavagna" sostengo que mientras Lavagna se aferraría a las prescripciones de acompañar con devaluaciones del peso cualquier aumento de los precios y salarios internos, aún los originados en la eliminación de atrasos tarifarios, controles de precios, restricciones a las exportaciones y retenciones, Nestor Kirchner dejaría de lado el compromiso de mantener el dólar alto y haría todo lo que estuviera a su alcance para evitar que nuevas devaluaciones retroalimenten la inflación.

La reacción de kirchner al aumento de la inflación hasta el mes de setiembre pasado fue exactamente la que yo había predicho casi dos años antes. Pero quiero dejar bien en claro que, aún cuando el tipo de manejo cambiario que ha estado haciendo el gobierno es mejor que el que hubieran hecho los ideólogos del "Dolar  Alto", de ninguna manera está asegurado que el precio del Dólar pueda seguir siendo controlado si los instrumentos que se utilizan para evitar la devaluación del Peso, son los que se han utilizado hasta ahora.

Tal como le explicó mi amigo Felipe Murolo a alguien que le preguntó si descartaba una fuerte devaluación del Peso durante los próximos meses, es razonable descartar una devaluación como decisión deliberada del gobierno, pero no es posible descartar que llegue a haber una fuerte devaluación por la simple razón de que el gobierno no pueda frenar una escapada de la gente hacia el Dólar. En otras palabras, no habrá fuerte devaluación decidida por el gobierno, pero sí puede haberla por reacción del mercado.

En la medida que la inflación mensual se mantenga relativamente alta por ajustes de tarifas públicas que habían quedado muy atrasadas, o porque el gobierno permita que aumenten precios que habían estado artificialmente controlados o elimine restricciones a las exportaciones, como las que afectaron a la producción lechera y de carnes, o porque el gobierno reduce las retenciones a las exportaciones y permite que los precios internos se acerquen a los internacionales, nadie podrá argumentar que esa inflación provoca atraso cambiario. Por el contrario, se tratará de una suerte de inflación correctiva que lleva los precios relativos a los niveles que aseguran equilibrio entre la oferta y la demanda de cada uno de los bienes. El gobierno estará en lo cierto si no presta atención a las demandas de devaluación que se basan en el argumento de que estos precios, antes atrasados, están aumentando.

Pero si, por falta de crédito genuino, el Gobierno trata de financiar el déficit fiscal que inexorablemente va a resultar del proceso recesivo que ya se ha iniciado y trata de crear artificialmente crédito para el sector privado acudiendo, en ambos casos, a la emisión monetaria, la gente puede comenzar a demandar dólares como forma de cubrirse frente a un eventual descontrol inflacionario. Si la reacción del gobierno es detener una corrida semejante mediante acentuación de los controles de cambio y mandándolos a Moreno y Etchegaray a controlar las transacciones en la calle San Martín, se va a producir una fuerte devaluación en el mercado paralelo de cambios. Esto no debería ser novedoso para nadie: ya ocurrió de manera casi permanente en nuestro país entre 1975 y 1990 y viene ocurriendo en Venezuela desde varios años atrás.

Cuando se establece una brecha entre el mercado oficial de cambios y el mercado paralelo, la cotización del Dólar en este último mercado pasa a tener más influencia sobre las expectativas de inflación y el comportamiento de muchos precios que la cotización controlada por el gobierno. Un mercado cambiario desdoblado es normalmente la contracara monetaria de una ecoomía real en estado estanflacionario.

Es por esta razón que la decisión de Nestor Kirchner de abandonar la política de Dólar Alto sólo será exitosa en el sentido de evitar la espiralización de la inflación, si va acompañada no sólo de la eliminación de la inflación reprimida sino también de la recreación del crédito público y privado. Pero no del crédito ilusorio que se crea por emisión monetaría sino del crédito genuino que resulta de la confianza en que hacia el futuro a) no se volverán a violar los derechos de propiedad de los ahorristas argentinos y de los inversores del exterior y b) de que los deudores podrán cumplir con sus obligaciones. Por supuesto que ninguna de estas dos condiciones podrán alcanzarse si se continúa con la parte del discurso del gobierno que no cambió desde 2002: la de la violación permanente de los derechos de quienes arriesgan sus ahorros invirtiéndolos en la Argentina.

 

 

 

 

 

Artículos de La Nación sobre Colombia

En forma casi simultánea con mis notas sobre Colombia, el diario La Nación publicó varios artículos sobre los avances en materia de seguridad ciudadana en Bogotá y Medellín. Hoy también publicó un artículo muy bueno de Juan Manuel Tokatlian sobre la política exterior Argentina en relación a Colombia. Se los recomiendo a los lectores de mi blog a quienes mis notas les hayan despertado interés sobre la realidad colombiana.

El éxito de Colombia es clave para la seguridad y la integración del continente.

Quinta y última nota.

No quiero dejar la sensación de que en mi reciente viaje a Colombia sólo vi progreso y confianza. Colombia sigue enfrentando un problema muy serio de narco-guerrilla; tiene que cauterizar las típicas heridas post-conflicto que dejan las guerras civiles, cuando aún el conflicto no está definitivamente terminado; han renacido acusaciones de violaciones de los derechos humanos por parte de militares en relación a hechos antiguos, como el de la toma por el M-19 del Palacio de Justicia en 1985 y los casos mas recientes denominados “falsos-positivos”, en los que jóvenes de barrios marginales habrían sido asesinados y disfrazados de guerrilleros; se acaban de descubrir y abortar pirámides financieras no tan viejas ni tan grandes como la de Madoff en New York, pero sumamente gravosas para las regiones afectadas del interior del país; y se comienza a percibir el impacto de la crisis global por la gran importancia que tienen sus exportaciones a los países del NAFTA y de la CAN, regiones en las que puede caer mucho la demanda por la producción manufacturera colombiana.
Si bien, como yo intenté destacarlo en mis conferencias y declaraciones públicas en Bogotá y Medellín, Colombia presenta la ventaja de haber cuidado siempre su crédito público y privado, por lo que puede recurrir al endeudamiento para sostener la demanda efectiva, algo que no podrán hacer países como Argentina, Venezuela y Ecuador, no es menos cierto que Colombia, por el enorme esfuerzo fiscal que ha significado una guerra tan larga y con tantos frentes, no ha logrado acumular reservas excedentes como lo han hecho Chile y Méjico y, en menor medida, Brasil y Perú.
En sentido inverso, si bien la caída de la demanda de productos manufactureros originada en probables crisis profundas y prolongadas de Venezuela y Ecuador producirán un impacto inmediato negativo sobre la economía colombiana, el debilitamiento de los regímenes políticos de esos dos países, probablemente detenga o atenúe el apoyo subrepticio que desde el territorio venezolano y ecuatoriano han estado recibiendo las FARC, lo que como efecto mediato será muy positivo para Colombia.
Esta mezcla de circunstancias, algunas favorables y otras desfavorables, debería llevar a los Estados Unidos y al resto de las naciones americanas que están empeñadas en consolidar un clima de seguridad e integración en el continente, a redoblar los esfuerzos para ayudar a Colombia, tanto en el frente económico como en el de la lucha contra las FARC. Sólo gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y, lamentablemente, el de mi País, no parecen valorar los titánicos esfuerzos que Colombia está haciendo, en democracia y con pleno respeto de los principios republicanos, para erradicar definitivamente del continente americano un fenómeno que en los países que lo sufrieron, su extirpación costó muchas vidas y dio lugar a violaciones aberrantes de los derechos humanos.
Es inconcebible que algunos estrategas de la política exterior y legisladores en los Estados Unidos no adviertan el daño moral y material que para la causa de la paz y el progreso de todo el continente significa el manoseo que está recibiendo en el Congreso Americano el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos. Afortunadamente Méjico y Canadá en el norte y Chile, Perú y Brasil en el sur, tienen una actitud mucho más constructiva con Colombia, en términos de una relación comercial más abierta y profunda. También es alentador constatar la predisposición favorable al proceso integrador, por via de acuerdos de libre comercio, de Europa y Asia, que aunque no son mercados tan importantes para Colombia en la actualidad, el caracter bioceánico de su rica geografía ayudará a que lo sean en el futuro.
Además de reforzar el proceso de integración continental con la aprobación del Tratado de Libre Comercio, los Estados Unidos y los demás países importantes de América deben utilizar toda su influencia en los organismos multilaterales de crédito para que Colombia pueda financiar un programa ambicioso de mejoramiento de la infraestructura de transporte, así como de la infraestructura económica y social en las ciudades y pueblos del interior del país que no cuentan con el nivel de desarrollo de Bogotá y Medellín. Una consecuencia visible de los conflictos que debió soportar Colombia durante décadas es el deterioro y en algunos casos la ausencia de infraestructura para la interconección terrestre entre las comunidades de su vasto y accidentado territorio, así como las carencias de servicios básicos en muchas poblaciones pequeñas y alejadas del interior colombiano.
Hasta algunos años atrás, en estas poblaciones el único poder que existía era el de la narco-guerrilla. No existe mejor forma para neutralizar las tendencias recesivas originadas en la crisis económica global que redoblar los esfuerzos para revertir estas situaciones críticas, porque además de crear oportunidades de empleo y generar ingresos a la población, se estará apuntalando la presencia del Estado, en su rol prestador de los servicios básicos esenciales en los territorios que las fuerzas del orden han logrado recuperar de las garras de la guerrilla.
Además de todo el potencial que se detecta en Colombia para la producción de bienes, cuando se superen las limitaciones que hoy imponen la falta de infraestructura y de servicios, la geografía y la cultura de Colombia se constituirán en imanes poderosos de contingentes hoy inimaginados de turistas de toda las latitudes. Esta es una de las conclusiones de mi viaje que me siento más seguro de formular. Dan testimonio de ello la eficiencia y simpatía de María Ema García, la secretaria del Gerente General del Banco de la República que organizó y reorganizó mi agenda con una puntillosidad que yo, en toda mi larga historia de viajero incansable, nunca antes había conseguido; de Alejandra Rincón, joven licenciada en artes plásticas que me hizo recorrer y gozar de la admirable colección de pinturas y esculturas de la Casa Botero y del Museo de Arte de Bogotá. Sus explicaciones demostraban no sólo erudicción sino, y sobre todo, su amor por el arte colombiano; y de Juan Camacho, jóven antropólogo que me explicó la historia y las características de las piezas admirables de arte precolombino que se exhiben en el renovado Museo del Oro.
Los paseos que hice guiado por viejos amigos argentinos que viven en Colombia, Ana y Antonio Assefh y amigos colombianos, desde la época de estudiantes en Harvard, Cecilia y Alvaro Pachón, me permitieron conocer lugares tan impresionantes como la “Catedral de Sal”, en Zapataquía y tan divertidos como “Andrés Carne de Res”, en Chía. Estas visitas terminaron de convencerme de algo que ya había comenzado a descubrir en mis viajes a Cartagena de Indias en el pasado. Que Colombia, en un clima de paz se transformará en un destino turístico de relevancia mundial, para beneficio no sólo de quienes presten servicios a los turistas, sino también y, sobre todo, para deleite cultural y espiritual de quienes decidan acometer la aventura de descubrir la otra cara de Colombia. Tal como lo hice yo en este viaje inolvidable.