La jubilación media es hoy mucho más baja que en el 2001

El Gobierno argumenta permanentemente que en la actualidad las jubilaciones son más altas que en los 90s. Ese es otro engaño de los tantos a los que nos tienen acostumbrado los Kirchner y sus colaboradores.

La jubilación media en diciembre de 2009 ascendió a 1078  pesos. En diciembre de 2001, corregida por el efecto del aumento del costo de la vida, la jubilación media fue de 1330 pesos. Es decir un 23 % más alta.

Medida en la moneda norteamericana, mientras la jubilación media había sido de 412 dólares en diciembre de 2001, en diciembre de 2009 fue de sólo 284 dólares.  Es decir que al final del régimen de convertibilidad la jubilación media medida en dólares era 45% más alta que a fines del año pasado.

El Gobierno compara la jubilación mínima. Pero este análisis es engañoso porque en diciembre de 2001 sólo 15% de los jubilados cobraban la mínima, mientras que en la actualidad más del 70 % de los jubilados cobran ese haber jubilatorio. En otros términos, la jubilación que cobraban esos mismos jubilados que hoy cobran la mínima, en 2001 cobraban, en promedio, bastante por arriba de la mínima.

Para quienes quieran ver la serie completa desde el año 1971 decidí subir a este sitio la planilla excel en la que hice los cálculos. Lamentablemente no es fácil conseguir esta información en Internet, porque ni el ANSSES ni el INDEC publican estas cifras de manera fácilmente accesible. A continuación se pueden ver los gráficos de la jubilación en dólares y a precios constantes de diciembre de 2009 entre 1971 y 2009.

 

 

El gran desafío de gobernar en el año 2012

                                                                         Por Domingo Cavallo, para Perfil

No está claro que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner vaya a lograr llegar a las elecciones de Octubre de 2011 sin que los síntomas de la crisis fiscal hayan adquirido magnitudes impresionantes para la gente que tendrá que votar y elegir un nuevo gobierno. Pero tampoco está claro que la política de mentir en todos los frentes y apelar a todas las reservas de ahorros y capital, aún de las que están muy lejos de pertenecer al Estado, no les va a permitir seguir escondiendo aquellos síntomas y continuar con el cuento de la economía en crecimiento, con equilibrio fiscal  e inflación controlada. Tienen a su favor, la bonanza de las economías emergentes, en especial las asiáticas, que los vienen ayudando sin interrupción desde 2003 y las reservas de capacidad productiva que se acumularon gracias a la fuerte inversión modernizadora de los 90s. Estas últimas se están agotando, pero la bonanza del mundo emergente por el momento parece inagotable.

Lo que es cada vez más claro es que quienquiera que gane las elecciones del año que viene va a enfrentar un año 2012 muy complicado, al menos en el ámbito de la economía y de la situación social. La crisis fiscal se manifestará de manera dramática y, si Argentina no recupera rápidamente el crédito público, el riesgo de aceleración inflacionaria será muy elevado. Los cuellos de botella en la producción por falta de inversión se habrán multiplicado y aparecerán claramente reprimidos muchos precios de bienes y servicios que ya no podrán mantenerse artificialmente por debajo de sus costos. Las demandas de ajustes salariales serán cada vez más frecuentes y la presión fiscal generada por la necesidad de financiar subsidios alcanzará magnitudes extravagantes.

Los juicios contra el Estado con sentencias en firme, desde las que responden a reclamos de los Jubilados hasta las que se derivan de los reclamos por violación de los tratados de garantía de inversiones externas y por incumplimiento de obligaciones financieras, tendrán una magnitud mucho mayor que la que tenían a fines de la década de los 80s, cuando 13 años de estanflación y 2 años de hiperinflación habían dado lugar a millones de reclamos judiciales.

La operación de las empresas argentinas en el exterior, desde sus exportaciones hasta sus inversiones) estarán cada vez más condicionadas por las represalias que irán tomando más países contra la arbitraria intervención del Gobierno Argentino en los negocios internacionales, muy frecuentemente violatoria de los compromisos asumidos ante la Organización Mundial del Comercio y de lo demás tratados comerciales internacionales. También atentarán contra los negocios externos de las empresas argentinas, el alto costo financiero que enfrentan en comparación con el que pagan las empresas del resto de las economías emergentes.

Frente a este panorama, una pregunta que siempre me formulan quienes escuchan esta descripción del panorama que describo para 2012 es si estará mejor preparado un gobierno de los Kirchner o uno encabezado por alguno de los dirigentes de la oposición que hoy se visualizan como candidatos. Mi respuesta es que tendrá mucho mejor chance de encontrar una salida ordenada para esa crisis en perspectiva un nuevo Presidente surgido de la oposición al actual Gobierno que uno encabezado por Cristina o por Néstor Kirchner. La razón es simple: no hay forma de conseguir el crédito público que será necesario para transformar a la crisis en controlable y no explosiva sin que cambie en 180 grados el actual discurso económico y político del Gobierno.

El discurso de los Kirchner, desde 2003 en adelante y, crecientemente en los tres últimos años, se ha basado en la mentira reiterada y sostenida con una alevosía nunca vista antes en el plano de la comunicación política. Es imposible imaginar que la gente que tiene que hacer apuestas de futuro, tanto en argentina como en el exterior, vayan a creer que los Kirchner han decidido comenzar a gobernar con la verdad y se comprometan a dejar de mentir. Y sin capacidad para inspirar confianza en el nuevo discurso será imposible recuperar el crédito público.

Un gobierno diferente al de los Kirchner no tiene asegurado su éxito en la difícil empresa de recuperar la confianza pública, pero al menos tendrá la posibilidad de intentarlo. Será clave que llegue al poder haciendo campaña con la verdad. Esta será la gran herramienta de diferenciación con los Kirchner y, si da resultados en la etapa electoral, se transformará en el mejor activo con que contará el nuevo Presidente para enfrentar los desafíos que planteará la realidad económica y social de 2012.

La mentira causa estragos en la política como la inflación los causa en la economía y la sociedad.

 Dediqué mi libro “Estanflación” a explicar los estragos económicos y sociales que causa la inflación. Allí sostuve que la inflación es un engaño generalizado que afecta a toda la población. Puede decirse que la inflación es la manifestación más clara de los estragos que causa la mentira en una economía. En el prólogo se puede leer, textualmente:

“La inflación es una suerte de robo serial facilitado por el engaño. Cuando hay inflación, quien más y quien menos,  roba a, y es robado por, otras personas… y el gobierno roba a todos. Se trata de un robo encubierto, un robo del que las víctimas se dan cuenta recién después de un tiempo. Cuando ello ocurre, quienes han sido robados sienten el impulso de tomar revancha… robando a otros, hasta que estos últimos se den cuenta y reaccionen de la misma forma. Y, así sucesivamente, la enfermedad se va haciendo más y más contagiosa. Más virulenta y más cruel”.

“La inflación lleva a que funcionen cada vez peor las instituciones que deberían organizar la vida en socieda. La inflación atenta contra la determinación por el Congreso Nacional de qué impuestos y a que tasas impositivas deben pagar los contribuyentes. La inflación se constituye en un impuesto no legislado que pagan todos los que tienen algún ingreso monetario en la sociedad. Y pagan más mientras más ahorran en moneda nacional.”

“La inflación atenta contra la justicia, no sólo en materia económica, sino también en materia de delitos contra la sociedad, como los que cometen los funcionarios corruptos y las personas que tienen suficiente capacidad y falta de escrúpulos para corromper a los funcionarios públicos. La inflación esconde los actos de corrupción y les brinda impunidad”.

“La inflación alienta la organización corporativa de la sociedad y corroe los mecanismos de la democracia participativa, en la que el ciudadano y no las corporaciones tienen influencia decisiva en las decisiones políticas de sus representantes. Quienes mas pierden son los ciudadanos que no se organizan corporativamente para defender los intereses de su sector y evitar ser víctima de la puja distributiva despiadada”.

Lamentablemente, hoy hay evidencias claras que los estragos de la mentira no se circunscriben a las consecuencias de la inflación en la economía y la sociedad. Es probable que los estragos que está causando el engaño en la política sean aún más graves que los que provocan la inflación.

La gestión política de los Kirchner va  a quedar en la historia como un ejemplo de los estragos que causa la mentira en la política, con lo que se transformarán en los gobiernos responsables no sólo de haber re-introducido, a través de la inflación los estragos económicos de la mentira,  sino de haber transformado a la mentira sobre prácticamente todos los temas, desde la supuesta defensa de los derechos humanos, las estadísticas de precios y de pobreza y ahora, la supuesta comisión de delitos de lesa humanidad por empresarios periodísticos, en una herramienta política que causará estragos peores que los que ya produce la inflación. Se trata, ciertamente, de una combinación muy peligrosa.

Así como el engaño introduce mecanismos muy destructivos para la vida económica, la mentira como principal herramienta de conquista y acumulación de poder político lleva a la destrucción de las instituciones republicanas y al debilitamiento de la vida democrática del País. El resultado de la combinación perversa de inflación y destrucción sistemática de instituciones republicanas y democráticas se puede observar con claridad en la actualidad venezolana. Argentina, lamentablemente, se acerca peligrosamente al mismo clima económico y político. Ojalá nuestro Pueblo y la dirigencia de los partidos de la oposición tengan la fortaleza necesaria para evitar que caigamos en el mismo abismo.

Argentina en la Economía Global. Segunda nota

Durante los últimos ocho años de la década que está finalizando, el proceso de globalización significó para la Argentina una muy fuerte demanda para sus productos de exportación, lo que permitió que su economía se pudiera recuperar de la fuerte recesión del período 1998-2002. Esta recuperación no habría sido posible si Argentina no hubiera llegado muy bien preparada por el lado de su capacidad productiva.

La inversión elevada y eficiente de los años 90 permitió un fuerte aumento de la productividad tanto en la agricultura como en las actividades de la industria manufacturera. Las inversiones en energía, transportes y comunicaciones removieron los cuellos de botella que hacia fines de los 80s habían restringido grandemente la producción y deteriorado los niveles de productividad.

Las inversiones en agricultura y en las industrias proveedoras de insumos y elaboradoras de sus productos permitieron la introducción de cambios tecnológicos que produjeron un importante aumento de los rendimientos y de la producción primaria y agroindustrial.

También en las industrias pesada y manufacturera, incluida la industria automotriz, se realizaron durante la década de los 90s inversiones modernizadoras que crearon la capacidad productiva que permitió atender la fuerte expansión de la demanda externa e interna de los últimos ocho años.

El elevado endeudamiento de empresas, familias y gobiernos locales que llevó a la crisis financiera de 2001 y  la pesificación seguida de fuerte devaluación monetaria de 2002, si bien llevaron a que la economía argentina se quedara sin crédito a lo largo de la década, por varios años no constituyó en un factor inhibidor del aprovechamiento de la favorables condiciones externas. La falta de crédito fue reemplazada por la generación de ingresos internos en las actividades beneficiadas por el mejoramiento de los términos del intercambio externo y por el rezago con que los salarios y los precios de muchos insumos terminaron acompañando el aumento de los precios de venta de los productos. Pero este fenómeno está totalmente agotado y si la Argentina no recupera pronto el crédito, este factor se transformará en un fuerte hándicap para el crecimiento futuro de su economía.

Hacia el futuro la Argentina aparece mucho peor preparada para aprovechar las buenas perspectivas de la economía global que lo que lo estuvo para aprovechar las oportunidades que se abrieron desde 2003 en adelante. Las razones de este peor posicionamiento son varias.

En primer lugar ya se han agotado las reservas de capacidad productiva que se habían acumulado durante la década de los 90s. La falta de inversión, sumada a la muy baja eficiencia de la poca inversión que se realizó en los sectores de la energía está llevando a escasez de combustibles básicos (gas y petróleo) y de generación eléctrica. La infraestructura de transporte y el equipamiento en material rodante también se ha deteriorado. En la agricultura y en la industria manufacturera sólo ha existido inversión de mantenimiento y de expansión marginal de la capacidad productiva, pero no ha habido un proceso de creación de nueva capacidad productiva ni de incorporación masiva de tecnologías más avanzadas. En ganadería, como en los sectores de la energía hubo una clara disminución de la capacidad productiva que llevará varios años superar, aún con fuertes incentivos como los que aportan los precios actuales de la carne.

La apertura económica que en la década de los 90s preparó a la economía argentina para  aprovechar la expansión de la economía global se fue revirtiendo a lo largo de la última década. Hoy la economía argentina tiene la típica política comercial externa de los países que aún confían en la estrategia de crecimiento basada en la sustitución de importaciones y en la fuerte protección a las actividades orientadas a satisfacer la demanda interna de bienes y servicios. Predominan las restricciones cuantitativas y arancelarias a las importaciones y también se aplican fuertes gravámenes, e incluso prohibiciones, a las exportaciones. Argentina, lejos de negociar más tratados de libre comercio bilaterales, como lo han hecho Chile, Perú, Colombia y México, entre otros, ha violado los acuerdos regionales con sus vecinos del Mercosur y se ha desentendido totalmente de cualquier contribución al avance de las negociaciones comerciales multilaterales. En este sentido la actitud de nuestro país contrasta desfavorablemente con la de Brasil, país que tampoco avanzó con negociaciones bilaterales, pero que tuvo una actitud muy activa de defender los arreglos regionales y bregar por la apertura de los mercados en el plano multilateral.

La política comercial hacia China, la economía emergente que claramente liderará el proceso de expansión global en las próximas décadas, ha sido particularmente equivocada. Argentina asumió una clara actitud defensiva, imponiendo fuertes restricciones a la importación de productos chinos en los que esa economía tiene claras ventajas comparativas. Como consecuencia de ello China ha retaliado con restricciones a la importación de aceites vegetales. Nuestra política comercial externa en relación al gigante asiático ha sido opuesta a la de Chile. El país trasandino  fue el primero en negociar un tratado bilateral de libre comercio con China y ha logrado que aquel gran mercado esté plenamente abierto a sus exportaciones. Muchos países están tratando de imitar la estrategia chilena en relación a la economía china. Nosotros hacemos exactamente lo opuesto.

En la economía global del futuro, el comercio entre los países emergentes será crecientemente más importante que entre ellos y el mundo desarrollado, salvo en el rubro de las nuevas tecnologías y los servicios intensivos en conocimiento. Las economías emergentes, en la competencia entre ellas, no podrán hacer valer fuertes diferencias en los niveles de remuneración al trabajo no calificado, porque casi todas ellas tienen fuertes “ejércitos de reservas” en sus sectores tradicionales o en sus respectivas economías informales. Será crucial el nivel de productividad de los factores de la producción que alcancen cada una, como complemento a las ventajas comparativas que se deriven de sus respectivos recursos naturales y del aprovechamiento que cada una de esas economías sea capaz de hacer de sus recursos humanos más calificados. Lamentablemente, en esta carrera competitiva, las políticas de la última década también están poniendo a nuestra economía en una situación muy desfavorable.

Argentina está perdiendo rápidamente competitividad, no por apreciación artificial de su moneda sino por falta de inversión modernizadora de los procesos productivos, por distorsiones en la estructura de precios relativos y por crecientes ineficiencias en los servicios de infraestructura. Muchos de los recursos humanos más capacitados, en particular aquellos jóvenes, con capacidad organizativa y generadores de nuevos negocios, buscan oportunidades en  el exterior porque el clima de inseguridad jurídica y la incertidumbre sobre las reglas de juego futuras desalientan los emprendimientos que podrían llevar a cabo en el país.

La inseguridad jurídica y la incertidumbre sobre las reglas de juego del futuro tienen su manifestación más elocuente en el proceso inflacionario. En un mundo en el que la inflación ha prácticamente desaparecido, que Argentina sufra una inflación anual del 25 al 30 % aún cuando mantiene congelados y subsidiados muchos precios de bienes y servicios públicos es una suerte de preanuncio de cambios futuros en las políticas monetarias y fiscales, que, aún cuando estuvieran bien direccionados, impondrán costos económicos y sociales que los poderes corporativos tratarán de hacer soportar a los sectores menos organizados de la sociedad. Es prácticamente imposible predecir cuánto tiempo (y con qué distribución de costos y beneficios) demandará un proceso exitoso de reestablecimiento de la estabilidad monetaria y de precios.

La inseguridad jurídica y la incertidumbre sobre las reglas de juego futuro explican que Argentina haya quedado muy rezagada, en comparación con sus vecinos en materia de inversión extranjera directa y que la acumulación de ahorros de los argentinos, en la última década, se haya producido predominantemente en el exterior. Sin inversión extranjera directa y sin retorno de los ahorros argentinos que están en el exterior, será imposible financiar la inversión eficiente que demandaría un aprovechamiento eficiente de las oportunidades que ofrecerá la economía global en las próximas décadas.

La economía global seguirá en expansión, como lo estuvo durante la primera década de los 2000, pero, lamentablemente, Argentina está ahora mal preparada para insertarse con eficacia en esta economía global cuya expansión estará motorizada por las economías emergentes más que por el mundo desarrollado. En este sentido la herencia de los 2000 será mucho menos favorable al aprovechamiento de la bonanza global que lo que fue la herencia de los 90s.

Argentina en la Economía Global. Primera nota

En esta primera nota voy a tratar de responder a la siguiente pregunta ¿Cómo evolucionará la economía global en las próximas décadas?

Hay gente que piensa que la crisis global que arrancó con el colapso del mercado de las hipotecas “sub-prime” en los EEUU, en el verano boreal de 2007, significa que el proceso de globalización de la economía se está agotando. En mi opinión, están equivocados. El proceso de globalización, lejos de debilitarse, está saliendo fortalecido.

Lo que ha quedado debilitado es el crecimiento económico en las economías más desarrolladas porque se combinan dos tipos de problemas: uno financiero y uno real. El financiero es que muchas familias y empresas y, crecientemente, muchos gobiernos nacionales y locales, se han sobre-endeudado o están en proceso de encontrar fuertes límites a la posibilidad de seguir financiando déficits con endeudamiento.

El problema real es que, como productores de bienes y servicios, enfrentan competencia creciente de la producción originada en las economías emergentes y no pueden sostener el elevado nivel de ingresos que alcanzaron sus trabajadores ni los onerosos sistemas de seguridad social que crearon en las épocas de bonanza.

El problema financiero tardará en resolverse, pero será superado, porque los países desarrollados, en última instancia podrán saldar sus deudas con emisión monetaria: emisión de dólares, emisión de euros o emisión de yenes. En el proceso seguirá habiendo quiebras de algunos intermediarios financieros, las tasas de interés manejadas por los bancos centrales seguirán siendo bajas por mucho tiempo y, eventualmente, habrá inflación moderada, 4 o 5 % anual, que producirá tasas de interés negativas y licuará gradualmente las deudas.

El problema real se superará por emigración de trabajadores, por avances científicos y tecnológicos originados en sus universidades, centros de investigación y departamentos de investigación y desarrollo de sus empresas y por los servicios  de administración de empresas tecnológicas que difundan sus avances en todos los rincones del mundo.

Muchos de los trabajadores de los países en desarrollo que en el pasado emigraron desde sus países a Europa o a los Estados Unidos, regresarán a sus lugares de origen o rumbearán hacia otros países en proceso de desarrollo que demanden su experiencia y sus servicios. Incluso muchos jóvenes emprendedores y bien entrenados en las universidades americanas y europeas buscarán nuevos horizontes en los países en desarrollo que ofrezcan buenas oportunidades de empleo calificado. Se dará, en fin, un proceso migratorio muy diferente al que predominó en las cuatro o cinco últimas décadas.

En los Estados Unidos y en Europa se intensificará la actividad universitaria de alto nivel, contarán con más recursos sus centros de investigación y las empresas invertirán cada vez más en investigación y desarrollo, así como en la prestación de servicios de alta calidad, particularmente relacionados con el cuidado de la salud y la tercera edad. El ingreso real de quienes trabajen en estas actividades irá mejorando, no sólo en términos relativos frente al ingreso real de quienes continúen trabajando en sectores más tradicionales con menos ingrediente de conocimiento y más competencia externa, sino también en términos absolutos.

En cualquier caso, el ritmo de crecimiento de estas economías avanzadas será bastante más lento que lo que fue en el pasado y, es posible, que muestren síntomas de estancamiento por muchos años, tal como ocurrió con Japón desde 1990 en adelante. Sólo recuperarán un ritmo mayor de crecimiento en la medida que los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos generados por sus universidades, centros de investigación y departamentos de investigación y desarrollo de sus empresas logren empujar significativamente la frontera tecnológica para la economía global. Allí reside su única ventaja comparativa frente a una gran cantidad de países emergentes que están aprendiendo a utilizar las tecnologías disponibles para aprovechar cada vez más eficientemente sus recursos humanos y materiales y que cuentan con los ahorros necesarios para financiar altos niveles de inversión modernizadora de sus economías nacionales.

A pesar de esta tendencia al estancamiento de las economías avanzadas, la economía global seguirá creciendo a un ritmo no muy diferente al de la última década porque el rápido crecimiento de China y los tigres asiáticos se irá observando también en la mayor parte de las economías emergentes de América Latina, Asia, Europa Oriental y África. Este crecimiento no será liderado ni por la sustitución de importaciones ni por la promoción artificial de sus exportaciones  sino por el proceso de inversión e incorporación de tecnología que permitirá importantes aumentos de productividad y del empleo para satisfacer las crecientes demandas internas de las respectivas economías.

El comercio externo entre las economías en desarrollo aumentará mucho como consecuencia de la necesidad de aprovisionamiento eficiente de insumos y partes y también por las ganancias para los consumidores que se derivarán de la competencia no sólo interna sino también internacional. Como el motor más importante del crecimiento del comercio será la economía china y ésta comenzó a expandirse cuando decidió abrirse al mundo y aprovechar la tecnología disponible en el mundo desarrollado, su política comercial externa apuntará a negociar bilateralmente y, eventualmente, en forma multilateral, un comercio internacional cada vez más libre de trabas cuantitativas y arancelarias.

Los países pequeños y medianos que opten por encerrarse sobre sí mismos se verán perjudicados porque perderán acceso a los mercados más dinámicos. Por eso sostengo que prevalecerán las estrategias nacionales de desarrollo basadas en la inversión eficiente y la incorporación de tecnologías avanzadas y no en la sustitución de importaciones o en la promoción artificial de exportaciones. La clave para el crecimiento será disponer de fuentes de financiamiento para esta inversión eficiente. Los países con baja tasa de ahorro interno deberán hacerse elegibles para la entrada de ahorros procedentes del exterior.

La disminución de oportunidades de aplicación de los recursos financieros que los bancos y fondos de inversión encontrarán en los países desarrollados debido al menor dinamismo de su economías y al elevado endeudamiento de sus familias, empresas y gobiernos, impulsará a los intermediarios financieros globales a buscar oportunidades de aplicación de sus fondos en el mundo en desarrollo. Los países que creen un buen clima de negocios y provean seguridad jurídica a los capitales que se inviertan en sus respectivas economías no tendrán dificultades para financiar altas tasas de inversión.

Los mercados de bienes y servicios de los países desarrollados tendrán poca expansión, pero el comercio entre estos y los países en desarrollo continuará aumentando a partir de la exportación de servicios tecnológicos intensivos en conocimiento, desde los países avanzados, e importación de manufacturas y servicios intensivos en mano de obra, procedente de los países en desarrollo. Se intensificará la prestación de servicios financieros y de mercado de capitales desde las economías financieramente más sofisticadas hacia las economías emergentes, en particular hacia aquellas que se mantengan financieramente abiertas y consigan estabilidad monetaria y seguridad jurídica.

En mi próxima nota voy a tratar de responder a la siguiente pregunta ¿Cómo se prepara Argentina para esta próxima etapa de la economía global?