Libro de Daniel Naszewski: «Exiliado en el Ciberespacio»

Un prólogo políticamente incorrecto

Portada Exiliado en el ciberespacio, definitiva, enviada por germán(2)Estoy en un avión, viajando de Buenos Aires a Ciudad de México y me traje como único material de lectura un libro, aún inédito, escrito por un viejo amigo. El me lo había enviado en base digital, pero como me cansa leer tantas páginas de la computadora, antes de salir de viaje le pedí a mi secretario que lo pusiera en base papel. Me gusta leer mientras estoy en un avión, porque me puedo concentrar y nadie me interrumpe. Pero cuando el vuelo es nocturno, suelo leer durante dos horas y luego me derrota el sueño. Esta vez fue diferente, comencé a leer “Exiliado en el Ciberespacio” y me atrapó. Dediqué las 10 horas del vuelo a leer sus 42 capítulos y cuando lo terminé, comencé a escribir esta nota. Voy a resumir lo que siento en dos palabras: me encantó.

Me encantó porque es una apasionante historia de amor escrita por un economista, ese tipo de hombre al que se lo suele ver como un ser insensible y nada apasionado que analiza con frialdad números y gráficos y que, según la interpretación corriente, no piensa en la gente sino sólo en los números. No soy un gran lector de novelas, pero de la lectura de “Exiliado en el Ciberespacio” he acentuado la percepción de que las novelas, aún nacidas de la imaginación del autor, a veces describen de una manera mucho más elocuente la realidad que estamos viviendo que las miles de crónicas que leemos en los diarios o escuchamos en la radio y la televisión. La novela logra conectar la vida cotidiana de los personajes con eventos que cuando aparecen en los medios escritos o audiovisuales nos suelen parecer ajenos y distantes. Y, en la medida que el lector logra identificar a uno o varios de los personajes con seres humanos que conoce o ha conocido, la historia novelada se transforma en una experiencia personal difícil de distinguir de las que ha vivido en la realidad.

Estoy seguro que quienes lean “Exiliados en el Ciberespacio” desarrollarán una suerte de adicción a la lectura semanal de las “Cartas desde el Ciberespacio” con que Daniel Naszewski nos viene ayudando a entender los acontecimientos de la economía argentina desde el año 2004. Yo tuve la suerte de desarrollar la adicción por su lectura desde que escribió el primer artículo de esta serie. En esa primera carta descubrí que seguían existiendo pensadores inteligentes y valientes para expresarse en contra de la corriente, que no se dejaban arrastrar por la maquinaria propagandística que desde el gobierno de turno procuraba reescribir la historia. Perseguían demonizar a la década anterior y ensalzar las supuestas virtudes de un “modelo productivo” que no era otra cosa que la vieja estafa inflacionaria a ahorristas y trabajadores en beneficio de quienes no habían respetado los límites de la prudencia en el momento de endeudarse. Daniel lo advertía y pregonaba con la sinceridad y el candor del que están inundadas las páginas de “Exiliado en el Ciberespacio”.

Me complace mucho recomendar su lectura y deseo a Daniel Naszewski mucho éxito, con ésta, su segunda novela.

Domingo Cavallo

Contratapa Exiliado en el ciberespacio, final

“Infla-adicción”

Puse al título de este artículo entre comillas para destacar que acabo de inventar una palabra compuesta que aún no existe en el diccionario de la Real Academia, pero que es la más apropiada para describir el tipo de inflación que ha infectado a la economía argentina. Los lectores advertirán de inmediato que la nueva palabra apunta a trazar un paralelo con el vocablo “drogadicción”. Justamente, se me ocurrió llamar así a la enfermedad más grave de nuestra economía, porque hay enormes paralelos entre ella y la enfermedad más peligrosa que afecta a nuestra sociedad: la creciente adicción a las drogas impulsada por los narco-traficantes para ampliar las bases de su infame negocio.

La inflación, como la drogadicción, tuvo introductores. En 2002 fueron los empresarios y dirigentes políticos que estaban preocupados por el alto nivel de endeudamiento de sus empresas y provincias y que pensaron que la solución era la combinación de pesificación y mega-devaluación, mientras controlaban los precios de los servicios públicos y conseguían que la desocupación extrema demorara el ajuste de los salarios nominales.

Desde 2003 en adelante, cuando la inflación comenzó a ceder porque el Banco Central insinuó, como en Brasil, que comenzaría a aplicar una política monetaria enderezada a metas de inflación cada vez menores y el Peso, como el Real, comenzó a apreciarse, el Gobierno de Néstor Kirchner se transformó en infla-traficante con el objetivo de recaudar a través de las retenciones a las exportaciones. Las retenciones no podrían haber generado el nivel de recaudación que proveyeron desde entonces hasta el presente si en Argentina se hubiera dejado apreciar el Peso al mismo ritmo que se apreció el Real. Que hoy suframos más del 25 % de inflación anual mientras en Brasil la inflación es menor al 5 % por año, es el precio que pagamos los argentinos por esta decisión de nuestros gobernantes.

A medida que la desocupación fue disminuyendo, resultado claro de la fuerte rebaja de los costos laborales que significó la devaluación de 2002, los dirigentes sindicales se transformaron también en infla-traficantes, no porque la inflación beneficie a los trabajadores, sino porque refuerza el papel que les toca jugar a los dirigentes sindicales en las renegociaciones salariales que se tornan cada vez más frecuentes a medida que aumenta la tasa de inflación.

Así como la droga destruye progresivamente a la sociedad, tal como lo estamos viendo a través de la creciente inseguridad ciudadana, la inflación destruye a la economía porque la desorganiza y crea un clima de creciente inseguridad económica de las familias. La droga destruye la mente y el físico de quienes se transforman en adictos. Los narco-traficantes tratan de corromper a los estamentos del Estado encargados de reprimirlos. Por eso buscan infiltrar a las fuerzas de seguridad, a los poderes ejecutivos, a los parlamentos y a la justicia.

La inflación carcome el ingreso real de las familias de trabajadores y de los jubilados, en especial de quienes no gozan de la protección de fuertes sindicatos vinculados al gobierno. Como los narco-traficantes, los infla-traficantes también tratan de infiltrar a los diversos poderes del Estado.

Lamentablemente, en Argentina lo han conseguido: hoy el Gobierno y una gran mayoría de dirigentes políticos se han transformado en poderosos infla-traficantes. La mejor prueba es la decisión de quitarle al Banco Central la responsabilidad de luchar contra la inflación. Es exactamente lo mismo que si el Gobierno y la dirigencia Argentina decidieran instruir a las fuerzas de seguridad que dejaran de luchar contra el narco tráfico. Afortunadamente eso no ha ocurrido en nuestro País, pero debemos estar precavidos: los incentivos que utilizan los narcotraficantes para evitar que el Estado identifique a la drogadicción como el enemigo público número 1 de la sociedad, son los mismos que utilizan los infla-traficantes para transformar al Estado en su aliado. En ambos casos se utiliza el poder económico y político que se consigue a través del dinero mal-habido.

Las elecciones del año próximo nos ofrecen a los ciudadanos una oportunidad para ejercer nuestros derechos y elegir un Gobierno que sea capaz de luchar frontalmente contra la infla-adicción y la drogadicción como las dos enfermedades más virulentas y peligrosas de nuestra sociedad. Por eso será muy importante que en el proceso electoral la inflación y la inseguridad se transformen en el centro de la discusión y de la atención de los electores. No debemos dejar que nos confundan con promesas demagógicas y apelaciones a supuestas ideologías progresistas. No hay nada más retrógrado en economía que el tipo de inflación que ya sufrimos y no hay nada más destructivo del orden social y moral que la creciente inseguridad que se origina en el narcotráfico.

La inflación ya es una enfermedad crónica.

Por Domingo Cavallo, para La Nación.

Cuando en una economía que tiene estabilidad de precios, algún shock externo o alguna decisión de política económica interna provoca un aumento repentino de un conjunto de precios, ese episodio puede resultar una suerte de golpe inflacionario reversible o, mucho peor, puede constituirse en el inicio de un proceso inflacionario crónico. Lo que determina que sea una cosa o la otra es la política monetaria que sucede al aumento inicial de precios.

Si la política monetaria es restrictiva, de tal forma de retrotraer la economía al estado previo de estabilidad de precios, se puede evitar que la economía quede infectada de inflación crónica. Eso ocurrió en Brasil cuando después de cuatro años de estabilidad conquistada por el Plan Real, sobrevino un golpe inflacionario precipitado por una fuerte devaluación que alcanzó su pico a mediados de 2002, precisamente cuando los Brasileros estaban votando para elegir al Gobierno de Lula en reemplazo del Gobierno de Fernando Enrique Cardozo. El Presidente Lula, al brindarle respaldo a su Banco Central mientras éste aplicaba una política monetaria restrictiva que llevaría gradualmente a una fuerte apreciación del Real, logró que la economía de su país reconquistara la estabilidad de precios. Ello le permitió implementar una exitosa política social enderezada a disminuir sostenidamente los niveles de extrema pobreza.

En nuestro país, la historia resultó, lamentablemente, diferente. A lo largo de poco más de un año desde el último trimestre de 2002, el golpe inflacionario que sucedió al abandono de la convertibilidad, comenzó a revertirse gracias a una política monetaria restrictiva que, como en Brasil por la misma época, también condujo a una apreciación inicial del Peso. Pero la decisión adoptada por la administración del Presidente Kirchner de impedir que continuara la apreciación del Peso y comenzar a recaudar crecientes retenciones a las exportaciones para financiar, supuestamente, su política social, llevó a que la inflación, lejos de tender a desaparecer, se transformara en una enfermedad crónica de nuestra economía. Como no podía ser de otra forma, la aceleración inflacionaria lejos de contribuir a hacer efectiva la política redistributiva que pregonaba el Gobierno, pasó a constituirse en el principal mecanismo generador de pobreza e injusticia social.

Como siempre ocurre, al principio la aceleración inflacionaria pareció contribuir a la expansión de la demanda y a la reactivación de la economía. Los trabajadores y jubilados creyeron encontrar en los ajustes de salarios y jubilaciones nominales conseguidos por sus dirigentes sindicales o decididos por el Gobierno un paliativo efectivo al deterioro del poder adquisitivo de sus ingresos. Pero a poco de andar la inflación comenzó a poner en evidencia sus costos económicos y sociales.

Los aumentos de precios y de remuneraciones no fueron uniformes sino que reflejaron de manera cada vez más intensa la diferente capacidad negociadora de los sectores y su variado peso político. El Gobierno debió crear numerosos mecanismos de subsidios a las empresas prestadoras de servicios públicos o productoras de precios artificialmente controlados. Como siempre ocurre, a estos mecanismos de subsidios a empresas con fines de lucro se les sumó la corrupción de los intermediarios, con lo que se hicieron crecientemente onerosos e inefectivos. Tendió a desaparecer la inversión productiva de mediano y largo plazo y sólo se llevaron a cabo inversiones de rápida maduración o emprendimientos inmobiliarios destinados a proteger a los ahorristas de la desvalorización monetaria. Desaparecieron los créditos hipotecarios para vivienda al alcance del asalariado promedio y se alentó la compra a crédito subsidiado de electrodomésticos y automóviles, único mecanismo mínimamente protector del ahorro familiar del que pudieron disponer las familias.

A pesar de todas estas distorsiones económicas y los costos sociales asociados, hay todavía personas y dirigentes que no ven en la inflación el principal problema económico de nuestra realidad, porque creen que la política monetaria expansiva y el crédito subsidiado permiten conseguir altas tasas de crecimiento económico que, de otra manera, serían inalcanzables. Esta ilusión se desvanecerá tan pronto como la carrera de los precios alcance a eliminar totalmente el fuerte colchón cambiario que crearon la devaluación inicial del Peso y el debilitamiento del Dólar a escala mundial. Cuando la gente espere que el ritmo de devaluación del Peso ya no podrá ser muy diferente al ritmo de la inflación, las tasas de interés subirán a un nivel superior al de la inflación esperada y se comenzará a sufrir la carrera entre tasas de interés, devaluación monetaria y brecha cambiaria que caracterizó al largo período de estanflación que ya sufrimos entre 1975 y 1990.

Para ese entonces ya no van a quedar dudas de que la inflación es, junto a la inseguridad, la principal enfermedad que aqueja a nuestra sociedad. En ambos casos, inflación e inseguridad, existen promotores tan diabólicos como seductores. En el caso de la inflación el promotor es la emisión monetaria. En el caso de la inseguridad es la droga. La emisión monetaria y la droga, producen durante un cierto tiempo una sensación de bienestar individual, pero además de terminar destruyendo a quienes se tornan adictos, dejan terribles secuelas en el cuerpo social.

Está en la dirigencia política advertir estos peligros y ponerse al frente de la lucha contra estos males sociales. Ojalá el próximo período pre-electoral sirva para que dirigentes y ciudadanos tomen conciencia de estos peligros y resulte elegido el Gobierno mejor preparado para erradicar estas plagas.

Conferencia en la Universidad Torcuato Di Tella

En octubre del año pasado participé en el ciclo de conferencias «Los Ministros de Economía de la Democracia», organizado por las escuelas de Gobierno y de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella. Fernando Díaz descubrió hace algunos días que en el sitio de la Universidad están posteados dos videos con la grabación de mi conferencia. Decidí subirlos a mi blog porque pueden ser de interés para quienes lo visitan.

Domingo Cavallo@UTDT Parte 1 from Universidad Torcuato Di Tella on Vimeo.

Domingo Cavallo@UTDT Parte2 from Universidad Torcuato Di Tella on Vimeo.

Precio del Dólar e Inflación

Hoy nadie discute en el mundo que la tasa de inflación de una economía está determinada por la política monetaria que aplica su Banco Central. Por eso, en la asignación de instrumentos a objetivos de política económica, la responsabilidad principal para mantener bajo control la inflación (o evitar la deflación) corresponde al Banco Central. Pero a pesar de la aceptación  muy generalizada de esta premisa no es sencillo encontrar el indicador de la política monetaria que permita explicar adecuadamente la tasa de inflación, por la sencilla razón que la forma de conducir la política monetaria es diferente en cada país y en diferentes circunstancias históricas.

Quienes adhieren a la teoría cuantitativa del dinero, es decir, quienes sostienen que la inflación se explica por la tasa a la que vienen creciendo  la oferta monetaria, tratan de comparar el ritmo de expansión monetaria en el pasado con la inflación en el futuro. Muy a la larga, esta relación termina produciéndose, pero, aún por períodos de varios años, a veces hay una fuerte expansión monetaria que no se refleja en aumentos de inflación (como ocurrió durante casi toda el período de la convertibilidad) y otras veces  la inflación crece mucho más rápidamente que la expansión monetaria, como ocurrió durante el año 2002 y volvió a ocurrir entre 2007 y 2008.

La expansión monetaria no es el mejor predictor de la inflación en economías que se han acostumbrado a utilizar en sus transacciones y contratos monedas extranjeras, porque en ellas existe un alto grado de sustitución entre la moneda local (cuya expansión puede ser medida siguiendo los balances del Banco Central y las estadísticas del sistema financiero) y las monedas extranjeras, que, si no son depositadas en el sistema financiero local, no quedan registradas en las estadísticas monetarias. Aún en períodos en los que es legal y habitual que haya depósitos a la vista en dólares y otras monedas, como ocurrió durante la vigencia de la convertibilidad en nuestro país, es imposible registrar el monto de los billetes de monedas extranjeras que circulan en la economía. Además de este problema práctico de medición de la oferta monetaria, está la cuestión de los cambios en la velocidad de circulación del dinero, que no son otra cosa que los vaivenes en la demanda de dinero por parte de las familias y de las empresas. Cuando hay un aumento en la demanda de dinero, por ejemplo para atesorar o por que los bancos quieren tener fuerte liquidez, como ocurre ahora en los Estados Unidos, por más que crezca la emisión monetaria, no se crea un exceso de oferta porque aumenta elásticamente la demanda, es decir, hay una fuerte y continuada contracción en la velocidad de circulación del dinero y la emisión no provoca inflación.

Por eso, en economías muy abiertas a los movimientos de capitales (como lo fue de hecho y de derecho nuestro país durante la convertibilidad, y de hecho, aunque no de derecho, antes y después de la convertibilidad) el mejor indicador de la política monetaria es el tipo de cambio nominal, es decir la cantidad de unidades de la moneda local que se necesitan para comprar en el mercado unidades de las monedas extranjeras más utilizadas. Tradicionalmente en nuestro país el tipo de cambio nominal se ha identificado con el precio en pesos de un dólar de los Estados Unidos, pero en realidad hay un concepto de tipo de cambio nominal que es más relevante: el precio en pesos de una cesta apropiada de monedas, equivalentes a un dólar en un año base. La cesta apropiada es la que refleja lo más aproximadamente posible la composición por países de nuestro comercio exterior. A este tipo de cambio se lo suele denominar “tipo de cambio multilateral”. En el caso de nuestro país deben entrar en la cesta al menos el Dólar de los EEUU, el Euro, el Real, el Peso Chileno, el Yen Japonés, el Yuan Chino y el Peso Mejicano. Para que pueda entenderse la diferencia entre estos dos tipos de cambio (el del Dólar y el Multilateral) vale la pena mirar como han evolucionado, en nuestro país, entre junio de 1994 y octubre de 2010. Esto se puede ver en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Mediciones alternativas del tipo de cambio

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El tipo de cambio del Dólar es el que estamos acostumbrados a seguir cotidianamente: cuantos pesos se necesitan para comprar un Dólar: Fue igual a 1 durante la convertibilidad, pegó un salto más de 3,50 en los primeros meses de 2002, cuando se produjo la pesificación acompañada por flotación del Peso, luego bajó a menos de 3 bastante rápidamente a lo largo de 2003, se mantuvo, sostenido por el Banco Central alrededor de 3 por varios años y finalmente subió de 3 a 4 desde mediados del 2008 hasta el día de hoy. Hoy se ubica muy cercano a 4 pesos por dólar.

El tipo de cambio multilateral, es decir cuantos pesos se necesitan para comprar una cesta de dólares, euros, pesos chilenos, reales, pesos mejicanos, yuanes y yenes, en proporciones a  las que en diciembre de 2001 también equivalían al valor de un dólar, estuvo bastante por arriba de 1 en el segundo semestre de 1994, y bajó permanentemente a lo largo del período de la convertibilidad, con un escalón marcado hacia abajo a principios de 1999, cuando Brasil devaluó el Real, hasta llegar a 1 en diciembre de  2001. Luego se movió casi igual que el tipo de cambio del Dólar hasta fines de 2003. Desde allí en adelante el precio de la cesta de monedas aumentó sistemáticamente más que el Dólar hasta llegar a 5 en la actualidad.

La brecha entre los dos tipos de cambio (es decir, la diferencia entre las líneas azul y roja del Cuadro 1) refleja el resultado de la política monetaria de los EEUU en relación a las políticas monetarias de los países que son nuestros otros socios comerciales. Hasta 2001 EEUU aplicó una política monetaria restrictiva, destinada a mantener baja la inflación en momentos en que la economía norteamericana estaba creciendo bien. Esta política, que se denominó de “Dólar fuerte” llevó a que bajara el valor de las demás monedas (tendieran a depreciarse) y, al mismo tiempo, que también tendieran a desvalorizarse las mercancías que entran en el comercio internacional. Por eso los precios de nuestros productos de exportación fueron tan bajos hacia finales de la década del 90 y en los dos primeros años de la década del 2000. Desde principios de 2004 EEUU aplicó una política monetaria laxa, es decir mantuvo la tasa de interés de intervención del Banco de la Reserva Federal relativamente baja y creó abundante liquidez en su economía. Esa política se mantuvo prácticamente hasta ahora y se ha acentuado aún más en el último año. Esta política monetaria expansiva de los EEUU, si bien no provocó fuerte inflación en su economía, sí generó aumentos considerables en los precios de las demás monedas y en el precio de las mercancías que entran en el comercio internacional. Ello explica que casi todas las monedas tendieron a apreciarse frente al dólar y que el precio del petróleo, los minerales, la soja y, particularmente el oro, se triplicaran o cuadruplicaran.

Hoy, cuando se discute críticamente el papel del Dólar como moneda, a la vez nacional de los EEUU e internacional por su rol en el mercado mundial, se alude precisamente a los ciclos indeseados en la economía mundial que introduce la política monetaria del Banco de la Reserva Federal, cuando no es seguida por las demás economías. Obviamente, si hubiera habido mejor coordinación entre las políticas macroeconómicas de todos los países, como ocurría durante el período en que rigió el régimen de Bretton Woods, entre 1945 y 1971, estos vaivenes en la relación entre las monedas y su influencia en los precios de los bienes que se comercializan internacionalmente, habría sido mucho menor.

Hice esta larga digresión sobre las divergencias entre el tipo da cambio del Dólar y el tipo de cambio multilateral, porque voy a argumentar que si queremos encontrar la relación entre la inflación en nuestro país y el tipo de cambio, tenemos que fijarnos en el tipo de cambio multilateral. Quienes hayan seguido mis comentarios sobre la inflación en la Argentina, desde 2002 en adelante (“Con el Dólar a casi 4 pesos la inflación latente es del 100%”, “Es positivo que el Peso y el Real se fortalezcan”, “La culpa es de la devaluación”y “Distorsionando la Micro para embellecer la Macro” entre otros, incluyendo, por supuesto, mi libro “Estanflación”) saben que tanto para explicar la tasa observada de inflación, como para predecir la inflación futura, siempre me he fijado en el tipo de cambio nominal. En este artículo quiero comparar la evolución de los índices de precios con el tipo de cambio nominal que mejor se presta para esa comparación, no el del Dólar, sino el multilateral. Para ello debemos analizar la información aportada por el cuadro 2.

Cuadro 2 -Tipo de Cambio Nominal e Índices de Precios

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Allí se puede observar claramente que los índices de precios tienden a subir como tirados, desde arriba, por el tipo de cambio multilateral. Por ejemplo, todos los índices presentan un empinamiento durante 2002 y una declinación o amesetamiento durante 2003, para luego retomar su aumento sostenido hasta 2007 y su aceleración a partir de ese momento. La aceleración es particularmente notable para el índice de Alimentos y Bebidas (como componente del índice de precios al consumidor), que está representado por la línea celeste. El único índice que no aparece tirado hacia arriba por el tipo de cambio multilateral es el que corresponde a la componente Agua, Gas y Electricidad del índice de precios al consumidor y que está representado por la línea violeta. Esto se explica porque los precios de estos servicios han sido regulados por el Estado y las empresas que los producen han sido y siguen siendo fuertemente subsidiadas, fenómeno que no puede sostenerse indefinidamente en el tiempo y, en algún momento, deberá corregirse.

El índice de precios mayoristas, que en el gráfico se representa en amarillo, es el que sigue con más fidelidad el curso del tipo de cambio multilateral y ello es así porque en ese índice entran la mayor parte de los bienes que se exportan, importan o sustituyen importaciones. Las divergencias con el tipo de cambio multilateral se explican fundamentalmente por la existencia de retenciones a las exportaciones y algunas prohibiciones para exportar. Por eso el índice llega a algo menos de 4,5 y no a 5.

En el caso del índice de precios al consumidor, que se representa en color verde, aumenta hasta 4 veces el nivel de diciembre de 2001. No llegó a 5, como ocurrió con Alimentos y Bebidas, porque algunos componentes aún siguen rezagados, sobre todo en aquellos rubros en que el gobierno ha intervenido con regulaciones, subsidios y controles. Pero la mayoría de los precios que han podido moverse conforme al curso de la oferta y la demanda, ya se han multiplicado por 5, tal como ocurrió con el tipo de cambio nominal.

Hay una conclusión simple que se puede extraer de este análisis. Con la mayoría de los precios habiendo convergido ya al nivel del tipo de cambio multilateral, si el Gobierno lograra que el precio de la cesta de monedas equivalentes a 1 dólar de diciembre de 2001 no se moviera a lo largo de 2011 y dejara que todos los precios que están rezagados, especialmente las tarifas de servicios públicos regulados, todavía podría haber un aumento del índice de precios al consumidor del orden del 25 % (con lo que dicho índice pasaría de 4 a 5). Esta es la medida de la inflación reprimida que aún existe en la economía. La mayoría de los economistas predice que durante 2011 la inflación va a ser, precisamente, del 25 %, con lo que uno podría pensar que, entonces, en 2012 la inflación podría bajar fuertemente si el gobierno evita producir una nueva devaluación del Peso.

Anticipo mi opinión: no es esto lo que va a ocurrir, por dos razones fundamentales: el gobierno no va a eliminar durante 2011 la inflación reprimida y, si la inflación continúa al ritmo del 25 %, ello significará que muchos precios libres aumentarán por arriba de lo que aumente el precio del Dólar, no empujados por el Dólar, que ahora el Gobierno procurará mantener planchado, sino por el exceso de emisión monetaria y por el aumento excesivo del gasto público. Si eso es lo que ocurre, hacia 2012 el riesgo de descontrol inflacionario habrá aumentado peligrosamente, porque la política cambiaria habrá dejado de ser consistente con el resto de las políticas macroeconómicas y la inflación reprimida seguirá siendo un resorte cada vez más difícil de sujetar comprimido. Allí se vivirá la situación que yo describí en mi libro “Estanflación”, escrito a mediados de 2008. La caída de Lehman Brother y la peligrosa recesión y deflación que vivió el mundo desarrollado, le permitió a la economía argentina zafar por dos o tres años de enfrentar esa encrucijada. Pero es muy poco probable que logre volver a sortearla luego del cambio de gobierno de finales del año próximo. A este tema me voy a referir en los próximos posts.