Los visitantes de este sitio que leen los comentarios, van a encontrar que este post repite una de mis respuestas. Pero luego que terminé de escribir mi respuesta al comentario de Sergio, me pareció útil postearla.
Sergio me envió el siguiente comentario: Dr. Cavallo: Que lindo sería un respetuoso debate entre Ud. y el Dr. Cachanosky sobre el artículo que publica hoy en su revista virtual. Saludos
Mando nota publicada 04/04/2011. Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky.A 20 AÑOS DE LA CONVERTIBILIDAD: LAS ENSEÑANZAS QUE NOS DEJA.
Esta fue mi respuesta a Sergio:
Yo lo respeto mucho a Cachanoski, pero siempre consideré que sus opiniones son, al menos, un poco ligeras y superficiales.
Yo leí sus artículos desde que él comenzó a escribir, en la época en la que yo ya había dirigido durante más de 10 años el principal Instituto de investigación económica de la Argentina, me había Doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba y en Economía en la Universidad de Harvard, había sido profesor Universitario por más de 20 años , había sido Diputado Nacional, había manejado durante un año y medio la política exterior de la Argentina y comenzaba a manejar la política económica en medio de una crisis hipeinflacionaria provocada por un un Estado ineficiente, corrupto y totalmente desorganizado.
Por lo que escribe ahora sobre la convertibilidad, está claro que él no lee lo que yo escribía entonces y lo que escribí durante los últimos 10 años. En particular, es claro que no ha leído mi libro Estanflación ni mi artículo “Régimen Monetario y políticas cambiarias” que puede ser bajado de la página “artículos en Español” de este sitio. Digo todo esto porque para que sea útil un debate respetuoso entre Cachanoski y yo, él debería al menos leer lo que yo escribo, tanto como yo lee lo que él publica en su blog y en el diario La Nación.
Cahanoski dice que la convertibilidad no podía resolver todos los problemas de la Argentina porque era “sólo” una regla monetaria que yo no impuse sino que impuso la gente al elegir el dólar como moneda para proteger sus ahorros. Tiene razón, aunque lo que la gente había elegido era la dolarización, no la convertibilidad.
Pero su falta de experiencia lo lleva a subestimar todo lo que la convertibilidad permitió hacer en la década de los 90s, al menos mientras yo estuve en el Gobierno.
Sin convertibilidad no podríamos haber eliminado las retenciones agropecuarias para ser reemplazadas por recaudación efectiva del Impuesto al Valor Agregado y a las Ganancias, no podríamos haber abierto la economía al mundo, tanto para el comercio como para la inversión y la importación de tecnologías avanzadas, no podríamos haber privatizado y transformado en unidades productivas eficientes a las viejas empresas del Estado.
Cachanoski dice que en aquellos años aumentamos el gasto público. Craso error. Desde 1990 hasta 1996 al menos, el Gasto público se redujo en casi el 10 % del PBI (tanto como ha vuelto a aumentar desde 2003 en adelante) y desapareció el déficit fiscal, gracias, precisamente, a la privatización de las empresas públicas. Las inversiones (muy ineficientes, mal planeadas y plagadas de corrupción) y el alto costo operativo de las viejas empresas del Estado eran las principales responsables del descontrol del gasto público durante las décadas del 70 y del 80. Todo el déficit fiscal estaba explicado por la ineficiencia y la corrupción de las Empresas del Estado. Esto no se podría haber revertido de no haber sido posible eliminar la inflación de cuajo y si no se hubiera conseguido el respaldo político que significó para el Gobierno de Menem el éxito de la convertibilidad.
La inconsistencia del análisis que hace Cachanoski salta a la vista cuando menciona como error el que el tipo de cambio se hubiera fijado a 10.000 australes (o un Peso convertible) por dólar y nó a un tipo de cambio nominal más alto. A renglón seguido dice que la inflación no bajó a cero de inmediato sino que, durante el primer año de la convertibilidad, fue del 20 %, argumentando que esto era inconsistente con el tipo de cambio fijo. Si el tipo de cambio se hubiera fijado a 20.000 australes por dólar (a 2 pesos convertibles por dólar) cualquiera que entienda cómo funciona una economía monetaria de mercado debería saber que en el primer año la de esa convertibilidad la inflación hubiera sido del 120 %!. Esto es lo que ocurrió precisamente cuando Ecuador dolarizó su economía con un Sucre inicialmente extremadamente devaluado. Y ésto ocurre, porque el tipo de cambio real nunca es decidido por el Estado sino por las circunstancias reales por la que atraviesa una economía.
Quienes han estudiado cuáles son los determinantes del tipo de cambio real, en todas las economías, como lo hicimos varios de mis colaboradores y yo durante la década de los 70 y de los 80s, en la Fundación Mediterránea, sabe que el tipo de cambio real depende al menos de las siguientes variables reales: los términos del intercambio externo, la política comercial externa del país (retenciones, aranceles, restricciones cuantitativas al comercio exterior), el nivel y composición del gasto público, el tamaño del déficit fiscal y su fuente de financiamiento, la liquidez internacional y el grado de confianza que inspira la economía (como determinantes de la entrada o salida neta de capitales).
Hoy por ejemplo, el tipo de cambio real no es bajo en Argentina porque el Banco Central haya decidido no sostener el tipo de cambio nominal. Todo lo contrario, el Banco Central ha estado comprando dólares casi continuamente. Hoy el tipo de cambio real es bajo porque los términos del intercambio del país son muy favorables, porque hay mucha liquidez externa y porque el gasto público es muy alto. Pero sería más bajo aún si el gobierno no cobrara las retenciones a las exportaciones, si hubiera confianza en la economía Argentina y si el gobierno no financiara subrepticiamente su déficit fiscal con emisión monetaria. No es difícil descubrirlo. Los países de América Latina que gozan de la misma bonanza externa que Argentina, pero tienen políticas monetarias y fiscales más ortodoxas y no han creado desconfianza, tienen hoy monedas mucho más apreciadas, en términos reales, que la moneda argentina . Me refiero a Brasil, a Chile, a Perú, a Colombia, a Uruguay y a México.
El único gasto público que aumentó como porcentaje del PBI mientras yo fui ministro, es el que corresponde al pago de Jubilaciones y Pensiones. Y aumentó porque desde septiembre de 1992 comenzamos a cumplir con las leyes que habían sido aprobadas muchos años antes y que habían creado derechos adquiridos. No sólo aumentaron esas erogaciones en 2 % del PBI, sino que a partir del año 1994, cuando las empresas privatizadas comenzaron a pagar sueldos mucho más altos a sus gerentes, los jubilados de las viejas empresas del Estado que aún mantenían sus beneficios como porcentaje de los sueldos cobrados por el personal en actividad, recibieron enormes aumentos. Tuvimos que discutir la Ley de Solidaridad Previsional para poner límites a ese aumento del Gasto, cosa que es muy difícil de hacer en cualquier democracia, como se está viendo hoy en Europa y en los propios EEUU. Cumplir con los Jubilados significó también reconocer la deuda que estaba escondida, pero que había sido devengada durante la década del 80 y tenía sentencia firme de la Justicia que obligaba a su pago. Todo el endeudamiento público contabilizado desde 1991 hasta fines de 1995 se originó en el reconocimiento de ese tipo de deudas devengadas con anterioridad. Por eso, decir que la convertibilidad se sostuvo por vía del endeudamiento es, al menos, una ligereza.
El orígen de la crisis Argentina está en el aumento del gasto público y del déficit de las provincias desde 1997 en adelante, aumento que fue financiado con préstamos a tasa flotante del sistema financiero argentino y que fueron garantizados con los recursos de la coparticipación federal de impuestos, algo que las provincias no podían hacer cuando yo fui Ministro, porque se lo habíamos prohibido por decreto. No recuerdo que Cachanoski haya argumentado contra ese fenómeno, al menos no con el énfasis con que yo lo hice en aquellos años, cuando fui el principal crítico del Gobierno de Menem.
Cachanoski cree que no es posible volver a un régimen de convertibilidad monetaria. Yo creo que no sólo es posible sino que será imprescindible hacerlo cuando la inflación se haya transformado en un fenómeno insoportable para la gente. Ya no será convertibilidad con tipo de cambio fijo, sino convertibilidad con tipo de cambio flotante, acompañado por la regla monetaria que se denomina de “metas de inflación”.
Cuando ello ocurra, si los términos del intercambio siguen siendo tan favorables como ahora, la liquidez internacional tan abundante, pero al mismo tiempo,un gobierno comprometido con la estabilidad elimina subsidios y retenciones, crea confianza, disminuye el nivel de gasto público y deja de financiar déficit fiscal con emisión monetaria, el Peso Argentino, en términos reales, estará mucho más apreciado que ahora, es decir el precio del dólar en términos reales será tan bajo como lo es hoy en Brasil, en Chile, en Perú, en Uruguay y en México. Claro que, por entonces, tendremos también la baja inflación que hoy beneficia a los ciudadanos de esos países. Igual que durante los años 90s.