Los desajustes estructurales de la economía griega que condujeron a la crisis que está sufriendo ese país son mucho más profundos que los que llevaron a la crisis argentina de 2001. Grecia no aprovechó la entrada al Euro para desregular sus mercados ni para privatizar sus ineficientes empresas estatales, como sí lo hizo Argentina cuando entró en la convertibilidad. Tampoco logró impulsar aumentos en la productividad de sus sectores de exportación como los que consiguió Argentina entre 1990 y 1998.
Lo que sí hizo Grecia fue aumentar el gasto público y financiar fuertes déficits fiscales con endeudamiento bancario, algo que también ocurrió en Argentina entre 1997 y 1999, cuando el excesivo gasto público provincial fue financiado en créditos bancarios a plazos cortos y tasas flotantes de interés.
Tanto Grecia a partir de 2008 como Argentina a partir de 1999 fueron afectadas negativamente por la exagerada fortaleza de las monedas a las que estaban atadas sus respectivas economías: el Euro para Grecia y el Dólar para la Argentina. El Euro se transformó en una moneda extremadamente fuerte desde mediados de los 2000’s así como el Dólar estuvo fuertemente apreciado desde mediados de los 90’s. La fortaleza del Euro desalienta el turismo, principal exportación griega, así como la fortaleza del Dólar mantuvo bajo el precio de los productos agrícolas, principal exportación argentina.
A pesar de la mayor gravedad de la actual crisis griega en comparación con la crisis argentina de 2001, la dirigencia griega está demostrando mucho más inteligencia que la dirigencia argentina. También las naciones europeas y el Fondo Monetario Internacional están actuando mejor frente a Grecia que lo que lo hicieron el FMI y el Gobierno de los Estados Unidos frente a la Argentina en 2001. Por eso es posible que la crisis Griega se resuelva con mucho menor costo social que el que debió soportar Argentina en 2002 y sin las consecuencias inflacionarias que nuestro país, aún después de 10 años, sigue soportando.
El gobierno griego le está hablando al pueblo con gran sinceridad y honestidad. El Primer Ministro Socialista le ha dicho a los griegos que si no aceptan hacer los ajustes fiscales necesarios para reducir el gasto público y eliminar el déficit, la permanencia de Grecia en el Euro corre peligro. Y si Grecia se viera forzada a salir del Euro y a convertir sus activos y pasivos financieros de Euros a Dracmas, los ajustes fiscales y salariales, así como el deterioro de la situación económica y social del pueblo griego, terminarían siendo mucho mayores a los que ahora se les está exigiendo a partir de discusiones transparentes en el Parlamento. Justamente la imágen de Argentina 2002, default, pesificación y devaluación mediante, es la que está ayudando a los dirigentes griegos a abrir los ojos de la gente indignada por los ajustes, para que no se deje engañar con el canto de sirena de los que pregonan que la solución de Grecia es abandonar las disciplinas que impone el Euro.
En un artículo sorprendentemente desenfocado, Mariano Grondona, hoy en La Nación, señala como un inconveniente de Grecia el que no pueda recurrir a la “salida argentina”, es decir que no pueda devaluar por estar dentro del área del Euro. En realidad si Grecia quisiera salir de su crisis devaluando, podría hacerlo, exactamente como lo hizo Argentina en 2002. En lugar de “pesificación” tendrían que aplicar una “dracmisación”. Transformar euros en dracmas sería tan fácil como fue en Argentina transformar dólares en pesos. No es que los griegos no lo puedan hacer, como sostiene Grondona, sino que los griegos, inteligentemente, no lo quieren hacer.
No lo quieren hacer, precisamente porque quieren evitar que en Grecia ocurra lo que ocurrió en Argentina luego de 2002: cayó el salario real mucho más de lo que se buscaba que cayera en 2001 cuando los ajustes se discutían en el Congreso Nacional, aumentaron la desocupación y la pobreza mucho más que lo que ya habían aumentado durante la recesión 1999-2001 y, para colmo de males, se reintrodujo la inflación como un problema crónico, amén que Argentina quedó aislada del mundo en materia de inversión y acceso al mercado de capitales.
Los griegos no se dejan engañar por el supuesto crecimiento Argentino a tasas chinas posterior a 2002, porque saben, como sólo el gobierno argentino y algunos analistas parecen desconocer, que ese crecimiento es fruto de la fuerte capitalización de que gozaba la economía argentina al momento de la crisis y del extraordinario aumento de los términos del intercambio que se logró no por la devaluación del Peso sino por el debilitamiento del Dólar y la expansión de la demanda china a partir de 2003.
Los griegos que miraron y miran atentamente la experiencia Argentina no creen que, como dice Grondona, Duhalde y Lavagna hayan hecho las cosas bien y luego los Kirchner equivocaron las políticas. Los buenos economistas griegos que han observado nuestra realidad saben que los atrasos tarifarios que hoy exigen enormes subsidios del Estado para mantener los servicios públicos en funcionamiento no son obra de los Kirchner sino la consecuencia de la pesificación y los congelamientos de las tarifas en pesos que constituyeron la estrategia anti-inflacionaria del período Duhalde Lavagna. También saben que el apego del financiamiento del Estado a las retenciones agropecuarias no es un vicio de los Kirchner sino la directa consecuencia de la introducción de las retenciones agropecuarias como compensación de la devaluación en el año 2002. La eliminación de las retenciones al introducirse la convertibilidad en 1991, había sido precisamente lo que permitió la modernización y el impresionante aumento de la productividad que logró el sector agropecuario durante los 90s.
Y, por supuesto, saben que la inflación del 25 % anual que viene sufriendo la Argentina no es un fenómeno de los últimos cuatro años, sino la consecuencia de la pesificación de enero de 2002, que pretendió transformar a la política monetaria no en la herramienta para asegurar la estabilidad de los precios sino la palanca para el crecimiento de la economía, como si el crecimiento pudiera ser tirado por los caballos de la inflación. La mejor demostración de que la pesificación no significó cambiar la regla monetaria del tipo de cambio fijo por otra regla enderezada a metas de inflación, es que cuando Argentina, a partir de 2003 podría haber dejado flotar el Peso de la misma forma que Brasil dejó flotar el Real, acompañando esa flotación con una regla de metas de inflación como la que adoptó Brasil, Argentina prefirió seguir bregando por el “tipo de cambio alto”, supuesta piedra angular del crecimiento argentino. La consecuencia no podía ser otra que la que fue: mientras Brasil tiene 5 % anual de inflación, Argentina tiene el 25 % anual y, el intercambio comercial favorece a Brasil, a punto tal que Argentina ha venido imponiendo, desde 2003 en adelante crecientes barreras al comercio bilateral.
Los griegos, con razón, están aterrados por que les pase lo que ocurrió en Argentina desde 2002 en adelante. Por eso saben que lo que más les conviene es ajustarse el cinturón a través de decisiones discutidas en su Parlamento, aunque además de bajar el gasto público y eliminar el déficit fiscal, deban también hacer al mismo tiempo lo que Argentina ya había hecho durante los 90’s: privatizar las empresas ineficientes del Estado, desregular los mercados que están trabados por intervenciones del Estado o por privilegios profesionales e impulsar un fuerte aumento de la productividad, para cerrar la brecha que los separa del resto de Europa. Los costos sociales de este ajuste siempre serán menores a los que incurrirían de buscar una salida “»a la Argentina”.
Para que luego los comentaristas no digan que el actual gobierno griego lo hizo mal, como sostiene Mariano Grondona que lo hicimos en Argentina De la Rúa y yo, es importante que las demás naciones del Área del Euro y el FMI ayuden a Grecia a implementar una reestructuración ordenada de su deuda, como lamentablemente el FMI no lo hizo con Argentina en 2001. Peor aún, aquella institución nos negó un desembolso que había comprometido, siendo que Argentina había cumplido con todas las metas fiscales del tercer trimestre de 2001 y nuestro país había anunciado e iniciado a ejecutar una reestructuración ordenada de la deuda.
El FMI y las demás naciones del Área del Euro están ayudando a Grecia a evitar el default de su deuda, pero dado el enorme tamaño de la misma, mucho más grande que el de la Deuda Argentina en 2001, es imprescindible que Grecia consiga de sus acreedores o una quita en el capital o una reducción significativa en la tasa de interés. Para esto, la mejor estrategia consiste en que el Fondo de Estabilización que fue creado para asistir financieramente a las naciones europeas en crisis, emita deuda europea y se la preste a Grecia para que ésta la ofrezca en canje por su deuda actual, capturando los descuentos superiores al 50% que el mercado ya viene señalando.
Si Grecia consigue que sus dirigentes continúen diciendo la verdad al pueblo y adoptando decisiones duras pero transparentes en el Parlamento; si además el pueblo griego, por más indignado que esté, no se enceguece y deja de empujar a Grecia hacia el abismo del default y la dracmización; y si el gobierno alemán deja de resistir la emisión de deuda europea, algo que siempre le resultará mucho menos gravoso que tener que recapitalizar a sus bancos y rescatar a otras varias naciones europeas después de un default griego, cuando se escriba la historia, a la Grecia del 2011 no se la recordará como a la Argentina del 2001, por más parecidas que las dos situaciones aparezcan hoy en todos los comentarios periodísticos del mundo.