El mundo, Europa y Argentina

Estos son los temas sobre los que me toca opinar en las reuniones y conferencias a las que estoy asistiendo desde que inicié un largo viaje por Europa y América el 23 de mayo pasado. Luego de participar en Berna, Suiza, de una reunión del Grupo de los 30, donde el foco de la discusión fue sobre la crisis Europea, di una conferencia en Zúrich invitado por la Cámara Suizo-Latinoamericana de Comercio.

En esa oportunidad me reencontré con Eduardo Widakowich, un joven profesional argentino que vive y trabaja en Ginebra y que en el pasado colaboró con mis campañas electorales en Acción por la República. El se traslado desde Ginebra a Zurich, aprovechando el eficiente sistema ferroviario de Suiza, para escuchar mi conferencia. Pero además de esa deferencia se tomó el trabajo de resumirla y postearla en Punto Latino, una publicación que es el punto de encuentro de toda la actividad cultural y social latinoamericana en Suiza. Gracias a su amabilidad y eficiencia puedo hacerles llegar a los visitantes de mi blog algunos rastros de mis actividades en el exterior que explican porqué en las últimas semanas no he subido nuevos posts con comentarios sobre las novedades de Argentina.

Aprovecho para comentarles que luego de Suiza he estado en Boston y Washington y hoy parto para Bogotá. El Viernes y sábado próximos voy a participar en Pamplona, España, en una mesa redonda sobre la crisis en Europa, en el contexto de una conferencia organizada por la Universidad de Navarra. Pronto les haré llegar las versiones en inglés y en castellano del documento que he preparado para esa conferencia, porque es relevante para rememorar y pensar los efectos de la crisis de 2001-2002 en nuestro país.

Algunos cambios de discurso alentadores

Siempre que leo los diarios de Argentina trato de encontrar elementos que ayuden a mantener viva la esperanza de que en algún momento volvamos a tener un conjunto de reglas de juego para nuestra economía que conduzcan a la estabilidad, el crecimiento y el progreso social. Ayer, encontré dos artículos que recorté. Uno aparece en La Nación, en la página 14 bajo el título “Con un nuevo discurso económico. El candidato radical ajusta su propuesta”. El otro aparece en Clarín  y se trata de un reportaje a Roberto Lavagna. Está en la página 25 de ese matutino.

Me resultó alentador leer que el Dr. Ricardo Alfonsín tiene entre sus asesores económicos a Nicolás Gadano, a Sebastian Galliani y a Nicolás Dujovne. Me pareció interesantísimo conocer además que está consultando al exitoso ex Ministro Chileno Andrés Velazco y que éste lo ha convencido de la importancia de un Banco Central que tenga suficiente independencia como para fijar metas de inflación. Ojalá el candidato a Presidente de la Nación por la UCR le preste mucha atención a estos buenos consejeros. Su padre, el Dr. Raúl Alfonsín, lamentablemente no advirtió en los 80s que en la UCR había economistas de la talla de Ricardo López Murphy y Adolfo Sturzenegger, que podrían haberlo asesorado muy bien en materia fiscal y monetaria, con mucho mejores resultados en materia de estabilidad y crecimiento que los que logró durante su gobierno.

Pero por si acaso el Dr. Ricardo Alfonsín llegara a rumbear en la misma dirección de su padre y, eligiera como consejero a economistas como Roberto Lavagna y quienes le diseñaron el Plan Austral, es también alentador leer que, hoy por hoy, Roberto Lavagna no cree que la devaluación monetaria sea la forma de resolver los problemas de la Argentina. Esto también es buena noticia.

Es triste constatar que en materia institucional Argentina retrocede mientras casi todo el mundo avanza.

Escribo esta nota dentro del avión que me trae de regreso a Buenos Aires desde Johannesburgo, Sudáfrica. En este viaje de cinco días visité Zambia, Mozambique, Suazilandia y Sudáfrica como integrante del equipo de expertos que la Brenthurst Foundation organizó para discutir con autoridades y empresarios de esos países la forma de lograr transformar la agricultura de subsistencia en una agricultura comercial moderna, reducir la informalidad laboral y disminuir el desempleo urbano.  Quince días atrás yo había estado cuatro días en Astana, la ciudad capital de Kazakstán, en el Asia Central, por un motivo parecido.

Todos los países que visité en estos dos viajes, incluida Sudáfrica, tuvieron en el pasado regímenes políticos y económicos mucho más cerrados, autoritarios y estatistas que los de Argentina. Sufrieron y aún sufren, las mismas consecuencias que esos regímenes produjeron en nuestro país entre 1930 y 1990. Pero a pesar de que partieron de realidades peores que la nuestra a fines de los ochentas y que contaban con mucho menos experiencia empresarial y política que la que disponíamos nosotros para avanzar hacia la democracia política y la economía de mercado, todos ellos siguen empeñados en avanzar en esa dirección. El camino no les resulta fácil y los resultados que han conseguido hasta ahora no son espectaculares, pero a diferencia de nosotros, siguen tratando de perfeccionar sus instituciones políticas y económicas.

En Argentina, lamentablemente, nos movemos en la dirección opuesta. Luego de haber hecho funcionar las instituciones de la democracia cada vez mejor entre 1983 y 2001 y de haber logrado derrotar a la hiperinflación, abrir la economía y organizarla sobre la base de reglas simples y claras, la crisis de 2001-2002, ha impulsado a nuestros dirigentes políticos, empresariales y sindicales a moverse en la dirección contraria. Están recreando todos los defectos institucionales que nos hicieron perder posiciónes en el mundo y que deterioraron la calidad de vida de los Argentinos.

Todos los países que visité y muchos otros países del mundo en desarrollo sufrieron crisis mientras iban implementando las reformas de las instituciones políticas en dirección a más democracia y de las instituciones económicas hacia la apertura al mundo y la liberación de los mercados. Pero en ninguno de ellos he encontrado que el diagnóstico al que los principales dirigentes arribaron luego de las varias crisis que sufrieron, sea el de que debían variar el rumbo y abandonar la idea de que la democracia y la economía de mercado son el tipo de instituciones que permite progresar a las naciones.

Por el contrario, en nuestro país, la crisis de 2001-2002 llevó a un diagnóstico que es totalmente equivocado.  Se atribuyó la crisis a las reformas de mercado impulsadas por Carlos Menem: estabilización, apertura de la economía, privatizaciones, desregulación, eliminación de impuestos distorsivos y ajuste fiscal; y a la actitud buscadora de consenso, nunca autoritaria y respetuosa de la independencia del Poder Judicial  de Fernando  De la Rúa. Por supuesto, los dirigentes que sobrevivieron a la demanda popular de “que se vayan todos”, nunca mencionan como causa de la crisis el exceso de gastos y de endeudamiento con el sistema bancario de las provincias entre 1997 y 2000, tampoco las trabas que desde el Congreso Nacional y desde los gobiernos provinciales se le impusieron al Gobierno de De La Rúa durante 2000 y 2001,cuando el ajuste fiscal era ineludible y, mucho menos, el vergonzoso aprovechamiento que hicieron los gobernadores y empresarios endeudados de la errónea decisión del Director Gerente del FMI de quitar el apoyo a la Argentina en pleno proceso de reestructuración de su deuda pública. Prefirieron diagnosticar que la culpa era exclusivamente atribuible a la “ideología neoliberal” con la que yo, Domingo Cavallo, había supuestamente infectado a ambos presidentes y, en alguna medida, a la sociedad toda.

Es sabido, al menos desde que Maquiavelo lo escribió en El Príncipe, que, dentro de las estrategias que permiten conquistar y mantener el poder, está el buscar chivos expiatorios y asignarles todas las culpas, como para que los demás y, en muchas circunstancias, los verdaderos culpables, no sean identificados y gocen de impunidad. Yo no me quejo porque nos haya tocado a Menem, a De La Rúa y a mí ser elegidos chivos expiatorios. Este, al fin de cuenta, es un  riesgo de la política del que uno tiene que ser consciente. Pero lo que sí me entristece es que en el diagnóstico sobre las causas de la crisis, se hayan creado dudas sobre la eficacia de la democracia y la economía de mercado como reglas capaces de asegurar el progreso de nuestra Nación.

Se elogia a Néstor Kirchner por haber recompuesto el poder presidencial, supuestamente ausente durante el período de De La Rúa, a pesar de que él no se privó de usar métodos autoritarios, arbitrarios y coartadores de las libertades individuales. También se lo elogia por haber vuelto a encerrar la economía, estatizado empresas, confiscado ahorros de los futuros jubilados, aplicado arbitrariamente controles de precios, distribuido subsidios con mecanismos que crean enormes oportunidades de corrupción y, sobre todo, haber aumentado el gasto público sin recurrir al endeudamiento externo pero echando manos a cuanto impuesto distorsivo y ahorro acumulado pudo identificar.

Y, casi con unanimidad, los dirigentes políticos y gremiales y no pocos analistas políticos y económicos consideran a Duhalde como quien sacó al país de la crisis y volvió a ubicar a la Argentina en el camino del crecimiento. Otro craso error. Duhalde, quien ahora pregona políticas de estado para asegurar la estabilidad de un futuro gobierno radical, en realidad fue el beneficiario, si no líder, de la confabulación Peronista Radical que produjo el golpe institucional de 2001-2002, aprovechando el grueso error cometido por el entonces Director Gerente del Fondo Monetario Internacional de suspender los desembolsos que esa institución había comprometido para apoyar una reestructuración ordenada de nuestra deuda pública como solución a la terrible crisis financiera que azotaba al País.

Lamentablemente, de los candidatos que quedan en carrera para la próxima elección Presidencial con cierta presencia en las encuestas, no hay uno que tenga la interpretación correcta de las causas de la crisis de 2001-2002. Reutemann nunca entró en carrera, Macri, Cobos y Sanz se bajaron de la contienda presidencial y ni Rodríguez Saá, ni Solá, que podrían tener una mejor apreciación de las verdaderas causas de la crisis 2001-2002, logran aparecer en las encuestas.

Peor aún, todos los que quedan en carrera, contribuyeron, en mayor o menor medida, a boicotear los avances económicos del Gobierno de Menem y el diálogo democrático del Gobierno de De la Rúa.  Cuando escucho a Duhalde hablar de políticas de estado y su preocupación por asegurar la estabilidad de un eventual futuro gobierno radical me viene a la memoria las evasivas con las que respondió a mi pregunta sobre porqué se negaba a participar en el diálogo político al que había convocado el Presidente De la Rúa  en noviembre de 2001. Mientras me pedía que le enviará mas dinero al Gobernación de Buenos Aires para que pudiera pagar los sueldos de una provincia cuyas finanzas él había desquiciado, me explicaba que no podía asistir a un diálogo político al que también había sido invitado Carlos Menem que por entonces era todavía el presidente del Partido Justicialista.

En realidad, luego de escuchar el último discurso de Cristina Kirchner en la que con absoluta claridad se quejó de las presiones de las corporaciones sindicales y empresarias, pienso que probablemente sea ella la que la que está en mejores condiciones de revisar el diagnóstico equivocado de la crisis 2001-2002 y prepararse con inteligencia para la crisis que ineludiblemente se viene, como consecuencia del rumbo equivocado que ha seguido nuestro país desde enero de 2002. No creo que la bonanza externa permita encubrir, durante cuatro años más, las graves consecuencias de haber retrocedido hacia un país mucho más autoritario en lo político y mucho menos abierto, estable y eficiente en lo económico que el que habíamos logrado construir en los noventas.

Si yo dispusiera del mínimo dinero necesario para apuntalar una candidatura presidencial, me lanzaría a buscarla con este discurso. Al menos para abrir los ojos y las mentes de los argentinos que no quieren dejarse engañar. Pero, lamentablemente, tengo que dedicar mi tiempo a recomendar soluciones a países lejanos, como los que mencioné en el comienzo de esta nota, para poder sustentar apenas mi vida familiar y los honorarios de los abogados que me defienden de las infames acusaciones que los verdaderos corruptos y delincuentes lanzaron en mi contra para adobar la estrategia del chivo expiatorio.

Escribí esta nota pensando en aquellos visitantes de este blog que me recriminan el haber bajado los brazos en política. Tengan la seguridad que si las circunstancias lo llegan a permitir, me van a volver a ver peleando por el progreso de nuestra querida Argentina, también desde la política.

Santiago Rabasedas, un luchador incansable.

Con profundo dolor recibí en Washington la noticia del fallecimiento de mi querido amigo Santiago Rabasedas. Había nacido hace 65 años en la ciudad de San Justo, en la Provincia de Santa Fé. Además de haber nacido el mismo año, compartíamos con Santiago la misma vocación de servicio que nos llevó a ambos, desde muy jóvenes, a trabajar en nuestras respectivas provincias por el progreso de sus pueblos. El lo hizo desde la dirigencia gremial y yo como funcionario público allá por finales de los 60s y principios de los 70s.

En la década de los 90s, cuando yo fui  Ministro de Economía de la Nación, él fue Director del Banco de la Provincia de Santa Fe primero y Ministro de la Producción después. Nos conocimos ejerciendo cada uno las responsabilidades que habíamos asumido pero nuestra gran amistad se forjó, a partir de 1997, cuando juntos fundamos Acción por la República. El fue el fundador y organizador de ese Partido en la Provincia de Santa Fe y como candidato a Diputado Nacional en 1997 recorrió todos los rincones de su Provincia. No era la primera vez que lo hacía, porque muchas veces antes había hecho los mismos recorridos como dirigente rural. No llegó a ser elegido por unos pocos votos y en 1999, cuando ya nuestro partido tenía mucho mayor apoyo, resignó la candidatura en favor del Presidente de la UCEDE de ese distrito, para que ese partido apoyara también mi candidatura presidencial. De no haber tenido ese acto de generosidad y desprendimiento, hubiera sido elegido Diputado Nacional para el período 1999-2003 como lo fueron Cesar Albrisi por la Provincia de Córdoba y Guillermo Alchourrón y Franco Gaviglia por la Provincia de Buenos Aires.

Luchó denodadamente por el progreso de su Provincia y fue un apasionado defensor de los intereses legítimos del sector agropecuario. Justamente, buscando en YouTube encontré este video con su participación en un porgrama de televisión en el que habla de la preparación de un encuentro nacional lechero a realizarse en mi ciudad natal: San Francisco, en la Provincia de Córdoba.

A pesar de que como médico de profesión y ejercicio sabía que su corazón le solicitaba mayores horas de descanso, su pasión por las causas justas y su generosidad lo transformaron en un luchador incansable. Esta madrugada, su corazón dejó de latir.

Deja una hermosa familia y cientos de amigos que siempre lo recordarán. Santiago Rabasedas era una de esas personas que hacen que la amistad y el afecto estén siempre por arriba de toda otro sentimiento, por más difíciles que sean las circunstancias que rodeen los encuentros con él. Estoy seguro que hoy seremos muchos los que elevaremos una oración a Dios por el eterno descanso de su alma.

Los empresarios comienzan a extrañar la estabilidad.

Por Domingo Cavallo, para La Nación.

El título se refiere, más que a la estabilidad de precios, a la estabilidad en las reglas de juego de la economía. Los empresarios comienzan a extrañar este segundo tipo de estabilidad.

En todos los países las reglas de juego de la economía sufren cambios sin que esas economías pierdan estabilidad institucional, porque son predecibles y se adoptan luego de mucho estudio y largas discusiones. Los institutos de investigación sobre políticas públicas y los centros de pensamiento de las universidades, de los partidos políticos y de las corporaciones empresariales y sindicales, tienen oportunidad de aportar sus opiniones y propuestas. Y todo ese material brinda elementos para una discusión constructiva.

Pero cuando las reglas de juego de la economía cambian, inesperada y arbitrariamente, sin estudios ni discusión previa y no son adoptadas en los ámbitos jurisdiccionales en los que la Constitución Nacional establece que deben serlo, comienza a reinar la inseguridad jurídica y se eleva al máximo el “riesgo regulatorio” que miden los inversores.

Esto no ocurría entre 1991 y 2001. Ese período, se caracterizó por la discusión en el Congreso Nacional, precedida de muchos estudios e investigaciones, de todas las leyes que dispusieron cambios importantes en las reglas de juego de la economía. Desde la Ley de Convertibilidad, sancionada en marzo de 1991, hasta la Ley del Déficit Cero, sancionada en agosto de 2001.

Entre esas dos leyes, se discutieron en el Congreso Nacional la Ley de Consolidación de Pasivos; la Ley de Reforma Previsional; la Ley de Administración Financiera; las leyes que pusieron en vigencia los Pactos Federales Fiscales y la Transferencia de Servicios y de Recursos a las Provincias; la Ley de Hidrocarburos y de Reorganización y Privatización de YPF; las leyes de Reorganización de los Sistemas Eléctrico y del Gas Natural; las leyes que impulsaron Reformas Laborales; la Ley de Competitividad, de abril de 2001; la modificación de la propia Ley de Convertibilidad en junio de 2001 y muchas otras normas que llegaron a conformar las por aquel entonces elogiadas y hoy demonizadas “reglas de juego de los noventas”.

Todo ha sido diferente dese 2002 en adelante. Comenzando con la verdadera derogación del régimen de convertibilidad, que no surgió de la discusión en el Congreso Nacional de las modificaciones a dicha ley, sino de los varios decretos de necesidad y urgencia dictados a partir de febrero de 2002; en particular, el que dispuso la transformación compulsiva a pesos de todos los contratos que habían sido pactados en dólares.

En aquella oportunidad, muchos empresarios que se beneficiaron con la pesificación de las deudas en dólares, no sólo no criticaron sino que aplaudieron esta modificación arbitraria, injusta y anticonstitucional de las reglas de juego vigente. Por entonces, esos empresarios creían que los cambios perjudicarían sólo a los ahorristas y a quienes habían invertido en los sectores de infraestructura y en los servicios públicos privatizados. Pero, lamentablemente, ése era sólo el comienzo de una tendencia que cada vez cobraría más víctimas entre quienes tienen que decidir inversiones.

La decisión de utilizar el porcentaje accionario que antes tenían en forma dispersa los fondos de jubilaciones y pensiones y que ahora están en manos de la ANSSES para politizar los directorios de empresas privadas que cotizan en bolsa, es sólo la última de una tendencia iniciada en 2002. Esta tendencia incluyó, entre otros, la instalación de las arbitrarias retenciones a las exportaciones agropecuarias, las limitaciones para exportar e importar, los controles de precios, la estatización de los fondos de los futuros jubilados y el manejo arbitrario de los recursos públicos para controlar políticamente a provincias, municipios y medios de comunicación social.

Lamentablemente en Argentina no sólo ha desaparecido la estabilidad de precios, sino que los potenciales inversores sufren la peor de las inestabilidades, aquella que hace impredecible las reglas de juego y eleva el riesgo regulatorio a niveles inhibitorios de la inversión de largo plazo por parte de los empresarios privados.

La gente comenzó a extrañar la estabilidad de precios de los noventas hace ya varios años, algo que no parece afligir mucho a quienes aún consiguen financiamiento a tasas de interés negativas. Pero era hora de que los empresarios comenzaran a extrañar el clima de estabilidad institucional de la década anterior, que si bien era exigente, los obligaba a competir y no les ofrecía tasas de interés negativas, al menos les aseguraba que no se producirían cambios inesperados e impredecibles, capaces de echar por la borda el esfuerzo de inversión y el consiguiente aumento de la productividad.