La depreciación global del Dólar perjudica a las economías emergentes que luchan contra la inflación

La fuerte expansión monetaria de los Estados Unidos explica la tendencia global a la depreciación del Dólar frente a la mayor parte de las monedas nacionales del mundo emergente.

El aumento del precio de las materias primas tiene su orígen principalmente en el rápido crecimiento de China e India, pero la depreciación del Dólar acentúa la tendencia al aumento de esos precios.

Lamentablemente, los aumentos no son generalizados y mucho menos uniformes, por lo que al mismo tiempo que las economías emergentes ven mejorados sus términos del intercambio externo (si tienen abundantes recursos naturales), encuentran que la apreciación de sus monedas significa deflación para el resto de los bienes que entran en su comercio exterior. Por eso, en las economías emergentes más ordenadas, aquellas que han tratado de mantener baja la inflación con políticas monetarias muy responsables, hoy se sienten los síntomas de la denominada “enfermedad holandesa”.

Rodrigo Botero y yo acabamos de escribir un artículo para una conferencia sobre el tema. La conferencia fue organizada por FLAR (Fondo Latino Americana de Reserva) y CAF (Coporación Andina de Fomento) en Catagena de Indias, el fin de semana pasado. El artículo se titula “La mejor terapia para la enfermedad holandesa es fiscal, no monetaria”, pero tiene una sección final en la que argumentamos que la política monetaria puede terminar agravando el problema si la autoridad monetaria nacional fija una tasa de interés de intervención demasiada alejada de la del Banco de la reserva Federal de los Estados Unidos.

Siendo la mayor parte de los visitantes de mi blog ciudadanos argentinos, quiero alertarlos que las ideas que aportamos con Rodrigo Botero se refieren a las economías emergentes que vienen aplicando políticas monetarias serias y que además han creado un clima de confianza interno y externo que induce una fuerte entrada de capitales. Nos referimos a países como Colombia, Perú, Chile, México, Brasil, Uruguay e incluso Paraguay. Pero  ciertamente no se aplican a Venezuela o Argentina, cuayas políticas monetarias han sido absolutamente irresponsables y, además, los respectivos Gobiernos han generado fuerte desconfianza que, lejos de inducir entrada de capitales, provoca una fuga permanente de ahorros nacionales hacia el exterior.

En estos días, he recibido muchos mensajes en el blog preguntando sobre el efecto que puede llegar a tener sobre la economía de nuestro país un eventual default técnico de los Estados Unidos, si es que el Congreso no autoriza el aumento del endeudamiento público. Mi respuesta es que no creo que vayan a dejar producir ese default técnico. Pero en cualquier caso, en el momento que los Estados Unidos encuentren límites para su endeudamiento, de una u otra forma, terminarán pagando sus deudas con emisión de dólares. Y ello, en todo caso, acentuará la tendencia hacia la depreciación de la moneda norteamericana que ya se ha venido observando.  Se tratará, simplemente, de la acentuación de los efectos que discutimos en nuestro artículo con Rodrigo Botero. Invito, a quienes estén interesados, a bajarlo de la página de artículos en español de este sitio.

Mirando a Grecia en el espejo de Argentina

Este es el título de un documento que preparé para mi presentación en la conferencia anual organizada por el Profesor Robert Mundell en su villa medieval de Santa Colomba, muy cerca de Siena. Para los visitantes de este blog los argumentos sonarán familiares, pero opuestos a los que hizo La presidente Cristina Fernandez de Kirchner en una conferencia monetaria que tuvo lugar hace pocos día en el Banco Central de la República Argentina. Aprovecho para decirles que el documento fue muy bien recibido y comentado por los participantes en aquella conferencia, cuyo tema central fue la actual situación Europea. Hoy acaba de ser publicado en inglés en el sitio VoxEU. Quienes quieran leerlo deben hacer click en «Looking at Greece in the Argentinean Mirror».

La lectura correcta de los economistas griegos y la sinceridad de su gobierno.

En su edición del 2 de julio el semanario inglés “The Economist” trae citas interesantes que abonan la descripción que hice en el artículo anterior. Las voy a transcribir traducidas al español para los visitantes de este blog que no leen inglés.

“Un grupo de 18 economistas griegos (la mayoría miembros de la diáspora académica, que luchan contra la distribución de privilegios y el desorden que predominó en su patria) presentaron un listado de lo que ocurriría en Grecia si el país optara por la autarquía: en otras palabras, si rechazara la idea de moverse, con ayuda externa, hacia la salud fiscal y administrativa. Los salarios del sector público se desmoronarían, los bancos quebrarían y el país quedaría marginado de los mercados de capitales por años. Abandonar el Euro podría llevar a la hiperinflación”.

“Theodoros Pangalos, el famoso y franco Vice-Primer Ministro, lo puso en palabras aún más claras. Si Grecia  decidiera salirse del Euro y lanzar un nuevo Dracma, los bancos serían asaltados por depositantes en pánico y el ejercito tendría que intervenir para mantener el orden. Los negocios se quedarían sin clientes  y algunas personas saltarían desde las ventanas de los edificios.”

“El año pasado el señor Pangalos irritó a algunos compatriotas e impresionó a otros diciendo que tanto los griegos de la calle como la elite política habían malgastado los préstamos y subsidios que llovieron sobre Grecia gracias a la entrada en el Euro. Su expresión exacta fue: “Nos los comimos todos juntos””.

El artículo sigue describiendo que de acuerdo a la reciente votación en el Parlamento el país parece dividido en dos partes iguales: aquellos  que están dispuestos a llevar a cabo las reformas necesarias con apoyo externo y los que simplemente quieren un cambio, pero no saben en qué dirección. Si predominara el criterio de los segundos Grecia caería en el abismo del que hablan los economistas y tan gráficamente descrito por el Vice-primer Ministro.

Mientras los economistas griegos hacen una lectura correcta de los riesgos que significaría la salida “a la Argentina” y su actual gobierno le habla a los griegos con honestidad y franqueza, desde los Estados Unidos  muchos economistas euro-escépticos y desde Argentina todos los políticos responsables del aislamiento y la inflación, tratan de empujar a Grecia hacia el abismo. Ojalá triunfe la posición de los que quieren una recuperación sostenible de Grecia dentro de la Europa del Euro.

La crisis griega a la luz de la experiencia argentina

Los desajustes estructurales de la economía griega que condujeron a la crisis que está sufriendo ese país son mucho más profundos que los que llevaron a la crisis argentina de 2001. Grecia no aprovechó la entrada al Euro para desregular sus mercados ni para privatizar sus ineficientes empresas estatales, como sí lo hizo Argentina cuando entró en la convertibilidad. Tampoco logró impulsar aumentos en la productividad de sus sectores de exportación como los que consiguió Argentina entre 1990 y 1998.

Lo que sí hizo Grecia fue aumentar el gasto público y financiar fuertes déficits fiscales con endeudamiento bancario, algo que también ocurrió en Argentina entre 1997 y 1999, cuando el excesivo gasto público provincial fue financiado en créditos bancarios a plazos cortos y tasas flotantes de interés.

Tanto Grecia a partir de 2008 como Argentina a partir de 1999 fueron afectadas negativamente por la exagerada fortaleza de las monedas a las que estaban atadas sus respectivas economías: el Euro para Grecia y el Dólar para la Argentina. El Euro se transformó en una moneda extremadamente fuerte desde mediados de los 2000’s así como el Dólar estuvo fuertemente apreciado desde mediados de los 90’s. La fortaleza del Euro desalienta el turismo, principal exportación griega, así como la fortaleza del Dólar mantuvo bajo el precio de los productos agrícolas, principal exportación argentina.

A pesar de la mayor gravedad de la actual crisis griega en comparación con la crisis argentina de 2001, la dirigencia griega está demostrando mucho más inteligencia que la dirigencia argentina. También las naciones europeas y el Fondo Monetario Internacional están actuando mejor frente a Grecia que lo que lo hicieron el FMI y el Gobierno de los Estados Unidos frente a la Argentina en 2001. Por eso es posible que la crisis Griega se resuelva con mucho menor costo social que el que debió soportar Argentina en 2002 y sin las consecuencias inflacionarias que nuestro país, aún después de 10 años, sigue soportando.

El gobierno griego le está hablando al pueblo con gran sinceridad y honestidad. El Primer Ministro Socialista le ha dicho a los griegos que si no aceptan hacer los ajustes fiscales necesarios para reducir el gasto público y eliminar el déficit, la permanencia de Grecia en el Euro corre peligro. Y si Grecia se viera forzada a salir del Euro y a convertir sus activos y pasivos financieros de Euros a Dracmas, los ajustes fiscales y salariales, así como el deterioro de la situación económica y social del pueblo griego, terminarían siendo mucho mayores a los que ahora se les está exigiendo a partir de discusiones transparentes en el Parlamento. Justamente la imágen de Argentina 2002, default, pesificación y devaluación mediante, es la que está ayudando a los dirigentes griegos a abrir los ojos de la gente indignada por los ajustes, para que no se deje engañar con el canto de sirena de los que pregonan que la solución de Grecia es abandonar las disciplinas que impone el Euro.

En un artículo sorprendentemente desenfocado, Mariano Grondona, hoy en La Nación, señala como un inconveniente de Grecia el que no pueda recurrir a la “salida argentina”, es decir que no pueda devaluar por estar dentro del área del Euro. En realidad si Grecia quisiera salir de su crisis devaluando, podría hacerlo, exactamente como lo hizo Argentina en 2002. En lugar de “pesificación” tendrían que aplicar una “dracmisación”. Transformar euros en dracmas sería tan fácil como fue en Argentina transformar dólares en pesos. No es que los griegos no lo puedan hacer, como sostiene Grondona, sino que los griegos, inteligentemente, no lo quieren hacer.

No lo quieren hacer, precisamente porque quieren evitar que en Grecia ocurra lo que ocurrió en Argentina luego de 2002: cayó el salario real mucho más de lo que se buscaba que cayera en 2001 cuando los ajustes se discutían en el Congreso Nacional, aumentaron la desocupación y la pobreza mucho más que lo que ya habían aumentado durante la recesión 1999-2001 y, para colmo de males, se reintrodujo la inflación como un problema crónico, amén que Argentina quedó aislada del mundo en materia de inversión y acceso al mercado de capitales.

Los griegos no se dejan engañar por el supuesto crecimiento Argentino a tasas chinas posterior a 2002, porque saben, como sólo el gobierno argentino y algunos analistas parecen desconocer, que ese crecimiento es fruto de la fuerte capitalización de que gozaba la economía argentina al momento de la crisis y del extraordinario aumento de los términos del intercambio que se logró no por la devaluación del Peso sino por el debilitamiento del Dólar y la expansión de la demanda china a partir de 2003.

Los griegos que miraron y miran atentamente la experiencia Argentina no creen que, como dice Grondona, Duhalde y Lavagna hayan hecho las cosas bien y luego los Kirchner equivocaron las políticas. Los buenos economistas griegos que han observado nuestra realidad saben que los atrasos tarifarios que hoy exigen enormes subsidios del Estado para mantener los servicios públicos en funcionamiento no son obra de los Kirchner sino la consecuencia de la pesificación y los congelamientos de las tarifas en pesos que constituyeron la estrategia anti-inflacionaria del período Duhalde Lavagna. También saben que el apego del financiamiento del Estado a las retenciones agropecuarias no es un vicio de los Kirchner sino la directa consecuencia de la introducción de las retenciones agropecuarias como compensación de la devaluación en el año 2002. La eliminación de las retenciones al introducirse la convertibilidad en 1991, había sido precisamente lo que permitió la modernización y el impresionante aumento de la productividad que logró el sector agropecuario durante los 90s.

Y, por supuesto, saben que la inflación del 25 % anual que viene sufriendo la Argentina no es un fenómeno de los últimos cuatro años, sino la consecuencia de la pesificación de enero de 2002, que pretendió transformar a la política monetaria no en la herramienta para asegurar la estabilidad de los precios sino la palanca para el crecimiento de la economía, como si el crecimiento pudiera ser tirado por los caballos de la inflación. La mejor demostración de que la pesificación no significó cambiar la regla monetaria del tipo de cambio fijo por otra regla enderezada a metas de inflación, es que cuando Argentina, a partir de 2003 podría haber dejado flotar el Peso de la misma forma que Brasil dejó flotar el Real, acompañando esa flotación con una regla de metas de inflación como la que adoptó Brasil, Argentina prefirió seguir bregando por el “tipo de cambio alto”, supuesta piedra angular del crecimiento argentino. La consecuencia no podía ser otra que la que fue: mientras Brasil tiene 5 % anual de inflación, Argentina tiene el 25 % anual y, el intercambio comercial favorece a Brasil, a punto tal que Argentina ha venido imponiendo, desde 2003 en adelante crecientes barreras al comercio bilateral.

Los griegos, con razón, están aterrados por que les pase lo que ocurrió en Argentina desde 2002 en adelante. Por eso saben que lo que más les conviene es ajustarse el cinturón a través de decisiones discutidas en su Parlamento, aunque además de bajar el gasto público y eliminar el déficit fiscal, deban también hacer al mismo tiempo lo que Argentina ya había hecho durante los 90’s: privatizar las empresas ineficientes del Estado, desregular los mercados que están trabados por intervenciones del Estado o por privilegios profesionales e impulsar un fuerte aumento de la productividad, para cerrar la brecha que los separa del resto de Europa. Los costos sociales de este ajuste siempre serán menores a los que incurrirían de buscar una salida “»a la Argentina”.

Para que luego los comentaristas no digan que el actual gobierno griego lo hizo mal, como sostiene Mariano Grondona que lo hicimos en Argentina De la Rúa y yo, es importante que las demás naciones del Área del Euro y el FMI ayuden a Grecia a implementar una reestructuración ordenada de su deuda, como lamentablemente el FMI no lo hizo con Argentina en 2001. Peor aún, aquella institución nos negó un desembolso que había comprometido, siendo que Argentina había cumplido con todas las metas fiscales del tercer trimestre de 2001 y nuestro país había anunciado e iniciado a ejecutar una reestructuración ordenada de la deuda.

El FMI y las demás naciones del Área del Euro están ayudando a Grecia a evitar el default de su deuda, pero dado el enorme tamaño de la misma, mucho más grande que el de la Deuda Argentina en 2001, es imprescindible que Grecia consiga de sus acreedores o una quita en el capital o una reducción significativa en la tasa de interés. Para esto, la mejor estrategia consiste en que el Fondo de Estabilización que fue creado para asistir financieramente a las naciones europeas en crisis, emita deuda europea y se la preste a Grecia para que ésta la ofrezca en canje por su deuda actual, capturando los descuentos superiores al 50% que el mercado ya viene señalando.

Si Grecia consigue que sus dirigentes continúen diciendo la verdad al pueblo y adoptando decisiones duras pero transparentes en el Parlamento; si además el pueblo griego, por más indignado que esté, no se enceguece y deja de empujar a Grecia hacia el abismo del default y la dracmización; y si el gobierno alemán deja de resistir la emisión de deuda europea, algo que siempre le resultará mucho menos gravoso que tener que recapitalizar a sus bancos y rescatar a otras varias naciones europeas después de un default griego, cuando se escriba la historia, a la Grecia del 2011 no se la recordará como a la Argentina del 2001, por más parecidas que las dos situaciones aparezcan hoy en todos los comentarios periodísticos del mundo.

¿Cuán costoso es para España estar en el EURO?

Muchos economistas norteamericanos e ingleses vienen sosteniendo que España, al tomar la decisión de incorporarse al área del Euro y resignar su soberanía monetaria, perdió un  instrumento clave para luchar contra las recesiones que sobrevienen a las burbujas de activos inmobiliarios y financieros. Llegan incluso a proponer que, en casos extremos, conviene a los países en crisis abandonar el Euro haciendo exactamente lo que Argentina hizo en 2002 cuando el gobierno de Eduardo Duhalde decidió convertir a pesos todos los contratos pactados en dólares y dejar que el peso se devalúe.

Así, es cada vez más frecuente escuchar que a Grecia le conviene “dracmizar” su economía disponiendo que los activos y los pasivos que hoy están en Euros se transformen en activos y pasivos en dracmas.  Como era de esperar, desde que se habla de esa posibilidad, los activos en euros se están fugando de Grecia e, incluso, muchos ahorristas que tienen depósitos en bancos griegos, prefieren retirar los euros en forma de billetes y mantenerlos en cajas de seguridad o «en el colchón».

Esto no ha comenzado a ocurrir en España y son pocos los economistas extranjeros que se animan a sugerir que también España debería pensar en “pesetizar” su economía. Pero se escuchan voces que sostienen que España está incurriendo en altos costos sociales por pertenecer a la zona del Euro, exactamente como se ha argumentado insistentemente, luego de la crisis de 2001-2002 que la convertibilidad hizo incurrir en altos costos sociales a la Argentina.

En la conferencia que pronuncié en la Universidad de Navarra, tratando de contestar la pregunta del título de este post, comparé el desenvolvimiento de España y del Reino Unido, antes y después de que explotaran las respectivas burbujas inmobiliarias. El texto completo de la conferencia y el PowerPoint que  utilicé como guía, pueden verse en la página de artículos en inglés de este sitio. A pesar que pronuncié la conferencia en España, tuve que hacerlo en Inglés porque se trataba de un seminario internacional conducido en ese idioma. Estoy seguro que en pocos días podré subir al blog la traducción al español que ha ofrecido hacer mi buen amigo Fernando Díaz.

Acá va un resumen de lo que mostré en la conferencia:

  1. Desde la entrada al Euro, la economía española creció mucho mas rápido que la del Reino Unido, a punto de que su producto bruto, medido en términos de paridad en el poder adquisitivo, pasó de representar el 55 % del PBI del Reino Unido en 1998 al 68 % en 2010.
  2. Desde la entrada al Euro, la inflación en España, que siempre había sido más alta que en el Reino Unido, tendió a converger a 2 % anual, como en el Reino Unido.
  3. La burbuja inmobiliaria fue un fenómeno muy parecido en los dos países, así que su desarrollo no puede atribuirse a que España entró en el Euro. El Reino Unido conservó su moneda, pero igual vivió una burbuja inmobiliaria de gran magnitud. Esta burbuja inmobiliaria fue aún más grande en los Estados Unidos de América, el país que tiene la política monetaria soberana más poderosa del mundo;
  4. Desde que se pincharon las respectivas burbujas inmobiliarias, a principios de 2008, el comportamiento del Producto Bruto Interno fue muy similar en España que en el Reino Unido. En todo caso el PBI creció un centésimo más en España (4.1% en comparación con 4.0 %) entre el primer trimestre de 2008 y el primer trimestre de 2011.
  5. El ajuste en la balanza comercial fue mayor en España que en el Reino Unido a pesar de que España no pudo devaluar su moneda y el Reino Unido sí lo hizo.  Las exportaciones crecieron mas y las importaciones se redujeron en mayor magnitud en España que en el Reino Unido. El argumento que sostiene que un país que puede dejar devaluar su moneda tiene mejores chances de reducir el déficit en la cuenta corriente de su balanza de pagos, no se corresponde con lo que se observa en estos países.
  6. Ambos países pudieron implementar dosis semejantes de expansión fiscal contra-cíclica. La disponibilidad de la política monetaria no le sirvió al Reino Unido para disponer de más margen de maniobra fiscal que a España.
  7. El número de desocupados es mucho mayor en España que en el Reino Unido, pero esta diferencia viene de lejos y no ha cambiado mucho a causa de la crisis. A pesar de que los costos laborales unitarios ajustados por tipo de cambio bajaron en el Reino Unido como consecuencia de la devaluación de la Libra y se mantuvieron constante en España, el número de desocupados aumentó en prácticamente el mismo porcentaje desde el primer trimestre de 2008: alrededor de 80% en ambos países.
  8. La disminución de los costos laborales unitarios que consiguió el Reino Unido al dejar devaluar su moneda tuvo como contrapartida una inflación más alta desde el inicio de la crisis. En el primer trimestre de 2011 la inflación anual del índice de precios que excluye a la energía y los alimentos fue de menos de 2 % en España y mas de 3 % en el Reino Unido.
  9. El problema de la desocupación es mayor en España que en el Reino Unido por razones estructurales. En España la fuerza laboral aumentó casi cuatro veces más que en el Reino Unido desde 1980, debido tanto a la inmigración como a la creciente participación de las mujeres en la fuerza laboral. Además en España los impuestos al trabajo formal son el doble de los del Reino Unido. Esta diferencia es una oportunidad para España, que puede disminuir los costos laborales unitarios sin tener que recurrir a una devaluación monetaria. Todo lo que España debe hacer es reducir los impuestos al trabajo y aumentar el impuesto al Valor Agregado, tal como lo propusimos hace un año con Joaquín Cottani. Por supuesto,, deberá hacer muchas otras reformas para eliminar la desocupación.
  10. Mi conclusión es que la entrada de España al Euro no sólo le ha permitido tener un crecimiento significativamente mayor al del Reino Unido, sino que además obliga a España a enfrentar el problema de la desocupación a través de medidas de fondo y no del simple paliativo de la devaluación monetaria. Eso le permitirá a España sustraerse al riesgo inflacionario que ya se observa en el Reino Unido.